Revista Tlacuache: Día de muertos... Muerte / Calaveritas de Tlacuachín

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Tlacuache

Día de muertos... Muerte / Calaveritas de Tlacuachín

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Denisse Guerrero

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EDITORIAL Noviembre 2021 revistatlacuache.wordpress. com

Equipo editorial Director editorial Alberto Sánchez Martínez Consejo editorial Nayeli J. Ildefonso H.L.J. Ángel Bárbara Peñafiel Gena Peralta Xóchitl Segura Fotografías Denisse Guerrero

Los cempasúchiles florecen para dar paso al mes de noviembre. Este lapso de tiempo se abre camino para los que se fueron y están presentes en los recuerdos, las ofrendas, el pan de muerto y los pétalos amarillos que colorean casas y calles. Además, los que ya no están con nosotrxs, también viven en las letras. Éstas son el método perfecto para recordarles. No todo se tiñe de colores, a veces un manto oscuro cubre la partida y el recuerdo. Noviembre no sólo es el mes de un gran colorido y fiesta, también es un mes de tonalidades grises.

Diseño Alberto Sánchez Martínez

Revista Tlacuache es una revista sin fines de lucro. Respetamos los derechos de autor según la licencia Creative Commons. Se permite la reproducción, transmisión, parcial o total de este trabajo por cualquier medio, con la condición de dar reconocimiento al autor o autora, así como la fuente.

A veces el recuerdo puede ser amargo.

Nota:

Hace tres años salió el primer número de Revista Tlacuache: Día de muertos... Muerte. El diseño de esa publicación no le hizo justicia a los textos y a las fotografías que publicamos, es por eso que decidimos hacer una remaquetación; además, incluimos Calaveritas de Tlacuachín, un especial impreso de calaveritas literarias.

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CONTENIDO

01 Editorial

09

04

06

César Escobedo Lugo

Christian Morales

10

12

Entropía

Muertes breves

Una ofrenda para mí

Aarón Álvarez

Laura Ram

14

17

Víctima

Elia Melina Rodríguez López

Proceso

Sendero

Lucio Romulado

18

Una noticia mal contada

Travesía al encuentro

Óscar Alonso Arreola Morales

Michelle Barrera

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Mini Calaveritas Brigada Política de Drogas

27

23

La dama del velo huesudo

28

Un sueño, una esperanza

Carlos Alberto de la Cruz

José Zenteno Aguilar

Juana, la señora de las quesadillas Sr. BPL

34

Catrina coqueta Bren Téllez

Aline Rodríguez

Fue un dos de noviembre

31

26

32

Glosa de Don Masturbio Ricardo Stock

37

Inmortalidad

Regrésamelos

Cristina Espitia

Alexander Canseco

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La Netflix Nancy Cortés


Entropía César Escobedo Lugo

Es una tarde inesperada, una tarde ociosa, la gente no va, no avanza, lo impide la lluvia, una lluvia que torrencialmente precipita sobre una sombra, y es su motivo para el hondo suspiro, fascinante olor a tierra mojada, extasiante olor a hidrocarburos y aminas alifáticas humedecidas, humedad que penetra el alma y brota luego salada incontenible, agobiante, nublada, dolorosa humedad que como río busca su cauce, tantas vertientes y confluentes que no aclara, que enmudece, se detiene y sólo contempla; es imposible que algo cíclico y esperado nos destroce el alma, es imposible que un dolor banal y físico penetre en lo más profundo del intelecto para hacer partícipe directo de un deceso, es imposible que algo tan imperfecto pueda ser tan predecible, inminente es; sin embargo, en las tinieblas pretende alcanzar para hundir consigo, ese dolor tan intenso, tan sordo. Qué terrible la muerte desconocida, no para el que la vive, sino el que la sufre, qué dolorosa la vida de quien la arrebata... ***

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A LUPITA …y se despidieron a prisa como todas las mañanas, con todo el amor, con todo el cariño, con toda la gratitud de una anciana y la ansiedad de una joven, una a sus quehaceres y enseres; la otra a la selva de concreto, a los papeles, sin saber que sería la última vez que se verían a los ojos, de haberlo sabido, se hubieran fundido en un abrazo donde no importaran sueldos, tiempo, tránsito… ***

DE OTRAS MUERTES No sólo de ilusiones la mujer vive sino también muere, lo he asimilado, debe resucitar, y que nunca olvide lo que en la tierra ha dejado enterrado.

