CAMINO AL PODIO - 14 Historias de Alto Rendimiento

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José Antonio Giordano Lorca

Prólogo de Danilo Díaz


José Antonio Giordano Lorca

CAMINO AL PODIO 14 HISTORIAS DE ALTO RENDIMIENTO

Prólogo de Danilo Díaz

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Diseño y diagramación: Santiago Bahamonde. Fotografías: Mauricio Palma.

Primera edición: junio 2021.

Agradecimientos al Comité Olímpico de Chile.

Impreso en Santiago, Chile. Grafica Andes.

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“Ser joven y no tener miedo y de pronto tenerlo”. Los sinsabores del verdadero policía, ROBERTO BOLAÑO

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PRÓLOGO El deporte olímpico suele estar lejos de los focos periodísticos. Sobre todo en Sudamérica, donde el denominado polideportivo observa desde lejos a las grandes audiencias, pero a la hora de los megaeventos enfrenta el juicio de una crítica que por lo general ignora el camino recorrido o evalúa con parámetros injustos. José Antonio Giordano conoce a las y los deportistas que forman el Team Chile y quizás por eso, en esta serie de entrevistas, ingresa en un mundo desconocido, ese que muestra el comienzo de las carreras, las motivaciones, las dificultades y el día a día que marca a estos atletas que rompen el anonimato cuando obtienen un triunfo. Las historias son variadas, aunque todas poseen un punto común: el esfuerzo y la búsqueda de un objetivo, casi siempre en solitario. El autor consigue, a través de este género periodístico, traspasar la barrera de la conversación plana y develarnos a los personajes en su intimidad, con sus ambiciones, pero también los temores y dolores. Impacta la historia de Yasmani Acosta, el luchador cubano que eligió venir a Chile y competir por este país. Ante la política deportiva de una potencia que no deja nada al azar, Acosta estaba condenado a lugares secundarios y su sueño olímpico era imposible. Su determinación y fuga de la delegación cubana condimentan una historia digna de filmarse, con drama, dolor, pero también con humor. Sería bueno que las autoridades políticas y los parlamentarios repararan en la estructura del deporte cubano, que con gráfica simpleza explica Yasmani. Los niños y niñas disponen de un abanico para elegir y nadie se queda abajo del tren si es que posee condiciones. El recorrido es amplio, con figuras que afrontan la etapa final de su trayectoria, como Kristel Köbrich o Tomás González, y otras aún en crecimiento, como las hermanas Melita y Antonia Abraham. En todos estos casos el impulso familiar fue determinante. Padres o madres inocularon la pasión y el rigor para que sus hijas o hijos abrazaran el deporte. La nadadora con esos horarios brutales que jaquean la vida social. Para el gimnasta, el ritmo de los estudios tradicionales amenazaba el talento que el entrenador ruso Evgeny Belov moldeaba en el programa “Campeones para Chile” del Club Deportivo Universidad Católica. Las mellizas Abraham relatan el cambio copernicano que

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vivió el remo chileno con la llegada del español Bienvenido Front, a quien miraban casi con temor y hoy asumen como el líder de un proyecto que espera llegar a París 2024. Los lectores descubrirán a Macarena Pérez, la ciclista que reconoce que “carreteó” e invadió un terreno dominado por los hombres. También la anécdota del velerista Clemente Seguel, que conoció el amor de una finlandesa de 18 años, cuando él tenía 14 y le “explicó cómo funcionaba el mundo”, de acuerdo con su confesión. Un romance adolescente que humaniza la vida de estos jóvenes que saltan etapas porque la ferocidad de la alta competencia no otorga concesiones. El pedalero Martín Vidaurre cuenta de golpe y porrazo cómo debió madurar al irse a Alemania y su convicción de quedarse en Europa a pesar de las dificultades. Las rarezas no fallan, como el registro del clavadista Diego Carquín, colocolino, que hasta los 13 años estuvo en las escuelas de fútbol albas y que en el diálogo con autor concluye que lleva 170 mil clavados. Impresionante. Una buena entrevista apunta a mostrar a los personajes con sus luces y sombras. Por eso es tan meritorio el diálogo con Francisca Crovetto, atormentada en los Juegos de Río 2016, con una relación quebrada con su entrenador. Al final, Fernando González, el doble medallista olímpico de Atenas y Beijing, actúa como sicólogo para levantar a su amiga sketera. Linda historia la de María Fernanda Valdés, la pesista que se levantó después de un mal resultado en los Juegos Suramericanos de Santiago 2014. El pentatleta Esteban Bustos devela que fue acólito y la cercanía con su madre, apoyo clave para elegir ser deportista, en especial a la hora de escoger el colegio que necesitaba cuando el Alto Rendimiento volvía a asomarse en su hogar. A partir de este libro nos involucraremos con el Skateboarding, la disciplina que eligió María José Rojas. El boxeador Andrews Salgado recuerda los sacrificios del pugilismo, al que llegó para bajar de peso, mientras la judoka Mary Dee Vargas pone en evidencia las dificultades para combinar su disciplina con los estudios universitarios. Protagonistas elegidos con pinzas para ratificar que la entrevista es un género permanente e inagotable.

Danilo Díaz Núñez

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NOTA DEL AUTOR Las entrevistas publicadas en este libro fueron realizadas entre septiembre de 2019 y abril de 2021. Todas mantienen su información original, incluyendo cifras y años.

