Revista "Las Majadillas" nº 9

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Numero 5 NUMERO 9

29 Septiembre 2014 29 SETIEMBRE 2015

Oleo de Mariano Hernández - La Canchuela - 1er premio Máximo Rodríguez, 2010


Revista de cultura, arte, historia y tradición

de los pueblos del Bajo Tietar en Avila

Guisando - Arenas de San Pedro - Candeleda - El Hornillo - El Arenal - Poyales del Hoyo Mombeltran - Cuevas del Valle - San Esteban del Valle - Santa Cruz del Valle - Villarejo del Valle El Raso - La Parra - Hontanares - Ramacastañas Dirección: San Nicolás, 10 28912 Leganés (Madrid)

Revista no dependiente ni adscrita a ninguna organización ni entidad privada o pública Revista de divulgación cultural y sin ánimo de lucro. Libre de publicidad o patrocinio. Director y Editor: Miguel Camacho Camacho Redacción: Jesús Jara García, Julio Fernando Palacios García, Daniel Peces Ayuso Cristina Nogal Blázquez, Fidel Jara Tiemblo, Miguel Camacho Camacho, Juan Manuel Jara Garro. Colaboradores: está abierta a todo tipo de colaboración y se tendrán en cuenta todos los artículos y aportaciones que se realicen dentro del ámbito de la temática de la revista. DEPOSITO LEGAL: Solicitado

Proyecto “ARTE EN GUISANDO”

Partiendo de una iniciativa y proyecto de Rosa María Blázquez Jara y Adolfo Montes el Ayuntamiento de Guisando ha acondicionado la sala situada encima de la Biblioteca para su utilización como sala de exposiciones. En ella se irán desarrollando diferentes exposiciones culturales tanto de pintura, como escultura, fotografía u otras artes siendo en principio la idea de un artista por mes. Se inauguró el 5 de setiembre con una exposición de la artista residente en Candeleda Almudena Arias. Es tal las expectativas que el proyecto han levantado que la lista de artistas dispuestos a exponer en esta sala de Guisando se sitúa ocupada hasta agosto de 2017. Desde Las Majadillas damos la mejor de las bienvenidas al proyecto y las gracias al Ayuntamiento de Guisando por su aceptación y apoyo que estamos seguros redundará positivamente en la vida social y cultural de Guisando.



NO SE LO CONTÉIS A NADIE Ermita de San José de Guisando: según algunas publicaciones alberga un bellísimo frontal de azulejos de cerámica de Talavera del siglo XVII de “excelente factura” donde se representa a la Virgen María a San José y al Niño. ¿Excelente factura?: Cualquiera de nosotros que haya pasado a ver y admirar decenas de veces dicho frontal no se ha percatado de nada. Sin embargo ha tenido que examinarlo detenidamente un gran maestro ceramista convecino de nuestro pueblo, para concluir desoladamente que la colocación del mismo no es precisamente “excelente” y prácticamente son escasas sus posibilidades de una reparación decente. La ermita, según los libros de la Cofradía del “Glorioso Patriarca San José”, existe al menos desde 1675 y se debió ir construyendo poco a poco hasta considerarla definitivamente terminada hacia 1720. En 1685 están contabilizados unos gastos de aderezo del retablo de la ermita que nos podría indicar la fecha de adquisición y colocación del frontal. Además su composición coincide con los azulejos vidriados talaveranos propios del siglo XVII con influencias de escuelas italianas y flamencas, de la llamada serie “tricolor” con el uso de los colores predominantes del azul, naranja y manganeso. Pero el frontal está mal colocado. De los 126 azulejos de 13,5x13,5 cm que tiene, 14 están mal puestos, aparte de que le falta uno y otro (de los más importantes) está deteriorado. En la parte central el azulejo nº 1 debe ir dado la vuelta 180º y colocado donde está el nº 2 y viceversa. El número 3, la cabeza de la Virgen, está desconchado. En el brocado izquierdo el azulejo 4 debería estar dado la vuelta 180º en el lugar que ocupa el azulejo 5, y lo mismo éste respecto al azulejo 4. Con los azulejos 6 y 7 ocurre igual: El 6 debería ir donde está el 7 dado la vuelta 180º y viceversa.

