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La influencia de Clara Campoamor en el derecho

Ciudadana antes que mujer

De La Editorial Tirant Humanidades

Manuel Asensi Pérez

Catedrático de Teoría de la Literatura y de la Literatura Comparada Universitat de València

Ramón Cotarelo

Catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia

M.ª Teresa Echenique Elizondo

Catedrática de Lengua Española Universitat de València

Juan Manuel Fernández Soria

Catedrático de Teoría e Historia de la Educación Universitat de València

Pablo Oñate Rubalcaba

Catedrático de Ciencia Política y de la Administración Universitat de València

Joan Romero

Catedrático de Geografía Humana Universitat de València

Juan José Tamayo

Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Universidad Carlos III de Madrid

Procedimiento de selección de originales, ver página web: www.tirant.net/index.php/editorial/procedimiento-de-seleccion-de-originales

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Francisco Marhuenda

Tiffany M. Sánchez-Cabezudo

La influencia de Clara Campoamor en el derecho

Ciudadana antes que mujer

tirant humanidades

Valencia, 2024

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© Francisco Marhuenda Tiffany M. Sánchez-Cabezudo

Índice

Cómo conocéis el alma de una mujer ........................................................... 9 Las estrategias políticas de Clara Campoamor ....................................... 25 El derecho a la igualdad y el divorcio ............................................................. 31 Perdonadme si molesté, considero que es mi condición la que habla .................................................................................................................................. 43 Victoria Kent: Una figura difusa ....................................................................... 51 Debate entre Clara Campoamor y Victoria Kent. El último asalto 55 La victoria del derecho de sufragio femenino y el cambio de rumbo ............................................................................................................................... 67 El declive de la República ..................................................................................... 77 José Calvo Sotelo: Un crimen de Estado ..................................................... 91 El estallido de la Guerra Civil: Madrid, una capital ensangrentada 107 El último viaje de Clara Campoamor.............................................................. 115 Bibliografía..................................................................................................................... 121

Cómo conocéis el alma de una mujer

No se puede encontrar la paz, evitando la vida

Si España hoy debe algo a alguien, esa es a Clara Campoamor, una mujer que, por su lucha por los derechos de un sexo olvidado, fue objeto de acusaciones y desprecios, por la sociedad en general y por sus propios compañeros en particular.

Clara Campoamor no fue una mujer rica de dinero, pero sí rica de pensamiento. Su esfuerzo y tenacidad, y sobre todo, gracias al uso del arma más fuerte que tiene el ser humano; la palabra, consiguió que se reconociera por primera vez el sufragio activo y pasivo femenino sin limitaciones, además de la igualdad de sexos. No piensen ustedes que fue agradecida por la sociedad, al contrario, es a título póstumo cuando más reconocimiento se le ha dado, pero ¿lo suficiente? No.

Hoy en día es objeto de debate político si el voto femenino fue concedido a la mujer gracias a la derecha o a la izquierda, y no hay voces que sean contundentes y digan; que no fue ni a una ideología ni a otra, fue gracias a ella, a Clara, que con la oratoria que persigue a todo buen abogado, consiguió convencer a personas de distintas ideologías, de que la mujer es igual en derechos y obligaciones que el hombre. Esta labor no fue nada fácil, al contrario, tuvo que lidiar con acusaciones e insultos de toda índole, como veremos a lo largo de este trabajo.

¿Pero quién es Clara Campoamor?

Clara Campoamor nació el 12 de febrero de 1888 en el barrio de Malasaña, Madrid. Su madre era costurera y su padre trabajaba en el periódico de La Época. Fue bautizada con el nombre de Carmen Eulalia Cam-

Cómo conocéis el alma de una mujer 9

poamor Rodríguez, sin embargo, tras el fallecimiento de su hermana en 1889, adoptaría su nombre, Clara Campoamor.

No sabemos mucho de la infancia ni tampoco de la vida de Clara, era una mujer muy recelosa de su vida privada, todo lo que se puede saber de ella lo extraemos de una única entrevista que concedió, y de los libros que escribió durante su exilio.

Clara Campoamor tenía una fuerte unión con su padre, de hecho, su interés por la política le viene de él. Cuenta ella que, había muchos días en los que el padre la llevaba al periódico, La correspondencia de España, donde trabajaba como contable, y allí la explicaba con mucha paciencia para qué servían todas las cosas que había, permitiéndola leer los artículos que había. Era la predilecta de su progenitor, que con gran acierto señalaba muchas veces a su mujer que, había que educar bien a la niña y hacer que estudie, ya que se puede sacar algo de provecho1 , y así fue.