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Proceso Christian Morales

—¿Cómo pasó? —Era la pregunta que ahora le hacían a ella sus suegros, amigos y parientes. — No sé, no lo vi venir —contestaba muy afligida. Y era sincera. No lo sabía, pero tarde o temprano iba a descubrirlo.

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Un día más deambulaba él como por inercia. Encontró otro zaguán abierto con gente afuera mirando hacia el interior. Se coló entre la multitud hasta llegar al altar, pero el féretro ya no estaba. Aun así, tomó una veladora de las que había en el suelo y la paseó por todos lados; la gente lo miraba extrañada, pero pensaban que, tal vez, era una forma en la que un amigo se despedía del finado. Sin embargo, él no vio nada; la Muerte tampoco estaba. Seguiría buscándola.

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Totalmente perplejo estaba él ante la presencia de todos aquellos que permanecían y llegaban diciéndole: “mi más sentido pésame”. El saber que el cuerpecito inerte de su hija de cinco años estaba en aquella caja blanca hacía que, en momentos, resbalaran hilitos de agua por sus mejillas; nada tenían que ver con la proporción de su dolor. No entendía por qué la vida le mostraba ese episodio tan terrible. No lo entendía. Sólo buscaba la fortaleza que lo mantuviera en pie para ser el apoyo de su esposa, la mujer quebrada que se preguntaba lo mismo en voz alta mientras sollozaba y otros procuraban tranquilizarla, consolarla, brindarle un poco de aliento.

3 Nada tenía sentido si se mantenía esa interrogante en sus cabezas. Los dos estaban ausentes de su realidad. Él no quería vivir así, deseaba darle certeza a su mujer sobre el significado de esa prueba y llegó hasta sus últimas consecuencias. Escribió una carta donde le explicaba lo que había hecho tratando de enfrentar a la Muerte, de encararla y exigirle una explicación. Le contaba que visitó hospitales, que irrumpió velorios y que caminó por las noches en cementerios sin lograr su objetivo. La única forma que hallaba era provocar el encuentro. “No te preocupes, sé que no tendrás respuesta a la pregunta que día a día te atormenta, pero yo sí. Lo que hice no fue egoísmo, un arranque o para dejarte sola sino para quitarnos la duda y estar con nuestra hija. Quédate con eso: con la confianza plena de que estaré con ella para siempre”. Finalizó la carta, la metió al cajón donde ella guardaba sus cosas y se dirigió a la ducha con navaja en mano.

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Denisse Guerrero

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Muertes breves Aarón Álvarez cidio

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En su

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Sin u encon na gota d e san trad perio dista, o el cuerp gre fue o del asesin a d o fondo por la pulpo del o céano mafia del .

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La sensual mantis, una asesina serial, es buscada por la policía. Su modo de operar: decapita a sus amantes en el acto sexual.

Prófuga

te, el n a c fi i insign a vida. e o t l u dimin ió quitarse e s r i d nt Al se obio deci micr


