Arcadia y Cecilia

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Arcadia y Cecilia

Creadoras: PamelaÁvalos

KatherineTapia

IntegrantesCordónFeminista

ReddeEconomíaPopularLaCacerola

Antofagasta-2024

Agradecimientos:

Cecilia Radrigán.

Guillermo Rodríguez.

Agrupación Providencia.

Impresión:

Taller Imprenta Entinta

COOTRAFEM

Este cuento no tiene derechos de autor, ni responde a ninguna lógica de propiedad privada Llamamos a multiplicar, reproducir y propagar libremente.

En memoria de Arcadia Flores y en honor a la vida de la combatiente Cecilia Radrigán.

En las alturas de Antofagasta, donde miras el mar desde los cerros, en medio de un laberinto de calles, escaleras y casas de colores, vivía Arcadia, en un barrio obrero llamado Miramar. Era una niña inteligente y audaz, de ojos sonrientes y pelo negro. Sólo tenía un hermano y era mayor que ella, su nombre era Julio y estudiaba en la universidad para ser Ingeniero en Minas. Arcadia le esperaba cada tarde para escuchar sus historias de justicia y libertad.

Julio tenía un grupo de amigos y amigas super bacán, que hacían un montón de cosas valientes y divertidas. Arcadia algunas veces le acompañaba, sobretodo si se trataba de pintar murales, armar periódicos, o ir a los talleres culturales que hacían en la población o en el campamento.

Su hermano viajaba harto, Arcadia a veces quedaba triste porque le echaba mucho de menos, pero esperaba con ansias su retorno, sabiendo que llegaría cargado de más aventuras para contarle.

Cuando se enteró de que en su liceo también funcionaba un grupo como en los que participaba Julio, Arcadia no dudó ni un segundo en sumarse. Fue hasta dirigenta estudiantil, sus compañeros y compañeras confiaban mucho en ella y desde ahí la apodaron como “La Negra”.

Y en Santiago, en la comuna de San Miguel, vivía Cecilia, junto a sus ocho hermanos. Habían llegado a la capital hace un par de años desde un pueblito en lo alto de la cordillera de Los Andes. Cecilia era una chica fuerte, inteligente, llena de ideas hermosas. Junto a todos sus hermanos y hermanas, crecieron disfrutando a su padre, un viejo dirigente sindical, anarcosocialista, que entre todos sus quehaceres llenaba sus vidas de libros, teatro, juegos y lucha. Crecieron escuchando la historia de los trabajadores y trabajadoras y junto a sus dos hermanos menores, eran quienes más seguían las ideas de su padre.

Anselmo, su hermano menor, al igual que Julio en Antofagasta, era parte de un grupo de jóvenes valientes que querían cambiar el mundo. Al principio Cecilia ayudaba en lo que podía, pero le gustaba tanto que le pidió a Anselmo que la ayudara a integrarse. Y así fue! Su padre les decía que si habían tomado ese camino, tenían que ser los mejores!

Sus primeras tareas fue hacer talleres en poblaciones y fábricas para enseñar a leer y prepararles para terminar sus estudios de educación básica. También vendía periódicos afuera de las industrias. Su apodo era “La Flaca”.

Cecilia tenía un gran carácter, creía que las mujeres eran capaces de todo al igual que los hombres, y de chica lo demostró en juegos y discusiones. Tenía una determinación increíble, una palabra firme, una mirada imponente y confiable. No era de las que discutía sobre la participación de las mujeres, sino que ella participaba y ya!

Arcadia no conocía a Cecilia, ni Cecilia conocía a Arcadia, pues vivían a más de 1.350 km de distancia.

Antofagasta

1.350km

Santiago

Un día en Chile, en el año 1973, empezaron a desaparecer las personas valientes que querían cambiar el mundo. Julio y Arcadia en Antofagasta, empezaron rápidamente a ayudar a esconder a sus amigos y amigas valientes. Cecilia y Anselmo en Santiago, asumieron la tarea de desarmar los talleres e imprentas, para que no lo destruyeran. Como Arcadia y Cecilia recién se venían integrando y aún eran muy jóvenes, nadie sabía que también eran de esas personas valientes, así que pudieron asumir distintas tareas y ayudar a mucha gente sin que fueran descubiertas.

....pero un día Anselmo también desapareció, dijeron que unos hombres de gafas negras se lo llevaron. Y Cecilia empezó a buscarlo sin parar.

