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I Cultura

Bibliotecas populares: ¿la hora de la reconversión?

Desplegadas por todo el país, estas instituciones de la sociedad civil redefinen sus objetivos y apuestan a ser puntos de encuentro entre vecinos.

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TEXTO VERA LAUCKNER

El término “biblioteca” deriva de las palabras griegas biblion (libro) y theke (caja), por lo que su traducción literal sería un lugar donde guardar libros, y quizás, esa sea la definición correcta para un estante donde las personas acumulan volúmenes. Sin embargo, también existen lugares de intercambio social como las bibliotecas populares, “un espacio para juntarse con pares y compartir actividades”, como describe Betina D’Alessandro, bibliotecaria de la Asociación de Fomento y Biblioteca Popular General Alvear.

Este espacio, actualmente ubicado en Avellaneda 542, en el barrio de Caballito, nació a partir de una sociedad de fomento edilicio, en 1922. “Vecinos reconocidos del barrio, como Lorenzo Dagnino Pastore, que pertenecía a la Academia de Ciencias y era una figura pública reconocida, se juntaron para reclamar cuestiones a nivel general, como el asfaltado de calles, alumbrado público, que el transporte público llegara a la zona”, cuenta Betina. En una de esas reuniones de la socie“Hoy en día, las bibliotecas populares sirven como lugarde encuentro y dad, en 1936, nació la biblioteca popular que hoy en día sigue abierta para los vecinos del barrio, no sólo para ir a consultar libros, sino también para asistir a cur-también para intercambiar sos de idiomas y talleres literarios, entre experiencias de vida.” otros. Gabriel Mattalía, director Estas actividades son la principal entrade la Biblioteca Popular da de dinero de la biblioteca, que se com-

Federico Lacroze. plementa con un bono mensual que pagan los socios y les habilita a tomar libros prestados hasta por 15 días. También reciben un apoyo económico de parte de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip), dependiente del Ministerio de Cultura de la Nación, que fomenta el fortalecimiento de estos espacios, y de la Dirección General de Promoción del Libro, que depende de la Ciudad de Buenos Aires. Después de dos años de pandemia, Gentileza Biblioteca Franklin

Todo es historia

La primera biblioteca popular de Argentina fue fundada en 1866, en el centro de la ciudad de San Juan, por Domingo Faustino Sarmiento.Y todavía existe:la Biblioteca Popular Franklin, no sólo es la más antigua del país, sino también de toda América del Sur.

También fue pionera en incorporar nuevas tecnologías a sus espacios.En la década del ’80, la institución sumó computadoras para la catalogación de libros y periódicos. Fue la primera biblioteca popular del país en transformar el servicio bibliotecario tradicional en un servicio híbrido, integrando lo físico con lo electrónico.

Actualmente, el edificio cuenta con cuatro plantas, donde se conservan más de 80 mil libros impresos, a lo que se suma una plataforma digital de 100 mil obras académicas y literarias.Además, en la biblioteca se desarrollan actividades culturales y talleres.

Gentileza Biblioteca Lacroze

la General Alvear volvió a recibir lectores en sus salas, aunque actualmente “hay menos afluencia de público joven y en edad escolar, porque en Internet consiguen mucho material que antes venían a consultar acá”, reconoce su bibliotecaria.

Sin embargo, destaca que sigue habiendo “una gran necesidad de la gente de hacer actividades presenciales, encontrar espacios donde compartir, más allá de la circulación de libros”. Y agrega que la cuarentena ayudó a abrir un catálogo online, para consultar en línea qué libros hay disponibles, y facilitó la organización de la biblioteca gracias a los turnos por protocolo. Por otro lado, reconoce la importancia de usar las redes sociales para atraer público joven.

Otro espacio que mutó gracias a la interacción con la gente de la zona fue la Biblioteca Popular Federico Lacroze, que nació en 1981 como archivo y en 2009 tomó su rol actual, donde mantiene el material original, especializado en medios de transporte, como el tranvía porteño. Queda en Thompson esquina Viale, en Caballito.

Si bien las salas de lectura ya están habilitadas, los cursos que realizaban hasta antes de la pandemia todavía no. Sin embargo, desde jóvenes universitarios hasta jubilados hacen uso del espacio, de las computadoras y el wifi. “La digitalización no reemplaza la sociabilidad”, asegura su director, Gabriel Mattalía. Y agrega: “Hoy en día las bibliotecas populares sirven como lugar de encuentro y también para intercambiar experiencias de vida”.

La histórica Biblioteca Obrera Juan B. Justo, fundada en 1897 en la Casa del Pueblo y rearmada tras un incendio intencional en 1953, en Avenida La Plata 85, tampoco retomó aún sus cursos de idiomas y computación. Por ahora, los socios pueden tomar libros prestados y asistir con turno a la hemeroteca, donde investigadores suelen consultar publicaciones de revistas y diarios de izquierda argentinos del siglo pasado. Y recientemente volvieron a habilitar la sala de teatro para fun“Hay una gran necesidad ciones. “Venían muchos adultos mayores y pade la gente de hacer ra ellos era un espacio para socializar. Ahoactividades presenciales.” ra la idea es seguir con cursos online por

Betina D’Alessandro, un par de meses, hasta que se pueda vol-

Biblioteca Popular ver a lo presencial. Se sumaron muchos

General Alvear. cursantes y nuevos socios lectores estos dos años, pero falta lo social, la gente quiere volver”, comenta Mariana, bibliotecaria del espacio. Por definición de la Conabip, una biblioteca popular necesita de una comunidad de vecinos que le dé vida. De manera recíproca, los vecinos encuentran, en este espacio, un lugar donde resolver dudas, desarrollar actividades, conocerse, aprender. Algo que la digitalización nunca va a poder reemplazar y que una pandemia no podrá detener; como mucho, pausar.

CÓMO CONECTARSE

Biblioteca Popular General Alvear: 011 4901-0242 Biblioteca Popular Federico Lacroze: 011 4431-1073 Biblioteca Obrera Juan B.Justo: 011 4902-2691