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EL IMPERIO AZTECA
Dominada
por unas leyes rígidas y cercenada por numerosos tabúes, la civilización de los aztecas o mexicas supo desarrollar, sin embargo, una medicina y una farmacopea eficaces basadas, en gran parte, en el conocimiento empírico. Pese a ello, y al igual que la de muchas culturas y civilizaciones antiguas, la práctica terapéutica azteca era una mezcla enmarañada de magia, de
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conocimientos cont rastados por la experiencia y de religión.
EL IMPERIO AZTECA
Uno de los grupos indígenas mexicanos más conocidos es el formado por los aztecas, que en realidad incorpora muchas tribus individuales, principalmente de habla nahuatl, que reconocen su origen en el mítico lugar de Aztlán.
El grupo más poderoso de los aztecas era el Mexica. Al parecer, se trasladaron al Valle de México después de que su dios, Huitzilopochtli, les ordenase cambiar de emplazamiento en el siglo XIII. Se cree que otras 16 tribus indígenas emigraron de su tierra natal a esta zona de México donde se encontraba el Imperio Azteca. Siendo uno de los últimos pueblos indígenas en llegar al Valle de México, los mexicas encontraron que toda la buena tierra estaba ya ocupada. Se vieron obligados a seguir buscando su propio lugar hasta que finalmente encontraron una pequeña isla en un lago del valle, que luego se convertiría en el famoso asentamiento azteca de Tenochtitlán. Los mexicas se hicieron expertos en el desarrollo de su país de origen, lo que les ayudó a elevar su posición en la escala social y política del Imperio Azteca, así como los matrimonios mixtos con otras tribus.
El dios azteca Xochipilli
Ambivalente, podía provocar y sanar enfermedades
al mismo tiempo. La magia, sobre todo, estaba muy presente en los métodos curativos de los médicos aztecas, porque la enfermedad solía atribuirse al hechizo de algún brujo inicuo y hacía falta, por tanto, una acción mágica para contrarrestarla. La religión también influía, porque los aztecas creían que algunas divinidades enviaban enfermedades y que otros dioses las curaban. Pero la terapéutica azteca también estaba basada en conocimientos empíricos como la importancia de la higiene, de los baños de vapor, de la desinfección y de las sangrías, y sobre las propiedades de los minerales y de las plantas, conocimientos que se adquirieron según un proceso no muy distinto del que hubiera empleado la ciencia actual. EL TESMACAL AZTECA, O BAÑO DE VAPOR Se utilizaba para el tratamiento del reumatismo, la parálisis y las neuralgias. Usaron los baños en corrientes naturales o el de vapor a 50º, como diaforético (sudorífico) o simplemente preventivo, se le llamaba Temascal. El baño tenía el doble
significado de curar el cuerpo y limpiar el alma.
El médico azteca, como bien explica Soustelle, era, ante todo, un brujo bueno admitido y apreciado por la misma sociedad que reprobaba al hechicero experto en maldiciones, al mago negro. Entre los maleficios que causaban enfermedades destacan especialmente los que consistían en la introducción mágica de un cuerpo extraño, lo que explica la existencia de curanderas con funciones tan extrañas como la de extraer piedras del cuerpo o gusanos de entre los dientes y de los ojos.
La creencia en la introducción mágica de cuerpos extraños también la profesan los nahua estudiados por Soustelle en la sierra de Orizaba y, como quiera que
estos descendientes de los antiguos mexicas atribuyen a menudo las enfermedades a los sufrimientos infligidos por el hechicero al doble animal o «tótem viviente» del enfermo, es probable que sus predecesores también creyeran en estas malignas influencias y que sus curanderos hubieran tenido que hacerles frente.
Pero más a menudo que en la lucha contra estos encantamientos, la función mágica del médico se manifestaba, sobre todo, en el momento del diagnóstico. Para determinar el carácter de la dolencia y averiguar su causa, los médicos aztecas se basaban, no tanto en la observación de los síntomas sino, como en la adivinación.