Clara bebió de los ideales republicanos, su padre fue vocal del Casino Republicano Federal de Madrid y en su hogar se rendía a La Niña un culto fervoroso y sincero. De hecho, Clara y sus hermanos, no recibían los regalos de los Reyes Magos, sino de La República. En muchas ocasiones preguntaban a su padre cuándo podrían conocer a aquella señora que tanto los quería, a lo que éste les contestaba:

«Ya vendrá, quizá cuando vosotros seáis mayores, quizá cuando yo no pueda verla, pero vendrá. Estuvo una vez aquí, antes de que vosotros nacierais, pero fue demasiado bondadosa, se confió y la echaron… ¡A traición! Pero la echaron»2 .

Don Manuel, como se llamaba el padre, no se imaginaba que la República llegaría, sí, pero de la mano de Clara Campoamor, su hija, una lástima que no pudiera verlo. Una hija que marcó a España, y especialmente

1. Clara Campoamor, La revolución española vista por una republicana, 6ª Edición, (Madrid: Espuela de Plata, 1937), 191.

2. Campoamor, La revolución española vista por una republicana, 11.

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a la mujer, aunque la República, esa forma de gobierno que Don Manuel, tanto quería, no la llegó a tratar como se mereció, aunque no fue por la forma de gobierno, sino por los que formaban ese gobierno, misóginos que con una u otra ideología estaban acostumbrados a tener a la mujer callada. Sin embargo, a pesar de todos los desprecios que la hicieron a Clara, nunca se apartó de La Niña, tal como la había enseñado su padre.

Su gran afición era leer cuentos, novelas y periódicos. Cuenta ella misma que a su madre no le gustaba que gastara su tiempo en ello, sin embargo, no dejó de abrir su mente con la lectura, una afición que compartía con su hermano, que a escondidas salían al campo a leer. La importancia de la lectura para Clara fue vital, ya que obtuvo los conocimientos suficientes para defenderse ante los ataques por la defensa de sus pensamientos.

En 1898 falleció su progenitor, dejando a la familia en muy mala posición económica, lo que hizo que tuviera que abandonar sus estudios y ponerse a trabajar, primero de modista, oficio que aprendió de su madre, y luego de dependienta de comercio. Sin embargo, la tenacidad de Clara por llegar a conseguir estar en la primera línea del gobierno, hizo que fuera escalando. Se sacó por oposición una plaza del Cuerpo de Auxiliar de Telégrafos en 1909, siendo destinada a Zaragoza y luego a San Sebastián. Cuatro años después, ganó la plaza de profesora de Taquigrafía en la Escuela de Adultos de Madrid. Su idea era sacarse el Bachillerato para acceder a la Universidad, mientras tanto, para ganarse algo más de dinero, se puso a trabajar en el periódico La Tribuna, de secretaria3 .

En ese momento, las ideas feministas se iban abriendo paso en la sociedad española, e iban calando en Clara Campoamor. De hecho, en 1908, Emilio Alcalá-Galiano4 , conde de Casa-Valencia grande de España, vizconde de Pontón, Ministro de Estado durante el reinado de Alfonso

3. Campoamor, La revolución española vista por una republicana, 11.

4. Cervantes Virtual, consultado el 18.09.2021, http://www.cervantesvirtual. com/portales/isabel_oyarzabal/autora_cronologia_mujeres_espanolas/#anyo_1908.

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XII, pidió junto con los diputados republicanos el voto para las mujeres mayores de edad, emancipadas y cabezas de familia no sujetas a matrimonio, su argumento se basó en que las mujeres pueden ser reinas, pero no electoras, algo que realmente no tenía mucho sentido. Sin embargo, su proyecto de Ley no entró en la Cámara de los Diputados. Tales acontecimientos fueron seguidos muy de cerca por Clara que, quien sabe que estos intentos frustrados por conseguir la igualdad de sexos no fueran su motor de lucha por los derechos de un sexo olvidado.

