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EL SILENCIO DEL MÚSICO

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Por MartĂ­n Valverde

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CONTENIDO PRÓLOGO INTRODUCCIÓN EL TIEMPO PARA EL SILENCIO SILENCIO EN LA CASA DE DIOS SILENCIO EN SU PRESENCIA SILENCIO EN LA BATALLA TORPEZA ESPIRITUAL DUREZA DE CORAZÓN INDIFERENCIA TERQUEDAD APRENDIENDO A ESCUCHAR VOLVIENDO A LAS BASES LA VOZ DE DIOS EL SILENCIO DE DIOS LA DIGNIDAD DEL SILENCIO SILENCIO AMOROSO EL SILENCIO DE DAVID EL ÚLTIMO COMPÁS

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PREFACIO Se ha comprobado desde hace mucho que una de las mas viejas enfermedades de los líderes

cristianos, es robarse la escalera con la que subieron hasta donde hoy están y sirven, consciente o inconscientemente se hace para que nadie más suba o pueda subir “más alto” de lo que otros lo han hecho. Creo y espero pertenecer a una nueva generación que ha entendido que el compartir con otros la sabiduría que Dios nos ha regalado redunda en el bien de toda la Iglesias y más allá. Con este escrito, 'EL Silencio del Músico', iniciamos una colección que pretende convertirse en una herramienta útil para la presente generación y para muchas otras, apoyando a todos nuestros artistas del mundo católico, o mejor aún de los artistas con espiritualidad más allá de limitaciones religiosas. San Pablo recomendó a Timoteo que buscara hombres de confianza capaces de enseñar y transmitirle a otros lo que el mismo había aprendido. En nuestra condición de “apóstoles del mensaje a través de la música”, este capítulo y los siguientes serán nuestro granito de arena dirigido a esos músicos “capaces y dignos de confianza”. Nada de lo que leerán es improvisado; al momento de este escrito son ya 34 intensos años de servir al Señor en la música y muchos de ellos dedicados específicamente a la formación de músicos para la evangelización y servicio de la Iglesia: Brasil, España, Italia, Ecuador, Argentina, Cuba, Centroamérica, E.U.A., México, entre muchos países, son testigos de esta labor y saborean algunos de sus frutos presenciando el surgimiento de nuevos grupos musicales poseedores de una clara visión evangelizadora hacia el interior de la Iglesia. Escribí estas letras con un gran cariño y con amor para todos los colegas, durante años, y invirtiendo en tiempos de descanso, fue surgiendo un párrafo tras otro: muchas salas de espera de aeropuertos hicieron las veces de oficina para su redacción, aprovechando la tecnología de las estupendas y hoy primitivas Powerbooks de Apple. Léelo primero para ti solo: luego compártelo con tu coro, o con los que no sepan ni siquiera silbar, pues también contiene mucho material para ellos. Y sobre todo: acude a este material cuantas veces necesites un poco de combustible para el camino. La idea no es compartir solamente teorías a aquellos músicos que el Señor invite a este apostolado, sino también la experiencia y sabiduría que EL nos ha regalado: Solistas, coros parroquiales, grupos musicales de todos los géneros... este material es para ustedes. Corren tiempos de Gracia y estoy profundamente convencido de que el Espíritu Santo prepara un momento especial para los jóvenes en el que una de las armas 5


principales será la música; como con las trompetas de Josué; como el valle de Beraká con Josafat; como David quien exige que se alabe con toda clase de instrumentos (Sal 149). Pero no basta el deseo o la intención, hay que capacitarse para ello: nuestro gran secreto es invertir en la formación. Esta nos dará fruto, y fruto que permanezca, cumpliendo el mandato de Cristo que es hacerle discípulos (Mt 28,19). Quiero agradecer a todos los que han colaborado en la puesta en marcha de este proyecto: mi familia, la gente de Dynamis y músicos amigos de todo el mundo. No digo nombres, ellos se saben aludidos. Para finalizar, dedico toda esta colección a nuestra Madre del Cielo, que aunque pareciera que “le canto poco” (según la opinión de otros parientes de la fe); Ella sabe bien que en la casa de este discípulo tiene un lugar de privilegio. Su testamento bíblico dice de hacer “todo lo que mi Hijo les dice”, y eso es un hecho de lucha diaria en mi vida y en la de mi familia. Solo espero que el Amor que la Madre del Cielo me ha inculcado para Jesús se note en estas letras. Vamos, pues, quedando en silencio para escucharle, ya que de eso mismo trata este primer capitulo. Amigos, hermanos artistas: Animo! Dios los bendiga. Con Cariño, Martín Valverde

PRÓLOGO Durante el tiempo que impartí clases de guitarra era muy común que muchos de los estudiantes principiantes llegaran con deseos de salir tocando como Erick Clapton después de la primera clase. Escucharles intentarlo me hacía recordar su éxito “Tears in heaven”(Lágrimas en el cielo), al oír como sonaban sus inmaduros acordes, lo hacía más por lo de “tears” que por lo de “heaven”. La frustración de muchos es grande cuando se les recuerda que el camino del virtuoso debe comenzarse con pequeños ejercicios básicos, destinados a pulir la técnica y a eliminar muchas de las mañas que impiden tocar limpiamente el instrumento. No son pocos los que en este punto se echan para atrás y desisten de su pobre intento de ser “músicos” con gusto y disciplina. Recuerdo mi primer año en el Conservatorio; en la primera clase a la que asistí, éramos alrededor de casi cien alumnos. Las razones para estar en ese salón eran terriblemente diversas y, con toda probabilidad, muy parecidas a las motivaciones de los músicos actuales. Estaban los que se sentían ‘artistas': eran los clásicos que 6


sobreestimaban su verdadero nivel por no haber alternado con ejecutantes de mayor categoría, también podían encontrarse a quienes se pensaban dueños de un talento especial para el oficio. Otros más, estaban ahí por considerar a la música una carrera fácil... y no faltaban quienes debían su presencia en el Conservatorio a una clara falta de orientación vocacional. Para fines del primer trimestre habíamos sobrevivido unos catorce alumnos; al pasar al segundo año quedábamos solamente seis, y así sucesivamente hasta el final de la carrera; yo mismo no pude terminarla por motivos económicos. Lo cierto es que muchos de los que llenaban el salón estaban dispuestos a cantar y tocar a la menor provocación intentando convertirse así en músicos famosos (aunque en estos días, con publicidad aplicada, hasta los mediocres son estrellas y hacen de la música un estupendo negocio a esos niveles). En ese salón universitario muy pocos estaban listos para entregarse a la disciplina y a las exigencias que la música demanda y, aunque eso no los descalificara como músicos, si los colocaba en un lugar inferior por los vicios que mostraba su elección. Por aquel tiempo, un amigo que había decidido abandonar el Conservatorio me decía: “Yo, la verdad, ya estoy harto de tanta partitura, notas y sostenidos. Lo mío es el rock: Kansas, Journey, Queen”. De lo que mi amigo parecía no darse cuenta era que, aunque hablaba de rockeros (me refiero al rock con calidad musical), también hablaba de eminentes músicos contemporáneos, muchos de ellos también profesionales en otras áreas y que, por lo menos en su época, demostraron las alturas que pueden alcanzarse con el dominio pleno de la técnica de este arte. Cada vez que comienzo un seminario para músicos doy vuelo a mis sentidos mirando a los participantes, escuchándolos, sintiendo el ambiente y recordando de nueva cuenta aquellos rostros de mi primer grupo en el Conservatorio. Se desata un ambiente muy especial y se propaga rápidamente una especie de “barullo semi-organizado” justo antes de comenzar la formación propiamente dicha, es jocoso e inolvidable. Desde el primer momento todo el mundo aparece cantando, guitarreando; algunos en grupo, otros solos (como buenos artistas semi-depresivos), pero todos, al fin, acariciando la música amorosamente. Por allí aparecen los cazadores de nuevas canciones que andan con grabadora en mano por todas partes. En algunos casos hay algunas demostraciones de superioridad de los que tocan (o creen tocar) mejor, cumpliéndose así una vez mas aquel viejo refrán que dice: “en el país de los ciegos el tuerto es rey”. Final e inevitablemente, cada uno forma su exclusivismo grupo de “homo-musicotribalis", con jerarquías bien definidas y enemigos perfectamente identificados. ¡Todo esto es evidente desde el primer vistazo! Y así permanece curso tras curso, y año tras año; quizá podrán cambiar los actores una y otra vez, pero nunca los personajes. Este es el panorama que percibo como hombre. Pero entonces recuerdo que Dios 7


