Revista MGC 15: Voces MGC. Lectura sociocultural de la pandemia en Chile.

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REVISTA DE GESTIÓN CULTURAL

EDICIÓN ESPECIAL

VOCES MGC: LECTURA SOCIOCULTURAL DE LA PANDEMIA EN CHILE REPENSANDO LA GESTIÓN CULTURAL


EQUIPO Director Gabriel Matthey Correa | Compositor e Ingeniero Civil. Coordinador del Magíster en Gestión Cultural, Facultad de Artes, Universidad de Chile Subdirector Tomás Peters Núñez | Sociólogo y Magíster en Teoría e Historia del Arte. Doctor en Estudios Culturales, Birkbeck College, University of London Comité Editorial Número Especial Diana Duarte Bernal | Cientista Política y Magíster en Gestión Cultural, Facultad de Artes, Universidad de Chile Carolina Salinas | Artista Visual y Magíster en Gestión Cultural, Facultad de Artes, Universidad de Chile Fabián Retamal González | Licenciado en Educación, Profesor de Historia y Ciencias Sociales, Diplomado en Pedagogía Teatral y Magíster en Gestión Cultural, Facultad de Artes, Universidad de Chile Tomás Peters Núñez | Subdirector Revista MGC Gabriel Matthey Correa | Director Revista MGC Diseño y Diagramación Isabel Sanhueza Urra | Diseñadora con mención en Gráfica y Comunicación Visual, Magíster en Gestión Cultural©, Facultad de Artes, Universidad de Chile Fotografías Felipe Vergara Olivares @Cagliostro.cinema Contacto revista MGC revistamgc@gmail.com


ÍNDICE 4 Editorial

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Voces MGC: Lectura sociocultural de la pandemia en Chile

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Repensando la gestión cultural, a propósito de la pandemia

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Sección Internacional

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Relatos Visuales

Revista MGC. Revista de Gestión Cultural del Magíster en Gestión Cultural, Escuela de Postgrado, Facultad de Artes, Universidad de Chile. Esta revista se distribuye a través de una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

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EDITORIAL

Chile en tiempos de crisis: entre la vieja y la nueva normalidad

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Ver Revista MGC #14, segundo semestre 2019.

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“La Peste”, Albert Camus. Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile 1984, p. 42.

Chile, no cabe dudas, actualmente se encuentra viviendo uno de los períodos más críticos y complejos de su historia. De partida, somos parte de la pandemia del coronavirus, Covid-19, que está afectando al mundo entero; no obstante, son tiempos de suyo difíciles pues, además, coexisten otras crisis igualmente complejas, como la así llamada “crisis social” —gatillada el pasado 18 de octubre de 20191—, junto a la crisis del calentamiento global y la megasequía. Se trata de cuatro crisis que nos están afectando en simultánea, aunque ahora, en lo inmediato, nos urge el coronavirus. No es para menos, pues estamos hablando de una peste pandémica, biológica, de cobertura mundial, que se inició en diciembre de 2019 en Wuhan, China, pasando por Europa a partir de enero 2020, hasta llegar a Chile en marzo pasado. Si bien la situación es alarmante, tanto las pestes como las guerras han acompañado a la humanidad desde tiempos remotos y, por lo tanto, son parte de nuestra historia: En verdad las plagas son corrientes, pero difícilmente se creen en ellas hasta que nos caen encima. En el mundo han existido tantas pestes como guerras. Sin embargo, tanto en las pestes como en las guerras la gente se encuentra desprevenida2. Estas sabias palabras, que pertenecen a la conocida novela de Albert Camus, La Peste, nos ayudan a ubicar en lo que somos como especie humana y, por ende, como civilización y culturas. Cada cierto tiempo, de una u otra forma, nosotros mismos nos generamos situaciones extremas que ponen en jaque nuestras propias vidas, lo cual nos obliga a replantearnos en cuanto a nuestra forma de ser, organizarnos y (con)vivir. A nivel colectivo, si de culturas se trata, cada país ha tenido que enfrentar esta pandemia a su manera, según su realidad y posibilidades concretas. En situaciones extremas, no obstante, el ser humano —y los países— suelen mostrar sus facetas más nobles y, a su vez, sus facetas más deplorables. En el caso chileno, en solo tres meses (marzo-mayo 2020) el país se desnudó frente a sí mismo y frente al mundo. En efecto, con un exceso de soberbia


y arrogancia, durante los últimos 30 años Chile se jactó en promoverse como un ejemplo exitoso, pero ahora sabemos que no es tal. Esto demostró el alto nivel de hipocresía y doble estándar que entonces nos mantuvo dominados. Y si bien nuestro lado B ya se había denunciado a partir del estallido social de 2019, fue necesaria la actual crisis sanitaria para que se hiciera visible —y quedara en evidencia— nuestra precariedad: aquellas profundas fracturas de diferencias sociales; aquellos maltratos e injusticias que hasta hoy afectan a parte importante de nuestra sociedad. Así las cosas, inesperadamente, la inteligencia biológica superó a la inteligencia social y, ambas por separado, superaron a nuestra inteligencia política. El Chile de fantasía que tanto promovió la “cultura del consumo” —nuestra “vieja normalidad”—, en unas pocas semanas, a partir de marzo 2020, se consumió a sí mismo. Ahora, por lo tanto, lo más importante es reconocer esto, asumir nuestra precariedad, reubicarnos y salir fortalecidos de esta pandemia. Por de pronto, cuando no existen políticas públicas y culturales pertinentes —aquellas capaces de calar hondo en la idiosincrasia y necesidades reales de la sociedad—, frente a cualquier emergencia solo queda reaccionar y aplicar “soluciones de parche”. Así se improvisan relatos y se apresuran (re)acciones, en “modo emergencia”, en base a ensayos y errores, sin tiempo para pensar ni planificar bien lo que se deba hacer. Esto vale como autocrítica para nuestro país, que en las últimas décadas hizo del neoliberalismo su filosofía de vida —materialista, cosista e inmediatista—, olvidándose completamente de la sociedad y de “lo social” —incluido “lo cultural” como ethos y referente existencial—. A cambio de ello, Chile puso todas sus cartas y atenciones en el puro mercado, reduciendo la política y el lenguaje a una lógica economicista-mercantilista. Por eso Albert Camus tenía y tiene razón: efectivamente nuestro país, en su “vieja normalidad”, se encontraba desprevenido, tanto frente al estallido social como frente al estallido biológico del coronavirus. Una de las principales características de la actual crisis sanitaria, ha sido el «distanciamiento físico» que, valga aclararlo, es muy diferente al «distanciamiento social». De hecho este último —hay que reconocerlo—, no ha sido ninguna novedad para nuestra

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sociedad, pues en Chile las fracturas humanas han estado presentes durante décadas, no solo por los atentados en contra de los DDHH, sino producto del individualismo que instaló el sistema neoliberal —donde “los/as demás” no cuentan—, generando una profunda fragmentación y división sociales. Así perdimos el sentido de la solidaridad y, por ende, del bien común. No obstante, según una perspectiva actual, aquello ya debiéramos asumirlo como parte de “la vieja normalidad”. El «distanciamiento físico» nos golpeó demasiado, dejando al desnudo las consecuencias que implica el individualismo y el «distanciamiento social», en tanto sin los demás no somos nadie; sin un tejido de relaciones sociales, las personas desaparecemos. Esto, por cierto, apela directamente al desarrollo humano, partiendo de la base que toda cultura se construye colectivamente, donde el individualismo y el «distanciamiento social» juegan en contra: solo generan fracturas sociales y fragilidad humana. Con mayor razón cala en la gestión cultural, que justamente se basa en la construcción de sentidos y relaciones humanas, tejidos sociales que día a día van retroalimentando a cada cultura. En razón de ello, una de las principales misiones que en adelante tiene la gestión cultural, es contribuir a transformar los «distanciamientos físicos» en «acercamientos sociales»; contribuir a generar una “nueva normalidad” basada en una “nueva sociabilidad”, a partir de lo comunitario. En este contexto, las redes y plataformas digitales, sin duda, también podrán seguir ayudando. Frente a ello, sin embargo, es necesario estar muy atentos, proactivamente, pues uno de los efectos directos que se vislumbran producto de esta crisis y la “nueva normalidad”, es la instalación definitiva de la «era digital». En efecto, mientras en años anteriores ciertas prácticas y conductas digitales venían instalándose gradualmente, ahora en pocas semanas se incorporaron de una vez, haciendo masa crítica, generando desde ya mutaciones culturales. Las redes digitales se están transformando efectivamente en redes sociales; las plataformas electrónicas y el ciberespacio, en recursos de primera necesidad para la


“nueva normalidad” que nos toque vivir, donde tanto los espacios públicos como privados están mutando. Esto significa una gran encrucijada para la gestión cultural y, por cierto, para su campo laboral. También conlleva una nueva generación de políticas culturales, toda vez que habrá que velar por el justo equilibrio entre «la vida en modo presencial» y «la vida en modo digital». Son tiempos difíciles, dolorosos, sin duda, pero gracias a ello han quedado en evidencia los diferentes tipos de pobrezas y precariedades que coexisten en Chile; no obstante, de una u otra forma esta crisis nos está provocando; nos está invitando a tomar mayor consciencia social, ambiental y política, revalorando la cultura, entendida como la base existencial que le da soporte, sentido y contenido humano al quehacer de cualquier país. Así, la nueva política ya no se construirá solo en función de la economía y el mercado, en tanto los “nuevos países” del siglo XXI es necesario (re)construirlos culturalmente, en función de sus territorios humanos y sociales, presenciales y digitales, siempre apelando a nuestra calidad de personas. La crisis del coronavirus marca un profundo punto de inflexión entre la «era industrial» y la «era digital», lo cual conlleva una nueva forma de trabajar, de ejercer la gestión cultural y de hacer política. En los tiempos de post-pandemia será fundamental buscar el justo equilibrio entre el «modo presencial» y el «modo digital» de construir cultura. El gran desafío para todas/os es ver cómo transitamos desde la “vieja normalidad” hacia la “nueva normalidad”. Esto conlleva nuevos relatos y desafíos para la propia gestión cultural, que desde ya hay que empezar a construir, buscando siempre el “acercamiento social”, el respeto y buen trato, las redes de apoyo y solidaridad, lo comunitario, el bien común.

Gabriel Matthey Correa

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VOCES MGC: LECTURA SOCIOCULTURAL DE LA REALIDAD CHILENA ACTUAL JIMENA REY

CONSTANZA RIFO AHUMADA

SOLANYI ROBAYO SOLARTE

CAMILO SILVA PALACIOS

JUAN MARCOS GACITÚA, JUAN SALGADO

EL ROL DEL ARTE EN TIEMPOS DE CUARENTENA: DESAFÍOS Y OPORTUNIDADES EMPATÍA Y PANDEMIA: LA CULTURA NEOLIBERAL EN CRISIS Y EL ROL DE LAS ARTES LA CRISIS EN MEDIO DE LA CRISIS, UNA CUESTIÓN DE ACCESO

Y AHORA ¿QUÉ?... NUEVAS MANERAS DE VALIDACIÓN EN EL ARTE, EN LA ERA DIGITAL ESTADO CRÍTICO: UNA BREVE MIRADA SOBRE PRECARIEDAD, CULTURA Y POST-PANDEMIA

TOMÁS PETERS

DERIVAS Y VENIDAS DE LA PARTICIPACIÓN CULTURAL DURANTE EL COVID - 19

DANIELA SALINAS FRIGERIO

TELEAUDIENCIAS TEATRALES: CRISIS DE UNA REPRESENTACIÓN

DANIELA BUSSENIUS

ISRAEL GALLARDO FUENTES

INSTAGRAM Y EL USO DE ILUSTRACIONES COMO REGISTRO HISTORIOGRÁFICO EN TIEMPOS DE CRISIS ENTRENO EN CASA: LA INVITACIÓN SURREALISTA DEL MINISTERIO DEL DEPORTE A LA POBLACIÓN CHILENA

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VOCES MGC: LECTURA SOCIOCULTURAL DE LA REALIDAD CHILENA ACTUAL SERGIO TRABUCCO ZERÁN

ESTUDIANTES DE SEGUNDO AÑO MGC

FABIÁN RETAMAL

FERNANDO RODRÍGUEZ

PAULINA CRUCHETT PASTRANA

SERGIO VILLENA FIENGO

CAROLINA AGÜERO

CAROLINA CANDIA ANTICH

DÍAS DE VIENTO NORTE QUE SOPLAN HACIA EL SUR AUSTRAL DE LA GESTIÓN CULTURAL PALABRAS DE BIENVENIDA A ESTUDIANTES NUEVOS, INAUGURACIÓN AÑO ACADÉMICO MGC - 2020 LA OFERTA DE FORMACIÓN DE POSTGRADOS UNIVERSITARIOS EN GESTIÓN CULTURAL EN CHILE. UNA MIRADA AL PROCESO RECIENTE Y FUTURO EL COVID - 19 EN LAS ELECCIONES Y REFORMAS REGIONALES

ECONOMÍA CREATIVA EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS

COVIDO ERGO ZOOM, LA CULTURA EN TIEMPOS DE PANDEMIA

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FOTOGRAFÍA Y CULPA

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VOCES MGC: LECTURA SOCIOCULTURAL DE LA PANDEMIA EN CHILE

EL ROL DEL ARTE EN TIEMPOS DE CUARENTENA: DESAFÍOS Y OPORTUNIDADES JIMENA REY Estudiante de 2do año del Magíster en Gestión Cultural, Universidad de Chile. Licenciada en Música con especialidad en Contrabajo, Universidad Nacional de Cuyo (Argentina). Contrabajista Orquesta Sinfónica Nacional de Chile y Camerata Universidad de Los Andes. Directora Orquesta Infantil San Damián de Molokai, Profesora de Contrabajo Orquesta LOCZ.


A mi hermana Malena Rey, cuyo trabajo en filosofía y bioética han sido de infinita inspiración. A mi esposo e hijas, por apoyarme siempre. La cuarentena de 2020 pasará a la historia como uno de sus grandes hitos: el año en que el mundo se paralizó. Sumidos en la preocupación o el tedio que representa el confinamiento, olvidamos cuán singular es este periodo del cual somos parte. No es la primera cuarentena, ni la primera pandemia. La humanidad a lo largo de su historia ha sido azotada por grandes enfermedades: la mayor de las que se tenga registro, la Peste Negra, disminuyó la población de Europa entre el 30 y 60 por ciento entre 1347 y 1400, según distintos autores. Murieron entre 30 y 60 millones de personas, y en esos contextos, las cuarentenas eran comunes.

1 https://www.youtube.com/watch?v=GrGPVRAGDjo

2 https://www.facebook.com/56234439482/ posts/10158292237184483/ https://www.instagram.com/tv/B_ lTW1hpFoB/?igshid=1dxgllbvowl1n

Sin embargo, la que estamos viviendo ahora es inédita. Por primera vez en la era de las comunicaciones masivas, un tercio de la humanidad está bajo órdenes de permanecer encerrada, y es la primera vez que vemos calles vacías, malls cerrados y paseos sin caminantes. Aun así, no estamos solos. La red casi omnipresente de comunicaciones que hoy son parte de nuestras vidas cotidianas, nos permite seguir conectados de diversas maneras y explorar nuevas formas de ejercer nuestras actividades. Si los comienzos del confinamiento estuvieron dominados por el miedo y la incertidumbre, pronto se sumó el caos que significó readaptar todas nuestras actividades (trabajos, clases, vida hogareña) a las posibilidades dentro de las restricciones de la emergencia sanitaria. La mayoría, sin embargo, no dimensionó que estos cambios no eran del todo pasajeros, sino que nos acompañarían por un largo periodo. Todo tiene que replantearse, reorganizarse; todas las prioridades deben ser redefinidas. La precariedad en lo económico y los pronósticos de recesión global no son alentadores, y contribuyen a que sea una etapa dura también desde lo anímico. Las artes han sido una verdadera respuesta. Ha quedado de manifiesto cuánto las necesitamos, y en sus distintas expresiones nos han acompañado en los momentos más difíciles. La respuesta de gestores, artistas y creadores —unos poniendo a disposición contenidos en forma virtual, otros produciendo desde sus casas—, deja de manifiesto esta doble necesidad, la del público de refugiarse en el arte y de los artistas de comunicar. Como gestores es un momento clave para actuar. Los aportes que pueda hacer la gestión cultural son de particular importancia: estemos preparados o no, la cultura hoy debe adaptarse a los medios digitales si desea mantener su poder de llegada. Por ello, la intención de este artículo es contar mi experiencia frente a distintas actividades culturales y de difusión realizadas en cuarentena, reflexionar sobre estos cambios y sus posibles implicancias futuras. Adaptar la actividad de la Orquesta Sinfónica Nacional al encierro, sin duda, fue el primero de los desafíos. La experiencia musical deviene de la convergencia de cada instrumento individual, pero los músicos acostumbramos a compartir el mismo espacio, aún cuando sea para producir contenido digital. El formato que eligió la Sinfónica logró transmitir esta idea con sencillez y fuerza: los videos individuales de cada músico desde su casa, unidos, muestran con claridad cómo nace el fenómeno orquestal, ya que cada instrumentista es apreciado en su individualidad -- llevando nuestro mensaje de esperanza y unidad más allá del encierro. El video puede ser visto aquí.1 Todos aquellos que tenemos hijos hemos tenido que redescubrir una nueva manera de convivencia doméstica y laboral: hoy ya no son esferas separadas sino que deben adaptarse mutuamente. ¿Podemos aprovechar los padres este momento para conectarnos con nuestros hijos desde el arte? Mi siguiente actividad, fue un video compartiendo mis sugerencias para introducir a los niños en la música, intentando aprovechar el uso de la tecnología (inevitable en niños y grandes en estos días) de manera lúdica, creativa y de aprendizaje. La participación de mis hijas da cuenta tanto del mensaje a transmitir como de esta nueva convivencia entre mi doble rol de artista y madre. Puede ser visto aquí.2

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https://www.youtube.com/watch?v=HG12QbYay9Q https://www.facebook.com/202602166446057/ posts/3189308927775351/

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https://www.facebook.com/343960952687347/ posts/971506833266086/ https://www.instagram.com/tv/B_ Lv3lRpzk3/?igshid=13z0vkvvrma33

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https://www.youtube.com/watch?v=PxrDka0jsdE

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https://musiclab.chromeexperiments.com/

