Domingo, 21 de agosto de 2016
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Suplemento semanal de la revista The ShowRoom Mag
Trabajar en agosto María Martín
Empleados de hostelería, camareros, oficinistas despistados, rebeldes que prefieren tomar vacaciones en septiembre, autónomos abnegados (y obligados) y toda una gama de trabajadores al calor del solazo son la fauna que habita en la ciudad en estos días. A primera vista parece triste, pero no hay más que echar una mirada más cercana para comprender que no todo es tan malo. En primer lugar, la paz de la oficina en estos días es algo difícil de creer y que añoraremos en los meses que vienen. Los pasillos vacíos, el silencio de la fotocopiadora solitaria, los cafés que se eternizan y las charlas sobre las vacaciones que vendrán o que ya fueron. Todo sin la mirada penetrante e inquisidora del jefe que, por supuesto, él sí que está de vacaciones. Agosto es el mes en el que, al calor de la intimidad, los compañeros se cuentan cosas de las que luego se arrepentirán. Tenlo en cuenta. Ciertamente hay algo de romance en esa salida más temprano por el horario de verano, esa tarde de playa posterior sabiendo que al otro día, otra vez, no habrá demasiado que hacer. Pero, como tiene dos caras como mínimo, del otro lado de las cosas están los que en agosto no paran, como los empleados de hostelería o los camareros, sobre todo en sitios de veraneo. Para ellos, agosto no es más que una locura que siempre, aunque sea el día 27, parece interminable. Lo que está claro es que entre unos y otros agosto transcurre como un mes excepcional. Si aún así te entristece profundamente trabajar cuando casi nadie lo hace, y siempre y cuando no estés de becario en prácticas (porque entonces tendrás que hacer el paripé), recuerda un par de cosas que te aliviarán: puedes beberte una cerveza en plena jornada laboral (aunque no deberías olvidar las cámaras de seguridad). También puedes ir de bermudas al trabajo, no creemos que nadie te diga nada, ya que probablemente los que te puedan decir algo, no estarán. Puedes irte antes, sí, incluso un poco antes de lo que estipula tu horario ya acortado de verano (recuerda, tus jefes no están). Y, probablemente lo mejor: tú estás allí, tranquilito, mirando Facebook, con el aire acondicionado a tope, mientras los demás, pobres mortales, luchan contra el viento para clavar una sombrilla en la arena bajo el sofocante calor. No se consuela quien no quiere. ¡Feliz agosto, de cualquier manera!