El azulejo nº 8 del brocado derecho tendría que ir en el lugar del 9, rotando 45º a la derecha y el nº 9 debería estar en el lugar del 8 girado 45º a la izquierda.


El adorno lateral derecho de rodeos, vegetales, herrajes y cenefas tiene que ser simé trico al lateral izquierdo y por lo tanto hay que mover varios azulejos. El nº 10 de bería ir don de el 11 girado 180º y viceversa. La misma corrección habría que hacer con las parejas de azulejos 12-13 y 14-15. Además falta el nº 16.

En otro espacio se puede comparar el estado actual del frontal con el que debería haber tenido si hubiera estado colocado correctamente. La verdad que el artista que colocó los azulejos, entendiendo por ello al alicatador artesano especialista de la época, no lo tu vo fácil. Se podrían dar varias hipótesis para la ejecución de tantos errores: que si no venía libro de instrucciones, que si se fue a echar un vino y dejó solo al aprendiz, que si los colocó después del vino, que si era de una cofradía rival a la de San José (entonces no había aficiones deportivas)… Existe otra interesante teoría que dice que este frontal se trajo de otro sitio donde había estado ya puesto anteriormente, por que sus desaciertos y esmaltes golpeados y saltados serían consecuencia de las manipulaciones para colocarlo en su nueva ubicación. El caso es que restaurarlo correctamente implicaría casi con seguridad la rotura o deterioro de varios azulejos más y probablemente no merezca la pena su reparación. En descargo de quien realizó la obra se podría decir que debía ser bastante complicada ya que existen otros ejemplos de frontales mal colocados de la misma época y con cerámica de Talavera, como el de la iglesia de Garciaz (Cáceres) donde la disposición de los azulejos de los brocados es bastante más desastrosa que en Guisando o la iglesia de Berzocana (Cáceres también) donde los laterales contienen varios errores de situación y orientación del mosaico. Aunque ya tengamos bastante con lo de la “viga atravesá”, y casi con la total seguridad de que el alicatador no sería de Guisando, porque en la época apenas había oficios en la localidad relacionados con la construcción, es mejor que no se lo contéis a nadie. Fernando Palacios

Estado actual del frontal de cerámica de la ermita de San José

Simulación de la correcta disposición del frontal


Durante este verano son muchas las actividades celebradas en el pueblo y aquí solo queremos dejar constancia de algunas de ellas. Comenzamos con las fiesta de San Pedro donde las capeas ecológicas, los bailes de rondas, la reproducción de actividades ganaderas como la fabricación de los quesos o las procesiones patronales nos han tenido entretenidos varios días.

También hemos sido testigos de la trasterminancia del último rebaño de cabras guisanderas y de su diario quehacer en la majada de verano. Una de las actividades mas propias durante el verano es el baño en el Río Pelayos en los diversos charcos, acondicionados o no que hay a lo largo de su recorrido.

En la Casa del Parque han sido y son diversas las exposiciones artísticas entre las que destacamos la exposición de pintura de Jesús Jara Ruiz, toda una promesa en el mundo del arte. En la plaza un día los jóvenes se movían al ritmo de bachata y salsa en una sesión de Zumba.

Nuestro grupo de Ronda Los Jerretes estuvieron bailando en Torrico y el 8 de agosto hicieron de anfitriones en el III encuentro de Guisando Rondas que fue todo un éxito de convocatoria y organización.


También hemos sido testigos de la entrega de los Premios Gredos 2015 a varios famosos y conocidos como Jacob Petrus, Javier Fernandez, las monitoras de la Casa del Parque, David Jimenez, César Jimenez o Albert Rivera. Los premios nacieron con el ánimo y fundamento de promocionar Guisando con la presencia de muchos personajes que por sus méritos o por su fama atraen la mirada de la prensa nacional. Es evidente que este fin se está consiguiendo gracias al trabajo de los hermanos José Miguel y Eduardo Blázquez Mateos.

