Revista "Las Majadillas" Extra nº 2

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NUMERO EXTRAORDINARIO 2 Numero 5

01 AGOSTO 2015



LOS CABREROS DE GUISANDO - Jesús Jara “Chuito” La ganadería en general ha sido, durante siglos, la base o soporte fundamental de la economía popular de una gran parte de la Sierra de Gredos, tanto en su vertiente septentrional como en la meridional, con la única diferencia de las especies animales en explotación. Dentro de la ganadería, las especies caprina, bovina y ovina, han destacado de forma evidente sobre otras, como la de cerda, avícola, caballar, etc.. En la vertiente meridional, la especie caprina, probablemente por su mejor adaptación a la orografía del terreno y por el tipo de pastos que en ella predominaban, cubría la mayor parte de las zonas de bosques de castaños, robles, pinos y monte bajo, que antaño ocupaban la falda sur de la sierra. No es que estuviera huérfana de vacas – muchos recordamos aún las piaras de “Los Bambollas” y su corral de Los Tormos y también nos sirve de recordatorio la recientemente reconstruida “Choza de los Vaqueros” - que evidencian la existencia de ganaderos de esta especie. Tampoco la oveja ha sido ajena a esta vertiente y como pruebas de ello están las majaChoza de los Vaqueros das de verano del Servellano, la que está próxima al refugio Victory, que ocupó Valentín Galán conocido como el Tío Mondarra y la del Cirvunal. También al lado del Collado del Pivujal quedan los restos de una antigua majada llamada precisamente Majada de las Borras. No pocos cabreros llevaban en sus piaras un atajo de ovejas que les proporcionaban la lana para sus colchones y no pocos disgustos por su costumbre de “acarrar” al mediodía y perderse del resto de la piara. Tampoco es menos cierto que todos los cabreros tenían varios caballos o yeguas que utilizaban como animales de carga o labranza, además de obtener un pequeño beneficio con la venta de los potros. Cualquiera de estos ganaderos disponía, además, de varios cerdos o guarros para la matanza anual y para la cría y venta de los corezuelos que producían, pero es evidente que las cabras eran los animales que formaban la base de su negocio y medio de vida. La oveja no se ordeñaba en tiempos pretéritos, al menos en esta zona, quizás, porque la especie autóctona no daba leche más que un mes o dos después de parir y por tanto su producción se reducía al aprovechamiento de su lana, cuyo precio de venta sufría continuos altibajos, y al producto de la venta de los corderos que criaban. Las cabras, por el contrario producían los cabritos, cuya carne era tan valorada como la del cordero o más aún y leche durante muchos meses, de la que se obtenían los riquísimos quesos que fueron y siguen siendo famosos por sus cualidades culinarias y exquisito sabor. Su venta producía mayores beneficios que el que se pudiera obtener con la venta de la lana de la oveja. Con la comercialización del queso de cabra existía una especie de red comercial de aquella época, en la que tenía especial relevancia un oficio que era el del “quesero”. Este era una persona, que vivía en el pueblo y que cada semana o quincena recorría varias majadas de cabreros a los que compraba los quesos que habían ido almacenando y los transportaba a los pueblos para su venta a los particulares. Este almacenamiento del queso justifica la necesidad de que la quesera de la majada estuviera localizada sobre o al lado de una corriente de agua que le proporcionara frescura y evitara que el queso se “aceara” o se endureciera.


Por otro lado, no se debe olvidar que de la elaboración del queso se obtenía un elemento residual, conocido con el nombre de “suero”, que servía de alimento a los mastines de los ganaderos, a los cerdos e incluso a las caballerías de carga. Por todas las diferencias enumeradas en la producción de ovejas y cabras surgió el refrán o dicho ganadero: Cuando la oveja da el vellón, la cabra lo tiene en el rincón Guisando ha tenido tradición “cabrera” desde sus inicios como núcleo de población y en su término municipal estamos seguros de que pastaron cabras desde antes de que los vetones o celtas pisaran su suelo y por supuesto antes de que los beréberes del Atlas africano llegaran a Gredos en el siglo VIII. De los más de tres siglos de permanencia en la región, de estos últimos nos quedan muchas evidencias y algún aprendizaje de formas de cuidado de las cabras. Las relaciones entre los cabreros y los vaqueros no eran demasiado cordiales porque ambos se disputaban determinados pastos comunes a las dos clases de ganados, como era la hierba fresca de los regajos y las cerrilleras de las laderas altas de la sierra. Para denostar a los vaqueros, los ganaderos de cabras les cantaban: Los vaqueros no son hombres, que son brutos y animales, comen sopas en las cazuelas y oyen misa en los corrales. A los cabreros no les gustaba el sonido de los cencerros de las vacas, demasiado grave y estruendoso, por lo que le asociaban al sonido de las campanas de la Iglesia. Tan evidente es nuestra tradición ganadera que pocos guisanderos dudan de que el pueblo se desarrollase en torno a una majada. Unos opinan que ésta se asentaba en la parte baja del pueblo, concretamente sobre lo que hoy se llama Calle de la Majadilla. Otros opinan que fue sobre la zona que se conoce como barrio de Los Parrones. Las dos ideas son igualmente válidas e incluso es bastante razonable que el pueblo sea producto de la unión de ambos asentamientos iniciales. Quien conoce la costumbre de los cabreros sabe que eran gustosos de fijar su majada cerca de otra ya existente, pero con la separación de unos cientos de metros que evitara la mezcla y consiguiente confusión del ganado de ambos cabreros. La proximidad relativa les proporcionaba compañía y ayuda mutua, en caso de necesidad. Desde el punto de vista ganadero, ambas zonas reúnen todas las condiciones que busca un cabrero para instalar su majada: proximidad a una fuente, arroyo o río, que le proporcionara agua para uso doméstico y para la instalación de los huertos donde cultivar lo necesario; un collado o lugar alto, donde el viento evite la acumulación de la humedad; lugar soleado y suficientemente abierto para que al ganado se le ofrezcan varias alternativas de pastoreo, cada día, al salir de la majada. Otra prueba de la tradición ganadera de Guisando la encontramos en la coplilla popular que, desde muy antiguo, se cantaba en todos los pueblos del contorno: En Guisando venden carne, en el Hornillo patatas, en el Arenal cebollas y en Arenas calabazas


El cabrero, cuando elegía un lugar para el asentamiento de su majada, empezaba por construir una choza. La base estaba formada por un muro cerrado, de forma circular o rectangular, con una abertura de poco más de un metro de anchura, para el acceso a su interior, construido con piedra de mampostería de granito, tan abundante en toda la sierra de Gredos. No utilizaba elementos de unión entre los bloques de piedra y su encaje lo conseguía a base de trozos pequeños del mismo material y el arte de saber colocarlos adecuadamente. El muro tenía una altura de poco más de metro y medio y sobre ellas se Ejemplo de choza rectangular con estanza, en Arbillas. apoyaba un entramado de madera, de forma cónica, construido por medio de troncos de castaño, roble o pino, unidos con cuerdas o alambres, en el vértice. Sobre este entramado se extendía una gruesa capa de helechos, que a su vez se cubría con varias capas de escobas o piornos, que se iban clavando sobre la capa de los helechos, desde abajo hacia arriba para facilitar que el agua corriera a través de sus hojas y evitar así que la choza se calara con el agua de lluvia. La choza había que “retecharla” cada año con escobas o piornos nuevos, para evitar su deterioro. Una parte de una de las paredes de la choza o un sector de la misma, según fuera rectangular o circular su sección, se construía de forma que las piedras superiores sobresalieran visiblemente de las inferiores, formando un voladizo. Debajo de dicho voladizo se encendía el fuego o lumbre, cada día, para cocinar la comida y las piedras sobresalientes evitaban que las partículas encendidas o chispar que se desprendían de la lumbre, prendieran en el techado de la choza.

Sección de una choza. A la Planta de una choza circular con izquierda voladizo para la la Estanza a la izquierda lumbre, a la derecha estructura de la cama

Delante de la puerta de la choza se construía, con bloques de piedra, una especie de corral, de forma más o menos circular, de poco más de un metro de altura, llamado “estanza”, que a veces se cubría con un “solumbrajo”, hecho con un entramado de maderas y escobas o helechos para que proporcionara sombra a la misma y en la que se solía cocinar, en verano, para no calentar demasiado el interior de la choza. En esta estación, la estanza también servía de comedor, por lo que era bastante común encontrar dentro de la misma poyos de piedra para sentarse a la hora de comer y también para las charlas familiares, posteriores a la cena, en las que se contaban anécdotas, chascarrillos y leyendas, que de esa forma “mataban” el tiempo y además pasaban de generación en generación. Algunas de ellas han conseguido llegar hasta nuestros días.