Otro fenómeno novedoso de la época es la enorme oferta de actividades académicas que se ofrecen de manera online. El magíster fue parte de este cambio, organizando un conversatorio virtual titulado “Cultura y sociedad en tiempos de crisis: interrogantes para la gestión cultural”, el cual inauguró el año académico 2020. Las artes suelen formar parte de estas actividades, como espacio de distensión y reflexión a los asistentes: ¿Pueden adaptarse a los tiempos de pandemia? Los estudiantes de 2do año del Magíster no quisimos estar ajenos a esta actividad, y por ello es que los cuatro músicos profesionales del curso, nos unimos virtualmente para musicalizar el acto inaugural.3 Como docente, el gran desafío fue intentar llegar a nuestros alumnos virtualmente. Si bien hay disciplinas que vienen dictándose de manera remota desde hace tiempo, la enseñanza de la música, en particular la de ejecución instrumental, se hace de la misma manera desde hace siglos: presencial, artesanal y pacientemente. Sin embargo, la reciente experiencia de enseñanza a través de orquestas infantiles, nacidas en Chile pero popularizadas por el modelo venezolano, está planteando la necesidad de ciertos cambios. Durante este debate entramos en la crisis sanitaria, y fue el momento preciso para intentar la implementación de estos cambios, estuviéramos o no preparados. Nuestros alumnos, particularmente los más jóvenes, tienen la comunicación virtual naturalizada: varios crean y comparten videos en redes. ¿Podemos aprovechar esta naturalización desde la docencia? Al respecto, les dejo los videos que realizamos junto a mis alumnos de dos niveles, del Colegio San Damián de Molokai4 y de la Orquesta LOCZ.5 Para los niños curiosos que deseen experimentar con la música, dejo además este laboratorio virtual.6 Distintas actividades para distintos roles, y en todos diversas enseñanzas y desafíos para quienes tenemos como misión crear, acompañar y difundir la producción cultural: Teletrabajo, una nueva normalidad

para unos pocos. Porque los momentos de crisis no hacen sino visibilizar la desigualdad. Algunos pocos afortunados hemos podido, por necesidad, adaptar nuestras actividades a esta modalidad de trabajo a distancia, cuyas herramientas estaban disponibles hace tiempo, pero no se habían aprovechado realmente. De esta manera, y mediante esfuerzo y creatividad, en un muy corto periodo las actividades más impensadas han logrado continuar su funcionamiento a distancia. Como ejemplos, citaré la telemedicina, y las clases artísticas y deportivas de todo tipo, entre ellas teatro, ballet y yoga. Varios integrantes de la Comunidad MGC que estamos en esta situación, hemos tenido que apelar a la creatividad para continuar nuestras labores. Sin embargo, esta “nueva normalidad” no es inclusiva. Somos pocos quienes tenemos el privilegio de contar con la seguridad económica para mantener nuestros canales de comunicación digital abiertos, los conocimientos para poder aprovecharlos y el apoyo de nuestras instituciones laborales para continuar las actividades a distancia. Esta brecha no hará más que profundizarse a medida que avance el periodo de confinamiento, por lo que urge encontrar soluciones. Educar preparando ciudadanos del futuro A propósito de los ejemplos anteriores, surge la necesidad de mencionar el caso de la educación, que estaba desactualizada desde hace mucho tiempo, y tuvo que ser readecuada rápidamente. Cada colegio, en mayor o menor medida, tuvo que adaptarse y ofrecer alternativas para hacer llegar orientación, información y recursos a distancia. Esta crisis ha visibilizado la enorme desigualdad ya existente, no sólo socioeconómica sino también cultural y familiar, ya que no todos los padres poseen las mismas herramientas para poder guiar a sus hijos. La brecha digital se presenta con fuerza, planteando las dificultades de una educación inclusiva a distancia. Los educadores han sido puestos a prueba y la creatividad les ha posibilitado acompañar de alguna manera a sus


alumnos, llegando incluso hasta transmitir por radio las clases. Sin embargo, y como reflexión general, es destacable que en unas pocas semanas haya sido posible readaptar el sistema educativo, y es de esperar que la experiencia ayude a replantear todo el sistema, comprendiendo que cada niño debe avanzar a su ritmo, y que el aprendizaje debe centrarse en los conceptos y las habilidades para buscar información, y no en memorizar contenidos que actualmente están disponibles a un clic. Rol de la gestión cultural No sabemos cuántos de estos cambios permanecerán y cuántos de ellos simplemente retornarán a lo que solían ser antes de la cuarentena. Pero creo que aquí se encuentra el punto central que como gestores debemos atender. Es el momento

preciso para saber leer los tiempos, ser visionarios e influenciar positivamente para colaborar a reconstruir una sociedad más justa, más consciente de sus reales necesidades y más dispuesta a inclinarse hacia los valores de su cultura, que a retornar al consumismo sin sentido. Debemos liderar procesos de reflexión, aprovechando que nos encontramos frente a un terreno fértil en este sentido, ya que la calma que nos ha sido impuesta colabora a la introspección. Durante la cuarentena, más que nunca, es necesario escuchar a las comunidades participativas y apoyarlas para su autogestión responsable, para luchar contra la pandemia, el hambre y la desigualdad. Es el momento de instalar definitivamente el debate hacia las transformaciones de raíz que Chile necesita, por una sociedad más justa e igualitaria: en definitiva, más humana.

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VOCES MGC: LECTURA SOCIOCULTURAL DE LA PANDEMIA EN CHILE

EMPATÍA Y PANDEMIA: LA CULTURA NEOLIBERAL EN CRISIS Y EL ROL DE LAS ARTES CONSTANZA RIFO AHUMADA Periodista de la Universidad de Chile. Diplomada en Periodismo Digital por la Pontificia Universidad Católica y estudiante del Magíster en Gestión Cultural de la Universidad de Chile.


Nunca había escuchado la palabra “empatía” tanto como hoy en los noticieros. Frente a la crisis sanitaria por el COVID-19 en Chile, el gobierno apunta en la mayoría de sus discursos a la responsabilidad individual y a esa “empatía” que suponen que debemos tener todos y todas los/as ciudadanos/as, intrínsecamente, para prevenir la propagación del virus, manteniendo distancia social y quedándonos en nuestras casas, dejando mucho de la salud de la población al criterio personal. Pero ¿qué herramientas tenemos hoy para ser empáticos si el individualismo es el mandato principal del sistema que nos gobierna? ¿Cuáles son las herramientas con las que contamos en un país donde la educación jamás fomentó en nosotros las mal llamadas “habilidades blandas”, donde la cultura, un vehículo de emociones y trabajo colectivo, no es un derecho para todos?

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Con esto, no quiero decir que no tengamos efectivamente esa responsabilidad individual de la que habla el gobierno. Pero también me pregunto ¿cómo puede ser posible para una sociedad que vive con el peso de 40 años de neoliberalismo encima, entender al otro o ponerse en su lugar, si es precisamente esa capacidad la que el sistema nos bloquea? Hoy, cuando necesitamos más que nunca confiar en los demás y cuidarnos entre todos, se nos hace visible lo difícil que es para los y las chilenos/as actuar desde ese lugar. Nadie puede quedar ajeno a la profunda destrucción del tejido social que se ha implementado en nuestro país desde la dictadura. Pese a los importantes esfuerzos por construir desde lo colectivo, vivimos en un sistema que, a través de mecanismos formales como la Constitución, cristalizan esta cultura neoliberal que, en definitiva, no nos permite entender la importancia y el valor de la otredad, fomentando la competencia, el individualismo y las desigualdades. En medio de esta pandemia, la situación es crítica, pero si pensamos a largo plazo ¿qué se puede hacer para modificar esta realidad? ¿Qué ámbitos o saberes sociales nos permitirían ser más empáticos? El arte, sin duda, tiene algo que aportar en este punto. Estos meses hemos visto con más nitidez que nunca cómo es necesario para todos y todas, no sólo en función de la distención y el entretenimiento, que por cierto son esenciales en medio de esta crisis sanitaria, sino también para la reflexión en torno al contexto. El arte mismo se ha enfrentado a un nuevo escenario relegado a lo digital, del cual emergen nuevos formatos que tensionan la creación y las representaciones de esta nueva realidad. Teatro y diálogos post función por Facebook o Zoom, experiencias sonoras en línea, visitas a museos completos en 3D, películas y documentales liberados y tantas cosas más, han surgido con el pie forzado que nos trajo el coronavirus, pero también de la necesidad incesante de comunicar de los artistas, de visibilizar realidades, de problematizar las crisis. La gestión de las instituciones culturales y de los y las artistas en este difícil contexto, ha sido fundamental. No podemos olvidar que detrás de todos los contenidos culturales que se han liberado en Internet hay

equipos completos trabajando con la idea fuerza de que la cultura tiene que ser para todos y todas, tomándole el peso al momento histórico que vivimos y entregando respuestas que buscan conectarnos a pesar del distanciamiento social. Hoy estamos todos relegados al confinamiento, pero la vida laboral, el apremio de los cuidados de otros, las necesidades de hijos e hijas en casa con colegio on line, y tantas cosas más, siguen su ritmo, el mundo no se detiene, pero una parte de nuestro mundo ya no está disponible. El estrés ha sido una de las primeras consecuencias de este encierro, y ahora, mucho peor, el hambre se asoma. La gente protesta en sus comunas porque no tiene qué comer, ya no se puede ir a trabajar, a muchos los despidieron, pero hay que seguir pagando cuentas y “parando la olla”. ¿Cuál ha sido la respuesta del Estado? Una caja de alimentos insuficiente y represión. Menciono esto porque en este crudo momento es cuando volvemos a ver actos de empatía, de solidaridad. Frente a una respuesta insuficiente de las autoridades, vecinos y vecinas hacen ollas comunes y diferentes organizaciones sociales y colectivos se unen para acopiar alimentos y llevar a quienes más lo necesitan, una práctica contra-hegemónica que a lo largo de nuestra historia ha sido y seguirá siendo resistencia popular. Pero cuando se acaben las ollas comunes ¿qué va a pasar? Tenemos que pensar un nuevo modelo de sociedad. Las dos crisis que estamos viviendo exigen una transformación profunda, en la que debemos dejar la cultura neoliberal y volver a poner sobre la mesa “lo común” como horizonte político. En las circunstancias actuales es cuando se puede ver de manera más evidentemente que las sociedades exitosas no sólo se conforman de una economía creciente, porque cuando nos enfrentamos a crisis como la que estamos viviendo, es necesario que la sociedad también esté educada, civil, cultural y emocionalmente; de lo contrario, sucede lo que vemos hoy: una profunda desconexión de unos con la realidad de otros, que hace gala de las abismantes desigualdades que en nuestro país coexisten, amparadas y propiciadas por el neoliberalismo imperante.


@Cagliostro Cinema

El rol de la gestión cultural en medio de la pandemia y la crisis del sistema que vivimos en Chile es importante y necesario. En tiempos de distanciamiento físico resulta muy interesante y oportuna la pregunta por lo social. La formación de comunidades y continuidad de ellas más allá de lo presencial abre un mundo de nuevos problemas y cuestionamientos atingentes a nuestro trabajo, desde las diferentes disciplinas que habita el gestor o la gestora, y desde las múltiples realidades que habitan los públicos. El desafío de este escenario pandémico y post pandémico, es esencialmente un desafío que tiene que ver con la reconstrucción de los tejidos sociales, con las formas de seguir conectándose con los otros, pero también de seguir conectándose con el arte, la cultura y el medioambiente, de cara a la incertidumbre y a la fragilidad de lo que antes dábamos por sentado.

Si bien la cultura no es la única salvación, me parece fundamental para mirar al otro y ponerse en su lugar, algo que ahora podemos entender que no es una simple romanización de lo colectivo, sino una necesidad transversal para avanzar en conjunto hacia una sociedad mejor, donde lo común se imponga a lo individual y no sólo en lo discursivo, sino que sea parte de la nueva Constitución y que se cuele en las leyes que tengan que ver con el trabajo, la salud, el arte y la educación. No podemos dejar en el olvido o restarle importancia a esas disciplinas que nos conectan con nuestro lado más humano, porque finalmente esa conexión con los otros nos salvará de cualquier crisis.

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VOCES MGC: LECTURA SOCIOCULTURAL DE LA PANDEMIA EN CHILE

Mona Museum, Tasmania @Solanyi Robayo

LA CRISIS EN MEDIO DE LA CRISIS, UNA CUESTIÓN DE ACCESO SOLANYI ROBAYO SOLARTE Comunicadora Social y Periodista Colombiana. Estudiante del Magíster en Gestión Cultural de la Universidad de Chile. Posee más de 15 años de experiencia en Chile, Colombia y Australia, en gestión de proyectos culturales, investigación de audiencias, comunicación y marketing en organizaciones públicas, privadas y ONG. Actualmente se desempeña como Coordinadora de Programación Artística del Centro Cultural Gabriela Mistral, GAM.


BiblioGAM @Solanyi Robayo

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1 Fuente: Pulso, Lunes 13 de Enero de 2020

2 Datos de 2018 de la CEPAL.

3 Las oportunidades de la digitalización

La crisis de la cultura no ha sido exclusivamente económica. El acceso a esa cultura también ha sido un tema de preocupación y estudio desde la misma aparición del concepto “gestión cultural”. De hecho, es justamente papel de la gestión visibilizar y diseñar puentes que conecten las producciones artistas con los públicos. Por eso es que desde el pasado 14 de marzo, momento en el que se desencadenó el cierre de espacios culturales en todo el país a raíz de la llegada de la Pandemia a Chile, los ojos de todos estuvieron puestos en la precaria economía de los artistas, que implicaba nuevos modelos de negocios, y en el cómo llegarían esos nuevos (o viejos) contenidos a los públicos.

en América Latina frente al Covid-19. Corporación Andina de Fomento, 2020. Naciones Unidas. 2020.

El Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio se ha centrado especialmente en el estudio del impacto económico, que en realidad tiene mucho sentido cuando se evidencia que sin recursos para la producción artística y cultural, básicamente no hay oferta, pero, después de casi 3 meses, se visualiza la brecha digital como una causa latente de la falta de acceso a la cultura en muchos sectores de la comunidad actual. ¿Qué se está haciendo para reducir esta brecha en el momento en el que más se ha necesitado? Estamos pensando en que si antes de la Pandemia los productos artísticos y culturales no eran una necesidad para muchas familias, ahora, cuando el problema es no tener un computador ni dinero para pagar Internet, y poder, por ejemplo, “mandar los niños a clase”, toda esta oferta queda perdida en la nube. Inclusive, en algún tiempo más será indudable que mucho del camino recorrido para acercar la cultura a todos los públicos se haya perdido. Hoy más que nunca es necesario hablar de esta “nueva desigualdad”.1 Transparentar que Internet (y la calidad de las redes), el acceso a nuevas tecnologías y el uso de dispositivos tecnológicos como la nueva forma de exclusión social, significa cambiar también los modelos de hacer gestión cultural y de hacer arte. Según la CEPAL, solo el 50% de la población rural en Chile y cerca del 77% de la urbana tienen acceso a Internet2, en un contexto en el que el informe “Las oportunidades de la digitalización en América Latina frente al Covid-19”, de la Corporación Andina de Fomento, dice con negrita: “La penetración de Internet en hogares es la palanca fundamental para poder afrontar la pandemia”3 y no solo porque permite seguir funcionando a pesar del distanciamiento social, sino porque como ya lo hemos oído mucho desde el inicio del confinamiento, el acceso a los productos culturales también favorecen al bienestar emocional en tiempos inciertos.

Gráfica 1. Las oportunidades de la digitalización en América Latina frente al Covid-19. Corporación Andina de Fomento, 2020. Naciones Unidas. 2020.


Museo Nacional de Bellas Artes @Solanyi Robayo

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Sala N1 del Centro Cultural Gabriela Mistral @Solanyi Robayo


Por otro lado, las cifras no son mucho más alentadoras cuando se estudia la alfabetización digital de los artistas, creadores y los mismos gestores culturales. Según los resultados del Catastro del estado de la situación de agentes, centros y organizaciones cultural del Ministerio de las Culturas, las Artes, y el Patrimonio, a pesar de que existe un alto interés en desarrollar contenidos online, los agentes requieren asesoría para hacerlo (destacan las áreas de narración oral, el circo y los títeres, con más de un 45%).4 Gracias a este indicador, que pone en evidencia la necesidad de formación, se hacen algunas propuestas específicas en el mismo documento en temas de capacitación comercial, difusión y transformación digital.

4 Resultados Catastro de estado de los agentes culturales y artísticos, COVID-19 | Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, 2020.

5 Ídem.

Gráfico 2. Posibilidades de realizar o difundir el trabajo cultural en formato on line. Personas naturales. Por último, e inclusive más silencioso y poco estudiado en estos meses de cuarentena, está la formación de gestores culturales y trabajadores de organizaciones culturales. De ellos todavía las cifras no hablan, pero es evidente que analizando la capacidad de reacción de los diferentes espacios, solo unos pocos privilegiados fueron capaces de reinventarse con la velocidad que se requirió; otros, sobre todo en esos espacios regionales y rurales, continúan por un lado definiéndose en este nuevo esquema de trabajo y, por otro, luchando en medio de un modelo que ya los tenía excluidos y que, ahora, parece que los estuviera olvidando. En resumen, el panorama del acceso a la cultura es hoy más crítico que antes, pero no difiere mucho de la situación anterior al Coronavirus. La población rural, los ciudadanos con menores posibilidades económicas, aquellos con menores posibilidades de educación se separan aún más de aquellos que tienen opciones de varios dispositivos móviles en su hogar, conexión estable a Internet e ingresos constantes. Entonces, aunque en esta situación de confinamiento hay que reconocer que “la digitalización juega un papel fundamental en mitigar los efectos de la pandemia (…) es imprescindible que los gobiernos tanto a nivel nacional como subnacional, la industria, la academia y la sociedad civil latinoamericana conformen un acuerdo de colaboración y plan de trabajo conjunto que permita en el muy corto plazo identificar aquellas áreas que permitan mejorar el desempeño y maximizar el potencial del ecosistema digital”.5 Como agentes culturales y artistas, nuestra mirada ahora debe ser en encontrar esos nuevos modelos. Algunos han hablado de volver también a la televisión abierta y a las radios comunitarias. Lo que es cierto es que este nuevo modelo por un lado debe ser integral. O sea, que contemple las debilidades de formación del sector y los potenciales creativos de aquellos que ya venían produciendo en estos nuevos formatos; que considere las imposibilidades de acceso de casi el 30% de la población chilena, y también, muy importante, la organización sectorial para contribuir con la demanda de políticas inclusivas y acordes con la crisis por la que está pasando el arte y la cultura del mundo.

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Y AHORA ¿QUÉ?... NUEVAS MANERAS DE VALIDACIÓN EN EL ARTE, EN LA ERA DIGITAL CAMILO SILVA PALACIOS Licenciado en Artes Visuales, Universidad de Chile. Diplomado en Gestión Cultural PUC. Estudiante Magíster Gestión Cultural U. de Chile. www.camilosilva.net


Hoy, la comunicación, el desarrollo de contenidos y la interacción de individuos, se reduce casi en su totalidad a los medios digitales. Dentro de ellos, las redes sociales juegan un rol protagónico en la divulgación de conocimiento, en tanto publicaciones, hitos, eventos, opiniones en general. Estas últimas, muchas veces excesivas. Pero qué más da: es terreno libre. El cuidado por la visualidad, por cómo se presentan los individuos, es particularmente decidor a la hora de generar un statement con algunas fotos y textos breves, el que se confirma una vez que se da paso al compartir imágenes, obras efímeras, piezas de videos corto a modo de storie de Instagram, pero que alcanzan narratividad con un lenguaje que asume conocimiento de tantas ideas, modos, memes y verdades dentro de la era digital. Sandra Martorell dice que “es frecuente ver proliferar artistas o sistematizar la palabra arte para trabajos en los que se pone en tela de juicio si son merecedores o no de este apelativo”1. Sin duda, de esto se encargan quienes son celosos de las tierras conquistadas en el mundo del arte. Todo usuario de redes sociales es un artista en potencia. Pareciera que ya no son los mismos de antes, quienes delimitan el campo de validación de quién es o no un artista en la era digital. Por qué tendría que buscar, esta nueva generación de artistas (en potencia o ya con obra suficiente), validación por medio de la vía institucional, de universidades, círculos de arte, teatros, museos y galerías, cuando ya manejan una verdad en terrenos de lo virtual? Qué es lo que aventaja a un espacio físico de exhibición versus una publicación en redes sociales, que potencialmente puede generar miles de espectadores, a diferencia de las audiencias de los espacio formales? De estas últimas ya conocemos la realidad que viven en su formación. Aunque sospechoso, resulta urgente pensar en la reinvención de espacios de exhibición y concurrencia. Quizás es simplemente el fin, y habría que concebir lo venidero con los ojos de otra generación. Ni en un siglo de arte contemporáneo, se consideró esta posibilidad de abrupto cambio en los formatos y abordajes del mismo. De no ser presencial, no existe, pensábamos hasta ahora.