Para los pequeños además de la capea ecológica han contado con una batalla de agua con globos y una fiesta de la espuma donde disfrutaron niños y no tan niños.

El primer sábado de agosto se celebra la fiesta del veraneante con baile amenizado por una orquesta y durante el descanso se hace entrega de los premios del campeonato de fútbol y se elige las miss Guisando y Miss Veraneante.


Sabía Usted... Jesús Jara García “Chuito” RELOJ DEL AYUNTAMIENTO.La Corporación Municipal, presidida por D. José Delgado Retamal, acordó, en sesión del día 11 de Enero de 1920, iniciar las gestiones necesarias para la adquisición e instalación del “reloj público, que tan necesario se conceptúa”. Quedó encargado de las gestiones el Sr. Secretario D. Gregorio Fraile Fraile. El reloj fue encargado al relojero D. Francisco Pinilla, que lo instaló en la primavera de 1921 y el coste del reloj y sus correspondientes accesorios fue de 3.000 pesetas. El Consistorio nombró a D. Felipe García Serrano, como encargado del reloj, para darle cuerda y demás de su incumbencia. Por este trabajo, el citado Sr. García, cobraría la cantidad anual de 125 pesetas, pagadas por trimestres vencidos. LOTERIA NACIONAL El 2 de febrero de 1991 se imprimió un décimo de 500 pesetas de lotería nacional con una imagen de una casa de la calle de los Parrones de Guisando. CICLON SOBRE GUISANDO.- En la noche del 16 de Enero de 1922 se desencadenó un horroroso ciclón sobre el término municipal de Guisando y también sobre el de Arenas de San Pedro y Poyales del Hoyo. El terrible ciclón produjo cuantiosos daños en muchas viviendas del pueblo y además arrancó o tronchó muchos cientos de olivas, algunos castaños, varios nogales y numerosos árboles frutales, así como bastantes miles de pinos; tanto en fincas particulares como en el monte de los propios. También causó grandes daños en todas las almeares de heno del término. La Corporación Municipal, reunida en sesión extraordinaria el día 4 de Febrero de 1922, después de recibir las quejas de los conciudadanos por los daños padecidos, acordó ”en su nombre y en el de su vecindario, que ha quedado sumido en la mayor miseria, solicitar de los Poderes Públicos la gracia de auxilio a calamidad tan enorme, y a tal fin dirigirá respetuosa instancia al Excmo. Sr. Ministro de Fomento, por conducto del Sr. Gobernador Civil de la provincia pidiendo dicho auxilio o indemnización de los perjuicios en la cuantía que estime procedente, pero que alcanza a muchos miles de duros. El Sr. Alcalde informa a la Corporación que tiene convocada una reunión con el Ayuntamiento de Arenas de San Pedro, para el día 6 de este mes de Febrero, para tratar de los daños causados por el ciclón. Para ello se nombra una Comisión formada por el primer Teniente de Alcalde, Don Carlos Jara García y por el Regidor, Don Miguel Jara Tomás, para que acudan a dicha reunión y firmen los documentos que sean necesarios, sobre el particular. En Poyales en esta noche-madrugada del 17 de enero nació Antonio Camacho Rubio, padre de Miguel Camacho Camacho, y su abuelo Ildefonso Rubio dejó escrito a lápiz sobre la contraportada de un cuaderno “ 17 enero 1922 esta madrugada ha nacido Antonio hijo de Valeriana y ha habido tal vendaval que ha arrancado varios de los olmos de Las Eras y otros muchos árboles”


LOS RESINEROS Los resineros por la mañanas, el primer corte y olé es por su dama. Es por su dama flor de romero, a mí me gustan y olé los resineros. Por la mañana madre los resineros, alegres van cantando por el sendero. Y los pinos se mecen por el gran viento, que baja de las cumbres de nuestro Gredos. de nuestro Gredos… Los resineros por la mañanas,... A coger la resina en primavera, se van los resineros haciendo brechas. Y ese pinito verde que está llorando, sus lágrimas doradas va derramando. va derramando… Los resineros por la mañanas,... Al alba se van los mozos los mozos a resinar, las mozas quedan contando las horas que faltan ya. Para ver a su mocito su mocito resinero, pa darle miel de sus labios y un abrazo lo primero. Los resineros por las mañanas,… Inmaculada Garro