Cuando la majada se convertía en habitual, bien por la compra del terreno o porque los pastos se confirmaban como adecuados para el ganado y se podían establecer contratos de arrendamiento por varios años, el cabrero pasaba a construir una casa donde ubicar la vivienda y edificar una enramada para recoger el ganado. Normalmente la casa y la enramada se construían adosadas, de forma que desde la una se accediera fácil o directamente a la otra La casa era de planta rectangular o cuadrada y estaba formada por una especie de zaguán o cocina-comedor, donde existía una chimenea para evacuar los humos de la lumbre. Esta servía para cocinar y aportar calor a la estancia, en la que se desarrollaban la mayoría de los acontecimientos sociales de la familia. Desde esta cocinacomedor se accedía al dormitorio o dormitorios, dos como máximo, donde se instalaban las camas, generalmente construidas de madera, en alto, para permitir el uso de sus bajos como almacén de utensilios y alimentos. En algunas majadas la casa no tenía separaciones y en una única estancia se guisaba, comía, se levantaban una o dos camas, al fondo, en la que dormían las personas mayores de la familia y el resto, incluidos los criados, extendían , sobre el suelo y alrededor de la lumbre, sendos jergones de lana, paja de centeno u hojas de maíz y sobre ellos se acostaban, cubiertos por su correspondiente manta de paño de Pedro Bernardo. La parte destinada a las cabras estaba formada por dos o tres elementos: una parte cubierta y cerrada por paredes de piedra de mampostería de granito, con la cubierta de forjado de vigas de madera que apoyaban en las paredes del cerramiento y apoyadas, a veces, sobre pilastras de piedra o madera, en el centro, rematada con teja árabe. A esta dependencia se le conocía con elnombre de Enramada y su cubierta solía ser a una sola agua; un corral descubierto al que el ganado accedía, desde la enramada, a través de una o dos puertas siempre abiertas y un cobertizo de forma rectangular, como los dos anteriores, abierto, al menos por uno de sus lados y cubierto por un estructura de madera, a una o dos aguas, sobre la que se extendía una capa de helechos y escobas o piornos; raramente esta cubierta se hacía de tejas. Por el lado abierto y en el centro la estructura de madera se apoyaba sobre pilastras de piedra o madera. La explicación de la existencia del corral y del berengón abierto la encontramos en que la cabra es un animal al que le afecta muy poco el frío, pero si bastante la lluvia. Por ello el ganadero construía el corral y los berengones donde al ganado le corría el aire, que era un buen remedio para no pocas enfermedades. No debemos olvidar que la cabra es un animal muy propenso a contraer enfermedades, propensión que se Ejemplo de distribución de una majada de invierno 1.- Casa, 2.- Enramada, 3.- Corral, 4.- Berengón, 5.- Pilastra


agudiza con el calor, por esta razón existe el dicho o refrán: “Cuando la cabra está sana, tiene siete males” La majada se construía siempre sobre un collado, porque era el lugar donde habitualmente corría el aire y además ofrecía muchas salidas para el ganado. Inevitablemente debía contar con un manantial o fuente próxima, que manara abundante agua, no solo para satisfacer las necesidades domésticas, sino para regar los huertos que se rozarán a continuación de la construcción de la majada. En ellos y aprovechando el estiércol de los animales, el cabrero sembrará cereales, legumbres, hortalizas, patatas, maíz y todo aquello que le servirá para ser lo más autónomo posible – no olvidemos que las majadas suelen estar bastante alejadas de los núcleos de población y por tanto el aprovisionarse de estos productos necesarios resultaba muy difícil. Antes de la majada, se construía la quesera y las zajurdas para los guarros, porque el queso había que hacerle cada día y los guarros eran animales difíciles de controlar. La quesera no era más que una choza pequeña, con construcción similar a la que servía de vivienda, por cuyo suelo se hacía una regadera que conducía un pequeño caudal de agua de la fuente próxima. Este agua proporcionaba a la quesera una atmósfera fresca y húmeda que era ideal para conservar la leche y el queso, evitando que estos se acearan, es decir, se corrompieran. Dentro de ella se colocaba uno o más peroles en los que se depositaba la leche, en la que se introducía y estrujaba el talego con el cuajo, para que la leche se cuajara. Además se construían unas estanterías de madera, sobre las que se colocaban los exprimijos – tablas de madera con un canal perimetral, para desaguar el suero que soltaba la cuajada, cuando ésta se colocaba sobre ella, dentro de los cinchos o moldes de madera o esparto para dar forma redonda al queso y permitir que se escurrieran y orearan -. Tanto el suero que quedaba en el perol, al sacar la cuajada, como el que escurría de los exprimijos, se recogía en recipientes y se utilizaba como excelente alimento para los cerdos, perros, gatos e incluso para las caballerías. La zajurda era una choza mediana, construida de forma similar a la de la vivienda, que llevaba adosada una especie de corral, un poco más grande y alto que la estanza de la vivienda. Como el cerdo o guarro era un animal muy importante para la economía del ganadero, se solían construir varias zajurdas: una o dos para las hembras de cría y otra para el resto de los guarros para vender o destinados a la matanza. Las zajurdas se construían alejadas de la choza o casa para evitar los naturales malos olores que desprendían. También se construía una choza pequeña que servía de gallinero, en el que se recogían las gallinas, cada noche, para evitar que las zorras dieran buena cuenta de ellas. Los caballos, burros y demás animales de carga, se dejaban sueltos y se mantenían pastando por las proximidades de la majada. A lo más que se llegaba era a “amanearlos” de las patas delanteras – unir las patas delanteras con una cadera o soga corta, que les permitía moverse pero no realizar grandes desplazamientos. A estos animales raramente se les suministraba pienso, únicamente en épocas de arado de los huertos o de recolección, en los que se les pedía un mayor esfuerzo, se les suministraba un pienso diario, a base de paja de cereal y cebada o maíz. La distribución de los elementos de la majada no era común, indicamos un ejemplo a continuación que conocemos, pero en todo caso cada majada era el reflejo de los gustos personales de cada cabrero y de las posibilidades que le ofrecía el lugar.


Ejemplo de distribución de una majada: 1.- Casa, 2.- Enramada 3.- Corral, 4.- Berengón, 5.- Gallinero, 6.- Zajurdas, 7.- Fuente, 8.- Quesera, 9.- Huerto La majada de verano, también llamada “puesto”, era más sencilla. Normalmente solo se construía una choza para el cabrero y la familia, si ésta se desplazaba a la sierra con el ganado, una o dos zajurdas, la quesera y una choza pequeña para el gallinero. Las cabras dormían al sereno y en la mayoría de los casos sin corral alguno, como mucho se construía un pequeño muro de piedra de alrededor de un metro de altura o un seto de espinos y arbustos secos, en forma de corral, donde pernoctaba el ganado. En no pocas ocasiones se aprovechaba el cobijo natural de una gran piedra para construir bajo ella alguna de las zajurdas o el gallinero. Si la familia no acompañaba al cabrero al puesto de verano, la composición del mismo era mucho más sencilla, pues se limitaba a la choza del cabrero, la quesera que albergaría la leche del ordeño de la noche, hasta por la mañana, en que se llevaría a la majada de invierno. Cuando la familia no se desplazaba al puesto, surgía un nuevo actor en escena, que era la figura del “lechero”. Este era un componente de la familia o un criado, que cada tarde se desplazaba desde la majada de invierno hasta el puesto de verano, a lomos de un caballo o burro, para llevar al cabrero lo que este necesitaba, desde el “avío” o comida para el día siguiente – compuesto de un pan redondo, de los de antaño, y la correspondiente pasa – chorizo, morcilla, queso, tocino, etc. –, siguiendo por el suero para los perros y los cántaros vacíos para la leche. Una vez a la semana también le llevaba la “muda” – ropa limpia – para que el cabrero se cambiase y asease. Durante siglos las majadas, tanto de invierno como de verano, proliferaron a lo largo y ancho del término municipal de Guisando. De su elevado número podemos deducir que, sin temor a equivocarnos, el noventa por ciento de los guisanderos somos descendientes próximos o lejanos de cabreros.