Hoy, el escenario pandémico ha develado la inmensa oportunidad en lo virtual, donde la otredad es invisible, como un virus. “Al día de hoy muchos de ellos (museos) tienen implantada en su página web la opción de realizar una visita virtual, por lo que no es necesario en muchos casos desplazarse al propio museo para ver una exposición”2. ¿Es esto suficiente? El espectador/usuario interpela en redes sociales y genera una dialéctica simple y muchas veces no cuidada, de manera coloquial y sin las pretensiones acostumbradas por los círculos del arte.

1 Martorell, Sandra. 2018. “Las redes que lo parieron: arte y artistas nacidos en internet”. Nº 74 Revista de Estudios de Ciencia de la información y la comunicación, Universitat Oberta de Catalunya.

2 Izquierdo Expósito, V.; Álvarez Rodríguez, P.; Nuño Barrau, “Comunicación y divulgación de contenidos artísticos a través de las Redes Sociales: Facebook y Twitter”. A. Estud. Mensaje Period. 2017: 1161-1178.

El escenario actual , sin duda, tiene una arista democrática: mal que mal, ya no es necesario años de estudios y balbuceos con copa de vino en mano en la inauguración de turno, sino que basta y sobra con dos lucas de un plan de datos móviles para smartphones, con redes sociales ilimitadas. ¿Qué nos dice esto? Que las instituciones son las interpeladas. No por sentirse amenazadas por la diversidad de cuentas de gestores de nuevos lenguajes en redes sociales, sino por la necesidad de reevaluar las maneras de abordaje de las prácticas artísticas. A esto estamos llamados todos quienes pretendamos aportar en los territorios donde la Gestión Cultural es responsable de dar cuenta de un fenómeno histórico. No así las casas de ventas, quienes seguramente sortearán el nuevo orden con el fin último de no dejar de vender. ¿Qué es lo que van a inventar los poderes fácticos del arte para invalidar a esta masa incipiente de artistas, salvajes, sin educación, en estado puro con el mundo, alienados con el mismo, desarrolladores de imaginarios propios de su tiempo, como correspondería al hábito de lo instantáneo? ¿Cómo van a operar las instituciones cuando se vean sobrepasadas por su ilegitimidad, por el cambio abrupto de las maneras que este nuevo mundo han debido adoptar y adaptar? Lo que se erige como un terreno en disputa, más pronto que tarde tendrá que ser testigo de un pacto donde, tal como se demandaba hace unos meses en Chile, algunos tendrán que compartir sus privilegios, siempre que no se queden sin batería.

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ESTADO CRÍTICO: UNA BREVE MIRADA SOBRE PRECARIEDAD, CULTURA Y POST-PANDEMIA JUAN MARCOS GACITÚA DE LA HOZ Licenciado en Ciencias Políticas y Gubernamentales, diplomado en Mediación Cultural y Desarrollo de Públicos y egresado del programa de Magíster en Gestión Cultural de la Universidad de Chile.

JUAN SALGADO CASTRO Gestor Cultural, Licenciado en Artes Musicales, Productor Musical y egresado del programa de Magíster en Gestión Cultural de la Universidad de Chile.


“ESTRAGON (renunciando de nuevo): No hay nada que hacer. VLADIMIR (se acerca a pasitos rígidos, las piernas separadas): Empiezo a creerlo.” (Samuel Beckett, 1952)1.

1 Beckett, S. (2006). Esperando a Godot. Rosario: Argentina. Editorial Último Recurso.

2 Zizek, S. (27 de Febrero de 2020). RT.

Para un sector que ha tenido un patrón histórico de precariedad, objeto de políticas públicas que hacen entrega de bajos recursos y que, a partir de la crisis social bajo la consigna “Chile despertó”, había sufrido ya algunos perjuicios con la alteración de clases, talleres, espectáculos y cierre de espacios culturales, ahora debemos sumar una crisis sanitaria, debido al Covid-19, que ha significado para el macro sector de la cultura un impacto económico-laboral preocupante. La situación a la que nos enfrentamos hoy por hoy, dista mucho del ánimus que existía en los primeros días de la revuelta, donde se vislumbraba una especie de agotamiento respecto a un modelo de explotación en el cual las personas siempre estuvimos en segundo lugar. En aquellos días de primavera había un optimismo, a pesar de la brutalidad del Estado y su violencia sistemática, en la que se pensaba podría comenzar algo nuevo incluyendo cambios positivos para nuestro campo —que se abría una ventana de oportunidad— pero, a medida que el sol se alejaba del hemisferio sur y comenzaba su lento retorno al norte, nos comenzaban a llegar noticias de Oriente primeramente, y luego de Europa: ¡Un Virus!, ¡Pandemia!, palabras que escuchamos algunas veces en el último tiempo, pero de las que fuimos principalmente espectadores, sin vivirlo necesariamente en carne propia.

Recuperado el 22 de mayo de 2020, de www. rt.com: https://www.rt.com/op-ed/481831coronavirus-kill-bill-capitalism-communism/

3 Agamben, G. (26 de febrero de 2020). Quodlibet. Recuperado el 23 de mayo de 2020, de quodlibet.it: https://www.quodlibet. it/giorgio-agamben-contagio

4 Han, B.-C. (22 de marzo de 2020). El País. Recuperado el 26 de mayo de 2020, de elpais. com: https://elpais.com/ideas/2020-03-21/ la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-mananabyung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-quepiensa-desde-berlin.html

Si bien puede ser fácil de olvidar, no es primera vez que grupos humanos se ven enfrentados a desafíos viro-bactereológicos de este estilo. La historia tiene bastantes registros de ello, las pestes Antonina y Justiniana que azotaron el imperio romano, la peste negra en el medioevo o la viruela durante la conquista y saqueo de América; no obstante, esta viene a remecer un sinnúmero de certezas y hechos que ya dábamos por sentado, como sin duda también remecieron las certezas que aquellas sociedades debieron tener en su época. Frente al contexto mundial vigente, se ha abierto una posibilidad de reflexión para imaginar los posibles escenarios que se abrirán una vez finalizada esta pandemia, que van desde un golpe de decisivo al capitalismo2, riesgos de un mayor control policial de la población3, o el peligro de un individualismo acrecentado.4

5 Butler, J. (30 de marzo de 2020). Verso Books. Recuperado el 4 de junio de 2020, de www. versobooks.com: https://www.versobooks. com/blogs/4603-capitalism-has-its-limits

Pareciera ser que esta pandemia, nuevamente nos viene a enrostrar cuestiones aún no resueltas por la modernidad5, dejándonos desnudos ante sus problemáticas —problemáticas causadas por los mismos humanos, o mejor algunos de ellos, para ser más justos—, como lo son la precarización laboral, las clases sociales, daños en el medioambiente y todas sus consecuencias. Luego de la pandemia En nuestro país, desde el fin de la dictadura cívico militar, el macro-sector cultura ha ido construyendo, a pesar de las dificultades, un sitial dentro del Estado. Con dificultades, se hace referencia no solo a las características estructurales que aquejan a nuestra sociedad, como una baja calidad de educación y salud pública, altos niveles de hacinamiento, precariedad laboral y altos niveles de endeudamiento, entre otras cosas, sino que también ha debido enfrentar trabas desde el mismo Estado. Por ejemplo, un sitial de menor importancia en relación a otros sectores críticos tales como salud o educación, e incluso afrontar formas de evaluación de los efectos e impactos de la cultura en la sociedad, muchas veces guiadas por metodologías que intentan dar cuenta de estos desde un paradigma economicista y tecnocrático, sin poder incluir una mayor riqueza cualitativa.

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El Mostrador. (30 de mayo de 2020). El Mostrador. Recuperado el 3 de junio de 2020, de www.elmostrador.cl: https://www. elmostrador.cl/destacado/2020/05/30/ cientificos-e-investigadores-envian-ampliabateria-de-propuestas-a-pinera-para-evitaruna-catastrofe-debido-al-covid-19/ Véase, además, Gonzalez, R., & Kiwi, M. (16 de abril de 2020). Ciper Chile. Recuperado el 3 de junio de 2020, de www.ciperchile. cl: https://ciperchile.cl/2020/04/16/covid19-chile-no-esta-aplanando-la-curva-laperdimos-de-vista/

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Tuchman, B. (2018). La marcha de la locura. La sin razón desde Troya hasta Vietnam. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.

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Hoy en día, frente al desastre que se vive en Chile a causa del Covid-19, advertido por varios científicos desde hace un par de meses6, advertencias que dicho sea de paso, han tenido poco eco por parte de las autoridades de gobierno, pareciera ser, como dice Barbara Tuchman, que transitamos por una especie de “marcha de la locura”.7 Ya en este punto, cabe preguntarse desde nuestra vereda, una vez que pase la penumbra que esta enfermedad representa, ¿en qué estado se encontrará el macro sector de la cultura en nuestro país? Ciertamente el panorama próximo se ve a todas luces complejo, ya sea por un virus que se come los pulmones o un modelo asfixiante que no sabemos si está terminando o reforzándose, en el cual la frase que ha dado la vuelta al mundo, “I can’t breathe”, se hace también propia para el campo de la cultura en Chile.

Huber, E., & Stephens, J. (2012). Democracy and the Left: Social Policy and Inequality in Latin America. Chicago: University of Chicago Press. Siavelis, P. (2009). Enclaves de la transición y democracia chilena. Revista de Ciencia Política, 29 (1), 3-21. Ramió, C. (2001). Los problemas de la implantación de la nueva gestión pública en las administraciones públicas latinas: modelo de Estado y cultura institucional. CLAD Reforma y Democracia, 74-116.

Tomando en consideración todo lo anterior y el patrón de dependencia de las prioridades que ha venido teniendo el gobierno, además del carácter que este ha encarnado desde su primer periodo 2010-2014, probablemente veamos que los presupuestos en cultura aumenten tanto como los minutos otorgados al ítem cultura en la cuenta pública de la presidencia; es decir, poco o nada. Ello debido a que los esfuerzos del gobierno podrían enfocarse principalmente en los sectores de salud, reactivación económica y seguridad/vigilancia. Esto último, en el altamente posible resurgimiento de las manifestaciones sociales ocurridas en el país durante 2019. De este modo, a pesar de los llamados de unidad y de las buenas intenciones y propuestas que emanaron de los cabildos culturales en 2019, se podría esperar un impacto negativo en la cantidad y monto de transferencias hacia investigaciones, becas y proyectos en cultura, arte y patrimonio, provocando a su vez, una competencia dentro del sector

por los pocos fondos disponibles. Dicho escenario generaría una precarización para las y los trabajadores, repercutiendo en que algunas y algunos de estos tengan que desempeñarse en otras ocupaciones para subsistir, situación que, en todo caso, ya venía siendo patente desde antes del estallido social de octubre de 2019. A lo anterior, se adhiere la problemática, al menos durante un tiempo, radicada en el temor al contagio, a los focos infecciosos y distanciamiento físico, generando cierta reticencia por parte de la población en asistir a recintos cerrados tales como cines, teatros, centros culturales o incluso museos. En paralelo, aumentarán las iniciativas artísticas y culturales a través de plataformas digitales y, por cierto, quizás aumenten algunas manifestaciones de arte callejero, con toda la vulnerabilidad laboral que ello comprende. Otra pregunta que cabe realizarse es, de cara a dicho cuadro: ¿Cuánto demorará en recuperarse el sector cultura, considerando el marco de acciones y paradigmas que tiene nuestro actual Estado? ¿Cómo puede surgir (o resurgir) un sector que casi en su totalidad ha sido dependiente del Estado? Como han expresado algunos autores8 desde los años ochenta, una gran parte de los Estados latinoamericanos sufrieron fuertes reducciones de tamaño, que muchas veces se tradujeron en privatizaciones mal planificadas o poco transparentes hacia ciertos grupos de poder. Cuando se ha dado el caso de algún avance en el campo de la cultura, éste ha corrido el riesgo de perderse en las vicisitudes de nuestras democracias. Para el caso de Chile, todo indica que la crisis actual nos obligará nuevamente a enfrascarnos en peticiones y discusiones, con el fin de defender la construcción de políticas públicas de largo plazo que aseguren, entre otras cosas, fondos estables y de paso, reducir la lógica de subvención


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concursable, esperando que, el sucesivo cambio de gobiernos de turno pueda respetarlas, evitando lo que pasa con la política vigente (2017-2022), relativamente poco aplicada por el gobierno actual. La vereda del mundo privado tampoco ofrece muchas expectativas, el apoyo del mundo empresarial ha sido relativamente reducido en comparación con lo que se ve en los países anglosajones que cuentan con un dilatado historial de aportaciones de este tipo. Por el contrario, en nuestro país los casos de filantropía o de fundraising son escasos, ya que solo aseguran fondos a pequeños grupos dentro del macro sector de la cultura.

vislumbra una lenta recuperación para un sector cultura que resultará fuertemente golpeado por esta crisis, como ya se ha señalado anteriormente, con necesidades que se han acumulado y que son cada vez más apremiantes. Así las cosas, el que los movimientos sociales se reactiven, una vez que pase la pandemia, se abre como la ventana de oportunidad más prometedora para encauzar un nuevo modelo de Estado que entienda la cultura como un derecho, con políticas públicas de largo plazo coherentes a ello, promotor de la justicia social, legítimo, que intente reconstruir las confianzas y aumente las cuotas de representatividad ciudadana (entendida en el amplio espectro), en los procesos de toma de decisiones.

Con el actual modelo de Estado y la tónica que han tenido los últimos gobiernos, se

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DERIVAS Y VENIDAS DE LA PARTICIPACIÓN CULTURAL DURANTE EL COVID-19 TOMÁS PETERS Sociólogo y Doctor en Estudios Culturales por el Birkbeck College, University of London

Un diagnóstico generalizado en el mundo de la cultura ha sido que, después de esta pandemia, nada volverá a ser como antes: muchos teatros y espacios culturales cerrarán, variados proyectos quedarán varados por falta de financiamiento, un número importante de artistas cambiarán de rubro, etcétera. En este contexto, no solo se ha develado la precarización de las/ os trabajadores/as culturales —más bien, por primera vez todos la viven en forma fáctica—, sino también la preocupación real por los públicos y/o consumidores

culturales. Mientras el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio despliega ayudas neutras en forma de fondos públicos, los distintos mundos artísticos han comenzado a deliberar sobre sus soportes de producción, difusión y recepción. Esto último ha sido especialmente evidente en el teatro y la música en vivo. En su conjunto, durante la pandemia la pregunta por el futuro de la cultura y las artes se ha vuelto un dolor de cabeza para las/os artistas, gestoras/es culturales y decidores de políticas culturales.


Lo cierto es que, si se revisan las investigaciones históricas sobre participación y consumo cultural, el escenario cultural previo al Covid-19 no se develaba tan promisoriamente. Por el contrario, se podría decir que, desde la emergencia de la pandemia, solo se ha acelerado un proceso crítico que ya estaba en construcción. Hace más de diez años que, según las cifras de las Encuestas Nacionales de Participación Cultural del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, las tendencias de acceso a las artes manifestaban una baja preocupante, siendo la asistencia a obras de teatro y danza, exposiciones de artes visuales, lectura de libros y visitas a museos y bibliotecas ejemplos claros de aquello. Aun cuando en algunos casos las cifras son contradictorias —por ejemplo, en el caso de museos se dice que sus estadísticas de visitas han aumentado—, es claro constatar a nivel global que existe un problema estructural en los accesos culturales. Todas las esferas de la cultura, tanto a nivel público como de organismos gremiales, han hecho manifiesta su preocupación por la figura de los públicos. Esta tendencia es relativamente reciente. De hecho, hace un par de años se creó un departamento específico en el Ministerio para discutir la estrategia pública de formación de públicos. Si bien antes existían iniciativas específicas, su preocupación a nivel institucional es reciente y demuestra la intensión clara de revertir la tendencia a la baja en el acceso cultural. Lo que vivimos hoy en el contexto de pandemia, debería hacernos nuevas preguntas y cada vez más críticas sobre esta hipótesis del distanciamiento progresivo de las personas a los espacios culturales. Al exigir una experiencia situada, los espacios culturales adquieren una mayor complejidad procedimental y requieren mayores niveles de motivación. Luego de esta crisis social, política y sanitaria, el mundo de la cultura deberá estar preparado para enfrentar un escenario aún más adverso que el pronosticado inicialmente. A pesar de las estrategias que los espacios culturales puedan hacer sobre el distanciamiento social, la pregunta debería ir un poco más allá: no basta con realizar planes y programas estatales orientados a que cada uno de ellos “programe pensando en los públicos”. Sabemos hace mucho tiempo que el acceso a las artes depende de tres variables estructurales: nivel de escolaridad, ingresos económicos y edad (más joven: más interés en acceder). Y, como es de suponer, esta composición depende de los niveles de desigualdad social que cada sociedad posea.

En este sentido, sociedades con alta desi– gualdad social tendrán menores niveles de acceso cultural. Y, como hemos sido testigos desde el estallido de octubre de 2019 a la actualidad, Chile lo manifiesta con creces. Pensar las políticas culturales post-pandemia van a exigir elaborar un plan de trabajo multidimensional. Para incentivar y motivar el regreso de los públicos, se tendrá que hacer mucho más que programar para ellos. Evidentemente, cada organización y espacio cultural tendrá que hacer esfuerzos especiales de mitigación y fidelización de sus públicos (los cuales estarán, sin duda, con resquemores sanitarios). Incluso más, algunos espacios han hecho esfuerzos destacables en digitalizar sus colecciones o desarrollar experiencias de visitas virtuales en 360°. Junto con esos esfuerzos, creo que luego de este contexto se puede generar una oportunidad única para revertir los escenarios que se venían observando en los últimos años sobre el retroceso al acceso cultural. Si bien las personas realizan nuevas y diversas formas de acceso cultural —a través de sus pantallas y dispositivos smartphones leen, ven videos, escuchan música y comparten escritos—, refuerzo la importancia de la co-presencialidad. Cuando uno asiste a un espacio cultural construye/deconstruye su propia sociedad. Soy optimista en esto: además de los esfuerzos públicos en ayuda monetaria y soporte material, si los espacios culturales y artistas piensan sus estrategias de vinculación y trabajo creativo con sus entornos barriales —con la panadería del barrio, el almacén de la esquina, la botillería, el colegio cercano, el restaurant de menú, la peluquería, etcétera—, entonces se podrá generar nuevas sinergias colectivas y comunitarias. En las últimas décadas, los espacios culturales han descansado en sus propios colegas y los medios de prensa (muchos han cerrado su área de cultura o directamente “bajado sus cortinas”) y han olvidado a aquellos vecinos que los miran con distancia y que, de seguro, les gustaría ser parte de un espacio donde además de compartir un territorio, también reparten sensibilidades. Una política cultural para la “post-pandemia”, debería enfocar sus esfuerzos en inscribirse en las distintas esferas de la vida cotidiana de las/os chilenos: en salud, vivienda, tercera edad, trabajo, transporte, seguridad, turismo, pobreza, etcétera. Al hacerlo, la palabra cultura volverá a tener un significado sobre lo común y no distante ni jerárquico.