Para ello utilizaban distintos procedimientos. Uno de los más
sencillos consistía en echar granos de maíz sobre un trozo de tejido o en un recipiente lleno de agua para extraer conclusiones sobre cómo caían, flotaban, se agrupaban o dispersaban estas semillas. Otro procedimiento consistía en medir el brazo izquierdo del paciente con la mano izquierda untada de tabaco. Este diagnóstico lo efectuaban a menudo las mecatlapouhque, magas así llamadas mecatl (significa cuerda) porque su especialidad principal era la adivinación con trocitos de cuerda que al ser arrojados al suelo, quedaban más o menos enmarañados según la gravedad que revestía la dolencia. Otra curiosa especialidad médica era la de las atlantchiqui, curanderas que miraban en un recipiente con agua el reflejo de un niño enfermo para averiguar si había perdido su tonalli (energía vital).
ORGANIZACIÓN SOCIOCULTURAL AZTECA La última tribu nahuatlaca que llegó al Valle de México
fue la de los aztecas. En sus orígenes míticos, ellos
emergieron de los intestinos de la Tierra a través de siete cuevas, en un lugar denominado Chicomostoc.
Las tradiciones afirman que venían del Norte y que su país era un lugar de tierra colorada. Algunos estudiosos suponen que la cuna de los pueblos nahuas pudiera ser el valle inferior del Río Colorado. Se detuvieron en Aztatlán o Aztlán, que según varias leyendas significa “lugar de garzas” o “lugar de la blancura”, debido al color del plumaje de esas aves. Su localización exacta es desconocida, pero según algunos autores, es posible que estuviera localizado en una laguna situada en la desembocadura del Río San Pedro, en Mexcatitlán, Nayarit.
Algunas versiones señalan que el nombre de “azteca” proviene de ese lugar mítico llamado Aztlán, aunque ellos preferían denominarse mexicas.
Posteriormente, los aztecas abandonaron el “lugar de las garzas”
por indicaciones de su dios Huitzilopochtli, quien les ordenó que lo dejaran, pues habrían de encontrar un lugar con mejores tierras. Se dice que el grupo de pescadores y cazadores salió de Aztlán entre el año 890 y el 1111. Emprendieron su migración hacia el Sur, en la búsqueda de una señal que les indicaría que se establecieran otra vez. Vagaron durante años, según cuenta la leyenda, en busca de la señal en donde debían fundar su ciudad. Su peregrinación duró más de siete siglos.
Se cree que pasaron por los actuales territorios de Sinaloa,
Jalisco, Guanajuato y Michoacán. No es posible reconstruir en detalle el itinerario que habían seguido hasta que llegaron a las inmediaciones de San Juan del Río, desde donde se cuenta con más información hasta su llegada al Valle de México.
Una tradición cuenta que a los emigrantes aztecas los guiaba un dios llamado Mixitli. Otra que el conductor era Huitzilopochtli, poderoso caudillo elevado a la
categoría de dios después de su muerte. Una tercera leyenda presenta a
Huitzilopochtli como dios y como conductor y caudillo a Tenoch.
Los aztecas que dejaron Aztlán tenían por costumbre encender un fuego nuevo cada 52 años, que era la duración de un ciclo en su calendario. El primero celebrado después de iniciada su peregrinación fue el de Coatepec, cerca de Tula, en 1163. Habían vagado por mucho tiempo y se establecieron allí, donde vivieron varios años.
Según un mito, en Coatepec nació el dios Huitzilopochtli o Colibrí del Sur, hijo de Coatlicue. Era un hechicero que rendía culto a Tezcatlipoca, su caudillo y su dios más venerado.
Cuando los aztecas estaban en Coatepec surgió una disputa. Algunos de ellos, que seguían a Huitzilopochtli, querían irse y otros, que seguían a Coyolxuahqui, la hermana de Huitzilopochtli, querían quedarse.