Como base de esta afirmación consignamos aquí, que en la primera mitad del siglo XX, en el propio casco urbano del pueblo guardaban sendas piaras de cabras, de su propiedad, los siguientes vecinos: 1.2.3.4.5.6.7.-

Daniel Garro, más conocido por el Tío Perritas Pedro Retamal, conocido como el Tío Retamal Manuel González Serrano, más conocido como el Tío Lujanes Alfonso García, más conocido como el Tío Lumbreras Gregorio Crespo, más conocido como el Tío Barrigas Matías Jara, más conocido como el Tío Ceolas Eugenio Jara Garro, más conocido como el Trovador

Además de las cabras de estos ganaderos, pertenecían al pueblo las llamadas “Burniegas”, que eran propiedad de numerosos vecinos, las cuales recogía un cabrero común, cada mañana, las llevaba a pastar al campo y entregaba cada tarde a la entrada del pueblo. Cada cabra conocía la casa o casillo de su dueño y allí se dirigía, sola, cuando el cabrero las dejaba. Por las fechas a que nos referimos, el cabrero de las Burniegas era Segundo García, más conocido como el Tío Mogón. Además de estos ganaderos, cuyas cabras pernoctaban en casillos y corrales del casco urbano, en el término municipal de Guisando había gran cantidad de majadas de cabreros. Hemos podido recopilar un buen número, que relacionamos a continuación, aunque tememos olvidar más de una; en todo caso su alto número respalda la afirmación hecha más arriba. 1.2.3.4.5.6.7.8.9.10.11.12.13.14.15.16.17.18.19.20.21.22.23.24.25.26.27.-

En Cerro Nuño estaba la de Francisco Mateos, conocido como Tío Viterre En Cerro Nuño también estaba la de Lucio Mateos, conocido como Tío Jocimero En Cerro Nuño también estaba la de Andrés Mateos, conocido como Tío Lugo En Cerro Nuño también estaba la de Isidoro Blázquez, conocido como Tío Siorito En Cerro Nuño también estaba la de Francisco Jara, conocido como Tío Miguelillo En Cerro Nuño también estaba la de Regino Galán, conocido como Tío Reginillo En Cerro Nuño también estaba la de Antonio de Fernando, Tío Fraile En La Gamelleja estaba la de María Delgado, conocida como Tía Quicona En Las Herrezuelas estaba la de Rafael de Fernando, conocido como Tío Birria En La Trillera estaba la de Tomás Tomás, conocido como Tío Tomás En Las Cantinas estaba la de Masia Fraile, conocido como Tía Masia En Las Cantinas también estaba la de José Nogal, conocido como Tío Cañarro En Los Menguantes estaba la de Alejandro Carvajal Fraile, Tío Centeno En Barriblanco estaba la de Flores Tiemblo Serrano, conocido como Tío Pagano En La Portilla de los Taberneros estaba la de Elías Blázquez, Tío Liones En El Pinarito estaba la de Luis Blázquez, conocido como Tío Rosquillero En El Pinarito también estaba la de Rufino Mateos, conocido como Tío Jocimero En El Mahillo estaba la de Pedro Nogal, conocido como Tío Pericazo En El Caramillo estaba la de Germán Serrano, conocido como Tío Hornero En El Arrontejo estaba la de Gregorio Martín Vadillo, conocido por Tío Abre En La Junta de los Arroyos estaba la de Galo Fraile, conocido por Tío Galo En Guisandillo estaba la de Pedro Fraile, conocido como Tío Periquillo En El Arroyo Guisandillo estaba la de Los Colas (Familia de Los Bolleros) En La Siruela estaba la de Lorenzo Garro, conocido como Tío Macatules En Las Tejedillas estaba la de Miguel Retamal conocido por Tio Sanmiguel En El Lomo estaba Petronilo Garro, conocido por Tío Jilacho En Las Cerquillas estaba la de Tomás Blázquez


28.- En Las Cerquillas también estaba la de Pedro Jara, conocido como Tío Pericote 29.- En Guayerbas estaba la de Ciriaco Serrano Galán, Tío Dominguito 30.- En La Cuesta estaba la de Rufino Serrano, conocido como el Tío Treta 31.- En El Berezo estaba la de José Tiemblo Garro, conocido como el Tío Lolo 33.- En El Berezo también estaba la de Martos Jara, conocido como el Tío Milagros 33.- En La Joya estaba Juan Tiemblo Garro, conocido como el Tío Pelotas 34.- En La Ayana (Entre Joya y Covacho) la de Valeriano Tiemblo Garro, Tío Grillo 35.- En El Cobacho estaba la de Julián Mateos, conocido como el Tío Taramero 36.- En Martibañez estaba la deValentín Carvajal, conocido como el Tío Feliz 37,. En El Jerrón estaba la de Eugenio Blázquez, conocido como el Tío Lele 38.- En El Pontón del Joyuelo estaba la de Lorenzo González, Tío Marinero 39.- En El Joyuelo estaba la de Alfonso García, conocido como el Tío Navajón 40.- En Las Albercas del Joyuelo estaba la de Joaquín Blázquez. Tío Juaquinito 41.- En El Guijo estaba la de Segundo García Retamal, conocido como el Tío Mogón 42.- En El Guijo también estaba la de León Retamal, Tío Cojo y Tío Pichares 43.- En El Carquesal estaba la de Lorenzo Blázquez, conocido como el Tío Chimbe 44.- En El Carquesal también estaba la de Antonio Segovia, Tío Molinero 45.- En Vega Reina estaba la de Domingo Carvajal, conocido por Tío Dominguito 46.- En La Bardera Baja estaba la de Luis Blázquez, conocido por Tío Canuto 47.- En La Bardera Baja también estaba la de Pablo Fraile, Tío Quesero 48.- En La Bardera Alta estaba la de Emilia Garro, conocida como la Tía Changarrilla 49.- En La Bardera Alta estaba la de Valentina Jara Galán, conocida por Tía Valentina Además de estas majadas y por tanto piaras de cabras, que hemos conseguido definir en ubicación y ocupante, conocemos la existencia de otras en Bujarrro, El Linarejo, Los Quejigos(3), El Cerrito Alto (2), Los Cesteros y la Casilla, pero desconocemos quien las ocupó. Otros muchos cabreros, obligados por la presión a la que les sometieron los guardas forestales, trasladaron sus cabras a las dehesas de Toledo y Cáceres, entre ellos: 1.- Isidro Jara, Pajarete, que llevó sus cabras a Las Mesillas, y a Calabazas 2.- Tile Jara, Tío Tile o Pajarete, que también se traslado a Calabazas 3.- José Mª García, Tío Zorata, que se estableció en Valdeolivas 4.- Eugenio Blázquez, Avanero, que se estableció en El Ayuso y La Solana 5.- Miguel Blázquez, Lele, que se estableció en el Monte Nuevo 6.- Antonio García, Antoñique, que se estableció en Casillas 7.- Gregorio García, Comba, que se estableció en Cerro Don Pedro 8.- Moisés García, Comba, que se estableció en La Aliseda 9.- Juan Blázquez, Minguiche se estableció en Horcajo de los Montes 10.- Baldomero García, Calvo, que se estableció en El Bosque 11.- Jesús Jara, Minguiche, que se estableció en Anchura de los Montes 12.- Vicenta Tiemblo , Pelotas, que se estableció en Anchura de los Montes 13.- Pedro Blázquez, Cruel, que se estableció en Casa Gatas 14.- Sotero García Fraile, Grillo, que se estableció en El Ayuso 15.- Jeromo García, Jeromato, que se estableció en El Moracho 16.- Justino Galán, Mondarra, que se estableció en Majada la Perra 17.- Antonio García, Dorao, que se estableció en El Quemao 18.- José Cifuentes, Pilín, que se estableció en Migueltellez 19.- Guillermo Arbós, Camuñas, que se estableció en Montes Claros 20.- José Arbós, que se estableció en La Aliseda 21.- María García, Mariína, que se estableció en El Monte Rincón 22.- Federico Jara, Moreno, que se estableció en Casillas 23.- Julio Fraile, Julique, que se estableció en Casillas


24.- Rufino González, que se estableció en Casillas 25.- Julio Jara, Largos, que se estableció en Castañar de Ibor Otros cabreros de Guisando se establecieron en el término de Arenas de San Pedro, concretamente en la zona de Arbillas, como: 1.2.3.4.-

Pedro Jara Blázquez, Méndez, que se estableció en El Respingadero Felipe García, Caldereta, que se estableció en El Respingadero Gregorio Blázquez , Malillo, que se estableció en Collao del Freillo Santos Blázquez Serrano, Tío Cebón, se estableció en El Torno.

