TETEANDO Nº4

REVISTA DEL TALLER DE LACTANCIA “LXS NIÑXS DE CARMEN” / N º 4 - 2018

TETEANDO

la quatro Bienvenidas al número cuatro de nuestra revista. En ella podrás encontrar artículos que hablan, entre otros temas, sobre intolerancias y alergias, apego, relactación o de lactancia gemelar, así como de diferentes vivencias e historias de superación.

Es una revista hecha por una tribu que, de manera altruista, quiere compartir sus conocimientos y experiencias relacionadas con la maternidad y crianza. Una tribu formada por mujeres sabias que transmiten su saber con la única intención de ayudar a las demás. Una tribu formada por mujeres generosas que día tras día tienden una mano a esa amiga, esa hermana o a esa desconocida que se siente perdida en este mundo de la maternidad.

Nuestra tribu se llama Taller de Lactancia Lxs Niñxs de Carmen y somos un ejemplo de sororidad: somos mujeres diferentes que nos hemos hermanado para promover una nueva cultura de la lactancia apoyándonos entre nosotras, con la experiencia de una madre a otra madre.

Gracias a todas las que habéis ayudado de alguna u otra manera a que este cuarto número vea la luz. Entre todas estamos sembrando semillas que están generando ese cambio en nuestro entorno que pretende normalizar la lactancia materna y un estilo de crianza más respetuosa.

Y recuerda, no estás sola en esta aventura, aquí tienes nuestra tribu.

Esperamos que disfrutéis con esta revista tanto como nosotras hemos disfrutado haciéndola.

Laura Rodriguez

Mi sala de lactancia

donde estemos

OCTUBRE 2018

NUMERO 4

TETEANDO La revista del Taller de lactancia “Lxs niñxs de Carmen” Editada en Sevilla Editora & Directora de Arte Ruth Martín Mora ruMMora Idea original de MARÍA CASTAÑEDA

Ilustraciones de Shaila Acuña Cabezas DShaila Cristina Bendala -------María Merino @ merimerinoilustracion SBimbo www.sbimbo.es ruMMora @rummora

PORTADA: Imágen cedida por una Mamá de la Asociación.

Ana Roldan

Cris Gutierrez

Laura Rodríguez

COORDINADORA

COORDINADORA

HAN COLABORADO EN ESTE NÚMERO Yolanda Ramirez San Román/ María Castañeda / María Martín Miguel García Román / Paula Canalias Sanabria / Bárbara Lafuente Naiara Miras / Soledad Pérez-Fadón Llamazares / Mama Happy Futuros Padres / Mercedes Moyano Gala / Kike Remolino / Fátima Cabrera Inma Adame / María Verónica Pleguezuelo Ramos / María Rodríguez Laura López Nieto / Marta I. Sánchez Sanvicente / Encarna Suarez Alicia Bululú / Helena Romero La Asociación de apoyo a la Lactancia Materna “Lxs niñxs de Carmen” no se hace responsable de los comentarios y opiniones realizados por las colaboradoras en sus artículos.

Asociación de apoyo a la Lactancia Materna “Lxs niñxs de Carmen” Centro de Salud Mercedes Navarro c/ Ciudad de Paterna s/n - 41019 – Sevilla losniñosdecarmen@hotmail.com

Indice Carta a la madre de poca leche

6

Amamantar a un león.

Una experiencia sobre Lactancia Materna y Síndrome de Down

8

Vivir en un sueño

11

Enfermedad de Crohn y embarazo

12

Mamá para siempre

15

Qué no hacer para dar la teta con éxito

16

La teta que cura

18

Alergias Alimentarias

21

Intolerancia a la lactosa y alergia a la proteína de leche de vaca

22

Reflujo:

el invitado indeseable que despierta a tu bebé

25

Prejuicios en lactancia gemelar

26

Sin más

28

Otra vez me toca

30

Baby blues vs Maternity blues

30

Parimmos y nos abandonana

32

¿Qué es el apego?

34

5 razones por la que los niños deben criarse con animaless

37

Relactación

38

Esas guías maravillosas

41

La alegría de ser abuelo

42

La teta lechera

44

Sobreviviendo a la escuela

45

CARTA A LA MADRE DE POCA LECHE Helena Romero

Q

UERIDA MADRE de poca leche, déjame que te cuente un cuento: Sonia, Candela, Juani y Tere son madres, y saben que la lactancia materna es la mejor alimentación para sus hijos.

Sonia nació para ser nodriza.

Tiene 3 hijos y a cada uno ha amamantado durante más de 2 años.

De hecho, 2 de sus hijos han tomado pecho simultáneamente durante varios meses. En ningún momento tuvo que comprar una sola lata de leche, ya que los primeros 6 meses sólo tomaban pecho y al año de vida empezaron con leche de vaca.

Candela ha tenido algunas dificultades. Su hijo nació por cesárea y tuvo complicaciones, por lo que ha estado separada de su bebé varios días. Éste necesitó leche artificial pero en el hospital tuvieron la precaución de ofrecérsela con vasito y las enfermeras animaron a Candela a extraerse el calostro manualmente para que el padre pudiera dárselo con una cucharita. Cuando llegaron a casa, la madre de Candela estuvo acompañándoles para que ella no tuviera nada más que hacer que ofrecerle el pecho a su hijo y utilizar el sacaleches el resto del tiempo para aumentar su producción. A las 2 semanas, el hijo de Candela ya no tomaba más que leche de su madre.

Juani, en cambio, ha sido diagnosticada de una malformación muy rara en la que no se desarrollan las glándulas mamarias. Cuando se enteró, se puso muy triste por

no poder dar el pecho pero, poco a poco, lo ha ido superando. Y ahora que está embarazada, está muy ilusionada pensando en todo lo que le puede ofrecer como madre a su futura hija: mecer, abrazar, besar, acurrucar, cantarle nanas, mirarla a los ojos, acariciar, contarle cuentos, cogerla en brazos para que sienta protección… La verdad es que se siente afortunada de que exista la leche artificial y pueda alimentar a su hija a pesar de su problema.

Tere también ha tenido que recurrir a leche de fórmula, pero ella cree que debería dar pecho. Tras el parto, su hijo tuvo una bajada de azúcar, por lo que tenían que darle leche artificial. En el hospital se la administraron en biberón porque no sabían que había otros métodos.

El padre de este bebé no puede ayudar mucho por motivos de trabajo y la suegra de Tere ha pensado que un chupete podría consolar al bebé para que no tenga que darle el pecho continuamente. El bebé se ha hecho un lío, le agarra fatal y Tere llora de dolor por las grietas.

Cada uno le da una opinión distinta sobre cómo colocarse al bebé hasta que encuentra una asesora experta y parece que la cosa mejora. Sin embargo, su hijo toma mejor el biberón porque es más fácil y ella lo vive con celos, porque su hijo no la prefiere a ella.

Todo el mundo le dice lo mismo: “no te preocupes, la leche artificial no es veneno y está claro que tú tienes poca leche, pero no pasa nada”. Ella procura darle lo mínimo de biberón pero el pediatra le ha dicho que no está poniendo peso

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y que le suplemente en todas las tomas. Su asesora le anima a que se saque leche cada vez que pueda, pero su bebé la reclama continuamente y no le da tiempo. Sin embargo, su hijo no agarra con fuerza y no le estimula suficiente como para que aumente su producción.

Le han dicho que se ponga el despertador por la noche para aprovechar y sacarse leche, pero tiene tanto sueño… Su madre, que vive lejos, le dice por teléfono que es normal, que a ella le pasó lo mismo y tuvo que dar biberón porque no producía mucho, que no se empeñe tanto. Tere cree que su madre no había hecho las cosas “bien” y por eso no tenía leche. Ella no iba a cometer los mismos errores, así que siguió probando con vasito, jeringa, relactador, etc.

Cada decisión que tomaba creaba duda a su alrededor y se pasaba el día dando explicaciones y justificándose, perdiendo energía en vano y estropeando las relaciones con los demás y, lo más importante, con su propio hijo, al que miraba con tristeza cada vez que lo cogía para darle el pecho. Cuando éste se dormía sin mamar era toda una frustración y al soltarlo, llanto otra vez. Cuando tenía visita, todos la juzgaban: “Este niño llora porque tiene hambre”, “¿Para qué te lo pones otra vez al pecho si no tienes leche?”. Tanto esfuerzo… y seguía sin aumentar su producción de leche. “¿Qué hago mal? ¿Tendrán razón en que tengo poca leche? ¿Será que no me estoy esforzando lo suficiente? Va a ser el chupete, lo metimos muy pronto. O quizás

como mi hijo se duerme y no agarra bien... Va a ser porque no soy capaz de hacer el sacrificio de despertarme por las noches”.

A lo mejor es verdad todo. A lo mejor Tere tiene poca glándula y produce poca leche. A lo mejor con más estimulación podría producir más. A lo mejor con más apoyo de los demás sería más constante con las extracciones. A lo mejor si no le importara tanto dar el pecho estaría más relajada y tendría más leche. A lo mejor no le merece la pena tanta presión porque los beneficios que tiene la lactancia materna se ven eclipsados por una maternidad triste y angustiosa. A lo mejor si hiciera caso de los demás y diese más leche artificial sentiría menos culpa por no alimentar bien a su bebé. A lo mejor puede disfrutar más de su hijo al cogerlo en brazos estando calmado y sin hambre. A lo mejor si hubiera nacido en otro entorno habría sido diferente. A lo mejor su nieta tendrá la suerte de vivir en una sociedad en la que todos sean más conscientes de las necesidades de las recién madres. A lo mejor a Tere le ha tocado hacer de puente entre las generaciones que perdieron la cultura de la lactancia materna y las futuras madres que tendrán asimilado la naturalidad de dar el pecho. A lo mejor tenía que atravesar estas dificultades para ayudar a otras madres a superar estos obstáculos. A lo mejor no debía ser de otra manera.

Querida madre de poca leche, te invito a que te esfuerces todo lo que puedas para que tengas más leche y tu bebé solo se alimente

de tu pecho. Pero te invito a que lo hagas sin presión ni frustración.

Sin enfadarte con los demás por no apoyarte, sin culpar a tu bebé por no saber mamar mejor, sin culparte a ti misma por no estar dispuesta a

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determinados sacrificios, sin lamentar tus circunstancias personales, la falta de ayuda o el entorno desfavorable. Si no es así, párate a pensar y decide qué emociones quieres cargar durante tu maternidad y transferir a tu bebé. Encuentra el equilibrio entre lo bueno y lo fácil, entre lo que crees que se debe hacer y lo que es cómodo para ti, elige el punto medio que te permita ser feliz y desarrollar una crianza positiva. No veas como un fracaso no poder regalarle a tu hijo o hija una lactancia materna exclusiva.

Regálale, en cambio, una madre amorosa, alegre y satisfecha.

Alicia Bululú

AMAMANTAR A UN LEÓN Una experiencia sobre Lactancia Materna y Síndrome de Down

Con riego de pecho quedas satisfecho.

Acunan mis senos nuestros desconsuelos.

Abrazan mis tetas todas tus rabietas, muerden mis pezones tus duros sofocones.

Mamando, mamando, vamos caminando.

Mamando, mamando, nos vamos juntando.

Mamando, mamando, nos vamos amando.

C

UANDO PARÍ LA DULCE MIEL de mis entrañas lo nombré, lo llamé, lo calmé: León, León, ¡León!

Los pediatras lo atendían sobre una mesa cercana, el ginecólogo me cosía con delicadeza, el papá esperaba tras la puerta como una fiera enjaulada. Algo pasaba, no sabíamos qué.

Entonces dieron paso al papá y me acercaron al bebé sobre la piel. El pedíatra, atento y amable, descargaba sobre nosotros kilos de información.

-¿Puedo darle el pecho?- pregunté. No sé por qué lo pregunté, pero me sentía despojada de poder, de información, me sentía pequeña. Él me dijo que sí y el milagro sucedió. Su instinto le hacía mamar. El pediatra alucinó. El papá y yo nos miramos. El mundo se había parado, sin embargo, yo estaba exhausta y dominada por un extraño enfado. Sabía que serían emociones pasajeras, que podría sostenerme a mí misma, pero en ese momento reventé. El papá solo veía un lindo bebé, yo solo veía un Síndrome de Down. Nunca

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he tenido prejuicios, en mi familia la diversidad funcional forma parte de nuestras vidas, convivimos felices con la discapacidad, el mundo es así, somos todos perfectos, nos aceptamos. Pero yo estaba agotada, 30 horas de parto habían sido demasiado. Epidural.

Ventosa. Hemorragia. El papá fuera y ahora mi bebé traía un cromosoma de regalo. Entonces el papá se fue con el pequeño, lo mandaban ingresado a neonatos, tenía una insuficiencia respiratoria. Yo me quedé sola y cargada de dolor.

Había leído tanto sobre esas situaciones odiosas y ahora estaba allí en medio, a punto de perder la cordura. Entonces lo único que me calmaba era saber que la lactancia me permitiría estar con mi hijo, no solo estar a su lado, sino sentirlo como hijo, amarlo como hijo. Yo me había imaginado un bebé durante 9 meses, tenía que despedirme de ese bebé que no tuve y recibir al que acababa de llegar como se merecía. Conozco personas que sintieron lo mismo al imaginar, durante su embarazo, un bebé de un sexo y luego llegar otro. No es un trauma ni mucho menos, pero yo tenía la necesidad de despedirme de lo que no vino para poder amar plenamente a lo que llegaba. Durante horas lloré, lloré mucho. Ahora en la distancia siento que formaba parte del desgarro que sientes cuando te separan de tu criatura.

Mi parto había sido duro y la ginecóloga que ahora me atendía me obligaba a tener reposo absoluto.

Un algoritmo complicado: mi hijo en incubadora y yo obligada a no moverme. Entonces pensé de nuevo que la lactancia sería mi mensaje de amor a distancia.

El papá sería un maravilloso mensajero. Mi madre y mi hermano corrieron a por un sacaleches, me trajeron lo mejor de lo mejor. No hubo nadie para asesorarme, pero las instrucciones del sacaleches de Medela fueron perfectas, precisas. Y me puse manos a la obra.

El papá le fue llevando mis pequeñas gotas concentradas de amor. Fueron horas duras, porque tuve que comerme todas mis resistencias anti-biberones, no estaba fuerte para esa batalla.

Durante ese tiempo de reposo navegué por internet, quería recuperar el tiempo perdido, me había preparado para el puerperio pero no tenía ni idea sobre el Síndrome de Down. Hubo dos páginas que nos ayudaron mucho: http://www.mihijodown. com/ y http://albalactanciamaterna.org/lactancia/tema-5-situaciones-especiales/lactancia-materna-y-sindrome-de-down/ . Entonces sucedió. Mi padre y su mujer pensaron que estar en una silla de ruedas seguiría siendo reposo pero podría desplazarme. Y así fue como fui a ver a mi hijo, a reconocerlo, a amarlo. Estaba dormido y no pude darle el pecho. Pero

pude sacarme más y más leche. Y las gotas de los botecitos iban subiendo. Cuando por fin pude amamantarlo fueron borbotones felicidad, entre milagro y un acto de fe ciega. Cuando León nació había muy pocas personas preparadas para asesorar la lactancia, esas pequeñas islas me motivaban hasta que volvieran a tener turno con nosotros. Podría escribir una lista larga de insatisfacciones, de lo difícil que nos lo ponen algunas personas, pero prefiero quedarme con el equipo de Charini y compañía y con la Doctora Luna, la pediatra. Nos impulsaron, nos acompañaron, nos ayudaron mucho.

León hizo bien el agarre, pero quedaba mucho trabajo por hacer. Por un lado, como estábamos ingresados, el hospital no entiende que la alimentación sea de lactancia directa exclusiva. Tienes que demostrar que el niño bebe una cantidad X de leche para anotar cuánto come y cómo evoluciona su crecimiento. La única manera de hacerlo es a través de la lactancia diferida. Las pautas del hospital son difíciles de seguir para establecer una lactancia exclusiva. No puedes entrar cuando quieras, ni dar a demanda. Tienes que pelear mucho para poder hacer el piel con piel sin trabas, enterarte de leyes para poder demostrar que estás en tu derecho. Aunque a priori pueda parecer que sí, lo cierto es que ni las instalaciones (muy reducidas para permitir que las familias acompañen todo el rato), ni el personal (que por gajes del oficio ha tomado distancia con la carga emocional que supone atender a una familia con un bebé hospitalizado y rara vez empatiza) están preparados para favorecer la situación. Tampoco las familias que en muchos casos, aprovechando descuidos por falta de personal, colaban a más familiares de la cuenta u olvidaban las

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normas mínimas de higiene para entrar en la sala. Ya sé que no todos los hospitales son iguales, ni pretendo generalizar. Tampoco voy a dar nombres. El caso es que tuve que adaptar mi lactancia a unos horarios y unas cantidades para conseguir apartar la leche artificial de su alimentación.

