Orientaciones Nº7

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Entre el pecado y la enfermedad

Los acuerdos con Estados Unidos también se firmaron en 1953. No fueron buenos para España, porque a cambio de algunos millones de dólares (no muchos) en créditos blandos, se permitía a los Estados Unidos el uso del espacio aéreo y marítimo de la nación, a partir de una serie de bases militares que se establecieron en la península. Sí fueron buenos para Franco, que de esa forma superaba el aislamiento internacional, recibiendo al presidente Eisenhower en 1959 con toda la repercusión diplomática de la que fue capaz. También en ese año se pusieron en marcha las varias medidas del plan de estabilización, medidas que por un lado iban a suponer la emigración de millones de españoles a los países de la Europa central y a las comunidades españolas ricas, y por otro pondría las bases para un despegue económico en la década siguiente que permitiría al régimen, por primera vez, contar con un cierto sostén económico. Por lo tanto, 1959 es el año en el que los acuerdos firmados en 1953, y las políticas gestadas en los siguientes años, comienzan a mostrar sus resultados y abren el camino para comprender la segunda etapa del régimen, hasta la muerte del dictador. Esto tiene repercusiones en el tema que nos ocupa. Porque la apertura diplomática, económica e ideológica, supuso que, por primera vez, comenzaran a cuestionarse algunos de los planteamientos morales anteriores, aunque de forma tibia. En el caso de la Medicina, el cuestionamiento comienza por reivindicar como sujetos de su trabajo a los homosexuales, como había sucedido en el resto de las naciones occidentales. Ahora bien, a finales de los años cincuenta ya no se puede argumentar, como treinta años antes, sobre la base de la degeneración. Tanto porque el régimen nazi había mostrado a lo que se podía llegar apelando a políticas basadas en una biología racial, como porque la genética ya había sentado las bases de la herencia poniendo entre paréntesis el determinismo y dando entrada a otros factores (mutaciones, influencia del medio, etc.) que afectaban a la descendencia. Por lo tanto, el discurso médico tuvo que utilizar otros recursos, sin enfrentarse tampoco a la Iglesia. Es decir, tenía que mostrar que los homosexuales eran enfermos, además de sujetos inmorales. El doctor Valentín Pérez Argiles, en la sesión inaugural del curso académico en la Real Academia de Medicina de Zaragoza, en 1959, da las pautas a seguir, cuando ante los tibios argumentos que en algunas partes muestran la inocencia del homosexual ante sus inclinaciones, como en 20

ORIENTACIONES revista de homosexualidades


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