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DE IDENTIDADES Reconocimiento y diferencia en la modernidad líquida

RAÚL SUSÍN BETRÁN DAVID SAN MARTÍN SEGURA Coordinadores

Valencia, 2008


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...El otro día sentí como un vértigo cuando me dí cuenta de que no eras tú quien estaba al teléfono, Lo comprendo, oírlo a él es oírme a mí, Lo que pensaba, no, no fue pensado, fue más bien sentido, fue algo así como una ola de pánico ahogándome, erizándome la piel, sentía que si la voz era igual, todo lo demás también lo sería... JOSÉ SARAMAGO, El hombre duplicado

¿Cómo es su idiosincrasia, su visión del mundo? ¿Cómo ve a los Otros, a mí mismo sin ir más lejos? Al fin y al cabo, no sólo él es un Otro; también yo lo soy para él. RYSZARD KAPUSCINSKI, Encuentro con el Otro



ÍNDICE Los autores ......................................................................

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A MODO DE PRESENTACIÓN..................................... Raúl Susín Betrán David San Martín Segura

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I. Significados sociopolíticos de la identidad IDENTIDAD Y TOLERANCIA ...................................... Ernesto Garzón Valdés

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IDENTIDADES Y DERECHOS COLECTIVOS ............ Andrés García Inda

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IDENTIDADES TRANSVERSALES ............................. Diego Bermejo Pérez

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IDENTIDADES POLÍTICAS Y SUJETOS SOCIALES. EL ESPECTRO DE NUEVOS AUTORITARISMOS ........................................................................... Castor Bartolomé Ruiz

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II. Formas de identidad e identificación SOBRE IDENTIDADES, NACIONALISMOS E INTERNACIONALISMOS ................................................... José Mª Aguirre Oraa A VUELTAS CON LA IDENTIDAD OBRERA. NOTAS Y REFLEXIONES SOBRE LOS EFECTOS DE LAS METAMORFOSIS SOCIALES EN LA IDENTIDAD Y LA CONCIENCIA PROLETARIAS ...................... Oriol Barranco Font

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ÍNDICE

LA DIFÍCIL CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD ENTRE LOS ADOLESCENTES HIJOS DE LA INMIGRACIÓN ............................................................. Joaquín Giró Miranda IDENTIDAD Y VICTIMIZACIÓN ................................. Mª José Bernuz Beneitez ¿GOBERNAR ES SEPARAR? ¿ES EL ESTADO UN PASTOR CIEGO? REFLEXIONES SOBRE ALGUNAS TENDENCIAS URBANAS ....................................... Mª José González Ordovás

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III. Materiales de trabajo LA CONSTRUCCIÓN IDENTITARIA COMO FORMA DE EMANCIPACIÓN: GYLDA Y EL MOVIMIENTO HOMOSEXUAL ......................................................... GYLDA (Gays Y Lesbianas De Aquí - Colectivo de gays, lesbianas y transexuales de Logroño)

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PENSAR LA IDENTIDAD A TRAVÉS DEL CINE ....... El hombre elefante (David Lynch, 1980) «El encuentro con la diferencia. El reconocimiento en el Otro» .......................................................... Boys don’t cry (Kimberly Peirce, 1999) «Identidad sexual y de género» ................................. Otras imágenes sobre identidad ...............................

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GLOSARIO SOBRE IDENTIDAD .................................

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LOS AUTORES José María Aguirre Oraa: Licenciado en Teología y Doctor en Filosofía por la Universidad de Lovaina (Bélgica). Coordinador del «Seminario de Filosofía en América Latina» en la Universidad de Lovaina de 1981 a 1985, hoy es profesor titular de Filosofía Moral en la Universidad de La Rioja. Ha publicado, entre otras, las monografías La philosophie en Amerique Latine (1986) y Raison critique ou raison herméneutique? (1998). Es editor junto a Xavier Inausti de las Obras Completas de José Manzana Martínez de Marañón (1999), y coordinador de diversas obras colectivas, como Pluralismo y tolerancia. La sociedad liberal en la encrucijada (2004). Próximamente publicará Retos y perspectivas de la filosofía para el siglo XXI. Oriol Barranco Font: Licenciado en Sociología por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Investigador del Grup d’Estudis Sociològics sobre la Vida Quotidina i el Treball (QUIT) y profesor asociado del departamento de Sociología de la UAB. Actualmente realiza su tesis doctoral sobre las pautas del consentimiento y la resistencia laborales. Ha publicado diversos artículos relacionados con los cambios en la organización del trabajo asalariado y las nuevas formas de dominación y resistencia aparejados a los mismos en revistas como Cuadernos de Relaciones Laborales, Papers, Revista Catalana de Sociología o Viento Sur. Ha sido investigador invitado en l’École Normale Supérieure (Ulm) de París y en el Centre Nantais de Sociologie.


