El intruso

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EL INTRUSO


El niĂąo estaba tan solo, solo, solo Que esa enorme agonĂ­a IncitĂł a sus padres A traerle un hermano.


“Pero no quiero que ladre”, Protestó él en vano.



Sólo, sólo, sólo Se trataba de un perro, pero Tenido en las manos Todos le decían ¡Dos niños, dos animales! ¡Son como hermanos! Hermanos reales, Miren sus rasgos, Miren su pelo ¡Si parecen gemelos!


Tales canciones Frustraban al niño Que fruncía siempre el ceño. Y fruncirlo dolía Para mayor de sus males.


Obligado a mirarse En los ojos del can Y tan, tan, tan, aturdido Por las comparaciones Descubri贸 un d铆a su plan:


“¡Quiere trepar hasta El interior de mi madre, Y quedarse ahí, ¡El intruso!” ¡Al útero! Y sin conocer la palabra Fue capaz de darle uso.


En los ríos – había oído – Y según la temporada Llueven a chorros Camadas de cachorros Que nacieron por descuido Y se ahogan si no nadan.


As铆 que, ante el peligro inminente De perder su rango de hijo, Lo atrap贸 en un saco de mijo Y lo arroj贸 a la corriente.


Te sale humo de las orejotas Y moretones en los codos. Asumo que tales cardenales Sanarรกn con yodo si los frotas.


Pero el perro fiel, Fiel como ninguna otra cosa, Hab铆a aprendido a ser. Flot贸 de fidelidad en la tela Y rasg贸 con las muelas El saco Para salir de 茅l.


Despu茅s, en el registro De su hocico, Busc贸 el olor del chico Para guiarse y poder Regresar al hogar.



Su trote duró meses, Quizá haciendo eses O directo hacia el sol. Y cuando dio con ése Que volvía a estar solo, solo, solo, Lo encontró más maduro, Circunspecto, Encarnaba otro rol. De modo que, sin rencor, Ni celos o envidias siquiera, Acogió al recién llegado; Y llegada la primavera Tan pronto y tan temprano Ya eran amigos O hermanos. Lo dejamos Como ustedes prefieran.


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Julia G. Orive & Teresa G. Orive

yulietht@hotmail.com teresa.g.orive@gmail.com Barcelona 2010


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