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Nombre: Yasmani Acosta Fernández. Fecha de nacimiento: 16 de julio de 1988. Deporte: Lucha Grecorromana. Principales logros deportivos: Medalla de bronce Mundial de Francia 2017 / Medalla de bronce Juegos Panamericanos Lima 2019 / Medalla de oro Juegos Suramericanos Cochabamba 2018. 1. Nací en Agramonte, un pueblo chico de la provincia de Matanzas, en Cuba. Mi mamá trabajaba en el policlínico todo el día. Tengo un hermano, y cuando pequeños vivíamos con mi padrastro, que ya falleció. Él era guajiro, que es como un campesino, cuidaba vacas. Cuando yo estaba de vacaciones siempre me iba con él al campo. ¿Tenían una buena relación? Sí, tan así que mi hermano, que es hijo de él, se ponía celoso, jaja. Mi padrastro fue mi papá, me crió en todos los aspectos. De chico nos aburríamos mucho en el colegio, teníamos clases toda la mañana y toda la tarde. Pero el que hacía deporte podía salir dos horas antes, entonces hacíamos lo que fuera. Mis amigos se decidieron por el fútbol y yo fui tras ellos. En Cuba el fútbol es un deporte más, no es como aquí en Chile. No era tan obvio elegirlo. Pero sólo estuvimos como una semana, me querían de arquero porque era alto, pero nos aburrimos rápido. Nos pasamos al béisbol, que es el deporte nacional en Cuba. Ahí duré un poquito más, como un mes. ¿Y? ¿Le pegabas algo? Sí, jaja. Era malo para salir corriendo, pero le pegaba. Y después de ahí me fui al boxeo. Estuve como tres meses. Me gustó, pero ni tanto. Hasta que un primo mío que era luchador me invitó a un gimnasio que tenía dos partes: una parte con las pesas y otra parte con el colchón, donde se hacía la lucha. Estaba lleno de niños jugando y saltando, así que me metí. Justo llegó el profesor y me llamó: - ¿Cómo te llamas? - Yasmani. - ¿Cuántos años tienes? - Nueve. - ¿Quieres ser luchador? - Bueno.

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Jaja, y ese día me quedé. Al poco tiempo me llevaron a un torneo provincial y quedé segundo. Ahí pensé: tengo que quedar primero. El que me ganó era un seleccionado de las EIDE, las Escuelas de Iniciación Deportiva Escolar, mientras que yo entrenaba sólo un turno al día. Y el entrenador de la EIDE me vio y me quería llevar ese mismo año a la selección. Pero yo era un niño muy de mi casa, no quería estar afuera. ¿Estar en la EIDE implicaba no dormir en tu casa? Claro, y esa escuela quedaba lejos. Yo quería ir para ser parte de la selección, sabía que ahí estaban los mejores. Pero no quería estar lejos. Y mi mamá dijo que no: que nunca había estado fuera de la casa, que nunca había estado becado en una escuela, que quería que me adaptara mejor a un cambio así. Así que cuando terminé la primaria, a los 12 años, entré a una escuela en el campo que quedaba a dos kilómetros, pero que si yo miraba por la ventana veía una mata de palma muy grande que estaba justo frente a mi casa. Entonces yo pensaba que si pasaba algo, corriendo 20 minutos llegaba a mi casa. Mi mamá quería que yo entrara ahí como una especie de transición, porque iba a tener que hacer mi cama, dormir solo, ordenar y todas esas cosas, antes de pensar en ir a la EIDE. ¿En ese tiempo seguías entrenando en el gimnasio local? Sí, pero era muy poco, por estar en la secundaria no tenía tiempo. A veces podía entrenar los viernes en la tarde o los sábados en la mañana. Igual competí en un torneo provincial, y volví a perder con un seleccionado de EIDE. Otra vez el profesor me volvió a decir que cuándo me iba a ir con ellos, incluso fueron a mi casa a hablar con mi mamá. Pero ella decía que no, hasta que me viera más preparado. Y yo todavía quería ir, pero en el fondo no quería ir, jaja. Hasta que un año después de haber estado como interno en la secundaria, mi mamá me deja ir a la EIDE. Yo pensaba que la secundaria me iba a ayudar en algo, pero no. Para llegar a la EIDE hacía media hora de viaje en bus a otro pueblo y en ese pueblo tenía que tomar un tren. Eran como tres horas en total. Ya no podías ver tu casa o irte corriendo en 20 minutos. Muchas veces me ponía a mirar por la ventana y lloraba, sobre todo en las noches. En el día hacía tantas cosas que no había tiempo para

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echar de menos, todas las mañanas estudiaba y en la tarde era la lucha. E incluso hacíamos “mañanitas”: para poder tener dos sesiones en el día, entrenábamos muy temprano y después te bañabas, desayunabas y te ibas a clases. ¿Y todos hacían eso? Algunos deportes no, pero cuando querías resultados o tenías mucha rivalidad con otras provincias, hay mañanitas. A las cinco de la mañana nos levantaban. Entonces estabas cansado, tenías hambre, y en la noche había tiempo para hacer bromas y eso, pero cuando todo se tranquilizaba, empezabas a extrañar. Eso le debe haber pasado a todos, ¿no? ¿O a ti más? Yo veía que al resto no les pasaba, no sentían eso… A mí se me aguaban los ojos. Íbamos todos los fines de semana a nuestras casas, y muchas veces pensé llegar y decir ya, mamá, suficiente. ¿Pensabas en salirte? Muchas veces. Pero lo pensaba cuando estaba en la EIDE, no en la casa. Quizás ahora suena mal, pero el entrenador nos decía “La lucha es para hombres. Si no, métete a ballet”. Y para peor yo sentía que las cosas que él decía, las decía por mí. Lo decía al equipo, obvio, no a mí, pero me sentía aludido. Entonces siempre volvía. Y así pasé los dos años, nunca me adapté, nunca lo disfruté. Y en términos de entrenamiento, ¿sentiste una diferencia? Absolutamente, era muy fuerte. A la semana de haber llegado nos peleamos con el otro niño que me había ganado en los torneos provinciales. Después nos hicimos amigos. Al principio él me seguía ganando, pero desde el tercer mes en adelante le empecé a ganar yo. Y si bien nunca me adapté a la EIDE, me sirvió mucho como persona, me hizo entender la vida que tengo hasta hoy: dedicado a entrenar, superando el cansancio, sin muchas ganas de salir. Eso de no salir debe ser muy útil. Sí, quizás muchos lo vean como un sacrificio, pero yo con estar acostado en mi cama jugando o viendo Netflix soy feliz.

