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TRENZAS CORTADAS RECUERDOS DE UNA NIÑA DE RUSIA

COMITÉ CIENTÍFICO DE LA EDITORIAL TIRANT HUMANIDADES

Manuel Asensi Pérez

Catedrático de Teoría de la Literatura y de la Literatura Comparada Universitat de València

Ramón Cotarelo

Catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia

M.ª Teresa Echenique Elizondo

Catedrática de Lengua Española Universitat de València

Juan Manuel Fernández Soria

Catedrático de Teoría e Historia de la Educación Universitat de València

Pablo Oñate Rubalcaba

Catedrático de Ciencia Política y de la Administración Universitat de València

Joan Romero

Catedrático de Geografía Humana Universitat de València

Juan José Tamayo

Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Universidad Carlos III de Madrid

Procedimiento de selección de originales, ver página web: www.tirant.net/index.php/editorial/procedimiento-de-seleccion-de-originales

TRENZAS CORTADAS RECUERDOS DE UNA NIÑA DE RUSIA

ROSER ROSÉS Traducción: RAMON MORENO

tirant humanidades Valencia, 2022

Copyright ® 2022

Todos los derechos reservados. Ni la totalidad ni parte de este libro puede re producirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética, o cualquier almacenamiento de in formación y sistema de recuperación sin permiso escrito de la autora y del editor.

En caso de erratas y actualizaciones, la Editorial Tirant Humanidades publicará la pertinente corrección en la página web www.tirant.com.

Título de la edición original: Trenes tallades. Records d’una nena de Rússia Edicions Cal·lígraf Figueres, 2016

© TIRANT HUMANIDADES

EDITA: TIRANT HUMANIDADES C/ Artes Gráficas, 14 - 46010 - Valencia TELFS.: 96/361 00 48 - 50 FAX: 96/369 41 51 Email: tlb@tirant.com www.tirant.com

Librería virtual: www.tirant.es ISBN: 978-84-19226-06-8

MAQUETA: Innovatext

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Índice

Nota a esta edición 9 Prólogo .................................................................................................................. 11

MAPA DE LOS DESPLAZAMIENTOS DE ROSER (1938-1947) 1926-1936 UNA PLÁCIDA INFANCIA

21 1936-1938 LA GUERRA CIVIL

29 1938-1939 VIAJE DE UNA NIÑA DE RUSIA

37 BARCELONA-LENINGRADO ............................................................. 37 1939-1941 PRAVDA. COLONIA NÚM. 1 ............................................................ 41

Recuperando la salud en el balneariode Artek, Crimea .............................. 46 Pioneros i komsomoles ..................................................................................... 48 Vínculos y educación en una colonia española en Rusia ............................ 50

La muerte de la prima Mavi 56 La recolección de cerezas................................................................................. 59 1941-1943 LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

61

Evacuados por el avance del ejército alemán nazi ........................................ 61 Kukkus, una aldea desalojada por la guerra ................................................ 62 1943-1944 KOKAND (UZBEKISTÁN) 65

En busca de la tía María

65 Inmersión en la cultura de la Rusia asiática 66

La guerra se alarga. Miseria dolor y desprotección...................................... 70 1944 EL EJÉRCITO NAZI RETROCEDE

Supervivencia en un país devastado

75

75

La hospitalidad del pueblo ruso 77 La komsomol abandona.................................................................................... 80 ¿Quedarme en Rusia?....................................................................................... 81

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1945 EL FIN DE LA GUERRA MUNDIAL 83

Reincorporación a la colonia de Bolchevo

1946 DE RUSIA A MÉXICO

La travesía del Mediterráneo

86

85 Reclamada desde México

93

94

97 Los Estados Unidos: un contraste incomprensible 97 La frontera mexicana

La travesía del Stlántico

100 Reagrupamiento familiar en México DF

101 Empezar una nueva vida 102 Nuestros tíos...................................................................................................... 104