En la batalla que siguió, los seguidores de Huitzilopochtli ganaron
y cambiaron su nombre a mexicas. La escultura del cuerpo desmembrado de Coyolxuahqui descansa hoy al pie del Templo Mayor, el centro religioso de los mexicas.
Guiados por Huitzilopochtli, se trasladaron a Tula y posteriormente a Apazco, donde celebraron el siguiente fuego nuevo en 1215. Se establecieron temporalmente en diversos sitios como Zumpango, Cuauhtitlan y Ecatepec.
Continuando su peregrinación, bordearon el Sur de la sierra de Guadalupe y llegaron a Tecpayocan, el actual cerro de Santa Isabel, donde encendieron su tercer fuego nuevo en 1267.
Desde su salida de Tula, los mexicas sólo permanecían unos años en cada lugar por donde pasaban, pues todas las tierras estaban ocupadas y nadie los
quería como vecinos por ser muy pendencieros, practicar formas
crueles sacrificios humanos y tener la costumbre de robarse a las mujeres casadas. de
Los Mexicas fueron la última tribu del Norte árido en llegar a Mesoamérica. Eran un pueblo pobre y atrasado, por lo que fueron mal recibidos por los habitantes de los señoríos de origen tolteca ya establecidos en el Valle de México.
Debido a su tardía aparición en el lugar, los mexicas se vieron obligados a ocupar la zona pantanosa situada al Oeste del lago de Texcoco, rodeados por enemigos poderosos que les exigían tributos.
Huitzilopochtli les dijo entonces que buscaran entre los carrizales de los islotes a un águila posada en un nopal, que estaría devorando una serpiente, la señal de que allí deberían establecerse definitivamente.
En el año 1325 los mexicas hicieron por fin el prodigioso descubrimiento y se establecieron en el lago, fundando la gran Tenochtitlán, bajo el auspicio del último caudillo-sacerdote Tenoch, quién le dio su nombre.
Ya asentados, estuvieron por varias décadas bajo el dominio del señorío de Azcapotzalco, como soldados mercenarios. Hacia 1430, los mexicas habían asimilado la cultura de los pueblos avanzados del valle y tenían poder militar. Entonces atacaron y derrotaron a Azcapotzalco e iniciaron así una sorprendente hazaña guerrera, que en sólo 70 años los hizo dueños del más grande imperio de Mesoamérica.
Los mexicas convirtieron el lecho del lago, poco profundo, en chinampas o

islas
artificiales domésticas. donde cultivaban verduras y flores, además de criar aves
Hicieron calzadas y puentes para conectar la ciudad con tierra
firme; levantaron acueductos y excavaron canales para el transporte de mercancías y personas. Las gigantescas dominaban el paisaje. pirámides sobre las que construían los templos
La ciudad floreció como resultado del alto grado de organización. A la llegada de los españoles, su imperio abarcaba casi todo lo que actualmente son los estados de Veracruz, Puebla, Hidalgo, México, Morelos, gran parte de Guerrero, Oaxaca, Chiapas y el territorio de Soconusco, en lo que hoy es Guatemala, Cuenca de México previamente a los Aztecas
Cuando los aztecas llegaron al Valle de México, estaba lejos de ser un lugar vacío. Debido a su riqueza de recursos naturales, el valle ha sido ocupado
continuamente durante milenios. El Valle de México se encuentra
a aproximadamente 2.100 metros sobre el nivel del mar, y está rodeado de altas montañas, algunas de los cuales son volcanes activos. El agua que corrió en arroyos desde estas montañas creó una serie de lagos poco profundos y pantanosos que proporcionaron una fuente rica para animales y peces, plantas, sal y agua para el cultivo.
Hoy esta zona está casi completamente cubierta por la monstruosa expansión de la Ciudad de México: pero había ruinas antiguas y comunidades prósperas cuando llegaron los aztecas.
Teotihuacán: casi mil años antes de los aztecas, la ciudad de Teotihuacán floreció allí (entre 200 a.C. y 750 d.C..). Hoy en día, Teotihuacán es un sitio arqueológico popular a pocos kilómetros al norte de la moderna ciudad de México que atrae a miles de turistas cada año.