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2. Después de la EIDE, cuando tenía 16, se decide quién sube y quién no a la Selección nacional. Ese año yo era muy grande para entrenar con mis compañeros, ya estaba entrenando con los juveniles que no estaban en esa escuela y que sólo venían dos veces a la semana. Era más complicado, muchos pesaban menos que yo pero igual me ganaban: eran más hábiles técnicamente o tenían más fuerza. Fue difícil. En ese período tuve varias competencias, y las gané. Pero la competencia fundamental era el Campeonato Nacional, era mi último año en la categoría. Necesitaba ganar para quedar entre los que iban a la selección juvenil. No gané ni oro, ni plata, ni bronce; quedé cuarto. Me quería morir. Uno de los entrenadores de la selección era Néstor Almanza. Que hoy es tu entrenador acá en Chile. Sí, él. Ellos esperaban que me fuera bien, porque me conocían, pero no sabían que llevaba mucho tiempo sin luchar con alguien de mi peso en los entrenamientos. Pero fueron capaces de ver algo, y me eligieron de todas formas. Hasta el día de hoy no lo sé, por qué a mí. Eran tres entrenadores, pero yo sé que fue Almanza el que me eligió. No sé si él sabe que yo sé. ¿Nunca le has preguntado por qué te eligieron? No, nunca. Siempre lo he pensado, tengo la confianza, pero nunca se ha dado el momento. Ya en la selección juvenil sí que estaban los mejores del país. Todos mis compañeros habían ganado varios campeonatos nacionales, y yo llegaba con una medalla de plata y un cuarto lugar, jaja. Ahí te dejan en claro que no puedes perder con nadie de “la calle”, nadie que no esté entre los seleccionados. ¿Por una cosa de honor o te echaban? No, no de honor: te echaban. Si tú eres mejor, no puedes perder con alguien de la calle. Y el luchador que ganó la medalla de oro cuando yo salí cuarto iba todos los días, todos, a pedir luchar conmigo. Para hacer ver que era mejor que yo y que eligieron al tipo equivocado. A las tres semanas, el entrenador nos junta y dice “el que pierde con alguien de la calle, se va”. Me acordé de la EIDE, cuando creía que los mensajes eran para mí, pero este sí que era pa’ mí, jaja.

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Me quedaba corriendo y haciendo pesas todos los días después de los entrenamientos. Hasta que luchamos, y le gané. No fue nunca más. Poco después tuvimos una competencia, y él podía quedar en mi división o cambiarse. Decidió cambiarse. 3. Muchos deportistas me han dicho “No te imaginas la cantidad de deportistas talentosos que uno ve entrenando, pero que en las competencias se los come la cabeza”. ¿Te pasó algo así? La cabeza es todo. Un entrenador cuando pequeño me decía: “Yasmani, la disciplina. Es la disciplina”. Yo lloraba, me hacían correr la pista y siempre llegaba último. Era más lento, más gordo. “Nunca pares de correr. Nunca, siempre termina la carrera. Ya vas a ver cómo vas a dejar de ser último”. Y así fue. ¿Tu mamá alguna vez te recomendó dejar el deporte? No, siempre me apoyó. A ella mi abuelo siempre la obligó a ir a la escuela, así que a mí me dijo que nunca me iba a obligar a nada. Por eso yo no le decía que no me gustaban las escuelas, porque si se lo decía, ella me iba a sacar. Y esa angustia por estar lejos de la casa, ¿se te fue pasando cuando estabas ya en la selección nacional? Es que con la selección estaba aún más lejos de mi casa. Ya estaba en otra provincia, en La Habana. Me demoraba cinco horas en llegar, iba y venía todos los fines de semana. Siempre sufrí por estar lejos. ¿Y acá en Chile te pasa lo mismo? ¿Te sientes lejos? Aquí es diferente, yo aquí siento que es mi casa. Lo único que me falta es que esté mi mamá. A ella y a mi hermano no los veo desde que me fui de Cuba. Pero como sé que no tengo opción de ir, no siento esa ansiedad por estar lejos. ¿No puedes volver a la isla? Son ocho años de sanción. ¿No pensaste en traerlos? Sí, pero quiero estar más estable, poder darles todo lo que necesitan.

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4. Veía a los deportistas más conocidos en Cuba todos vestidos con sus “monos” Adidas, igualitos. Y yo decía “quiero estar ahí”. Lo veía como algo demasiado grande. Pero siempre fue cambiando mi incentivo: cuando era pequeño, pensaba que lo máximo era estar en la EIDE; en la EIDE, soñaba con la Selección Juvenil; cuando llegué a la selección, te empiezas a fijar en la ropa, en las zapatillas, en cómo distinguirte. ¿Cuál fue tu primera competencia internacional? Un Panamericano, en Ecuador. Lo gané. Fue en mi último año de juvenil, aunque ya estaba entrenando con los adultos porque no tenía alguien de mi edad que tuviera mi peso. ¿Cómo fue la experiencia de salir de Cuba? Ese era mi siguiente deseo, salir del país. Veía que otros compañeros viajaban y me daban muchas ganas. Hasta que lo logré. Nunca había salido de Cuba, y como cubano tienes una visión especial: ves que la gente sale y cuando vuelven traen dinero, le compran una casa a su mamá. Entonces algo hay afuera de Cuba, ¿qué será? ¿Para ti el tema político significaba algo? ¿Te lo cuestionabas? No, nada. El tema deportivo, sí. Veía que luchadores de otros países no eran mejores que yo pero sí tenían un nivel de vida mejor que el mío. De esas cosas te das cuenta cuando sales del país. ¿Ganaste fácil ese Panamericano Juvenil? Sí, fácil. Ese año también competí en el Mundial Juvenil en Turquía. Me sentía más grande y más fuerte que todos, no sé cómo perdí. Yo ya estaba entrenando con los seleccionados adultos. Cuando llegué, Mijail López ya era campeón del mundo. Aun así, yo lo veía como mi rival. En esa época yo no perdía con nadie más en toda América. Excepto Mijail… Por lo mismo, me mandaban a mí a competir para lograr las clasificaciones a los eventos fundamentales y luego iba Mijail a competir. Viajaba yo al Panamericano específico, los ganaba, pero él iba a los Juegos Panamericanos. Que es lo mismo pero con más organización, más luces y más personas en el público. Él era la figura, lo elegían como abanderado. Y él iba a mundiales y Juegos Olímpicos.

