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La Separación de los Padres
Papá se va...¿es por mi culpa?
PPapá y mamá pelean mucho. Los niños escuchan fragmentos de discusiones y agudizan el oído si se los nombra. El desacuerdo de la pareja recae sobre los hijos, las decisiones que hay que tomar cotidianamente respecto de ellos no pueden armonizarse simplemente porque en circunstancias así, los miembros de la pareja no pueden ponerse de acuerdo en casi nada..
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Es natural que no siempre papá y mamá concuerden en todo sobre la educación de los hijos. Pero si la pareja marital –esposo/esposa, hombre/mujer – funciona bien, como pareja de padres siempre podrán llegar a acuerdos que den a los chicos un marco de contención y seguridad. De lo contrario, se expone al niño a la situación de sentirse responsable de los desacuerdos.
En situaciones previas y durante la separación de la pareja, puede ocurrir, en el mejor de los casos, que se sepa deslindar correctamente los conflictos del matrimonio de su función como pareja de padres. Se les ex- plica a los niños, entonces, que papá y mamá no se llevan bien pero que eso no tiene nada que ver con ellos, que ellos seguirán siendo amados y cuidados por ambos, que no será fácil al principio pero que es la solución mejor ante tanta pelea, etc..
Aún en este “mejor-de-los-casos”, la separación resulta dolorosa para el hijo por dos motivos: el primero, es que son sus padres, los ama y los necesita a los dos, verlos juntos y bien es decir, ni juntos-mal ni separados-bien. En segundo lugar, (aunque no de menos peso), porque en las fantasías infantiles y como parte de la evolución psicológica del niño, éste desea “ser como” o “ser mejor que” el progenitor del mismo sexo, para desplazarlo y ocupar su lugar. Es así como mamá es el modelo para la niña y papá el objetivo a ganar cuando sea grande como mamá. No es raro que esto sea expresado por la niña pequeña cuando dice que su papá es su novio y que cuando sea grande se casará con él. Lo mismo sucede con el varón que compite con su padre por el amor de mamá.
Este desplazamiento imaginario del progenitor del mismo sexo, obviamente, implica el secreto deseo de separar a sus padres, que entra en conflicto con su propia necesidad de saberlos juntos para protegerlo. Si su experiencia cotidiana le demuestra que pese a sus fantasías papá y mamá están juntos se sentirá aliviado de la culpa por fantasear su separación. Pero si sucede lo contrario, si los padres están en la situación real de separarse, su culpa recrudece y aunque los padres quieran convencerlo de su inocencia, no podrán liberarlo totalmente de este sentimiento. El tiempo y la experiencia posterior a la separación irán transformando las cosas y marcando el destino de este conflicto infantil.

La Nueva Situación
Lo cierto es que hay un cambio y ese cambio es una pérdida. Uno de sus progenitores ya no duerme en casa. Puede suceder que el niño deba dejar el hogar junto con uno de sus padres; eso es lo menos aconsejable: además de lo traumático de la separación de papá y mamá deberá enfrentar él mismo una mudanza con todo lo que ello implica.
Pero lo más importante para el hijo ahora será la forma en que mamá y papá se comporten. Si hay un acuerdo mutuo para separarse, las cosas son más fáciles que si uno de ellos se sintiera víctima del abandono del otro.
La edad del hijo también marca una diferencia en el impacto que produce la nueva situación. Cuanto mayor es el niño más recursos psicológicos tiene para elaborar defensas contra la ansiedad que ésta genera; un buen manejo del lenguaje como para entender y hablar de lo que pasa, una mayor cantidad de intereses extra-familiares o el diálogo con pares que hayan pasado por una circunstancia análoga, son factores que amortiguan un golpe que para el caso del niño pequeño que no cuenta con estos recursos es mucho más doloroso.
En la separación hay un duelo. No se murió nadie, por suerte, y ambos padres (en el mejor de los casos), siguen ocupándose del niño. Pero murió un estado de cosas anterior en el que el vínculo con ambos era cotidiano.

El pasaje de pareja a ex-pareja es una transición sumamente conflictiva.
Lo más deseable es que el niño perciba que sus padres hacen una buena transformación de su vínculo y pueden ser lo suficientemente amigables entre sí como para seguir acompañándolo coherentemente en su crecimiento sin ponerlo como objeto (y a veces como rehén) de sus desavenencias.

Es el momento en que los adultos necesitan revalorizarse. Si a alguien a quien se eligió y se amó hoy se lo siente como a un enemigo, la persona misma se vuelve su peor enemigo por haberlo elegido y amado.
Algo (o mucho) hubo de bueno en esta relación y entre lo bueno están los hijos que merecen el respeto y el amor de ambos.
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