1947 REPATRIACIÓN A ESPAÑA

107

107 Ocultar siete años vividos en la URSS

México DF-Nueva York

108 Vigo: reencuentro con mi madre y mi hermano

110 Barcelona: papá, un represaliado en la Cataluña franquista

113 La nada fácil integración en la vida familiar 115 No sentirse ni de aquí ni de ninguna parte

1948 LA VIDA DE LOS VENCIDOS

116

119

La Barcelona de la posguerra 119 Pasar por el tubo

119 Trabajando de sol a sol para no caer en el pozo

121 Tejiendo nuevos vínculos

123 El silencio del miedo

1955 ALFRED: UNA NUEVA FAMILIA

2010 LA HUELLA DEL DOCTOR BONIFACI

2015 LAS CICATRICES DE UNA MUJER DE NOVENTA AÑOS

Epílogo en forma de entrevista.Helena Vidal y Roser Rosés en Barcelo na, 2015

124

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129

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133 Bibliografía

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8 Índice
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Nota a esta edición

Después de muchos años de divulgación de mis vivencias para denunciar los efectos desastrosos que causan las guerras y de la pu blicación del libro Trenes tallades. Records d’una nena de Rússia por Edicions Cal·lígraf el año 2016, me satisface esta reciente traducción del libro al castellano como nueva vía de difusión que permitirá lle gar a muchos nuevos lectores, conseguir que esta historia tenga más repercusión y que se conozca en otros países.

Esta publicación es una alegría y un estímulo para mí, y es tam bién otro regalo que recibo en mis años de vejez.

Prólogo

Me complace prologar los recuerdos de Roser Rosés, que creo que hace tiempo que deberían conocerse públicamente. Roser fue, en la URSS, alumna de mi padre, August Vidal, maestro de la «casa de ni ños españoles» número 1 en Moscú, y después de perder el contacto durante mucho tiempo, se reencontró con mis padres a principios de los años sesenta. La conozco, pues, desde entonces, y me una a ella una sólida amistad y un gran aprecio.

Por fortuna, con la recuperación de lo que se denomina memoria histórica también se ha recuperado la historia de los llamados niños de la guerra: la de los niños que se quedaron en España y sufrieron el destino de ser hijos del enemigo vencido, y la de los niños que se encontraron con un exilio no buscado y larguísimo, en México (los niños de Morella) y en la URSS (los niños de Rusia). Se conocen datos, estadísticas, se han realizado estudios serios, artículos de di vulgación, documentales, películas de dibujos animados, películas de ficción… Pese a todo, cada experiencia es única y cada testimonio personal tiene un enorme valor. Ho hay otra historia más interesante, impactante y educativa que las historias de vida de personas concre tas. La de Roser Rosés es una de ellas. Es la historia de una niña que se fue ilusionada de viaje con una tía amada, huyendo por fin de la guerra y de aquellos bombardeos que la aterrorizaban. La trayectoria de esa niña, que se encuentra atrapada en una situación y una rea lidad inesperadas, conocer cómo vive la adolescencia lejos del calor familiar, ver como transita por la guerra, las privaciones, el hambre, la muerte de los compañeros…, es impactante. A los que la conoce mos, nos impresiona la fortaleza de esta mujer menuda y reservada, humilde, que ha sobrevivido a los dramas colectivos y a su drama particular con una salud física y mental absolutamente envidiables. ¿Quién no envidiaría a una persona que a la edad de ochenta y nueve años aun baila en el grupo senior de los Ballets de Catalunya? Cierto

es que lo que tiene importancia no es lo que has vivido, sino cómo lo has vivido, y es evidente que Roser ha vivido la vida sabiendo ex traerle valor, fuerza y muchas ganas de vivir.

Para situar su historia personal, recordemos unos cuantos datos.

Al constatar que la Guerra Civil se alargaba y dada la dureza con siguiente de las condiciones de vida, el gobierno republicano tomó la decisión de alejar de la guerra a algunas de las personas más vul nerables: los niños. Francia recibió aproximadamente 2.000 niños, Bélgica unos 5.000, el Reino Unido cerca de 4.000, Suiza unos 800, México 455, Dinamarca 100 y la URSS 2.873 (1.676 niños y 1.197 niñas). Una vez finalizada la Guerra Civil, los niños resguardados en Europa volvieron a sus casas. Los de México y los de la URSS, sin embargo, quedaron atrapados, al no tener, estos dos países, relaciones diplomáticas con la España de Franco.