Una ofrenda para mí Laura Ram

Mientras que otros duermen sin temor, yo espero mi muerte como si fuera una mosca tratando de escapar de la tela asfixiante de una araña. Llevaba en un sobre color mostaza un documento que diría la enfermedad que llevaba en mi cuerpo. ¿Desde cuándo dejé de interesarme por los helados de limón? No lo recuerdo. Aquel niño me veía y lambiaba el helado verde por las esquinas; una mujer le dio un beso en el cachete a un adolescente que estaba recargado sobre su hombro; caminaban dos estudiantes por la acera; me paré para bajar del autobús. La doctora me miraba y sin muecas me dijo —Es lo que había pensado. Mire no le voy a ocultar nada, pues esta enfermedad es silenciosa y peor aún sino la atienden a tiempo. Ahora más que nunca tendrá que ser fuerte. —¿Usted cree que haya cura? —Aún no hay cura, señorita, pero lo que puede hacer es avisarle a su familia porque sería… —Pare, doctora. Eso nunca. Mis vecinos duermen, estoy acostada en el piso, espero la hora en que mi último respiro salga y aunque quiera huir, la muerte me encontrará. Recuerdo aquellos tiempos cuando disfrutaba los helados de limón, las fiestas y principalmente, los chicos. ¿Qué están haciendo las chicas de mi edad en este momento? A lo mejor bailando, tomando o copulando en una esquina de un antro, mientras que yo no puedo salir de esta habitación, todo esto para mí ya está deshecho y aunque tenga ganas de disfrutar lo que pueda, ya no será posible porque en la espera de mi muerte, ella misma me ha atrapado en sus redes deprimentes. Revista Tlacuache | 10


En estos días ya tenía que pasar. Observo la ciudad desde la ventana y a lo lejos, hay dos cerros por donde sale el sol, los rayos pasan de mis rodillas hacía la cara. Tengo un escarabajo dentro de mi pecho que trata de salir, pero mi carne le prohíbe la salida por lo que me quejo y presiono con la mano en esta parte. Ya han pasado varios días desde mi encuentro con la verdad; he enflacado, nadie me ha vuelto a buscar desde que a todos los mandé a la chingada, ya no soporto el olor. Afuera se escuchan las risas de niños que piden la calaverita a un vecino. Ellos caminan a la puerta de este departamento y nadie abre. Sé que en uno de estos días alguien se dará cuenta de mi paradero, y quizá en el año y el que sigue, alguien me pondrá una ofrenda como cuando en la casa de mis padres les ponía a mis abuelos la suya.

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“Canto el ámbar nocturno donde se perfuma el llanto de floridos duelos. Canto el ámbar nocturno miel de otoño, ojos ramos de recuerdos. Canto el ámbar nocturno serenata fúnebre. fuego sendero de los muertos”. Cantó el ámbar nocturno

Sendero Lucio Romualdo Revista Tlacuache | 12


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Víctima Elia Melina Rodríguez López

Terminé de enterrarlo, aplané la tierra por última vez. Estaba llena de mis lágrimas y algunas gotas de sangre saliendo de mis manos heridas por la pala vieja, pero su rojo color era imperceptible en la húmeda superficie y era obvio, la noche es el mejor momento para hacer cosas inimaginables hasta para nosotros mismos. Para colmo, estaba triste y no entiendo por qué, al final… yo asesiné al amor de mi vida. Pasadas unas horas y estando de pie ante su tumba, aún recordaba su aroma, sentía sus brazos alrededor mío, incluso, podía escuchar su respiración agitada y bajo la lluvia que aún caía, me pregunté… “¿por qué lo hice?, yo lo amaba, ¿no? ... lo amaba como nunca pensé hacerlo”. Pero eso ya no importaba, ya no sentiría sus labios suaves en los míos, no vería sus ojos del color que más amo, su voz ya no lucharía contra la mía en una guerra de palabras por saber quién amaba más al otro, pero lo que más me dolía era el hecho de que no tendría a quien darle mi amor, ese que yo no tenía. Me di la vuelta, miré a la luna y comencé a caminar al auto. Cada paso era un recuerdo de los lugares que habíamos visitado; uno a uno se desvanecía de mi mente, comenzaba a olvidarlo, a olvidarme. Me senté frente al volante, empapando el asiento, empañando las ventanas así como mis ojos. En mis oídos, una fuerte melodía me atormentaba mientras mi voz exclamaba una y otra vez: —Mataste al amor de tu vida, ¡felicidades!, te deshiciste de lo que llenaba tus días y acompañaba tus noches… estoy orgullosa, lo lograste, ¡mataste al amor de tu vida!