puede ver más lejos, que dejar todo en sus manos es siempre lo mejor. Cuando se trabaja con artistas, ¡Él sí sabe que hacer! Por eso siempre comienzo por el silencio: regreso a la fuente de la comunicación y descubro que es preciso ubicar a todos en la misma frecuencia para partir desde el mismo carril. No importa lo que haya visto antes, sin importar las circunstancias, ni los niveles. Se vuelve absolutamente necesario que todos comencemos entrando por la increíble Puerta Maestra que es el silencio. Ya decía el gran Santo Domingo de Guzmán que "el silencio es el Padre de las grandes predicaciones”, entiéndase también de las grandes composiciones. Mi querido amigo músico: guarda silencio, lógralo, conquístalo. No le tengas miedo, es la llave de un mundo que jamás imaginaste conocer. Cierto que otra forma de decirlo es: “cállate!”, pero no es esa la idea. El resultado se convertiría en algo ineficaz y contraproducente, muy distante de lo que buscamos. El querer iniciar por el silencio no es solo para cerrar la boca y prestar atención forzada, sino para disponernos a escuchar otras cosas. No son pocos los que se sorprenden de que comencemos con este tema, ¡ah!, porque además no pido silencio solo por un momento, sino por varias horas, y si el curso es largo, hasta por un día completo. Se da la orden de que durante todo este tiempo no se toque, ni se cante, ni se ponga música en maquinas reproductoras... y que ni siquiera se silbe o se piense en melodía alguna. Todavía me da algo de risa recordar las caras asombradas de algunos que no esperaban esta clase de sorpresiva herramienta de silencio como parte de su capacitación como músicos, pues llegan preparados para una batalla campal de notas y acordes incesantes. Tú, mi querido lector, tomate el riesgo guardar silencio, apaga esa radio, iPod o similares, al menos por hoy, aunque lo que tenga sea música Cristiana. No te pido que te salgas del mundo ya que, en estos tiempos “modernos”, en todas partes esta plagado de música o de cosas que se le parecen. Pero en lo que a ti toca, guarda silencio. En un seminario para músicos en el pueblo de Brodowski, Sao Pablo, en Brasil, en el que nos hallábamos en medio de este ejercicio inicial, todos los asistentes estaban en silencio cuando llego al evento un demorado músico. (que no es lo mismo a un músico de morado) Al integrarse y escuchar la calma y quietud generales que reinaban, descubrió una guitarra descansando a lado suyo. Seguramente sintió llegar su momento de total fama, así que abrazando la guitarra comenzó a cantar una canción clásica de la comunidad Cristiana a todo pulmón. Pero aunque hubiese cantado el “Ave Maria” de Schubert, estaba tan fuera de contexto, que empezó a sentirse mal, tanto que, por iniciativa propia, se fue quedando callado (esto 8


aunado al hecho de tener encima cientos de miradas que lo decían de todo). Después de ponerlo al tanto de lo que pasaba, su cara de alivio reflejaba que comprendía plenamente la importancia del momento y que había aprendido la lección, aunque no hubiera escuchado la ponencia. A partir de entonces se mostró deseoso de participar en el diferente y desafiante silencio que dominaba el retiro. ¡No llegues tarde a este proyecto de Dios, mi querido músico! No te quedes afuera, que una canción cantada fuera de Su plan, fuera de Su tiempo; desafina! Muchos jóvenes de hoy están atados a su equipo de sonido, su televisor, su computadora, o cualquier otro artefacto ruidoso semejante; si la electricidad se va, a estos chicos les invade la angustia y la ansiedad de no oír y ver nada. Esto respalda la afirmación siguiente: “al joven no le gusta quedarse en silencio porque no le gusta lo que oye, ni tampoco le gusta cerrar los ojos porque no le gusta lo que ve”. Con toda calma y sentido común, enfrentemos esta realidad de la juventud y los artistas de hoy. Tomemos justamente fuerza de nuestra juventud y de nuestro espíritu de artistas, ya de por sí de naturaleza rebelde, y ¡conquistemos el silencio! Una de las trampas mas viejas para el músico es caer enredado en la telaraña de su propia música sin poder logras siquiera un instante de silencio. La práctica hace al maestro y ni tratándose del silencio se hacen excepciones. Aunque se diga rápido no sientas apuro en alcanzarlo. Mejor ve disfrutando tus avances aunque los sientas muy pequeños, que mientras sigas adelante serán siempre importantes. Para que recuerdes la dificultad que implica, piensa si alguna vez te ha pasado algo como esto: alguien pasa a lado tuyo y canta la melodía de: “los pollitos dicen pío, pío, pío”..., solo tendrá que pasar un breve momento para que, sin darte cuenta, estés cantando: “...cuando tienen hambre, cuando tienen frío”…; así es como funcionamos y luchar por conseguir domar esa parte y lograrlo, nos llevara a conocer dimensiones nuevas del arte, de nosotros mismos y de Dios que jamás imaginamos, te lo aseguro. Para tu tranquilidad y que veas que no estás solo en la batalla, Santiago escribió refiriéndose particularmente a los chismes que “ningún hombre ha podido dominar su lengua...” (Santiago 3,8), de manera que esto se convierte en una tarea de Dios para nuestra vida. Él es quien quiere conseguir mucho mas que amarrar nuestra lengua. Quiere que al alcanzar, al lograr el silencio, también, sin duda alguna, tendremos mayor control de Su parte en nosotros y en todas las áreas de nuestra vida. 9


No temas al silencio, no te pierdas la aventura de conocerlo, pues es una de las mejores herramientas que Dios utiliza para mostrarnos sus maravillas y para hacer de nuestro conocimiento secretos que en el barullo cotidiano no escucharĂ­amos.

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EL TIEMPO PARA EL SILENCIO No se trata de exagerar en este asunto del silencio sino más bien de subrayar la necesidad de aprender a balancearlo debidamente en nuestro trabajo o servicio. La palabra misma es clara cuando dice: “...un tiempo de callar y un tiempo de hablar” (Eclesiastés 3,7) Dios no solamente nos pide guardar silencio, sino que sepamos discernir cuando y como hacerlo. Recuerda que hay una clase de silencio que se convierte en omisión por no hablar cuando es preciso o, en nuestra condición de músicos, por no cantar cuando se debe y lo de lo que se debe. Como músicos cristianos es vital que callemos para escuchar, si de verdad queremos comunicar algo importante. Recuerdo mi proceso personal de músico durante mis primeros años de re-encuentro con el Señor, prestaba mas atención a lo que me pasaba, que a lo que encontraba a mi alrededor. Componía con el propósito de que muchos oyeran mi música y sabía que iba a ser así porque Dios mismo me lo había comunicado. Eso ha madurado en mí, por la Gracia de Dios, y hoy para poder componer, escucho totalmente a los que me rodean; y así, escuchando a muchos puedo cantar a muchos, es regla de oro. Esto por lógica ha acercado mi música a la acción de Dios en la vida de mis hermanos y hermanas reflejando también lo que hace en la mía. A no ser que seas vocacionalmente cartujo (un monje con voto de silencio total, no vayas a pensar otra cosa), no podrás estar en silencio todo el tiempo, mucho menos siendo comunicador, ni tampoco podrás estar hablando o cantando todo el santo día, insisto: Dios tiene una gran enseñanza detrás de todo esto, pero debemos aprender a callar, a estar en el silencio para descubrirla. Si miramos bien, el silencio no es desconocido en la Palabra de Dios, sino que se exige en muchos momentos, por ejemplo:

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SILENCIO EN LA CASA DE DIOS.

"El Señor está en su santo templo, ¡Guarde silencio delante de él toda la tierra!” Habacuc 2,20 Es cierto que en la casa de Dios puede hacerse toda una asamblea de alabanza con música y danza, pero también en su Templo se exige el silencio de toda la Tierra. ¡Ah!, ¡Qué tentación más grande es la de estar en el templo con una guitarra cerca y tener que callar! Aún si pudieras cantar, no dejes de discernir, de preguntarte con sinceridad, si es o no momento de guardar silencio, de no hacerlo, te perderías de mucho.De otra forma tu servicio no será completo y habrás perdido el equilibrio en este asunto. Sin darse cuenta, muchos consideran sinónimos cosas tan distintas como un lugar y una actividad, esto lleva a muchos a formular la ecuación siguiente: templo = canto, y según este pasaje, no siempre es así. Aunque no puede señalarse como equivocados a quienes encuentran en templos y capillas un espacio para desarrollar su talento musical, debo comentar que se enfrentan a muchas limitaciones prácticas, y si no se mantienen alertas, pueden llegar a caer en el desperdicio de sus dones. Primero por tratarse precisamente de lugares destinados a la adoración y a la alabanza, ya que estos tienen límites muy bien definidos, marcados por las normas de la liturgia, lo que vuelve las fronteras de nuestra actividad un tanto más estrechas al punto de vista de la ejecución, o como dicen ahora, del “performance”. Muchos músicos que pudieron haber servido al Señor en otras áreas muy ricas y necesarias como la evangelización, se alejan al descubrir lo que identifican como “restricciones a su ministerio”. (si sirve de algo el aclararlo: no son restricciones sin sentido, y en muchos casos, tampoco hablamos ministerios reales, para acabar pronto). Una de esas interesantes restricciones es el Silencio, que bien apreciado, debe considerarse como aliado y jamás como un estorbo para disfrutar lo más que se pueda nuestra estancia frente al Señor en su Casa.