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Castor Bartolomé Ruiz: Doctor en Filosofía por la Universidad de Deusto. Desde hace diez años es profesor investigador del programa de pos-graduación en filosofía de la Universidad Unisinos, Brasil. Coordinador de la Cátedra UNESCO de Derechos Humanos-Unisinos, en red con otras universidades españolas y latinoamericanas, y miembro del Grupo de Pesquisa Interdisciplinar «Ética y Ciudadanía». Sus líneas de investigación se centran en cuestiones de Ética y Filosofía Social y Política. Sus publicaciones más recientes son As Encruzilhadas do Humanismo (2006), El Movimiento de los Sin Tierra, propiedad o alteridad, dilema de los derechos humanos (2006), Os laberinto do poder (2004), Os Paradoxos do imaginario (2003) y El poder de los desposeídos (2000). Diego Bermejo Pérez: Doctor en Filosofía y Licenciado en Estudios Eclesiásticos. Doctorado en la Ludwig-Maximilians Universität y en la Hochschule für Philosophie en Múnich. Profesor de Filosofía en la Universidad de Deusto, en la Universidad de La Rioja y en la Facultad de Teología de Vitoria - Departamento de Filosofía. Es conferenciante en varios centros públicos y privados y asesor de empresas en el área de Relaciones Humanas y Análisis de Tendencias. Autor de Crisis de la razón, razón universal y posmodernidad (1998), Posmodernidad: pluralidad y transversalidad (2005) y En las fronteras de la ciencia, de próxima aparición, además de diversos artículos en revistas de filosofía y cultura. María José Bernuz Beneitez: Doctora en Derecho y profesora titular de Filosofía del Derecho y Sociología Jurídica en la Universidad de Zaragoza. Cuenta con varias publicaciones sobre temas


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relacionados, entre otros, con justicia de menores, derechos de la infancia, políticas de seguridad, prevención de la delincuencia y gestión del riesgo o ciudadanía, como la monografía De la protección de la infancia a la prevención de la delincuencia (1999); y obras colectivas como Ciudadanía: dinámicas de pertenencia y exclusión (2003) o La tensión entre libertad y seguridad: una aproximación socio-jurídica (2006). Es investigadora principal en un proyecto sobre «Seguridad, estado social y cultura punitiva» y forma parte de un proyecto europeo sobre prevención de la delincuencia. Andrés García Inda: Doctor en Derecho, profesor titular de Filosofía del Derecho y Sociología Jurídica en la Universidad de Zaragoza. Es autor de los libros La violencia de las formas jurídicas (1997) y Materiales para una reflexión sobre los derechos colectivos (2001), de diversos artículos relacionados con las políticas sociales, los derechos humanos o el voluntariado, y coordinador de varias obras colectivas, como El voluntariado: regulación jurídica e institucionalización social (1999), Ciudadanía, voluntariado y participación (2001) o Derechos fundamentales, movimientos sociales y participación (2003), junto a José Martínez de Pisón. En la actualidad es Secretario General de la Universidad de Zaragoza. Ernesto Garzón Valdés: Filósofo del Derecho y diplomático, es profesor emérito de la Universidad de Córdoba (Argentina) y doctor honoris causa por ésta y por las Universidades de Valencia y de Helsinki. Además, ha sido profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Maguncia (Alemania) y es miembro de las Academias de Derecho y Ciencias Sociales


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de Buenos Aires y Córdoba, y de la de Ciencias de Finlandia. Entre sus monografías más recientes se encuentran Calamidades (2004), Instituciones suicidas (2000) y Tolleranza, responsabilità e stato di diritto (2003). Es autor de un elevado número de artículos científicos en varios idiomas, ha traducido multitud de obras de Filosofía del Derecho, y ha sido galardonado con importantes premios en reconocimiento, no sólo de su carrera académica, sino también de sus iniciativas en la cooperación científica y cultural internacional. Joaquín Giró Miranda: profesor titular de Sociología en la Universidad de La Rioja, es responsable del grupo de investigación «enclavesocial» (www. enclavesocial.com). Ha publicado recientemente las monografías Mujeres inmigrantes. Invisibilidad y práctica cotidiana (2004) y Adolescentes, ocio y consumo de alcohol (2007), además de coordinar diversas obras colectivas como El género quebrantado (2005) y Envejecimiento, autonomía y seguridad (2007), entre otras. En los últimos años se ha vinculado a los proyectos de I+D+I «Identidades en construcción: estudio de los procesos de adaptación de los adolescentes de familias inmigrantes» y «La protección de la seguridad en la sociedad del riesgo». María José González Ordovás: Doctora en Derecho, profesora titular de Filosofía del Derecho en la Universidad de Zaragoza, ha publicado varias obras relacionadas con el tema del urbanismo, la ciudad y la cohesión social, como Políticas y estrategias urbanas: la distribución del espacio privado y público en la ciudad (2000). También cuenta con otras publicaciones centradas en temas como la seguridad