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En ese momento, sentí una presión en mi pecho que poco a poco se extendió por todo mi cuerpo, mi corazón ya no latía a mi lado izquierdo, mi piel se hacía del color de la luna y de mi boca salió un suspiro, parecido al que haces cuando te enamoras, pero sólo eso, en ese momento dejé de respirar, de sentir. De repente, estaba de nuevo ante la tumba, pero mis manos ya no dolían, ya no sangraban; mi cuerpo estaba completamente frío, temblando. No entendía qué había pasado “¿Cómo llegué hasta ahí de nuevo?” Levanté la mirada y vi hacia atrás, era mi auto, alguien estaba dentro. Corrí hasta él y al llegar, pude verlo, estaba ahí llorando, con sus manos heridas en el volante, sollozando palabras que no entendía a través del vidrio, pero yo lo sabía, repetía mi nombre, yo no había sido la asesina, yo fui la verdadera víctima del amor de mi vida.

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Denisse Guerrero

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La parca dice la verdad tener: —morir es la última salida, y cuando venga por ti ya no podrás regresar—. Ella sabe que nos endrogan con ideales y tarjetas con fondos imaginarios. Sabe que nos embrutecen con telenovelas y noticias que no dicen nada. Ella no duerme por ver a los hombres morir en vida. Y sí, las mentiras recalentadas hechas desde 2006 por panistas, la parca no las ignora. Nos atacan a pedradas, nos desaparecen, la guerra causa todo este daño y lo sabe, pero la gente sigue desinformada. Una noticia mal contada Es un asalto a mano armada.

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Óscar Alonso Arreola Morales

Es una causa subyacente, y subyacentemente, sólo nos permiten ver suelo y nos prohíben mirar al cielo.

Una noticia mal contada

Controla, restringe y prohíbe... Quiere verte desinformado estigmatizado y atado a un control remoto.


Travesía al encuentro Michelle Barrera Nada. Simplemente nada. Vacío, oscuridad, silencio. Un sendero iluminado llevaba al hombre hacia algún lugar, parecía un túnel como aquellos que el tren atravesaba en su recorrido. Él no pensaba, se dejaba guiar por los instintos: veía una luz muy baja cambiando de tonalidades amarillentas a rojizas que iluminaban su paso; sentía el aire frío que estremecía cada parte de su cuerpo; en la boca podía saborear el dulce típico de su tierra de origen inundándole de una forma exquisita; el silencio le daba esa paz que siempre buscó por las noches para leer y, de vez en cuando, podía llegarle al oído su melodía favorita, esa misma que escuchaba de los trovadores en un parque al ser acompañado por su dulce mujer. Lo que más le agradaba en el oscuro andar era ese aroma a incienso. El humo le recordaba a los mejores días en casa, la comida mezclada con sabores sobre el fuego, las velas recién apagadas luego de haber iluminado una noche entera; la oración que hacía cada domingo en la casa de Dios, donde depositaba su fe para que cada día fuese mejor que el anterior. Cada sentido que percibía era un paso más cerca de la vida, del amor, lo sabía porque su alma se regocijaba de felicidad. Él deseaba continuar, anhelaba descubrir lo que había al final del camino, pero mientras más avanzaba, dicho viaje se volvía pesado; el oxígeno abandonaba sus pulmones en cada respiro, le dolían los huesos, el frío calaba cada rincón de su cuerpo hasta hacerlo temblar y la resequedad de la boca le impedía seguir. Sin embargo, al final de la luz se encontraría con aquel espacio que le brindó los mejores recuerdos, no había modo de detenerse. No importaba cuántas horas le llevara, el mayor obstáculo consistía en atravesar todo un desierto, lo haría sin dudar. Sus pies parecían de piedra, descalzo, en medio de un mundo desconocido, no había dolor o carencia que le impidieran llegar. Algunas veces atravesaba el suelo caliente como el sol de verano, en otras se sumergía en lodo o agua, el hambre y la sed se convirtieron en la peor pesadilla, pero cuando todo estaba por acabar con el pobre hombre, la luz se transformó en una flamante llama, proveniente de una vela como la que usaba para alumbrar la entrada de su casa al caer la noche. Revista Tlacuache | 18