Yo sabía que si en situaciones ordinarias la lactancia era beneficiosa, en el caso de León sería crucial para su desarrollo cerebral, para el desarrollo de su musculatura orofacial y para su sistema inmunitario. Y eso era lo que me motivaba a pasar largas horas en la sala de lactancia, extracción tras extracción hasta quedar extenuada. El acompañamiento de Pedro, el papá, fue fundamental. Me hubiera hundido. El nivel de exigencia era muy alto, atender a un ritmo y una producción a la altura de la leche artificial es claramente imposible. Me costó aceptarlo, pero me dio paz darme esa tregua. Y si verdaderamente quería que nos fuéramos del hospital, León tendría que llegar a un ritmo bueno de crecimiento y recuperar lo perdido tras el parto. Él nació con 3,700 gr, lo cual no era problema, pero una vez nació perdió mucho peso y hasta que no se estabilizara no saldríamos de allí. Fue aceptarlo y mi producción mejoró. Dejé de pedirme más y mi cuerpo dio más. Durante ese tiempo hacía las tomas de pecho primero, el biberón de mi leche lo dejaba para el final, era lo mejor del día. Mi pequeño recibiendo todo el amor para él, sus manitas sobre mi piel. Siempre se dormía y claro, dejaba de comer. La paz de estar con su mamá lo relajaba. Esto nos costó explicarlo al equipo de enfermería, pero finalmente entendió. Ellos tienen los tiempos acotados. Pero poco a poco nos

fuimos amoldando los unos a los otros. Y León ganó el peso que tenía que poner, y pasó todas las pruebas que tenía que pasar y nos fuimos por fin a casa.

Nuestro camino de alegrías y dificultades continuó.

Por un lado había que conseguir retirar el bibi y por otro, que el ritmo de crecimiento fuera constante. No fue fácil, fue agotador y tedioso. Pero fue posible.

Tiré la toalla muchas veces, lloré y pataleé mil veces más, hubiera roto todos los pesos del mundo, y me costó aceptar que la musculatura y la lengua grande de León no hacían posible que la alimentación fuera una cosa relajada. Conseguí 5 meses y tres semanas de lactancia exclusiva y tras meses de estancamiento en su crecimiento decidimos, junto al equipo de nutrición del hospital, comenzar con suplementos hipercalóricos. Si por el hospital hubiera sido, la lactancia se hubiera terminado aquí. No prohibieron nada, claro.

Pero las cantidades sugeridas por toma obviaban el fin de la lactancia, no la tenían en cuenta. Pensé que sería el final. Pero no, ya habíamos ganado muchas batallas. Sabíamos que veríamos la luz. Y así fue.

Yo agradezco al universo el hijo tan fuerte que tengo y el papá tan magnífico que me acompaña. Es fundamental encontrar alguien te acompañe en este camino de constancia. Las fuerzas flaquean, y es necesario el apoyo. Por eso siento tanta gratitud hacia Lidia Claudel con sus grupos de apoyo y sus wassap tan detallados, al Taller de Lactancia que considero mi tribu y a Alba Lactancia por aparecer en el momento idóneo y por su puesto a Carmen Vega por su escucha y su buen hacer. Fueron todas nuestras hadas madrinas.

Llevamos 19 meses de lactancia y es el mejor regalo que le podíamos haber hecho a León. Apenas ha enfermado, su boca tiene un desarrollo magnífico y avanza a la velocidad del rayo. Desde Down Sevilla se reconoce la importancia de la lactancia en el desarrollo de nuestros hijos, también se acepta que no siempre es posible. Porque esa es la verdad. Los bebés con Síndrome de Down son muy diferentes unos de otros y hay circunstancias que no permiten establecer la lactancia directa como a sus mamás les hubiera gustado.

Pero también sé que otras veces, con la información necesaria y la constancia incansable de la familia, llega a ser posible. Y por supuesto, no se pierde nada por intentarlo.

A mí me dio la vida. Me ofreció la unión con mi pequeño, nuestra reconciliación, nuestro reconocimiento, nuestro espacio para el amor y para la paz. La posibilidad de ganarle el pulso a la ignorancia, a la impotencia, al dolor y a la rabia. Conseguimos demostrar que podíamos ser realistas y hacer lo imposible.

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en un

sueño Tener un sueño siempre será tenerlo un sueño o quizá vivir un sueño, pero vivir en un sueño es otra cosa.

Actualmente vivo en un sueño, algo que nunca imaginé, y tengo miedo de que termine. Siento que esto es tan bonito que no puede estar pasando, muchas veces tengo la sensación de que se va a acabar, de que algo va a pasar y lo va a estropear.

Mientras miro a mi bebé las horas pasan rápido, los días nos sobrevuelan y las semanas se me escapan.

Sentir como con su boquita succiona vida de mi pecho es una sensación muy placentera, son momentos en los que siento verdadera felicidad. Ese agradable cosquilleo que nos funde al uno con el otro. Esta frágil y a la vez tan fuerte unión, un vínculo especial, el más humano y a la vez digno de dioses.

El gran regalo de la maternidad, la gracia de la lactancia, ser madre….

Mi hijo, que palabras tan fuertes, siempre digo mi bebé, quizá si me repito mi hijo pueda asimilar antes que es real, pero no sé si me ayudará a afrontar los cambios sin miedos.

Encarna Suarez

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Laura López Nieto

ENFERMEDAD DE CROHN Y EMBARAZO

C

REO QUE SIEMPRE QUISE SER MADRE. Desde que tengo memoria me imaginaba teniendo hijos en el futuro. De pequeña pasaba horas jugado a mamás y papás con mi hermana, y en mi adolescencia disfrutaba cuidando de mis primitos.

Cuando eres pequeña o muy joven nunca te planteas la posibilidad que alguien quiera tener hijos y no pueda. No es algo de lo que la gente suela hablar.

Cuando estaba estudiando en la Universidad, en mi tercer año de carrera empecé a tener muchos problemas digestivos. A decir verdad ya había sufrido episodios similares antes, pero no tan intensos. Me había sucedido cuando hacía Bachillerato, y lo achacaba al estrés por las notas. Esta vez el dolor era muy intenso, y llegaba a tener que ir al baño hasta 20 veces en un día, y tuve que acudir a urgencias en varias ocasiones.

Después de multitud de pruebas para encontrar la causa el diagnóstico me cayó como un jarro de agua fría... enfermedad de Crohn. No había oído hablar nunca de ella. Me parecía imposible, yo era demasiado joven, no era justo...

El Crohn es una enfermedad crónica y autoinmune.

El sistema inmune de la persona que la sufre no funciona bien y el cuerpo se ataca a sí mismo. La víctima de tal ataque es el aparato digestivo, y suele provocar úlceras e inflamación en tramos del intestino, sobre todo en el íleon y en el colon. Junto con la Colitis Ulcerosa forma parte de las llamadas EEI (Enfermedad Inflamatoria Intestinal). Se desconoce aún el motivo que las causa, pero en los últimos años cada vez se han ido diagnosticando más casos.

Se suele manifestar en jóvenes adultos, tal y como me sucedió a mí, en plena edad fértil. Entre otros síntomas, la inflamación puede provocar fiebre, cansancio,

dolor abdominal, vómitos, diarreas e incluso obstrucciones intestinales que pueden requerir cirugía urgente. También puede suceder que una úlcera se complique tanto que termine comunicando el intestino con otro órgano cercano. Por descontado, todo esto lleva a una malabsorción de nutrientes, vitaminas, hierro, etc. La enfermedad cursa a a brotes, es decir, se van alternando épocas con síntomas y épocas de remisión, en las que se puede hacer vida prácticamente normal, eso sí, en la mayoría de los casos con medicación de mantenimiento para evitar en la medida de lo posible que se desencadenen nuevos brotes de manera descontrolada.

A pesar de que los brotes que me daban eran considerados moderados o leves y se podían controlar con medicación, yo me sentía bastante hundida, traicionada por mi propio cuerpo. Era muy frustrante sentir que aquello escapaba a mi control, que a pesar de seguir a rajatabla un tratamiento consistente en más de diez pastillas diarias, había días con muchas molestias y a veces sencillamente no llegaba al cuarto de baño a tiempo. El tratamiento consistía básicamente en corticoides para hacer remitir la inflamación, y como efecto secundario se me ponía la cara muy redonda, así que para colmo tenía que aguantar que hubiera gente que me dijera que no parecía enferma, que no tenía mala cara y que seguro que sólo era estrés.

Por suerte nunca tuve un ingreso grave ni me tuvieron que operar. Pude terminar mis estudios y empecé a trabajar como profesora de secundaria. Estuve unos años de interina recorriendo Andalucía. En una de las sustituciones conocí a Luis. Él tenía plaza fija en un instituto de Dos Hermanas pero yo seguía deambulando, sin saber dónde ni por cuánto tiempo sería mi siguiente contrato. Desde el principio le expliqué en qué consistía mi enfermedad, y él se convirtió en mi gran apoyo. A pesar de que teníamos una relación a distancia las cosas con él siempre parecían más fáciles.

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Cuando llevábamos un año y medio juntos aprobé las oposiciones, pero en Madrid. Fue un momento muy agridulce: mayor estabilidad laboral a cambio de más distancia. Hasta poder volver a Andalucía y vivir juntos podrían pasar varios años. Empecé a comprender aquello de que la vida es lo que sucede mientras tú haces planes.

La idea de la maternidad llevaba ya tiempo rondando mi cabeza pero cada vez lo veía más difícil. Al hecho de estar separada de mi pareja había que sumarle mi enfermedad. Había conocido casos de mujeres que no habían podido ser madres por culpa de la propia enfermedad o del tratamiento, y había leído que según algunos estudios los índices de fertilidad eran más bajos en personas con enfermedad inflamatoria intestinal. Hace años a las mujeres con enfermedades autoinmunes se les aconsejaba directamente que no tuviesen hijos. Hoy en día, por suerte, se ha investigado más y en el caso concreto del Crohn y la Colitis Ulcerosa, se ha descubierto que si el embarazo se pro-

duce estando en remisión, es muy posible que lo siga estando durante el embarazo. En cambio si la gestación se produce en pleno brote, también hay muchas posibilidades de que éste se mantenga y llegue a resultar peligroso para el embrión. En cualquier caso se consideran embarazos de alto riesgo y se requiere un seguimiento muy cercano por parte de digestivo y ginecólogo porque sí es cierto que existen más probabilidades de partos prematuros y cesáreas.

Tras hablar de todo esto con Luis y descubrir que él quería ser padre tanto como yo ser madre, decidimos que no íbamos a esperar a estar viviendo juntos, porque quizá para entonces ya podría ser tarde. Mi embarazo no iba a ser fruto de una noche apasionada.

Para poder intentar quedarme embarazada le tenía que pedir permiso al médico y planificarlo todo a conciencia. Tendría que confiar en mi cuerpo. Pero ¿cómo confiar en tu cuerpo cuando éste se ataca a sí mismo?

Consulté mi situación con mi digestivo y acordamos que la siguiente vez que me encontrase en remisión buscaría quedarme embarazada. No hacía mucho que había comenzado un tratamiento un poco agresivo para mantener la inflamación a raya. Cada ocho semanas iba al hospital de día a administrarme la medicación, que básicamente lo que hacía era desactivar mi sistema inmune para que mi cuerpo no se atacara a sí mismo.

El tratamiento funcionó y unos meses más tarde mis analíticas empezaron a indicar que estaba en remisión. El siguiente paso era coordinar a la ginecóloga con el digestivo. Me comentó que a mi edad (en ese momento tenía 30 años) lo normal era tardar más de un año en quedarme embarazada, pero que por la naturaleza de mi enfermedad (al fin y al cabo el intestino y el útero están muy cerca) volviese a consulta si no me quedaba en estado en seis meses.

La naturaleza se puso de mi lado y apenas dos meses después de dejar de usar métodos anticonceptivos tuve un retraso, me hice un test de embarazo y... ¡positivo! No me podía creer que lo hubiera conseguido

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tan rápido...¡con lo que yo temía no ser capaz de conseguirlo! Estaba muy feliz, pero no me permitía a mí misma disfrutar al 100% de mi embarazo pensando que algo podría salir mal, que mi cuerpo podía ponerse en mi contra.

Mi alegría aumentó aún más si cabe cuando recibí la noticia de que se me había concedido una comisión de servicios que me permitiría trabajar durante un curso escolar en Andalucía. ¡No iba a pasar el embarazo sola! Ahora sólo quedaba buscar ginecólogo y digestivo en Sevilla.

Me pusieron un control dietético bastante estricto, y me mantuvieron el tratamiento para el Crohn, puesto que los posibles efectos secundarios de la medicación eran menos graves que las consecuencias de la enfermedad descontrolada. Eso sí, si todo iba bien, me lo quitarían en el tercer trimestre del embarazo. De lo contrario mi hijo heredaría un sistema inmune deficiente y no le podrían poner vacunas en sus primeros meses de vida.

Decidí que la mejor manera de afrontar un embarazo de esas características era teniendo información, así que hice acopio de libros, manuales y me puse a investigar en Internet. Me ayudó mucho descubrir el testimonio de varias madres con Enfermedad Inflamatoria Intestinal que habían decidido compartir sus experiencias en sus blogs. Muchas de ellas comentaban que la enfermedad les había dado tregua durante el embarazo e incluso durante tiempo después de nacidos sus bebés.

Debo reconocer que cada vez que acudía a la consuta de ginecología para hacerme una ecografía sentía

tanta ilusión como miedo, aunque supongo que eso les ocurre a todas las madres por muy sanas que estén. A las ocho semanas escuché su corazoncito por primera vez y supe que nunca olvidaría ese sonido.

Aunque en la ecografía apenas se veía un puntito diminuto, yo ya sentía un gran vínculo con mi bebé.

Mi embarazo fue avanzando y pude comprobar con gran alivio que la naturaleza parecía haber respetado la vida que crecía dentro de mi y había permitido que mi cuerpo no fuera un entorno hostil. No tenía náuseas, ni síntomas de inflamación intestinal, ni dolor ni molestias. De hecho empecé a tolerar muchos de los alimentos que solía evitar porque normalmente no los podía digerir.

Mis dos primeros trimestres de embarazo fueron una de las etapas más felices y saludables de mi vida. En el tercero tuve amenaza de parto prematuro en la semana 34, precedida por un aumento progresivo de mi tensión arterial, que hizo que finalmente me tuvieran que inducir el parto a sólo dos días de la fecha prevista. Estas complicaciones en principio no tuvieron nada que ver con mi enfermedad.

En la fecha en la que se escribe este artículo, mi hijo tiene nueve semanas y es un bebé sano que ilumina nuestras vidas con su sonrisa. Desde aquí me gustaría dar ánimos y esperanza a todas las mujeres con Enfermedad Inflamatoria Intestinal o cualquier enfermedad autoinmune y que deseen ser madres pero no se atrevan. Tras las revisiones y pruebas pertinentes con el digestivo tras el parto puedo decir que sigo en remisión.

Enlaces relacionados:

https://www.accuesp.com/crohn-y-colitis/la-enfermedad/que-es

https://www.accuesp.com/crohn-y-colitis/vivir-con-la-enfermedad/fertilidad-y-embarazo

https://www.mibebeyyo.com/enfermedades/enfermedades-infantiles/enfermedad-crohn-embarazo

https://journals.lww.com/greenjournal/Documents/Aug2015_Translation_Mahadevan.pdf

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Ilustración DShaila

Mamá para siempre.

“Cuando seas mamá lo entenderás...”.

Esto es lo que me decía mi madre.

