Una luz al mfinal del túnel

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punto, ni un minuto más ni menos, escuché voces fuera, eran Augusta y Enrique que estaban hablando mientras lo hacía entrar en casa. Me quedé irritado por causa de la puntualidad, me parecía como si estuviesen presionándome y odiaba esto, mientras me afeitaba escuché en la planta baja a mi suegra y Augusta que estaban ofreciendo café y bizcochos al Enrique mientras me esperaba. En mi cabeza, me quedé pensando conmigo mismo mientras me afeitaba; ¿Quién será este tío?, pobrecito, ha venido hasta aquí para intentar convencerme que pare de beber, el pobre no se imagina lo cuanto ya bebí durante toda mi vida y lo cuanto me gusta aun beber unas copas, este tío no debe entender nada de bebida, debe ser adepto de alguna religión, debe estar de traje oscuro y corbata con una Biblia debajo del brazo queriendo convertirme para que vaya a alguna iglesia, y si es así, no quiero ver éste tío ni aguantarlo cinco minutos, le digo que tengo un compromiso y lo hecho fuera. Bajé las escaleras que dan directo al comedor y vi de lejos al Enrique en cuestión, estaba allí confortablemente instalado bebiendo mi café y comiendo mis bizcochos, cuando me vio se puso de pié y se quedó parado, nos miramos fijamente los dos en los ojos, la distancia que nos separaba era más o menos de unos seis metros, como que siempre tuve ideas erradas sobre las personas preferí observarlo de lejos para ver si su cara me era simpática, tenía buena apariencia y su aspecto era bastante sencillo, tenía más de un metro y ochenta de altura y era fuerte, elegante pero sin sofisticación, tenía un gorro en la cabeza, Augusta nos presentó y me senté a la mesa junto con él para tomar un café y fumar un cigarrillo. Me quedé mirándolo y lo 121


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