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TELEAUDIENCIAS TEATRALES: CRISIS DE UNA REPRESENTACIÓN DANIELA SALINAS FRIGERIO Actriz egresada de la Universidad Diego Portales. Magíster en Gestión Cultural, Universidad de Chile. Diplomada de Mediación Cultural y Desarrollo de Públicos, Universidad de Chile.

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En otros términos, un público puede ser entendido como un colectivo que emerge a partir del encuentro, en un momento y lugar específicos, entre cada uno de los individuos reunidos con el objeto que los convoca; pero también a partir del encuentro entre ellos

Desde el mes de marzo, el mundo de la cultura y las artes se ha visto fuertemente afectado debido a la pandemia del Covid-19, y la obligatoriedad del cierre de espacios físicos de representación, lo que ha conllevado a la ausencia de público1, pero sí a la proliferación de las audiencias.

mismos. María Inés Silva en “Ser público de algo: Una experiencia de la relación” en Revista MGC #7

En las artes, el contenido o mensaje que la obra busca (o no) transmitir, es efectivo solo cuando hay un otro que lo recepciona, ya sea mediante un aparato o soporte de carácter “industrial” tecnológico, o ya sea a través de una vinculación directa, física, con el objeto artístico con el que se está vinculando. En el teatro esto es vital: la obra es al espectador, lo que el mensaje es al receptor. Entonces, ¿qué hacemos ahora que el público está en sus casas — en el espacio íntimo— cuidándose de un virus? No hay públicos ni espectadores, físicospresenciales al menos. En este momento hay audiencias digitales y/o virtuales, o se podrían denominar teleaudiencias. En nuestros días, desde todos los rincones del mundo, los museos, centros culturales y teatros están ejecutando su programación de manera digital. Recorridos virtuales, seminarios por zoom, talleres por Facebook live o trasmisiones de obras de teatro, opera y danza previamente grabadas.

En el presente artículo me enfocaré en el concepto de las “artes vivas”, las que son en mi opinión, las expresiones que se encuentran en mayor conflicto frente a la actual urgencia sanitaria. Pero ¿por qué? Porque estas, que serían en su mayoría las artes escénicas, son construidas, desde su origen, para ejecutarse frente a un público “en vivo”. Cuerpos presentes comunicándose con otros cuerpos presentes, en una conexión in situ. Rancière decía que “no hay teatro sin espectador”; Artaud afirma que el teatro es “el ritual purificador”. Los rituales son prácticas de carácter colectivo, donde los grupos humanos se reúnen en torno a un evento espiritual. Sobre esta característica de colectividad y ritual sobrenatural, Rancière y otros teóricos hacen hincapié en que “El teatro sigue siendo el único lugar de confrontación del público consigo mismo como colectivo”. Rancière 2 Entonces… ¿Cuál es la crisis? Estamos frente a una nueve crisis de la representación y de la reproductibilidad técnica sobre nuestros modos de hacer y de pensar el arte. Estamos transitando entre el auge de la “sociedad del espectáculo” y las “sociedades digitales”. Esto último no es nuevo, lo digital llegó hace décadas, pero las artes escénicas no se habían visto directamente afectadas y continuaban en su


formato original de “en vivo”, utilizando lo digital como parte de un lenguaje o recurso de montaje. Walter Benjamín afirmaba que “La labor artística del actor de teatro es presentar en personal al público. Por el contrario, la labor artística del actor de cine es presentada al público a través de este la cámara aparato”3. Hoy en día los postulados de Walter Benjamín entrarían en contradicción. La conocida plataforma de teatro Digital Theatre emite obras grabadas de distintos teatros del mundo. En Chile, el Teatro Nescafé de las Artes transmite las grabaciones del National Theatre of London junto al British Council; muchos podemos ver obra y ballet en el Canal BBC Cable; o incluso podemos ver alguna versión en YouTube de la emblemática obra “La Negra Ester”, para ser mostrada a estudiantes escolares. Sin embargo, lo que está ocurriendo en este instante es distinto, dado que el contexto es otro.

de democratización de las artes o puramente satisfacción. Actualmente no solamente podemos ver una obra internacional grabada y siendo emitida en cines y teatros, sino que estamos viendo producciones chilenas que tuvieron que ser canceladas por cierre de espacios, e incluso obras que están siendo creadas bajo el formato de Zoom, como lo es el caso de la obra escrita por Rafael Gumucio, titulada “Una nueva vida” de Living Teatro, proyecto de The Cow Company, protagonizada por Luis Gnecco, Amparo Noguera y Gabriel Urzúa. Demás está comentar la difundida estrategia del Teatro Municipal con su “Delivery”, o las trasmisiones de Teatro a Mil y el GAM, ya que estas responden a lo mismo: estrategias para continuar con la programación de cada espacio; aportar desde la cultura a situaciones catastróficas; y lo más preocupante, no perecer. Nos encontramos frente a una nueva crisis de la teatralidad.

2 Rancière, Jacques (2010). “El Espectador Emancipado”, Argentina: Ediciones Manantial.

3 Benjamin, Walter (2009). “La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica” en Estética y política”. Buenos Aires: Ediciones La Cuarenta

Teatro y Cine: Hic et nunc ¿Qué diferencia hay ahora de ese antes? ¿Por qué hoy es un conflicto, si antes ya se podía consumir artes en la televisión y el internet? Las diferencias son contextuales y de objetivos. En los casos anteriormente expuestos, muchas proyecciones son con fines educativos,

Hace unos años, un amigo me preguntó cuál era la gran diferencia entre ir al teatro y ver teatro en el canal nacional Chilevisión4. En aquel entonces le respondí: “eso no es teatro”. Luego, él me dijo que era el único tipo que había visto, porque no tenía el hábito de asistir al teatro porque no lo entendía,

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Teatro en Chilevisión fue un programa de televisión chileno producido y transmitido por Chilevisión desde 2003 hasta 2014. También fue transmitido para el mundo por TV Chile.1​El programa seguía la línea de una sala de teatro, en donde se emite una obra de comedia distinta

se sentía incómodo y era caro para él. Luego agregó que siempre había sentido que el ir al teatro era elitista, y se sentía fuera de lugar, y el Teatro en Chilevisión le entregaba todo lo que el teatro tradicional no: era gratuito, lo podía ver desde su casa, lo entendía y era un buen momento de distracción.

cada semana, realizada por un elenco estable y actores invitados. Además había público presente, el cual interactuaba con los actores.

5

Benjamin, Walter (2009). La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica. Buenos Aires: Ediciones La Cuarenta.

6

Adorno, Theodore. W (2013). Estética. Buenos Aires: Editorial La Cuarenta.

7

Bourdieu, Pierre (1995). La Reglas del Arte. Barcelona: Editorial Anagrama.

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Los estudios en el ámbito del consumo cultural y los hábitos culturales establecen que las barreras más frecuentes que inciden en el acceso a la oferta artística son de carácter económico, físicos (territorial e infraestructura) e intelectual. Herramientas para la gestión cultural local Formación de Audiencias. Red cultura. http:// www.redcultura.cl/uploads/contenidos/ f45b895b95814c92cbd7b218985693d0.pdf

Nos podríamos preguntar qué diferencia el teatro del cine, si en nuestros días el teatro se muestra grabado por una cámara y emitido por un dispositivo llamado televisor o computador. La respuesta puede ser simple en palabras, pero no en su conceptualización: La cámara no capta el aura, ya que esta muere tras la reproductibilidad del cine. En el cine, el actor no debe actuar frente a una comunidad o un colectivo, sino frente a un “aparato” como lo llama Walter Benjamin. “El cine superó al teatro”5 afirma este teórico. Pero el teatro tiene algo que el cine nunca tendrá: el aura. En el cine las personas se sientan a ver una película con actores que actúan frente a una cámara, estos no actúan para ellos en especial, tampoco en el aquí y el ahora. El aura del teatro se encuentra ligado a ese momento de “lo bello” de Hegel, lo sublime de “Fedro”6 de Platón, lo espiritual, lo efímero, lo pasajero, lo que no puede ser capturado: el Hic et nunc que es la denominada aura. El aura es irreproducible. Pierre Bourdieu habla de “la espiritualidad que no es transferible de manera simple ya

que si se busca la copia, esta tendrá fisuras”7. Sin todo esto, esa obra televisada es solo un simulacro de obra de teatro. Para comenzar a cerrar el presente artículo, vuelvo a la anécdota/ejemplo del programa de “Teatro en Chilevisión”. Mi amigo, con un solo ejemplo, nombro prácticamente todas las barreras de acceso que tanto se teoriza al respecto en el campo de las artes y la cultura8, y las cuales los gestores culturales y mediadores trabajamos para reducir. Este estilo de programas televisivos, creaban un conflicto en la representación del estilo teatral, ya que rompía con el lenguaje purista y tradicional. Si antes lo veíamos como una paradoja de la representación, en este momento, esto se incrementa, y a ello se suma la paradoja del espectador y de la producción teatral. En esta última paradoja la figura del gestor cultural se hace aún más relevante, ya que al ser parte del universo de la producción artística y de la cadena de valor artístico, tendrá que plantearse que esta nueva teatralidad, este nuevo formato de producciones, pueden parecer muy atractivas a niveles de costos de producción, descentralización y de administración cultural. Existe una serie de actores en la línea de producción que serían “desechables” y su labor se reduciría en más de un 50% debido a que no existiría la “temporada”, ni nada de


aquello que confluye para que este arte se realice. Si bien el proceso creativo no se vería afectado del todo, sí se verán afectadas las líneas de producción artística y la representación junto a sus lecturas simbólicas. Estamos en un momento peligroso para el teatro, ya que el “teatro en la casa” puede llegar para quedarse. No olvidemos que la oferta digital ya es una competencia que demuestra ser peligrosa incluso para el gigante del celuloide. Además de esta lucha existente entre el espectáculo en vivo y el Broadcast —ya sea live o grabado—, la actual situación ha develado una serie de problemas que las políticas culturales presentan en términos de acceso a las expresiones artísticas en general, las cuales ya se habían advertido pero que en nuestros días se hacen presentes y tangibles. Es ahora cuando los actores del mundo de la cultura, como son los gestores culturales, debemos prever y anticipar lo que ocurrirá más adelante y plantearnos preguntas como: ¿volverá el teatro a ser un ritual social?, o ¿tendrá que mutar en un híbrido de la rama del cine? ¿Se podrán reabrir los teatros? Si la respuesta fuera “si, pero con menos butacas disponibles”, habría que plantearse desde la economía cultural si ¿Es rentable reabrir los teatros? ¿Aumentaría, entonces, el valor de la entrada? ¿Esté aumento de valor, disminuiría la demanda? Recordemos que ya existe la problemática de la demanda teatral.

Las respuestas las dará el tiempo. En lo personal espero que el Teatro logre retornar a su representación primigenia, pero tendrá que ser con audacia y vanguardia, ya que si no logra replantearse a sí misma y auto reflexionar la práctica artística, podría atravesar una segunda agonía frente al cine y esta vez sucumbir: “La disposición de los productores debe cambiar, ya que la disposición de los consumidores ha cambiado porque el ‘universo’ ha mutado” 9.

9 Bourdieu, Pierre (1995). La Reglas del Arte. Barcelona: Editorial Anagrama.

10 Néstor García Canclini matiza la manera de formar públicos de acuerdo al impacto que tienen las plataformas digitales. “Los públicos no nacen, sino que se hacen, pero de modos distintos en la época gutenberguiana o en la digital”. García Canclini, Néstor (2007). Lectores, espectadores e internautas. Barcelona: Gedisa.

Para finalizar podríamos pensar que el público, ya formado y fidelizado por el teatro, volverá a las salas sin duda alguna, pero ¿Qué ocurrirá con aquellas nuevas audiencias y los “no públicos” que se encontraban en proceso de formación y vieron esta nueva forma de representación como otra manera de relacionarse con el teatro?10 Sin duda nos encontramos frente a múltiples paradojas que generaran cambios sustanciales en las formas de producción y representación artística. Estamos frente al “desplome del idealismo”, como Theodor W. Adorno lo llamaría.

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@holagrafiki

INSTAGRAM Y EL USO DE ILUSTRACIONES COMO REGISTRO HISTORIOGRÁFICO EN TIEMPOS DE CRISIS DANIELA BUSSENIUS Publicista, Magíster en Comunicación. Ex alumna del Magíster en Gestión Cultural de la Universidad de Chile.


@daniielahiguera

Si nos remontamos a la historia de Chile, desde la época de la Colonia se constata la existencia de imágenes que sirvieron para representar su contexto: ¿Cómo accedemos a esa información?..., mediante archivos documentales y visuales que, especialmente desde la segunda mitad del siglo XIX, fueron creándose por iniciativas personales y mediante leyes de conservación estatal, pudiendo ser resguardados en parte, pese a que otros tantos se perdieron y/o destruyeron de manera natural e incluso intencional. Los fragmentos que han llegado hasta el presente han permitido la investigación académica, centrándonos específicamente en las que analizan el lenguaje gráfico para reinterpretar imaginarios sociales de diferentes épocas, mencionando a Jorge Montealegre1 y Carola Ureta2, en el caso de Chile, y Mara Burkart3 y Florencia Levín4, en el caso argentino, las que mediante la revisión del humor gráfico, inserto en diarios y revistas, han contribuido a la discusión sobre la memoria reciente y la relevancia del material historiográfico.

1 Montealegre, Jorge. “Un País de Tontos Graves”, 2917.

2 Ureta, Carola. “Luis Fernando Rojas, Obra Gráfica 1875-1942”, 2014.

3 Burkart, Mara. “De Satiricón a HUM®”, 2017.

4 Levín, Florencia. “Humor gráfico, Manual de

Para efectos de este artículo nos centraremos en las imágenes que según sus características se clasifican en humor gráfico —cómic, caricaturas e ilustraciones—, las que son elaboradas por ilustradores que se identifican con los movimientos sociales en Chile, generando un flujo

uso para la Historia”, 2015.

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@calorina.olea.l

5

Levín, Florencia. “Humor gráfico, Manual de uso para la Historia”, 2015, p.24.

6

7 Infante Yupanqui, Carlos. “Poder, tensión y caricatura”. En: Dialogía: revista de lingüística, literatura y cultura, N° 3, 2008, p. 250.

de representaciones que circulan en la red social Instagram. Estas imágenes, que por lo general son acompañadas de textos, generan un “discurso social que captura fragmentos simbólicos basados en ideas, imágenes y opiniones que circulan en otros espacios en que se produce el intercambio social; los transforma y los vuelve a lanzar a circulación”5. Tomando como referencia el “estallido social en Chile” que ocurre desde el 18 de octubre de 2019, donde el espacio público se transforma en un territorio activo de encuentro y expresión, de manifestación y represión, se generan y registran imágenes, fotografías y videos, que son “viralizadas” en redes sociales y medios de comunicación, pudiendo ser utilizadas para los discursos oficiales y contraculturales. En ese contexto, donde abundan las imágenes, emergen los ilustradores que hacen uso de esta materia prima para la creación de viñetas, que

serán construidas a partir de elementos culturales, psicológicos y estéticos, como señala el sociólogo Carlos Infante Yupanqui6. Para ejemplificar lo anterior, podemos mencionar ciertos elementos que se han transformado en símbolos que se identifican con el movimiento social, los que fueron capturados en medio de manifestaciones o de episodios que marcaron a la ciudadanía. Tal es el caso de la imagen del comunero Mapuche Camilo Catrillanca, la Plaza de la Dignidad, el perro matapacos, los encapuchados, los ojos y las representaciones del fuego, entre otros fragmentos de realidad que han sido reproducidos en diferentes medios y soportes, contribuyendo con su reconocimiento social. En este paisaje visual, enriquecido por los movimientos y sus representaciones, se desarrolla la pandemia Covid-19, desde la cual surge otro ejemplo de participación y


@Malaimagen

producción gráfica, donde el confinamiento y virtualidad se convierte en una “nueva normalidad”. En ese contexto se observa el trabajo de ilustradores que grafican este imaginario social, representando su confinamiento y el de otros, evidenciando emociones, rutinas y relaciones. Se aprecia la mirada de lo público, la crítica y la denuncia; hay quienes aportan con campañas de salud, los que reconocen a la primera línea y los que ilustran a los artistas que emergen desde los balcones; se observan ilustraciones reflexivas y otras que por medio del humor ironizan sobre los discursos políticos y mediáticos, solo por mencionar algunas de las representaciones gráficas que se visualizan en esta red social. En ese contexto y siguiendo la propuesta del historiador Peter Burke, quien sostiene que “independientemente de su calidad estética, cualquier imagen puede servir como

testimonio histórico”7, cabe preguntarnos: ¿Dónde quedarán almacenadas estas representaciones? ¿Es relevante pensar en su archivo? ¿Llegaremos tarde a su conservación?, son algunas preguntas pertinentes que debemos plantearnos ante la fugacidad y el exceso de información.

7 Burque, Peter. “Visto y no Visto”, 2015, p.20.

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Muestra de las niñas que participan en el taller de danza, junto a su profesor Israel Gallardo (sala de ensayos, viernes 13 de marzo, 2020).


#ENTRENOENCASA: LA INVITACIÓN SURREALISTA DEL MINISTERIO DEL DEPORTE A LA POBLACIÓN CHILENA ISRAEL DE JESÚS GALLARDO FUENTES

Profesor de enseñanza básica, docente en ciencias naturales y danza. Licenciado en Educación y egresado del Magíster en Gestión Cultural, Universidad Chile (Generación 2018)

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Es de conocimiento público que Chile está atravesando por la peor crisis sanitaria de los últimos 100 años. De acuerdo a la información que emana del gobierno, la cantidad de fallecidos superó a las 5000 personas y, en cuanto a los contagiados de covid19, las cifras fluctúan entre 3.000 y 4.000 diarios. Debido a esta situación, es que nuestro país se encuentra en una estricta cuarentena, medida que intenta frenar la propagación del virus.

espacios físicos suficientes para vivir y, mucho menos, para practicar deportes. Adicionalmente, a esta carencia se suman las necesidades básicas como la escasez de alimentos, el acceso a Internet o la falta de elementos higiénicos, sin olvidarse del calefón para ducharse con agua tibia. La cuarentena visibilizó la desigualdad económica y social que sufre nuestro país, cuestión que ya el año pasado se llevó a discusión nacional, a partir del estallido social.

Simultáneamente, distintos ministerios han invitado a la población a continuar, “en la medida de lo posible”, con las actividades que realizaban antes de la crisis sanitaria. Un ejemplo de este llamado, son los videos del Ministerio del Deporte con la iniciativa #EntrenoEnCasa, donde invita a las personas, y principalmente a los jóvenes, a realizar actividades físicas para evitar el aumento de peso u otras enfermedades asociadas. En ellos se puede observar a deportistas destacados, quienes en sus hogares enseñan ejercicios o muestran sus entrenamientos sin salir de la vivienda.