Los padres que enviaban a sus hijos para alejarlos de la guerra lo hacían por amor y pensado en recuperarlos al cabo de dos o tres meses. Todos los exiliados estaban convencidos de que volverían pronto. Los adultos —generalmente comunistas previamente selec cionados— iban a la URSS con la ilusión de conocer la patria del socialismo y de prepararse para la reconquista de España. Una buena muestra de su estado de ánimo son estos fragmentos de la primera carta que escribió desde Rusia August Vidal a unos amigos franceses:

Solo hace 14 días que hemos llegado a la gran Patria Socialista. Esta mos en una casa de reposo, donde muchos médicos se han preocupado de nuestra salud. Y he de decir, estimados amigos, que su tarea no es fácil. Los hombres, los más fuertes de nuestro grupo, han llegado enfer mos después de los años de guerra y, sobre todo, después de su estancia en los campos de concentración. […]

El Primero de Mayo vi una manifestación —la parada militar— en Leningrado. ¡Qué emoción, camaradas! Destacamentos de todas las ar mas… ¡y equipos de guerra que no os puedo ni explicar! Pensé en España y en la desgracia de no tener frontera con la URSS. […] Nuestra emoción fue máxima cuando visitamos una escuela de niños españoles en Lenin grado, donde fuimos largamente obsequiados. ¿Merecemos realmente tantas atenciones? Lloramos, de felicidad y amargura. ¡Sentimos España

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tan ardiente dentro de nuestra alma! Cantamos canciones españolas y, al cantar nuestras canciones populares, pensé en vosotros. […]

Leemos los informes de Stalin, Mólotov, Zhdánov y Manuilski en el XVIII Congreso del Partido. Todos estamos ávidos de aprender de la gran experiencia del pueblo ruso para conseguir el triunfo en España el día que volvamos a coger las armas para reconquistarla. […] (En francés en el original).

Los niños no sé si tenían mucha idea de adónde iban, pero mi madre, que los acompañó como maestra en la expedición de Gijón de 1937, comentaba que al llegar a Leningrado algunos de ellos lan zaban sus cosas al mar, porque creían que en Rusia tendrían de todo. Provenían de familias de izquierda y habían heredado la imagen idealizada que sus padres tenían de la URSS en aquella época. Pero me temo que en ellos debía pesar más la angustia de la separación que la ilusión de la aventura, aunque esta ilusión también la debían tener. Uno de los entrevistados en la película de Jaime Camino Los niños de Rusia explica que, mientras se despedían de sus familiares desde la cubierta del barco que zarpaba de Bilbao, hacían de tripas corazón, pero que una vez levaron anclas, corrieron las lágrimas de manera unánime.

Hubo unas cuantas expediciones de niños con destino a la URSS. La mayoría provenían de Asturias, el País Vasco y Cantabria. Catala nes había pocos.

Una vez arribados, se los distribuía entre las llamadas «casas de niños españoles». En total se contaron dieciséis, repartidas entre Moscú y los alrededores, Leningrado y alrededores, Odesa, Kiev y Eupatoria (o Yevpatoriia). La casa —o, como la llamaban los intere sados, colonia— donde fueron destinados mis padres y Roser Rosés era la número 1 (las escuelas de Rusia se conocían y se continúan conociendo por el número, no por un nombre), situada en Pravda (Pravdinsky a partir de 1941), a unos 35 quilómetros de Moscú, en una residencia de descanso.