Otros cabreros guisanderos, por la misma razón anterior, se tuvieron que trasladar a la parte de Candeleda allá por el siglo XIX. Alguno de ellos, cuyo nombre desconocemos, pero con afición a la rima, compuso estos versos, que pueden servir de homenaje a todos los cabreros que desde Guisando emigraron a Candeleda, Madrigal de la Vera y El Raso. Cruzando por Candeleda Suben del Rincón y la Solana van camino de la sierra dejando atrás las cañadas

El macho que va delante serio y de recia barba sabe que el risco Cerecea guarda el Lucero del Alba

Cruzan el Puente del Puerto el rebaño de uno en uno triscando alegres las cabras el fino y tierno cervuno

Van subiendo por la trocha con las esquilas al viento trescientas cabras serranas todas lustre y alimento

Por los frontones arriba van ramoneando jaras y al pasar Fuente el Roble van saboreando su barda

la vieja cabra serrana que ve sus fuerzas fallar queda mirando muy fija al cuchillar de las Navajas

Sube el cabrero con calma Una cabra repujada cayada, cuerna y zurrón mira la Hoya el Caldero pensando cuan largo es el día sabe que en ella la espera para hablar solo con Dios un marcho carnudo y fiero

Mira a Gredos el cabrero y habla con Dios a su modo rezando a la Virgencita que en Chilla tiene acomodo

Las yeguas de pelo fino tranquilas y con paso canso caminan entre el rebaño con el serón para el rancho

Beben todas de la fuente y sentado junto a la charca sueña el cabrero ser dueño de todo el azul que abarca

En la majá de Cabila hace noche la piara tiende el cabrero su manta por cabezal aperos y albarda

El perrillo perdiguero carea de probada rama se está rascando las pulgas

Las cabras están rumiando la barda y las retamas mientras audaz y atrevido

Huele a sopas con patatas en la lumbre el calderillo amo que somos tus siervos

Sube el mastín poderoso al cuello lleva carlanga el que se meta conmigo no ha de tener razón manca

Luego de sestear en calma se pone en marcha la piara camino del puerto arriba altiva y atenta la cara

Tachonándose va el cielo de púas brillantes y claras mientras realza la sierra sus majestuosas arras

al tronco de una retama

Cierra el cortejo de marcha aquella perra trujillana que parió siete cachorros en ferias por la mañana Mira la chiva al forraje, grita el cabrero a la cabra ¡Golosa y de mal pelaje! ¡Salte no venga el guarda!

bebía un rendajo del agua

El macho que va delante serio y de recia barba sabe que el Risco del Fraile esconde al Lucero del Alba Frente a Quebranta Carretas la tarde ya rebajada un águila daba vueltas buscando sacar tajada

dicen todos los perrillos

En la Fuente del Zauze para el cabrero un momento y echando mano al zurrón se sienta a reponer aliento Amo que somos tus siervos acuden los perros contentos y el buen hombre que lo sabe da a cada cual su sustento


El macho que iba delante serio y de recia barba se encara al Risco del Fraile ¡Suelta al Lucero del Alba!

Por la Sierra de Gredos hablando solo con Dios va el cabrero con sus cabras cayada, cuerna y zurrón. El Cabrero de Gredos

En pleno siglo XXI, los candeledanos siguen recordándonos que los cabreros de Guisando se trasladaron a su término municipal para poder seguir ejerciendo la profesión de toda su vida y en consecuencia seguir siendo cabreros, como sus padres y sus abuelos. Los grupos de rondallas candeledanos, cuando salen de ronda por las calles del hermoso pueblo, entonan canciones como éstas: Que vinieron de Guisando, la familia de los Garros, que vinieron de Guisando y trajeron su ganado, a Candeleda y El Raso

Los Garros son muchos Garros que han venido de Guisando a cuidar bien su ganado, entre Candeleda y El Raso Los Garros son muchos Garros

El honor de ser el destinatario de estas coplillas corresponde a Sebastián Garro Nieto, que con su esposa María Salomé Fraile Blázquez se trasladó desde Guisando a Candeleda, con su piara de cabras hacía 1860 y con sus hijos Desgracias, Petra Romana, Narcisa, Manuela, Ángela y Pedro. Algunos de estos hijos, al emanciparse de sus padres se trasladaron a Madrigal de la Vera (Narcisa y Manuela) con sus correspondientes atajos o piaras de cabras. En estas localidades y también en El Raso, permanecen, en la misma profesión de cabreros, algunos de los veintisiete nietos y de los veinticinco biznietos que llegaron a tener. Pero no solo la familia de los Garros, una de las más entroncadas de Guisando, se trasladó a Candeleda, otras familias como los Blázquez y los Jara, también llevaron sus ganados a las sierras de Candeleda y El Raso y contribuyeron a la formación de esta última localidad, donde sus descendientes se han asentado y allí permanecen. Los cabreros, tenían muchas habilidades para los trabajos manuales. Muchas casas de Guisando conservan auténticas joyas de madera, como cuchareros y almileceros tridimensionales de una sola pieza, cucharones, etc. Otros eran buenos compositores de versos, como los anteriores o los que exponemos a continuación: Viejo, maltrecho y gastado, me encuentro, Señor Bendito. ¡Cuantas veces he llorado, la soledad en que habito, a veces desesperado! Mas fue esto, cuando yo mozo, y con deseo de placeres, ansiaba me hartar de gozo, gustaban me las mujeres, la juerga y el alboroto.

¿Qué tiene mejor la tierra, que esta soledad divina, y este silencio en la Sierra, donde la manzanilla fina, entre los riscos se aferra? Donde el agua hecha cristales, por las chorreras resbala, y en silvestres inciensales, perfume a frescura exhala, cual rocío en los rosales.


Cuando solo el chiveril, dejábale por marcharme, así que asomaba Abril, para holgar y desahogarme, me costara ciento u mil.

Donde cual enorme pira, dispuesta para quemalla, se iza el pico de la Mira, cuando el sol al retratalla, entre sus rayos la enlira.

Cuando junteme con Lolo, y sin andar reparando, el ganado dejé solo, para ir de ciesta a Guisando, cerca del pino Bartolo.

Donde las verdes cañadas, de belleza sin igual, cuasi nunca son holladas, y fuentes del Cirvunal, en plata las hay bañadas.

Tres días nuestra ciesta dura, y al volver hacia el ganado, notamos con amargura, lobos lo habían atacado, en lo bajo de la Apretura.

Donde no existe el calor, y tan altos son los suelos, donde cual dueño y señor, mirando siempre a los cielos, erguido está el Almanzor.

Cuando yo, al vella de lejos, me enamoré de María, viendo su cara en espejos, que en los charcos construía, agua de los Canchalejos.

Vengan aquí esos pintores, que de perfectos presumen, y capten estos colores, a ver de que forma unen, los pétalos de estas flores.

Aquella moza arbilleña, tan arrogante y hermosa, y fuerte, cual berroqueña, tan bonita y majestuosa, como la rosa abrileña.

Vengan, mas no hagan ultraje, de mis tierras al copiar, ni desvirtúen el celaje, azul, azul como el mar, ni el verde de su boscaje.

Cuando mis piernas andaban, cual caballo leonés, y cuando mis pies saltaban, como una cabra montés, cuando perros la espantaban.

Los grises de pedrería, el trueno, la nube, el rayo, que en Mayo, al venir el día, aferrados al Galayo, invaden mi serranía.

Cuando de noche y de día, para mí no habían secretos, los encantos de María, ni en nuestros terrenos vetos, pues todos los recorría.

Y copien al saltador, montés, viejo, asustadizo, y la manzanilla en flor, y la Apretura cual la hizo, nuestro Supremo Hacedor.

Cuando yo casé con ella y cuando los hijos tuve, cuando veneras fui a hacella, con los dineros que hube, por parecerme más bella.

Mi vida en altos y valles, déjame vivir Señor, cuando mi palabra calles, veré con pena y dolor, si Tu gustas de mandalles.

Cuando era joven y juerte, y de lobos juí cercao, y uno a palos dejé inerte, defendiendo mi ganao, de las garras de la muerte.

No quiero saber del mundo, del odio, ni las rencillas, déjame seguir mi rumbo, envuelto entre mis cabrillas, viendo el barranco profundo.


Mas hoy ansias ya no tengo, por conocer otro mundo, ni ciertos deseos mantengo, pues soy cuasi moribundo, y mi error yo mismo vengo.