La palabra Teotihuacán es un término en Náhuatl (la lengua hablada por los aztecas) que significa “el lugar de nacimiento de los dioses”. No sabemos su
verdadero nombre, pero los aztecas dieron este nombre a la ciudad porque era un lugar sagrado asociado con los orígenes legendarios del mundo.
Tula: otra ciudad que se desarrolló en el Valle de México ante los aztecas fue la ciudad de Tula, la capital de los Toltecas entre el año 950 y el 1150 d.C. Los toltecas fueron considerados por los aztecas como valientes guerreros que sobresalieron en las artes y las ciencias. Tula era tan venerado por los aztecas que el rey Motecuhzoma (alias Montezuma) envió a la gente a desenterrar objetos toltecas para su uso en los templos de Tenochtitlán.
FUNDACIÓN DEL IMPERIO AZTECA
Tenochtitlán se convirtió de inmediato en el centro de un creciente imperio. Los mexicas desarrollaron alianzas con otras ciudades, obtuvieron tributos de otros pueblos y gobernaron en todo el centro de México. La ciudad se convirtió en un centro importante para el comercio, las operaciones militares, la cultura y el poder político.
Los Aztecas no son los únicos pobladores de alta cultura del área mexicana, pero son sin duda, los más y mejor conocidos. Es probable que ocupasen la Meseta central de México entre los años 1000 y 1200 d.C.., fundamentalmente los valles de México y de Puebla. Su escritura y cronología, en contraste con los mayas, eran bastante imperfectas, de modo que no tenemos noticias seguras de la historia más antigua de México.
Las tradiciones que surgen de los códices jeroglíficos y de los apuntes de los cronistas españoles, sólo se remontan al año 752 d.C.., en el que se fundó el imperio tolteca. Bajo el nombre de tolteca, los aztecas entendían, no a un pueblo determinado, sino a todos los pueblos cultos que los habían precedido y de los que
se sentían herederos, por ello, es más correcto hablar de las culturas mexicanas en general, que de los aztecas en particular.
Alrededor de 650 d.C. comienza la llamada “cultura de Teotihuacan”. Procede su nombre del yacimiento arqueológico más importante, al NO .de la ciudad de México.
Los hombres que crearon esta cultura eran braquicéfalos y acostumbraban a deformar sus cráneos artificialmente. La ciudad de Teotihuacan, que es el conjunto de ruinas más grande de América, ofrece dos construcciones gigantescas (área edificada: 46 mil m2), las pirámides llamadas del Sol y de la Luna. En tiempos de apogeo se construyó la espléndida fachada cubierta con esculturas del Templo de Quetzalcoatl. Su cerámica es muy fina con decoración pintada. El fin de esta cultura fue repentino y, evidentemente, está conectado con la inmigración azteca.
Simultáneamente se desarrolla la Cultura Chichimeca; la pirámide de Cholula, la más imponente de América, es reflejo de la cultura de este segundo antecesor de los aztecas, con quienes llegó a convivir cultural y políticamente.
Los mixtecas nos dejaron unas graciosas cabecitas de cerámica que muestran los incisivos limados, piezas de cerámica fina y otras de orfebrería. Lentamente, aproximadamente desde 1200 d.C. como queda dicho, los aztecas fueron cubriendo las áreas ocupadas por estas y otras culturas.
Cultura material y Economía: el cultivo principal era el maíz, pero no se abandonó la costumbre recolectora demostrada por la supervivencia de la caza y de la pesca, ciervos y venados, liebres y conejos, codornices y patos, eran el resultado de la caza que se hacía con arco y flecha para las piezas grandes, y con cerbatana con proyectil de cerámica en el caso de los pájaros; para la pesca usaron redes y anzuelos.