Hoy ha terminado mi peque la guardería. Aún recuerdo, como si fuera ayer, el día que lo dejé en brazos de su cuidador, por primera vez, con tan sólo 16 semanas. En mi caso, no fue posible cogerme lactancia, ni vacaciones y volver al trabajo con un bebé de casi 6 meses, sino que, en cuanto se terminó la baja por maternidad, me incorporé. Aún recuerdo la frase tranquilizadora de Rafa (que así se llama): “Vete tranquila que aquí te lo vamos a cuidar bien”. A la vez, cerró la puerta y me sentí la peor madre del mundo. Repasé si le había dejado suficientes gasas, pañales, su peluche... y, lo más importante, ¿Y si me echa de menos?¿Y si llora y no saben qué le pasa?¿Me vuelvo a por él??... Recuerdo que bajé la calle San Isidoro llorando sin consuelo. Cuando llegué al garaje, no podía arrancar el coche para ir a trabajar. Me temblaban las manos, las piernas... De repente, sonó el teléfono, descolgué y escuché: “Soy mamá, ¿estás bien?”. Y en ese momento supe lo que me había estado intentando decir toda mi vida. Las madres siempre están ahí.

Aquel día dejé en la guarde un bebé en carrito y hoy me devuelven un niño que me ve desde la otra punta del pasillo y grita ¡mamá! Que viene andando con su seño Pili y que me regala el beso más bonito que se puede dar. Hoy acabas la guarde. En septiembre, empiezas el cole de mayores y se cierra la puerta de la guarde quedándose dentro tus primeras palabras, tus primeros gateos, tus primeros pasos, caídas y juegos, amigos y profesoras-cuidadores-educadoras que te han cuidado BIEN. Me das la mano y me dices que te han dado comida de mayores. Y yo te miro y pienso que te quedan muchas cosas por vivir y que no puedo meterte en una burbuja donde siempre seas feliz. Porque la vida viene dulce y amarga, gris y de color de rosa cuando menos te lo esperas. Que te vas a caer y tendrás que levantarte, y hacerlo mejor pero que, si necesitas ayuda, tu madre siempre va a estar contigo, mi amor. Y cuando seas papá, lo entenderás.

Carmen Alvarez - Mama Happy -

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Futuros Padres / Sonia S.

QUÉ NO HACER PARA DAR TETA CON ÉXITO

S

ANDRA Y ROBERTO SON MADRE E HIJO. Inician su lactancia a la hora de haber nacido Roberto porque nace por cesárea. Se coge bien al pecho, pero algo falla: grietas y dolor. En vez de buscar la raíz del problema, Sandra intenta enmascararlo con pezoneras de silicona y después con pezoneras de cera de abeja.

Nada quita del todo las molestias hasta el cuarto o quinto mes, y es entonces cuando Sandra dice que, por fin, está disfrutando de la lactancia y no duda en decir que quiere dar teta hasta, mínimo, el año.

Pero llegan los 6 meses y, aunque el niño aún no se mantiene sentado, empiezan con la alimentación complementaria. Pero Sandra no lee ni uno de los artículos que una conocida le pasa, ni los títulos, y lo que tendría que ser complementario se vuelve lo principal. Así, empieza a sustituir tomas de teta por papillas y biberones nocturnos.

Primero le da la papilla y después le ofrece la teta.

Pero le da la papilla sí o sí, con avioncitos, dibujos o su abuela bailando para entretenerlo y engañarlo cucharada a cucharada. Como es lógico, la producción de leche de las tetas de Sandra empezó a disminuir. Éste fue el principio del fin, pero no el único motivo.

Y Sandra empezó a decir que se notaba el pecho más vacío y que el niño mamaba menos, que era una lástima porque ahora empezaba a disfrutar de la lactancia y no quería que se terminara. Y ahí estaba su conocida para pasarle información que ella no leía.

Los biberones primero eran de su leche, después de fórmula y, finalmente, de fórmula con cereales azucarados, a ver si así no sólo conseguía que Roberto durmiera del tirón, sino también cebarlo cual cochinillo. Pero lo peor no es nada de esto, lo peor es que el

niño buscaba teta y ella le daba el biberón. No quiero ni imaginar lo que habrá llegado a sufrir Roberto teniendo la teta a su vera sin poderla ni rozar. Porque un bebé de 6 meses ya tiene que dormir por las noches y no pedir tanta teta, que eso es que se queda con hambre, así que dale 300 ml de leche de fórmula con cereales, y si no se los termina antes de dormirse se lo acabas de dar en el primer despertar. Los despertares no disminuyeron y ya pasó a dejarlo llorar en su cuna hasta que caía rendido porque, claro, la madre necesita dormir para poder atender en condiciones a su bebé.

Un bebé que apenas ve a su madre durante el día aunque estén en la misma casa. Un bebé que a los 10 meses tenía teta un día cuatro veces y otro sólo una porque su madre tenía muchas cosas que hacer y no podía pararse a darle teta a su hijo. Muchas cosas como escuchar a la gente decir que un bebé de más de 6 meses ya no tiene que mamar, que la leche no alimenta y que con dientes no quedaba bonito que siguiera mamando. De la teta, claro, porque a esta misma gente les parece normalísimo que un niño de 4 años siga tomando biberones. Muchas cosas como que es muy incómodo y engorroso tenerse que sacar la teta por la calle y que la gente te vea. Muchas cosas excepto leer, empoderarse y mandar a la mierda a toda la gente que hablaba de más.

Como era de esperar, Sandra y Roberto no han llegado ni a los 11 meses de lactancia materna. Aunque a Sandra le parece que ya es mucho el tiempo que ha mamado y dice que es Roberto el que no quiere mamar. No sólo parece que no recuerda que quería darle, mínimo, hasta el año; sino que, además, le echa las culpas a su bebé del fin de su lactancia porque, claro, lo normal es que Roberto, cebadito a papillas y

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Ilustración SBimbo

bibes de fórmula, quisiera pasarse el día mamando.

O igual esperaba seguir teniendo cantidades industriales de leche poniendo al bebé al pecho sólo una vez cada 24 horas.

El descontrol hizo que tuviera síntomas de mastitis subaguda; cuando su conocida se lo comentó, Sandra dijo: “¿Mastitis? Si no tengo leche”. Su conocida dejó de intentar ayudarla porque Sandra no quería ayuda, sólo buscaba excusas para justificar el haberle quitado la teta a Roberto.

Y es que Sandra ha dejado que su entorno la controle, por eso intenta buscar excusas debajo de las piedras.

Imaginad si la controlan que se tomó tortilla de perejil porque le dijeron que ayudaba a secar la leche. Se la tomó. Y su conocida, curiosa a más no poder, buscó perejil en e-lactancia y resulta que se ha usado como galactóforo (aunque no hay nada que demuestre su eficacia). Su conocida estuvo a punto de mandarle el enlace, pero no lo hizo: no hay más ciego que el que no quiere ver ni más antiteta que la que escucha a la vecina del cuarto.

(Los nombres que aparecen en este texto son inventados. La conocida soy yo).

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María Rodríguez

LA TETA QUE CURA

M

E LLAMO MARÍA RODRÍGUEZ, vivo en Huelva y soy autónoma. Me he animado a contar mi historia con la lactancia principalmente por si hay alguien que se encuentra en la misma situación que yo hace unos meses, dudando o planteándose qué hacer.

El 13 de enero de 2017 (en palabras de mi ginecóloga) era la embarazada perfecta; me encontraba estupendamente, no había cogido mucho peso, tenía la tensión y el azúcar bien y lo más importante, la niña estaba desarrollándose perfectamente. Y yo, jamás había sido más feliz que cuando llevaba en el vientre al amor de mi vida. ¡Qué sentimiento más arrollador!

Justo un mes más tarde, después de una noche con migraña, recordé que en preparación al parto nos dijeron que podía ser un síntoma de tensión alta.

Efectivamente, la tenía en 147/93. Me fui asustada a urgencias, con la mala suerte de que caí con un médico digno de culebrones, quien después de una larga espera en la sala de ecografías, entre suspiros y resoplidos, nos dijo llevándose las manos a la cabeza: a ver cómo os lo digo... Instantáneamente mi marido y yo nos vinimos abajo. Nunca habíamos pasado más miedo en nuestra vida. Me dijo que la niña llevaba un mes sin crecer, que me ingresarían, intentarían controlar la tensión y como mucho me aguantarían a la semana 37. Después de ir por una segunda opinión me confirmaron el diagnóstico del primer médico, pero de una forma menos fatalista y con otras explicaciones, sin embargo, ya el mal estaba hecho y esa preocupación no se iría nunca. ¿Acaso ese médico no sabía que lo peor que puede hacer con una embarazada de tensión alta es meterle miedo innecesariamente? De violencia obstétrica tengo para escribir otro poco. Siempre me arrepentiré de no haber denunciado, eso y más.

La culpabilidad. ¿Cómo puede ser que no me diera cuenta? ¿Cómo me podía encontrar tan bien sin sospechar que algo fallaba? Que yo fallaba. Que no era capaz de proteger a mi hija.

Después de una serie de pruebas, ecografías y análisis me diagnosticaron preeclampsia, no tenía buen flujo de sangre del útero a la placenta, por eso mi bebé no se desarrollaba como debía. Pasé unos días intentando controlar la tensión colocada de diazepam, hasta que el día que cumplí 32 semanas el miedo por la salud de mi bebé pudo conmigo. Tenía la tensión en 155/105, me metí a la ducha convencida de que esa noche nacería mi hija. Estuve un rato en monitores y un dolor agudo debajo del pecho alertó aún más al médico que en seguida me inyectó corticoides para ayudar a los pulmones de mi bebé a respirar. Ha pasado más de un año y todavía tiemblo al pensar en ello.

Mi vida y la de mi hija estaban en peligro, mi marido lo sabía, lo vi en sus ojos al besarme antes de entrar al quirófano.

Mi parto. Mi cuerpo no era capaz de aguantar la epidural, por lo que me pusieron anestesia general.

De todas las formas en las que imaginé cómo se iba a desenvolver la llegada al mundo de mi hija, esta era impensable, con las ganas que tenía de un parto natural, segura de mi condición de mujer para parir.

Yo no parí, me sacaron a mi hija porque mi cuerpo la estaba matando. ¿Cómo vive una madre con eso?

El 16 de febrero, a las 2 de la madrugada nació mi bebé, un sol de 1 kilo 600, guerrera y fuerte que respiró sin asistencia, una de mis grandes preocupaciones.

No recuerdo mi parto, no la pude abrazar ni besar.

No sé si alguien la cogió en brazos con amor y le dio la bienvenida. No sé si alguien le diría: pequeña, tu mami te quiere, pronto estarás con ella. ¡Qué frío todo! Seguro que mi hija sintió soledad. Se la llevaron lejos de mí.

A la mañana siguiente, con el corazón y el cuerpo partidos por la mitad, mi marido, mi gran apoyo y mi roca, me dijo que habían pasado a Lía a neonatos, ya

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no estaba en la UCI. En ese momento lo único que quería era conocerla y que supiera que su madre estaba ahí.

Con mucho dolor y determinación me levanté de la camilla y mi marido me llevó por los pasillos interminables del hospital. Después de los laberintos, el riguroso lavado de manos, luego, la incubadora número 14. ¡Qué pequeña! Aun así cuánta luz y cuánta tranquilidad. Nos separaba un trozo de plástico.

Esa misma tarde la pude tocar, lo más suave que he tocado nunca, me pasé acariciándola tímidamente, midiendo su cuerpecito con mis manos; mi puño era más grande que su cabeza, mi dedo índice más ancho que sus piernas.

Y ahora sí, lo que quería contar: mi relactación.

He querido que se entendiera en qué estado me encontraba en ese momento, totalmente anulada y sin sentirme madre, ya que las máquinas y las enfermeras hacían mi trabajo de cuidadora, eso, añadido al miedo por la pérdida de peso al nacer (1 kilo 420) y el miedo a las secuelas era una bomba para mi cabeza.

Al segundo día de incubadora una enfermera me preguntó que si me había subido la leche, yo le contesté que no sabía. Me tocó el pecho y me dijo: <<¡Claro, mujer,si está como una piedra!>>. Después me preguntó si quería dar el pecho. ¡Claro que sí! Sentía que era lo único que podía controlar y decidir. Lo admito, soy de las que decía que lo iba a intentar y si no bibi. ¡Ja! Esa misma noche en la sala de lactancia me salieron 3 gotas de calostro del pecho derecho. Lloré.

Iba únicamente 3 veces al día a sacarme ( unas gotitas de leche y a ver a Lía porque se me había hecho un hematoma en la herida que no me permitía recuperarme (ni siquiera moverme), no podía hacer más.

No podía mantenerme en pie, por lo que mi marido y las enfermeras alimentaban a mi niña. Me sentía tan inútil. ¿Qué me diferenciaba a mí de las enfermeras?

¿De la sonda con la que le terminaban las tomas?

Lía no sabía cuál era su madre. Y yo no le podía ni proveer la décima parte de su alimento.

Me dieron el alta al quinto día del nacimiento. La noche anterior no podía respirar, sentía que me iba a dar algo en el corazón, no pude dormir, sabía que al día siguiente me iría a casa sin mi bebé.

Intentaba compaginar el tiempo con Lía con la extracción de leche y las curas que tenía que hacerme dos veces al día en otro centro médico. Se me hacía muy duro sacarme leche porque estaba agotada, aun así me sacaba cada 2 horas durante el día y cada 3 horas en la noche. Y en ese momento no llegaba ni a los 20 ml. No poder tener a mi hija en brazos me estaba dificultando la producción.

La primera vez que saqué a mi hija de la incubadora e hice piel con piel fue mágica, después de tanto tiempo deseándolo, la abracé contra mi pecho, le canté una canción e inmediatamente al sentir su cuerpecito caliente noté cómo me caía la leche por la tripa. Mi cerebro supo que era mi cría y que tenía que alimentarla.

En mi rutina de todos los días estaba hacer piel con piel con Lía y mi producción mejoró mucho. El simple hecho de acercarme a la incubadora hacía que me saliera leche. El problema era que, por más estímulo y extracción poderosa que hiciera, mi hija no sabía qué hacer cuando le acercaba o le metía el pezón en la boquita.

Leí muchísimo, cuando no podía dormir o me sacaba leche me metía en Alba Lactancia para investigar sobre extracción poderosa o relactación. Comencé a seguir grupos de lactancia en las redes sociales.

Me informé mucho, pero sobre todo, tenía muchísimas ganas de darle el pecho a mi bebé. Sabía que tenía hasta los tres meses para que ella no perdiera ese instinto de succión, tenía que confiar en ella y en mí.

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La dificultad para permanecer a su lado, los pezones planos y un frenillo corto en el labio superior que no le permitía evertir correctamente nos estaban poniendo la lactancia cuesta arriba.

A los 15 días conseguí que la mayoría de tomas de bibi las hiciera con mi leche, lo que no conseguía era que bebiera del envase original.

Al mes de estar en neonatos, con 1 kilo 980, la pude traer finalmente a casa. Ahora sí era mía, no tenía que reportar a nadie la cantidad de pis o de cacas ni lo que comía, la podía coger en brazos las veces que quisiera sin preguntar ni pedir permiso. A partir de ese momento los cables, monitores y enfermeras dejarían de ser su madre. Estaba desesperada por cuidar a mi bebé y ser lo único que necesitara.

Los primeros días en casa fueron muy extraños, me sacaba leche, se la dábamos en bibi, intentaba ponérmela en el pecho sin ningún éxito. Cuando estaba durmiendo en la cunita me quedaba mirándola esperando el momento en que se despertara y yo pudiera atenderla. Muchas veces hacía ruido para que se despertara y así abrazarla contra mí. Me tomó tiempo darme cuenta que no había necesidad de hacer ruido para despertarla, ¡la podía coger cuando me daba la gana!

De un día para otro Lía comenzó a comer mucho más y por más extracción poderosa, por más piel con piel que hiciera, no conseguía darle más de tres tomas con mi leche. Cada vez que le preparaba fórmula leía los ingredientes y lloraba, yo sabía que ella necesitaba otra cosa. Sabía que lo más importante era que cogiera peso y creciera. La técnica dedo jeringa la conocí unos meses más tarde, desafortunadamente.

gota de leche le caía por la mejilla. ¡La teta la había empachado! Ese día me volví a convertir en lo que quería y nunca más volví a preparar un bibi. Y unas semanas más tarde, poquito a poquito, sin forzar me quité las pezoneras.

Esta es nuestra historia. Mi manera de enmendar lo que había pasado era con la lactancia. Mi relación conmigo misma y con mi hija no hubiera sido la misma sin la teta.