No abandonaré estas sierras, que me vieron de crecer, no quiero saber de guerras, no ambiciono otro placer, no quiero ver otras tierras.

Se que fue una iniquidad, no conocer el sabor, de esta bella soledad, pues que no hay tierra mejor, para mi cansada edad.

No quiero, a mis muchos años, convivir en sociedad, entre falsías y engaños, prefiero esta soledad, que no me da desengaños.

Algunos cabreros más de los relacionados se establecieron en otras dehesas, pero nos ha sido imposible su determinación. Tampoco hemos relacionado otros que se establecieron en las zonas de Madrigal de la Vera, como los ocho hijos de Apolinar Jara y la familia de Los Gabanes en Candeleda e incluso algún otro que se fue a Castañar de Ibor; pero en definitiva el número de los reflejados en los cuatro grupos nos dan una idea muy clara de la riqueza ganadera de nuestro pueblo en tiempos pasados, pero no lejanos. Los cabreros, entendiendo como tales a las personas que guardaban las cabras, pasaban mucho tiempo solos en el monte. La soledad suele ser una mala compañía y por ello más de un cabrero tenía la costumbre de hablar solo, costumbre que no perdía cuando otra persona le acompañaba y permanecía en silencio un tiempo. Esto era un tanto peligroso porque el acompañante se enteraba de cierta información personal que el cabrero exponía sin apreciar que alguien le estaba escuchando. Esa soledad habitual hacía del cabrero una persona totalmente acogedora hacia cualquier visitante. Era costumbre general que cuando un cabrero encontraba a otra persona en el campo ofreciera al visitante parte de su merienda y un trago de leche de la “migandera” – cabra que no se ordeñaba en la majada para que el cabrero pudiera beber leche cuando le apeteciera -, sin embargo, también había algún cabrero que le “costaba” dar la leche al visitante y para justificarse de su falta de acogimiento no dudaba en decir que no le podía ofrecer leche porque tenía la cuerna rota. Hay un refrán o dicho ganadero que, a propósito de esta aptitud, dice: La cuerna está rota y la voluntad del cabrero es poca o este otro, de similar significado: La cabra tiene gota y la voluntad del cabrero es poca El cabrero mimaba a la migandera, porque además de utilizarla para beber su leche, también le servía como guía de la piara. Así cuando quería variar el movimiento de la piara, llamaba a la migandera, por su nombre, al tiempo que la ofrecía un trozo de pan. La cabra , que solía llevar , como poco, un cencerro del tamaño de la piqueta, se dirigía hacia el cabrero y el resto de animales, al ver y oír su movimiento, la seguían. Esta soledad, antes mencionada hacía que cuando un cabrero divisaba a otro, a lo lejos, deseara comunicarse con el. Si la distancia era grande y no era posible comunicarse de palabra, aunque fuera a voces, utilizaban un idioma especial en forma de silbidos, que ellos conocían perfectamente. El vocabulario no era muy extenso, pero si lo suficiente como para transmitirse diferentes mensajes. Cuando la distancia no era grande, los cabreros se separaban de sus piaras y se juntaban en un punto desde el que dominaban a aquellas y pasaban un largo rato “palrando” de sus cosas.


Cada cabrero que se preciara conocía a todas las cabras de su piara por su nombre, que se lo ponía cuando eran chivatas y durante el pastoreo los utilizaba con frecuencia para frenar, arrear o cambiar los movimientos de la piara, llamando a las primeras o a las últimas. La piara estaba formada por jerarquías según la edad de las cabras que la componían, la más baja era la “chiva”- hembra de menos de un año-, “chivata” – hembra de más de un año-, primala – hembra que ha parido por primera vez – y cabra - hembra que ha parido dos o más veces. A la cabra que tenía más de un año y no se quedaba preñada se le denominaba como “jorra”y se la vendía para carne, excepto una que se la destinaba a llevar colgado del cuello el “cencerro gordo”. Porque todas las piaras de cabras llevaban cencerros de todo tipo – cascabel, cencerra, piqueta, medio cencerro y cencerro gordo – cuyo tamaño y timbre de sonido elegía el cabrero y cuyo sonido conjunto caracterizaba a cada piara. Un cabrero, que escuchaba los cencerros de una piara, aunque no divisara a los animales, identificaba la ganadería por el sonido de los cencerros. Cada ganadero tenía una cierta predilección por un color del pelo para sus cabras y las seleccionaba, desde que eran chivas, por esta peculiaridad, llegando a vender como cabrito una chiva por el hecho de tener el color de su piel negro, cuando al cabrero le gustaba marrón o piñano. A algunos ganaderos les gustaban las cabras “mochas” – animal que carece de cuernos- y su ganadería se parecía más a un rebaño de ovejas que a una piara de cabras. A otros, por el contrario las mochas no les gustaban y las sacrificaban como cabritos, cuando no les aparecían sobre la cabeza los “botones” indicadores del nacimiento de los cuernos. Como colofón a esta narración describiremos los utensilios personales del cabrero: El morral: especie de bolso de cuero de piel de vaca con cierre por solapa y con correa ancha para colgarle al hombro o terciado al cuello. Servía para llevar la merienda y pequeños útiles de emergencia, como navaja, lesna, etc. El zurrón : piel de una cabra, curtida y vuelta al revés. La piel de las patas, unidas, servía como correa para colgarle al hombro o terciarle sobre el cuello. Tenía la misma utilidad que el morral, aunque tenía más capacidad que este. La cuerna : trozo de cuerno de vaca, vacío del hueso, al que se le ponía un tapón de corcho en uno de los extremos y un aro exterior de cuero, en cada extremo, que se unían por una tira del mismo material, que servía de asa. Esta tira solía llevar una hebilla para poder colgarla de la correa del morral. Servía para beber agua, leche, etc. La manta : rectángulo de paño, con flecos o sin ellos, - las de mejor calidad eran las de Pedro Bernardo – que se enrollaban y atando sus extremos con una cuerda se terciaban por el cuello y un costado. Era un elemento fundamental para el cabrero, hasta el extremo de dar origen a un refrán o dicho como el siguiente: De la manta y de la merienda, nunca te descontiendas La lesna : punzón con mango de madera – que tenía la utilidad de perforar materiales, en Gredos, además, era fundamental para pinchar los labios de las cabras cuando las víboras cuando aquellas intentaban morder los cerrillos donde estas se cobijaban. También servían para reparar roturas de las albarcas, botas, morral, etc. La navaja cabritera – navaja de afilada punta, tamaño mediano y cachas de madera remachada. Servía para comer, sacrificar un cabrito . de ahí su nombre – y para tallar cualquier madera y darle diferentes formas.



LA GANADERÍA CAPRINA EN LA SIERRA DE GREDOS Silvestre de la Calle García Técnico de Grado Superior en Gestión y Organización de los Recursos Naturales y Paisajísticos. Alonso de la Calle Hidalgo Maestro, fotógrafo e investigador.

La ganadería caprina ha tenido una gran importancia en la Sierra de Gredos, especialmente en la vertiente sur que, por ser más abrupta, se presta mejor a la cría de la cabra que a la de la oveja y la vaca especies que, aunque se han criado también en la zona, son más propias de la vertiente norte. Desde la época de los vettones, pueblo prerromano dedicado esencialmente a la ganadería, esta actividad ha sido la principal fuente de vida de los habitantes de la zona hasta época muy reciente, lo que ha generado una rica cultura popular asociada a la cabra. Tradicionalmente, en la cara sur de Gredos (comarcas del Valle del Tiétar y La Vera) se ha criado un tipo de cabra de aptitud mixta leche-carne conocida como raza Serrana o raza de Las Mesetas que ocupaba gran parte de España. Poco a poco se irían seleccionando distintas variedades para dar lugar a diferentes razas pero en esta zona nos interesan especialmente dos de ellas: La Verata y la Guisandera. La Verata es una raza de tamaño medio, capas o coloraciones predominantemente oscuras y cornamenta muy desarrollada. Se cría para la producción de leche y carne. Aunque actualmente está en peligro de extinción, en otro tiempo ocupaba parte de la provincia de Ávila y gran parte de la provincia de Cáceres aunque era especialmente abundante en la comarca que le da nombre (La Vera) y en el municipio abulense de Candeleda. Una de las mejores ganaderías de la raza es la de Maribel Sánchez Vadillo, del pueblo de El Raso, anejo de Candeleda y con raíces joyancas. Se trata de una moderna ganadería que cuenta con ordeño mecánico y unas excelentes instalaciones. Esta ganadera fabrica y comercializa un excelente jabón elaborado con leche de cabra y aceite de oliva, dando así un nuevo uso a la leche que tradicionalmente se destinaba únicamente al consumo directo y a la elaboración de queso.