En la altiplanicie, el maíz y el frijol negro eran la base de la dieta; en la costa había también tubérculos tropicales como el ñame, la mandioca y la batata, además de árboles frutales. En la altiplanicie predominaba el cultivo de azada con riego artificial y abono con excremento humano, como en China. En la costa se usaban técnicas agrícolas como la roza que consistía en eliminar la parte aérea de la vegetación quedando solo la raíz que era cubierta por una fina capa de tierra DIETA: el frijol negro se cocía y se presentaba como puré; para preparar el maíz, se lo ablandaba antes en agua con ceniza o cal viva, luego era reducido a pasta en un molino cilíndrico de piedra a mano, y con esa pasta se hacen las tortillas que se tuestan sobre planchas circulares de cerámica; el Atole es una papilla clara hecha de pasta de maíz; con la pasta de las tortillas se preparaba un relleno de verduras o carnes (tamales).
Fuera de los productos de caza y pesca, el principal aporte de proteínas animales lo obtenían del pavo; único animal doméstico de los mexicanos junto con el perro al que también cebaban para comer o sacrificar. La carne de pavo se comía con una salsa de pimienta roja que se producía en la costa, lo mismo que la vainilla y el cacao de la zona maya llegaba al altiplano por importación. El chocolate se preparaba en infusión de agua y se lo perfumaba con pimienta en caso de ser bebida, en cocina se lo usaba amargo y como salsa. Digamos como curiosidad que fueron los conquistadores quienes hicieron el chocolate con azúcar, leche y vainilla que hoy conocemos.
Los mexicanos cultivaron el tabaco y lo fumaron en puros, aunque
los sacerdotes lo masticaban en forma de pequeños envoltorios; en algunas regiones se fumaba en pipas de barro cocido, también usaron un narcótico que extraían del Peyote cactus de origen americano cuyo principio activo es la mezcalina que se consumía como droga alucinógena.
Las casas tenían planta rectangular en la meseta y circular en la costa; eran de madera o cañas y el techo de paja. La concentración de población en ciudades, típica manifestación demográfica del Neolítico produjo algunas casas de piedra que se levantaban en terrazas bajas, terraplenadas con tierra y piedras sueltas y luego revestidas de piedra en los lados.
Un estilo distinto tenía Tenochtitlán, construida como Venecia sobre islotes o fondos de estacas, separadas entre sí por canales y comunicados con tierra firme por medio de calzadas al Norte, Sur y Este de la ciudad; una doble tubería de cerámica traía agua potable al centro de la ciudad desde las orillas del lago.
Los españoles calcularon en 300.000 el número de sus habitantes.
Los edificios no pasaban de tener una altura como de dos pisos y eran construidas con masas de barro “enchapadas” por dentro y por fuera con grandes losas de piedra. El interior de las casas, cualquiera fuese su material, se tapizaba con telas o se pintaba y los pisos se alfombraban con esteras.
El mobiliario era reducido pues se dormía en el suelo o en catres y se tomaba asiento en banquitos bajos o en rollos de junco; para los dignatarios había asientos de respaldo sobre los que se ponía una piel de jaguar. El resto del ajuar familiar constaba de calabazas o mates, escudillas de madera, cajitas de cestería, cestos y vasijas de cerámica o de piedra.
La industria textil usó el telar de cintura y el huso con tortero cerámico (Estos elementos eran utilizados para transformar la fibra obtenida de la cría de llamas o de ovejas.
Este proceso es conocido como hilado y consiste en hacer girar un eje de manera tal que la fibra tome consistencia hasta formar un hilo, el cual luego es utilizado para confeccionar diversas prendas textiles. En la actualidad, las mayunas
siguen siendo utilizadas para hilar lana de llama u oveja, en lo que constituye una tradición ancestral en la región calchaquí.
Los torteros son confeccionados con huesos de camélidos, cerámica, piedra o madera.
Muchas de estas materias primas provenían del ámbito local, ya sea de la cría de ganado, del amasado de las arcillas locales, de distintos géneros botánicos disponibles en el ambiente y otras de zonas vecinas, como la Puna, donde había rocas específicas de gran valor estético.
Los torteros de hueso se encuentran simplemente pulidos y perforados en su centro.