Su presencia pública empezaría tras el ingreso en 1916 en el Ateneo de Madrid, institución cultural privada que fue creada en 1835 como Ateneo Científico y Literario, donde daría sus discursos más bellos en defensa de los derechos femeninos. Esto la permitió en 1922 intervenir en actos propagandísticos de la Sociedad Española del Abolicionismo. Esta Sociedad reclamaba la abolición de la prostitución reglamentada, incluyéndose posteriormente como delito sanitario en el Código Penal de la época. Las intervenciones de Clara junto con Elisa Soriano y María Martínez Sierra5, feministas ya consolidadas, tuvieron gran repercusión en la sociedad de ese momento. Estos años fueron cruciales, puesto que empezó a ser reconocida en esos ambientes.

Paralelamente, en 1923 consiguió el título de Bachillerato, que la dio el salvoconducto para matricularse en la Facultad de Derecho, dos años más tarde abrió su primer despacho de abogados, convirtiéndose en una de las primeras juristas de la capital española junto a Victoria Kent. Su especialidad tenía mucho que ver con sus ideales, por ello intervino como fiel defensora de la Ley del Divorcio, actuando en los divorcios de Concha Espina y Ramón de la Serna, así como de Valle-Inclán y Josefina Blanco.

En 1925 llevó a cabo una intensa actividad en la Academia de Jurisprudencia, antes del gran salto a la política, Clara Campoamor participó en 1926 y 1928 en el X y XI Congreso Internacional de Protección a la

5. Mercedes Rivas Arojona, «El camino hacia el abolicionismo prostitucional en la II República Española», Revista de la Universidad de Granada, (2012): 2-19.

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Infancia, celebrados en Madrid y París, respectivamente. Gracias a esto, fue nombrada como vocal suplente en el Tribunal de Apelación de los Tribunales Tutelares de Menores. Durante estos años de intensa actividad pública demostró que la mejor forma de gobierno para ella era la República, nada ni nadie la iba a hacer cambiar de opinión, llegando incluso a renunciar al premio de la Academia de la Jurisprudencia porque llevaba la Gran Cruz de Alfonso XIII. Esto es el claro ejemplo de, como dijo Platón, «un hombre que no arriesga nada por sus ideas, o no valen nada sus ideas, o no vale nada el hombre».

Es necesario tener en cuenta el contexto social en el que nace Clara Campoamor, y también en el que va creciendo, ya que al final es lo que fragua su personalidad y que dio lugar a la mujer que fue.

En el Derecho Romano primitivo, ya los hombres gozaban de una plena capacidad jurídica y capacidad de obrar, pero la mujer se encontraba subordinada al varón; primero al padre, y cuando contraían matrimonio, al marido. Esta situación se fue manteniendo, y aunque en el Antiguo Régimen la desigualdad no se encontraba tanto en los hombres y mujeres, sino entre los ciudadanos siervos y sus dueños, es decir, entre los estamentos sociales, la mujer seguía manteniendo el mismo rol del Derecho Romano, que como dice Fernández Torres, quedaba circunscrita al terreno doméstico, a «la procreación, al cuidado de la familia y a la subordinación legal al hombre, al padre y al esposo»6 .

No obstante, la mujer en el Antiguo Egipto, desempeñó cargos públicos importantes como el de Faraón, al igual que el hombre, de hecho, Sófocles decía:

«Esos dos se comportan según las costumbres de Egipto en su carácter y en la forma de vivir. Allá, en efecto los varones están sentados en casa ocupa-

6. Juan Manuel Fernández Torres, «Mujer y república: albor a la esperanza, República y republicanismo», comunicación presentada en VIII Congreso de la Asociación de Historiadores de la Comunicación, Sevilla, 2006, 42

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dos en el telar y, en cambio, sus compañeras, buscan siempre fuera de casa los sustentos de la vida»7 .

Y así fue pasando el tiempo, aunque con las grandes conquistas y revoluciones no modificaron en absoluto el papel de la mujer. Pero la sociedad no era ajena a tal situación. Importante fue el papel de Ollympe de Gouges, quien en plena Revolución Francesa redactó la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, tras la proclamación en 1789 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Más tarde, en 1848, se reunieron alrededor de setenta mujeres y treinta hombres para estudiar los derechos civiles, sociales y religiosos de las mujeres, acabando con una declaración de Seneca Falls, que denominaron Declaración de sentimientos, en ella reivindicaban los derechos de las mujeres, especialmente, el derecho de sufragio y el derecho de participar en los cargos públicos. Esta Declaración se aprobó en Nueva York el 19 de julio de 1848, bajo la denominación de Declaración de Seneca Falls.