En el pueblo abulense de Guisando tiene su origen una particular raza caprina conocida como Guisandera. Se trata de una raza de mayor tamaño que la Verata y caracterizada por su capa roja o colorada (existen también las variedades negra y piñana) con degradaciones blancas en el hocico y las orejas. Al igual que la Verata, se cría para la producción de leche y de carne. Esta raza, que lamentablemente no está oficialmente reconocida por el Ministerio de Agricultura, está en gravísimo peligro de extinción. Sólo queda una piara que es propiedad de Fidel García Blázquez, quien la heredó de su padre Fidel García Tiemblo. Este ganadero mantiene la raza con gran ilusión por lo que el año pasado UNIPROCA, una de las cooperativas de caprino más importantes de España, le otorgó un premio por mantener y conservar esta singular raza caprina que debe ser un orgullo para el pueblo de Guisando pues forma parte de su historia y de su cultura.


La cabra Guisandera fue muy abundante en épocas pasadas, extendiéndose por los pueblos cercanos. En invierno, las piaras pastaban en las dehesas de las zonas bajas tanto en la provincia de Ávila como en las de Toledo y Cáceres. En verano, algunas piaras pastaban en la cara sur de Gredos pero la mayoría subían a los pastos de la cara norte de la sierra en municipios como Navarredonda de Gredos, Navacepeda de Tormes, Navalperal de Tormes o Zapardiel de La Ribera. Las piaras subían en fechas próximas a San Juan y regresaban a las dehesas en el otoño. Durante su estancia en la sierra, los cabreros vivían en las chozas, construcciones antiquísimas consistentes en un muro de piedra seca y una techumbre de palos y piornos. Sólo bajaban a los pueblos una vez por semana para vender el queso. Actualmente, la única piara de cabras de la raza aún sigue un sistema parecido de explotación. En verano pastan en la sierra de Guisando y en invierno en las zonas bajas.

Como muchas otras razas ganaderas españolas, la Guisandera ha sufrido las consecuencias de las repoblaciones forestales efectuadas a lo largo de los siglos, sobretodo en los siglos XIX y XX cuando muchas familias cabreras de Guisando se vieron obligadas a emigrar en busca de pasto para sus animales. Algunos cabreros se establecieron en pueblos cercanos como Arenas de San Pedro o Candeleda pero otros emigraron a pueblos de La Vera como Madrigal y Villanueva e incluso a zonas más lejanas como la comarca cacereña de Los Ibores. Estos cabreros llevaron consigo sus cabras Guisanderas pero se fueron cruzando con las cabras locales y acabaron por desaparecer, conservándose únicamente en Guisando hasta llegar a la dramática situación actual. Actualmente, la ganadería caprina es una actividad minoritaria en la Sierra de Gredos. En la vertiente norte de la sierra, prácticamente ha desaparecido el ganado menor, tanto cabras como ovejas mientras que en la vertiente sur, el caprino sólo tiene relativa importancia en el término municipal de Candeleda. Respecto a las razas autóctonas antes mencionadas, han sido sustituidas en gran medida por razas lecheras de mayor producción como la Murciano-Granadina, la Malagueña o la Florida. Se trata de razas cuidadosamente seleccionadas pero que no son tan rústicas para criarse en la sierra por lo que grandes extensiones que antes servían de zona de pasto a las razas locales, se encuentran hoy cubiertas de espesos matorrales con el consiguiente riesgo de incendios forestales. Por ello, los organismos oficiales deberían preocuparse un poco más y ayudar a los cabreros que aún mantengan razas autóctonas evitando así que desaparezca una parte importantísima de nuestro patrimonio cultural.


LA ÚLTIMA TRASHUMANCIA Despuntaba el Sol sobre el cerro el Guijo y los últimos reflejos lunares besaban el lomo gris del viejo Polán; quién sabe si esta sería su última travesía, antes de irse a jugar con Platero. Los broncos ladridos del longevo mastín daban el adiós a la cálida noche de principios de verano, mientras, ponía en pie al rebaño, impaciente ya de trashumar al los pastos de las laderas del Cobacho.

Viejo el asno y viejo el mastín, viejas las manos de la madre que cuajan este viejo oficio, como tan viejo es el camino de las Herrezuelas hasta este nuevo mundo, donde lo de ayer ya es viejo y el mañana oculto.

¿Quién hizo viejo el oficio?, ¿Quién dejó que el pino cegara los campos con sus ácidos agajúos que infectan los pastos?, ¿Quién hirió de melancolía a este pueblo que antaño sus cantos brotaban en balidos? Quizá el tiempo, seguro el Hombre, con su devastador progreso que posterga al olvido la natural relación con la Tierra. A la hora que cantan los gallos partió el rebaño de guisanderas, con Polán a la cabeza, y detrás de éste, Fidel el cabrero, con la mochila a la espalda y garrota en la mano. Al compás de una rondalla sonaban los cencerros como bandurrias y guitarras que alegres plañían sus acordes a la púrpura mañana. De las antiguas escuelas pasando por el Parador de la Alegría, y en Guisandillo, el Sol ya tintaba de magia y romance los rojos lomos de las astadas, y de allí a las Tejedillas y del Benerón a Guisando. Al pasar por la travesía despertaba la chicharra y algún que otro vecino al que se le pegaron las sábanas. Alguno miraría con asombro porque ya no recordaba que esta fue tierra de cabras. Y mientras, Polán, el que siempre fue viejo, seguía el primero camino del Hoyuelo, pese a que Cesar el Grillo apostaba que esta sería su última travesía. Quién sabe si el día que se marche a jugar con Platero también sea el último viaje del cabrero.


Lejos quedan ya los tiempos en que Fidel y Carlos García Blazquez, junto a sus padres, tenían hasta 500 cabras y unas pocas de vacas. Entonces los pastos de invierno estaban en las zonas más bajas, próximas al término de Navalcán y en verano subían el ganado hasta la zona norte de Gredos. Aquellas trashumancias duraban hasta cuatro días seguidos. La reducción del nucleo familiar, así como las trabas administrativas obligaron a reducir el número de cabezas hasta las doscientas cabras que poseen en la actualidad. Los actuales pastos de invierno se sitúan en el mismo término municipal de Guisando, situados por las proximidades de las antiguas escuelas de las Herrezuelas. Normalmente, a mediados de junio, cuando escasean los pastos y el agua, inician lo que llamamos trashumancia, pero que es más bien una trasterminancia, al tratarse de un recorrido corto dentro del mismo término municipal. El traslado se hace hacia la parte posterior del pico del Cobacho, en el lugar conocido como el Horco, situado a unos 1100/1200 metros de altitud. Esta zona es abundante en pastos y en agua, sin embargo no deja de ser más dura para el pastoreo al tratarse de un terreno casi de alta montaña. El trayecto puede estar en torno a los quince quilómetros, que no es mucho, pero supone un desnivel de unos 600 metros aproximadamente, principalmente en el último tramo, desde Guisando hasta la majada de verano. Esto supone un esfuerzo considerable para el ganado pues buena parte del trayecto es por asfalto, que castiga las pezuñas, no adaptadas para ese firme. Pese a la dureza del asfalto, como hemos dicho, la raza autóctona “guisandera”, original de nuestro pueblo, es una cabra perfectamente adaptada a nuestro terreno y en especial a la montaña, en contra de otras razas, que aun pudiendo dar más leche, necesitan terrenos más llanos. La piara de Fidel y Carlos es la última de esta especie que queda en nuestra zona y en el resto del territorio, por lo que no deja de ser un patrimonio del pueblo en peligro de desaparición. Al igual que la raza guisandera, la familia de Benigna Blazquez supone el último reducto del oficio de cabreros en Guisando. Centrado en el núcleo familiar compuesto por los hermanos Fidel y Carlos junto a la madre de éstos, Benigna, ya de avanzada edad. Al requerir el cuidado de las cabras una dedicación constante, en muchos casos es necesario la ayuda de la familia y gente del pueblo, sobre todo durante la trasterminancia, que supone trasladar todos los enseres de trabajo y de la vivienda al nuevo emplazamiento de la sierra. Por otro lado no deja de ser un acontecimiento que cada vez atrae a más gente al ser algo ya tan poco habitual. De hecho, en la zona sur de Gredos, los tradicionales rebaños de razas verata (de la vera) y guisanderas se están sustituyendo por razas de otros territorios que producen más leche y no requieren ser trasladadas, por lo que se adaptan mejor a instalaciones más modernas y mecanizadas. En Guisando el futuro de esta tradicional forma de vida está avocado a la desaparición de no producirse una gran trasformación del modelo y de no incorporarse nuevos rebaños. Existen casos de nuevos ganaderos en la zona sur de Gredos, recientemente en Candeleda, que intentan adaptar la producción a los nuevos tiempos y que podrían ser un ejemplo a seguir en Guisando, eso sí, sería necesario de la ayuda de las administraciones y de un modelo distinto de gestión del monte. Por poner un ejemplo, el queso Monte Enebro que produce la Quesería del Tietar en la localidad de la Adrada, se puede encontrar en las mejores tiendas de gourmet de Nueva York. No es necesario aspirar a tanto pero si sería interesante encontrar un modelo sostenible que permitiera mantener las tradicionales formas de vida de nuestra tierra en un entorno económico actual. Juan Manuel Jara Garro