GUISANDO En Guisando yo nací un bello pueblo chiquito, arropado por la sierra y rodeado de pinos. Gredos entre sus faldas luce orgullosa el pueblo, y con celo lo resguarda cuando llega el invierno. Junto al pueblo pasa cantando el rio Pelayo: “mi manantial dejo arriba cerquita de los Galayos”. Sus casas encaladas blancas como la nieve, ¡cómo contrastan todas con el paisaje verde!. Y al despertar la mañana amanece el pueblo envuelto, de aromas purificantes de pino, jara, y enebro. Inmaculada Garro



Guisando, aprox 1930 Fotografía: ANTONIO PASSAPORTE para LOTY


EN LA MAJADA DE UN CABRERILLO… Daniel PECES AYUSO

CAPITULO III El caso es que al pobre cabrerillo, aquella mañana no se le iba a olvidar jamás, en la vida. Ya que era la mañana de Nochebuena, ni más ni menos que la Nochebuena. Ese día, solían bajar recibir en su majada a no pocos miembros de su familia, o mejor dicho clan, ya que eran conocidos como los Madruga. Mote que se les puso a los abuelos, de los abuelos desde que el primero de ellos fuera siempre el primero en despertar y comenzar a ordeñar las cabras antes de abrirlas. De ahí lo de Los Madruga. Aquella mañana el cabrerillo subía a recoger un pico de cabras que solían dormir fuera de la enramá, en una risquera, fuera de peligro… pero no había ninguna, tan solo sangre, mucha sangre, pero no era de sus cabras, sino de uno de los dos mastines que con ellas solían dormir y proteger. Menos mal, ya que aquel año, uno de los tres cabritos que sacrificarían y guisarían para la cena de Nochebuena, tenía que ser de él, simplemente porque le tocaba. El muchacho cargó la honda con una buena piedra y la hizo silbar, ese sonido espanta y mucho a los lobos, al tiempo que silbaba desaforado llamando a sus cabras. Al rato empezaron a aparecer nerviosas pero sanas y salvas. No faltaba ni una, estaban todas y todos los chivos. No perdió tiempo, acarreó el pico camino abajo más corriendo que caminando, en dirección a la choza donde contaría lo sucedido a su familia, y a la noche a los allí reunidos en la cena de Nochebuena. Con los jaleos del día nadie echó de menos al pobre mastín, tan solo el abuelo se percató de su ausencia, pero no dijo nada, ya que se lo imaginaba… tampoco el cabrerillo dijo nada de lo sucedido, a buen seguro su padre le obligaría a desenriscar las cabras, con el trabajo que eso le llevaría. Ya que las cabras son uno de los animales más listos y caprichosos de cuantos ha cuidado el hombre y la mujer. Es más no hablan porque si lo hicieran las harían trabajar más. Por eso cada rebaño de cabras era único. Primero porque las capas o colores de la piel de la cabra guisandera van del marrón claro, castaño, gris o negro, cada cabrero tenía por costumbre ir seleccionando de entre las chivas a dejar para madres, aquellas que tenían un color o marcas parecidos. Y esa es otra, las marcas, y que había cabreros que les gustaba que sus cabras tuvieran las patas de un color determinado diferente al resto… otros lo mismo con las orejas o barbas, o con una estrella en la frente, etc. Además de conocerse la propiedad del ganado por el color de las cabras,


además los cabreros afinaban los cencerros, para que sonaran en conjunto de forma especial y por lo tanto diferencial. De hecho la semana anterior a aquella mañana de Nochebuena, el padre, el abuelo y los cinco hijos estuvieron varias noches y mañanas afinándolos en el sobrao. Aprovechando una tremenda tempestad que les impedía siquiera salir a la cuadra por un poco leña para echar a la lumbre… Su abuelo era el mejor afinando cencerros. A unos les hacía pequeños agujeros con un hierro al rojo vivo que el mismo había fabricado. A otro sin embargo les echaba unas gotas de plomo fundido…. Mientras que les daba unos golpecillos con el martillo aquí y allá hasta lograr hacerlos sonar de la forma deseada. Esta costumbre era muy apreciada por todos los demás habitantes del valle. En todos los pueblos se recuerdan los sones de los rebaños, porque para ellos eran algo así como si fueran alegres canciones.