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¿Tú encontrabas que la diferencia con Mijail era mucha o no tanto? Mucha. Siempre. Era campeón del mundo. Me sacaba a mí con una mano, fácil. ¿Era frustrante? Sí, porque yo le quería ganar. Muchas veces terminaba desmayado en los entrenamientos, una hora tirado. Me acuerdo que a las ocho de la noche cerraba el comedor, y todos llegaban un poco antes, duchados y listos para comer. Yo llegaba justo, todo sudado, porque me quedaba descansando y haciendo pesas. Algunas veces me llevaba la comida al gimnasio, y comía haciendo pesas. Una vez me pillaron y me preguntaron si estaba loco, jaja. Otras veces me llevaba la comida a la litera, arriba… ¡¿Tú dormías en la litera de arriba?! El de abajo debe haber estado con infarto todas las noches. Jaja, es que no me gustaba la cama de abajo. Me llevaba la comida y me quedaba dormido de inmediato; el resto hacía su vida o se quedaba viendo la tele. Yo sentía que tenía que hacer un esfuerzo extra, sentía que Mijail jugaba conmigo cuando luchábamos. Llevamos repasados varios años, y todos son concentrados, viviendo fuera, entrenando y luchando. ¿Había algo de espacio para los amigos, tener pareja, hacer algo distinto? Nada, mi vida ha sido la vida más fome del mundo, jaja. Pero nunca me dieron ganas, estaba tan cansado. Hasta el día de hoy vivo pensando en lo que viene mañana. Igual en esa época en las escuelas había mujeres y siempre había alguna que te gustaba. Otros eran más extrovertidos y tenían más energía e incluso salían; yo, imposible: estaba desmayado, daba mi doscientos por ciento. Y un doscientos por ciento que al parecer no acortaba la diferencia, ¿no? Mijail se iba a su casa en los días libres, y yo me quedaba entrenando. Me lo imaginaba compartiendo y pasándolo bien mientras yo entrenaba. Fueron pasando los meses y la diferencia sí se achicó, ya no sentía que jugaba conmigo, tenía que concentrarse, ponía interés y se enojaba. El campeón del mundo ya luchaba conmigo.

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¿No te daba rabia tener que competir con alguien tan bueno? Y no sólo competir, ser su sparring, clasificarlo a las competencias… Sí, lo pensaba. Pero también pensaba que tenía un lado bueno y un lado malo: el lado bueno es que entreno todos los días con el campeón del mundo, y eso mis rivales no podían hacerlo; el lado malo es que no viajo, que no compito, que no me estoy probando. ¿Cuánto tiempo duraste entrenando con él? Nueve años. ¡¿Nueve años?! Nueve años entrenando mañana y tarde, todos los días. 5. ¿Cuándo te hizo click? De decir basta, de irte a otro país, de venir a Chile. Eso venía pensándolo hace un tiempo, cómo será estar en otro país. Al principio, pensaba sólo en viajar a competir, comprar cosas para mi mamá, y volver. Pero después fueron aumentando las ganas de ir a un Mundial, de ir a unos Juegos Olímpicos. Algo que no iba a poder hacer con el mejor deportista de toda Cuba a mi lado. Entonces empecé a pensar en vivir en otro país, tener otra situación, tener más dinero para ayudar a mi mamá y a mi hermano. Me dolía no poder darles lo que yo quería. Ya me duele que mi padrastro no me haya visto llegar donde llegué. ¿Cómo se pone en marcha la salida? Yo llevaba un tiempo ya sin viajar a competir a otros países. Y había un campeonato nacional en Cuba, donde el ganador iba a ser el elegido para ir al Panamericano específico en Chile, el 2015. Yo no estaba entrenando bien, estaba desganado. Mijail no iba a participar, tenía otro evento en algún lado. Pero él mismo se me acercó y me dijo “Oye, escuché que al ganador del nacional se lo llevan pa’ Chile. Entrena, dale”. Cuando supiste de la posibilidad de viajar a Chile, ¿pensaste inmediatamente en quedarte? Sí, pero antes había un paso previo, que era ganar el nacional y quedar seleccionado. Ese había pasado a ser mi nuevo objetivo, corría todos los días pensando en eso. Además que un par de veces toqué el tema con mi mamá, pero ella no me respondía nada. Se paraba y se iba, se

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ponía triste. O me decía que yo estaba cambiándola a ella por mi bienestar. Yo quería ayudarla a ella en tantas cosas, seguir subiendo en mi deporte. Yo ya me sacrificaba bastante, ¿cómo puedo seguir haciendo esto si no veo resultados? Pero tampoco estaba seguro de querer irme. Todo eso me daba vueltas en la cabeza. Pero pensaba en eso mientras corría, mientras hacía pesas, mientras me preparaba para ser seleccionado. Corría en la carretera de mi pueblo, me acuerdo bien, y cada vez que iba a bajar el ritmo, me concentraba y no aflojaba. Llegaba a mi casa, me duchaba, me tomaba un vaso de leche y me acostaba. Pero duraba acostado como dos horas y volvía a salir a correr. Mi mamá me regañaba. Mi gran motivación era venir a Chile. Y ganaste el nacional. Lo gané fácil. Le gané a todos. Me fui a Chile a competir y de inmediato hablé con Andrés Ayub, el luchador chileno. Lo conocía de Cuba, él varias veces había estado allá entrenando. Le hablé con un poco de vergüenza, lo conocía pero no era mi mejor amigo, no tenía tanta confianza. Entonces le pregunté “¿Qué te parece si me quedo en Chile?”. Yo por un lado quería quedarme, pero por otro no quería dejar sola a mi mamá. Entonces, para evitar tomar una decisión, pensaba: “Lo que me diga Ayub, sea lo que sea, lo hago. Y ojalá me diga que no. Y así nadie me puede decir que no lo intenté”. Y me dice “Yasmani, yo feliz, feliz de que te quedes en Chile, yo te ayudo como pueda”. Éramos 25 cubanos alojando en el Centro de Alto Rendimiento del Estadio Nacional, todos los que viajamos a competir. Estuvimos más de 20 días, considerando el tiempo que estuvimos entrenando. Y la conversación la tuve al segundo día, así que de ahí en adelante pensaba todo el tiempo si me quedaba o no. Me imagino que además hay una parte logística de cómo quedarse acá, ¿no? Salir callado de la pieza, que no te vean, dónde quedarte, es como de película. Tuve que pensar tantas cosas. Incluso Mijail, que finalmente viajó a Chile pero a entrenar y no a competir, me pasó una bolsa con cosas para que le llevara yo en mi maleta, porque a él no le cabían. ¡Y no podía decirle que no iba a Cuba!