Jadeante y con las pocas fuerzas que habitaban en su cuerpo, fue capaz de arrastrarse a pasos lentos hasta la mesa puesta en la sala. Sobre el mantel blanco había pan, un vaso de agua, su platillo favorito recién hecho; dulces por montón; flores amarillas, blancas y moradas para darle un hermosa vista; incienso encendido para perfumar y ahuyentar los malos espíritus; sus libros preferidos a un lado; la cruz que representaba su fe y por último una foto antigua de sí mismo. ¿Quién diría que aún en la muerte persiste el deseo de volver a casa? El ánima descansó los pies en el petate, el largo camino del inframundo a la tierra lo había dejado exhausto, no obstante, todas las velas que depositaron sobre la mesa lo guiaron bajo la oscuridad. Un día era como la eternidad misma, recorría todo un largo sendero para volver a casa, pero la recompensa era inigualable. Aún después de haber muerto, recibía el amor de sus seres queridos, ellos seguían ahí y él también, como cada primer día de noviembre.

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Mini calaveritas Brigada Política de Drogas

dora a j , a i nte, v e r a r e— r t o e t n v i e t m Cala s po por e o e r u jos, d q o a í u s s i c nm a el o— e r r t cios b n n fi a e i E r r d e r o ic des esbo n am d a r r e a ss giro leg us g e l y r s a o o l n t ir e o has as g veo syc r t a é r n u u ie q o, . fig s. M ñad abe ndo o s a j a p o a d i c r m r o o a cu la p o ac tán ne p s e d i e t n a e que em que u é q s s y mpa o c s s mi o d o de t

4:20 iban a dar y las calacas salían a fumar un buen porro pa´ celebrar que el día de muertos iba a empezar Revista Tlacuache | 20


Esta

Con co la d pa y c al lu istanci opa se ap ac ga tod r dond ara lle orta as r g eun e las a ar lma idas está s n.

ba C a cuan lderón e do l c a pa hándo se u rca p una había l n mezc Ella ero cua le a c le d ijo — ndo ella opa le gado e l marca con n au A lo C tobú lipús, ¿Có alderón miró ya vidó, s, mo pud pon at estaba en ist qu med o ¿e io id s qu e a tan e tomar ción, tos m o, é ac e s a de aso u e ci r t no t u cond tos dejó sión, ic e lo perm ión de ? borr itió? acho

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La Dama del velo huesudo Aline Rodríguez

La noche en el Inframundo está cubierta por un disfraz de algodones grises, se percibe en el aire tranquilidad; el tiempo aquí es eterno y se encuentra plagado de misterios. La Dama del velo huesudo es un ser esqueleto que desea la redención para dejar de trabajar como la Muerte. Ha pedido permiso a los jefes supremos de los trabajadores del Inframundo para que la dejen buscar un nuevo trabajador, estos acceden a regañadientes. Comienza su viaje en el mundo de los vivos donde ella conoce perfecto al tipo de hombre que desea llevarse, es ocasional en ese mundo la fiesta de muertos y sabe que como en Xochimilco no hay nadie que celebre igual. Al llegar al embarcadero de Cuemanco se encuentra con Xochiquetzal, una mujer joven que vende flores de cempasúchil, viste su blusa bordada con flores que la hacen resplandecer como una verdadera princesa de las trajineras. Aquella mujer se encuentra un tanto angustiada porque se ha percatado de la presencia de La Dama, la mira con ojos saltones y le pregunta: —¿A qué debo su visita, señora, ya es la hora de partir? —No, niña, aún no —responde La Dama. —De hecho deseo preguntarte, ¿dónde está tu hermano, querida?