Aunque no se sabe en qué momento concreto surge el movimiento feminista, estos hechos fueron el germen del mismo, donde se reclamaban la igualdad de los varones y de las mujeres, aunque lo cierto es que en España el feminismo fue más tardío que en el resto del mundo, debido primero a la dictadura del General Primo de Rivera y pocos años después a la del General Franco.

A comienzos del siglo XX, la mujer tenía una escasa actividad pública, en el ámbito literario, se veía mal que la mujer escribiera, y si quería publicar lo tenía que hacer bajo un seudónimo haciéndose pasar por un hombre 8 . La oportunidad de la mujer de acceder a la educación era

7. José Antonio Solís Miranda, Las mujeres que gobernaban el Antiguo Egipto. (Madrid: El arca de papel, 2009), 3.

8. Marina Estarlich Matorrel, «La mujer en los años de la República: una lectura propia», La razón histórica, Volumen especial, 39, (2009): 95. «Mujeres como EVANS, Mary Anne, escritora británica de principios del siglo XIX uti-

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muy escasa, teniendo en cuenta que se encontraba condicionada a la formación que recibían, ya que no era la misma que la de los hombres. Mientras que al hombre se le enseñaba a leer, a escribir y el cálculo, a la mujer se la enseñaban labores del hogar.

La presencia de mujeres en el mundo universitario era terriblemente escasa, muy pocas acababan la carrera y aquellas que lo hacían no llegaban a ejercer nunca su profesión, ya que cuando contraían matrimonio, se veía mal que no se dedicaran al hogar y a la familia, siendo el hombre encargado de traer el dinero a casa, abandonando así muchas de ellas su vocación. Aquellas que se arriesgaban a trabajar, o que debido a la situación civil en la que se encontraban tenían que ejercer una profesión, veían como sus sueldos9 eran mucho más bajos que el de los hombres, sufriendo esa brecha salarial que se ha venido manteniendo hasta nuestros días10. Además, la ley de 23 de agosto de 1926 impedía que la mujer pudiese disponer libremente del salario, permitiendo que el marido pudiese cobrar el salario de su mujer, e inclusive cuando se separaban judicialmente.

Sin embargo, a medida que evolucionaba la sociedad, y tal como hemos dicho anteriormente, las ideas femeninas iban penetrando en la sociedad. En 1918 se creó la Asociación Nacional de Mujeres Españolas, integrada entre ellas por nuestra protagonista, además de por Elisa Soriano, Victoria Kent, o María Espinosa. Unos años más tarde, se creó el Lyceum Club que perduró hasta 1936, destinado a promover la educación de las mujeres y sus inquietudes culturales e intelectuales11. Adelizó el pseudónimo de George Elliot; BOHL,Cecilia usó el de Faber Fernán Caballero; LUCILE, Amandine Aurore usó el de DupinGeorge Sand, entre otras».

9. Matorrel, «La mujer en los años de la II República: una lectura propia», 97.

10. Mary Nash, Rojas: las mujeres republicanas en la guerra civil, 6ª Edición. (Madrid: Taurus, 2006), 58.

11. Mercedes Gómez Blesa, Modernas y vanguardistas: mujer y democracia en la II República. (Madrid: Ediciones del Laberinto, 2009), 205.

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más, algunas mujeres como Margarita Nelken se atrevieron a denunciar la situación que la mujer venía sufriendo, especialmente en el ámbito laboral12 .

Cabe destacar que, en el seno familiar, dentro del propio hogar, la discriminación también estaba presente, pues, mientras que el adulterio del hombre no estaba castigado, en el caso de la mujer suponía una deshonra para el marido, siendo castigado penalmente, algo que Clara Campoamor atacó duramente durante su mandato, solicitando su supresión.

En 1924, durante el reinado de Alfonso XIII y bajo la dictadura del General Primo de Rivera, los movimientos feministas ya tenían cierta trascendencia en el país, obligando al General a reconocer el derecho de sufragio femenino, pero con restricciones, ya que no podían votar las mujeres casadas ni las prostitutas, fue una respuesta a los movimientos que reclamaban la igualdad de las mujeres, y quién sabe si este gobierno presagiaba lo que iba a acontecer pronto.