También agudizó la problemática de acceso a bienes básicos y déficit habitacional, como el metraje de los hogares. Esto último sin duda cobra relevancia, pues cuando un miembro de la familia se contagia con covid19, el protocolo de aislamiento social no es factible, dado que las viviendas miden entre 44 y 60 metros cuadrados. Según la Encuesta CASEN (2015), la referida comuna posee una tasa de pobreza de un 42,4%, con un 24,8% que vive en estado de hacinamiento, lo cual es realmente preocupante para mantener una vida saludable y, menos, el fitness que propone el Ministerio del Deporte.

Desafortunadamente, dichos videos muestran un Chile inaccesible para la mayor parte de la población, que vive expuesta a la pobreza y hacinamiento, ya que no consideran algo tan básico como es el espacio físico de los sectores vulnerables, y no empatiza con las preocupaciones y necesidades de los chilenos. Lejos de aportar, solo muestran la ignorancia de las autoridades frente a la realidad nacional.

En el liceo D-523, durante 3 años he realizado el taller de danza, donde un grupo de niñas participan activamente y son fieles a todos los desafíos que nos hemos enfrentado, tales como presentaciones escolares o campeonatos de coreografías comunal, que anualmente auspicia el IND (Instituto Nacional del Deporte). Durante la pandemia, sin embargo, ha sido imposible continuar con esta actividad física artística, debido a que los establecimientos educacionales deben postular a fondos como la subvención escolar preferencial (SEP), los cuales permiten abrir talleres de carácter artísticos, o motivan a la actividad física. Esta postulación se postergó hasta que la pandemia concluya; pero, por otro lado,

Actualmente trabajo como profesor en el Liceo municipal D-523 Parque Las Américas, en la comuna de La Pintana, y es frustrante saber cómo la comunidad educativa —especialmente los hogares donde residen los estudiantes—, no cuenta con


dada las precarias condiciones de vida de las familias, es improcedente proponer alternativas virtuales de danza “en línea”. Según la encuesta de la Subsecretaria de Telecomunicaciones (2017), el 40% de la población no tiene acceso a Internet y tampoco disponen de los medios económicos para acceder a un computador, o a una cuenta de Internet estable, de buena calidad, ya que quienes acceden lo hacen por Internet móvil. Dicho lo anterior, no es una sorpresa el cuestionamiento social que generó la propuesta del MINDEP con su “invitación” a mantener una vida sana, en un espacio cómodo, fresco, limpio y amplio. Como expliqué anteriormente, un cuarto de la población de La Pintana vive en condiciones de hacinamiento, y este contexto se repite en muchos lugares del país. Entonces ¿para qué Chile está dirigida la campaña? ¿Por qué, lamentablemente, mis niñas del taller de danza no tienen espacio en la sociedad que promociona el gobierno? Pero aún es más triste, considerar que mi taller es el único acceso que ellas tienen al arte, el cual ahora está truncado por la cuarentena obligatoria que vive su comuna, donde no pueden hacer nada más que estar en sus casas, sin espacio para realizar estos ejercicios. Durante el aislamiento social se masificó el uso de distintas aplicaciones. Una que es muy popular entre mis alumnos, es Tiktok. En esta red social, además de los creativos bailes de los niños, se evidencia la realidad que viven, pues en sus videos se ve la pobreza de sus hogares, patios llenos de basura, habitaciones donde duermen varias personas, versus lo que el Ministerio del Deporte nos muestra: un skate park, simuladores de surf, casas amplias donde una habitación tiene el mismo tamaño de una casa completa en

barrios vulnerables, patios con pasto que son más grandes que la plaza de una población y el uso de distintos materiales como: mat de yoga, mancuernas, entre otros. Sin prejuicio de lo anterior, creo que es necesario generar iniciativas públicas para acabar con el sedentarismo en los niños, pero para que ellos tengan esa motivación o espacio de recreación, las actividades deben ser de su agrado y fortalecer su autoestima. Sin embargo, primero es necesario salir de la burbuja y generar contenidos pensados para todos, grabando en espacios neutros, porque, siendo realista, la mayoría de los deportistas no viven en hogares lujosos y, además, existen figuras con las que los adolescentes podrían identificarse muy bien. Como profesor y futuro gestor cultural, busco eliminar estas brechas, brindando todo tipo de oportunidades a mis estudiantes, ya sea desde el ámbito académico, cultural o artístico, invitándolos a ser cada vez mejores seres humanos. Esto, para que cada uno de ellos, en la medida de lo que quieran, pueda triunfar en la vida, brillar por su trabajo y desarrollar su talento. Y si la vida no los acompaña en sus decisiones, lo importante es que sepan reconocer su valor como persona en la sociedad y tengan, en su registro de experiencia, todo lo que alguna vez este humilde, pero comprometido profesor, les enseñó.

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DÍAS DE VIENTO NORTE QUE SOPLAN HACIA EL SUR AUSTRAL DE LA GESTIÓN CULTURAL SERGIO TRABUCCO ZERÁN

Periodista y Magíster en Estética y Teoría del Arte Contemporáneo (UAB). En los últimos años ha trabajado en el fomento del acceso, mediación y circulación cultural en comunidades educativas emplazadas en zonas rurales y territorios aislados de la Región de Los Lagos, mediante la programación de giras teatrales, la realización de talleres y seminarios internacionales para la puesta en valor de la creatividad, imaginación, autobiografías y las identidades locales. Actualmente es subdirector de Arte, Cultura y Patrimonio de la Universidad de Los Lagos.

@littletroll


1

“Vuelvo al Sur, Llevo el Sur, Te quiero Sur, Te quiero Sur...”1 Fernando Solanas Después de varios días de lluvia y viento, ayer salió el sol. Son siete años de trabajo en el Archipiélago de Chiloé, y es primera vez que paso más de un mes seguido en mi casa al norte de la Isla Grande. Ya son cuatro meses, pienso contando con los dedos de mi mano. Es primera vez que noto que el temporal hace que el Internet falle, o que sea más difícil conseguir señal de celular en medio del fuerte viento y la lluvia, que no cae precisamente de arriba hacia abajo. Pero esto no ha sido impedimento para seguir conectándonos, me convenzo. No es primera vez que observo que el viento hace volar las sillas y mesas de mi terraza o que siento que el techo va a salir volando por las ráfagas que vienen del norte a más de cincuenta kilómetros por hora. Es primera vez en siete años que siento la distancia entre Santiago y Chiloé, y con esa distancia siento también el aislamiento en medio de una pandemia que desenmascaró el hambre en Chile. Vivo aquí desde diciembre pasado porque decidí irme de Santiago para trabajar desde el sur, y ya no hacia el sur. He vuelto a mis raíces. Pienso mientras la lluvia choca contra la ventana que da a la bahía de Manao. Desde el 2014 que estoy trabajando con las comunidades de escuelas rurales en el Archipiélago de Chiloé, en una relación entre universidades estatales para el acceso, la circulación y la mediación cultural. Hemos llevado a cabo giras del Teatro Nacional Chileno, seminarios internacionales de educación artística y gestión cultural y talleres de autobiografía en una invitación para que niños y niñas abracen su ruralidad y puedan ver en el campo, la riqueza que forma parte de su patrimonio cultural inmaterial y, por ende, también de sus identidades. Fue ese trabajo lo que me llevó a conectarme con mis propias memorias, con mi propia biografía y comenzar a construir mi hogar,

que hoy se ha convertido en un refugio en medio de la pandemia, catástrofe que lejos de detenerme, me ha dado fuerzas para abrazar la colaboración y construir en colectivo, de manera generosa y solidaria, espacios de encuentro desde el sur. Pienso.

“Vuelvo al sur”, un tango cuya letra pertenece al cineasta y político Fernando “Pino” Solanas, fue compuesto como soundtrack de la película “Sur” (1988).

Hace pocos días realizamos un seminario virtual internacional conectando a 21 gestores, docentes e intelectuales de Latinoamérica, en un encuentro al que llamamos “Diálogos del hacer para el no distanciamiento cultural”. De paso conformamos una instancia de colaboración bautizada como Red Patagonia Cultural y que une a las universidades públicas, estatales y regionales de la zona sur austral (universidades de Los Lagos, Aysén y Magallanes). Porque en tiempo de crisis, buenas son las colaboraciones. Lo repito como un mantra. Pero la agenda no se detiene ahí. Este 2020 daremos vida a la segunda versión del Diplomado en Comunicación, Territorio y Gestión Cultural, un proyecto inédito que une al Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, la Universidad de Los Lagos y la Secretaría Regional Ministerial de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Los Lagos. Un diplomado semipresencial con beca completa que hoy está en reformulación para ser impartido, por lo menos al inicio, en modalidad virtual, esperando poder volver a la semipresencialidad a fin de este año. Pero eso no es todo. Convencidos de la importancia de que la universidad pública, estatal y regional debe reconocer a sus creadores y creadoras, estamos postulando a la poeta Rosabetty Muñoz al Premio Nacional de Literatura, que este año recae en la mención poesía. Este reconocimiento tiene que ver con entender el arte y la cultura como un lugar de resistencia, porque a Rosabetty, a quien le gusta la lluvia y el viento, habita el Archipiélago de Chiloé y plasma en su obra ese paisaje insular, sus comunidades y la vida profunda del campo, el mismo del que me aferro fuerte para escribir en medio del temporal en el año de la peste negra, mientras el viento norte que choca contra mi ventana conecta a quienes hacemos gestión cultural desde el sur austral.

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PALABRAS DE BIENVENIDA A ESTUDIANTES NUEVOS, INAUGURACIÓN AÑO ACADÉMICO MGC-20201 Estudiantes del Segundo año Magíster en Gestión Cultural Universidad de Chile

Autoridades, profesores y profesoras, estimados compañeros y compañeras, estudiantes:

1

https://www.youtube.com/watch?v=s7EpXEv-bpc

Nos encargaron la misión de transmitirles algunas palabras para darles la bienvenida a este Magíster en Gestión Cultural. Lo primero que queremos decirles es que nos hubiera gustado hacerlo en otras circunstancias, de manera presencial, mirándolos a los ojos, pero nos encontramos en una situación que es nueva para todos y todas. La pandemia provocada por el COVID-19 nos tiene en confinamiento, distanciados físicamente, escuchando con perplejidad los anuncios del gobierno, analizando las decisiones tomadas en otros países ante la catástrofe, reflexionando sobre las profecías del fin del capitalismo, el comienzo de una nueva era, predicciones distópicas, además de diversas teorías conspirativas, según el intelectual, iluminado o profeta que se elija. Sin embargo, independiente del camino reflexivo que se tome, lo único cierto es que la incertidumbre nos envuelve, a cada uno en mayor o menor medida, con un manto de extrañeza. En este escenario, donde se hace tan evidente lo tremendo —como les diría el profesor Sergio Rojas en sus clases—, salen a la luz nuestra fragilidad, la profunda desigualdad, la inequidad, la xenofobia, las debilidades del sistema de salud y educativo, dado el neoliberalismo extremo que tenemos en Chile y la negligencia de los liderazgos políticos. Sin embargo, podemos decirles que esta situación, sin precedentes, abre también otras oportunidades para todos nosotros: nos obliga a pensar, a atisbar o, al menos, a percibir otros mundos posibles. Nos permite reflexionar de manera dialéctica, a nuestra escala y en nuestros espacios, sobre la inexistencia de un modelo único de sociedad, pues Chile es un país diverso y no hay situaciones o condiciones idénticas de un lugar a otro. Cada persona, cada ciudad, cada barrio, enfrenta lo que ocurre con “lo puesto”, con sus tradiciones, hábitos, recuerdos, experiencias y preferencias ideológicas. En ese sentido, el Magíster abre un espacio para que cada uno, con lo que lleva puesto, esté atento a lo que ocurre tanto en nosotros como a nuestro alrededor. No es que nos transforme en personas ciento por ciento informadas, en intelectuales glamorosos; o que nos entregue un kit de herramientas para la supervivencia, sino que nos da la posibilidad de detenernos, mirar con otros ojos y, desde el ámbito disciplinar del que provengamos, reflexionar nuestra relación con el tiempo y territorio humano que nos tocó vivir. Nos permite tomar distancia y pensar —ya no desde el mero pálpito— el rol que cumplimos como gestores culturales en nuestros respectivos círculos.


Las crisis nos exigen proponer y poner en circulación nuevas ideas, ser flexibles y creativos, pero de manera responsable y rigurosa. En tiempos de posverdades, sin duda que es una buena noticia que se escuche lo que dicen médicos, biólogos, epidemiólogos y virólogos, y que se haga evidente lo fundamental que es la participación de equipos multidisciplinares, junto con contar con investigaciones científicas en el asesoramiento político. Por lo mismo, pero sobre todo, viendo cómo el sector artístico-cultural es uno de los más afectados por esta crisis sanitaria, cómo continúa el sesgo disciplinar en los paneles de expertos y mesas de trabajo, y el desprecio con la que son tratadas las artes, las humanidades y las ciencias sociales, pese a ser ejes estructurantes de la sociedad, que igualmente pueden ayudar a sostener a las personas en momentos de confinamiento, distancia física y social, cuarentenas, higienización, controles sanitarios y toques de queda. Por ello, ahora resulta un buen momento para sacar la voz, pensar de manera dinámica y multidimensional, y aportar en la difícil misión de instalar no solo los problemas que afectan, en especial, al mundo artístico-cultural en el debate público, sino, en general, a la cultura como un derecho humano, que es responsabilidad del Estado. Aunque estamos físicamente separados, la realidad sea contradictoria y el futuro indeterminado, sigue existiendo la posibilidad de mantener y recrear formas de comunidad. Es posible tender redes de solidaridad y de unión para ir en ayuda de quienes los necesitan y, también, para organizarse. Un ejemplo de ello es la iniciativa Cultura Bien Público, que surgió luego del anuncio del Plan de Emergencia del Ministerio de la Cultura, las Artes y el Patrimonio, que consistió en la reasignación de fondos por 15 mil millones de pesos y en la realización de un catastro para detectar las demandas más inmediatas. Sin profundizar en esa polémica, y tomando el lema de la campaña “no se puede vivir del amor al arte, pero sin arte no se puede vivir”, los y las invitamos a sumarse a nuestra perplejidad, a hacerse preguntas, a dudar, mirar con distancia, pero sobre todo construir redes entre ustedes, con nosotros y todos juntos, aunque sea de modo virtual, por ahora. De cada crisis se puede sacar algo que nos pueda servir a futuro para crecer. Y si algo podemos adelantar a lo que será la vida post pandemia, es tratar de que el tejido humano siga vivo, pese a las adversidades. Por eso los dejamos invitamos desde ya a realizar un encuentro virtual con nosotros, para generar esas conversaciones de pasillo/pausa-café, conocernos y ayudarnos mutuamente. Porque finalmente la gestión cultural necesita de las personas para existir y es eso lo que más debemos cuidar ahora.

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REPENSANDO LA GESTIÓN CUTURAL, A PROPÓSITO DE LA PANDEMIA

LA OFERTA DE FORMACIÓN DE POSTGRADOS UNIVERSITARIOS EN GESTIÓN CULTURAL EN CHILE. UNA MIRADA AL PROCESO RECIENTE Y FUTURO “No me pregunten quién soy, ni me pidan que siga siendo el mismo.” Michel Foucault FABIÁN RETAMAL

Gestor cultural y docente, Universidad de Chile. En su trayectoria profesional ha liderado proyectos de gestión cultural territorial en diferentes regiones del país, donde destacan la implementación de espacios culturales e iniciativas de fomento lector. Actualmente es docente en gestión cultural en programas de magíster y diplomados de la Facultad de Artes y el Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile. En esta misma institución ha impulsado la creación de la línea de arte y cultura inclusiva desde su rol como coordinador del Programa de Acceso y Acompañamiento a la Educación Superior (PACE).


La crisis sanitaria producto del Covid-19, ha puesto en encrucijada a las instituciones educativas obligándoles a redefinir e implementar nuevos procesos de enseñanza y a preguntarse sobre la pertinencia y propósito que debe tener la educación hoy. Por lo visto en estas primeras décadas del siglo XXI, la incertidumbre será “pan de cada día” y la educación deberá buscar la manera de dotar a las personas de capacidades que les permitan abordar adecuadamente estos desafíos.

1 Matthey, G. Peters, T. Ulloa, A. (2019). Informe de Autoevaluación Magíster en Gestión Cultural. Proceso de Acreditación 2018 -2019 (pp. 3–6). Escuela de Postgrado. Facultad de Artes. Universidad de Chile. Santiago. No publicado.

En este marco, las Instituciones de Educación Superior (IES) han debido modificar sus estrategias educativas, volcándose hacia una educación de emergencia “online”, teniendo que reorganizar metodologías —muchas de ellas decimonónicas— para adecuarse a los “nuevos tiempos”. Habrá que decir que algunas IES estaban mejor preparadas que otras: mientras unas ya han “echado a correr” procesos educativos virtuales, otras aún siguen “dándole la vuelta”.

2 Red Iberoamericana de Centros y Unidades de Formación en Gestión Cultura, IBERFORMAT, por la OEI y por la Unesco, 2005. Formación en Gestión Cultural y Políticas Culturales: Directorio Iberoamericano De Centros De

Varios programas de postgrados —diplomados y magíster— han visto la necesidad de reconvertirse a lo virtual o aplazar su inicio esperando un “mejor tiempo”, quizá pensando que los vientos de septiembre terminarán de llevarse la imposibilidad de juntarnos presencialmente. Mientras ello ocurre, resulta interesante “echar una mirada” a cómo se fue constituyendo la oferta universitaria de especialización en gestión cultural en los últimos años, poniendo énfasis a lo que, a mi juicio, son los principales hitos de su configuración y, también, compartir algunas breves reflexiones sobre los eventuales cambios que afectarán a los programas de postgrados.

Formación; América Latina, Caribe, España Y Portugal. [online] pp.77-81. Available at: <https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/ pf0000138686> [Accessed 8 June 2020].