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SILENCIO EN SU PRESENCIA

“Guardad silencio en presencia del Señor, porque el día ”el Señor está cerca’ Sofonías 1,7 Su sola Presencia y Majestad nos impone a guardar silencio y a humillarnos para que nuestra actitud hable más que nuestra boca. Frente a Su Presencia no hay palabras, ni discursos, ni canciones que puedan expresar la grandeza de Su Gloria. Es bastante pretencioso pedirle a Él que sea quien primero nos escuche, sin haber guardado antes nosotros silencio de corazón para escucharle, permitiéndole así producir la verdadera alabanza para nosotros.

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SILENCIO EN LA BATALLA

“Los guerreros, por su parte, marchaban delante de los sacerdotes que tocaban las trompetas, mientras que la retaguardia iba detrás del Arca. Y en ningún momento se dejó de tocar las trompetas. Pero Josué dio esta orden al pueblo: “No lancen ningún grito de guerra ni dejen oír sus voces; que no salga de la boca de ustedes ninguna palabra, hasta que yo les diga” Josué 6,10 Hablamos de la capacidad estratégica de saber cuándo callar para encontrar el momento justo para hablar, cantar y hasta gritar. Si Dios reafirma en ti Su Silencio, entonces podrás usarlo como un arma de ataque para extender su Reino en este mundo. Los músicos que saben callar son poderosos instrumentos en las manos del Señor y el Enemigo lo sabe. “Quien no puede guardar silencio frente a Dios, no podrá escucharlo” Ten presente que para afinar bien cada cuerda de la guitarra es necesario que las otras permanezcan en silencio. Cuando Dios afina tu corazón, necesita exactamente lo mismo de ti. Cuantas veces nuestros ensayos musicales se vuelven batallas rutinarias para lograr el silencio, es ahí donde todos los “músicos” se empeñan en tocar al mismo tiempo, esto, sin ir más lejos, es sinónimo de inmadurez en la música y en la persona. El problema es mucho peor si se trata de un grupo con instrumentos electrónicos: el baterista vapulea fieramente a sus tambores mientras el bajista afina; el vocalista se desgañita para hacerse escuchar por encima de los instrumentos y todos se pierden en una lucha de intensidad y decibeles estruendosos. Todo esto da testimonio del nulo aprecio que se tiene por el Silencio. Lo anterior ha provocado que a los músicos se nos utilice como herramientas de hacer ruido para salir atropelladamente de algún momento de silencio en reuniones, congresos, asambleas, celebraciones, etc: Que si el predicador no llega: ¡a cantar!, que si la gente se está durmiendo, (por obra del mismo predicador que ya llegó): ¿que esperan?: ¡a cantar!. Al final resulta entonces, que el silencio causa pánico en nuestras reuniones y… los músicos somos un arma letal para destruirlo. Lo delicado de todo este cuadro es que muchas veces se arranca de raíz un silencio que viene de Dios. En múltiples ocasiones, Jesús ordeno a sus discípulos que guardaran silencio respecto a algún tema relacionado con EL: sus milagros; Su Pasión y Resurrección; su condición de Hijo de Dios; su Señorío; pero eran estos silencios estratégicos que debían guardarse solamente por cierto tiempo. Bien sabemos que al final la orden fue y sigue siendo: “Vayan por todas partes y DÍGANLES, ahora sí, todo evangelio a toda criatura!”. (A su tiempo se suman la acción de movimiento y la de palabra y sonido). 14


Lo cierto es que no todas las criaturas hablan igual: debemos aprender a escuchar sus lenguas para poder anunciárselos. Quien no sabe callar a tiempo, tampoco sabe hablar a tiempo. El silencio del que hablamos no es nada más callarse y permanecer quietos sin hacer ruido alguno: no, es mucho más que eso. Es tiempo para oír muchas cosas: para empezar a ti mismo, (comencemos por donde se debe), y las cosas que te rodean, entre ellas, desde luego a Dios. El silencio no es solo un ejercicio de los labios, lo es más bien de los oídos. Es normal nuestra preocupación de desarrollar la expresión, pero no hasta el punto de descuidar nuestra audición. ¡Cuidado! No escuchar significa mucho más que tener problemas auditivos. También puede ser equivalente de:

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Torpeza espiritual

El escritor de la carta a los Hebreos les reclama que se han vuelto lentos para entender y tardos para oír. Durante mucho tiempo, en México, bombardearon a nuestros jóvenes con el lema publicitario: “llena tu cabeza de Rock”, (nadie imaginaba niveles como el reguetón) mientras que muchos comerciantes e industriales aprovechaban la enajenación que esto les producía engañándolos con cualquier mensaje y vendiéndoles cualquier producto. (Aclaro: no tengo nada contra el Rock, pero si contra cualquier ruido y embuste de personas sin conciencia). No saber dominar el silencio entorpece nuestra comunicación con Dios, nos vuelve necios, incapaces de admitir otra frecuencia: nos niega la oportunidad de escuchar la Verdad. Uno de los más grandes reclamos hechos por el Señor Jesús fue que no entendiéramos su Palabra, su lenguaje, y que ni siquiera lo escucháramos. "por que no pueden escuchar mi palabras?” Juan 8,43

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Dureza de corazón

Dios dice que nuestro corazón espiritual también puede engordar y atrofiarse impidiendo en nosotros la circulación de Su Amor y Su Palabra. Y no escucharla es una clara señal de que nuestros oídos se han atrofiado. Esto se hace evidente al no obrar conforme a sus criterios; al no guardarle respeto y temor; al dejar de incluirlo en nuestras decisiones y proyectos. Es dramático para un músico, para un artista, para cualquier hijo de Dios, dejar de sentir lo que Él siente; dejar de ver como Dios ve; se pierde la Gracia que necesitamos para servirlo cuando nos apoderamos de circunstancias y situaciones, sin dejarle mandar sobre ellas. No aceptar la corrección que viene de Dios es la razón principal para endurecernos. Hacernos sordos a la nitidez de sus palabras y preferir no obedecerle nos lleva directamente a caer. Por eso la Palabra dice: "han hecho duros sus oídos” Hebreos 28,27.

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Indiferencia

También puede decirse que no hay peor sordo que el que no quiere oír “El que cierra los oídos al clamor del débil llamará y no se le responderá” Proverbios 21,13. Hacerse el tonto frente a las cosas de Dios y sus exigencias es lo mismo que serlo, pues Dios no puede ser engañado. Nuestros oídos se acostumbran, (como todos nuestros sentidos), a lo que nos gusta. Puede ser que solo escuchemos alabanzas y felicitaciones y que nos prestemos oídos a la corrección; que nos sintamos a gusto cuando se nos dicen nuestras virtudes, pero que abracemos la indiferencia cuando se trata de renunciar a algo que nos hace pecar; que nada más escuchemos nuestra música y que ignoremos la de Dios en el hermano. Preferimos solo cantar lo que queremos, y dejamos de lado lo que se debe cantar. Escapamos por la puerta falsa pensando que esa indiferencia no es observada. “Aquel que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado” Santiago 4,17. Terquedad (sin conciencia, ni arrepentimiento)

A estas alturas, hablamos de un oído espiritual totalmente atrofiado: no solo se trata de un oído que no oye, sino que se olvidó voluntariamente de escuchar y es incapaz de recordar que tiene la facultad de hacerlo. En este momento, Dios ha agotado prácticamente todas las instancias para hacerse escuchar. Podríamos hablar de la existencia de una especie de “autismo espiritual”, que lleva al aislamiento de Dios y Su Palabra, en cualquier presentación. Este es el caso de los músicos que escuchan solamente lo que ellos mismos componen y no lo que Dios puede inspirarles, sin importarles el divorcio entre lo que cantan y lo que viven. Hablamos del músico que Dios quiso levantar y que se negó a ponerse de pie y a quien solamente nuestra oración insistente y misericordiosa puede ayudar. “Ya han olvidado la exhortación que como a hijos se les dirige: Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor…” Hebreos 12,5