Cuando llegó con las cabras a la choza lo primero que hizo fue ordeñarlas y llevar la leche a su hermana. Esta era la encargada de hacer el queso, y lo hacía de maravilla, ya que sus quesos no tenían ni un solo ojo. Dicen que para hacer buen queso de cabras en estas tierras, además de hacerlo en la sierra, ha de ser por manos de serrana, pero no por manos cualquiera, sino por manos frías. Y aquella serrana tenía las manos frías como el agua de nieve, por eso sus quesos eran los mejores de la sierra. Pero como era Nochebuena, reservó un cantarito para hacer dulce de leche frita y arroz con leche, leche de cabra por supuesto. En un cuenco de barro tenía reservado un poco de calostros para la abuela y una tía abuela que también iba a venir a cenar, ya que a las dos las encantaba los calostros con un poco de miel… los calostros eran muy apreciados y motivo de no pocas disputas por hacerse con una tazón, pero aquella noche nadie diría nada, ya que las abuelas tenían preferencia, eran las matriarcas y eso entre los verdaderos cabreros contaba pero que mucho, lo mismo que los abuelos o patriarcas de cada majada o clan. No tardaron en empezar a acudir los invitados. Los primeros en llegar fueron unos tíos por parte de la madre, cabreros con ellos, que vivían a una legua y media más a poniente. Y como siempre venían cantando con zambombas, panderos y calderos… en los serones de la burra asomaban la cabeza de los seis pollos tomateros que también formarían parte de la cena, junto a los tres cabritos. Y al otro lado, en cestos de mimbre y perfectamente colocados, platos, vasos,


fuentes, jarras de loza…. Y es que era costumbre cada vez que los cabreros organizaban una fiesta, como una boda, los quintos, o la cena de Nochebuena y comida de Navidad, que los invitados aportaran fuentes, platos, tazas etc. incluso sillas o mejor dicho tajones –taburetes de tres patas desmontablesPara que al final de la fiesta cada cual se llevara lo que le perteneciera y no se confundiera lo que hacían las abuelas era muy sencillo. Simplemente pintaban en la parte inferior de estos enseres, dando un brochazo cada una de un color o forma determinada. Esto lo hacían muy a menudo y en muchas circunstancia, ya que las cabreras tenían que compartir entre ellas determinadas tareas para aprovechar aun más ya que mejor era imposible, el tiempo. por ejemplo cuando amasaban pan solían cocer todo lo que pudieran trasportar al horno. Cada pan era marcado con un sello que los cabreros las hacían con madera de fresno ricamente labrado y generalmente con las iniciales de la cabrera. Este estampado sacado a punta de navaja, o sello servía para identificar cada pan. Ya que cuando se las terminaba el pan, solían mandar a uno de sus hijos a la majada de alguna vecina amiga o pariente para “pedirla uno, dos o más panes”. Panes que se prestaban, ya que cuando a la vecina se le terminara mandaría a uno de sus hijos para recuperar los panes recién cocidos…. O cuando iban a lavar la ropa a las corrientes de las gargantas bravas, heladas en invierno, frescas y vivificantes del mismo modo en el estío. Para ello quedaban para hacerlo siempre en compañía de otras vecinas con las que charlar y ponerse al día, además de tender y doblar. Lo primero que hacían era poner la cobra a cocer con el agua de la garganta, en ella echaban un poco de ceniza de corteza de quejío –quejigo- la cual al cocer el agua se convertía en una potente lejía natural. Con todo tenían que tender la ropa en la corriente y frotarla con el jabón casero que cada una de ellas hacía por el tiempo de la matanza y la aceituna. Mientras hacían estas labores solían cantar y reír escuchando los chascarrillos de las más viejas y por lo tanto sabias. Cosas como lo que siempre contaba la Tía Corita de los Juméa… que estando lavando con otras en el chorrillo con otras, ven que se acerca un forastero a caballo a donde ellas lavaban ropa, y va y las pregunta; _ Buenos días señoras, ¿es que venden vino por aquí? Las otras ante lo extraño de la pregunta, ni le contestaron, menos la Tía Coria que no se podía callar ni debajo el agua, y le reparó diciéndole con malas formas:


- ¿Y se puede saber a qué demonios viene esa pregunta…? Y va el otro y la dice: - Ah, no señora, no se enfade, es que yo al ver tanto pellejo junto pues que voy a pensar… Mira, las otras dejan la ropa a la orilla sobre una lancha, echan mano a los cantos que no faltan en sus orillas, y empiezan a acantear a aquel hombre, que salió corriendo y riéndose de ellas. Las otras mientras le canteaban no hacían más que decirse: - Será posible, llamarnos pellejos a nosotras…. Tío sinvergüenza ven para acá que te vas a enterar tu de lo que son capaces estos pellejos, te vamos a dar la vuelta a las tripas de dentro a fuera. Ven para acá valiente, ven… El caso es que el forastero las dejó burladas aunque no sabemos si con alguna chichicabra o escalabradura, ya que salió como el rayo, y bien que hizo. No quisiera yo estar en su pellejo y en manos de un grupo de serranas de verdad como aquellas. De hecho cada vez que había alguna gresca entre dos cabreros, cuando llegaban sus respectivas señoras les separaban. Pero ay amigos como ellas se enzarzasen en la riña, entonces no fuerza capaz de terminar la contienda. De echo entre los cabreros estaba prohibido, ya que se veía como algo indigno y vergonzoso, que un cabrero pegara a su cabrera. No por respeto, sino

por miedo. Esto por desgracia no era una regla general, como casi todo en la vida, ya que no impidió la existencia de verdaderos monstruos. Y es que había veces que a la hora de casarse había clanes que imponían a sus miembros los posibles candidatos y candidatas. Selección que se hacía en función de la dote que aportarían, y por lo tanto buscando la forma de hacerse más fuertes, independientes al unir capitales complementarios. Así el padre del cabrerillo era del valle, pero su madre era serrana del otro lado de la sierra. En la boda llevó como parte de su dote, los prados de Majalaescoba, prados que suponían para la familia de su padre librarse de pagar por los pastos de verano, al disponer de ellos a través de estas bodas que más eran negocios entre clanes amigos, incluso entre miembros de una misma familia, todo valía con tal de aumentar el poder del clan. Por eso también se dieron casos ingratos de contar, pero que sería injusto pasar por alto ya que también formaron parte de la costumbre, al no intervenir nadie