En el camino conocí y aprendí mucho de mi hija, de mí y de muchos “amigos”. He encontrado complicidad y empatía en desconocidos. En el camino también he escuchado la palabra sacrificio porque nunca dejé a mi hija con nadie que no fuera su padre, porque no me iba a dar paseos para desconectar o para despejarme, porque no dormía. La verdad, es que no lo necesité, sólo necesitaba escuchar mi instinto. Y lo hice, después de suprimir la fórmula hicimos LME hasta los 8 meses. He defendido incontables veces mi lactancia frente a personal sanitario y opiniones obsoletas y desactualizadas con ese mismo empeño.

Repito, ¿sacrificio? De eso nada, la tranquilidad y poder que me ha dado saber lo que hago por mi hija es terapéutico. En este momento soy capaz de aceptar, dejar ir y sobre todo agradecer (también a la fórmula y la incubadora) lo que nos ha tocado vivir.

Hoy, Lía tiene 14 meses, 7 kilitos y medio y sigue con su tetita, enamorada de ella, y yo enamorada de mi Lía.

Desesperada fui a tres matronas diferentes para que me aconsejaran. Duchitas juntas, piel con piel, mimos, tranquilidad. Una de ellas me recomendó el relactador, a Lía no le gustó nunca, también nos recomendó usar una tetina más “compatible” con la lactancia y las pezoneras. Estos eran mis últimos cartuchos.

Una noche, con las pezoneras puestas, listas para trabajar, noté que mi bebé estaba inquieta, restregando la carita contra mi pecho, inmediatamente le ofrecí la teta, se enganchó, dio unos sorbitos y se quitó, exhausta. La niña tenía casi dos meses, seguía siendo pequeñita y era mucho trabajo para ella.

Me pasaba todo el día en casa, en el sofá, con mi hija en brazos enganchada a la teta. No dormía, no salía, no recibí casi nadie en casa, no hacía nada, excepto poco a poco ir eliminando la cantidad de fórmula que le preparaba. Odiaba ese polvo.

Casi con tres meses, una mañana que recordaré siempre, después de estar en la teta, se hizo para atrás, con los ojos medio cerrados, la boquita abierta y una

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Marta I. Sánchez Sanvicente

ALERGIAS ALIMENTARIAS

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UANDO CON SEIS MESES Pablo probó su primera papilla de cereales y se le llenó toda la boca de habones pensé: “Qué horror, le he quemado”.

Como no tuve suficiente al día siguiente, le di un biberón de cereales, sorpresa: ronchas en la boca de nuevo. Es más, sitio que le rozaba la tetina habón que le salía.

En ese momento empezó mi andadura en el mundo de las alergias: Madre primeriza, inculta total en alergias de cualquier tipo.

Tengo dos hijos, Pablo y Mario, de 6 y 2 años respectivamente. Ambos con lactancia materna exclusiva hasta los seis meses, jamás intervino un biberón “pirata”. Han cogido peso, podría decir incluso más de lo normal y desconocemos antecedente alguno de alergia familiar.

Es un tópico que habréis leído y escuchado muchas veces pero para mí es sagrado: “Bendita teta”.

Los comienzos con Pablo fueron muy complicados, primero alergia a la proteína de leche de vaca (APLV), luego trigo y finalmente huevo. Todo fue de forma progresiva, teníamos todo un mundo de comidas por descubrir pero menos mal que siempre teníamos a la “teti”.

Hasta ese momento Pablo había dormido muy mal se retorcía, lloraba, tenía fuertes brotes de piel atópica.

Hice dieta estricta con él hasta los 20 meses que se destetó, mejorando notablemente.

El hacer dieta con él me ayudó mucho a leer etiquetas concienciar a familiares y amigos, buscar nuevas recetas…

Y si de algo sospechábamos o no nos inspiraba confianza pues a la teta y a otra cosa.

Con Mario todo es diferente, salvo la teta que sigue estando aquí para todo. A diferencia del hermano siempre ha dormido bien (todo lo que se le puede pedir a un bebé lactante), no tiene piel atópica ni ha tenido molestias.

Nada me hacía sospechar aunque estaba muy alerta.

Con seis meses y medio Mario probó un helado, ¡ni os imagináis qué ilusión me hacía! Minutos después toda la comisura de la boca era un mapa, pensé: “Estará demasiado frío”. Pero yo sabía que no, efectivamente: alergia a PLV y huevo.

El conocimiento de la alergia de Mario coincidió con la superación positiva de Pablo a los cinco años. Empalmamos en casa una alergia con otra, pero ya estábamos concienciados.

Con el pequeño no hay dieta para mí, nunca le afectó. Y como dicen: “Lo que se tolera no se quita”.

He comido y como de todo, quitando un brote de piel atópica de este invierno, duerme estupendamente. Coge peso que da miedo, y si algo no nos inspira confianza… ¡a la teta y a otra cosa!

Tetas y alergias, alergias y teta: Me han dado confianza, mucha confianza en mí. El saber que les estoy transmitiendo lo mejor, lo más seguro para ellos, lo más sano.

Ante cualquier duda : teta.

Ante cualquier dolor : teta.

Ante cualquier falta de incomprensión : teta.

Si algún día mis hijos llegaran a leer esto: gracias, gracias por habérmelo puesto tan, tan fácil.

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INTOLERANCIA A LA LACTOSA Y ALERGIA A LA PROTEÍNA DE LECHE DE VACA María Verónica Pleguezuelo Ramos Médica Interna Residente de Medicina Familiar y Comunitaria y madre de un niño alérgico a la proteína de leche de vaca.

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A ALERGIA a la proteína de la leche de vaca y la intolerancia a la lactosa se suelen confundir una con otra ya que pueden compartir algunos de los síntomas, sin embargo, son dos afecciones totalmente diferentes que afectan al cuerpo de manera distinta. Esta confusión puede tener consecuencias graves si por error le damos una leche sin lactosa a un niño que en realidad es alérgico a la leche.

Intolerancia a la lactosa La alergia a la lactosa no existe como tal. La lactosa no es toda la leche sino un azúcar que se encuentra en la leche y que puede causar a veces síntomas digestivos provocados por la incapacidad de digerirla.

Aunque popularmente se usan por igual alergia a la leche y alergia a la lactosa, esto último es un error.

La lactosa, para absorberse desde el intestino, sufre la acción de una enzima llamada lactasa. Algunas personas no tienen suficiente cantidad de lactasa y no pueden digerir la lactosa; esta permanece en el intestino, no se absorbe y da lugar a diarrea y dolores tipo cólico.

Esta reacción no es, por tanto, de tipo alérgico, sino digestivo.

La intolerancia a la lactosa de los niños suele aparecer a causa de alguna infección intestinal. La infección causa una lesión en las capas internas del intestino, y se pierde la

enzima lactasa. Hasta que se repara esa lesión y se recupera la enzima, el niño presenta intolerancia a la lactosa, que se solucionará en unos días.

Hay un número muy reducido de bebés que pueden tener un déficit congénito, una falta de la enzima lactasa desde el nacimiento que puede ser de dos tipos: - Déficit congénito de lactasa: extremadamente rara, se trata de una alteración genética que hace que el niño no sea capaz de producir lactasa. Los síntomas comienzan en los primeros días de vida y son graves: anorexia, vómitos, diarrea, irritabilidad, pérdida de peso, distensión abdominal y malnutrición grave. Las heces son ácidas, acuosas o espumosas, explosivas y producen irritación glútea.

En los lactantes con intolerancias congénitas a la lactosa la lactancia materna está contraindicada y deben tomar fórmulas artificiales especiales.

- Hipolactasia del pretérmino: es una intolerancia transitoria a la lactosa que se presenta de forma ocasional en los prematuros, como consecuencia de que su nacimiento se produce antes de que su aparato digestivo esté lo suficientemente maduro, los síntomas pueden ser más o menos intensos en función de esta inmadurez y se resuelven cuando la edad

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gestacional corregida alcanza las 38-40 semanas. Las madres de estos niños pueden extraerse la leche de forma manual o con sacaleches para mantener la producción y, de acuerdo con el pediatra y bajo su supervisión, podrán amamantar a su hijo cuando el cuadro se solucione.

Alergia a la proteína de la leche de vaca (APLV) La leche de vaca contiene muchos ingredientes diferentes, entre ellos proteínas como la caseína y el suero, azúcar de la leche (llamado lactosa) y grasas.

La APLV es una alergia alimentaria, lo que significa que el sistema inmunitario reacciona de forma exagerada ante una o más proteínas presentes en la leche de vaca. La reacción alérgica se produce porque el sistema inmunitario identifica las proteínas presentes en la leche de vaca como “dañinas”, cuando de hecho deberían ser inocuas y produce unos anticuerpos especiales que son los que desencadenan la reacción alérgica.

Existen dos tipos de APLV según el mecanismo inmunológico que las cause: - Alergia a la proteína de leche de vaca IgE mediada: ésta es la alergia clásica, se diagnostica mediante una

analítica de sangre, usualmente la reacción aparece antes de una hora, a veces en muy pocos minutos, tras tomar las proteínas de la leche de vaca (aunque puede haber excepciones) y las manifestaciones habituales son ronchas en la piel que pican mucho, pero también puede producir inflamación de las vías respiratorias con dificultad para respirar, hinchazón de los labios y párpados o pitos en el pecho porque los bronquios se cierran y cuesta respirar. En los casos más graves se puede producir la temida reacción anafiláctica.

- Alergia a la proteína de leche de vaca no IgE mediada: también conocida como intolerancia a las proteínas de la leche de vaca, está causada por otros tipos de anticuerpos diferentes a la IgE o ciertos glóbulos blancos que pueden producir también una reacción alérgica, generalmente de aparición más tardía (en horas o días) se manifiesta con vómitos, diarrea, sangre en las heces, cólicos del lactante, piel atópica, episodios de sibilancias recurrentes, etc.

El tipo de síntomas, el tiempo que tardan en aparecer y la canti-

dad necesaria para dar síntomas orientan sobre la causa con IgE o sin IgE. La manera de saberlo con seguridad es hacer pruebas en piel y analítica de sangre. Con que salga positividad en una de ellas, se dice que la alergia es mediada por IgE. Para decir que no es mediada por IgE han de ser normales las pruebas, y normal la analítica, los dos resultados.

Debemos saber que la alergia se va desarrollando sin dar síntomas hasta que alcanza un nivel a partir del cual aparecen los síntomas evidentes. Hay que tener en cuenta que cada persona tiene un límite individual a partir del cual se produce la reacción alérgica. La alergia por IgE aparece con poca cantidad, normalmente menos de 100 mililitros de leche o su equivalente, puede aparecer con cantidad mínimas, como una gota, con trazas simplemente, o con contacto sin llegar a tragar el alimento. La alergia sin IgE suele necesitar más cantidad, normalmente más de 100 mililitros de leche o su equivalente, a veces se necesitan varios litros, cantidad que se alcanza tras tomar leche o derivados durante varios días. Esta cantidad mayor es la regla habitual, pero no se cumple siempre: hay niños con alergia sin IgE que presen-

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tan síntomas con solo las trazas que toman a través de la lactancia materna. Esto hace que algunas madres de niños alérgicos deban hacer una dieta completamente exenta de leche y derivados (incluyendo las trazas), otras puedan tomar sólo trazas, y otras no necesiten eliminar de su dieta los lácteos.

El tratamiento es “sencillo”: consiste en eliminar de la dieta del niño y de la madre (si el bebé está lactando) la leche de vaca y sus derivados, así como la leche de cabra y de oveja, pues son similares a la de vaca. Esto supone la exclusión de la dieta de muchos alimentos preparados de consumo habitual y requiere aprender a leer el etiquetado, cosa que al principio puede ser difícil, por suerte la leche es un alérgeno de declaración obligatoria, por lo que si un producto contiene leche o un derivado debe aparecer en la lista de ingredientes resaltado. Esto no es así con la posible presencia de trazas, de modo que es necesario asegurarse de que los productos declaran las trazas. Para hacernos más fácil la vida a las mamás de niños con esta alergia puedes informarte en el grupo “los básicos de APLV – España”, donde encontrará más información y productos seguros para tu hijo.

REFLUJO: EL INVITADO INDESEABLE QUE DESPIERTA A TU BEBÉ

nacidos, lo aceptaba con resignación, aunque no sin extrañarse por el hecho de que los signos del hambre del bebé comenzaban directamente en el llanto desesperado. Entonces lo cogía y lo ponía al pecho, al que se enganchaba con desesperación.

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ER PADRES IMPLICA, entre otras muchas cosas, incorporar una serie de conceptos recurrentes a nuestro diccionario de uso frecuente. De pronto, los padres nos sorprendemos manejando con soltura términos como meconio, frenillo, cólico, percentil, LME, AC, BLW, etc. Son conceptos con los que acabamos familiarizándonos, ya sea por experiencia propia o por una cercana. El reflujo es uno de ellos, aunque solo los que lo viven en casa saben realmente que implica algo más que unos vómitos en el bebé.

El reflujo es un invitado inesperado y muy molesto que complica bastante la lactancia en los ya de por sí agotadores primeros meses de vida del bebé. Los pediatras y matronas nos advierten con frecuencia de lo inmaduro de su sistema digestivo, hecho que da lugar a gases, vómitos y a molestas digestiones en nuestros hijos. Pero nadie nos advierte de que ciertos niños pueden llegar a padecer las molestias de acidez con las que muchas embarazadas lidiamos a lo largo del embarazo. ¿Te imaginas esa sensación de ardor después de comer en un pequeño bebé de apenas un mes? Pues existe, se llama reflujo y puede amargar literalmente los primeros meses de vida de tu pequeño (y, por extensión, a sus padres).

En nuestro caso, pudimos detectarlo a los dos meses de vida, aunque los síntomas estaban ahí desde el principio. El niño no toleraba la posición horizontal en la que los padres nos empeñamos que pasen nuestros bebés la mayor parte del día. Al principio, los síntomas parecían relacionarse con el hambre y lo que parecía ser un bebé de “alta demanda”. Mamaba una y otra vez (con las largas tomas que caracterizan a los recién nacidos) con descansos de entre 15 y 20 minutos en los que ni siquiera parecía dormir tranquilo.

Un sueño muy agitado El patrón siempre era el mismo: soltaba el pecho satisfecho y dormido y, tras unas palmaditas en la espalda para que soltara el aire, lo colocábamos en la cuna o el moisés. Parecía extasiado. Catatónico. Profundamente dormido. Pero tras unos minutos en este estado, comenzaba el baile: movimientos acompañados de gemidos, gruñidos e incluso gritos que acababan desencadenando en llanto. “¿Así es el sueño normal de un recién nacido?”, nos preguntábamos. Ahora sabemos que no.

Una servidora, advertida de las crisis de crecimiento y la frecuencia de las tomas de los lactantes recién

Pero había algo que nos llamaba poderosamente la atención: nuestro bebé arqueaba la espalda llevando la cabeza hacia atrás de manera exagerada cuando estaba tumbado e incluso al dormir sobre nuestro hombro. “Ese niño se va a tronchar la espalda”, nos decían. Pero era la postura en la que él mismo se iba acomodando.

Un círculo vicioso: comer para aliviarse La situación se fue agravando y consultamos con varios pediatras. Una vez descartados los cólicos (esos llantos que nadie sabe explicar muy bien y que funcionan como cajón desastre de los diagnósticos). Hasta que uno dio con la tecla, orientado por dos síntomas que describía como “clínicos”: el llamativo babeo del bebé (que nosotros pasamos por alto) y los opistótonos (ese movimiento de arqueo del que sí nos habíamos percatado). ¡Pero si nuestro hijo apenas vomita!

Tenía reflujo oculto, menos escandaloso y, por tanto, más difícil de intuir, pero igualmente fastidioso.

Y de pronto, todo empezó a encajar: al finalizar cada toma tumbábamos a nuestro bebé profundamente dormido. Tras unos minutos de digestión, los ácidos del estómago rebosaban la todavía inmadura válvula que conecta con el esófago y esto le provocaba un insoportable ardor que terminaba por despertarlo.

Pero había algo que todavía no nos cuadraba y que había retrasado el diagnóstico: nuestro bebé ganaba peso de manera extraordinaria (¡hasta 600 gramos por semana!). Entonces el pediatra nos contó que algunos bebés con reflujo calman los ardores comiendo más, lo que da lugar a un círculo vicioso que, sumado a que los vómitos no eran excesivos, facilitaba el aumento del peso.