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APRENDIENDO A ESCUCHAR Tal vez al principio nos resulte difícil entender lo que escuchamos (por novedoso, por simple, por venir en otro código) y nos suceda como al joven Samuel, quien al oír la voz de Dios, creía que se trataba de la voz de su maestro, el viejo Eli. (1 Samuel 3) Esto porque la voz de Dios tenía la extraña cualidad de sonarle absolutamente normal, incluso se podría decir que le sonaba familiar; no sonaba como una voz fuera de este mundo, ni sonaba con efectos especiales que hicieran recordar las cavernosas modulaciones de Darth Vader (el personaje de ronco pecho de “La Guerra de las Galaxias”). Su voz resultó tan natural a los oídos de Samuel que hasta pensó que se trataba de su mentor, Eli. Son muchos los jóvenes que se acercan a mí para quejarse de que no escuchan la voz de Dios, y les contesto bromeando: “Imagínate que estás en la soledad de tu cuarto o del templo queriendo oír la voz de Dios y le gritas: “¡Dios¡, ¡no te quedes callado! ¡Dime algo!” Y Dios te responde con una voz de trueno que hace retemblar la tierra: `¡¿Qué se te ofrece?!` ¿Cuál sería tu reacción ante semejante respuesta?” Dios te habla, pero sabe cuál es la intensidad del volumen que pueden soportar tus oídos y espera amorosamente a que vayas acostumbrándote a Su voz. Por ello, no fue sino hasta la tercera vez cuando, ya por consejo del mismo Eli, Samuel respondió a Dios: “Habla que tu siervo escucha” 1 Samuel 3,10 El dato que no podemos dejar pasar, porque no es poco en el caso de Samuel, es que éste jovencito ¡dormía en el mismísimo Santuario de Yahveh! (el lugar más santo para el pueblo de Israel) y aún así fue incapaz de reconocer su voz. Sin meterme con la generalidad de nuestra Iglesia, sin ni siquiera hablar de los jóvenes al por mayor, déjenme preguntar sobre los colegas del tema nada más: ¡¿Cuántos músicos que conocemos se la pasan dormidos la mayor parte de su tiempo sin reconocer la voz del Señor!? (o como dicen en México: 'la pasan de noche’), esto a pesar de que prácticamente se la viven en el templo o la parroquia, incluso sirviendo en la Celebración misma de la Eucaristía. Te recuerdo una vez más que el ejercicio de guardar silencio no es una disciplina de la boca, sino más bien de los oídos. Como músicos cristianos debemos dominar gran cantidad de disciplinas y conocer muchos instrumentos, pero por sobre todas las cosas debemos conocer la voz de Dios, porque somos sus profetas y no podemos representar a una voz desconocida. Cuando cantemos, tal vez nuestro manejo de las técnicas vocales llamarán la atención de quien nos oye; quizá los arreglos sean magníficos y la ejecución de nuestros instrumentos impecable, pero sin duda les digo: lo único con poder en nuestro arte 20


será el transmitir la voz de Dios que muchas veces solo puede oírse en el silencio, y que no nos debe resultar ajena. las ovejas escuchan Su Voz (la del Pastor), y a sus ovejas Él las llama una por una…” (Juan 10,3). “Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen Su Voz” (Juan 10,4). Regresando a la historia de Samuel: La Biblia aclara y nos dice que “en aquel tiempo era rara la Palabra de Yahveh y no eran corrientes las visiones” 1 Samuel 3,1b Lamentablemente, en muchas partes de nuestra Iglesia actual, muchos grupos han vuelto a ese tiempo. Se ha hecho “normal” que Dios no diga nada porque finalmente no se antoja escucharlo, pues eso supone un cambio a nuestra zona de confort; se ha vuelto frecuente que muchas comunidades atiendan más a los mandamientos de los hombres que a la perfección de la Misericordia Divina. Ojo que no hablo de ‘novedades proféticas’, pero sí de resultados y frutos permanentes que son prueba de que alguien, y/o algunos, se atrevieron a escuchar, a entender, y a poner en práctica lo dicho y lo escuchado. No es raro encontrar comunidades y congregaciones enteras que permanecen recordando con nostalgia lo que Dios dijo alguna vez, en palabras y visiones a su fundador o fundadora. Es tanta su añoranza que viven más preocupados y ocupados por la canonización del padre fundador que por la santificación de sus seguidores. Causa tristeza el aparente silencio de Dios en muchas de nuestras comunidades, y si alguna vez alguien habla de saberlo cerca, de verle manifestarse poderosamente, no faltarán quienes se espanten de oír “semejante sacrilegio o insensatez”. Es fuerte la ironía de encontrar entidades de nuestra Iglesia, tan ocupadas de salvaguardar la pureza de la fe, que al final no les queda energía para poder practicarla Algunos llaman fanatismo a cualquier expresión de este tipo de relación con Dios (sin duda, puede que en algunos casos lo sea, de facto el otro extremo tampoco ayuda, pero no es el tema), lo cierto es que escudarse en esta posición tarda y cerrada no justifica nuestra terca sordera. Dios quiere ser escuchado, anhela hablarnos, pero mientras no decidamos escucharle, este estado de sequedad evidente en muchos sectores de nuestra Iglesia va a permanecer y lo que es peor a extenderse. Como ejemplo de escuchar a Dios, de discernir su Palabra para nuestros tiempos podemos agradecer a Dios por los oídos de nuestros últimos Pontífices, hombres sencillos y audaces en el seguimiento de su voluntad para la Iglesia: 21


Juan XXIII, quien comprendió la voz de Dios y abrió las ventanas de la Iglesia al viento del Espíritu Santo, causando un revuelo al interno que nos hizo sobrevivir como entidad de Dios en la tierra, con frutos hasta hoy comprobados; Pablo VI, quien pondría cimientos de tal calidad y visión al futuro que llegaron al punto de que Juan Pablo I, con la humildad de su breve pontificado, y sobre todo Juan Pablo II, con su incansable labor apostólica alrededor del mundo, lanzaran por todo el orbe la consigna de “ES HORA DE EVANGELIZAR”. (Quede claro que no solo escucharon, oyeron en secuencia lógica, sin pausar la acción, prueba de que se escuchó bien). Benedicto XVI quien con toda simpleza y sabiduría empezó a limpiar la Casa de una cantidad terrible de impurezas, sin esconder sombras y luces, preparando el terreno para las nuevas generaciones y rescatando la herencia probada de las anteriores, sorprendiendo a todos cuando lo hace arrancando con la simple idea de que Dios es Amor, y apoyando momentos como APARECIDA en nuestro continente. Ahora El Papa Francisco nos lleva al hecho de aterrizar en la vida diaria la fuerza y la alegría del Evangelio y de hacer lío con eso. Eso ha revolucionado a tal punto a nuestra Iglesia, que tú y yo formamos parte de esa corriente de Gracia, y estas letras son testigo y fruto de ese nuevo soplo de Dios sobre su Pueblo. Continuando con tema que nos ocupa. ¿Recuerdas las primeras palabras de Moisés al presentar el Decálogo (los diez mandamientos) a los israelitas? Comienza con un verbo que empieza ya a sonarnos conocido: “ESCUCHA ISRAEL, los preceptos y las normas que yo pronuncio hoy a tus oídos” Deuteronomio 5,1 No sería esta la única vez que se nos recuerda la importancia de escuchar, leamos: “Si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entrare a su casa…” Apocalipsis 3,20 “Dichoso el hombre que me escucha… porque ha hallado la vida…” Proverbios 8,34 “Voy a escuchar de que habla Dios, si el habla de paz para sus amigos…” Salmo 85,9 “Lo que les mandé fue esto: escuchen mi voz… para que en todo les vaya bien” Jer 7,23 Escuchar es una de las primeras y principales exigencias de Dios. Escuchar es un acto de fe, un acto de obediencia que Dios premia. Escuchar nos prepara para servirlo, seguirlo y contemplar Su poder.

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Podemos oír muchas cosas, pero escuchar requiere un esfuerzo, nos exige atender. A veces es tal el barullo, que aunque oigamos mil cosas no escucharemos ninguna, eso nos deja atrás en el camino de la fe y Dios mismo tiene que intervenir con fuerza para librarnos del ruido que llega a rodearnos y nos atonta al extremo de olvidar quienes somos. ¡Basta ya!, estén quietos y sepan que yo soy Dios… Salmo 46,11 ¡Basta ya de ruidos de todos los niveles y procedencias, de escuchar otras voces que no son la de Dios!; ruidos que nos causan y alimentan el miedo que nos paraliza, nos preocupan y nos hacen caer en el desánimo. ¡Basta ya de quejas sin sentido, que nacen por no conocer la voz del Pastor! ¡Basta ya de cantos en los que no suena la voz del Maestro! ¡Basta ya dice el Señor! Por eso si es necesario que para escucharlo, dejes a un lado tu instrumento, tu don musical, no tengas problema en hacerlo. ¡Basta ya de cantarle sin conocer su voz!

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VOLVIENDO A LAS BASES ¿Recuerdas tus primeros años de escuela? Una de las normas básicas para tomar dictado en la primaria era que los alumnos escucharan las frases completas antes de escribirlas. El objetivo de esto era acostumbrar nuestros oídos a frases completas y no tan solo a palabras inconexas: ¡Aprende a completamente!.

escuchar

a

Dios

completamente

para

responderle

también

Una respuesta a medias a Dios, es resultado de oírle a medias. Y en el caso de la Fe, se oye, o no se oye, no hay términos medios. Entre los estorbos más grandes que Dios tiene para hablarnos es que solo queremos escuchar lo que queremos oír, y no lo que ÉL quiere decirnos. Paso a nombrarles un par de testimonios al respecto de aprender a escuchar, y de querer escuchar: Hace ya muchos años, en una ciudad del noroeste de México, una muchachita me preguntaba por qué Dios no le respondía si ella tenía ya mucho tiempo pidiéndole luz en relación a su elección profesional. Investigando más a fondo, averigüé que la joven oraba insistentemente a Dios con palabras como estas: “Señor estoy a un paso de entrar a la Universidad, dime por favor: ¿qué quieres que estudie? Es para servirte mejor, anda, dime, que yo te obedeceré”. Pero Dios, según ella, no contestaba nada. Sondeando todavía más a fondo, descubrí que esta muchacha había crecido en un ambiente donde los demás siempre habían decidido en todo por ella. Cuando quería comprarse ropa, decía, por ejemplo: -“Mamá, quiero este vestido blanco”, a lo que su mamá respondía: “¡No!, mejor cómprate este rojo”. Si quería salir de paseo con sus amigos, comentaba: “Papá, quiero ir a la playa con mis amigos”, el papá respondía: “No hija, mejor vete al campo con Fulana”, y así era siempre. Todo el tiempo cedió a otros su voluntad para decidir, y cuando le pregunto a Dios que debía estudiar, la respuesta del Señor fue tan inesperada que nuestra amiga no entendía lo que le decía fuertemente y con amor: “Hija: yo te capacité, te di voluntad propia para elegir por donde ir y alcanzar lo que te propusieras. ¡Estudia lo que quieras, que yo bendeciré tu decisión!” Para ella, la respuesta era tan novedosa que resultaba incomprensible, igual que si no respondiera. Poco a poco, en la oración sincera y el silencio fue aprendiendo a escuchar una voz (su propia voz) con tono nuevo que solo podía venir de un Dios que corrige en el Amor. 24