Y así se conocieron Arcadia y Cecilia, en una fila de mujeres que buscaban a sus hermanos, parejas, madres, padres, hijos, hijas y amigues.

Hicieron muchas filas por largo tiempo, armaron organizaciones de familiares, les buscaron en cerros, ríos y quebradas, pidieron ayuda en otros países, hicieron protestas, se encadenaron, pegaron fotografías con los rostros de sus familiares por todos los rincones, se organizaron en muchos territorios.

Y entre rabia, dolor y buscar sin parar, Arcadia y Cecilia se fueron transformando en las mejores amigas y compañeras.

Hasta que un día se cansaron de sólo buscar a sus hermanos. Empezaron a pensar en que no bastaba con buscar respuestas, estaban cansadas de tantas mentiras que les decían. Pensaron que si querían encontrar a sus hermanos, y a los miles de desaparecidos y desaparecidas, tenían que enfrentar y echar a esos hombres de gafas negras, a pesar del miedo. Tenían que seguir luchando por cambiar el mundo, tenían que continuar la lucha de Julio y Anselmo.

Pasaron largas horas pensando en pócimas para lograrlo, hasta que idearon una de 3 ingredientes:

1. INFORMACIÓN. Mucha más gente tenía que saber y ayudar, por lo que tenían que informar de muchas maneras lo que estaba pasando.

3.

Un PLAN. Y para eso debían estudiar y reflexionar junto a todos sus amigos y amigas.

2. VALENTÍA. Tenían que ser fuertes y valientes, y estar dispuestas a enfrentarse a los enemigos.

Para lograr conseguir los ingredientes de la pócima, tenían que hacerlo con especial cuidado y en total secreto, por lo que comenzaron a disfrazarse y a usar nombres distintos, la Arcadia pasó a ser Victoria, y la Cecilia pasó a ser Rayén.

Para prepararse y crear el plan, se fueron primero a un pueblito en lo alto de la Cordillera de los Andes, donde nadie las conocía.

Le dijeron a sus padres que irían a trabajar a una escuela en Valdivia, para no preocuparles con su ausencia, pero en realidad, estaban tomando la decisión más arriesgada de sus vidas. Pasaron largos años cambiando de casas, nombres y disfraces.

Hasta ese entonces, era muy difícil que las mujeres participaran de las decisiones en el mundo, sólo los hombres lo podían hacer. Arcadia y Cecilia, creían que como mujeres no tenían que pedir permiso para ocupar los espacios.

Ellas creían que si estaban aportando en la pócima, y si estaban asumiendo misiones difíciles, al igual que los hombres, tenían todo que decir y aportar en la creación de ese PLAN. Tenían además ideas grandes para hacerlo posible. Sin esperar autorizaciones de ningún tipo, ni mucho menos aguantar que las mandaran a hacer café, por muy importante que fuera ese hombre, las amigas Cecilia y Arcadia fueron transformando cada lugar que pisaban, llenándolo de magia, compartiendo la pócima y mezclándola con otras pócimas que buscaban el mismo efecto: enfrentar y sacar a los hombres de gafas negras y a esos que les pagaban y mandaban.

Sabían además que el ingrediente N°1 de la Pócima era el PLAN, y que ningún plan se puede lograr sin organización, algo en lo que ellas eran secas, así que no podían dejar algo tan importante sólo en manos de hombres. Y se invulucraron con todo su ser, con todo su corazón, con toda su mente, con todas sus habilidades, con todas sus emociones, con todos sus dolores... lo hicieron, lo vivieron.

El ingrediente N°2 de la Pócima era LA INFORMACIÓN! Se prometieron lograr que mucha gente supiera lo que estaba pasando en Chile, para que muchas más personas se unieran y pudieran de una vez derrotar a esa gente tan mala.

Para conseguir el ingrediente sin que esos señores de botas y gafas les descubrieran, pegaron papeles en muchas poblaciones y ciudades. Una vez planificaron llegar de sorpresa a una importante radio llamada ‘Portales’,, interrumpieron la transmisión para leer un gran mensaje que habían escrito para informar a todo el pueblo lo que estaba pasando.

Hicieron un periódico también, la Negra era buenísima escribiendo. También organizaron grupos de puras mujeres para tirar panfletos en la calle o pegar mensajes en las murallas. Eran tan valientes! Juntas eran imparables!