Cómo era la vida y la educación en las colonias lo podemos co nocer por la descripción de Roser, una descripción teñida por aquel

Prólogo 13

afecto con que los «exniños» suelen recordar su estancia en la burbu ja de las residencias de niños antes de desembocar, en una inmersión directa y brutal, en la Gran Guerra Patria, como se conoce en Rusia la Segunda Guerra Mundial. Del idilio de la infancia protegida en casa, tan bien descrita por Roser, al horror de la Guerra Civil; i del idilio de la infancia protegida en la colonia, con el telón de fondo del desgarro interior de la separación del hogar, al horror de una segun da guerra…

Roser describe la sorpresa del nuevo clima, las nuevas costumbres y las nuevas circunstancias con una objetividad sobrecogedora, una objetividad que quizá subraya el sismo emocional que todo ello debía significar, más aún que si hubiese querido acentuar el dramatismo. Esta característica es una constante en Roser: la normalidad y la hu mildad con las que explica su vida, como si las circunstancias tan dramáticas que vivió fueran una cosa normal.

La vida de los niños transcurría protegida, al margen de las cir cunstancias políticas y sociales de finales de los años treinta. Después se vieron inmersos en la vida de los rusos y sufrieron un baño de rea lidad. No todos vivieron este baño de realidad de la misma manera, ni entre los niños, ni entre los adultos. Pero los «niños» estaban y han estado siempre agradecidos a la URSS por haberlos acogido, arropa do y dado formación. Las adversidades de la vida eran las mismas que las de los rusos y las enfrentaban como cosa normal. Un par de ejemplos. En la residencia donde vivía una exalumna de mis padres que fue mi niñera, el dormitorio era una gran sala con filas de camas separadas por una mesita; cuando alguien se casaba, la cama acogía a la pareja, y cuando nacía un niño, la mesita se sustituía por una cuna. Una pareja de «exniños» me explicaba, un día, como era su vida cuotidiana a finales de los cuarenta: el marido trabajaba de día y estudiaba de noche, y la mujer estudiaba; vivían en una habitación de la residencia de la facultad de ella; acogieron a una pareja de amigos suyos, también españoles, que no tenían vivienda, y los instalaron a su lado, colocando una cama plegable más y separando las camas con una cortina: el hombre decía, bromeando, que «por las noches

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debíamos acompasar los ritmos porque las camas se tocaban»; nació el primer hijo y ya fueron cinco en compartir el espacio; y aún du rante algún tiempo más lo compartieron con otra pareja, hasta que esta encontró otro habitáculo; largas colas para conseguir comida; turnos para cuidar al niño; horas de sueño robadas para el estudio en un espacio reducido y compartido, tras la jornada laboral… «Y pese a todo éramos felices» decían. Porque, además, a los niños es pañoles les coincidió la juventud con los años del «deshielo», años de optimismo y de esperanza. En resumen, los «exniños» recuerdan aquellos años con nostalgia y agradecimiento, nostalgia de la URSS y también de la fraternidad entre los miembros de las colonias. Nadie dejó que se utilizara su experiencia, por dura que hubiese sido, como arma de propaganda antisoviética al volver a España, pese a que el ré gimen lo intentó. Nadie… con alguna inevitable excepción: durante los interrogatorios que sometía a los «exniños» la policía de Madrid al llegar a España, se encontraban con la sorpresa de encontrarse a un «exniño» —uno en concreto, pero no parece oportuno recordar ahora quien era— tomando nota de las declaraciones. Fue la excep ción que confirma la regla.

Roser conoció la vida rusa durante la Gran Guerra Patria. La pos guerra soviética ya casi no la vivió. Cuando partió en el año 19461, en Rusia se respiraba el ambiente optimista de la victoria, de una espe ranza de cambio y del inicio de una vida nueva. En España, a donde llegó a principios de 1947, se encontró con el ambiente oscuro, opre sor y deprimente del país franquista.

En cuanto a los adultos, el encuentro con la realidad soviética provocó reacciones muy diversas. Unos se desencantaron de la ideo logía comunista, se marcharon y escribieron libros sobre la realidad

1 En el texto explica cómo pudo partir en el año 1946, cuando su tío la reclamó desde México, pese a las reticencias oficiales evidentes. Tuvo suerte. Poco después, a partir de 1947 o 1948, el simple hecho de pedir la salida de la URSS tenía como respuesta la denegación del permiso, la consideración de traidor a la patria socia lista y, a menudo, el internamiento directo en un campo de concentración.