Otra experiencia que nunca olvidare fue la que viví en un rancho hace ya algunos años durante la Semana Santa, junto con un grupo de amigos: Una noche, mientras orábamos y cantábamos al Señor, tuvimos un momento de silencio en el que todos los presentes esperábamos ansiosamente que el Señor se manifestara diciéndonos algo. Y entonces nos habló, pero lo que nos dijo tuvo en nosotros el impacto de un balde de agua fría que despertó nuestra conciencia por exigir lo que no nos merecíamos. Esa noche, el Señor nos dijo: “Me entristece que mis hijos me exijan que les hable, cuando no han puesto nada de su parte para escucharme” Ninguno de los que estábamos ahí teníamos para donde huir, a todos nos daba de frente el reclamo de amor de parte de Dios, que nos dejó, por cierto, en total silencio.

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LA VOZ DE DIOS Escuchar la voz de Dios en una cabeza llena de ruidos y de voces es en verdad muy difícil, porque la voz de Dios, dice la Palabra, es un susurro (1 Reyes 19,9 ss.). Elías, uno de los mayores profetas de Dios en el Antiguo Testamento, aprendió lo anterior con una experiencia que le marcaría por el resto de su vida. Se sentía muy deprimido porque los israelitas le buscaban para matarlo y había llegado al monte Horeb esperando encontrarse con Dios. Entonces primero se le presentó un gran huracán, que hasta hendía las montañas y quebrantaba las rocas, pero Dios no estaba en el huracán… después vino un gran temblor… pero tampoco Dios estaba en el. Después del temblor vino el fuego… pero Dios no estaba en el fuego. Finalmente, tras el fuego, vino una brisa suave… y al oírla, Elías salió de la cueva en donde estaba y se cubrió el rostro, porque Dios estaba allí. En medio de la gran confusión que agita nuestra mente, poder escuchar el susurro de una brisa suave nos resulta una tarea ardua y complicada por la sencillez que implica. El susurro simboliza la delicadeza del Señor, su deseo de buscar la intimidad con los que ama. El huracán, el temblor y el fuego no son ajenos a Dios, de hecho manifiestan su presencia, tal como lo hacían con su pueblo en el desierto, aunque en esta ocasión no fueran sino precursores de su paso. En cualquier presentación, nuestra música debe mostrar la fuerza del Poder y la Autoridad de Dios (viento, temblor y fuego), pero debe tener ese toque de intimidad y espiritualidad que la haga especial y diferente a otras. Es por ello que debemos evitar la tentación de quedarnos con el ruido confundiéndolo con la voz de Dios. No importa que se trate de música cristiana, sino contiene este detalle se vuelve nula e ineficaz. Aunque este tema pertenece a otro libro de formación para jóvenes, es bueno terminar con el ejercicio que El Señor recomendó a Samuel: disminuye la marcha en tu camino y reconoce humilde y abiertamente tus limitaciones para escucharle y renunciando a toda clase de ruidos que puedan distraerte, pide a Dios con fe: “Habla, que tu siervo escucha” 1 Samuel 3,10

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EL SILENCIO DE DIOS En la notación musical existe una notita cuyo nombre tiene que ver con lo que estamos tratando: se llama “Silencio” y, musicalmente hablando, tiene intensidad y duración. Cuando se escribe en la partitura sirve para terminar una parte de la composición o para preparar la entrada de otra frase musical. Muchas veces, en la partitura de nuestra vida, Dios escribe esta nota con un propósito amoroso. Para muchos resulta un cambio muy difícil de llevar, pues acostumbrados a oír su voz en todas partes y de mil maneras distintas, experimentan un silencio arduo de entender. Tan arduo, que de no comprenderse que viene de Él, sería capaz de destruirnos. Con todo, puedes estar contento si Dios te elige para instruirte en Su silencio, pues significa un paso de maduración en tu relación con Él y créeme: Él confía plenamente en ti y en la fuerza de tu corazón para salir adelante en la prueba. Hace muchos años, escribí una canción en medio de uno de los silencios de Dios que más han marcado mi vida. Se llama “Ya no es como ayer”, porque cuando la compuse sentí que Dios me urgía a madurar y a seguirlo en forma más adulta aún cuando mis sentimientos no respaldaran mi certeza de que Él seguía amándome igual que siempre. Conocer Su Voz es también conocer Su Silencio y te recuerdo que según la Biblia: conocer a alguien es amarlo e intimar al máximo con esa persona. No luches contra el Silencio de Dios y ni siquiera alimentes enojo o extrañeza por vivirlo, mejor acéptalo como un curso intensivo de la Escuela de la Vida, como un momento privilegiado en la gran composición que Dios escribe en tu corazón. Estoy convencido que resulta más preocupante no vivir momentos de silencio que atravesarlos, ya que su ausencia bien puede interpretarse como señal de inmadurez. Silencio instructor y exigente: “Jesús no le respondió palabra…” Mateo 15,23 A veces pintamos al Señor tan tierno que olvidamos que nos es nada paternalista. Nos exige ofrendarle lo mejor y hace despegar nuestro corazón hacia las alturas de la verdadera fe. Tomemos por ejemplo a la mujer cananea que suplicaba a Jesús que la ayudara, que tuviera piedad de ella liberando a su hija que estaba endemoniada. Hasta aquí todos los requisitos se cumplían: la actitud al suplicar, las palabras; las circunstancias… pero la reacción del Señor fue una sorpresa para todos, empezando por sus propios discípulos; ¡no respondió palabra! Este silencio sorprendentemente no ahuyentó a la mujer sino que la conmovió en lo más profundo de su fe. Atrevida y valientemente, confronto a Jesús permaneciendo en la misma actitud suplicante, a pesar de que el Señor parecía decidido a no escucharla. A tal punto persevero en sus ruegos, que Jesús mismo le dijo admirado: “Mujer, grande es tu fe, que sea como deseas” Mateo 15,28 27


¡Cuánto se admiraría y alegraría el Señor al vernos al responder madura y obstinadamente a Su silencio! Sin duda alguna, la lección que debemos aprender de esta Escuela del Cielo es no desfallecer, a pesar de que el conocido trámite del niño que llora para ser atendido no nos funciona ya como antes. Que el Silencio de Dios no te aleje de Él Que ya no sientas como antes en la fe y que no le escuches como ayer, no sean malas noticias sino invitaciones Divinas a encontrarte con Él en una frecuencia superior: Dios sabe lo que exige: "mi Padre es el viñador. Si uno de mis sarmientos no da fruto, lo corta; pero si da fruto, lo poda y lo limpia para que dé más". Juan 15,2 Que el silencio de Dios sea una oportunidad para ver la medida en que ha crecido tu fe.

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La Dignidad Del Silencio: (Jesús Frente A Sus Enemigos)

Siendo niño escuché por primera vez, en una celebración de la Semana Santa, el comentario sobre el “Silencio de Gloria de Jesús”. Este se refería al silencio que el Señor había guardado frente a Herodes y Pilatos. Mientras iba adentrándome en este tema, fui descubriendo la mina de oro que representó la actitud del Señor frente a estos hombres. Veamos con mayor detalle la actitud de Jesús que, desde su ejemplo, nos enseña otra manera de no desperdiciar palabra con quienes de cualquier manera no quieren oír.

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Frente a Pilato

“…pero Jesús no le respondió ni una sola palabra” Mateo 27,14 Ante Pilatos, Jesús no dijo más que lo esencial. Su mejor defensa era no decir cosa alguna, pues al mismo tiempo que dejaba en claro que nada le inculpaba, hacia ver a Pilatos que algún día, por mucho que se lavara las manos, debería responder de sus actos como procurador romano ante una Autoridad Mayor. ¡Imagínate!, Si como músicos el silencio nos resulta algo difícil, ¡¿qué habrá pensado como político Pilatos!?