LA DIÁSPORA DE LOS CABREROS AL OESTE por D. Fernando Palacios Hacia 1860 Juan Blázquez-Gabriel junto a su esposa Juana Retamal e hijos recogen sus avíos y ganado y se instalan en una enramada arrendada en el término de Candeleda. En Guisando no hay suficientes pastos para todas las cabras de la villa. Las leyes de protección y fomento de montes y bosques de la época para conservarlos y evitar la falta de combustible y maderas para la construcción civil y naval hacen que muchas zonas de pastos se repueblen por pinos. Por otro lado los procesos desamortizadores de las autoridades ponen en peligro vías pecuarias y acaban con muchos pastos gratuitos desde tiempos remotos en la Campana de Arenas (a la que pertenecía Guisando) y “obligan” al pueblo a arrendar sus pastos comunes, a exagerar el tamaño de su monte comunal y a la reconversión económica forestal del mismo para evitar que sea vendido gran parte de su término. Por lo tanto el ganado empieza a ser incompatible con el monte pinar porque las cabras se comen las nuevas plantaciones y los pastores queman el terreno para regenerar sus pastos. Desde tiempos inmemoriales los guisanderos han tenido ganado, caprino fundamentalmente. Un tercio de ellos son propietarios de rebaños, pastores o zagales. En los pastos comunes del término de Guisando solo se pueden meter ya 500 cabras, cuando existe un número de cabezas que multiplica por diez o veinte esa cantidad. En los antiguos pastos comunes de la Campana de Arenas solo hay conflictos entre administraciones locales por los derechos de su propiedad y por el cobro del arrendamiento de los mismos. Otros ganaderos continúan la emigración hacia el oeste como Pedro Galán y su mujer Dorotea Grande, Tomás Delgado y su esposa Rosario Delgado o Pedro Garro y Natalia Fraile. Candeleda ha visto la oportunidad de tener nuevos ingresos con el arriendo de sus pastos para cabras. En tan solo 10 años hay una quincena de cabreros de Guisando asentados en la villa candeledana. Entre ellos está Deogracias Garro y su mujer Marcela Jiménez que tuvieron más de 60 nietos y de ahí el cantar: Los Garros son muchos Garros que vinieron de Guisando a cuidar bien su ganado entre Candeleda y el Raso Solo en el año 1880 se instalaron 7 cabreros en el Raso y Candeleda y ese mismo año Cirilo Fraile fue el primero que se afincó en Madrigal de la Vera. En 1890 Isidoro Blázquez Garro “Siorete” marcha con sus cabras también hacia Madrigal, y luego se asienta entre otros sitios en la Garganta Tejea o en El Enebral de Candeleda. También se habían ido con su ganado sus hermanos Antolín, Pedro y Serapio. Por su conocimiento de la sierra y caza y control de machos monteses Isidoro fue nombrado en 1905 guarda mayor del Coto Real de Gredos. Como no sabía ni leer ni escribir, para suplir estas carencias fue nombrado también guarda su cuñado Jacinto González Jiménez “Jacintón” que sí sabía. También fueron designados guardas su hermano Antolín Blázquez, Román Retamal Blázquez y Andrés Retamal Garro. Todos ellos cabreros naturales de Guisando y pastando con su ganado en los términos de Candeleda y Madrigal. Aunque ellos eran vigilantes de las monteses, también hubo problemas de caza furtiva de las mismas precisamente con otros cabreros guisanderos. Otros grupos de hermanos también se marcharon cada uno con sus rebaños como Benito, Gregorio y Valeriano Carrera Delgado; Amalio, Melchor y Tomás Delgado Blázquez; Casildo, Mariano, Saturnino y Vicente Fraile Delgado; Aquilino, Dimas y Martín García Garro; Juan, Vicente, Tomás y Petronilo Garro Garro; o Francisco, Juan y Mariano Retamal Mateos. En 1900 unas 75 familias guisanderas estaban la mayoría con su ganado en Candeleda y el Raso (el 90% de ellas), Madrigal y Villanueva de la Vera (Cáceres). El primero que se aposentó en este último pueblo fue el matrimonio compuesto por Pablo de Segovia Grande y Santa Serrano. En los primeros 20 años del siglo XX otra veintena de familias también emigró con su ganado hacia los pastos del oeste y ya un tercio de ellas se establecía en Madrigal y Villanueva. Hacia 1910 Juan Jara y su cuñado José Nogal se quedaban con sus cabras en Castañar de Ibor (Cáceres) buscando comida para ellas más al sur de la Vera. Así sucesivamente hasta la década de los 80 del siglo anterior en la que otra docena de ganaderos marcharon con sus animales para ganarse el sustento.


Probablemente el último cabrero que se asentó en esas tierras fue Daniel Blázquez y su mujer Carmen. En 100 años, desde el último tercio del siglo XIX, se puede decir que se marcharon un centenar largo de familias, el equivalente a unas 500 personas de origen guisandero, mayoritariamente ganaderas del caprino, el 80% a Candeleda, muchas en el Raso, donde participaron en la fundación de éste como núcleo urbano y donde se dieron matrimonios mixtos sobre todo con gente de El Arenal y el Barranco de las Cinco Villas. El 15% se estableció en Madrigal de la Vera y el resto a Villanueva de la Vera y Castañar de Ibor. No hay que olvidar que también cabreros de Guisando se quedaron en la parte norte de la sierra y otros sitios como Hontanares, Poyales del Hoyo, Navalcán y comarca de la Jara (Toledo) o Talayuela (Cáceres), pero masivamente fue hacia las zonas anteriormente citadas y objeto de este artículo. En el censo a 31 de diciembre de 1910 facilitado por Arcadio Blázquez Sánchez, de residentes en Candeleda nacidos en Guisando hay unas 300 personas de origen guisandero de los que apenas la cuarta parte sabía leer y escribir, y suponían entre un 7% y un 8% de la población candeledana. Los guisanderos que se iban marchando con sus cabras, no siempre permanecían en el mismo sitio. De hecho podían estar unos años con sus enramadas en el Raso, luego en Madrigal, volver al Raso, estar en la garganta Lóbrega o “Lóbriga” del término de Candeleda, en majadas y puestos de verano como el Cimorro, Hocino, Cereceda, el Covachito, Carcajón, Las Palas o la majada del Castaño, donde por cierto los cabreros guisanderos accedían a la Lóbrega directamente por la sierra de Guisando; Algunos regresaban a Guisando con toda su familia, otros retornaban pero todos o algunos de sus hijos se quedaban. Debido al alejamiento de sus majadas de los núcleos urbanos, formaron una sociedad “semicerrada”, en la que mantenían estrechamente sus lazos familiares con su localidad de origen y en la que los propios hijos de los cabreros, aunque ya se habían criado o habían nacido fuera de Guisando, se casaban con gente de su pueblo oriundo incluso varias generaciones después o con hijos de otros cabreros sin mezclarse demasiado al principio con las poblaciones de acogida. En la actualidad todavía se dan casos de candeledanos que tienen todos sus ascendientes con origen biológico guisandero, a pesar de llevar en Candeleda cinco generaciones. Es decir, todos sus 16 tatarabuelos eran de Guisando. Además era frecuente que una pareja de hermanos se casara con otra pareja de hermanos y se dieran muchas bodas entre primos hermanos, que aparte de preservar la herencia y los apaños domésticos, eran consecuencia de relaciones sociales muy estrechas en aquellas majadas apartadas. No todos los emigrados fueron cabreros, otros se dedicaron también al ganado de vacas o de ovejas, pero los había también labradores y jornaleros. Como caso curioso comentar el de Quiterio Blázquez Galán que a sus 17 años fue llamado por los cabreros guisanderos establecidos en El Raso para que diera clase a sus hijos a pesar de no tener titulación oficial de maestro, por lo que El Raso le dedicó años más tarde una calle. Para terminar se expone un gráfico con la emigración de familias por años y zonas, y una tabla cronológica con datos más concretos, que han sido elaborados a partir del censo de población en