Despejada la incógnita comenzamos con el tratamiento: un medicamento de fórmula magistral que aún tardaría días en hacer efecto y medidas posturales que incluían mantener a pequeño en posición vertical durante 30 minutos tras cada toma. ¡Qué noches más entretenidas! Aunque lo cierto es que ya solo comenzar con estas medidas, elevando el cabecero de la cuna y practicando el porteo durante el día, supuso un gran alivio para el pequeño. Se terminaron los gemidos al dormir y los despertares abruptos.

Después vino el segundo capítulo: a veces el reflujo del bebé puede venir causado por otros factores, como una alergia alimentaria o un frenillo sin diagnosticar. Pero esa ya es otra historia… Lo importante es que habíamos descubierto a ese hombre del saco que despertaba a nuestro bebé.

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Naiara Miras

QUERIDO PAPÁ AUSENTE

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E TE ESCAPA la infancia de tus hijos y no te das cuenta.

Dejas que tu mujer dedique el mil por cien de su capacidad física y mental al cuidado de los que son también tus hijos, porque poco a poco te has ido acomodando y ya te va bien la no preocupacion.

sea. En cambio, yo he pasado por cuatro mastitis, varios constipados, infecciones brutales de garganta que me han dejado sin poder ni hablar, con fiebre y el agotamiento infinito de cada dia...y ¿dónde estaban mis hijos entonces? Conmigo en todo momento, sin ni siquiera poder descansar, ni media hora, siempre hay algo que atender o darle teta al bebé, porque no sabes qué hacer con él a los 20 minutos.

Pero además de obligaciones hay infinitas alegrias, descubrimientos, hazañas, nuevas palabras, miles de preguntas y momentos que se escapan de tu vista y de tu poder y que jamás los podrás recuperar.

Y no hablemos de todas las noches infinitas en las que duermes sin darte cuenta de las mil veces que se despierta el bebé o la mayor, mientras yo los calmo, doy teta y biberón, tú duermes.

Y todo porque, aun estando ,vives ausente la vida de tus hijos y la vida que ha creado tu mujer junto a ellos.

No sólo de trabajo vive el hombre, la mujer puede vivir , trabajar, ser madre y padre a la vez y criar a sus hijos y disfrutarlos cada día. Tú como padre vives limitado a lo que tú quieres, pones márgenes y no aportas soluciones, te pierdes el camino que recorren tus bebés y, en un futuro no muy lejano, llorarás por dentro sin remedio y sin poder volver atrás donde, por suerte, estás hoy. Y sólo en tus manos está el poder de abrir los ojos y cambiar tu mundo.

¿Y dónde estás cuando te necesito? una madre puede y es capaz de todo y no debería pedir ayuda o compartir tareas, eso debe salir de cada uno, te repito que te quiero y tus hijos te adoran y eres un buen padre, pero te limitas y esto agota y debilita.

Yo te quiero con locura pero eso no quita que no vea esta situación que te limita, te impones dos únicas tareas y todo lo demás te sobra, te da pena trabajar tanto y no tener más minutos para tus hijos pero, cuando dispones de ellos, siempre hay algo más que no te deja ver la realidad, el futuro, la imediatez de la diversión, de la fusion entre tus dos hijos, los momentos que nunca volverán.

Yo doy teta, doy biberón, cenas, meriendas, comidas, desayunos, cambio pañales, visto a los niños, los baño, juego con ellos, los educo,les enseño todas las cosas de la vida, y ¿qué haces tú?

Además, aspiro la casa, limpio el lavabo, recojo cada día mil veces los juguetes, me ocupo del perro, del gato, de lavar la ropa, tenderla, doblarla y guardarla.

Tú únicamente te dedicas a cocinar, que muchos pensarán que tengo suerte, y yo pienso que menos mal que de algo se ocupa, porque si no...

Cuando tienes un mínimo dolor de algo o simplemente estás cansado, te aislas, duermes, decansas y ni siquiera oyes a los niños porque intento que así

Deberíamos poder compartir obligaciones, incluso las mentales: qué medicación toman los niños, qué hay que poner en sus mochilas, cuándo toca revisión en el pediatra, qué ropa toca comprar, qué van a cenar hoy los niños, dónde están los pijamas, hoy toca baño o no?!?...y podría seguir con infinidad de cosas que sólo llevo yo, en la cabeza y de las que sólo me ocupo yo. Es injusto y agotador.

Me entristece ver como se te pasa el día, el tiempo,las horas y los años, yo los disfruto, los sufro y los vivo, todo ese tiempo.

Te aviso para que estés atento, quizás cambie tu percepción o no, pero al menos yo viviré tranquila por haberte avisado.

Abre los ojos y vive tu familia.

Querido padre ausente vuelve en sí.

Dedicado a todas las madres que no quieren o no se atreven a decirle a sus maridos la realidad y a todos esos padres que están abiertos a escuchar y a cambiar y mejorar sus vidas y sus familias.

- MamiSelfie by Naiara Miras @mamiselfienay https://www.facebook.com/mamiselfienay/

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María Castañeda Asuero

PREJUICIOS EN LACTANCIA GEMELAR

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L OTRO DÍA EN UNA TIENDA VI un libro sobre gemelos y allá que fui a echarle un vistazo. <<Vas con la escopeta cargada>>, me dice mi pareja. Encontré la parte dedicada a la lactancia. Libro de 130 páginas centrado en el embarazo y el primer año de vida y sólo se le dedican dos a la lactancia materna: mal empezamos.

Lactancia materna: al final de las dos páginas se dice “la leche materna es lo mejor”, y te hablan de la postura más habitual con gemelos, sólo una. Hasta llegar ahí todo está escrito en un tono paternalista y negativo: “si te decides a intentarlo, es duro, estarás agotada, dar de mamar a gemelos en público quizás llame demasiado la atención, pero puedes hacerlo, hay gente que lo hace” (aquí le faltaba decir que son cuatro locas a las que les gusta enseñar las tetas en público), “es habitual no conseguirlo cuando son gemelos”, etc. Sólo un par de fotos: una dando de mamar a los dos a la vez y otra dando el pecho a uno solo, en las dos sale la madre sola.

Y llego a la parte de biberón, también dos páginas, y el tono en el que está escrito es positivo desde la primera frase: “la leche maternizada actual es un alimento ideal y seguro, cubre todas las necesidades de tus bebés, así que no te preocupes si no das el pecho, es una alternativa estupenda”. ¿Leche “maternizada”? ¿Qué pasa? ¿Qué lo de leche de fórmula o leche artificial puede herir sensibilidades y es mejor confundir? Porque “leche maternizada” suena muy parecido a “leche materna”. Habla de cómo preparar los biberones, de los numerosos tipos de tetinas existentes en el mercado, etc. En este caso las fotos son de tetinas de biberones, tan limpias, y con una luz tan chula que me entraron ganas de poner tetinas en mi vida de forma urgente, y de una pareja, mamá y papá, vestidos estupendamente, maquillada ella, cada uno a un lado de la mesa dando el biberón a cada uno de sus

recién nacidos. Que sí, que voy con la escopeta cargada, pero me da a mí que esa foto encierra otra de las excusas para dar el biberón: supone la liberación de la mujer y facilita el apego con el padre, ¡bienvenida al feminismo mal entendido! Comparo esa foto de familia idílica con el recuerdo que tengo de mi pareja y mío durante la cuarentena, sin ducharnos a diario, comiendo frutos secos y yogur líquido durante días porque era lo más rápido, y claro, si no estuviera concienciada podría pensar <<María, has hecho el canelo dando teta>>. ¿Que para que cuento esto? Porque estoy harta de paños calientes y justificaciones para las madres de gemelos. En mi embarazo no paré de oír <<No pasa nada si no puedes darles el pecho>> y a muchos familiares de madres de gemelos todavía les oigo eso de <<Claro, como eran dos no pudo>>. ¿Qué no pasa nada? A ver, no se va a abrir el cielo y va a salir un rayo que te fulmine y que además te diga “Eh, tú, madre con bibi, arderás en el infierno”. Pero pasar, sí pasa. Pasa que como todo en la vida tendrás que aceptar lo que sucede y las consecuencias (haya sido decisión tuya o no), y la diferencia entre dar biberón o teta está científicamente demostrada. Yo antes hacía deporte y ahora no, pues lo que pasa es que tengo que aceptar que mi condición física no es la misma que antes, y los que hacen deporte no hacen que me sienta mala persona. ¿Que “como son dos no se puede o es muy difícil”?

Pues van a ser dos para todo en la vida, que los pañales también se los tienes que cambiar a los dos, ¿qué haces, dejas el pañal cagado a uno de ellos porque es difícil hacerlo con dos?

Sé que si yo no hubiese dado el pecho también me diría esas mismas excusas, pero por lo menos dejemos que las madres que dan biberones sean libres para en-

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contrar su propia forma de aceptar lo que han decidido o lo que les ha sucedido.

En mi opinión si empezamos con el “no pasa nada”, “como son dos será más difícil” creo que estamos predisponiendo a esa madre a no dar el pecho. Así que si tienes cerca a una embarazada o madre de gemelos anímala, dile que va a poder, que se va a alegrar, que hay muchas mujeres que dan el pecho a gemelos, que vas a estar ahí para ayudarla, que los problemas a los que se va a enfrentar son los mismos que una madre de uno pero multiplicado por dos y que dar la teta a dos en público mola un montón, digan lo que digan.

Me preguntaba una y otra vez (sintiéndome muy culpable). ¿Por qué lo he operado? Ha sido peor el remedio que la enfermedad…

Esa noche fue desesperada y mi pequeño no tenía consuelo… Hasta las 12.00 del día siguiente no conseguí que mi pequeño volviera a tomar mi pecho.

Comenzamos los ejercicios de recuperación y tres semanas después mis grietas habían desaparecido, ya no me dolía. no podía creérmelo, lo había conseguido. mi pequeño, para entonces, tenía ya tres meses.

A día de hoy, llevamos 13 meses de lactancia exitosa. mi pequeño es feliz con su teta y todo ha sido posible a este grupo y sobre todo a mi constancia y a mis ganas…

Mi madre siempre me decía “querer es poder” esto me lo repetía yo una y otra vez… yo quería dar teta yo podía dar teta… me costó lo mío, pero hoy tengo mi recompensa.

Ilustración María Merino

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Las historias de Dabir siempre enseñaban algo; una vez le habló a sus alumnos sobre la cadena alimenticia y todos se rieron mucho cuando el cachorro de león, que siempre tiene hambre, propuso hacer unas prácticas…, bueno, se rieron todos menos Apara el ñu, que no le veía la gracia por ningún sitio.

“SIN MÁS” cuento Fátima Cabrera

Un día, comenzó a contar la siguiente historia que, según él, ocurrió hace mucho, mucho tiempo: “¿Sabéis lo que es el respeto?” –preguntó Dabir; los chic@s contestaron con más o menos seguridad lo que entendían cada uno por respeto; a Dabir le gustaba mucho escuchar a sus alumnos.

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L BÚHO DABIR era el profesor de todos los animales de la zona. Su clase estaba instalada bajo la sombra del árbol más grande en todo el horizonte a la redonda; su tronco era tan grande que no existían animales suficientes para crear una cadena alrededor de él. Llevaba allí más tiempo que ningún otro árbol y que ningún animal, por ello lo llamaban El Gran Árbol –los animales nunca han sido buenos poniendo nombres originales, eso a ellos les da igual-.

A las clases de Dabir acuden todos los días cachorros de leones, hienas, tigres, jirafas, elefantes, mariposas, mosquitos, hormigas, escarabajos, mandriles,… y todos escuchan lo que Dabir cuenta, pues es muy buen narrador –aunque, a veces, se pone un poco pesado con sus historias de polluelo-.

“Os contaré una historia sobre cómo todos los animales del horizonte a la redonda y fuera de él aprendieron que la única forma de crecer como tribu era el respeto. Ya os he hablado en otra ocasión que, hace mucho tiempo, hubo una gran sequía que puso en peligro a todos los animales ya que, sin agua, no hay hierba y sin hierba no hay animales. ¿Os acordáis de la cadena alimenticia?” –dijo Dabir con sonrisa burlona y guiñando un ojo a Apara. Todos comenzaron a reír, todos menos Apara, claro está que seguía sin verle la gracia al chiste.

“Fue tan grande y tan larga aquella sequía…” –prosiguió Dabir-, “…que el suelo se resquebrajó, los ríos y lagos se secaron, no había ni un solo sitio en el que beber y refrescarse, El Gran Árbol perdió todas sus hojas, fue horrible. El número de animales se redujo tanto que hubo especies que quedaron al borde de la extinción.

Los animales del horizonte a la redonda y fuera de él entendieron que tenían una gran responsabilidad pues sus crías serían los pobladores del futuro, de ellos y de su educación dependía cómo sería el mundo mañana y esto era un asunto que no podía mane-

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jarse a la ligera y más en una situación como la que estaban viviendo, así que decidieron crear un código que todos los animales debían respetar, algo así como unas normas que todos debían cumplir para criar a sus cachorros, si querían hacerlo bien.

Llegó el día de la reunión bajo El Gran Árbol, y vinieron animales de todo tipo y de todos los rincones: perros, gatos, caballos, elefantes, ratones, tigres, loros, osos polares, cigüeñas, orangutanes, leones, hipopótamos, ranas, pingüinos,… era algo nunca visto y que nunca más ha vuelto a suceder.

Todos estaban de acuerdo en que criar a sus cachorros era algo muy importante para ellos y para el horizonte a la redonda y fuera de él, pero en lo que no parecía que hubiera acuerdo era en cómo debían de hacerlo. “Las crías deben ser autónomas lo antes posible, eso es bueno para la comunidad”- proclamó la abeja reina acompañada de 3 de sus crías, abejas obreras de 10 días de edad; “¿Eso cómo va a ser? Las crías deberán permanecer sin separarse de sus madres, como mínimo, un año. Si no tienen bolsa como nosotros los canguros, se fabricarán una” – dijo la hembra de canguro mientras llevaba en su bolsa a su cría de 7 meses; “¿Y cómo hago eso yo? –exclamó la mamá elefante. “Sólo deberán criar los que sean parejas de machos y hembras y que, además, lo sean por mucho tiempo” –prosiguió el pingüino. “¿Para qué?

Si la “pingüina” se va por ahí a los dos días” –replicó la osa panda. “Claro, tú como eres tan zen, todo tranquilidad, tan moderna comiendo bambú, todas no podemos estar así todo el día” –dijo la leona. “¿De qué te quejas?, has querido ser madre sabiendo que el león no iba a estar contigo; es complicado entre dos…” –le respondió la mamá antílope mientras el papá antílope asentía.

que dejaron de prestar atención a todo aquello que les rodeaba y, en concreto, a una nube tan grande y tan negra como hacía muchísimo tiempo no habían visto, que comenzó a descargar con toda la furia y fuerza de la Naturaleza creando al momento una inundación ante la imposibilidad del suelo de absorber tanto líquido de golpe.

La fuerza del agua era enorme y arrastró todo lo que encontraba a su paso, incluidos a los animales que se encontraban reunidos bajo El Gran Árbol. La angustia era tremenda, el bullicio y la crítica había dejado paso al único sonido ensordecedor del agua, de la Naturaleza en acción. Los animales intentaban agarrarse a lo que encontraban a su paso, pero eran muchos. Poco a poco, fueron poniendo a salvo a sus crías y cachorros como pudieron sacando la fuerza que sólo conocen los papás y mamás cuando se trata de sus crías.

Sin ni siquiera pensarlo, empezaron a ayudarse unos a otros, la hiena acercó un palo para que la gata y su cachorro treparan, un lémur se sujetó a la rama de un árbol con su larga cola y se descolgó para poner a salvo a una cría de koala y a su mamá, el canguro de una patada tiró un gran tronco que sirvió para que varios animales se agarraran a él y pudieran alcanzar una zona alta.

Cuando por fin todos estaban a salvo y comprobaron que sus cachorros estaban bien, levantaron la cabeza y se miraron unos a otros y sólo vieron eso: padres y madres que sólo buscaban lo mejor para sus cachorros, todos distintos pero todos iguales, todos una única tribu criando a la futura generación. Así que sin que nadie dijera nada comprendieron que todos estaban haciendo lo mejor para sus respectivos cachorros y así comenzaron a respetarse los unos a los otros, sin más.