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o el análisis de la cuestión de la eficacia del Derecho, entre ellas, Ineficacia, anomias y fuentes del Derecho (2003). Actualmente compagina la docencia con sus responsabilidades como Vicedecana de la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza y como Consejera de la Fundación Ecología y Desarrollo y del Consejo Económico y Social de Aragón. David San Martín Segura: Licenciado en Derecho, es investigador en el Área de Filosofía del Derecho de la Universidad de La Rioja. Actualmente realiza su tesis doctoral sobre cuestiones de seguridad y control social contempladas desde la problemática del riesgo. Participa en el proyecto de investigación, desarrollado por las Universidades de La Rioja y de Zaragoza, «La protección de la seguridad en la sociedad del riesgo» y cuenta con varias publicaciones en obras colectivas y revistas científicas sobre la excepcionalidad jurídica y la sociedad del riesgo, entre otros temas. Ha sido investigador invitado en la Université de París X-Nanterre y en la Università degli Studi di Genova. Raúl Susín Betrán: Doctor en Derecho, profesor titular de Filosofía del Derecho de la Universidad de La Rioja. Ha participado en distintas investigaciones de temas conectados con las transformaciones del derecho en el Estado social, el voluntariado, la ciudadanía, las tensiones entre la libertad y la seguridad y, en la actualidad, sobre la sociedad del riesgo. Entre sus publicaciones cuenta con la monografía La regulación de la pobreza. El tratamiento jurídico-político de la pobreza. Los ingresos mínimos de inserción (2000); con la edición, conjuntamente con Mª J. Bernuz, del libro Ciudadanía. Dinámicas de pertenencia y exclusión (2003); y con diferentes


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trabajos en revistas y libros colectivos sobre pobreza, polĂ­ticas sociales, voluntariado, gĂŠnero y desarrollo, ciudadanĂ­a y, entre otros, interculturalidad.


A MODO DE PRESENTACIÓN Raúl Susín Betrán David San Martín Segura Universidad de La Rioja Cuando nos encontramos ordenando los materiales que componen esta publicación, el filósofo Emilio Lledó, en una entrevista al diario El País publicada en fecha de 8 de octubre de 2007, elabora lo que él considera «palabras esenciales en el diccionario de la actualidad», recogiendo entre ellas la que ahora nos ocupa, identidad. De ella dice: «Lo que uno es consigo mismo. Para eso tenemos que saber qué nos constituye, quiénes somos; tenemos que ser libres para podernos mirar a nosotros mismos. Una identidad llena de vaciedades colectivas es una falsificación de la identidad. La verdadera identidad de los seres humanos es la que se basa en los principios de justicia, solidaridad, filantropía; es la identidad que permite sentirte parte del universo. Ésa es la verdadera identidad de la democracia». Hablar hoy de «identidad» supone introducirnos en un campo de paradojas difícil de afrontar y que, en buena medida, guardan relación con su revalorización actual. Si hasta no hace mucho el debate sobre la identidad se reducía a lo sumo a un plano filosófico, hoy, precisamente en un contexto de escasez de marcos de referencia y vínculos fijos, y en donde el cambio es constante y a una velocidad difícil de imaginar tan sólo hace unos años, la cuestión de la identidad se ha convertido en un tema de los considerados «centrales»; pero, probablemente por