para impedirlo, al contrario. Como el caso de aquellas mozas de familias bien caídas a menos, que tenían que casar a una de sus hijas con un cabrero rico de los que había por aquí antes. Estas acostumbradas a la vida urbana, al verse abocadas a una vida aislado, recluidas en una choza solas en medio de las montañas… la verdad es que no era lo que ninguna de ellas quisiera. Por eso las familias una vez puestas de acuerdo, llegaban incluso a violar a la moza, tras lo cual a la pobre “deshonrada” no le quedaba otra que casarse con su violador, ya que como he encomillado había perdido la honra. Y esto de perder la honra era algo que no se perdonaba, llegando algunas de ellas a quedar solteras de por vida, tan solo por haberlas visto hablar con un hombre… Por fortuna entre las cabreras estos casos eran los menos, ya que la realidad era que cabreros ricos había pocos, la mayoría de ellos pertenecían a una clase media muy especial y diferente al resto de los habitantes del valle. Como la forma en la festejaban, eran únicos tocando todo tipo de instrumentos. Además se los solían hacer y decorar ellos mismos. En este tiempo en el que se mataba muchas reses, como se disponía de pieles, estas acababan convertidas en zambombas, panderos, panderetas o rabeles… de los que los cabreros sacaban unos sonidos tan bellos como ancestrales. Ya que a estos se unían los almireces y sartenes repicando solos en manos de las cabreras. Y los calderos de todos los tamaños… el padre del cabrerillo era un experto tocando el caldero. Aprendió de su padre y este de su abuelo… ya que tenían una piara enorme de marranas y coratos que criaban en unas dehesas a la orilla del Tiétar junto a un pico de cabras… y lo aprendió porque cada noche para llamar a las marranas que andaban por entre las dehesas desperdigadas, su padre y antes su abuelo y al padre de su abuelo y así muchos más, cogía por el asa el caldero en el que llevaba los desperdicios que sobrealimentaban a las marranas, al tiempo que entonaba un cantar. Las marranas al sentir el repicar del asa del caldero acudían corriendo de todas partes, sabiendo que llegaba la hora de una comida fácil, pero que solo llegaría para las primeras en acudir a la llamada. Una vez reunidas en la zahúrda, se las cerraba hasta la mañana siguiente que volvieran a la montanera. En la choza del cabrerillo también se mantenía esa tradición, ya que tenían tres marranas una de ellas con ocho lechones y un verraco que pasaban el día comiendo todo cuanto caía en sus hocicos poco exquisitos. Hurgando por todas partes y echándose para el buche casi todo lo que se pudiera comer. Por eso cuando llegaba la noche, su padre echaba los desperdicios en un caldero muy


grande, salía a la puerta, se metía en el corralón de la zahúrda, y comenzaba a hacerlo repicar cantando el mismo cantar que cantaba su abuelo. Al poco acudían los marranos corriendo buscando la comida. El cabrero se quedaba con ellos hasta que terminaba el cantar, les hablaba y les rascaba en el lomo y tras las orejas con una vara de avellano que tenía ahí para tal efecto. Los cerdos son muy listos también, casi tanto o más que las cabras. De hecho todo buen pas-

tor, y entre ellos los cabreros para demostrar su valía en estas labores, primero tenía que haber guardado cerdos. Y esto lo hacían a muy temprana edad, entre los seis a los ocho años. Si como estáis leyendo, entre los nuestros era costumbre que fueran los más pequeños los que cuidaran de estos animales que además de listos, son cabezotas como mil cermeños. Ya que como a un cerdo se le meta en la cabeza que no pasa por un sitio, no hay nada que hacer… y menos por las malas… tan solo se puede lograr algo usando la gula que tiene este animal. Por eso cuando había que desplazarse de el puesto de invierno al de verano, guiar los cerdos era lo más laborioso. Para “convencerlos” cuando por ejemplo se negaban a pasar por un puente, lo que se solía hacer era echarlos pequeñas porciones de comida hasta lograr que caminaran… En la majada de el cabrerillo criaban seis marranas y un verraco, lo que pasa es que para el día y fiesta de la Virgen de la Matanza o la Purísima, se mataban tres marranas, concretamente el viernes después de la fiesta. De los lechones paridos se apartaban tres marranas, las mejores para la próxima matanza, y los demás se cebaban para venderlos en las ferias y mercados de las villas de los tres valles en del Tiétar, el del Alberche y el del Tormes. Unos los tenían ya vendidos de antemano pues los cabreros contaban con una serie de clientes que les compraban los excedentes como por ejemplo los lechones, las pieles, las chivas, los quesos, la leche, etc. productos que en muchos casos se ponían a la venta en las tiendas al ser los tenderos los principales compradores. Cada vez que bajaban a los pueblos del valle, aprovechaban días antes y ponían lazos y cepos en los pasos de los animales salvajes, principalmente liebres, perdices, palomas torcaces y conejos que junto a las anguilas y las truchas vendían a los tenderos a muy buen precio. Y una vez en el pueblo aprovechaban para comprar todo lo que necesitasen, como por ejemplo sal para el ganado, harina blanca de trigo, vino, algún cacharro, herramienta o apero de uso agropecuario… sin olvidarse de algún presente para la mujer y los hijos, consistente en algunos dulces o frutas difíciles de lograr en lo alto de la sierra como las sabro-