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Frente a Herodes

“Le hizo muchas preguntas pero Jesús no le contesto nada” Lucas 23,9 No hacía mucho tiempo, Jesús le había enviado un recadito a Herodes en que le llamaba claramente “zorro” (Lucas 13,32). Ahora el Señor se encontraba ante este asesino de profetas y no iba a complacerlo cayendo en su juego, así que no le dijo ni una palabra. Jesús mismo había enseñado no echar perlas a los cerdos (Mateo 7,6), y este era un caso aplicable. Lo curioso es que frente a este Silencio Poderoso la gente de Herodes empezó a mofarse y a tratar con desprecio a Jesús, sin darse cuenta que no hacían más que proyectar su propia frustración al sentirse ridiculizados por el hijo del carpintero, que no se rebajaba a su nivel. ¿Te das cuenta de la enorme enseñanza del Maestro? Habrá muchos casos como estos en tu misión, en los que más que hablar y cantar, debemos utilizar el arma del silencio para confundir tu enemigo. Pide al cielo esta sabiduría que solo puede venir de Él y de ninguna otra fuente, y que sea el Señor quien nos enseñe a usar el pode del Silencio del Músico. En algunas ocasiones me he negado a cantar o a predicar porque mi discernimiento me indicaba que no debía hacerlo. De otro modo hubiera sido quemar mi pólvora en infiernillos, mostrando mis armas al enemigo. También he tenido que prestar mucha atención para no caer en el juego de cantar lo que a otros les gustaría escuchar y no lo que el Espíritu me indica. Ante todo, muchas veces es mejor callar; el silencio es más poderoso y efectivo. Si no, preguntémosle al Maestro. Silencio Amoroso (paciencia de Dios)

Por otra parte, recordemos que una elemental regla de urbanidad es no interrumpir a alguien cuando esta hablando con otra persona o cuando está realizando una labor que requiere mucha concentración. Aunque suene infantil: la verdad es que Dios calla muchas veces porque está ocupado en responderte y en bendecirte. Dice la palabra: Aquel día se dirá a Jerusalén: ¡No tengas miedo, Sion, No desmayen tus manos! Yahvé tu Dios está en medio de ti, ¡EL es poderoso y te salvara! EL exulta de gozo por ti. 31


Callara de Amor, mientras te renueva, se gozara sobre ti danzando con gritos de alegría, como en los días de fiesta Sofonías 3,16-18. Cualesquiera que sean las circunstancias que atravieses respecto al Silencio del Cielo, recuerda: ¡Dios no ha dejado de amarte! ¡Ni lo pienses! Es por amor que muchas veces calla mientras corrige en nosotros lo necesario y nos prepara para cumplir nuestra misión en este mundo. En la versión griega de este texto se lee “calla” en lugar de “renueva”. Quise incluir ambas en el pasaje para que no te quede duda del por qué de su silencio. Al principio de nuestro caminar en la Vida del Espíritu, una de las verdades que más nos cambia es la certeza de saber que Dios nos ama. Bueno, ese Amor no ha cambiado un ápice, aunque puede ser que estemos madurando en él: “porque el amor no se cambia, se transforma”. Para quienes somos padres de familia, ver crecer a nuestros hijos provoca en nuestro corazón un sentimiento extraño. Por una parte desearíamos que fuesen siempre niños, aunque también sabemos que lo mejor para ellos es crecer e ir fortaleciéndose para enfrentar los retos que el mundo les depara. Lo que de ninguna manera cambia en nosotros es la decisión de vivir con ellos cada momento intensamente, porque el tiempo no regresara más que en un hermoso recuerdo. El silencio nos recuerda a enseñarles sin decirles todo, para que ellos no pierdan la experiencia de aprender y descubrir las cosas por su cuenta. Sí, mi hermano músico, Dios calla mientras nos renueva; mientras depura nuestra persona y nuestro ministerio, mientras espera pacientemente que nuestra alma de muestras de haber crecido para dar el siguiente paso: así que mejor respeta Su silencio y vive intensamente el momento que atraviesas. Si tienes que seguir cantando ¡hazlo!, porque nunca más volverá a repetirse ese Silencio. Dios no calla dos veces en la misma forma. Y al final, el versículo de Sofonías toca el otro extremo: nuestro Señor termina danzando jubilosamente por ti y por mí, como en los días de fiesta, ¡maravilloso!. Pero… ¿puedes imaginarte a Dios danzando? ¿Tienes idea del tiempo que toma organizar una Fiesta a la medida del corazón de Dios? ¿A poco no te sientes querido e importante? “Mucho tengo todavía que decirles, pero ahora no pueden con ello” Juan 16,12 Su silencio es respetuoso de nuestro proceso. No hay nada más fácil que decirle al otro lo que debe hacer y cómo debe hacerlo, pero justo porque te ama, Dios se abstendrá 32


de ello. Pensemos en aquella última noche con sus discípulos. Cuanto ardor habría en su corazón para ellos y cuanto anhelaría contarles el papel que cada uno jugaría en la historia de la Salvación. Como habrá deseado contarle al tímido e inestable Pedro sobre aquel día de Pentecostés, en que después de su predicación, llena del Poder del Espíritu Santo, nacería la Iglesia. Cómo habrá querido que Mateo supiera la cantidad de almas que se salvarían porque él, un ex-cobrador de impuestos que había dejado todo por seguirlo, habría de escribir la primer narración del Evangelio; cuanta impaciencia habrá sentido por decir a Juan, mientras lo abrazaba, que con todo y su carácter fuerte y hasta a veces indomable, sería el encargado de recibir a su Madre a titulo de todos los jóvenes en la historia de la humanidad y de gritarle al mundo, con voz poderosa, que Dios es Amor. Pero Él también es un Dios de orden, y supo hacerse a un lado para dejar toda esa parte a la Tercera Persona de la Trinidad: “…el Espíritu Santo los guiara…” Juan 16,13ss. Aunque lo deseara, sabía que no debía decir nada a sus amigos, que eso correspondía a Otro, ¡Aprendamos bien de esto! Nuestro silencio musical debe ayudar a otros a salir al frente. Aparecer menos para que otros canten más puede llegar a ser doloroso, pero recuerda que “lo que se pierde de fama se gana de eternidad” (Machado). Si el Señor me hubiera dicho, o al menos me hubiera insinuado, la dimensión que alcanzaría el apostolado que pensó para mí, me hubiese hecho mucho daño. Debo reconocer que aunque estaba llamado a esto no me hallaba listo para la tarea: antes había que afinar mi corazón; limpiarlo de inseguridades disfrazadas de orgullo, pues de otra forma me hubiera causado demasiadas heridas y hubiese resultado auto-destructivo. ¿Quién le coloca un arma de alto poder a un niño pequeño?. Solo puede confiársele a un soldado experimentado en su uso. El silencio puede dar muchísima fuerza y brinda a Dios y al artista una oportunidad maravillosa de encontrarse, de intimar y de llegar a niveles más profundos en su relación; al músico, el silencio le pone en la frecuencia de recibir y de dar, cosa que Dios aprovecha.

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EL SILENCIO DE DAVID.

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Ejercicio

Observemos lo que le sucedió a David, el músico más famoso de la Biblia, el día en que quedó en silencio ante Dios. Para eso leamos juntos lo que dice el salmo 19. Salmo 19 1 Del maestro de coro, Salmo de David. 2 Los cielos cuentan la gloria de Dios, la obra de sus manos anuncia el firmamento, 3 el día al día comunica el mensaje, Y la noche a la noche transmite la noticia. 4 No es un mensaje, no hay palabras, ni su voz se puede oír; 5 más por toda la tierra se adivinan las rasgos y sus giros hasta el confín del mundo. En el mar levanto para el sol una tienda, 6 y él, como un esposo que sale de su lecho, se recrea, cual atleta, corriendo su carrera. 7 A un extremo del cielo es su salida, y su órbita llega al otro extremo, sin que haya escape. 8 La ley de Yahvé es perfecta, consolación del alma, el dictamen de Yahvé, veraz, sabiduría del sencillo. 9 Los preceptos de Yahvé son rectos, gozo del corazón, claro el mandamiento de Yahvé, luz de los ojos. 10 El temor de Yahvé es puro, por siempre estable, verdad los juicios de Yahvé, justos todos ellos. 11 Apetecibles más que el oro, que el oro más fino; sus palabras más dulces que la miel, más que el jugos de panales. 12 Por eso tu servidor se empapa en ellos, 35


13 gran ganancia es guardarlos. Pero ¿Quién se da cuenta de sus yerros? De las faltas ocultas límpiame. 14 Guarda a tu siervo del orgullo, no tenga dominio sobre mí, entonces seré irreprochable y me veré libre de ese gran pecado. 15 Sean gratas las palabras de mi boca y el susurro de mi corazón, si tregua ante ti Yahvé, roca mía, mi redentor. Todos sabemos que siempre se ha considerado a David el músico por excelencia en la historia del Pueblo de Dios. Organizó un enorme ministerio musical para que estuviera siempre delante del Arca de la Alianza y hasta en una ocasión, por danzar delante del Señor, prácticamente en paños menores, llego a discutir con su esposa (la primera nada más, que si llega a hacerlo con todas las que tenía, no hubiera tenido tiempo para otra cosa), demostrándonos así la expresividad, la libertad y la sencillez de su corazón (1 Samuel 6,20-23). Puedes echar un vistazo a otros textos y te darás cuenta del papel que jugaban la música, la danza y las artes en general, en la alabanza que éste hombre daba a Dios (1 Crónicas 15; 16,42; 2 Crónicas 7,6). Pero un día…