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ello, también ha alcanzado un complejo estatus que hace que un autor como Bauman se refiera a ella como «un concepto calurosamente contestado», cuyo hábitat más propio es «un campo de batalla». La identidad, y los discursos sobre la identidad, se mueven así en una continua dinámica de paradojas que se nos muestran como auténticas luchas, batallas sin fin a las que conviene acudir solo, sin ayudas, sin héroes de referencia, no sea que nos quedemos atrapados, victoriosamente atrapados, en una identidad definitiva, en una rutina. Lo cual, en una sociedad que se define como «sociedad de consumidores», no podría ser leído sino como una manifestación de la derrota, una visibilización de nuestra condición de perdedores, de inadaptados en un mundo en el que lo que cotiza al alza es el consumo permanente; incluso, de una identidad que exige y que ofrece, a la vez como obligación y al tiempo como privilegio, la insatisfacción permanente, la necesidad, por lo tanto, de renacer, de cambiar constantemente, de esforzarnos en cada momento por ser objetos con unas características reconocibles, atractivas y apetecibles para el consumo. En realidad, no se trata de un hecho completamente nuevo, pero parece innegable que en las actuales condiciones del capitalismo (que ha pasado en las sociedades occidentales de ser un capitalismo de producción a ser un capitalismo eminentemente de consumo) el «fetichismo de la mercancía» adquiere un renovado papel en la construcción de la personalidad del individuo, y por ende de su identidad personal y social. De este modo, con lo anterior, es necesario advertir cómo el acceso al consumo condiciona en gran medida la posibilidad de construirse identidades «socialmente


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aceptadas»; y, de la misma forma, tampoco se puede obviar el reverso de este proceso, es decir, la creación de grupos sociales que son destinatarios (obligados) de identidades elaboradas por otros. Por otra parte, en este terreno conflictivo en el que se mueve la identidad, y recurriendo de nuevo a la terminología que nos propone Bauman y que recogemos en el subtítulo de esta publicación como «referencia identitaria obligada», la imposición de una especie de modernidad líquida hace que valoremos al individuo en el resultado del proceso de construcción que él dirige o, más bien, del que es considerado responsable. En este sentido, la «identidad» se nos presenta no tanto como algo dado, algo a descubrir por cada uno y que viene determinado por atribuciones étnicas, raciales, religiosas, de clase o de género; sino como algo a construir, o quizás a inventar, un proyecto, una tarea o, tal vez, una condena que nos obliga a realizar un esfuerzo continuo, aunque sea, paradójicamente, para reconocernos en las categorías y etiquetas que nos puedan corresponder no sólo por elección, sino también por nacimiento. Así, la «identidad», casi por puro instinto de supervivencia, pasa de ser algo fijo, permanente, estable, a moverse en una constante provisionalidad. Desde este «lado del espejo», y como dice Bauman, «estar fijo», «estar identificado» inflexiblemente y sin vuelta atrás, tiene cada vez peor prensa. Liberados de las ataduras que conlleva tener una «identidad», desaparecidos o debilitados los vínculos, los compromisos, los marcos de referencia..., el individuo se encuentra alejado de cualquier rutina, en una situación de libertad sin precedentes a la que corresponde una impotencia como nunca antes se


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había visto, y en la que las identidades rígidas ya no sirven, han caducado1. Sin embargo, junto al discurso anterior, tampoco resulta difícil encontrar otro en el que, en línea con lo que tal vez sea una «crisis de ansiedad» de nuestras sociedades, pero también algo propio del ser humano, se reclama, «a gritos», la necesidad de una «identidad» con trazos lo suficientemente gruesos y cerrados como para diferenciarnos del Otro; para, incluso, excluirlo si con ello aportamos un valor a la definición y al refuerzo del Nosotros. La identidad muestra así, junto a ese rostro individualizador tan propio de la época de modernidad líquida otro rostro de tendencias excluyentes que nos remite a las atribuciones, a las pertenencias, a los lugares cálidos de las comunidades, donde se exige fidelidad a una identidad, aunque como decimos, esto se construya sobre la base del rechazo de la identidad del Otro, de la alteridad. En realidad, esta llamada a la identidad no deja de tener que ver con la vulnerabilidad

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Tal vez resulte no exenta de un tono algo caricaturesco la obsesión por lo líquido en Bauman, pero lo cierto es que en su idea de modernidad líquida encontramos algunas claves para comprender los procesos de disolución que afectan hoy tanto a la cultura y a la sociedad, como al ser en ellas, a la identidad. De algunas de estas obras es deudora esta «introducción-presentación». Por ejemplo, se pueden ver, entre otros trabajos de Bauman, Modernidad líquida (2003), Amor líquido (2005), Vida líquida (2006) e Identidad (2005). También puede resultar de interés para comprender el significado de la identidad en este mundo cambiante definido por el consumo añadir a las anteriores Vida de consumo (2007) (El año entre paréntesis corresponde a la edición en castellano).