Los programas de formación en Gestión Cultural desde los 90 a la actualidad El desarrollo de las políticas culturales en los primeros años de la transición, principalmente la entrada en funcionamiento del Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes, FONDART (1992), trajo consigo la necesidad de dotar a los agentes culturales de herramientas que les permitieran diseñar e implementar proyectos y manejar materias propias de la gestión artística. Esta demanda emergente hizo que las Universidades implementaran los primeros programas de formación en gestión cultural conocidos en el país. Estos programas surgen a mediados de la década de los 90 con la creación de los Postítulos en Gestión Cultural en Artes Visuales (1995) y en Artes Musicales (1998), ambos dependientes de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. Éstos estuvieron centrados en la enseñanza en torno a la elaboración de proyectos, en la gestión artística específica, al mismo tiempo, incorporaron aspectos técnicos de economía (elaboración de presupuestos y finanzas) y de administración (planificación y control). En estas experiencias participaron también profesores de la Facultad de Economía y Negocios (FEN). Este trabajo en conjunto, entre dos Facultades aparentemente tan distintas, sembrará una “alianza intra-institucional que permitirá años más tarde el nacimiento del primer magíster en gestión cultural”.1 Un segundo momento significativo para la formación en gestión cultural de postgrado, ocurría al mismo tiempo que empezaba a entrar en funcionamiento el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y la entrada en vigencia de la primera política cultural nacional (Chile quiere más Cultura. Política Cultural 2005-2010). A la oferta inicial implementada por la Universidad de Chile se sumaron otras IES que ampliaron la oferta de este tipo de programas. Un estudio en torno a la formación en gestión cultural en Iberoamérica, a cargo de la Red IBERFORMAT, identificó, con datos recogidos el año 2003, a cinco programas que abordaban la gestión de la cultura y el patrimonio en nuestro país.2

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Tabla 1 IES y programas relacionados con gestión cultural en Chile (2003)

Instituciones de Educación Superior

Programas de Formación

Universidad del Pacífico

Técnico superior en dirección y producción de eventos

Pontificia Universidad Católica de Chile

Diploma en Administración Cultural

Universidad de Chile

Especialización en gestión y administración en Artes Visuales

Universidad San Sebastián

Diploma en Gestión Cultural

Universidad Santo Tomás

Diploma en Administración y Gestión Cultural

Elaboración propia con información del Informe “Formación en Gestión Cultural y Políticas Culturales. Directorio Iberoamericano de Centros de Formación” Iberformat. (2005)

Algunas ideas que surgen a partir de la información que se despliega en la tabla, tiene que ver con que, en primer lugar, la Universidad de Chile era la única institución pública presente en el listado. En segundo lugar, un aspecto interesante de destacar, es la nomenclatura de los programas de la lista, más asociados al concepto de administración que al de gestión. Por último, la oferta formativa de postgrado de la época se encontraba localizada en Santiago, careciendo las IES de regiones de oferta en la materia. El año 2004 se abrirá la posibilidad que las personas de regiones puedan acceder a este tipo de programas, mediante el Diplomado Virtual en Gestión Cultural de la Universidad de Chile. Esta instancia inédita en su metodología, se organizó desde la Facultad de Artes en colaboración con la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). Su modalidad virtual y las becas otorgadas por el CNCA en varias de sus versiones, permitieron que centenares de personas accedieran a una formación universitaria en gestión cultural. Este diplomado permitió que agentes culturales de municipios y organizaciones artísticas regionales, se capacitaran en gestión cultural aplicando los conocimientos aprendidos en sus territorios y espacios culturales regionales. Una muestra de ello se presenta en el gráfico Nº1, donde se puede observar los tipos de capacitación que habían realizado al año 2013 los y las responsables de trece centros culturales del Programa Nacional de Centros Culturales. El 54% de los encargados había cursado este diplomado de especialización virtual. Gráfico 1

8%

15%

31%

54%

Porcentaje de responsables de centros culturales de acuerdo al tipo de capacitación en gestión cultural realizada

PASANTÍA INTERNACIONAL

PASANTÍAS NACIONALES

DIPLOMADO VIRTUAL

CURSOS, SEMINARIOS Y TALLERES

Fuente: Retamal, Fabián. (2013). Evaluación de la estrategia en red del Programa Nacional de Centros Culturales del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Tesis para optar al grado de Magíster en Gestión Cultural. Facultad de Artes. Universidad de Chile.


Para el año 2007 nace el primer Magíster en Gestión Cultural, al alero de la Escuela de Postgrado de la Facultad de Artes y se realiza en colaboración con la Facultad de Economía y Negocio de la Universidad de Chile. Este magíster, el más antiguo del país en la materia, ha contribuido en la formación de un número significativo de profesionales del sector, además de contar con la participación de destacados docentes, referentes en distintos ámbitos de la gestión cultural en Chile. A partir del 2010, la oferta de especialización en gestión cultural y del patrimonio en Chile comienza a tener un fuerte incremento en relación al número y diversidad de programas que ofrecen las instituciones de educación superior. A continuación, se presenta una tabla con los programas vigentes hasta el año 2019, a partir de la revisión de los sitios web oficiales de programas de postgrados (diplomados y magíster que incluyeran en su nombre algún ámbito de gestión o administración de la cultura y/o el patrimonio) de IES, públicas y privadas. Probablemente, debido a la metodología de levantamiento de información, pueden existir programas que no se hayan identificado, pero de todas maneras la información presentada es útil para entender la situación que tenemos en la materia. Tabla 2 Oferta de postgrados en gestión de la cultura y el patrimonio disponibles hasta el año 2019 en Chile

IES

Diplomado

Universidad de Tarapacá

Universidad Católica del Norte

Magíster Patrimonio intangible, sociedad y desarrollo territorial (Instituto de Estudios Andinos Isluga)

Diplomado en Gestión Cultural (Escuela de Periodismo) Diplomado en Gestión Cultural para el Desarrollo Territorial (Instituto de Políticas Públicas)

Universidad de Valparaíso

Diplomado Virtual en Gestión Magíster en Patrimonio (Facultad Cultural (Escuela de Periodismo) de Arquitectura) Magíster en Gestión Cultural (Facultad de Humanidades)

Universidad de Playa Ancha

Diplomado en Gestión Cultural Magíster en Patrimonio Cultural (Facultad de Humanidades) (Escuela de Arquitectura)

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Universidad de Chile

Diploma Postítulo Virtual en Magíster en Gestión Cultural Gestión del Patrimonio Cultural (Facultad de Artes) (Facultad de Artes) Diploma Virtual en Gestión Cultural (Facultad de Artes) Diploma de Postítulo en Gestión Cultural, sede Santiago Diploma de Postítulo en Gestión Cultural, sede Puerto Montt Diploma Postítulo Virtual en Gestión del Patrimonio Cultural Diploma en Gestión Cultural y Desarrollo de públicos, Arica Parinacota Diploma Virtual en Gestión de Instituciones Culturales Diplomado en Comunicación y Gestión Cultural (Instituto de la Comunicación e Imagen)

Universidad Alberto Hurtado

Diplomado en Gestión e Investigación del Patrimonio Cultural (Facultad de Ciencias Sociales) Diplomado en Gestión Cultural Pública y Privada (Facultad de Filosofía y Humanidades)

Universidad de Santiago

Diplomado en Gestión Cultural y Territorio (Facultad de Administración y Economía) Diplomado en Patrimonio cultural, ciudadanía y desarrollo local (Instituto de Estudios Avanzados, USACH)

Universidad Academia de Hu- Diplomado en Gestión Socio Magíster en Gestión Cultural manismo Cristiano Cultural, Territorio y Políticas con mención en producción arCulturales (Facultad de Artes) tística y sociocultural (Facultad de Artes) Universidad de los Andes

Universidad Autónoma

Postítulo en Gestión del Patri- Máster en Historia y Gestión del monio Cultural (Instituto de His- Patrimonio (Instituto de Histotoria) ria)

Magíster en Gestión del Patrimonio y Turismo Sostenible (Escuela Internacional de Postgrados


Universidad de Concepción

Universidad del Bío Bío

Magíster en Arte y Patrimonio (Departamento de Artes Plásticas) Diplomado: Gestión del Patrimonio Cultural Regional (Facultad de Educación)

Universidad Católica Santísima Diplomado en Gestión del PatriConcepción. monio (Departamento de Historia y Geografía de la Facultad de Comunicación, Historia y Ciencias Sociales de la UCSC) Universidad Católica de Temuco Diplomado en Gestión Cultural (Centro de Fortalecimiento Integral de Capacidades Laborales CEFIC)

Universidad de Los Lagos

Diplomado de Extensión en Comunicación, Territorio y Gestión Cultural (ICEI -UCH/ Academia de Arte y Cultura de la Universidad de Los Lagos.

Fuente: Elaboración propia

Como se aprecia, en el año 2019 la oferta disponible de postgrados en gestión cultural y del patrimonio por parte de las IES chilenas es amplia y variada. Si el año 2003, el estudio IBERFORMAT, lograba identificar solo cinco programas de este tipo, la situación hasta el año 2019 muestra una realidad completamente distinta, identificando al menos treinta programas de postgrado (veinte de ellos corresponden a diplomados y el resto, a programas de magíster). Según la dependencia administrativa de las IES, veinticuatro de ellas son estatales, el restante corresponde a IES privadas. Resulta interesante constatar que a diferencia de lo que se observaba en el 2003, hoy la mayor parte de la oferta es prestada por IES del Estado. Por ejemplo, la institución con mayor oferta en esta materia es la Universidad de Chile, que cuenta con ocho diplomados y un magíster en gestión cultural, seguida por la Universidad de Valparaíso con un diplomado y dos magísteres, ambas universidades estatales. Interesante resulta observar, que, si bien la mayor oferta de postgrado se localiza en la Región Metropolitana (60% de la oferta), la IES de regiones también han incorporado una oferta formativa en la materia, a pesar de que las regiones de Atacama, O’Higgins, Maule, Aysén y Magallanes, no cuenten con especialización en este ámbito.

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Gráfico 2 Número y distribución regional de programas de formación de postgrados universitarios en gestión cultural y patrimonio en Chile durante el año 2019

Fuente: elaboración propia

Si se observa la dependencia administrativa de los programas, se puede constatar que son variadas las unidades académicas que los albergan, lo que sin duda genera diferentes énfasis y orientaciones en sus contenidos y programas. Por ejemplo, desde la Universidad Católica del Norte se ofrecen dos diplomados en gestión cultural, uno dependiente de la Escuela de Periodismo y el segundo, que agrega un enfoque territorial, se dicta desde el Instituto de Políticas Públicas de la misma casa de estudio. La Universidad de Chile tiene ocho diplomados en oferta, algunos son de postítulo y otros de extensión. De estos, siete dependen de la Facultad de Artes y uno del Instituto de la Comunicación e Imagen. Una muestra de lo plástico que resultan los límites teóricos conceptuales de la gestión cultural y al mismo tiempo, lo complejo que resulta asumir un solo enfoque para abordarla. También se puede observar una mayor diversidad de nombres en los postgrados identificados. Nueve de ellos tienen nombres donde la gestión cultural aparece a “secas”; entre ellos, siete diplomados y dos magísteres. Ocho programas combinan en sus nombres la gestión cultural con conceptos ligados al territorio, o combinados con otras disciplinas. Por ejemplo, el Diplomado en Gestión Socio Cultural, Territorio y Políticas Culturales de la Academia de Humanismo Cristiano, o el Diplomado en Gestión Cultural para el Desarrollo Territorial de la Universidad Católica del Norte. Llama la atención el crecimiento que han tenido los programas de postgrado en cuya denominación aparece la gestión del patrimonio, que suman en total nueve, un número claramente superior a lo que se encontraba el año 2003. La mayor parte de los postgrados se financian mediante el aporte que realizan los estudiantes que los cursan; sin embargo, parece interesante resaltar el modelo de financiamiento del Diplomado de Extensión en Comunicación, Territorio y Gestión Cultural (ICEI -UCHILE/ Subdirección de Arte, Cultura y Patrimonio de la U. de los lagos). Este año 2020 tiene su segunda versión y se gesta a partir de un modelo de colaboración entre las Universidad de los Lagos y la Universidad de Chile, ambas IES públicas, las que se alían para dar vida a una instancia formativa universitaria en gestión cultural. Este programa está exclusivamente destinado a agentes culturales de la región de los lagos y cuenta con cuarenta becas financiadas por la SEREMI regional de Cultura. Entre sus virtudes destaca la pertinencia de sus contenidos, que se alinean con las políticas culturales regionales y su priorización. Postgrados después de la pandemia Reconociendo lo precipitado que puede ser este ejercicio, al encontrarnos en medio de un proceso inacabado, resulta interesante hacer una incipiente reflexión en torno al escenario que deberán enfrentar los programas de gestión cultural una vez que termine la


emergencia y comience a aflorar la “nueva realidad”, con todas las consecuencias sanitarias, políticas, económicas y sociales que afectarán al país.

3 Martinell, A. (2002). Nuevas competencias en la formación de gestores culturales ante el reto

Un aspecto que tendrán que definir las IES tiene que ver con la continuidad del proceso formativo en modalidad online, presencial o de manera mixta. Sin duda, esto deberá considerar las condiciones sanitarias existentes y las posibilidades de realizar actividad docente online. Lo que se puede observar hoy, es que nos estamos dando cuenta que muchas de las actividades que hacíamos de manera presencial se pueden hacer de manera virtual, incluidas las clases. Probablemente habrá que afinar las metodologías, pero qué duda cabe que la pandemia le ha dado un empujón —quizá definitivo— a la educación virtual, que sufrió por muchos años el desprecio de los sectores acostumbrados a las metodologías tradicionales de enseñanza y que dudaban de la efectividad de este tipo de educación. Un aspecto relevante que permite la educación virtual, es que se puede llegar a personas que, por limitaciones de distancia y tiempo, no habrían podido acceder a este tipo de formación.

de la internacionalización. Pensar Iberoamerica. Revista Cultura Recuperado de https://www.oei. es/historico/pensariberoamerica/ric02a05.htm

El financiamiento de la educación de postgrado en Chile mayoritariamente es resorte de las propias personas que los cursan, y habrá que esperar a saber las reales condiciones económicas que afecten al país, pero se puede proyectar que los efectos en la economía repercutirán en la demanda por este tipo de programas. Probablemente en esta misma perspectiva, la pérdida de empleo e incertidumbre, provocará una disminución de los interesados en cursar postgrados. Mientras tanto, la tarea para los propias IES será buscar modelos de colaboración público/ privado que permitan dar continuidad a los programas. Por otro lado, los efectos en la economía y en las tendencias de consumo/prácticas culturales (considerando la irrupción de la cultura digital) obligará a los programas de gestión cultural a revisar sus programas de formación identificando aquellos que resulten necesarios de mantener, incorporando nuevos contenidos en función del quehacer y contexto en que se desenvolverá el o la gestor(a) cultural de hoy. En este sentido, será necesario priorizar los contenidos esenciales de mantener en los programas existentes, de modo de dar cabida a contenidos ligados a la cibercultura, la generación y producción en red, derechos de autor, derechos humanos y por supuesto las Tics, entendidas como herramientas de trabajo indispensables para la gestión cultural actual. Desde el punto de vista curricular, será necesario hacer un giro definitivo hacia un modelo formativo centrado en el desarrollo de competencias donde se aborde el proceso formativo con metodologías horizontales, creativas e invertidas, con un fuerte componente “vivencial” de la formación. Los programas deberán apuntar a que los futuros gestores y gestoras puedan desarrollar competencias investigativas, analíticas y de resolución de problemas, siendo capaces de elaborar modelos de acción profesional que les permitan ofrecer soluciones a necesidades del sector cultural, como también, la capacidad de identificar puntos de trabajo común, con sectores que hasta ahora han sido poco explotados en el campo de acción profesional de la gestión cultural. Siguiendo lo planteado hace algunos años por Martinell3, será necesario establecer “binomios” de la cultura, por ejemplo: la cultura y la educación, la cultura y el deporte, la cultura y la política, la cultura y la cohesión social, etc. Finalmente, se considera que los programas de formación en gestión cultural deberán formar a los futuros gestores y gestoras en capacidades fundamentales para hoy en día, como son la capacidad de adaptación y resiliencia. Se tratará de profesionales con capacidad de responder a situaciones, con la plasticidad para reinventarse permanentemente, una y otra vez, en la medida que este mundo vertiginoso y cambiante les obligue a ello. Parafraseando a Focault, deberíamos pensar que la formación en gestión cultural pueda educar para la vida, entendiendo que esta se encuentra en constante cambio y desarrollo, y eso conlleva que a cada momento nos reinventamos.

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REPENSANDO LA GESTIÓN CUTURAL, A PROPÓSITO DE LA PANDEMIA

EL COVID-19 EN LAS ELECCIONES Y REFORMAS REGIONALES FERNANDO RODRÍGUEZ Administrador Público y Magíster en Gestión Cultural de la Universidad de Chile. Experiencia en formulación, seguimiento y evaluación de Programas y Proyectos Regionales de Cultura e Innovación, y en Patrimonio Alimentario Local.


Dentro de los varios embates que ha traído la pandemia del Covid-19 a la sociedad, se han sumado las modificaciones al calendario electoral chileno. El plebiscito —el evento político más importante en los últimos 30 años—, ha cambiado su fecha para el próximo 25 de octubre del 20201. Sin embargo, no es la única fecha importante que se ha alterado; otra, es la elección de los Gobernadores Regionales, la que se efectuará el día 11 de abril de 20212. El elegir a la máxima autoridad regional implicará una nueva mirada de los procesos políticos en cada unidad territorial. ¿Cómo se ve impactada la cultura desde esto? Las reformas a la Ley Orgánica Constitucional de Gobierno y Administración Regional - LOCGAR3, cada vez ha ido entregando mayor poder a las regiones en cuanto a las decisiones político-estratégico de sus territorios (ello incluye la misma cultura). El artículo 134 de la ley, señala que la administración superior de cada región del país radicará en un Gobierno Regional – GORE, que tendrá por objetivo el desarrollo social, cultural y económico de esta. Para ejercerlo, la misma ley dota al GORE de la competencia de elaborar políticas, planes,

programas y proyectos de desarrollo5, a través de la asesoría de las Secretaría Regional Ministerial – Seremi, institución subordinada en cuanto a la elaboración, ejecución y coordinación de las políticas, planes, presupuestos y proyectos de desarrollo6, y deberá informar prioridades regionales para la elaboración de las políticas nacionales7. Las políticas públicas regionales deberán ser aprobadas por el Consejo Regional - CORE8 para entrar en vigencia. Este proceso cambia rotundamente la manera de formular y dar operatividad a las políticas públicas en Chile. Ya no será el nivel central quien dictará las políticas y las bajará por medio de las SEREMIS, sino que serán las propias regiones, a través de sus autoridades, quienes aprobarán el calce entre la política pública nacional y los intereses de la región, teniendo como resultado su propia política pública regional. Además, a esto hay que añadir que, al momento de presentar una candidatura a Gobernador Regional, la ley establece la presentación de un programa de gobierno9, que manifestará las acciones y directrices que se buscará alcanzar durante el período de gestión de cada gobernador. Este programa, necesariamente, tendrá que incluir el ámbito

1 Artículo 130, Constitución Política de la República de Chile

2 Vigésima Octava Disposición de la Constitución Política de la República de Chile.

3 Ley 19.175

4 ídem al anterior

5 Artículo 16, letra a. Ley 19.175

6 Artículo 62. Ley 19.175

7 Artículo 64, letra a. Ley 19.175

8 Artículo 24, letra b. Ley 19.175

9 Artículo 84. Ley 19.175

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10

Incluye: Estrategia Regional de Desarrollo ERD, Plan de Ordenamiento Territorial – PROT, Políticas Públicas Regionales y el Plan Plurianual Multinivel de Inversiones – PPMI (que incluye

del desarrollo cultural, y ser acorde a los instrumentos de planificación regional10 vigentes, entre los cuales se encontrarán las políticas públicas regionales en cultura, emanadas del mismo GORE.

los convenios de programación y convenios territoriales).

11

Artículo 71. Ley 19.175

12

Según la descripción de Chile Indica. Los

Tanto el Gobernador Regional como el CORE, tendrán potestades en llevar a cabo acciones de políticas públicas regionales, pero ¿Cómo asegura la autoridad regional que las carteras sectoriales respondan a los intereses regionales y no a los intereses del nivel central?

conceptos utilizados corresponden a los nombres del subtítulo 22, 24, 29,31 y 33, del clasificador presupuestario de la nación. El ARI, además solicita información de algunos organismos públicos respecto del subtítulo 23, 29 y 32.