Prólogo 15

oculta tras la ideología oficial; otros se reafirmaron en sus convic ciones e hicieron carrera en las estructuras del Partido Comunista de España (PCE) en Moscú; algunos otros, sin renunciar a su ideal de una sociedad justa, al constatar —en parte— las contradicciones entre realidad y discurso oficial, se refugiaron en su vida profesional y familiar. En los recuerdos de Roser, este aspecto sólo se insinúa en la referencia a su tía, que, claramente, reaccionó con hostilidad contra la realidad en que se hallaba inmersa. Como dice Roser en el texto, el «castigo» por su actitud rebelde y poco ortodoxa fue muy suave: la sacaron de la colonia de niños donde estaba destinada como educadora, pese a que no llegó a ejercer, y la enviaron a la residencia para miembros del partido. Otros pagaron su actitud en un campo de concentración. A ella seguramente la salvó el hecho de ser la mu jer de un miembro del PCE. Esto contaba, entonces.

Uno de los capítulos duros de la historia de los «exniños» de Rusia es el del retorno a España. Un buen cupo volvió entre los años 1956 y 1957, después de que la URSS y España firmasen un acuerdo, a través de la Cruz Roja Internacional, para el regreso de los españoles rete nidos en Rusia. Los primeros en volver fueron los exmiembros de la División Azul y personas que salían de los campos de concentración ode la prisión, donde estaban presos por diferentes motivos. Fueron recibidos en Barcelona en loor de multitudes, en 1954, con un Matías Prats (padre) eufórico retransmitiendo por radio la llegada del bar co Semíramis y la emoción del reencuentro de las familias. El barco Krym («Crimea»), que transportaba a los exiliados republicanos dos años después, no mereció ninguna bienvenida triunfal. Al llegar, los repatriados debieron dedicar dos días a solucionar el papeleo y ha cerse la ficha policial, en la que, como todo el que es fotografiado por la policía, tienen cara de prisioneros de guerra, por lo menos. De entrada, el reencuentro con la familia era inmensamente emotivo. Pero después venían las dificultades. Los «niños» llegaban a un país fascista, machista y retrógrado y, pese a toda la propaganda soviética que habían recibido en Rusia, no estaban preparados para asumirlo. El hecho de ser mujer añadía un problema más. Volvían al idealizado país de su infancia, pero ese país ya no existía. Volvían con una per

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sonalidad constituida, con sentido de su dignidad, con estudios y ex periencia profesional. Y se encontraron con un país donde la mujer debía ir a misa, cubierta con mantilla, ser «la señora de» y quedarse encerrada en casa. También habían idealizado a la familia. No habían sufrido la experiencia de la posguerra, desconocían, por lo menos en carne propia, el peso del miedo, de la presión del ambiente, de la necesidad de adaptarse para sobrevivir. En consecuencia, las actitu des de los padres, de los hermanos y los amigos en la vida cotidiana podían chocar —y de hecho chocaban— con las de los hijos pródigos retornados.

Llegar a España en la segunda mitad de los años cincuenta ya era duro. Pero Roser llegó en febrero de 1947, en un momento aún más duro y oscuro. El choque que describe resulta sobrecogedor. Y es muy ilustrativa la anécdota del baile, cuando el joven que pedía permiso para sacarla a bailar no se dirigía a ella, sino a su hermano. Ella aún se indigna hoy en día. No estaba preparada para la España católica, represora y machista, a años luz del ambiente republicano de su infancia.

Tiene en sus manos un documento de historia viva. Disfrútelo. Y si quiere saber más cosas sobre el tema, repase la selección biblio gráfica del final del libro o haga búsquedas en internet. Pero si busca información, créame, dé preferencia a los recuerdos. A la memoria viva.

Diciembre de 2015

Prólogo 17

MAPA DE LOS DESPLAZAMIENTOS DE ROSER (1938-1947)

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