por la conmoción que le supuso ver reflejada su historia personal después de décadas de ocultación y silencio. Por lo tanto este libro es su precedente, aunque en castellano su publicación haya sido un año posterior. Así que han tenido que pasar treinta, cuarenta, cincuenta años, dependiendo de los países, para que uno de los sucesos más dolorosos de la política nazi de exterminio haya salido a la luz. Hay varios motivos que explican este silencio. Apuntaré dos que, de una forma u otra, aparecen recogidos en el libro y tratados en el monográfico. En primer lugar la homosexualidad siguió siendo considerada un delito en la mayor parte de Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Si los homosexuales se atrevían a reclamar una compensación de guerra o una pensión, no sólo corrían el riesgo de ver rechazada su petición, sino de ser encarcelados de nuevo como delincuentes. Así, mientras antiguos miembros de las SS, encargados por ejemplo de los campos, recibían una pensión como antiguos combatientes porque nadie podía probar sus crímenes, es de suponer que porque no quedarían testigos de ellos, las peticiones de algunas de sus víctimas eran rechazadas por tratarse de personas que realizaban actos que seguían prohibidos. El otro motivo ha sido la actitud de la inmensa mayoría de los historiadores de activa ocultación del hecho. Es muy de dudar que los historiadores no conocieran la política nazi sobre este fenómeno; que desconocieran, por ejemplo, los discursos de Himmler, máximo responsable de los campos, sobre los peligros del aborto y la homosexualidad para la natalidad germana y la coherencia que demostró en sus actos respecto a sus ideas en la persecución de homosexuales, como he argumentado en mi artículo en este mismo volumen. Joseph K./H. Heger nos cuenta cómo fue su vida en los campos, la lucha diaria, habría que decir de hora en hora, para sobrevivir, obtener suficiente comida como para no enfermar y evitar convertirse en un “musulmán”, es decir en un interno famélico, esquelético, escasamente capaz de percibir o interesarse por lo que sucedía a su alrededor, incapaz por tanto de trabajar y destinado a una muerte segura. El protagonista pacta con la realidad, con unos capos supuestamente heterosexuales pero que se disputaban muchachos jóvenes y atractivos entre los recién llegados para que fueran sus criados durante el día y 176