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Todos somos los colores del arcoiris

Por Vida Arellano*

Siempre he considerado la expresión artística como un escaparate para vaciar desde lo más profundo eso que cada uno tenemos de forma exclusiva, le llaman esencia. Eso que nos distingue del resto, un marco para exponer nuestra creatividad y no solo eso, mostrarnos tal cual somos, con el respaldo del arte. Esa especie de protección mágica.

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📷: Karen Zhao / Unsplash

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foto / Karen Zhao / Unsplash

El teatro es un entorno seguro donde nos enfrentamos a un abanico de sensaciones, donde podemos cuestionarlo todo, no hay dogmas.

La homosexualidad se subió al escenario de forma explícita a finales del siglo XX. En México en la primer mitad de los años treinta, Salvador Novo escribe la obra El Tercer Fausto, donde el personaje principal vende su alma al diablo, para a cambio, volverse mujer y enamorar a su amigo.

Los grandes teatros han ido apostando por producciones con esta temática. Ver estas puestas en escena provocan de manera casi involuntaria generar una empatía por los entornos, deseos, aspiraciones, sueños, amores y tristezas de otras personas. Nos invitan a cuestionarnos nuestra postura y actitudes, a crear una incipiente apertura que espero, termine uniéndonos a todos en una sola comunidad.

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