sas naranjas del Tiétar, las dulces manzanas del Tormes o los sabrosos melocotones del Alberche. Cuando los cabreros bajaban “a la civilización” primero cargaban en su caballo todo cuanto precisarían, y con ellos llevaban a uno de sus hijos de forma alternativa, esto era rotando cada vez uno, ya que las hijas solo bajaban cuando lo hacía la familia al completo. Por lo general a los hijos de los cabreros la experiencia de su primer choque con la civilización, era algo traumático. Pensad que ellos no habían estado ni visto a más personas que a un grupo de entre veinte a sesenta personas reunidas en una choza, y todas ellas emparentadas entre sí. Todas ellas apretadas en una choza y su estanza o repartidas por una pradera… ni tampoco habían visto jamás más de dos chozas juntas, cuanto menos calles, plazas, fuentes, faroles, puestos de comida, de regalos, pucheros, cesteros, ganaderos… todos gritando… ellos que estaban acostumbrados a tomar el monte por escuela y a sus hermanos y animales por compañeros, libres incluso de tener que hablar, y que eran los actos lo que realmente contaba, por eso entre ellos la mentira no existía. Ya que el cabrero que mentía se le notaba en la mirada y en la cara que ponía. En estos casos en los que los padres bajaban por vez primera a sus hijos a los pueblos, villas o aldeas, solían atar a sus hijos literalmente sobre todo si el niño en cuestión era más inquieto de lo normal, siendo la tónica más normal llevarlo de la mano fuertemente agarrado y sin soltarlo hasta montarlo en el caballo e ir de vuelta a su majada. Ya que se daba el caso de que los chiquillos al verse en medio de todo aquel jaleo, echaban a correr sierra arriba asustados como si hubieran visto al mismísimo demonio. Y todos los que lo hicieron por increíble


que parezca lograron regresar solos a sus majadas, ya que como buenos hijos y nietos de sus padres y abuelos, se iba fijando bien en las señales, aunque solo hubiera pasado por allí una vez como era el caso. Lo bueno era que el paso lento del caballo le permitía fijar en su cabeza las imágenes que luego le ayudarían a regresar a casa. Eso eran excepciones, ya que como niños que eran, y al ver desenvolverse a su padre con naturalidad, abrazando y saludando a diestro y siniestro, y sobre todo seducidos por tantas cosas nuevas y apetecibles como había en las ferias y mercados de nuestro valle, lo normal era que no tardaran en desear bajar con su padre con la escusa de vender o comprar cualquier cosa. Sobre todo cuando entraban en la mocedad. Ya que una costumbre que no variaba desde la primera visita a la civilización, era la visita a la taberna en la que solían hospedarse y pasar las noches que fueran precisas, desayunando, comiendo y cenando en un establecimiento que era más como estar en casa de un pariente, que en un lugar ajeno. Como los cabreros siempre iban donde habían ido sus padres, y estos sus abuelos, cada vez que se hospedaban en los pueblos eran tratados como parte de la familia, ya que se conocían a veces más y mejor que con la de verdad. Y en las tabernas como hay vino, juegos, diversiones, bailes y precisamente por las fiestas incluso puede haber algunas mujeres venidas de Talavera a ejercer de lo que todo el mundo sabía pero nadie quería decir… pues el caso era que si la entrada en el mundo civilizado solía ser traumática, esta no tardaba en trocarse en todo lo contrarío, hasta el punto de estar todo el día con las cabras, labrando un mortero a punta de navaja, llegar a la majada ordeñar, cenar algo asearse cambiarse de ropa, echar pie traspié monte abajo con el mortero en la mano hasta llegar a la aldea o villa en la que esta su amada a la que entregará el mortero como prenda de enamorado, estar con ella hasta el abriquecer, luego taberna juegos, juergas… y ya de madrugada trocha arriba de vuelta a lo alto de la sierra que las cabras tienen que ordeñarse y volver a llevarlas a pastar. Ya que “la cabra coja, no quiere siesta”. CONTINUARÁ ...


Guisando 1930—Oleo de Fernando Palacios


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