Terrorismo y comunismo (El anti-Kautsky)

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nos, la situación militar de la Comuna fue muy pronto desesperada: la indecisión y el espíritu de conciliación de las esferas superiores habían engendrado la desagregación de las capas inferiores. Se pagaba el sueldo de Guardia Nacional a 162.000 soldados rasos y 6.500 oficiales; pero el número de los que realmente combatían, sobre todo después de la salida infructuosa del 3 de abril, oscilaba entre 20 y 30.000 soldados. Estos hechos no comprometen nada a los obreros parisinos, ni dan a nadie derecho a negar su valor o a considerarlos como desertores, aunque los casos de deserción no faltaran. La capacidad guerrera de un ejército requiere sobre todo la existencia de un organismo director regular y centralizado. Los comuneros no tenían siquiera la más pequeña idea de ello. El Departamento de Guerra de la Comuna ocupaba, según la expresión de un autor, una cámara sombría donde todo el mundo se atropellaba. El despacho del ministro estaba lleno de oficiales, de guardias nacionales que exigían ora pertrechos militares, bien provisiones, o que se quejaban de que no se les relevase. Allí se les mandaba que fueran a ver al comandante de la plaza. “Algunos batallones permanecían en las trincheras de veinte a treinta días, mientras otros estaban siempre de reserva. Este abandono mató muy pronto toda disciplina. Los más valientes sólo querían depender de sí mismos; los demás se retiraban. Los oficiales hacían otro tanto; unos abandonaban sus puestos para correr en auxilio del compañero expuesto al fuego del enemigo; otros se iban a la ciudad” (P. Lavrov, La Comuna de París del 18 de marzo de 1871). Semejante régimen no podía seguir impune. La Comuna fue ahogada en sangre. Pero halláis en Kautsky un consuelo, único en su género: “Nunca la guerra —dice, meneando la cabeza— ha sido el fuerte del proletariado”. Este aforismo, digno de Pangloss, está a la altura de otro apotegma de Kautsky, a saber: que la Internacional no es un arma de épocas de guerra, sino por naturaleza “un instrumento de paz”. Todo el Kautsky de hoy se resume en el fondo en esos dos aforismos, cuyo valor apenas es superior al cero absoluto. “Nunca ha sido la guerra, ya ven ustedes, el fuerte del proletariado; tanto más cuanto que la Internacional no ha sido creada para un período de guerra”. El barco de Kautsky ha sido construido para navegar sobre las aguas


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