Todos los animales comenzaron a criticarse unos a otros, creando una algarabía y un bullicio tan grandes

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‘Otra vez me toca’ Letra Pasodoble ‘Otra vez me toca’ Comparsa “Los Campaneros” Kike Remolino COAC 2018

Otra vez me toca, yo como si nada me dispongo hacerlo, y de nuevo siento miradas clavadas, yo sigo a lo mío, pero en mis oídos hay leguas viperinas, que hace que se revuelvan mis cinco sentidos, no tendrá otro sitio, que se ha creído esta, aquí en medio la calle, valiente sinvergüenza, será una cualquiera, no tiene conciencia, le gusta exhibirse y que todos la vean, repito sin pensarlo, donde pille lo hago, no tengo que esconderme, si ven un insulto pa mi es un regalo, en cuanto me lo pida otra vez se lo entrego, ya sea en pleno parque, una terraza cualquiera, o en el parlamento, es mi cuerpo y es mis ideales, ahí mando yo, no es ningún capricho, por mi amor mas bendito, por luchadora lo necesito, y si a usted le molesta, yo así lo reivindico carretera y manta, a mi me da mas miedo aquellos que ante esto, al verlo, se espantan es, es mi vida, no existe estampa mas bella para una madre, que acurrucarlo en mis brazos, y amamantarle, no miro en que sitio le entra hambre, tu que tienes en tu mente tan retorcia, dime que tienes para ver con malos ojos, lo que fue siempre la señal mas grande de cariño, sigue mirando como le doy, el pecho a pecho a mi niño.

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- Mama Happy -

BABY BLUES vs MATERNITY BLUES

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URANTE EL EMBARAZO SUELES PENSAR QUE LO TIENES TODO CONTROLADO, que eres fuerte y que todo va a ir bien pero no siempre el puerperio es como te esperabas o te habían contado.

La “mayoría” de mamis lloramos de emoción cuando cogemos al bebé en brazos nada más parir. Sin embargo es un llanto alegre de tener entre tus brazos a esa vida que se ha formado dentro de nosotras. Es un llanto de emoción de estar juntos por fin y de no poder expresar con palabras todo lo que sientes por él/ella.

Durante el embarazo te repites a menudo “entraremos 2 y saldremos 3” o “ sé que la vida me va a cambiar pero tengo tantas ganas”....sin embargo, no siempre está organizada la salida. Me refiero a que hay algunas mamis que al recibir el alta médica ella y su bebé están solas, cansadas y débiles tras el parto, deben recoger sus cosas de la habitación, coger a su bebé y abandonar el hospital solas casi por la puerta de atrás; llegar a casa (como puedan) abrir la puerta y sentirse profundamente solas a pesar de tener pareja y familia pero como piensan que eres autosuficiente para qué van a acompañarte en este momento que total “todas hemos parido”.

Esa nueva mami, se dejó o no, antes de dar a luz, la habitación del bebé preparada, pero ¿por dónde empezar? ¿qué hago primero? ¿debería soltar al bebé? Y mira a su alrededor..y se ve tan sola que no entiende nada y se viene abajo. El/la bebé empieza a llorar, lo toma en sus brazos pero no se calla, ella está cansada..le duelen los puntos..o la cesárea..está débil y el/ la bebé cada vez llora más fuerte; será hambre?¿ no tengo leche?¿ no se engancha y no calla..tiene ganas de ducharse, de ir al baño, tiene sed pero tiene que deshacer la maleta...y el bebé no calla..así pueden estar horas..ella intenta llevarlo bien “sabía que esto podía pasar” y “es fuerte” pero no sabe qué tiene

que hacer. Nos dan el alta sin las instrucciones de qué hacer en cada caso y lo único que le sale a esa madre es coger a su bebé, abrazarlo y decirle que van a tirar para adelante.

Llegan los familiares y todos dan consejos pero nadie te ayuda. Tienes ganas de que se vayan pero te falta valor y cuerpo para decirlo. El padre de la criatura, como si no fuera con él la cosa. Y un día y otro y otro más intentando volver a la normalidad cuando todo ha cambiado y caes en la más profunda tristeza.

Afortunadamente la mayoría de estas mamis salimos adelante por nosotras mismas de este bajón. Otras necesitan ayuda de especialistas o grupos de ayuda.

Esta tristeza postparto o baby blues no es una depresión postparto. Sin embargo, tienen similitudes y es importante diferenciarlos.

La tristeza postparto o baby blues es una alteración emocional que conlleva sentimientos de tristeza, frecuentes ganas de llorar, angustia, irritabilidad y muchos cambios de humor. La depresión postparto es un estado depresivo que puede presentar síntomas negativos hacia el bebé. Incapacidad de cuidar de sí misma o del bebé o falta de interés hacia el mismo.

Normalmente suele ir acompañada de falta de apetito; concentración; alteraciones del sueño; retraimiento e incluso sentimiento de culpabilidad.

Asi que, ambos síndromes se parecen pero son diferentes.

Lo importante es que tengas claro que cada madre y su bebé tienen su propio ritmo. No permitas que nadie cuestione tu manera de llevar TU MATERNIDAD. Porque es algo que solamente te incumbe a ti y a tu bebé.

Carmen Alvarez - Mama Happy -

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PARIMOS Y NOS ABANDONAN… Mercedes Moyano Gala

C

UANDO HICE uno de mis numerosos comentarios sobre esta cuestión, Cris me planteó escribir sobre ello para el siguiente número de la revista… Sólo he escrito una vez ya que me da mucho respeto hacerlo y más aún cuando muestras tus entrañas…

Este artículo no tiene base científica ni datos estadísticos, en definitiva, no tiene ningún rigor en el campo de la investigación, al igual que otras tantas cuestiones que afectan a las mujeres ya que no se habla de ello, no se investiga…. Simplemente, no les importamos a este sistema patriarcal, acabamos de verlo con la sentencia de “la Manada”.

A pesar del “deficiente rigor científico” que pueda tener el presente artículo, sé que muchas de vosotras os sentiréis identificadas con lo que os cuente y por ello, escribo sobre el “abandono tras parir”, es más diría, sobre el abandono desde el mismo momento en que te quedas embarazada. He de subrayar que obviamente, hablo principalmente desde mi experiencia personal, que por desgracia coincide con sentires de muchas mujeres del grupo de lactancia, amigas, etc.

Mi embarazo fue difícil de alcanzar a pesar de mis recientes 39 años aquel día que entré por primera vez en la clínica y elegí ser madre en solitario. Se podría decir que en gran parte, el trato fue correcto. Sin embargo, siempre hay esa mirada

paternalista aunque quizás algunas digáis: “pero qué exagerada, si mira qué bien la trata y qué cercano es”. No, disculpa, una cosa es que sea atento y otra que el ginecólogo te coja de la muñeca y te lleve a la consulta diciéndote: “Vamos Merceditas, vamos a ver cómo está ese útero”. ¿Perdone? Señor, es un doctor que ha de tratarme de igual a igual, no infantilizarme, por llamarlo de alguna manera en una situación en la que tú eres la que está en una posición inferior, sobre todo, emocionalmente hablando.

Desgraciadamente, una cuestión es la faceta profesional y otra la humana del personal sanitario dedicado a los embarazos/partos/ postpartos así como los recursos y las herramientas que proporciona el sistema. Puede ser que durante el embarazo sí nos tengan en cuenta médicamente hablando, si revisarte es verte una vez cada tres meses independientemente de si has tenido pérdidas anteriores o problemas en el embarazo, como fue mi caso. A pesar de ello, se produce una incomprensión y un abandono a nivel emocional de las mujeres embarazadas. Las clases de preparación al parto son escasas y dependen muchas veces de la buena voluntad y fundamentalmente de la suerte, clave en esto de ser mamá: suerte

... el abandono desde el mismo momento en que te quedas embarazada.

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en quedarte embaraza, suerte de que te toque un/a matrón/a amable y con conocimiento, suerte de quién sea tu ginecólogo/a, suerte del equipo que tenga el turno de cuando pares, suerte en el turno tras parir y que no le metan un bibi a tu peque sin ni siquiera preguntarte, suerte en que te recuperes pronto porque te dan el alta, te vas con tu bebé y adiós y muy buenas…. Ahí lo llevas…. Suerte en la tribu que te busques, te encuentres o en la cercanía de ésta…

En definitiva, nuestro bienestar y salud emocional, incluso algunas veces física, desde que decides ser madre depende de múltiples variables, muchas de ellas ligadas a la SUERTE, depende de si dispones o no de una tribu, de otras mujeres, de la buena voluntad de algunos/as profesionales que se preocupan por actualizarse y formarse en lactancia, en partos, en crianza, etc. En un país supuestamente desarrollado a nivel sanitario y tecnológico, donde parir debería ser algo sagrado porque llevamos dentro la continuación de la humanidad, es sin embargo “prostituido”, invisibilizado, instrumentalizado en exceso, personal sanitario desactualizado etc.

Obviamente, no digo que esto sea así en el 100% de los casos, pero ya no solo por mi experiencia sino por todo lo que hablamos entre nosotras, es algo muy extendido.

Mi niña nació en la semana 31, ya que yo sufrí una preeclampsia, acabamos las dos en la UCI. Siempre agradeceré que ese día tuvimos suerte, ese día y esos meses porque

gran parte del equipo de neonatos del hospital donde me fui esa noche de urgencias, era y es maravilloso.

Lo sé, tuve suerte, porque gracias a un familiar me colaron, en la semana 28 vieron que mi peque venía pequeñita. Sii no hubiese sido así, hoy no estaríamos ninguna de las dos contando esta historia. El ginecólogo de la Seguridad Social que me vio previamente nunca consideró que fuera un embarazo de alto riesgo a pesar de mis 40 años, de tres fiv, de un embarazo gemelar hasta la semana 9, hematoma hasta la semana 17, riesgo de desprendimiento de placenta hasta la semana 20, sangrado en la semana 23, etc.

Espero que considerase eso debido a que así lo establecen los protocolos tras los recortes….

Tengo amigas que en el parto, les han provocado tal desgarro que han pasado mucho tiempo para recuperarse, incluso les ha afectado a nivel sexual y a veces, el daño es irreparable. Es la denominada violencia obstetra de la que nadie habla, solo entre nosotras claro, las víctimas.

El volver con tu hijo/a a casa a veces no es sencillo, ya no hablamos de los casos en los tienes que seguir en el hospital porque tú o el peque no estáis bien. En numerosas ocasiones existen problemas con la lactancia,

Es la denominada violencia obstetra de la que nadie habla, solo entre nosotras claro, las víctimas.

con los puntos, con la cesárea, con las hormonas etc. Por todo ello, el sistema debería proporcionarnos asistencia prolongada tras el parto, personal sanitario formado en la lactancia, revisión del suelo pélvico, rehabilitación del mismo y de la faja abdominal, por no decir de apoyo emocional y psicológico ya que no siempre es fácil ser mamá sobre todo, si no se cuenta con ayuda familiar y/o de la pareja.

Así pues, yo os pregunto: ¿ qué podemos hacer para mostrar que para el sistema de salud somos invisibles?, ¿por qué no contamos ciertos miedos / debilidades / traumas / abandonos que vivimos a lo largo del embarazo / parto / postparto / maternidad?, ¿por qué no se habla oficialmente de ese trato tan poco adecuado que recibimos por parte del sistema en general?, ¿no estáis de acuerdo conmigo que esto sucede porque somos mujeres y las mujeres estamos en un segundo o tercer lugar en nuestra

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sociedad?. Reflexiones al respecto, por favor.

Por ello, os animo a que denunciemos y reclamemos cuando no nos sintamos bien tratadas por un sistema que reduce recursos de forma continuada, cuando nos encontremos a pediatras y/o matronas que no están actualizados/as, que nos destrozan en los partos, que tiran por tierra lactancias, etc.

No obstante, no puedo despedirme sin decir una vez más que hay grandes profesionales a nivel técnico y humano, es más, yo tuve esa suerte. Pero, no nos podemos quedar ahí, hablo del sistema y al final, el sistema, como hacienda, somos todos/as. Hablemos, contemos, reclamemos, luchemos por cambiar las cosas, primero por nosotras mismas y en segundo lugar, por nuestrxs hijxs y por el bien común de la sociedad en general, llamadme utópica pero es la única manera de la que sé vivir y al mismo tiempo, enseñar a mi hija que otro mundo es posible...

A

PEGO ES UN TÉRMINO que definió el psicoanalista y psiquiatra John Bowlby para describir el vínculo específico que une al niño pequeño con su madre.

Mary Ainsworth investigó a partir de las premisas de Bowlby y describió tres tipos de apego: seguro, inseguro evitativo e inseguro ambivalente.

Encontró los tres patrones principales de apego primero en presencia de la madre: niños de apego seguro que lloraban poco y se mostraban contentos cuando exploraban en presencia de la madre; niños de apego inseguro, que lloraban frecuentemente, incluso cuando estaban en brazos de sus madres; y niños que parecían no mostrar apego ni conductas diferenciales hacia sus madres.

Diseñó entonces una situación experimental, la Situación del Extraño, para examinar el equilibrio entre las conductas de apego y las de exploración bajo estrés, haciendo salir a la madre y dejando al niño solo.

A partir de los datos del estudio quedaba claro que el niño utilizaba a la madre como una base segura para la exploración, y que la percepción de cualquier amenaza activaba las conductas de apego y hacía desaparecer las conductas exploratorias.

Ilustración SBimbo

¿QUÉ ES EL APEGO? Soledad Pérez-Fadón Llamazares Psicóloga especialista en Psicología Clinica Unidad de Ninos y Adolescentes Instituto de Psiquiatría y Salud Mental Hospital Clínico San Carlos Madrid

En los niños con apego seguro cuando la madre salía, su conducta exploratoria disminuía y se mostraban claramente afectados, el regreso les alegraba claramente y se acercaban a ella buscando el contacto físico durante unos instantes para luego continuar su conducta exploratoria.

Los niños con apego inseguro ambivalente no exploraban cuando estaba su madre, puesto que no se atrevían a despegarse, además se mostraban muy afectados cuando esta se iba, y parecía que no terminaban de decidir qué hacer cuando volvía, vacilaban entre la irritación, la resistencia al contacto y el acercamiento. Y los niños con apego inseguro tipo evitativo exploraban todo el tiempo, no parecían afectados porque su madre se fuera, ni tampoco cuando volvía.

Se ha establecido que la conducta de apego encuentra su periodo álgido entre los 9 meses y los 3 años, las formas de apego se desarrollan de forma temprana y tienen una alta probabilidad de mantenerse durante toda la vida. Esto puede interpretarse también como un periodo crítico, puesto que la mayor parte de las carencias de apego que pueden afectar a la conducta posterior se centrarían en estos años.

El cerebro crece de forma frenética durante los dos primeros años y luego se produce una gran poda

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neuronal, la mayor a la que se enfrenta el ser humano, las conexiones que hayan sido activadas repetidamente durante este periodo son las que van a permanecer, las que no desaparecerán. Además hay que tener en cuenta que antes de los dos años todavía no se ha desarrollado el lenguaje, el hemisferio cerebral que predomina es el de las emociones, para un bebé pre verbal el universo es emocional. Así la formación y destrucción de las conexiones que tienen que ver con las emociones dependen de la experiencia temprana del bebé.

Cuando un bebé nace necesita una persona de referencia cuya función principal va a ser dar protección, pero también dar sentido a la incertidumbre que significa venir al mundo.

Al nacer no tenemos la capacidad de regular nuestras emociones, necesitamos de una figura externa que capte las señales que emite el bebé cuando se producen cambios en sus estados. Estos deben ser entendidos y respondidos por el cuidador permitiendo así al bebé calmarse.

La práctica de determinadas acciones, como pueden ser, por ejemplo, el porteo o el colecho, no garantizan por sí mismas el establecimiento de un apego seguro.

Aunque toda acción que conlleve un contacto estrecho con el bebé favorecerá la posibilidad de detectar las necesidades de este, será el detectarlas y el responder a ellas de forma adecuada lo que desarrolle el apego, y no el mero hecho de pasar mucho tiempo con el bebé encima.

Por lo tanto puede ocurrir que tanto practicando una crianza con apego, como sin practicarla y llevando otro estilo de crianza, se consiga desarrollar un apego seguro o no se consiga.

Entonces, ¿de qué va a depender principalmente el que se establezca un apego seguro?

Hay factores característicos del bebé que influyen y también factores del cuidador, los más importantes: Del bebé el temperamento.

El recién nacido va a ir aprendiendo que los estados que le causan emociones, cuando ocurren en presencia del cuidador, no dan lugar a una desorganización que va más allá de sus capacidades de afrontar la situación. El cuidador está allí para reestablecer el equilibrio. Así se irá desarrollando la conducta de buscar la proximidad física con el cuidador con la esperanza de ser calmado.