Los de cerámica fueron trabajados para formar un cilindro con orificio al centro o formar un cono en cuyas paredes se hallan grabados diseños triangulares.
Los trabajados en madera presentan formas de flor y fueron grabados en su interior con líneas concéntricas, formando pequeños rombos.), se tejía con fibra de agave yo del algodón cultivado en la costa como tintura para los teñidos de las telas se empleaban el rojo carmín extraído de un insecto (cochinilla) y el múrice producto de la secreción de un caracol del mismo nombre.
La indumentaria masculina era un taparrabo y una manta que colgaba de los hombros, dejando libre sólo el brazo derecho. La camisa sin mangas (huipil) y una falda constituían la vestimenta femenina.
El calzado eran sandalias de cuero de talonera alta y los artículos de tocador incluían espejos de pirita (mineral con cualidades refractarias) pinzas depiladoras de cobre y navajas de afeitar de obsidiana vidrio volcánico que por su fractura laminar se obtienen piezas con bordes cortantes como para cuchillos, armas, flechas etc.
La pintura facial era costumbres generalizadas y las aztecas lo hacían con sellos de cerámica que producían dibujos rojos sobre una base amarilla. Las deformaciones corporales variaban, en la meseta eran comunes las narigueras, bezotes y orejeras, pero en la costa predominaba el aplastamiento craneal, la limadura dental y el tatuaje.
La cultura mexicana en general, se enriquece gracias a un extenso comercio del que se encargaba una especie de gremio de mercaderes; como moneda usaron la semilla del cacao, oro en polvo en cañones de plumas y cuchillos de cobre en forma de letra “T” .
CULTURA ESPIRITUAL
Organización política: el estado azteca, si así se lo puede llamar, estaba constituido por una especie de confederación de tres naciones con capitales en Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopán, unidas en forma más estrecha hacia 1430, tiempos en que reinó el rey-poeta Netzahaualcoyotl.
Cada uno de los estados tenía su propio territorio y administración, pudiendo declarar la guerra por cuenta propia.
En la elección de príncipe de cada nación, sin embargo, los otros dos aliados tenían voz y voto. Los tlaxcaltecas eran de los pocos pueblos que se mantenían independientes de la Confederación, por ello fueron luego los aliados naturales de Cortés.
La organización de este “estado” estaba fundada en los calpullis o clanes patrilineales, integrados por numerosas familias consanguíneas. Cada clan poseía sus tierras que eran repartidas entre sus miembros, sin que éstos adquiriesen propiedad sobre ella
. A la vez el clan era una comunidad religiosa y militar, pues tenía su dios tutelar, su propio templo y, dentro del ejército constituía una formación cerrada en torno al emblema del clan. La asamblea del clan arreglaba los asuntos comunes, pero el poder supremo estaba en manos del Gran Consejo que se reunían periódicamente, siendo su mayor atribución la de elegir al jefe militar del clan, que fue llamado “rey” por los españoles. Este tenía a su lado a un funcionario electivo con atribuciones poco conocidas.
Ambos tenían el mismo prestigio y usaban la vincha de turquesas y
el brazalete de madreperla. La nobleza de cada clan se dividía en categorías: estaban exentos de tributos y obtenían tierras en feudo de las conquistadas que no eran propiedad del clan.
Al asentarse en ciudades, los clanes se fueron convirtiendo en gremio de artesanos, es decir que en cada barrio se desarrolló una industria determinada.
Tuvieron un cierto concepto del derecho, pues ya se conocía el principio fundamental del Estado como único juez, principio que prohibía hacer justicia por mano propia.
La jurisdicción menor quedaba en manos de los jefes de clan, pero para la superior, había funcionarios especiales y sobre ellos, había una última instancia en la corte real. Los jueces procedían con severidad, condenando incluso a muerte en diversas formas.
LA SOCIEDAD AZTECA:
Fueron guerreros por excelencia y sacrificaban a los prisioneros de guerra. El nacimiento de un niño equivalía a la captura de un prisionero de guerra.
