El testimonio deportado
sociedad “pura”, por parte de los nazis, ya dentro de los campos, esas estigmatizaciones permanecen, se ensanchan, se subdividen. Esto también forma parte de lo que nos enseñan los campos. Y muchos que reparten beatamente la consigna de aprender de Auschwitz, parece que lo que quieren enseñar es la pervivencia (indestructible) de la estigmatización (destructora). La alteridad es la materia destruible, la misma posibilidad de destruir, el margen para ello: la especie humana.
* La alteridad: también lo que va del testigo al testimonio –ese “Nadie...”– es la diferencia, incluido su sentido temporal, el hecho de diferir. Lyotard ha dedicado todo un libro a esto, mientras que ésta viene a ser una tesis de fondo de Agamben, que el testimonio es un proceso.
Lyotard, 1983 Agamben, 127
* Hubo testigos homosexuales. Sería interesante acercarse a ellos, ver su posible testimonio, sin haber tomado un previo espíritu militante, sin una compasión ya gesticulada, sin ese tono plañidero con el que se habla a menudo de estas cosas, eso que molestaba tanto a Foucault. Es preciso ser exigente con el testigo y el abismo que él mismo tiene ante sí: ser, devenir testimonio. Mistificarlo es una manera de anular su testimonio, de acallarle. Tarea poco ardua: sólo sabemos de dos deportados por homosexuales que se decidieran a escribir sobre su experiencia. Dos testigos que intentaron testimoniar. Por orden cronológico, comparece el testigo número uno: en 1973 se publicó el original alemán firmado por Heinz Heger, Los hombres del triángulo rosa. Parece que no fue fácil encontrar editor, pero, realmente, ¿por homofobia o por la dudosa calidad del libro? Todo parece posible, una vez leído el libro. Lo que sí se sabe es que el texto no lo había escrito el superviviente de la primera persona del relato: por el prólogo, firmado por su editor (y no su “autor”), sabemos que el superviviente se llamaba Joseph K., nombre que no aparece en el interior del libro (parece una broma a costa de Kafka, ahí donde menos cabe esperar una gracia); también que el autor del libro, el tal Heger, es, a su vez, el pseudónimo de un escritor, un tal Hans Neumann. Llamativa sucesión de delegaciones. Aún antes de entrar en el libro ya sabemos
100
Heger v. reseña de Ugarte en este mismo nº de Orientaciones