Es la dimensión biológica de la personalidad, determinada por la herencia genética, influye en el funcionamiento de los sistemas nervioso y endocrino y en otros aspectos innatos como el nivel de alerta cerebral. Simplificando mucho sería lo que coloquialmente llamamos tener un bebé de alta demanda o uno que no lo sea.

La capacidad de los cuidadores de observar los cambios, momento a momento, en el estado mental del niño, va a ser la raíz del cuidado sensible, lo que es visto por los teóricos del apego como la base del apego seguro.

Por tanto, al ser innato, desde el nacimiento ya es posible distinguir diferentes tipos de temperamento. Así se les puede considerar niños “fáciles” o “difíciles” en términos conductuales.

Es muy importante aclarar que el apego se forma específicamente en aquellos momentos en los que los niños sienten o expresan algún malestar, y a partir del modo en cómo los cuidadores detectan y calman ese malestar. No se basa en la calidad de la atención o el amor de los padres, sino en la comunicación emocional.

¿Por qué influye el temperamento en el establecimiento del apego seguro? Con un bebé de alta demanda o difícil habrá más probabilidades de que el cuidador se sienta desbordado y no sea capaz de detectar y responder de forma adecuada todas sus necesidades. Pero también podría ocurrir que un bebé fácil sea menos atendido o estimulado, precisamente por no reclamar tanta atención del cuidador.

Es interesante por tanto diferenciar el vínculo de apego de otros vínculos posibles. Sobre todo porque hay un estilo de crianza que comparte nombre con esta teoría y a veces se producen confusiones al respecto.

Cuando un bebé nace necesita una persona de referencia cuya función principal va a ser dar protección, pero también dar sentido a la incertidumbre que significa venir al mundo.

Además hay evidencia de que algunas características como el bajo peso al nacer, ser prematuro, y ciertas enfermedades del recién nacido, exigen más cuidados de los padres, y en familias de riesgo pueden llevar a un tipo de apego inseguro.

Por parte del cuidador la disponibilidad psicológica.

Esta característica suele ser definida como un conjunto de: sensibilidad, tolerancia a la ansiedad, aceptación del niño, estimulación contingente, capacidad de anticipación, capacidad de equilibrar el control y autonomía del niño (esta disponibilidad podrá verse

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Para poder explorar el entorno y desarrollarse de forma adecuada.

alterada por la existencia o no de depresión postparto, por los niveles de estrés, por las situaciones vitales anómalas, etc).

Las funciones esenciales del apego van en la línea de favorecer la supervivencia, manteniendo a aquellos cuidadores que proporcionan una seguridad psicológica para explorar el ambiente y así poder encauzar la calidad de las estimulaciones que necesita un niño para su posterior desarrollo evolutivo.

La experiencia de que la figura de apego es accesible y responderá si se le pide ayuda, suministra un sentimiento de confianza que facilita la exploración.

Y también respecto al cuidador si este desarrolló en su infancia un estilo de apego seguro.

Los adultos que han disfrutado de una relación de apego seguro se caracterizan por ser cálidos, estables desde el punto de vista emocional, con relaciones íntimas satisfactorias, integrados socialmente y con unas perspectivas ajustadas de sí mismos.

Así pues el apego es algo complejo, resultado de una relación que se establece entre los dos miembros, donde las características del niño y las del cuidador pueden influir en la seguridad del apego que se ha establecido.

Pensemos en un bebé de alta demanda con cuidador disponible y con un estilo de apego seguro, todo estaría a favor para lograr establecer un buen apego, ¿verdad? Y si añadimos alguna circunstancia adversa como por ejemplo que el cuidador se encuentre en un país extranjero, sin red social, sin apoyo, ¿es igual de probable? Aún así, puede tener muy buenos recursos y tener capacidad para estar disponible psicológicamente para su bebé, ¿y si añadimos que se le diagnostique alguna enfermedad? Podríamos seguir poniendo o quitando circunstancias hipotéticas. Lejos de ser una cuestión sencilla el desarrollar un apego seguro es algo en lo que influyen multitud de factores. También podemos entender que es algo específico de cada relación, un mismo cuidador puede desarrollar distintos tipos de apego si ha tenido más de un bebé a su cargo. ¿Por qué es importante desarrollar un apego seguro?

Para poder regular las emociones.

Un bebé aprende de la experiencia repetitiva de sentir que alguien entendió y satisfizo sus necesidades, esto le va a permitir interiorizar esa experiencia de cuidado y en un futuro ser capaz de calmarse por sí mismo.

... el apego se forma específicamente en aquellos momentos en los que los niños sienten o expresan algún malestar, y a partir del modo en cómo los cuidadores detectan y calman ese malestar.

En todos los casos primero tenemos un bebé dependiente (¿cómo podría ser de otra manera? No existen los bebés independientes, morirían al poco de nacer) si todo avanza de forma correcta y se establece un apego seguro, ese bebé poco a poco se convertirá en un niño autónomo, y finalmente completará su desarrollo como un adulto independiente.

Para poder relacionarse con otros seres humanos.

La tendencia del ser humano es a estar vinculado y unido a otros, por ello, se trata de un tema de máxima importancia para el desarrollo integral desde las primeras edades.

Se reconoce al niño como un activo buscador de los miembros de su especie.

Tanto Bowlby como Ainsworth apuntaron la importancia que tienen los vínculos de apego establecidos con los padres durante la infancia para el establecimiento de posteriores relaciones afectivas.

Los niños y niñas que establecieron relaciones de apego seguro con unos padres que se mostraron cariñosos y sensibles a sus peticiones, estaban más capacitados para establecer relaciones caracterizadas por la intimidad y el afecto con sus iguales.

Para desarrollar un apego seguro no hace falta responder de manera perfecta el cien por cien de las veces, más bien se trata de la tendencia que predomine, podríamos decir que es suficiente si la mayoría de las veces somos capaces de detectar las necesidades del bebé y responder a ellas de forma adecuada.

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“El apego” - Bowlby John. Paidos Ibérica.

“Apego, acontecimientos vitales y depresión en una muestra de adolescente” - Sanchis Cordellat, Francesc. http://www.tesisenred.net

por las que los niños deben criarse con animales La llegada a casa de un bebé, siempre supone cambios, pero la incorporación de un nuevo miembro en la familia no tiene que suponer la salida o rechazo de nuestra mascota.

2. Ayuda a desarrollar la responsabilidad y autonomía.

Tener una mascota conlleva una serie de responsabilidades: desde sacarle de paseo, alimentarlo, asearlo o simplemente jugar. Hacer que el niño participe de estas actividades supone para ellos asumir un papel importante que favorece estas cualidades.

3. Los animales ayudan a los niños a experimentar empatía En una sociedad donde, desgraciadamente, estamos tan habituados a la violencia, el hecho de que los niños convivan con animales ayuda a que en estos se cultive la compasión y aprenden a sintonizar con los demás.

4. Contribuye a fomentar la alegría, eliminar la tristeza y las sensaciones de amenaza.

Las mascotas parecen tener un efecto estabilizador en la conducta de los niños. Estas pueden hacer que se sientan menos solos, menos angustiados y menos “abandonados”, incluso en adolescentes, que están en esa fase del desarrollo en la que se sienten incomprendidos.

5. Aumentan su autoestima.

El hecho de tener la compañía de un animal hace que el niño se sienta querido, lo que le hace sentirse importante, al mismo tiempo que favorece las relaciones sociales sirviendo como excusa para romper el hielo en una conversación o interacción con otros niños.

Paula Canalias Sanabria - Licda y fisioterapeuta en Veterinaria -

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Enlaces relacionados: http://www.fundacion-affinity.org

1. Fortalece el sistema inmune y es bueno para la salud.

Al contrario de lo que se puede pensar, el contacto con animales no supone un mayor riesgo de contagio de enfermedades (infecciones, alergias, etc), al contrario, las disminuye como también disminuye el porcentaje de visitas al médico, reduce el estrés y la tensión arterial, razón por la cual cada vez se intenta incluir animales en programas de apoyo a la tercera edad.

Bibliografía recomendada: “Los niños necesitan animales de compañía” de Dieter Krowatschek.

Y es que, por desgracia (y desconocimiento) aún es común escuchar comentarios tales como: ¿Y ahora qué vas a hacer con tu perro, tu gato, tu periquito…?”

Pues bien, la respuesta es sencilla: enseñar a tu hij@ a convivir con ellos y que conozcas todos los beneficios que supone vivir con mascotas. Mencionaremos 5 de los más destacables a continuación:

Bárbara Lafuente

RELACTACIÓN

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UANDO ÉRAMOS adolescentes recuerdo hablar con mis amigas y que ellas comentaban “Yo quiero tener hijos pero si me los dieran ya nacidos, sin tener que pasar por el embarazo y ¡mucho menos por el parto!” Y en cambio yo nunca he querido perderme ninguna de las dos cosas. Siempre tuve claro que quería saber lo que se siente al tener a tu bebé dentro y quería saber lo que era una contracción, lo que duele dilatar y las emociones que te inundan cuando por fin tienes a tu bebé en brazos. Y aún más claro he tenido siempre que yo iba a darle el pecho a mi hijo. No cabía otra opción para mí. Creía que era lo mejor para ambos y que además nos permitiría crear un vínculo único y disfrutar de unos momentos que nadie más que él y yo podríamos compartir.

Leí y me informé durante el embarazo, o eso creía.

El mensaje estaba claro: todas (o prácticamente todas) las mujeres pueden dar el pecho si quieren. Pintaba bien la cosa. Hasta que llegó la realidad. Tras parto inducido por rotura de bolsa, parto vaginal sin puntos ni desgarros, al fin nació mi pequeñín. Justo en la fecha calculada pero bastante bajo de peso, 2660 gr.

Hicimos piel con piel desde el primer momento y se agarró al pecho. Pero el niño se dormía en las tomas, agotado pero no saciado y lloraba mucho, muchísimo. Llegaron los comentarios... “Acaba de comer, si está llorando no puede ser hambre, será que le duele la barriga o algo.”

Mis padres que habían viajado 2000 km para estar aquí en este momento y sólo iban a estar un par de semanas, querían cogerlo a toda costa. Yo no quería separarme de él por nada del mundo pero me sentía en la obligación de dejárselo. Así que cuando el niño lloraba y acababa de soltar el pecho mi padre se empeñaba en cogerlo y dormirlo en vez de dejarme que lo volviera a poner al pecho que es lo que ahora sé que tendría que haber hecho.

Al día siguiente llegaron las ampollas, grietas y dolores. Las matronas del hospital, que presume de ser pro-lactancia por cierto, sólo me decían que el agarre

parecía correcto, que me echase Lanolin y que no dejara pasar más de 3 horas, pero que le diera 15 minutos por pecho y entre medias a usar el sacaleches profesional que tenían allí para estimular. Yo sabía que el pecho es a demanda pero, cuando llega la hora de la verdad y ves que no es como te lo habías imaginado y te sientes tan perdida, te fías de los consejos de los supuestos expertos.

En cada toma acudía a la sala de lactancia para que me ayudaran. Los pezones blancos y con forma de barra de labios y aquellas ampollitas en la punta, la piel levantada... ¡estaba claro que algo no iba bien!

Pero con tantos dolores sólo miraba el reloj deseando que pasaran rápido los 15 minutos de tortura. Me ponía el sacaleches y mientras veía como otras mamás llenaban casi los frasquitos yo apenas llegaba a tapar el fondo. De lágrimas sí hubiera podido llenarlo.

Lo poco que conseguía sacarme se lo dábamos con una jeringa con sonda a modo de relactador pero el

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peque iba perdiendo peso día a día así que al cuarto día que estaba ya al borde del 10% con un peso de 2430 tuvimos que empezar a darle suplemento de leche artificial con la misma sonda. Tras cinco días después del parto nos mandaron a casa con los pezones cada vez peor, un sacaleches doble alquilado y las indicaciones de que le diera el suplemento con biberón porque hacerlo con la jeringuilla y la sonda iba a ser muy complicado. Dolorida y con la moral por los suelos dejé a mi pequeño en casa con mis padres y mi marido y me fui a comprar un biberón y leche de fórmula. Tuve que ir yo misma porque mis padres de alemán ni papa y el papá de la criatura algo sabía pero llevaba aquí sólo 5 meses y no se atrevía a ir solo ni a la vuelta de la esquina. Así que, corriendo para poder volver a casa junto a mi hijo lo antes posible, fui a coger suministros.

Compré lo justo la verdad, porque seguía teniendo la esperanza de que cuando viniese la matrona (que aquí te viene a visitar a casa durante el puerperio)

pudiese ayudarme y fuese cuestión de días el poder prescindir de la leche de fórmula. Pero tampoco ella fue mi salvación. Me decía lo mismo, que el agarre parecía correcto y que siguiera así, sacándome leche entre las tomas para estimular. Lo único que ayudaba algo era un láser que traía y con el que me ayudaba a cicatrizar un poco las heridas, pero poco más.

Así me pasé las primeras semanas de vida de mi hijo. alternando entre tomas eternas y sacaleches, con los pezones en carne viva e intentando desesperada buscar una solución. Ni pasear, ni descansar, ni disfrutar… Y encima con el añadido de que tenía que encargarme yo de todo el papeleo de registrar al niño y demás, que aquí en Alemania ya de por sí la burocracia les encanta, pero encima no estando casados como era nuestro caso y para más inri siendo yo divorciada, aquello fue como misión imposible.

Se fueron mis padres y ese mismo día llegaron mis suegros para conocer a su primer nieto y pasar aquí

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una semana, 7 días con sus 7 noches aquí en mi casa.

Y la misma historia que con mis padres. Cuando yo lo que necesitaba era estar tranquila con mi hijo, piel con piel, conociéndonos y disfrutándonos, estaba obligada a salir de la cama, vestirme y pasarme el día con ellos y dejarles que cogieran al niño de vez en cuando.

Si se pudiese dar marcha atrás al tiempo desde luego no volvería a cometer ese error. No dejaría que ni mis padres ni mis suegros ni nadie viniesen hasta que yo lo considerase oportuno. Entiendo sus ganas de conocer al bebé pero no es lo mismo vivir en la misma ciudad y que vengan un ratito de visita que tenerlos en casa 24 horas varios días seguidos y menos cuando estás con los nervios a flor de piel, las hormonas revolucionadas y las cosas no están saliendo como tú esperabas.

Así nos plantamos en el primer mes y pico y no habíaninguna mejoría. Mis pezones seguían igual de mal y el niño ponía poco peso incluso a pesar del suplemento. Yo busqué y escribí a toda matrona que encontré en la ciudad en busca de ayuda, pero sin suerte. Me leía toda información relacionada que encontraba en internet. Trataba desesperada de encontrar una solución. Así descubrí en algún momento que tenía que usar aceite de oliva en vez de Lanolin y que el tamaño del embudo del sacaleches que me habían dado en el hospital y había estado usando durante días y semanas no era el correcto para mí. Pero para entonces mi producción era muy escasa, a pesar de las horas de sacaleches que llevaba encima.

Casualmente una de mis amigas me habló del grupo de Facebook El taller de lactancia los niñxs de Carmen y yo, desesperada como estaba, no dudé en entrar en el grupo y consultar mi caso. Cuál fue mi sorpresa cuando nada más poner un vídeo de mi hijo llorando me dicen que tiene frenillo y que por eso tengo los pezones así. Cómo podían verlo ellas tan claro con un simple vídeo y nadie aquí había sido capaz, ya no de verlo, si no ¡ni si quiera de mirarlo!

Me hablaron del relactador como forma de suplementar y esa misma tarde lo compré por internet.

Aún en el día de hoy maldigo a la matrona que nos dio el alta y me dijo que aquello de la sonda era muy complicado, que mejor se lo diera en biberón. ¡Cómo puede una profesional especializada en este ámbito estar tan desinformada! En fin, así fue como llegó el relactador a nuestras vidas. No fue sencillo acostumbrarse. La mayoría de las tomas estaba sola en casa y hasta que le coges el tranquillo no resulta fácil ponérselo con una sola mano, mientras sujetas al bebé con la otra, ajustar la cuerda sin que el pasador se salga del todo, colocar una sonda bien en la boca del bebé, colocar la otra sonda de manera que no caiga leche también por ella… Vamos, un circo, pero a todo se acostumbra una.