AÑO CABRERO/A

1860 Juan Blázquez-Gabriel 1860 Pedro Galán Jara 1860 Eugenio Jiménez Delgado 1863 Cesárea Carrera Delgado 1865 Tomás Delgado Blázquez 1865 Eladio Rodríguez Blázquez 1867 Juan Carreras Delgado 1867 Antonio Sánchez García 1869 Pedro Garro Fraile 1870 Amalio Delgado Blázquez 1870 Mariano Fraile Blázquez 1870 Vicente Fraile Delgado 1870 Domingo Galán Hernández 1870 Deogracias Garro Fraile 1870 Álvaro Retamal García 1870 Anselmo Retamal García 1870 Luis Serrano García 1872 Francisco Jara Tiemblo 1880 Alejandro Blázquez Barrero 1880 Luis Blázquez Jara 1880 Benito Carrera Delgado 1880 Gregorio Carrera Delgado 1880 Valeriano Carrera Delgado 1880 María Delgado García 1880 Benito Fraile Blázquez 1880 Cirilo Fraile de la Riva 1880 Blas Galán Serrano 1882 Nicolás Delgado Delgado 1883 Pedro Blázquez Serrano 1884 Casildo Fraile Delgado 1884 Felipe Jara Galán 1885 Jacinto González Jiménez 1886 Cecilio Blázquez Nieto 1886 Anselmo Vaquero Fraile 1888 Remigio Barrero Retamal 1888 Melchor Delgado Blázquez 1888 Román Retamal Blázquez 1890 Quiterio Blázquez Galán 1890 Isidoro Blázquez Garro 1890 Serapio Blázquez Garro 1890 Guillermo Delgado Fraile 1890 Mariano Fraile Delgado 1890 Aquilino García Garro 1890 Julián Garro Blázquez 1890 Tomás Garro Garro 1890 Casiano González Blázquez 1890 Román Jara Jara 1890 Magdaleno Suárez Tomás 1892 Inocente González Jara 1894 Bernardo Blázquez Jara 1895 Francisco Blázquez Blázquez 1897 Lucio Blázquez Fraile 1897 Andrés Hernández Delgado 1898 Pablo Fraile Jara 1898 Tomás Garro Jara 1898 Juan Hernández Delgado 1898 Manuela Hernández Delgado 1898 Alfonso Nogal Alameda

CONYUGE

Juana Retamal García Dorotea Grande González María Tiemblo Retamal Mª Rosario Delgado Fraile

Natalia Fraile Blázquez Juliana García Jara Martina Blázquez Blázquez Marcela Jiménez Delgado

Ángela Garro Fraile Valentina Jara Galán Eusebia Blázquez Hdez Francisca Fraile Blázquez

Marcela Sánchez Blázquez Anselma Tomás Garro Catalina Fraile Jara Anastasia González Jara Segunda Blázquez Garro Francisca Tomás Garro Primitiva Fraile Delgado Nicasia Blázquez García Catalina Blázquez García Nicolasa Garro Blázquez Eugenia González Fraile Casimira Rodríguez Serrano María Garro Garro María Jara García Romana González Fraile Isabel García Fraile Paula Carrera Delgado María Serrano García Eugenia Blázquez Blázquez Juana Blázquez Jara Remigia González Galán

Rosa Blázquez Blázquez

LUGAR

Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Madrigal Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda -Madrigal Madrigal Candeleda-Raso Candeleda-Raso Madrigal Candeleda-Raso Madrigal Madrigal-Candeleda Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Madrigal Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso Candeleda-Raso


AÑO CABRERO/A CONYUGE LUGAR 1900 Pedro Blázquez Garro Candeleda-Madrigal 1900 Magdaleno Blázquez Vadillo Ramona Blázquez Barrero Candeleda-Raso 1900 Saturnino Fraile García Agustina Carvajal Carrera Candeleda-Madrigal-Villanueva 1900 Dimas García Garro Madrigal 1900 Martín García Garro María Fraile Jara Madrigal 1900 Lucio García Jara Casimira Blázquez Jara Madrigal-Candeleda 1900 Juan Garro Garro Micaela Retamal Mateos Madrigal 1900 Vicente Garro Garro Blasa Jara Jara Madrigal 1900 Petronilo Garro Garro Leandra Blázquez Rodríguez Raso-Madrigal 1900 Joaquín Jara Jara Nemesia Retamal Mateos Madrigal 1900 Dionisio Pinar Garro Madrigal 1900 Francisco Retamal Mateos Gertrudis González Fraile Madrigal 1900 Mariano Retamal Mateos Candeleda-Raso 1900 Tomás de Segovia Grande Antonia Retamal Garro Candeleda-Raso 1900 Pablo de Segovia Grande Santa Serrano Blázquez Villanueva 1900 Francisco de Segovia Grande Candeleda-Raso 1904 Gregorio Blázquez Jara Simona Blázquez de Fernando Candeleda-Raso 1905 Natalio Jara Chico Juliana Blázquez Jara Candeleda-Raso 1906 Marcelino Arbós González Candeleda-Raso 1906 Antolín Blázquez Garro Josefa González Jara Candeleda -Madrigal 1906 Camilo Serrano Garro Candeleda-Raso 1907 José Garro Grande Dorotea Delgado Fraile Candeleda-Villanueva 1909 Nicasio Blázquez Garro Francisca Garro Retamal Candeleda-Raso 1909 Francisco González Rodríguez Petra Jara García Candeleda-Raso 1909 Lorenzo Jara Galán Luisa García González Candeleda-Raso 1910 Juana Carvajal Fraile Candeleda-Raso 1910 Dionisio Delgado González Candeleda-Raso 1910 Eleuterio García González Hipólita Blázquez González Madrigal 1910 Marcos García Jara María Garro Pinar Candeleda-Raso 1910 Víctor González Vaquero Bruna Blázquez Blázquez Candeleda-Raso 1910 Basilio Jara González Ángela González Blázquez Candeleda-Madrigal 1910 Juan Jara González Isabel Grande Jara Castañar de Ibor 1910 Lorenzo Jara Jara Vicenta Serrano Carvajal Candeleda-MadrigalVillanueva 1910 José Nogal Alameda Paula Jara González Castañar de Ibor 1910 Francisco Pérez García María Garro Grande Candeleda-Raso 1910 Juan de Mata Retamal Mateos Claudia Jara Jara Madrigal-Villanueva 1910 Andrés Serrano de Fernando Candeleda-Raso 1920 Fermín García Blázquez Candeleda-Raso 1920 Apolinar González Jiménez Madrigal 1920 Vicente González Serrano Felisa Fraile Blázquez Candeleda-Raso 1920 Isidro Jara García Marciana Blázquez González Candeleda-Raso 1920 Julián Jara Garro Nicolasa Jara Grande Candeleda-Raso 1920 Justo Palacios Garro Justa Serrano de Fernando Candeleda-Villanueva 1920 Pedro Retamal Garro Margarita Nogal Retamal Villanueva 1930 Fermín Grande González Emiliana García González Candeleda-Raso 1930 José Nogal Fraile Candeleda-Raso 1930 Julián Retamal Blázquez Candeleda-Raso 1940 Roque Carvajal Carrera Candeleda-Raso 1940 Baldomero García González Justina Delgado González Candeleda-Raso 1940 Félix Nogal Fraile Valeriana Blázquez Grande Candeleda-Raso 1950 Francisco Fernández García Petra González Blázquez Candeleda-Raso 1950 Felipe García González Fidela Delgado Blázquez Candeleda-Raso 1950 Leandro García González Candeleda-Raso 1950 Magdaleno Retamal Blázquez Valeriana Garro Fraile Candeleda-Raso 1950 Pablo Retamal Blázquez Candeleda-Raso 1950 Simplicio Retamal Blázquez Candeleda-Raso 1960 Martín Jara García Candeleda-Raso 1970 Daniel Blázquez Fraile Carmen Blázquez Gómez Candeleda-Raso




TRASHUMANCIA DE LA CABRA GUISANDERA - 2014


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