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Las últimas noches en Chile nos fuimos del CAR y alojamos en un hotel, en el centro. No me acuerdo cómo se llama, era en la Alameda. Tenía dos leones afuera, creo que en Santa Lucía. Tenías que arrancar antes de que despertaran todos y se fueran. Entonces Ayub me dice que él me va a esperar abajo, como a las cuatro de la mañana. Yo tenía que salir de la habitación sin nada, incluso ellos te retienen el pasaporte para que no te quedes. También pude haberme escapado en el aeropuerto, cuando me dieran el pasaporte, pero me iba a sentir mal de hacerlo frente a ellos. Desperté a mi compañero de pieza, le dije que me iba, que me quedaba en Chile. Me dio un abrazo. Le pasé las cosas de Mijail para que él se las llevara. Bajé sin nada, y cuando llegué al lobby la persona de la recepción me preguntó dónde iba, probablemente para ayudarme, pero yo estaba tan nervioso que ni lo miré y dije “Voy a la esquina, voy a la esquina”. Me subí al auto de Ayub, y en esos dos segundos piensas muchas, muchas cosas. Me llevó a un motel, me dijo que me dejaba solo para que no pensaran que éramos pareja, jaja. No dormí nada, todo el rato pensaba que iban a llegar a buscarme, con helicópteros, dónde está Yasmani, dónde está Yasmani. Al día siguiente nos volvimos a ver, me fui del motel a un hostal y me dio con el contacto de un amigo suyo, que me iba a alojar por un tiempo, además de ayudarme a conseguir trabajo con Seguridad Olímpica, la empresa donde estaba él. En eso empiezan a escribirme todos mis compañeros de Cuba, que ya estaban haciendo escala en Panamá y se dieron cuenta que me había quedado. ¿Y Mijail? No, él no me escribió. Pero después lo vi en un torneo y sé que respeta mi decisión, sabe cómo es la realidad en Cuba. Yo de eso me di cuenta muy rápido: yo pensaba que el equipo cubano me iba a apartar, que mis compañeros de años me verían como traidor a la patria. Pero en realidad entienden muy bien por qué uno se queda. Yo pensaba mucho en la decisión que había tomado, pero también sabía que me fuera bien o mal en Chile, tenía que quedarme, no podía volver a Cuba.

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¿Cómo fue hablar con tu mamá? Uff… difícil. Pero el día más difícil fue cuando salí de mi casa en Cuba, cuando fui a despedirme antes del viaje, sabiendo que podía ser la última vez. ¿Le contaste que te querías quedar? Sí, ya sabía. Ella siempre me iba a buscar cuando yo llegaba de algún viaje, y le dije esta vez no me vayas a buscar al aeropuerto. Me despedí y no miré pa’ atrás. Yo quería mirar, pero sabía que si miraba, no me hubiese ido. Los hubiese visto llorando y no me voy. ¿Cuándo conversas por primera vez con la Federación Chilena de Lucha? Lo que pasó es que la federación cubana de inmediato le preguntó por mí a la federación chilena, y ellos le preguntaban a Ayub. Ayub les decía que no tenía idea, jaja. Pero como a la semana les dijo sí, yo sé dónde está, y me llevó a hablar con ellos. Pero yo no quería ir. Me iba a encontrar con el profe Almanza, que es cubano, con qué cara lo iba a mirar. Llegué mirando hacia abajo, no quería mirarlo. Pero me dijo “Tranquilo, ya estás aquí, vamos a ver cómo lo podemos hacer para que puedas competir en Chile”. ¿Un alivio, no? Sí, pero yo sabía que iba a ser difícil. Estuve dos años donde prácticamente no pude entrenar. Pude hacer algo de gimnasio, pero no tenía tiempo, tenía que trabajar, tenía que cocinar. Cuando me acostaba en la cama, pensaba “este período es para no morirme de hambre”. El 2017 obtuve los permisos, volví a entrenar y comencé a prepararme para competir por Chile. Además me dieron la nacionalidad por gracia, fue un momento muy lindo y muy emotivo. Me fui de la pieza que arrendaba y me vine a vivir al CAR, donde estoy hasta el día de hoy. Me sentía raro viviendo en una pieza, no sabía cocinar, me sentía un cero a la izquierda, siempre estuve acostumbrado a vivir becado o internado. Sentía que volví a la normalidad. Y encontraste polola también. Sí.