13

Artículo 71. Ley 19.175

Acá es donde aparecen con mayor fuerza las últimas reformas a la LOCGAR. El Gobernador Regional, durante el segundo trimestre, le presenta al CORE el Anteproyecto Regional de Inversiones – ARI, el cual la propia ley lo define como la estimación de la inversión y de las actividades que el GORE, los ministerios y servicios públicos efectuarán en la región, identificando los proyectos, estudios y programas, y la estimación de sus costos 11 . Es decir, el ARI es un primer acercamiento presupuestario que considera el total de las iniciativas desarrolladas por todo organismo público presente en la región. Por ejemplo, la Seremi de las Culturas deberá informar sobre las posibles iniciativas a ejecutar durante el próximo año; estas iniciativas declaradas corresponderán a los subtítulos presupuestario de: Bienes

y Servicios de Consumo (sólo los estudios e investigaciones), Transferencias Corrientes, Iniciativas de Inversión y Transferencias de Capital12. Las iniciativas informadas por la Seremi tendrán que estar vinculadas a los instrumentos de planificación regional, además de proporcionar información relevante que van más allá de su costo. Cada iniciativa debe incluir: unidad territorial, fuente de financiamiento, beneficiarios, resultados esperados, descriptor y los instrumentos regionales a los cuales responde, siendo un elemento clave al momento de tomar decisiones de inversión y planificación regional. El ARI, como se explicó anteriormente, es presentado por el Gobernador Regional al CORE, quienes lo aprueban, para luego ser utilizado en la formulación de los presupuestos propios de cada Ministerio13. La formulación y negociación del ARI es indispensable para la formulación del presupuesto de cada Seremi. Teniendo en consideración estas dos grandes potestades que asume el GORE, ¿se ha tomado el peso real a la reforma a esta Ley Orgánica? La reforma en la LOCGAR ha sido una reforma silenciosa, que ha pasado un tanto desapercibida por cuestiones realmente urgentes que surgieron en la agenda pública, como lo fue la revuelta del 18 de octubre, y actualmente la pandemia del Covid-19,


siendo esta última la que ha tenido más impacto al empujar su calendario electoral. Sin embargo, en un plazo menor a un año se llevará a la práctica, y como se ha expuesto en los párrafos precedentes, afectará en una buena medida al sector cultural. Cada candidato a gobernador de las dieciséis regiones, tendrá su propio programa de gobierno, el que deberá incluir su quehacer en las culturas, las artes y el patrimonio a nivel regional; el GORE tendrá la potestad de formular políticas públicas regionales en cultura y; por último, el GORE tiene el poder de aprobar las iniciativas culturales, según su vinculación con los instrumentos de planificación regional a través del ARI. Es de suma importancia, por lo tanto, que en algún momento se pueda abrir la discusión respecto a esta realidad, que repercute directamente en la Gestión Cultural. Anteriormente las autoridades del nivel regional no tenían mayor inferencia en decisiones sectoriales (como la cultura), ya que todas las iniciativas provenían del nivel central. En esta nueva avanzada hacía la regionalización, las autoridades electas democráticamente, tendrán la potestad de decidir los objetivos estratégicos del territorio (política regional de cultura) y las iniciativas que promuevan el logro de esos objetivos (programas y proyectos informados en el ARI). La Gestión Cultural, a través de la identificación y

promoción de la participación de actores públicos, academia y organizaciones de la sociedad civil, deberá buscar que estas instancias de decisión sean integrales a la región, tomando este momento político como una oportunidad para cooperar en la construcción de: políticas públicas culturales e iniciativas culturales, acorde a la realidad del territorio. Estos dos últimos, pensando más allá de la parcelación sectorial, sino que, como un modelo integrador, en donde las políticas culturales regionales puedan incidir en iniciativas de otras carteras como la Seremi de Educación, Seremi de Obras Públicas, CORFO Regional, FOSIS Regional, SERNATUR, CONAF, CONADI u otros; o que las iniciativas de la Seremi de las Culturas tenga impacto en otras políticas regionales, además de la política regional cultural. A pesar de todos los embates que ha traído el Covid-19, es urgente tomar un poco de este tiempo para pensar en esta reforma y cómo se configura el nuevo escenario en el ámbito de la cultura. El momento que viene puede convertirse en una buena oportunidad para llevar a la práctica una gestión cultural pertinente en el nivel regional, que busque plasmar las necesidades y aspiraciones de todas y todos sus habitantes en políticas culturales regionales oportunas, e iniciativas culturales que respondan a los intereses reales del territorio.

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VOCES MGC: LECTURA SOCIOCULTURAL DE LA PANDEMIA EN CHILE

ECONOMÍA CREATIVA EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS PAULINA ALEJANDRA CRUCHETT PASTRANA Administradora en Turismo y Cultura e Ingeniera Comercial de la Universidad de Valparaíso. Posgrado Internacional en Políticas Culturales de Base Comunitaria FLACSO. Magíster en Gestión Cultural, Universidad de Chile.

1

Newbing , J. (2010). La economía creativa: una guía introductoria. British Council.

2

Buitrago Restrepo, F., & Duque Marquez, I. (2013).

La nueva realidad que a nivel mundial nos aqueja, corresponde a la Pandemia del Covid-19, con centenares de personas encerradas en sus casas a modo de cuarentena, toques de queda y distanciamiento social, lo que ha generado una decadencia en los espacios de encuentro y, con ello, muchas de las actividades ligadas al ocio y al tiempo libre. Entre ellos la industria del turismo y las industrias culturales y creativas han sido golpeadas con cierres, cancelaciones de espectáculos, suspensión de talleres, entre otros.

La Economía Naranja, Una Oportunidad Infinita. New York: BID.

3

Casabón, C. (15 de mayo de 2017). Foro Económico Mundial. Recuperado el mayo de 2019, de La

En el informe sobre “Economía Creativa” de la UNCTAD 2010, se establece que “La economía creativa es un concepto basado en los recursos creativos que de manera potencial generen crecimiento económico y desarrollo. Puede fomentar la generación de ingresos, creación de empleo e ingresos de exportación, mientras que también puede promover la inclusión social, diversidad cultural y desarrollo humano”.1

economía informal de América Latina supera por primera vez la de África Subsahariana: https://www.weforum.org/es/agenda/2017/05/ la- economia-informal-de-africa-estaretrocediendo-mas-rapido-que-la-economialatinoamericana/.

4

ILO. (13 de octubre de 2014). Obtenido de Guy Ryder: Formalization of the informal economy a priority for the Americas.: https://www.ilo.org/ americas/sala-de-prensa/WCMS_313821/lang--

Una de las características de la Economía Creativa, principalmente en Latinoamérica, corresponde a la precariedad laboral, trabajos sobra e informales, dependientes del día a día y de fondos concursables, prácticas que son la tónica para el ecosistema creativo en cuanto a empleo. Con ello, resulta interesante destacar los antecedentes del sector en el continente, entregados en el libro de Buitrago Restrepo e Iván Duque, “La Economía Naranja, Una oportunidad infinita”2, en el cual se presentan cifras relacionadas con crecimiento y empleo, dónde se menciona que la economía creativa crea cerca de 1,9 millones de empleos en Latinoamérica; sin embargo, no relaciona las tasa de informalidad existente del 43% según el FMI3 y 47% según la OIT4 en la zona, e incluso, aún, la característica de informalidad laboral del sector cultural como una de las tasas más altas, según el economista Ernesto Piedras.5

en/index.htm.

5

Piedras, E. (2008). México: Tecnologia e cultura para um desenvolvimento integral.” En Ana Carla Fonseca Reis, Org. Economia criativa como estratégia de desenvolvimento: Uma visão dos paises em desenvolvimento. São Paulo: Itaú Cultural.

6

CNCA. (2017). Plan Nacional de Fomento a la Economía Creativa. Santiago, CNCA.

Caso que se replica en el contexto chileno, donde el 6,6% del total nacional corresponden a trabajadores de oficios u profesiones culturales y de este porcentaje el 25,5% poseen un empleo informal.6 Lo anterior se ha agudizado ante esta nueva realidad, a consecuencia de las restricciones sociales y confinamiento, donde la informalidad ha mutado al desempleo y la incapacidad de muchos y muchas en poder generar ingresos, antecedente que se evidenció en el “Catastro de Estado de Situación, Agentes, Centros y Organizaciones Culturales” para el Plan de Acción Coronavirus, donde exponen que los trabajadores y trabajadoras de las artes y las culturas han sufrido la cancelación de actividades previamente confirmadas (36,4%), la disminución de su ingreso percibido (25,6%) y la postergación de


Archivo Sao Paulo Fashion Week

Violeta Quispe Yupari, de 30 años (derecha), y su madre, Gaudencia Yupari (izquierda), de 54 años, son mujeres indígenas de la comunidad de Sarhua, Ayacucho, Perú. A raíz de la crisis generada por el coronavirus, decidieron empezar a confeccionar máscaras médicas con diseños andinos. (Cristian Rene García Díaz - Handout Agencia Anadolu)

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7

Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. (2020). Catastro de estado de los agentes culturales y artísticos / COVID-19. Santiago: Plan de Acción Coronavirus Covid-19.

8

Futuro 360. (25 de Marzo de 2020). Con sello chileno: Crean mascarillas con partículas de cobre para enfrentar la pandemia. Recuperado el Junio de 2020, de https://www.futuro360.com/

actividades (16,7%).7 Tal situación hace inevitable que nazcan estrategias desde las políticas públicas para que este sector genere alternativas ante esta emergencia, no solo el Plan de Emergencia en Apoyo a las Culturas, las Artes y el Patrimonio, del cual se han generado diversas críticas por impulsar nuevamente un sistema de “concursabilidad” ante una situación crítica que están pasando los y las artistas, cultores y agentes culturales.

videos/mascarillas-con-particulas-de-cobrecoronavirus_20200325/

9

Anadolu Ajansı, S.A.T. (8 de Mayo de 2020). De polleras a tapabocas: indígenas de la comunidad Sarhua en Perú crean arte en medio de la pandemia. Recuperado el Junio de 2020, de https://www.aa.com.tr/es/cultura/depolleras-a-tapabocas-ind%C3%ADgenas-dela-comunidad-sarhua-en-perú-crean-arte-enmedio-de-la-pandemia/1834137

Sin embargo, el transcurso de la historia ha dejado la enseñanza de que en tiempos de crisis es importante comenzar a visibilizar oportunidades, sin dejar de lado cuestionamientos claves que han salido a la luz, propios de un sistema neoliberal que ha fortalecido la desigualdad y puesto en jaque a sectores que dependen de una fuerte política pública, como lo son diversos productos y servicios creativos que poseen un alto valor cultural que van más allá de lo económico, y por ende difícil de implementar en el mercado. Una alternativa para los creativos es diversificar y/o modificar su cadena de valor, ya sea incorporándose en nuevos mercados o industrias que no son parte de la Economía Creativa, pero que no se han visto afectadas tan fuertemente con la crisis, a modo de Spillovers, como la implementación de diseño gráfico en organizaciones tradicionales, videojuegos en minería o educación; o ampliar canales de distribución, como la utilización de despachos a domicilio para el sector de artesanía, plataformas como OndaMedia para la distribución audiovisual, creación de publicaciones en vivo en diversas plataformas o la incorporación de nuevas líneas de productos. La diversidad de participantes del sector hace que las soluciones y reinversiones durante este periodo se manifieste de diferente manera.

La tecnología se ha transformado en un aliado que ha podido potenciar principalmente a sectores como los videojuegos, música y audiovisual; por otra parte, se han incorporado nuevas vinculaciones con el sector educativo con diversas plataformas, de manera que artistas exponen su talento como una estrategia docente. Por otra parte, la conectividad digital gracias a las redes sociales ha ayudado a vincular con compradores de las propias comunidades, espacio que, si bien no reemplaza ingresos establecidos en los mercados tradicionales como las ferias o locales establecidos, ha ayudado a la visibilización y fomentado el concepto de “compra local”, principalmente en el sector de artesanía y diseño. Por otra parte, específicamente el sector de la moda se ha incluido una nueva prenda, las mascarillas, en las cuales poco a poco se ha visto la incorporación de diseño personalizado, tecnología - innovación, incorporación de textilería típica, diseño de autor, entre otros. Ejemplo de ello, han sido las mascarillas con partículas de cobre como textil innovador antimicrobiano8 y las mujeres indígenas de la comunidad de Sarhua, Ayacucho, Perú, quienes cambiaron de fabricar su tradicional pollera (faldas) a la realización de mascarillas con diseño textil andino.9 Cabe destacar, que la implementación de estos cambios y oportunidades, requieren de incentivos y planes a nivel gubernamental, dado que, en primer lugar, puede que muchos de los creativos no posean los capitales necesarios para generar contactos en otras industrias, como también para implementar de manera exitosa nuevos modelos de negocios que integren diversificación en su cadena de valor. Por lo anterior, durante este periodo de crisis, es imperativo el fortalecimiento del ecosistema creativo,


https://www.cultura.gob.cl/institucional/ministerio-de-las-culturas-las-artes-y-el-patrimonio-destinara-15-mil-millones-de-pesos-para-apoyar-a-artistas-y-organizaciones-ante-emergencia-por-coronavirus/

con la academia, organismos públicos y privados, que ayuden de manera remota (dado al confinamiento) a gestionar las dificultades y conectividades que requiere la industria cultural y creativa. Sin embargo, estas oportunidades no pueden ser un sustituto de actividades que generen experiencias más sensoriales, como por ejemplo en las artes escénicas, artes circenses y artes plásticas. Se debe tener en claro, que parte de estas nuevas oportunidades generadas durante la actual crisis sanitaria,

no van a sanar las carencias que en primer lugar han llevado años a la precarización de la esfera creativa, pero sí puede ser un tiempo de planeamiento de futuras estrategias que fortalezcan los espacios de vinculación de los espectadores y creadores. Por otra parte, esta situación dejó en evidencia la importancia y relevancia de las culturas y las artes en las personas, su valor intangible, calidad de derecho humano y cohesionador social, ya que ha mantenido a flote emocional y mentalmente a la mayoría de la población en tiempos de cuarentena.

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SECCIÓN INTERNACIONAL

COVIDO, ERGO ZOOM1 LA CULTURA EN TIEMPOS DE PANDEMIA (APUNTES PRELIMINARES)

SERGIO VILLENA FIENGO

Doctor en estudios de la sociedad y la cultura. Director del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Costa Rica.


Vivimos tiempos de pandemia. Para controlar la diseminación del Covid-19 y conjurar el miedo colectivo a la enfermedad y sus secuelas, se han impuesto de manera abrupta y combinada dos imperativos sociales, la distancia física y la proximidad virtual, los cuales tienen importantes consecuencias en la organización cotidiana de la vida social en todos sus aspectos, incluido el cultural. Con estos apuntes preliminares me propongo caracterizar fenomenológicamente los rasgos más relevantes de esos imperativos pandémicos y, con base en esa contextualización general, analizar de manera comprensiva las implicaciones que las medidas aplicadas para responder a esos imperativos han tenido para el sector cultura. Mi referente general es la región latinoamericana; razones de espacio me impiden hacer referencia a ejemplos puntuales.

1 Agradezco la sugerencia del título al escritor costarricense Fernando Contreras Castro.

Los imperativos pandémicos El imperativo de la distancia “social” (confinamiento físico) Por un lado, estamos frente al imperativo de separar, aislar e incluso inmovilizar los cuerpos. Toda vez que se ha establecido científicamente que el virus se transmite mediante contacto físico personal y con el fin de prevenir el contagio, los gobiernos, las comunidades y los propios individuos buscan establecer distancia física entre las personas; para ello, recurren a medidas que hasta hace muy poco parecían ser cosa del pasado, como la cuarentena. Se impone así el imperativo de la “distancia social”. Se sustrae la corporalidad —que se magnifica como vector de transmisión del virus— de los espacios públicos y se prohíben los encuentros masivos, cuando no los contactos íntimos. Se confina —recluye— el cuerpo en los espacios domésticos y se limita el contacto físico a la “burbuja social”, previa sanitización rigurosa, cuando no obsesiva. Se produce entonces un cambio repentino e improvisado en el manejo territorial del cuerpo, en su localización y su desplazamiento en el espacio, en sus relaciones con los otros cuerpos. Eso nos obliga con urgencia a repensar el mundo material y social inmediato en el que nos movemos, a redefinir la organización y los usos del espacio y del tiempo, a reinventar nuestras interacciones sociales, a reformatear las relaciones proxémicas que establecemos con el espacio y las personas que nos rodean. También a extremar las medidas de higiene antes, durante y después de cualquier contacto físico con el otro e, incluso, con las huellas que ese otro deja sobre la superficie de los objetos. El cuerpo es encerrado en el espacio doméstico y sometido a formas de control propias de una sociedad disciplinaria (Foucault). Para asegurar la “distancia social”, se apela a la autoridad del Estado y se implementan medidas de excepción, como toques de queda y restricciones de movilidad. En consecuencia, se intensifica la vigilancia policial y el control comunitario, estableciendo nuevas sanciones administrativas e incluso penales para los infractores de las medidas sanitarias. El imperativo de la proximidad virtual (hiperconexión cibernética) Enfrentamos también el imperativo de mantener operando la economía y la vida social. Con ese fin, se nos impone la hiperconexión en una red global, a la que debemos estar conectados permanentemente y en la cual estamos sometidos a nuevas formas de vigilancia (y manipulación), como decía Deleuze. Para cumplir con esta exigencia, que —a diferencia de las medidas de aislamiento y confinamiento— es un rasgo inédito en la historia de la humanidad, se nos imponen requerimientos materiales, cognitivos, sociales y emocionales. Veamos. Entre los primeros, destacan los requerimientos de equipamiento, conectividad y localización: necesitamos proveernos de dispositivos (desktop, laptop, Tablet, Smartphone, SmartTv) y asegurarnos que estén conectados eficazmente a la red; por otra parte, debemos ubicar este equipamiento dentro de nuestro espacio doméstico, que entonces deja de ser un espacio privado y se traslapa con la escuela, la oficina, la tienda, entre otros.

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En cuanto a las exigencias cognitivas, se nos impone la urgencia de alfabetizarnos digitalmente. Tenemos que aprender a golpe de tambor a utilizar dispositivos, plataformas, sistemas, programas y aplicaciones informáticos: plataformas de e-Learning, aplicaciones comerciales (Amazon, Uber, Globo, etc.), sistemas especializados de uso corporativo (en mi caso, los diseñadas para uso exclusivo en la UCR), herramientas informáticas para el trabajo (los utilitarios para “productividad”). También debemos aprender a utilizar redes sociales para mantener nuestros contactos (Facebook, Twitter, Tinder, etc.), suscribirnos a canales informativos y recursos para el entretenimiento (Netflix, HBO, AmazonPrime, etc.); más aún, aprendemos nuevos códigos de comunicación, utilizando lenguajes taquigráficos y códigos visuales para expresarnos eficazmente (emoticones, memes, etc.). Equipados y conectados, se nos impone la tarea de organizar nuestras redes de contactos, de actualizar nuestros directorios, de organizar grupos de chat, de reconfigurar la privacidad y la seguridad de nuestras redes sociales. Equipados, conectados, alfabetizados y enredados, nos queda aún la tarea de reinventar nuestras interacciones y formas de sociabilidad; sentimos la necesidad de rediseñar nuestra presencia/ imagen pública, que ahora se reduce casi totalmente a nuestra imagen facial y a una comunicación bimodal, que combina textualidad cifrada y oralidad; también debemos discriminar canales de comunicación, improvisar protocolos de interacción y códigos de comunicación con nuestros distintos círculos sociales: la familia extendida, las y los amigos, las personas con las cuales trabajamos, los desconocidos y, muy importante, los intrusos que buscan penetrar en nuestra vida informática. Como resultado de esos imperativos combinados, se impone la insoportable levedad del cuerpo y la abrumadora presencia virtual de los otros. Cambian el sentido y los usos del tiempo, del espacio, del lugar y del cuerpo, pero también las coordenadas de sentido y las escalas de valor. Las coordenadas básicas de nuestra existencia cotidiana están siendo transformadas, a un punto tal que en cierto modo nos asalta la extraña sensación de que estamos viviendo un momento anómico.