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Xochiquetzal entendía perfecto lo que le quería decir La Señora del Inframundo, ella sólo pudo responderle que había escapado el día en que mató a su madre. Ella sabía dónde se encontraba. La Dama por fin había hallado a su víctima e iría por él aunque tuviera que arrastrarlo hasta su propia tumba. La mujer de los huesos tomó su hoz, le dio las gracias a Xochiquetzal y le dio su bendición para que nunca le faltara amor y felicidad. Siguió su camino en busca del homicida. Ella iba dispuesta a todo. De repente encontró a Xochipilli, príncipe de las flores, hermano de Xochiquetzalli, arrodillado junto a la tumba de su madre pidiéndole perdón. La Dama que no tenía esa clase de sentimientos no supo qué hacer ante tal acto, se quedó parada enfrente de la tumba de… Y se dio cuenta que era el sitio donde yacía su cuerpo, en la inscripción se podía leer: La Dama del Velo de Rosas que no podrá descansar hasta que no dé el perdón de los mortales. Entonces entendió que fue condenada por su muerte a vivir atrapada en la vida de los seres humanos y los huesudos del Inframundo hasta que no pudiera aprender a perdonar. Xochipilli se volteó, vio a su madre, sacó el machete que tenía enfundado y se apuñaló. La Dama comenzó a sentir que algo le recorría el cuerpo, la paz anhelada, había encontrado su paz aunque fuera a costillas de su hijo.

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Catrina coqueta Bren Téllez

Dos jóvenes enamorados en la alameda se encontraban, muy cariñosos estaban que la Catrina celos sentía. Muy dispuesta estaba a separarlos de por vida. Con su sensual coqueteo a él en sus brazos lo quería. Aléjate de él huesuda atrevida y vete a buscar el tuyo, que mi novio es sólo mío y lo nuestro amor verdadero es que tú ni nadie puede romper. La Catrina muy molesta y con fallido coqueteo al panteón se los llevó.

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¡Dos de noviembre, señores! Hay que estarse muy pendiente, hay que llevar unas flores porque murió el Presidente. Así se llevó a Don Pancho con panza llena y contento se dice que allá en su rancho pasea el sancho muy atento. A esa flaca tan mandona le considero muy en serio no vaya ser la cabrona que me lleve al cementerio. Van ustedes a disculpar pero es tan cierto lo que digo la calaca se lleva a la par lo mismo a un rico que a un mendigo.

Fue un dos de noviembre Carlos Alberto de la Cruz 27 | Revista Tlacuache


Un sueño, una esperanza José Zenteno Aguilar

Están aquí los migrantes Les dicen los caminantes A mi país llegaron ya Pasan en ciudad a ciudad Es el tiempo de celebrar Los del más allá van a entrar Y los migrantes lo verán Con su cultura proveerán Aunque ellos tengan duelo Al ir quedando en el suelo Pero nos confortaremos Y con ellos estaremos.

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A Lee Seung Gi Una Airen frente a la pantalla no miraba más que doramas cuando la muerte llegó por ella, pero tan entretenida estaba que invitó a la flaca a ver otra temporada.

La Netflix Nancy Cortés Revista Tlacuache | 30


Juana, la señora de las quesadillas Sr. BPL

Estaba Doña Juana pellizque y pellizque los sopes, cuando la muerte llegó con sus amigotes, entre risa y risa se asomaba la verdad decía la Muerte: —Me la tendré que llevar eso es realidad— Doña Juana preparaba un plan, pero la muerte se quejaba porque quería un mazapán para antes de que terminara de cenar la Muerte y sus amigotes escucharon a alguien zapatear. Y para distraer a la Muerte, doña Juana sacó un mezcal la invitó a quedarse hasta el final la Muerte bien entrona bebió sin parar todo indicaba que doña Juana se va salvar. La Muerte empezaba a tambalear, dio unos pasos y la flaca se puso a vomitar, la cargaron entre todos sus amigotes mientras decía: —¡Aguanten! Saquen los cumbiones porque quiero mover estos huesotes.