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¿Cómo se conocieron? Por redes sociales, de esas de buscar pareja. Como yo trabajaba en las noches los fines de semana como guardia de discoteque, no podía conocer a alguien como todos, en una disco, sacando a bailar. Y tampoco podía ir por la calle un día de semana y decirle a una chica “Qué linda que estás”, jaja. Ella es de Valparaíso, tenemos una relación muy linda, de mucha confianza, es muy buena persona. Habla incluso con mi mamá y mi hermano. Además me conoció siendo guardia de seguridad, no tenía ni idea de que yo era luchador. ¿Cómo fue ese trabajo de guardia en discoteques y eventos? ¿Te tocó pelear alguna vez? ¿O te imponías por presencia? Me gustaba mucho hablar con las personas. En general los que pelean siempre están tomados. Yo les decía “Mira, compadre, todo el mundo viene aquí a pasarla bien, mira las mujeres lindas que hay y tú quieres ponerte a pelear. ¿Pagas veinte lucas para venir a pelear? No, pásalo bien”. ¿Y funcionaba? Sí, la mayoría de las veces, incluso después ellos mismos paraban otras peleas, jaja. Sólo una vez no funcionó, con un tipo muy agresivo que no quería salir. “Si me tocas te voy a denunciar, y mi papá es abogado”. Ah, sí, esa es una raza especial. Me dio mucha rabia, me decía que quería pelear conmigo, pero que no lo tocara, jaja. Pero fue la única vez, a mí nunca nadie me saca, yo soy muy tranquilo. ¿Ha sido muy bravo estar lejos de Cuba? Ha sido difícil. En un país nuevo, muy diferente. Yo en Cuba tampoco salía mucho a la calle, yo iba de mi casa al centro de entrenamiento, y del centro de entrenamiento a mi casa. Pregúntame por las calles de La Habana, no tengo idea, jaja. Y aquí en Chile tuve que salir mucho a la calle. En 2017 el primer torneo en el que competí fue en un campeonato panamericano, donde estuve muy bien inicialmente pero no pude luchar en el combate final, me lesioné. Y después vino el Mundial, donde por

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fin pude competir. Y salí tercero, gané la medalla de bronce. ¿Fue un momento muy emotivo? ¿Considerando todo lo que hiciste para llegar hasta allá? Sí, yo incluso a veces me divido en dos partes: el Yasmani de Cuba y el Yasmani de Chile. El de Cuba nunca hubiera ido a un Mundial, ya estaba desmotivado. Y ahora estoy viviendo lo opuesto: allá entrenaba con el mejor del mundo, pero no viajaba ni competía; ahora, viajo y compito, pero no tengo con quién entrenar. ¿Te has ido sintiendo “más chileno” con el paso del tiempo? Sí, pero desde antes de competir incluso. Pero fue muy lindo vivir mis primeros Juegos, que fueron los Suramericanos en Cochabamba. Ser parte de la delegación chilena. Son sensaciones diferentes. ¿Algo de lo que te arrepientas? ¿Quizás no haberte ido antes? ¿Sabes de que estoy orgulloso yo? De haber nacido en Cuba y haber pasado toda esa fase. Quizás no pensaría como pienso ahora si no fuera por eso. A veces uno tiene que sufrir ciertas cosas para que se te den otras, es necesario. Sólo me arrepiento de algunos combates que he perdido, donde no hago lo que tengo planeado. Haber venido a Chile y quedarme acá fue la mejor decisión que he tomado. Si antes lo dudé, hoy lo tengo claro.

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Nombre: Kristel Arianne Köbrich Schimpl. Fecha de nacimiento: 9 de agosto de 1985. Deporte: Natación. Principales logros deportivos: Cuarto lugar en los 1.500 Metros de los Mundiales de Natación FINA Roma 2009 y Shanghai 2011 / Medalla de oro Juegos Panamericanos Guadalajara 2011 / Medalla de plata Juegos Panamericanos Lima 2019 y Toronto 2015 / Medalla de bronce Juegos Panamericanos Guadalajara 2011 y Santo Domingo 2003. 1. Mi mamá es argentina, mi papá fue a hacer un par de cursos allá y se conocieron. Los dos son profesores de Educación Física. Se vinieron a Chile y trabajaron toda su vida en colegios. Mi mamá más metida con la natación, porque también era nadadora, pero a mi papá también le gustaba, hacía los cursos de verano en el Club Manquehue. Una cosa llevó a la otra y mis dos hermanas mayores se empezaron a meter en la natación. Se armó un club con mi ex entrenador, Gabriel Torres. ¿A qué edad te metiste al agua? Yo creo que a los cuatro o cinco. ¿Te gustó de inmediato? Sí, entretenido, pero también lo hacía porque mi papá se quedaba todas las tardes haciendo el taller extraprogramático de Atletismo del Colegio Alemán y mi mamá trabajaba todas las tardes como entrenadora de natación, entonces algo teníamos que hacer, no nos podíamos quedar solas en la casa. Yo por muchos años hice las dos cosas, atletismo y natación, y llegó un momento como a los doce años en que tuve que decidir por una de las dos. ¿Y te gustaba atletismo también? Sí, porque es muy variado, puedes correr, saltar, lanzar, me parecía entretenido. Pero por muy variado que fuera tenía que dedicarle más tiempo y eso exigía otro horario, que se topaba con natación. Y cuando se toparon, opté por la natación. ¿Desde chica competiste? Pero en interescolares con otros colegios alemanes, donde van y vienen

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y puedes compartir, ese tipo de competencia. Nada federado, eres muy chico. Lo veías como algo recreativo. Sí, y ni siquiera he analizado si era o no buena, me parece que el pilar de todo inicio en un deporte es disfrutarlo. Cuando me di cuenta de que tenía que competir en natación tampoco me gustaba, no quería competir. A mí me gustaba entrenar, tener compañeros, te entretienes y te vas dando cuenta de que la natación es un deporte súper individual, nada que ver con atletismo, y que más encima es silencioso, porque estás con el agua. Si yo estoy corriendo, puedo escuchar a alguien al lado, compartir; en el agua no escuchas nada. Tengo mi línea recta que me orienta para ir y venir al mismo lado y nada más. Tienes el agua y tienes tu ritmo, ese es tu compañero. ¿Ese silencio fue moldeando tu personalidad? Yo creo que al revés, que mi personalidad es así. Soy súper tranquila, muy reservada en algunas cosas, calmada y observadora. En eso me sirvió mucho el ejemplo de mis hermanas, pude ver cómo era su vida con la natación. ¿Cuántas hermanas son? Somos tres, una es parvularia y la otra es doctora. Tienen cinco y tres años más que yo. O sea, pudiste ver en ellas la carga de entrenamiento, cómo abordar el colegio, etc. Sí, y también tuve la posibilidad de viajar con la del medio en un Sudamericano Juvenil el 99, que para mí era el primero y para ella el último. Para mí eso fue buenísimo. Ella después tuvo que retirarse forzadamente por una lesión. Pero que mis hermanas estuvieran en esto antes que yo me abrió muchas puertas visualmente, pude entender cómo era el ritmo. Quizás fue algo simbólico, ¿no? Tu primer Sudamericano, acompañada, y de ahí en adelante siempre sola. Totalmente. Fue una de las primeras veces donde me abrió los ojos: esta es la realidad tuya, todas tus rivales están entrenando en doble sesión, van al gimnasio todos los días. Si quieres llegar a algo, hay que hacer algún cambio.

