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Virginia, Laura, Clarissa

Daldry es un hombre forjado en el mundo del teatro. Con sólo 32 años fue director artístico del Royal Court Theatre. Esta experiencia se pone de manifiesto no sólo en su hábil dirección de actores y actrices sino también en la composición de las escenas y en todos los elementos escenográficos. Estas dos piezas eran fundamentales en la adaptación de la novela de Cunningham. A ello hay que añadir que Daldry es un hombre de firmes convicciones políticas. Fue, por ejemplo, militante universitario del Partido Socialista de los Trabajadores. Esa implicación era evidente en Billy Elliot en la que jugaba un papel fundamental la crítica a las políticas neoliberales de Margaret Thatcher. Creo que también, aunque tal vez de manera más sutil, lo es en Las horas. Tanto en la novela como en la película es fácil encontrar un discurso sobre la posición de la mujer en la sociedad, sobre lo injusto de sus roles en un mundo construido sobre la supremacía del varón, sobre un reparto de espacios que ha condenado a la mujer a una eterna minoría de edad. Un discurso que cobra una dimensión indiscutible, y casi simbólica, con el personaje de Virginia Woolf, pero que también aparece en las historias de las otras dos mujeres. Estos personajes le sirven tanto a Cunningham como a Daldry para

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Las horas

llegado Stephen Daldry que en el 2000 había logrado un gran éxito internacional con Billy Elliot (incluidas tres nominaciones al Oscar, entre ellas al mejor director). Esta primera obra de Daldry nos cuenta la historia del joven Billy, hijo de una familia minera del Norte de Inglaterra, que descubre que le gusta más el baile que el boxeo. Una pasión que, alentada por la profesora de ballet que ve en él un gran talento, tendrá que desarrollar a escondidas de su padre y de su hermano mayor. Todo ello en el contexto de las huelgas mineras de 1984 convocadas en contra de las medidas impuestas por el gobierno de Margaret Thatcher. En esta primera película el británico ya daba muestras de su capacidad para mostrar los sentimientos, para hurgar en los espacios domésticos, para explorar los conflictos de la cotidianidad. Algo que en esa primera aventura cinematográfica consiguió con un exceso de sensiblería pero con una evidente habilidad para llegar al gran público. En ella se ponía de manifiesto además su destreza en la dirección de actores y actrices. Tal fue el éxito de la película que, en la actualidad, se está representado en los escenarios londinenses su adaptación teatral dirigida por el mismo Daldry. Esta singular trayectoria de Billy Elliot no es casual ya que


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