Probé también diferentes posturas para dar el pecho buscando un mejor agarre pero los pezones seguían sin mejorar y ya íbamos por los 2 meses y pico de dolores. Acudimos al pediatra con la esperanza de que le cortara el frenillo para poder empezar a ver la luz al final del túnel, pero oh, ¡sorpresa! Una vez más nos topamos con un muro. Su respuesta fue que hoy en día los frenillos ya no se cortaban y que si no le impedía comer, es decir, tomar el biberón, ¿cuál era el problema?

Os podéis imaginar cuál era mi estado de ánimo. Me pasaba los días llorando pero sin dejar de intentar encontrar una solución. Así llegué hasta una matrona particular que previo pago vino a mi casa a ver una toma en vivo y en directo. No me aportó mucho, más allá de confirmar que tenía frenillo, pero al menos me pasó el contacto de una pediatra que había en una ciudad a unos 40 km de aquí que sí cortaba frenillos.

Al día siguiente llamé para concertar una cita y allá que nos fuimos con mi peque de unos 3 meses para que se lo cortara. Por supuesto no me habló de los ejercicios de rehabilitación ni nada parecido pero por suerte yo ya me había leído todo lo que se hablaba en el grupo sobre frenillos y temas relacionados y esta vez sí estaba bien informada. Y “milagrosamente” a las 3 semanas aproximadamente de haberle cortado el frenillo desaparecieron las grietas, las ampollas, el color blanco en los pezones al finalizar la toma y la forma de barra de labios. ¡¡Aleluya!! ¡Al fin una toma sin dolor! Me daban ganas de llorar de alegría.

Pero para entonces mi peque ya tenía 3 meses y pico y estaba tan acostumbrado a mamar con el relactador, a que la leche saliera a esa velocidad y en esa cantidad que intentar quitárselo era invocar al diablo.

Quizá probablemente se nos juntó también con la crisis de los 3 meses. Y sin lugar a dudas se nos juntó con las vacaciones de verano, es decir, vuelta a España y vuelta a las 24 horas con mis suegros unos cuantos días y 24 horas con mis padres otros tantos, con sus correspondientes comentarios desafortunados y consejos no pedidos. El caso es que por unas cosas u otras no supe o no pude gestionarlo mejor y a día de hoy a punto de cumplir el año seguimos relactando.

La producción me aumentó bastante en el momento que empezó a mamar mejor sin el frenillo pero nunca lo suficiente como para ser capaces de dejar el relactador. Tenía la esperanza de que quizás con la llegada de la alimentación complementaria podríamos prescindir de él pero haciendo BLW como hacíamos (pese a la oposición del pediatra, por cierto, empeñado en embutirlo a papillas desde los 4 meses) comía tan poco que seguía siendo imposible. Y para mí dejar la teta nunca ha sido una opción. Es cierto que con casi un año no le veo sentido a seguir usando el relactador pero aún no pierdo la esperanza de poco a poco conseguir dejarlo y que siga tomando sólo la teta. ¡Algún día lo conseguiremos!

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Esas guías maravillosas Soy Inma.

Tengo 40 años, una hija de 9 años (Paula) y un bebe de 7 meses (Juan).

Este es mi pequeño homenaje a todas esas mujeres, profesionales o no, que restan horas a sus familias, amigos, ocupaciones... para ayudar de manera desinteresada a esas madres que, como yo, hemos sido un mar de dudas con respecto a la lactancia. A pesar de no ser primeriza.

Todas esas guías maravillosas del camino de la lactancia, no siempre tan satisfactorio como quisiéramos, que están ahí al pie del cañón las 24 horas para ofrecer su ayuda, apoyo y cariño sin recibir nada a cambio. ¡Cuántas de nosotras hemos conseguido una lactancia exitosa gracias a ellas, a pesar de las piedras del camino!

Por eso, ya es hora de que se os reconozca esa gran labor que hacéis desde los grupos de apoyo a la lactancia.

GRACIAS por hacernos fuertes.

GRACIAS por vuestro tiempo.

GRACIAS por toda la ayuda prestada.

PERDÓN por nuestras exigencias y nuestras meteduras de pata a veces Y GRACIAS MIL a mi guía maravillosa, la persona que, sin conocerme de nada, me tendió su mano, me ofreció su ayuda y me guió para que una mastitis no fuera, de nuevo, otra lactancia fallida.

Inma Adame Ilustración Cristina Bendala

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LA ALEGRÍA DE SER ABUELO (DEL ESCEPTICISMO A LA FELICIDAD) Miguel García Román Abuelo de Carmen Rodríguez García de 16 meses de edad.

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EGURAMENTE, dos de las experiencias más satisfactorias en la vida son ser nieto o ser abuelo.

No me lo podía creer, aunque todos me lo decían: cuando seas abuelo experimentarás una sensación inesperada. Yo lo dudaba porque no entendía que por el hecho de que tus hijos tengan descendencia tu vida se altere de alguna manera tan especial. Pero así ha ocurrido.

Ya el embarazo iba suponiendo un estado de expectación inusual hasta ese momento. Casi íbamos contando los días, más que por verlo, por acortar el tiempo. Inconscientemente como que necesitaba comprobarlo. A medida que pasaban los meses, aún sin tener entre nosotros a la nieta, ya le hacíamos hueco en nuestro pensamiento, acompañando a los padres en su esperanza. No sé si todo eso contribuye a la satisfacción que posteriormente se siente y a la vida que te insufla el nieto o la nieta.

Y del escepticismo ante lo que me decían, a la realidad, donde se han cumplido todas las expectativas. No he podido, por menos, que constatar que es algo grande ser un padre de una madre. De la noche a la mañana he podido comprobar que un abuelo es un poco padre, un poco maestro y un poco mejor amigo. Es como un padre que tiene

una segunda oportunidad. Aunque sintiéndonos viejos por fuera, pero jóvenes por dentro. Esa juventud interior es la que explica la vitalidad que, de la noche a la mañana, manifestamos en el trato con los nietos. Inexplicablemente, casi pueden pasarlo bien y jugar con ellos con maneras que no usaban con sus propios hijos.

En general (siempre dependerá de la forma de ser de los abuelos) se genera una relación cariñosa, mimosa, y los abuelos sentimos un placer inmenso cuando podemos estar con los nietos. Es una forma de renovarse a nivel personal, de tener más participación en la familia, de sentirse más jóvenes y actualizados. La tarea de educar recae, lógicamente y en la mayor parte de los casos, en los padres. Los abuelos pueden centrarse en dar cariño, echar una mano de vez en cuando y pasar un buen rato con sus nietos.

Los nietos gustan de los juguetes, es evidente. Y he comprobado que el “juguete” que más usa, estando con ella, es uno que se llama “abuelo”. Te tratan como si lo fueras, y disfruta tanto o más que con los de plástico. Al menos, así lo demuestra. Y te contagian hasta tal punto que te conviertes en un niño pequeño antiguo.

Y algo especialmente experimentado es que se siente uno liberado cuando estamos con ellos porque nos aceptan por nosotros

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mismos, sin reprimendas ni esfuerzos por cambiarnos, como nadie en nuestra vida ha hecho jamás, ni nuestros padres, hermanos, esposos, y casi nunca, nuestros propios hijos. Y siempre con su sonrisa. Se me ocurre pensar que es una demostración más de que los abuelos son el ejemplo y la prueba de que el amor y el cariño, si se cuida, puede durar. Aunque también contribuye que el ser abuelo elimina suficientemente las responsabilidades para que podamos ser amigos. Será por eso que no se puedan pasar muchas horas sin estar con ellos, sin comprobar la mirada tierna que te dirigen cuando te ven, o sin sentir ese apretón de su mano sobre el dedo de su abuelo. Una hora con tu nieto te hace sentirte joven nuevamente. ¿Qué es, pues, lo que produce ese cambio en la vida de los abuelos en el trato con sus nietos? Pues un poco de todo eso. Y es evidente, a juzgar por mi experiencia, que el corazón del abuelo siempre late junto al corazón del nieto. Existe como un lazo invisible de amor que los mantendrá unidos por siempre y no habrá fuerza que pueda cortarlo. Convertirse en abuelo es disfrutar de uno de los pocos placeres de la vida por los que ya se han pagado las consecuencias.

Como alguien ha escrito, aunque imposible de ser posible, si hubiera sabido lo maravilloso que era

tener nietos, los hubiera tenido a ellos primero. Hasta ahí llegan las consecuencia de ser abuelo. Es más, hasta superamos los contratiempos o pequeños sinsabores que nos puedan producir los hijos, porque estamos encantados con las cosas maravillosas que hacen nuestros nietos. ¿Será recíproco el beneficio por la presencia del abuelo en la vida de los nietos? La experiencia dice que así es. El recuerdo de esos abuelos

que trataron con ese cariño y cercanía a sus nietos no se borra y se tiene como un buen recuerdo y un modelo de convivencia. Raro es el nieto o nieta que no recuerde con nostalgia la cercanía que experimentó de sus abuelos. Hay mucho de complicidad en ellos, no buscada, por supuesto, pero sí como consecuencia de ese modo de interactuar. De ahí la importancia de ese trato y de ese complemento afectivo, sincero y desinteresado de

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los abuelos para con los nietos para la madurez en el desarrollo afectivo de los niños y, por qué no decirlo, para ese complemento de felicidad que los mayores, en esos años últimos de nuestra vida, necesitamos.

Como suele decirse en otros órdenes de la vida, TODOS salimos ganando.

Doy Fe.

la teta Tengo una teta lechera no es una teta cualquiera me da leche a todas horas es la teta mas molona Tetón, Tetón (x2) Da igual invierno o verano, de fruta, carne o pescado, leche siempre calentita, sabrosona y rica, rica Tetón, Tetón (x2) Ante cualquier sentimiento, triste, enfadado, contento, la teta todo lo puede, y al hambre y la sed no teme Tetón, Tetón (x2) Es abrigo, es consuelo, apego, amor, alimento, siempre lista en un instante no hace falta más envase Tetón, Tetón (x2) Y por la noche en la cama, si los ojos no he cerrado, finalmente lo he logrado, con la tetita a mi lado Tetón, Tetón (x2) Yolanda Ramirez San Román

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SOBREVIVIENDO A LA ESCUELA INFANTIL María Martín

Maestra de Educación Infantil

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UANDO me quedé embarazada por primera vez hice lo que supongo que hacemos todas: buscar en internet el proceso, informarme de las pruebas que me iban a hacer, visualizar en youtube partos y experiencias de otras personas, acudir a charlas de preparación, visitar tiendas de bebés..., y así fueron pasando los meses hasta que llegó el gran día del nacimiento. Tuvimos una estancia estupenda en el hospital, pero al volver a casa, la bolsa que llevábamos llegó cargada con un montón de cosas que no habíamos necesitado, una carpeta llena de papeles, y un ladrillo enorme llamado CULPABILIDAD. Este ladrillo se convirtió en un amigo inseparable que yo iba sorteando como podía: hay que ver cómo está la casa, es culpa mía que no sé organizarme; el bebé no para de llorar, es culpa mía porque no sé calmarlo; el bebé tiene hambre, es culpa mía que no tengo leche.

Los “yo no valgo para esto”, “¿qué hago mal?”, “¿por qué mi bebé no se conforma y solo llora?”, “no doy a basto” fueron las frases más repetidas el primer mes.

Pese a esto, los meses van pasando, y justo cuando te vas sintiendo más segura, mejor madre, te encuentras con que pronto se acaba la baja por maternidad. Otra vez la culpa, por tenerte que separar de tu hijo, por no ser millonaria, por querer ser independiente, por ser madre y trabajadora en este país donde no se reconoce el valor de una cosa ni de otra. Algunos afortunados pueden dejar al bebé con los abuelos u otros familiares, pero

otros no tenemos más remedio que buscar una escuela infantil, y es ahí donde empieza nuestro pequeño calvario. ¿Qué hago con el bebé?

Todos tenemos claro que las escuelas infantiles son unos sitios adaptados a los más pequeños, donde trabajan personas cualificadas, a las que les gustan los niños, y que contribuyen a que nuestros hijos e hijas se desarrollen plenamente y sean felices. Aún así, como padres inquietos que somos, solemos darnos mil vueltas visitando los centros, preguntando a otros papás y mamás, buscando opiniones en foros, y después de darles vueltas y vueltas a la almohada, no nos queda claro si el centro que hemos elegido será el mejor.

Si todo esto resulta duro cuando nuestros hijos e hijas tienen un año o dos, podemos hacernos una idea de lo que es tener que dejar a un bebé de tres meses y medio.

Las que hemos pasado por ahí lo sabemos, solo puedes llorar y llorar, y sentir que todo se va a venir abajo, que no es justo “abandonar” a un niño tan pequeño que necesita de su madre, que tenías que haberlo pensado antes. Ahí está, otra vez, nuestra amiga la culpa. ¿Y la lactancia?

Con los beneficios que tiene y lo que nos ha costado que todo fuera bien, no podemos abandonarla.

Sin embargo, no parecer ser tan importante en las escuelas, donde nos encontramos centros que no quieren manipularlas y solo aceptan leche de fórmula, y otros que sí la admiten, incluso hay algunos que te permiten entrar a darle el pecho.

En cualquier caso, ese no es el peor de los males, puesto que la teta no es solo alimento, los niños y niñas alimentados con pecho a demanda tienen que pasar una época de “desenganche”, ese consuelo que antes encontraba en mamá, ahora no lo tienen y han de adaptarse a su nueva situación; todo este proceso puede ser duro, pero, tranquilos, lo lograrán antes o después.

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La otra cara de la moneda es la superación de la madre que, por un lado, ha dejado a la persona que es su mundo con unos extraños, y, por otro lado, debe procurar extraerse leche para que al día siguiente su hijo pueda comer. Madre y trabajadora, siempre haciendo malabares con el tiempo, con el hecho de que tu hijo o hija cuando vuelve a verte no quiere separarse de ti, y peleándote contra el mundo (y con el sacaleches).

Tu forma de educar Encima, si los del comité de expertos eran pocos, ahora tenemos que sumarle a los educadores opinando sobre todo, aconsejándote (con buena intención, no me cabe duda) cosas que son contrarias a tu forma de entender la maternidad, algunas veces incluso haciéndote replantear cuestiones como el apego, el sueño, la alimentación, etc.

Nuestro hijo debe aprender a comportarse de forma distinta, a convivir en otro ambiente, por eso es aconsejable encontrar una escuela que esté de acuerdo con nuestra filosofía de vida, puesto que todo será mucho más fácil si todos vamos en la misma dirección.

Después de todas las dificultades, las culpas y nuestras inquietudes, sabemos que, sobrevivir a la escuela infantil no es tarea fácil pero se consigue. Por eso, mamá y papá que estáis pasando por esta etapa de adaptación, penas, y alguna alegría, confiad en vosotros, lo estáis haciendo muy bien, no tened miedo de preguntar todas las dudas a los educadores ni de compartir vuestras experiencias e inquietudes con otras familias.

Lo más importante es saber que las escuelas son un sitio maravilloso a las que nuestros hijos e hijas se terminan adaptando, en los que disfrutan muchísimo y acaban queriendo a su maestro o maestra y a sus compañeros. A los adultos adaptarnos nos cuesta un poco más pero lo terminamos haciendo porque, como siempre, somos capaces de conseguirlo todo.

*] Historias

// JOSE MANUEL QUINTERO MATEOS

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links ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE PEDIATRÍA http://www.aeped.es AEPED - COMITÉ DE LACTANCIA MATERNA http://www.aeped.es/comite-lactancia-materna ASOCIACIÓN http://losninosdecarmen.blogspot.com.es BANCO DE LECHE VIRGEN DEL ROCÍO Unidad de Neonatología - 955 013 867 bancodeleche.hvr.sspa@juntadeandalucia.es SOBRE PARTO RESPETADO www.elpartoesnuestro.es https://www.elpartoesnuestro.es/informacion/campanas/observatorio-de-la-violencia-obstetrica PLAN DE PARTO http://salutweb.gencat.cat/web/.content/home/ambits_tematics/per_perfils/centres_ educatius/menus_escolars/programa_revisio_programacions_menus_escolars_catalunya_preme/documents/arxius/alimentacion_0_3_es.pdf

PORTEO www.redcanguro.org HISTORIA DEL ARTE Y LACTANCIA www.telasmos.org ILUSTRADORES

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María Merino : @ merimerinoilustracion SBimbo : www.sbimbo.es

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