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Cuando te das cuenta de la necesidad de hacer este cambio y que el alto rendimiento implicaba decisiones de vida, ¿tus papás qué decían? Mis papás son increíbles, y muy apañadores. Pero ellos también tuvieron que aprender mucho, yo les tuve que enseñar y ellos me tuvieron que enseñar mucho a mí. Como cuando planteas “Me tengo que ir del colegio, porque no me da para las dos cosas”. El colegio es excelente, pero como deportista de alto rendimiento, y de natación, no me dan los horarios. Yo entendí que no podía exigirle al colegio que se acomodara a mí, la que tenía que exigirse algo distinto era yo. Cuando lo planteas bien, y ven que estás segura, ninguno de mis papás me cuestionó nada. Eso no quiere decir que les haya gustado o no, o que haya sido otro panorama. Quizás tenían dudas, pero no me lo cuestionaron. Fue como cuando decidí irme a Argentina. No era por un tema de infraestructura, sino porque el entrenador que yo estaba eligiendo no estaba acá. No me puede estar mandando los entrenamientos por mail. Era otro ritmo, y ese otro ritmo no estaba acá. ¿Cómo era tu ritmo de entrenamiento y tu ritmo de vida? Siempre fui tranquila, mi foco estaba en los pasos que necesitaba hacer en la natación. Fui acomodando ciertas cosas, pero coherentemente con lo que yo esperaba. Yo cuando chica nunca me dije yo quiero estar en unos Juegos Olímpicos. Yo iba paso a paso, sabía que esas cosas existían, pero uno lo tiene que ir construyendo. Y yo no lo construía como para que eso fuera una meta. Cuando tú te pones un límite así, ¿cómo se sigue después? Yo digo que es una planificación más aterrizada, te puede pasar cualquier cosa en cualquier momento. Eso igual es llamativo, te aseguro que si yo hablo hoy con cualquier deportista de 14 o 15 años y les pregunto por su objetivo, casi todos me dirían “clasificar a unos Juegos Olímpicos”. Sí, pero después tienes que preguntarle cómo lo va a hacer, cuál es el plan. Todos queremos ser campeones o medallistas de muchas cosas, eso es lo más natural que le va a salir a un deportista. Pero qué das a cambio, a qué estás dispuesto. Hay deportistas que están dispuestos pero no quieren alojar en el CAR porque quieren su cama, o no quieren la comida del CAR porque quieren los tallarines de su mamá.

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¿Dar más para recibir más? Es que tiene que haber un equilibrio. Yo estoy construyendo, y si se me cae, se me cae a mí, no a ti. Así como lo positivo puede recaer en mí, también lo negativo. Entiendo que soy particular en mi forma de ser, sigo creciendo, me sigo equivocando y sigo aprendiendo. No me olvido de que hay una exigencia, y tampoco me olvido de que hay que disfrutarlo. ¿Uno se olvida de disfrutar? Es súper complicado, y uno puede olvidarse así de rápido de que hay que tratar de disfrutar todos los procesos. ¿Tus papás te corrigen técnicamente? Considerando que tienen experiencia. Con mi mamá es distinto porque es más entrenadora, sabe más de ritmo, de frecuencia y de esas cosas, entonces a veces hace un análisis un poco más específico. ¿Hasta del día de hoy? Sí, me hace comentarios. ¿Y bien? Sí, no pasa nada. Quizás al principio me llamaba un poco la atención porque tengo a mi entrenador, pero sé que es sin mala intención y queriendo aportar. Y nunca dejan de ser tus papás. Exacto, ese es el tema, hay una delgada línea roja que hay que trazarla muy bien. Pero ahí me corresponde a mí tomármelo bien, son tus padres y el respeto a ellos es la base de la base. 2. ¿Desde chica es muy exigente el entrenamiento de la natación? ¿Cuándo haces esa transición entre lo lúdico a algo más competitivo? Cuando empiezas a ver en tu equipo de natación, de tu club, donde ves que están entrenando un poco más, que se levantan temprano todos los sábados, donde la rutina es distinta a la de tus compañeros del colegio. También en eso me ayudaba ver a mis hermanas. Y después en las competencias te vas midiendo, y ahí vas viendo que… o sea, yo no ganaba…