Al recién nacido se le daba un nombre, actuando la partera como sacerdotisa; entre los totonacas hoy pueblos del Estado de Veracruz, era común la circuncisión tanto de varones como de mujeres. Para dar nombre al recién nacido se tomaba el
de la fecha de nacimiento o el de un animal. Ese animal era considerado el alter ego del niño y su espíritu tutelar.
La educación del niño azteca era rigurosa y corría por cuenta de su familia en los primeros años; los nobles internaban a sus hijos en los colegios sacerdotales, donde continuarían viviendo los que se dedicaban al sacerdocio, permaneciendo célibes. A los plebeyos, en cambio, se los enviaban a las llamadas “casas de soltero”, para que los instruyeran en el uso de las armas. Las niñas también iban a internados.
A los efectos matrimoniales, sólo la consanguinidad cercana era considerada impedimento.
RELIGIÓN:
Según creían los aztecas en el nacimiento, el dios supremo envía desde el cielo las almas infantiles. El destino de las almas depende del tipo de muerte que se ha sufrido; el que muere de muerte natural es enviado al inframundo (limbo); leprosos, ahogados y fulminados por el rayo van al mundo de Tlaloc, el dios de la lluvia. Solamente los guerreros muertos en batalla y las mujeres de sobreparto ascendían al cielo para acompañar al sol en su recorrido.
En la Teogonía azteca, la Tierra es un enorme sapo o cocodrilo que nada en el océano; sobre él hay trece cielos y bajo él nueve inframundos. La vía láctea es una enorme serpiente (tierra) emplumada, Quetzalcoatl. Siempre se manifiestan a través de símbolos de los contrastes cósmicos: cielo-tierra, día-noche, sol-luna. Esta dualidad se ve aún en el escudo de México, el águila posada sobre el nopal (cactus) con una serpiente en el pico.
El dios supremo recibe el nombre de Tonacatecutli (señor de nuestra carne) o de Ometecutli (señor de la dualidad); reina retirado del mundo por él creado y no
necesita culto. Los dioses menores son, en realidad, irradiaciones de las potencias del dios, transformadas en dioses por la creencia vulgar.
Como adoratorios utilizaron altares domésticos, templetes en cerros
y manantiales y en templos. El templo azteca es siempre una pirámide escalonada con una escarpada escalinata que conduce a la casa del dios propiamente dicha (teocalli). Frente a esta casa, en la terraza de la pirámide, estaba la piedra de los sacrificios.
El sacerdote abría el pecho de la víctima con un cuchillo de obsidiana y arrancaba el corazón en vivo a través de un espacio intercostal, cuya apertura se facilitaba por la comba de la piedra del altar.
El corazón se ponía en una escudilla y se pintaba con sangre la boca de los ídolos. En las grandes celebraciones aztecas los sacrificios humanos llegaban a ser una hecatombe: según un relato azteca para la consagración de un templo en 1487 se inmolaron 20.000 víctimas y los conquistadores contaron 136.000 calaveras expuestas en un templo.
Formas menos cruentas de sacrificio eran perforarse la lengua o las orejas con huesos afilados y, en algunas regiones, también los genitales. Los sacerdotes hacían penitencia a diario, y en las grandes fiestas todo el pueblo, incluido el soberano
Había otras formas de sacrificio; en la fiesta de la primavera se desollaba al animal sacrificado y un joven sacerdote se vestía con esa piel simbolizando a la primavera que traía una piel nueva a la tierra; a los dioses de la lluvia, que eran enanos, se les sacrificaban niños por su tamaño y porque con su llanto, atraían la lluvia, en algunas fiestas se mezclaba sangre o carne de los sacrificados con el relleno de los tamales para que, quien los comiese, participase de la divinidad.