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que nos acompaña, ayer, hoy y mañana, puesto que no se trata de otra cosa que de una necesidad por «identificarse», por manifestar un sentimiento de pertenencia con alguna colectividad, por adoptar un valor que, en dicha pertenencia, nos sirva para estructurar nuestra existencia. El peligro reside en que esa elección y esa construcción identitaria la afrontemos negando el contexto de hibridación y sincretismo actual y dando prioridad absoluta a una identificación determinada sobre todas las demás, resaltando alguna de las identidades que nos definen y dejando de ser algunas otras, matando para vivir. En este sentido, no resulta hoy extraño que nos encontremos con el recurso a comunidades a las que Bauman denomina, entre otras formas, «comunidades percha» o «guardarropa»; comunidades que se constituyen en torno a algo puntual, un espectáculo, un acontecimiento, una amenaza...; comunidades sobre las que se genera únicamente una adhesión débil, sustentadora de vínculos a corto plazo; pero que, ante una situación de escasez de lugares donde invertir el sentido de pertenencia, resultan no sólo suficientes para satisfacer esas necesidades de refugio que tenemos las personas, sino que además son más ecológicas con la «liquidez» actual y, así, más aptas para desarrollar nuestro instinto de pertenencia de una forma más indolora y cómoda, sin obligaciones ni compromisos a largo plazo. Con todo, sin embargo, lo anterior no significa que patria, etnia o religión hayan dejado de facilitar referencias grupales fuertes, sentido de existencia para aquél que pertenece a ellas; al cual, por otra parte, no se le ha dejado de exigir una fidelidad y


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una lealtad que en no pocas ocasiones ha llevado a arrebatos fundamentalistas y a violencias sustentadas, precisamente, en identidades singulares del tipo de una misma nación, una misma etnia, una misma religión,... También conviene referirnos al hecho de que hablar de identidad exige poner en cuestión la conveniencia de mantener posiciones singulares que, si bien trascienden al individuo egoísta y proporcionan cálidos lazos entre los que comparten la identidad particular, sin embargo, y como bien han expuesto, entre otros, Amartya Sen o K. A. Appiah, no dejan de manifestarse en un sentido de exclusión o, incluso, de odio. Exagerar el valor de la diferencia en sociedades que como las actuales son sociedades multiculturales, donde están obligadas a convivir una diversidad de culturas, puede resultar problemático si en la fidelidad que exige la diferencia encontramos un germen de violencia frente al Otro, una negación del Otro y, especialmente, de la semejanza que compartimos con él. El desafío reside en acceder a una propuesta que consiga la compatibilidad entre un reconocimiento de las identidades particulares, lo que nos hace diferentes, y una universalidad que nos remita a lo que es común a nuestra condición de personas, aquello que nos reconoce como semejantes. Esto es, si bien el universalismo liberal se ha revelado como un mito con efectos en ocasiones perniciosos (como un principio excesivamente «hueco» o meramente formal), la renacida reivindicación de la particularidad, que es en definitiva una reivindicación de la diferencia, plantea el peligro de afectar a nuestra capacidad de reconstruir lazos de unión que


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integren dichas diferencias. En este sentido, existe el peligro de derivar en un absolutismo de la diferencia que nos aboque a un relativismo inoperante. Se trata, como señala Arditi, del peligro de conducirnos a una definición meramente auto-referencial de los diversos grupos identitarios, de lo que significa, por ejemplo, ser mujer, judío o negro. Sin duda que alcanzar el referido equilibrio es un desafío complicado, pero no por ello menos obligado si queremos desarrollar el hábito de la coexistencia en un momento donde no es gratuito que se esté dando un tránsito desde la consideración de ser multicultural como un implícito social a lo que Zapata-Barrera califica como proceso de construcción política de un sentido negativo de la multiculturalidad. Así, si incorporar la diferencia a la gestión de la realidad definida por la existencia en un mismo espacio de una pluralidad de culturas resulta básico, también lo es seguir manteniendo viva nuestra responsabilidad, como personas que somos, para con el Otro. En este sentido, propuestas en línea con el cosmopolitismo que Appiah llama «parcial», o con el que Beck desarrolla como un cosmopolitismo «realista» que reconoce la otredad, que integra universalismo y relativismo, semejanza y diversidad, y que afirma al Otro como distinto y a la vez como igual, parecen adecuadas para ayudarnos a sobrevivir en la pluralidad de filiaciones que según Sen nos define. Dicho de otra forma, probablemente no ande muy desencaminado Bilbeny cuando sostiene que el cosmopolitismo, siempre que se sostenga la prioridad de lo general, puede incluir lealtades a lo particular; en él vive un gusto por la igualdad, pero también por la diversidad; o como recoge de la


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