El lugar de la cultura en la pandemia En ese escenario distópico de desenlace incierto, las instituciones y los trabajadores de la cultura enfrentan un conjunto de retos importantes, que deben afrontar “confinados” e “hiperconectados”, como la mayor parte de la sociedad, a saber: Continuar proveyendo “alimento para el alma”; readecuar sus formas de producción y puesta en circulación de su trabajo; rebuscar las maneras de cubrir al menos sus necesidades básicas. En mi aproximación a la manera en que se están enfrentando esos retos, trataré de establecer un balance entre lo que, apelando a una vieja pero fructífera dicotomía, se denominaron posiciones “apocalípticas” y posiciones “integradas” (Eco). Concluiré este breve ensayo haciendo referencia a la importancia de la cultura en la comprensión del acontecimiento, la elaboración del duelo y la imaginación de escenarios futuros Proveer “alimento para el alma” Para los trabajadores de la cultura se impone, tanto social como vocacionalmente, la tarea de continuar cumpliendo con su misión histórica como “gente del don”, la cual ha sido magnificada por las consecuencias materiales y emocionales de la pandemia: el aislamiento físico, la hiperconectividad, la reestructuración de la cotidianidad y los riesgos de perder el empleo, de mermar los ingresos, caer en el desabastecimiento, etc. El sector cultural ha cumplido extraordinariamente ese papel en prácticamente todas partes, asumiendo motu proprio la responsabilidad de asegurar el derecho a la cultura para toda la sociedad. Desde el inicio mismo de la pandemia, y de la puesta en marcha de las medidas para enfrentarla, diversos artistas consagrados y emergentes, institucionalizados e independientes, profesionales y comunitarios, han ofrecido generosamente sus creaciones al público, en general sin exigir retribución económica. Desde luego, eso no aplica a las grandes multinacionales del entretenimiento electrónico, sin duda uno de los sectores más beneficiados económicamente por la explosión del consumo cultural virtual en tiempos pandémicos. Cuando el acceso se realiza


previo pago, no se trata de asegurar un derecho, sino de rentabilizar un producto, lo cual convierte a las artes y la cultura en mercancías, en bienes y servicios transables en el mercado digital global. Ciertamente, desde la misma sociedad surgen también formas de resistencia activa (piratería) o pasiva (desconexión) frente a estas tendencias. Readecuar la producción y circulación de la creación cultural Para cumplir con esa “misión histórica”, los y las trabajadores de la cultura se han visto impelidos a readecuar sus formas de producción y de circulación de sus creaciones. Cuando el colectivo artístico no traslapa la agrupación familiar, ha sido imposible reunirse con los compañeros de creación e interpretación en los lugares habituales de ensayo y puesta en escena (academias, teatros, salas de concierto, galerías, etc.). Para paliar esa situación, han debido refuncionalizar sus espacios domésticos,

para convertirlos o potenciarlos, también, en talleres, estudios, salas de ensayo, estudios de grabación y micro escenarios. El confinamiento doméstico ha implicado también suspender el vínculo cara a cara —“selecto” o masivo— con los públicos, fundamental para mantener una relación de mutua retroalimentación. Se frustra una vez más la —como había señalado Walter Benjamin— recepción “cultual”, necesaria para conservar “el aura” de la obra de arte, pero también —como destaca Eric Hobsbawn— para experimentar el sentido de comunidad. La reconstrucción de ese vínculo directo con el público en el espacio público —por ejemplo, mediante la festivalización y ferialización, también denominada “eventismo”— había sido una de las tendencias centrales en los últimos años en el ámbito artístico cultural. Como un aporte desde el arte y la cultura, se ha procedido a digitalizar el acervo cultural ya existente en archivos y repositorios. Esta

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tarea la han realizado prolíficamente instituciones y trabajadores con vocación de servicio público y gratuidad, para asegurar el acceso a la cultura, hacer más llevadero el confinamiento y más formativa la hiperconexión. Pero también la han realizado la gran industria cultural y, en particular, las grandes plataformas multinacionales de acceso pagado, como Netflix, Amazon, Spotify y YouTube, entre otras. Sin embargo, la pandemia también ha estimulado nuevas formas de creación cultural y artística, las cuales han surgido como una respuesta expresiva a las amenazas de la enfermedad, pero también a los cambios en la cotidianidad producidos por las medidas tomadas para combatirla. Dejando por ahora de lado el impacto de la pandemia como “tema” (volveremos sobre ello), cabe aquí referirnos brevemente a las mutaciones en las infraestructuras y los procesos de creación. Por un lado, en muchos casos se han tenido que adaptar los espacios domésticos, así como reestructurar las temporalidades familiares. Pero también ha sido necesario adaptar las rutinas de ensayo, el trabajo coordinado en grupo, para espacios no especializados e, incluso, poco aptos y en coordinación “virtual” con pares. Especialmente en las artes performativas — danza, música y teatro—, esto ha hecho renacer ciertos géneros, como los monólogos, pero también reinventar algunos otros, como la danza estacionaria o en microespacios domésticos.

En el caso de la música grupal, hemos visto un prolífico uso de las plataformas virtuales de interacción colectiva sincrónica con audio y video, para realizar y transmitir conciertos colectivos en tiempo real, muchas veces con la participación de músicos residentes en lugares distantes entre sí. Esta innovación en los formatos de producción cultural, que recuerda en parte la revolución de los clips musicales en tiempos de MTV, probablemente llegó para quedarse. Los músicos parecen haber descubierto y apropiado rápidamente estas nuevas potencialidades tecnológicas, desarrollando nuevas formas de colaboración, en escalas locales, nacionales e internacionales. También se está experimentando con nuevas maneras de contacto con los públicos, sincrónicas o no, individuales o colectivas, interactivas o no. Museos, galerías, colectivos de artistas plásticos, e incluso editoriales y creadores literarios, están realizando exposiciones, ferias y subastas, por medios virtuales. Las artes performativas están organizando conciertos, recitales y presentaciones por medio de plataformas de co-working virtual y difusión vía streaming. Como resultado, los públicos (fragmentados) tienen acceso “desde su casa” a museos y presentaciones que se realizan en distintos lugares del mundo, pero también a producciones locales, al patrimonio cultural y a las creaciones recientes, en un marco de interculturalidad ampliado. Ciertamente, la virtualización de la producción y la difusión cultural enfrenta


desigualdades importantes, lo que nos desplaza desde la dimensión fenomenológica a las condiciones estructurales. No todas las instituciones o los artistas tienen los capitales económicos, simbólicos, sociales, para acceder y operar las nuevas tecnologías como soportes de producción y promoción. Tampoco las diversas creaciones culturales son susceptibles de virtualización a ritmo acelerado, así como no todas las sociedades y comunidades tienen las mismas capacidades para virtualizar sus expresiones culturales.

mente sus posibilidades de acceso virtual a las producciones artísticas y culturales, otros ven limitadas sus posibilidades de acceso a esos acervos ampliados. En otros casos, donde hay conexión pero no recursos para la producción y puesta en red de las creaciones locales, la población queda reducida a consumidor de productos “globales”, no pudiendo acceder a la producción nacional o local, que queda en un segundo plano.

De manera que, en este proceso de virtualización acelerada en tiempos de pandemia, nos enfrentamos a la emergencia de nuevas inequidades en el campo cultural. Eso, por otra parte, plantea importantes retos a los estados, organismos internacionales, universidades y otros agentes que norman, financian y promocionan la cultura. En estos meses hemos visto que algunos, los con mayor fortaleza institucional y capacidad de resiliencia, han de reaccionar tímidamente a esos retos, implementando becas y fondos para apoyar la “virtualización”, así como explorando nuevas sinergias y encadenamientos, por ejemplo con las áreas tecnológicas o las actividades educativas.

Pero la pandemia plantea cuestiones incluso más elementales, como la sobrevivencia cotidiana de muchos de los trabajadores de la cultura. La emergencia ha hecho visible la precariedad en la que la mayor parte de los trabajadores de la cultura venían realizando su actividad. Allí donde se dispone de estadísticas —muchas veces generadas durante la misma pandemia, por la urgencia de conocer un poco mejor la situación del sector— se puede constatar que la mayor parte de los trabajadores de la cultura son trabajadores precarios, con bajos ingresos, carentes de las garantías contractuales y excluidos de la protección social.

Lo mismo puede decirse de los distintos públicos. No todos tienen las mismas condiciones económicas, sociales y culturales para conectarse eficientemente a las redes globales, o para suscribirse a canales de pago, de manera tal que mientras unos — los más privilegiados, en las sociedades más privilegiadas— ven ampliarse hiperbólica-

Rebuscar: cubrir las necesidades básicas

Por otra parte, las prohibiciones de movilidad y aglomeración han afectado drásticamente las actividades culturales y de entretenimiento, en las cuales los y las trabajadores de la cultura prestan sus servicios y se ganan la vida. Esto se constata prácticamente en todos los ámbitos y disciplinas, desde la ópera hasta el arte circense callejero, pasando por la actividad teatral y la danza, o

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incluso la literatura, afectada por el cierre temporal de las librerías, la cancelación (o su virtualización) de ferias del libro y otras actividades promocionales, como las giras nacionales e internacionales. Así, los y las trabajadores se han visto privados de empleo e ingresos; en muchos casos, tampoco han podido acceder a las “ayudas” u otro tipo de medidas asistenciales que han implementado los gobiernos, organizaciones filantrópicas y comunidades. En respuesta, los mismos trabajadores de la cultura han fortalecido sus organizaciones gremiales, han desarrollado actividades solidarias y han ejercido presiones ante las autoridades y otras instituciones. Los gobiernos han reaccionado de distintas maneras a esas presiones, implementando fondos especiales de asistencia social para los artistas, los cuales en general han sido insuficientes incluso para paliar las necesidades básicas de los y las trabajadores de la cultura y sus familias. En algunos casos, las limitaciones estatales para responder a estas exigencias han llevado incluso a organizar —sin mucho éxito— “teletones” y “colectas” para recaudar fondos con ese fin; en otros, como el de Bolivia, las autoridades han mostrado una insensibilidad extrema, al punto de ¡decretar el cierre del Ministerio de Cultura! Entonces, la crisis del sector asociada a la pandemia ha hecho evidente la precariedad estructural del trabajo de los artistas, las débiles medidas de protección laboral y social que existen para ellos y ellas, así como la escasa respuesta social y comunitaria a sus necesidades de sobrevivencia,

pero también la debilidad de su organización gremial y de su capacidad de presión coordinada como sector. De igual manera, ha mostrado la ausencia de transversalidad y los escasos encadenamientos del sector cultura con otros sectores, en especial con los considerados esenciales en esta emergencia, como la salud y la educación, por ejemplo. Como sea, lo positivo es que esta emergencia está estimulando la organización gremial y la movilización colectiva de los y las trabajadores de la cultura. El modelo neoliberal que imperaba en la “vieja normalidad”, imponía pautas de mercado también en el mundo de las artes y la cultura, estimulando la fragmentación y la competencia darwinista, así como la mercantilización del trabajo y de los bienes y servicios culturales, valorando más su rentabilidad que su calidad artística o su aporte cultural. Esta crisis pone de nuevo en relieve la “excepcionalidad” de la cultura, que en lo básico plantea que la cultura no es un bien mercantilizable como cualquier otro, sino que es un derecho humano, que debe ser protegido y provisto por el Estado. Precisamente, los y las trabajadores de la cultura están participando en el debate público y en las negociaciones con las instituciones que están gestionando la crisis y diseñando la “nueva normalidad”, para que se garantice ese derecho y se contemple la especificidad de la cultura y de las formas de trabajar y contribuir a la sociedad que desarrollan los trabajadores de la cultura. Esa movilización ha encontrado cierto eco y acompañamiento en distintos ámbitos, como los organismos internacionales (por


ejemplo, la UNESCO está realizando un conjunto de actividades denominadas ResiliArt), los gobiernos centrales y locales, las universidades y las comunidades. Comprender el acontecimiento, elaborar el duelo e imaginar posibles escenarios futuros Es necesario repensar el lugar de la cultura en el momento actual, más allá de exaltar su papel como proveedor de entretenimiento gratuito, que ha sido frívolamente celebrado por muchos de los medios comerciales e incluso estatales de comunicación. Es necesario mirar más allá y tomar nota de un conjunto de retos que se nos plantean en esta coyuntura y en el futuro inmediato, a saber: la necesidad urgente de asegurar condiciones para el cumplimiento de los derechos culturales, lo que implica exigir que el “derecho a la cultura” se declare esencial en esta emergencia y en lo que vendrá el día después.

Es cierto que muchos de los y las trabajadores de las artes y la cultura, así como las instituciones del sector, tienen a su favor una enorme capacidad para sobrevivir a la precariedad y para mantener su actividad creativa. Se sabe que la imaginación, la experimentación y la invención, se potencia notablemente en situaciones críticas como las que estamos atravesando. Sin duda, los y las creadores seguirán alimentando nuestra imaginación y empatía para explorar nuevas formas de estar y hacer, individuales o colectivas, para enfrentar los múltiples desafíos que nos plantea esta crisis, así como lo que vendrá en el “día después”. Como sociedad, lo menos que podemos hacer es retribuir solidariamente esas contribuciones.

El estado y sus instituciones, respaldados por organismos internacionales, organizaciones gremiales y comunidades locales, deben desarrollar estrategias para asegurar la continuidad del funcionamiento de la creación, circulación y recepción cultural. Ciertamente, para eso, deben asegurar al menos las condiciones materiales mínimas necesarias para la sobrevivencia de los y las trabajadores de la cultura, así como proveer los recursos necesarios para mantener a flote y reactivar la institucionalidad cultural en todos sus niveles. Esas necesarias acciones son fundamentales para asegurar que la creación cultural contribuya a la comprensión de este acontecimiento, la elaboración del duelo y la imaginación de escenarios futuros.

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RELATOS VISUALES

74 NUDOS IMÁGENES Y TEXTO, CAROLINA AGÜERO (Puerto Montt, 1986) Vivo y trabajo en Valparaíso. Mi trabajo fotográfico propone, mediante la indagación de mis inquietudes sociales, y, sobre la base de tales preocupaciones, la construcción de temáticas visuales que propicien la reflexión para la identidad local. Mi interés por temas de gran complejidad sociopolítica, tales como la violencia de género, el lesbianismo, la transexualidad, los DD.HH y la marginalidad, nacen a partir de la observación de nuestra manera de relacionarnos con un otro, ya sea en el espacio público o en el privado. Me interesa provocar en el espectador la posibilidad de diversos análisis, reflexiones y sensaciones profundas que gatillen sus emociones e inquietudes. Abordo mis temáticas desde el respeto y la sensibilidad. Fundamentalmente, propongo imágenes fotográficas desde la autenticidad, invitando al espectador a reflexionar, desde un punto de vista crítico y respetuoso, sobre la heterogénea y desigual sociedad en lo relativo a sus derechos. Al presentar mis obras, espero lograr reflexiones esenciales entre la imagen y el sujeto que se posiciona al margen del canon social

74 Nudos es un proyecto investigativo que nace a partir de la historia de Michell, niña de 12 años que fue violada por su tío. Tal como ella, existe un sinfín de niñas y mujeres alrededor del mundo que, lamentablemente, han sido violentadas sexualmente. La violación es la forma más extrema de violencia, señal inequívoca de la articulación patriarcal que merma libertades y atenta contra la vida de las mujeres. Dada la articulación patriarcal y la coartación de libertades, con todos los niveles de violencia que se superponen en esta configuración social, surge mi inquietud acerca de cómo dejar testimonios, mediante el arte de la fotografía, acerca de la violencia contra las mujeres. Así, comencé a retratar a aquellas que han sufrido distintos tipos de violencias, desde el acoso callejero, la violencia intrafamiliar hasta las violaciones, estas últimas, en su mayoría, perpetradas por personas del círculo cercano de las víctimas, como sus tíos, vecinos, padres o amigos. El retrato- bordado es un acto de fijación de la memoria, mediante la aguja y el hilo; una puntada como acto de dolor de aquellas mujeres que han sido asesinadas, violentadas y desaparecidas por una única razón: haber nacido mujeres. Mezclo la memoria y su intervención mediante el bordado y los mensajes sobre sus vidas para fijarlos en este espacio-tiempo en que nos tocó vivir. La intertextualidad de las voces de mujeres y el uso de diversas técnicas, retoman estrategias simbólicas ancestrales.


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FOTOGRAFÍA Y CULPA CAROLINA CANDIA ANTICH

Tengo solo fotografía en mi cabeza, cianótica y mal compuesta. La verborrea constante en mis oídos como una mala poesía, el encierro, el miedo, la luz rasante... La rutina se genera como forma de resistencia, el arte como una fluctuante necesidad para evitar la implosión corporal. A pesar de esto (o por pesar de lo mismo) se me llena el estómago de culpa, tengo los dedos quebrados de tanto hacerlos crujir por la ansiedad. Mis cuestionamientos sobre la realidad del confinamiento por pandemia y la realización fotográfica como remedio de mi insistente neurosis, continúan ocupando un lugar de privilegio social. Las necesidades humanas básicas están siendo arrebatadas, consecuencia de un microorganismo que nos quita todo lo que presumimos como derecho de existencia. La misma realidad se comienza a cuestionar, la eterna pregunta sobre lo normal se vuelve cotidiana, la palabra incertidumbre como único hecho tangible. Es ahora cuando mi única respuesta es habitar nuestros cuerpos, conscientes de los segundos. Observar el propio encierro mental como la única manera de sobrevivir; solos, sin besos, sin abrazos, sin tocarnos, sin acercarnos a respirar lo mismo. La necesidad de sostener lazos, carreras, trabajos sobre una nube imaginaria de conexiones virtuales; lo “nuestro” nunca existió, todo lo construimos en base a una burda supremacía humana. La destrucción de todo lo que nos rodea nos escupe en la cara sus consecuencias, mientras yo sigo sentada pensando en cómo hablar sobre un recurso fotográfico. Sentada en mis privilegios culposos, me pregunto ¿el arte como sistema se vuelve vano, cuando las necesidades humanas más básicas comienzan a vislumbrarse desde la crudeza del hambre? ¿En qué aportan mis reflexiones y mi narración visual insistiendo en el vacío, a quienes no están sobreviviendo por causa de un sistema nefasto manejado por quienes prometieron protegernos? ¿De qué sirve, si siguen asesinando a destajo? El olor a muerto, las calles vacías, el dolor de las madres, la tierra como escenario distópico, las mentiras, la violencia, los golpes, los gritos, los niños, los ríos secos, humedales contaminados, glaciares líquidos, deforestación, genocidio animal, el hambre, la sed y la falta de oxígeno… el dolor… siempre todo se trató del dolor.


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REVISTA DE GESTIÓN CULTURAL


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