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LAMENTO DE UN BORRACHO
Me acabo de despertar de un éxtasis mortal y la embriagada realidad no me permite pensar. Ahora puedo ver rojo sangre en mis manos. El silencio y el rojo queman mis oídos y vista, como si la Luna me dijera algo que no logro comprender. Recuerdo que no está mi hija en casa, y mareado empiezo a buscarla. Miro el reloj y marca las dos de la madrugada y también está arañado por la parte de El Sol. Ya comprendo todo. La estrella del techo se ha caído en la puerta del sótano. Entro en él y no me lo puedo creer. Allí está mi dulce niña con una afilada cuchilla y las venas abiertas como puertas azules. El rojo de mis manos no era sangre pero el de mi hija, sí. Puedo ver cómo su juventud se pierde por esa puerta azul. Llorando y gritando digo:
“ Querida, ¿por qué estás de sangre mojada?
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Querida,
¿podré coser tus venas como si nada?
Querida, ¿podré dejar de llorarte cada mañana?
Querida, papá te extraña”.
Sus venas, puertas azules, me siguen haciendo llorar. Cada mañana grito “ no ” al despertar, como si buscara en sueños parar el acto que se cometió por mi desgraciado comportamiento.