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La Glosa de Don Masturbio Ricardo Stock

La muerte me anda buscando para llevarme al panteón, aunque me quite el calzón ella me andará llevando. Su acto es un descaro, le anduve ofreciendo todo lo que no lo di por codo, pero ella no ve claro. A diosito pido paro y hasta las nachas voy dando pa’ que me anden ocultando en la mansión del curita, pero haciendo la visita la muerte me anda buscando. La muerte me busca en el baño, la cocina, detrás de la limosina, frente al Cristo con fusca. Pa’ buscarme ella es muy brusca: ya buscó en la habitación donde se guarda el castrón, mas no es güeya o pavitonta: la desgraciada me monta para llevarme al panteón.

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Ella me encontró en la cama de mi santo señor cura, la cosa se ponía dura cuando me apagó la llama. Aunque su mortaja lama, me dará un enterrón, aunque le ofrezca el nalgón, ella se irá bien tendida, pues está comprometida aunque me quite el calzón. No le importa que le ofrezca la mensualidad de GYM para que se aplique al fin a que la nalga le crezca. Antes de que desfallezca déjeme seguir cantando que por más que ande rezando al niño del cacahuate o al santo del Tepeyate ella me andará llevando.

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Por su belleza y arrogancia, María Félix destacó, la Catrina con malicia a la Doña asechó.

Inmortalidad

Cristina Espitia

Por altanera y seductora en la pantalla grande triunfó pero la huesuda envidiosa ni a los pies le llegó. Con fina sensualidad a Lara y a Negrete conquistó, con su gran talento actoral el Cine de Oro enalteció. Desde Enamorada hasta la Diosa Arrodillada, la calaca impaciente a la Diva no encontró. En La Generala no pudo, en Doña Diabla tampoco, visitó al indio Tizóc y de buscar se cansó. A la diva del cine, la calaca se llevó, escogió el mes abril y el mito comenzó. Tan multifacética y talentosa; la Catrina se empeñó y al llevarse a la Doña México le lloró.

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Maria Felix fallecida su legado acrecentó, la huesuda entendió que ni al terminar con su vida su personalidad intimidó. Tanto coraje la muerte a María Bonita le tuvo, ¡pues con ella no pudo! e inmortalidad le heredó. Jamás se olvidó ni su belleza, ni personalidad, su pueblo la recordó como la Diva nacional.

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Denisse Guerrero

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¿Por qué te los llevaste, flaquita, a mi divo de Juárez y a mi príncipe de la canción? No entiendes que en la peda no todo es cumbión. ¿Ahora con quién tomaré mi cervecita? Está Chente, pero ya está viejito, está su hijo, pero con él no es lo mismo; regrésame a Juanga con su exotismo regrésame a Doble Pepe con su voz de mito.

Murió la flor de Cempasúchil desde que ellos no están, el pan de muerto no es igual por eso, muerte, te digo chin chin.

Te la catafixio, flaca, no seas gacha dame chance de ofrecer algo, ¿de cuántos besos hablamos?, te gustará mi aliento a garnacha y un dulce apretón de nacha.

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Regrésamelos

Qué triste fue decirnos adiós cuando me empedaba más, hasta la muerte chilló por quererte llevar. Cómo quisiera, ay que ustedes vivieran, que sus copitas jamás se hubieran vaciado nunca y estar bien briagos en una peda eterna e inolvidable.

Alexander Canseco

¡Ay, muerte, regrésame a mi divo! ¡Ay, flaca chula, regrésame a mi príncipe! ¡Ay, pelona, quiero escuchar El Triste! ¡Ay, calaca, quiero escuchar Amor Eterno!


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