Cinco siglos después del derrumbe de las civilizaciones azteca y maya, el copal continúa siendo utilizado por numerosas etnias mexicanas. Por ejemplo, por los actuales mixtecas de Guerrero, espectaculares ritos de la lluvia. cuando sacrifican animales durante sus
Tlaloc, era enfermedades. el generador de algunos malos aires que provocaban
TLAZOLTEOTL DIOSA AZTECA DEL PARTO TLALOC, DIOS AZTECA DE LA LLUVIA
LAS CIENCIAS MEDICAS ODONTOLOGICAS DE LOS AZTECAS Entre los brujos, personajes importantes entre los que se contaban los médicos. No estaban bien considerados socialmente, y aprendían el “oficio”
dentro de
la organización tradición
familiar, sociopolítica del no
olvidemos calpulli y la la

especialización artesanal que trae consigo.
Había pues clanes que se especializaban en medicina: las
mujeres comenzaban a ejercerla solo después de la menopausia, pues
menstruación y los partos eran considerados impurezas incompatibles con la la
profesión.
Según el vocabulario azteca las especialidades estaban bien delimitadas: Ticitl era el médico general; Tepatiani era el médico de enfermedades regionales; Texoxotla Ticitl era el cirujano; Tezoc el flebótomo; Tlamatqui, la partera; Papiani el farmacéutico. Dentro de la cirugía había especialistas: Tezalo era el
traumatólogo; y “TLACOPINALIZTLI,” El Dentista.
La práctica dental era bastante racional ya que se proponía el lavado de los dientes, usando un dentífrico preparado con miel y ceniza, frotado con la raíz de una planta como cepillo, también usaron mondadientes.
El sarro se desprendía con una mezcla de sal, alumbre, chile y cochinilla; las encías hinchadas y purulentas se punzaban y escarificaban; los dientes cariados se trataban localmente con jugos vegetales; las extracciones se hacían con pinzas y se cerraban heridas con ligaduras. También aplicaban sal sobre las heridas.
En lo que hace a la deformación dental, los huaztecas limaban los dientes en forma puntiaguda, los totonacas les hacían muescas, los olmecas les limaban las esquinas exteriores, y en la zona del golfo y de los zapotecas, les hacían incrustaciones de hematina, jadeíta y oro similares a los actuales piercings estéticos dentales.
Los bárbaros aztecas se asentaron en las tierras altas de México 350 años después de ser abandonado el centro religioso de Teotihuacán y conquistaron a las tribus vecinas, adoptando las costumbres de los pueblos sometidos; practicaban la mutilación dental, limando e incrustando piedras en sus dientes.
Una de las fuentes más importantes de conocimiento sobre las primeras prácticas odontológicas entre los aztecas son los escritos de un monje español Llamado Fray Bernardino De Sahagún, que dedicó toda su vida a examinar y registrar cada aspecto cultural de la tierra recién conquistada.
Entre otras cosas, estudió las enfermedades de la boca y la manera en que eran tratadas con hierbas y otros derivados botánicos. Tradujo los nombres de los dientes al nahuatl y mencionó dientes sueltos y fracturados, la formación de sarro y la caries dental (los aztecas creían que la caries era causada por un gusano que eliminaban masticando un ají picante).
Dejó constancia de la creencia nativa de que sólo los niños nacidos en luna llena pueden tener un labio leporino; dio cuenta también de que las cavidades de los dientes se llenaban con un polvo hecho con caracol, sal marina y la hierba tlalcacahuatl.
Los escritos de Bernardino de Sahagún son la única referencia a
la extracción de dientes entre los aztecas. Decía que cuando un paciente sufría de dolor de muelas, lo usual era machacar un gusano, mezclarlo con esencia de trementina y pintar con esta mezcla la mejilla del paciente.
Al mismo tiempo, se colocaba un grano de sal dentro de la cavidad y el diente se cubría con pimienta caliente. Se hacía entonces una incisión en la encía, colocando en ella la hierba y, solamente si el dolor y la infección continuaban, el diente era extraído.
Como los aztecas eran guerreros, sufrían a menudo heridas y las suturaban con mechones de pelo; se encontraron heridas suturadas en labios y mejillas.