Se encargó a Calvo Sotelo un proyecto de ley, y eso hizo. En él se explicaba que era necesario otorgar el voto a la mujer, ya que ellas podían ocupar cargos públicos, sin embargo, no podían votar. Además, reconocer el sufragio femenino supondría ser el primer país latino que lo reconociera. Quizás Calvo Sotelo sabía que era necesaria esa modernización, para la atracción de más adeptos a esta forma de gobierno, a pesar de su esfuerzo, no consiguió del todo su propósito, algunos como el General Vallespinosa consideraban que la mujer dependía del varón y, por lo tanto, no podía tener derecho a votar. Frente a posturas opuestas como esta, el Decreto-Ley fue promulgado el 8 de marzo de 1924, reconociéndose en su Exposición de Motivos que:

12. Margarita Nelken, La condición social de la mujer en España. (Madrid: Horas y horas, 2013).

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«La fuente originaria de toda soberanía municipal radica en el pueblo; el sufragio debe ser, por ello, su forma de expresión. Pero al suscribir este principio, el Gobierno estima preciso ensanchar sus límites y perfeccionar el procedimiento. Por ello, hacemos electores y elegibles, no sólo a los varones, sino también a la mujer cabeza de familia, cuya exclusión de un Censo que, en fuerza de ser expansivo, acoge a los analfabetos, constituía verdadero ludibrio. Y por la misma razón rebajamos la edad electoral a veintitrés años, que en casi toda la Península confieren plena capacidad civil, aunque subsistirá la de veinticinco para la elegibilidad».

En definitiva, esta norma fue un avance para muchos, ya que no sólo se reconocía a las mujeres que pudieran votar, sino también ejercer el derecho de sufragio pasivo, pudiendo ser elegidas como concejalas siempre y cuando fueran mayores de 25 años. María Cambrils13, aunque reconocía que no estaba de acuerdo del todo con esta norma, consideraba que el Decreto suponía un avance social. Por su parte, y así lo recoge ella misma, Andrés Saborit, dirigente del PSOE, reconocía la necesidad de que el derecho de sufragio otorgado a la mujer con este nuevo Decreto era un avance para la sociedad y a su vez permitía transformar la sociedad capitalista14 .

Primo de Rivera, en contra de lo que muchos piensan, apoyó a la mujer, no podemos saber si lo hizo de forma ficticia ante el temor del movimiento feminista y de un resquebrajamiento político, o bien porque realmente eran esos sus sentimientos. Lo cierto es que en enero de 1927 propuso, por vez primera, la candidatura de una mujer, Concha Espina, para ocupar el puesto de la Real Academia de la Lengua, además se la reconoció el Premio Nacional de Literatura. Finalmente, no salió elegida, a pesar de los apoyos del General, que señalaba la capacidad de las mujeres para ser académicas. Hubo otras mujeres como Victoria Kent, que durante la dictadura del General ocuparon puestos públicos, de hecho, por primera vez, la Asamblea Nacional la ocuparon 13 mujeres.

13. María Cambrils, Feminismo Socialista. (Valencia: Tipografía Las Artes, 1925), 19.

14. Cambrils, Feminismo Socialista, 19.

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Mientras tanto, Clara Campoamor que consideraba que el sufragio femenino que se había concedido suponía la igualdad en la nada, se estaba convirtiendo en todo un referente, aunque no le gustaba, —y en esto coincidía con Victoria Kent—, participar en manifestaciones feministas porque consideraba que los derechos no se consiguen saliendo a la calle y reclamando libertades:

«Por propio esfuerzo y personal labor: que el camino para conquistarla lo iniciaba así mismo el hecho económico, por el que fatalmente eran lanzadas a la actividad exterior numerosas mujeres, y ante esa realidad, eran inútiles todas las prédicas vertidas casi siempre sobre señoras de su casa que sin el espolazo de las realidades acudían a las Asociaciones feministas y eran elemento poco decidido a la actuación (…)»15.

Si nos detenemos en la actividad política de Clara Campoamor, vemos que, su lucha por los derechos femeninos, no lo hizo en la calle sino, desde el gobierno, demostrando en él que el hombre y la mujer son iguales de capaces para trabajar y tener su propia voz, y siempre defendiendo la única forma de gobierno que ella defendía y consideraba que era la mejor: La República.

Su actividad política ya estaba empezando a despegar, en 1929 fue elegida secretaria 3ª del Ateneo y un año más tarde fue elegida ponente en el I Congreso de la Sección Española de la Unión Internacional de Abogados. Se afilió en 1929 al partido de Acción Republicana, aunque su pasión era la abogacía, labor que nunca descuidó, sabía que para que España reconociera la plena capacidad de obrar a la mujer, tenía que tener en su gobierno una clara defensora del sexo femenino.