Por alguna extraña razón, estando en las montañas de Israel, David guardó silencio. Por la impresionante descripción que hace de la acción de Dios en la naturaleza, puede deducirse que nuestro colega se pasó todo el día meditando y contemplando la Creación, desde el amanecer hasta el ocaso, cosa que también narra (Salmo 19,6-7). Tal vez comenzó ese día cantando sus mejores salmos y hasta se dio tiempo para componer. Pero conforme avanzaba la jornada, el apabullante silencio de la Creación se hizo más y más fuerte, revelándole secretos que solo en el silencio se pueden encontrar. Ese día, David descubrió en la Creación una declaración de la Gloria de Dios que desde siempre había estado escrita en el firmamento, en las montañas, en el sol. Se encontró con un lenguaje que no conocía ni manejaba, y descubrió una gran noticia que se transmitía sin cesar de un día a otro: la Gloria de Dios. Pero lo que dejó pasmado a David fue que en esto no hubo palabras, ni pudo oírse voz alguna. ¡Todo había ocurrido en el silencio!, y sin embargo, nadie podía dejar de escuchar este mensaje. ¿Cómo era esto posible? Para David, director del mayor proyecto de alabanza divina, que se había propuesto que frente al Arca de la Alianza nunca dejará de haber música de adoración, era una lección dura de aprender. 36


Una de las cosas que más duelen a los artistas inmaduros es encontrar a alguien que sea mejor que ellos interpretando o componiendo, y de remate que no lo presuma… y para esto, la Creación era una dura competencia. En este caso no había nada que hacer, pues Dios, quien se mostraba en sus obras silenciosas, era el Rey mismo de la Creación y le enseñaba a David que en esta forma del silencio podía encontrarse toda una sinfonía. Pero sigamos con el salmo:

Después de describir esta Sinfonía de la Creación, David da un giro en su alabanza y comienza a reflexionar sobre la Ley del Señor y Sus Mandamientos, meditando en los planes que Dios nos propone para guiarnos. ¿Por qué comenzar hablando de la Creación y terminar hablando de esto? ¿Por qué este viraje aparente en su discurso? Sencillamente pudo ser que se le ocurrió cambiar de tema, o bien, que fue capaz de observar más de lo que había visto al principio. Y creo que esto último fue lo que pasó. El silencio se introdujo en su alma haciendo entender al Rey-Pastor cosas que antes ni siquiera imaginaba. Finalmente, David escucharía el susurro de su propio corazón encontrando que la obediencia a Dios es la Perfecta Sinfonía del Universo y entonces escribiría que el sol es como un esposo que sale de su lecho nupcial, corre como atleta, y calienta todo sin que nada se le escape. Al cumplir aquello para lo que fue creado, el sol alaba al Señor mejor que con todos los salmos juntos y, cuando tú y yo cumplimos aquello parar lo que Dios nos hizo, le adoramos mejor que con una magistral orquesta sinfónica, que no tiene la capacidad de obedecerle. Aquel día, el silencio instruyo a David mostrándole la trampa en la que cae quien “adora la adoración olvidándose de servir a quien adora”. La frase de Jesús es clara al respecto: “La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante y sean mis discípulos” Juan 15,8 ¡Ni una palabra sobre cantar bonito! El hombre se cansa de alabar y baja sus brazos, en cambio, los árboles no bajan nunca sus ramas, no importa la tierra en la que están plantados ni los cambios del clima. Por eso, el Señor Jesús es conocido como el Árbol de la Vida, pues el poder salvífico de sus brazos clavados y extendidos en la cruz por su sacrificio voluntariamente aceptado, sigue abrazando a los hombres de todos los tiempos. Él es el Sacrificio Perfecto; la Suprema Alabanza; la Ofrenda Grata a Dios; el Cordero sin mancha que se ofrece en el Silencio del Amor; el Creador hecho hombre que supera por mucho la alabanza de su creación. Es tan impresionante el orden que guarda el Universo, que muchos han tomado a los astros y a su coordinado movimiento como guías para su vida y su futuro. Incluso han llegado a creer en la influencia que pueden causar en nuestra vida. Como cristianos, lo que observamos al contemplar el Universo es la mano, la letra y la música de Aquel que rige a toda la Creación. Para su vergüenza, David se percata de que los cielos, los astros y el sol, cumplen 37


su tarea sin queja ni problema. Imagínate el lío que se armaría si al sol se le ocurriera salirse un ratito de su órbita para tomarse un ‘descansito'… o que la Tierra detuviera su rotación porque tanta vuelta le ha dado mareos… detallitos insignificantes, ¿no? Pues también tú y yo armamos un jaleo tremendo (aunque sin tanta publicidad), cuando nos salimos de órbita y desobedecemos al Señor apartándonos de Su Presencia. Eso nos enfría de palabra y obra, y aunque cantemos bonito somos como estrellas en extinción, o cometas cuyo centro es puro gas sin ninguna solidez. Si una estrella llegara a salirse de su órbita sería gravísimo, pero un hijo de Dios que se aleja de su voluntad es un problema mucho mayor. El sol y la creación entera cantan y tocan mucho mejor que nosotros aun sin música. Pero un músico en la órbita exacta, hará llegar muy lejos el mensaje que predique dos veces al cantar. Si quieres ser un instrumento afinado en las manos de Dios, es necesario que cumplas sus mandamientos, su ley, sus preceptos. Escucharle, atenderle, oírle con atención es el requisito inicial para servirle. Según la experiencia de David (y nuestra propia experiencia, también) los mandamientos de Dios son: perfectos, veraces, rectos, claros, puros. Y producen en quienes los observan: consuelo, sabiduría, gozo, luz, estabilidad, justicia. y todo esto es enseñado en la Escuela del Silencio del Salmo 19 Repasemos brevemente lo que el Silencio enseñó a David sobre mandamientos: Perfectos: No tienen defectos puesto que Dios no se equivoca al pensar ni al planear las cosas (Romanos 12,2). Veraces: Dios no juega al gato y al ratón contigo. Te habla claro y de frente y te garantiza que la Verdad te hará libre (Juan8,32). Claros: Te exigen sinceridad al tomar decisiones para tu vida (Isaías 30,21). Puros: No solo porque provienen de Dios, sino porque producirán en ti pureza, que es la suma de la dignidad y la humildad y representa mucho más que buenas intenciones (1 Timoteo 1,5). Todo esto produce:

Consuelo para el alma: Nuestra alma encuentra fuerzas en medio de las luchas cuando sabe que va por el camino correcto y que cumple aquello para lo que Dios la creó (Mateo 11,28). Sabiduría del sencillo: Te sorprenderás de lo que Dios te hará saber y de cómo también te ayudará a expresarlo. Un músico sin sabiduría desafina no por su voz sino por su incoherencia (Lucas 10,21). 38


Gozo del corazón: Según la Palabra, el gozo que Dios nos da, no es un sentimiento, sino una actitud que abre puertas y parte las montañas (Nehemías 8,10b). Luz para los ojos: Nada mas tranquilizante y reconfortante que saber por dónde vas y hacia donde te diriges. Ver claro es empezar a saber (Juan 8,12). Equilibrio: Dios tomó la irrevocable decisión de amarte y de dar frutos a través de ti. Sus mandamientos son inmutables para siempre. Para que no te apartes de ellos necesitas estabilidad y equipo integral como personal. Déjate hacer y EL lo logrará en ti (Jeremías 29,11). Justicia: Proponerse extender el Reino de Dios para que haya justicia para todos es haber encontrado tu razón de vivir (Efesios 6,14b). Podríamos seguir profundizando y no pararíamos en mucho tiempo, pero eso te queda de tarea ya que tenemos que seguir. Te recuerdo que no solamente queremos ver lo que David aprendió en el silencio, sino lo cómo aprendió y cómo podemos lograrlo también nosotros: Dios tiene reservado mucho para los que le aman pero es necesario dejarse hacer antes por Él. Sigamos aprendiendo de la experiencia de David: nunca en su historia se había sentido más pequeño e insignificante. Se sentía apabullado por el canto de la Creación que no necesita ni de una sola nota musical para entonar himnos de alabanza a la Majestad de Dios. Frente a esto, humildemente pidió al Señor que lo limpiara de sus fallas ocultas, de esas que no se daba cuenta que tenía por no querer ver ni escuchar hasta el punto de engañarse a sí mismo. La obediencia del sol había logrado alumbrar lo más profundo de su corazón y así David consigue descubrir que Dios es Dios. Frente a esta sinfonía de orden y obediencia, el rey de Israel se reconoce a sí mismo como un simple aprendiz de músico. Esto le llevaría a terminar esta parte pidiéndole al Señor que lo libre de la peor de las tentaciones del músico (especialmente si se oculta o se ignora): el Orgullo. Presta mucha atención, porque desde ahora mantendrás contra el orgullo una lucha a muerte para que no llegue a dominarte jamás. El Silencio es un maravilloso detector de faltas y, con él, David descubre su orgullo. Hacia el final del salmo, David no presume de haber compuesto el Salmo 23 (el más famoso de la Biblia), ni se vanagloria de ser el director del ministerio musical más importante de su generación… ni siquiera habla de que puede hacer huir a los espíritus malos mientras toca. Nada de eso. Simplemente termina con una sabia petición: “¡Sean gratas las palabras de mi boca, y el susurro de mi corazón, sin tregua ante ti, Yahvé, roca mía, mi redentor” Salmo 19,15 Ya no presume sus canciones, ni la forma en que las canta. De aquí en adelante se sentirá satisfecho si el Señor se digna aceptarlas. David también se ha escuchado a sí mismo, esta es una de las más grandes recompensas del ejercicio del silencio, y pide al 39


