José y Luis eran amigos desde que iban juntos al colegio. Actuaban de forma similar en situaciones semejantes; parecía que se ponían de acuerdo para llevar a cabo todo tipo de actividad, pensamiento… Todo cambió cuando comenzaron a ir al instituto. Ya no iban juntos a clase y cada uno hizo amistades diferentes. José, que era el que ideaba las travesuras cuando eran pequeños, entendía que no debía tener determinadas relaciones con algunas personas, ya que solamente le traerían desgracias en su vida. Era una de las tantas recomendaciones que le repetía su madre cada vez que salía de casa con sus amigos. Sin embargo, Luis, que se creó en el seno de una familia con preocupaciones mayores que la de enseñar a sus hijos una buena educación y filosofía, no entendía por qué José no quería hacer amistad con sus nuevos compañeros; así que dejó de lado a José. Asustada por los cambios que estaba sufriendo Luis en su conducta y físico, la madre del joven acudió a un especialista para que le enseñase qué era lo que tenía que inculcar a su hijo para que no siguiera por el camino inadecuado, si no era ya demasiado tarde. El experto, aconsejó muy bien a la madre de Luis, y ésta desarrolló con su hijo todo el proceso que había aprendido. Una tarde, la madre de Luis llamó al muchacho a que se sentase en el sofá a hablar con ella. La madre, no le dio órdenes sobre qué era lo que tenía que hacer; sino que le contó la siguiente historia que le había enseñado el especialista. - Verás hijo, te voy a contar el siguiente relato para que, en todo el tiempo libre que tienes, ya que no te dedicas a nada, reflexiones sobre él y aprendas algo. Arturo y César eran dos chicos muy buenos amigos desde pequeños, como lo erais tú y José cuando erais niños todavía. Arturo y César tenían expectativas de futuro totalmente distintas, incluso su manera de pensar políticamente era diferente; y no obstante, eran muy buenos amigos; hasta que César decidió acabar con esa buena amistad, por el simple hecho de entablar nuevas relaciones. Arturo siguió sus estudios, hasta matricularse en la universidad de una ciudad distinta de la que él procedía. César, por el contrario, decidió no seguir con sus estudios, incluso no terminarlos, por el simple hecho de que ninguno de sus nuevos amigos estudiaba y lo discriminaban por ello. Llegado el verano, Arturo acabó su primer curso en la facultad de matemáticas con todas las asignaturas aprobadas, así que volvió a su ciudad de origen a pasar los 3 meses relajado. Una tarde, se encontró con César y sus amigos. Al verlo, Arturo creía que Luis también se iba a alegrar por el reencuentro, sin embargo, cuando José fue a saludarlo, César hizo un gesto de indiferencia girándole la cara como si no lo conociese de nada. Al tener ese encuentro, Arturo sintió una gran frustración y se fue a casa. Le contó lo ocurrido a su madre, y ésta le dijo que César había cambiado mucho desde que hizo nuevas amistades. Arturo volvió a intentar saludar a César, pero éste tuvo peor respuesta que la primera vez y le propinó un puñetazo en la cara, dejándolo así en evidencia delante de sus amigos. Llegó el invierno y Arturo se marchó de nuevo a comenzar sus estudios. Pasó el tiempo, y finalmente aprobó los 4 cursos en el mínimo período de tiempo. Pronto comenzó a trabajar en una empresa internacional representando un elevado papel en la empresa.