El Ingrediente N°3 era la VALENTÍA. Lo bueno es que ese lo traían de chiquitas, ambas eran muy fuertes, de gran coraje y determinación. Claro que sentían miedo, pero la valentía que tenían era superior. Su elemento amigo de ese período para Arcadia y Cecilia, fue el fuego.

LUCHANDO

A pesar de lo difícil de los días que vivían Arcadia, Cecilia y sus amigos, ellas pasaban largas horas juntas, y dentro de todo lo que tenían que hacer, también habían días o noches en las que escribían, reían, hablaban de sus sueños, bailaban y cantaban. A Arcadia le encantaba cantar, Cecilia asegura que lo hacía muy bien. Pero sin duda su gran talento era la poesía, siempre tenía un cuaderno donde escribía sus poemas.

Poesía de Arcadia

A medida que Cecilia y Arcadia fueron creciendo y siendo cada día mejores en la lucha contra esos hombres que desaparecían gente justa, tuvieron que ir asumiendo distintas misiones, por tanto habían momentos en que ya no andaban juntas.

En el camino, también se enamoraron, pero antes que el amor de a dos, creían en un amor más grande, un amor que involucra a mucha más gente. El amor al pueblo, a la libertad, a la justicia. Ese amor era el que finalmente determinaba sus vidas.

Años más tarde, Cecilia fue madre. Arcadia siempre se las arreglaba para ir a verles y estar presente en la vida de su ahijado. Pues antes ya se habían prometido que si alguna tenía un hijo, la otra sería la madrina. Y así fue, Arcadia se asumía como la madrina oficial de Víctor. Así le llamó Cecilia a su guagua.

Cuando lograron juntar ingredientes suficientes, prepararon la pócima y la distribuyeron en pequeños frasquitos para que llegara a todos los rincones del país.

Y como Arcadia y Cecilia -y como también lo hubieran hecho Julio y Anselmo-, habían cientos de mujeres, jóvenes y trabajadores, dispuestos a enfrentar y echar a los hombres de gafas negras. Cada uno y cada una con un frasquito de diversas pócimas que se prepararon en distintos pueblos y tierras.

Cuando los hombres de gafas negras se enteraron, se enojaron tanto que fueron a intentar detener a todas las personas que habían preparado esas pócimas.

Primero fueron por Arcadia, ella sacó toda la valentía que tenía y les enfrentó con su arma, pero su cuerpo no pudo resistir a los disparos. Luego fueron por Cecilia, y la encarcelaron por largos años, separándola de Víctor. Y a pesar de la muerte, y a pesar de la prisión, jamás lograron detenerlas, pues la pócima ya estaba propagada.

Arcadia y Cecilia se hicieron eternas, ambas se transformaron en maestras para las mujeres valientes. Con cada paso, con cada ingrediente y con cada frasquito de pócima que prepararon, permitieron que siguieran naciendo mujeres poderosas sabedoras de esa magia.

Se dice que cada 4 a 8 años la pócima sigue haciendo efecto. A veces los ingredientes son escasos u olvidados, y esos hombres de gafas negras vuelven a surgir; pero siempre, siempre, aparecen algunas mujeres a recolectar por cada rincón los ingredientes, y los pueblos vuelven a llenar sus frasquitos, para luchar por un mundo distinto, con la viva esperanza de que algún día venceremos.

Este cuento está inspirado en la historia de Arcadia Flores y Cecilia Radrigán, amigas y compañeras, militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), que luego de la desaparición de sus hermanos Julio y Anselmo, activaron su militancia en labores clandestinas, principalmente en propaganda armada, recuperaciones, y la lucha directa contra la dictadura civil militar, y por la construcción de una mejor sociedad.

Arcadia fue asesinada el 16 de agosto de 1981 por agentes de la Brigada Investigadora de Asaltos de la PDI, y Cecilia fue detenida ese mismo año pasando 11 años en la cárcel.

PORTODASLASSOBREVIVIENTES, DETENIDASDESAPARECIDAS,EJECUTADAS POLÍTICAS,TORTURADAS,;PORTODASLASQUE SEGUIMOSLUCHANDOPORCAMBIARELMUNDO;Y PORTODASLASQUENECESITAMOSPARA

...PORARCADIAFLORES YCECILIARADRIGÁN.

L

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