En 1931, con la dictablanda del general Berenguer, se llevó a cabo la sublevación de Jaca, un acto en contra de la Monarquía de Alfonso XIII que acabó con el fusilamiento de los capitanes Fermín Galán Rodríguez y Ángel García Hernández, pero que fue la antesala de la proclamación de la República meses después. Clara Campoamor siguió los aconteci-

15. Campoamor, La revolución española vista por una republicana, 12.

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mientos con gran interés, ya que, uno de los condenados era su hermano, Ignacio Campoamor. Así, nuestra docta se hace cargo de su defensa y de otros sublevados, a los cuales se les pedía la pena de muerte, que tras la proclamación de la II República vieron transformado su futuro, entrando a formar parte del gobierno provisional16 .

El 14 de abril de 1931 se proclamó la II República española, hecho que supuso el fin de una época y el comienzo de otra que se presagiaba de gran esplendor. Especial entusiasmo por esta nueva etapa lo tenían las mujeres, que no tardaron en salir a la calle, pues, tras años de silencio sabían que por fin se las empezaría a considerar personas con plenos derechos.

María Zambrano17, otra gran intelectual de la época, lo describía como un día de fiesta:

«Pasaban los guardia civiles llevados a hombros por el pueblo, por las gentes del pueblo de Madrid, y ellos eran felices. Los rateros se declararon en huelga; no hubo un solo hurto, por pequeño que fuera. Las personas entraban en los bares, donde pedían y pagaban; nadie intentó tomarse ni siquiera un café sin pagar. Las joyerías estaban intactas, con sus alhajas resplandecientes; nadie pensó en romper los cristales, nadie pensó en romper nada” (…)”florecieron las banderas republicanas, florecieron no se sabía desde qué campo de amapolas o de tomillo. Hasta había perfume a campo, a campo de España. Y, entonces, todo fue muy sencillo: Miguel Maura avanzó con la bandera republicana en los brazos18. La llevada tiernamente, como se lleva un depósito sagrado, un ser querido. La desplegó y dijo

16. Ana Pujol Soliano, «Enfrentadas por un ideal: Clara Campoamor vs Victoria Kent», Historia Digital, nº 32(2018): 7-35.

17. María Zambrano, Delirio y Destino (los veinte años de una española). (Barcelona: Mondadori,1989), 260-261

18. Rafael Olmo, «La mujer en la política. Carmen de Burgos», Mujer, nº 4, (1931): 133-169.

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simplemente: queda proclamada la República. Fue un momento de puro éxtasis»19.

En la misma línea, Clara Campoamor manifestó que la República era:

«La forma de gobierno más conforme a la evolución natural de los pueblos. Y en muchos casos, la más adecuada a la situación de un país especialmente considerado verbigracia, España. Pero prescindiendo ya de este sentido oportunista, objetivamente me parece superior la República a cualquier otro régimen».

Para la abogada Concha Peña20 el nuevo régimen le daba unas grandes expectativas:

«Estoy satisfecha del nuevo régimen: creo y espero mucho bueno de este Gobierno; al fin—suspira—me parece que hemos llegado a lo que desde niña vislumbre. Aparte de mis ideas políticas, que hoy tras muchas luchas y sin-sabores veo realizadas, es un hecho ya la igualdad de la mujer en todos los órdenes»21 .

No podían faltar las declaraciones de Victoria Kent que permitían palpar la alegría que rebosaba en ella:

«Más que por mí por lo que representa para todas las mujeres españolas ¡Hemos vivido en un atraso tan lamentable! … Afortunadamente, ya se ha roto el hielo. Las mujeres hemos trabajado por la República, y esté segura de que la República no ha de negarnos uno solo de los derechos que ya han conquistado las mujeres de todos los países»22 .

19. Erre publika plaza, visitado el 24 de septiembre. https://errepublikaplaza. wordpress.com/2016/04/15/un-martes-14-de-abril-de-1931-con-maria-zambrano/

20. Manuel Colorado Guitian, «La mujer en la política. Concha Peña», Mujer, nº 12, (1931):5.

21. Rosario Ruiz Franco, «La República de las mujeres», Espacio, tiempo y forma, nº 18, (2006): 171-186.

22. Franco, «La República de las mujeres», 171-186.

20 Francisco Marhuenda y Tiffany M.
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