Señor que escuche el “susurro de su corazón” Al principio solo te invitaba a encontrarte con el Silencio, ahora espero puedas ver un poco de la dimensión que esto implica, pues es también una invitación a encontrarse con el Señor, Tu Señor, y contigo mismo. El orgullo no deja ver, ni escuchar, y mucho menos permite que obedezcamos a Dios. Nos hace sonar desafinados a Sus oídos. Ya profundizaremos en este tema cuando hablemos de las tentaciones del músico. Por ahora solo te diré que muchos experimentan el miedo al silencio porque saben que sus faltas ocultas se escucharán escandalosamente cuando el ruido y el alboroto cesen. Aunque seas el mejor músico cristiano del TOP TEN, esta semilla de orgullo puede llegar a crecer hasta detener o desviar tu camino y ministerio sacándolo de la órbita que Dios pensó para ti. Si al leer estas líneas reconoces esta cizaña en tu sembradío… ¡Se fuerte que estas a tiempo de arrancarla! El silencio de Dios es Luz para ver en la oscuridad del ruido: “Has puesto nuestras culpas ante ti, a la luz de tu faz nuestras faltas secretas” Salmo 90,8 “¡Ay de los que se esconden de Yahvé para ocultar sus planes, y ejecutan sus obras en las tinieblas!, diciendo: ¿Quién nos ve, quien nos conoce?” Isaías 29,15 ‘No hay criatura invisible, todo está al desnudo patente, a los ojos de Aquel a quién hemos de dar cuenta” Hebreos 14,13 La dimensión, unción y Presencia de Dios que adquiere un músico que está en esta frecuencia y ha aceptado sus faltas a la Luz de Su Amor, es tremenda y poderosa, única e irrepetible. Es como el sol que alumbra a mediodía y no permite que nada escape de su calor. Si Dios le reveló esto a David en el Silencio, ¿Qué tendrá entonces reservado para ti y para mí que no podamos descubrir también en el Silencio?

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Ahora te toca a ti… a. Quédate en silencio y medita junto con el salmo, contempla la Creación y aprende de ella. Descubre ante Dios tus faltas ocultas y tu orgullo. Esfuérzate por escuchar el susurro de tu corazón sentándote en el silencio ante el Gran Artista…practícalo también con tus hermanos de apostolado en la música. a. ¿Sabes cuál es el susurro de tu corazón? ¿Puedes oír esa parte interna, y entender lo que quiere comunicarte? Dijimos antes de que la voz de Dios es un susurro. Al escucharla, David consiguió llegar al fondo de lo que esto significa. ¡Dichoso el músico que llegue hasta acá! ¡Dichoso el músico que logre escucharse! Llegará lejos y su música aún mas que él; conocerá el Amor como en realidad es y podrá transmitirlo y cantarlo como nadie más lo hace. Ayúdate escribiendo y describiendo lo que tu corazón te dice. Comparte tus descubrimientos con tu director espiritual y con tu comunidad de oración para discernirlos. b.

Guarda silencio otra vez, pero ahora tratando de escucharte, descubriendo en dónde estás en tu vida de fe. ¿De dónde vienes? ¿Hacia dónde vas? ¡Escúchate y hazte caso! Tu corazón tiene algo que decirte en forma de susurro. Recuerda la instrucción que Dios dijo a David: “haz todo lo que te dicta el corazón, porque el Señor está contigo” 2 Samuel 7,3. Solo que Dios no le dice eso a cualquier corazón, o a cualquier hombre o artista. Antes tendrás que atravesar el puente del silencio para alcanzar la orilla de las decisiones en la vida, en la música y en la composición. Y cuando hayas llegado a este lugar y hayas visto este paisaje, anótalo, escríbelo, componlo recubriéndolo de música, de poesía, de arte… entonces experimentarás el don de crear mas allá de lo que convencional. Tu música y tu interpretación serán como piedras preciosas que valen todo, pues hubo mucho que excavar antes de alcanzarlas y sabrás que toda esta prueba de amor llamada silencio valió realmente la pena, al darte cuenta de las almas que se salvan y se sanan por ella.

Que este encuentro con el Señor y su silencio te lleve a nuevas experiencias, y nuevos caminos en la fe. Que Jesús logre afinar en silencio tu interior al punto de poder decirte confiadamente al ver tu corazón renovado y limpio” Animo, sigue con entusiasmo el susurro de tu corazón”

LLEGANDO AL ÚLTIMO COMPÁS. Bueno, y después de todo esto, ¿te das cuenta de las ventajas que tiene el guardar silencio frente a Dios? ¿Estás dispuesto a intentarlo? ¿Sí? 41


Entonces… ¡bienvenido a la aventura del silencio del músico! San Pablo “canta” en su carta a los Efesios: “ahora son luz…despierta tu que duermes, y te iluminara Cristo” Efesios 5,8-14 Salomón, el hijo de David, escribió: “el que encubre sus pecados no prosperará, más el que los confiesa y se aparta alcanzara misericordia” Proverbios 28,13 ¡Adelante! Dejemos actuar a Dios y permitamos que nos cubra el silencio de Su Amor que lo limpia todo. Despertemos a otra dimensión y alcancemos Su misericordia. Para terminar una pequeña anécdota: Hace ya algunos años, trabajaba de tiempo completo en una comunidad de México, D.F. Una tarde de lunes, mientras leía en mi cuarto en la Parroquia, me invadió un deseo enorme de estar en la presencia del Santísimo, deseo que a fin de cuentas reconocía como inspiración del mismo Dios. Tomé mi guitarra y salí corriendo hacia el primer piso en donde se encontraba la capillita con el Señor. Entré y me arrodillé ante Él saludándolo con emoción. Tomé mi guitarra y me dispuse a cantarle y a adorarlo con mi música, como siempre lo hacía en ese tiempo, pero me llevé una gran sorpresa al escuchar Su voz que me decía: “No, ahora no cantes, calla”. Reaccione sorprendido puesto que no entendía lo que pasaba, y me atreví a suponer que entonces el Señor quería compartirme algo hablándome, por lo que dispuse a escuchar con todos mis sentidos. Pero… otra vez su susurro, esa voz interna del Pastor me aclaró: “-No, tampoco tengo nada que decirte”. Muy extrañado, pregunté: -“¡Entonces!, ¿de qué se trata?, si yo no voy a hablar y tú tampoco, ¿qué hacemos?”-En mi corazón le oí decirme: “Nada, solamente quédate acá conmigo. Acompáñame. Necesitaba que estuvieras conmigo, ya habrá tiempo para hablar, solo calla y quédate cerca de mi”. No recuerdo lo que hice, si oré, o si canté, y tampoco recuerdo lo que pensé. Solamente tengo claro que lo amé mucho, como se ama únicamente en el silencio de la intimidad. Hoy, en medio de viajes constantes, de grandes conciertos y de un tremendo ajetreo evangelizador, son los momentos de silencio amoroso los que me sostienen y me animan a continuar. Recuerda: el Silencio no es siempre sinónimo de no hacer nada, también significa acompañar. Silencio es también intimidad. Busca un lugar donde puedas ir a acompañarlo, a estar con Él a solas. Tú elige, no hay ninguna regla, aunque sí muchas recomendaciones 42


de donde pudiera ser, el parque, el campo, la playa, el jardín, tu cuarto, el mismo Sagrario: sólo ve y escucha su susurro y el tuyo. “Ora a tu Padre, que está allí en lo secreto (en el silencio), y tu Padre que ve en lo secreto (que habla y escucha en el silencio) te recompensará” Mateo 6,4 Los dejo con la letra de una canción que lo dice todo hablando del silencio… del Maestro Juan Francisco (Kiki Troia): Silencio de Amor.

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SILENCIO DE AMOR (KIKI TROIA)

Ya no hace falta cantar, ya no hace falta tocar. Todas las notas no alcanzan para expresar cuanto te amo. Por eso voy a callar y en tu presencia quedar; y en el silencio todo se consumirá en nuestra intimidad. Y voy a callar, y voy a postrar mi corazón para sumergirme en tu interior, dispuesto a morir ahogado en vos, tan solo al oír, mi dulce Señor, tu silencio de amor. Y al terminar de cantar, tu voz me armonizará, pues sólo vos sos mi nota fundamental y mi dominante. Y en ese acorde final todo se consumará, y en el silencio, suave me susurrarás tu canto sin igual Y voy a callar... Tu silencio de amor.

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