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¿No? Noo. Segunda, tercera, cuarta. Si no iban las buenas, me tocaba algún primer lugar. Y estamos hablando a nivel nacional. Y las pruebas mías tampoco se nadan en todos lados, entonces si haces una Copa Manquehue o de Universidad Católica esas pruebas no las ponen, no venden. Tener en un torneo 800 Metros era muy difícil, y menos 1.500. Pero hay algún momento en que te haga click algo, donde digas ya entendí que la receta es entrenar mucho más, sacrificar mucho más. Lo que pasa es que a los 14 o 15 yo tenía una eterna rival… ¿Podemos saber cómo se llama? Jaja, es que no sé si ella va a querer. Era de la Católica. Que Kristel Köbrich diga que eras su eterna rival me parece un buen piropo. Jaja, no me quiero meter en eso. Y ella, literalmente, hacía lo que quería conmigo en el agua. No le gustaban las pruebas de fondo, pero si ella nadaba, me ganaba. He ahí un buen incentivo para hacerlo mejor, ¿no? No sé si era un buen incentivo. Ella decidía no competir en las pruebas de fondo internacionalmente, y por eso yo podía viajar. Pero en los nacionales las nadaba sólo para ganar, para sumar más puntos. Y lo hacía perfecto, tenía un talento increíble, no había nada que criticarle. Era yo la que no podía ganarle. No importa en qué ni cómo, siempre me ganaba. Entonces yo tenía muchos segundos lugares, y como ella no iba a competir afuera en esas pruebas, viajaba yo. Pero llegó un momento donde a mí me parece que esa chica tenía mucha presión de los padres, no sé si realmente disfrutaba, y yo capaz que algún otro torneíto le empecé a ganar, ya no se le hacía tan fácil ganarme. Y justo, ella deja de ganar. Justo. Justo. Entonces por un tema visual se me abrieron más puertas, ya era la que ganaba, pero tampoco era que estaba haciendo récords o muy buenas marcas. Te sirvió ser la uno y no la dos. Exacto. Es que yo era muy segundona.

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¿Y disfrutabas nadar en esa época? Síiii. ¿Siendo segunda también? Pfff, ¡totalmente! ¿No tenías presión? Yo entrenaba con las marcas mías, sabía que tenía una chica que física y naturalmente era muy buena. Es un punto de vista bastante maduro para esa edad, ¿o no? Es que yo creo que es fundamental, hasta el día de hoy. Siempre tuve la visión de competir conmigo. Yo no entreno para ganarte a ti, yo en natación tengo un cronómetro: si me demoro 30 segundos en 50 metros, y estoy hace ocho años en esos 30 segundos, hay algo que no está funcionando para que pueda hacer 29. No me importa si me ganas o no me ganas, qué bueno por ti. ¿Pero en ningún momento entra el corazón en ese análisis? Porque si tú bajas a 28 pero alguien hizo menos, implica que ella gane y tú no. O que ella clasifique a una final, y tú no. Entonces en términos técnicos lo entiendo, pero haciendo todo el esfuerzo que tú haces, y tu rival pone la mano al fondo un segundo antes, algo debe pasar, ¿o no? Pero es que si bajo mi tiempo, gano otra cosa. ¿Y siempre ha sido así? ¿Nunca te ha molestado perder? Me puede molestar por cómo planteo una carrera, por error mío. ¿Todas las competencias son contra ti? Claro, el mayor desafío es uno. Ahora, que eso te traiga resultados, mejor todavía. Pero si compites en una final, y ganas esa final con una marca muy mala… Noo, no, no es un disfrute eso. ¿Ni con la medalla? ¿Lo dejamos en un disfrute menor? No, ni siquiera. ¿Para qué me levanto a las cuatro de la mañana? Entonces podrías ser campeona de algo y no estarlo disfrutando. Totalmente.

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¿Te ha pasado? Ha pasado, y viceversa: ser última, con una marca excelente, y te tratan como si fueras la peor del mundo. Y tú dices, pero para, hice mi mejor tiempo, hace tres años que no la bajaba. Por eso hay veces que tenemos que canalizarlo bien, y estar bien parados con nosotros mismos. ¿Puede ser que la gente perciba que los deportistas son campeones por generación espontánea? Sí, pero yo creo que nosotros también tenemos esa culpa, por no alimentar bien cómo tiene que ser: no se sacan campeones de un día para otro, hay todo un recorrido, de altos y bajos, de seguridad y de inseguridad, de cara de poto y de felicidad, de lo que sea. Ese es el camino real, de la vida. Son peldaños, pero mucho más chiquitos que tres o cuatro. Esas cosas son lentas de asimilar, pero también de transmitir. Yo junté nadadores hace cinco o seis años. Todos quieren ser nadadores olímpicos, todos quieren ser finalistas mundiales. Pero cuando les muestras lo que tienen que hacer, no te queda nadie. No es que te queda uno: no te queda nadie. Porque no queremos entrenar once o doce veces a la semana, porque no queremos tener este período de descanso, porque no queremos estar tan lejos de la familia, porque no queremos dormir en esta cama o compartir pieza, porque quiero salir, porque no me gusta esta piscina. ¿La fortaleza mental para estar disponible para todos esos sacrificios es parte del talento también? Yo acá ni siquiera analizo el talento, ni lo cuestiono. Todos tienen gorra, lente y traje de baño, nada distinto. Fernanda Valdés decía algo parecido, que al parecer las generaciones de hoy tienen más que lo que tenían ustedes, pero también se quejan más, que ella tenía que turnarse las zapatillas y el buzo de Chile con sus compañeros. Y había que vender queques para tener los trajes de baños, había que hacer tallarinatas, había que decirles a los tíos que no te hicieran regalos pero que te dieran la plata para comprar un traje de baño que dure todo el año o ver las cosas que tenías que pagar. Hoy es distinto. Entiendo que los tiempos han cambiado, y yo me tengo que adaptar. Pero no es necesario para mí analizar si el chico tiene o no tiene razón. “Es que no tenemos el equipo oficial”, bueno, qué sé yo si está bien o

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está mal. Ojalá que te lo den, pero si no lo tienes, ¿vas a nadar menos rápido? 3. ¿Tuviste algún resultado que te gustó más que otro? Yo soy súper buena para dejar esos recuerdos con polvo, con tierra. La otra vez me tocó analizar año por año mi carrera y es… uff. ¿En qué contexto lo hiciste? En el contexto de limpiar esa biblioteca sicológica interna, me tocó esa tarea. Y es larga, te das cuenta de tantas cosas: parece que ahí me equivoqué, parece que ahí no disfruté tanto. Pero hay que hacerlo, de eso me di cuenta. Es muy rico, pero tampoco vivo de los recuerdos. Sé que los viví y estoy demasiado orgullosa, pero siguen siendo un check. Me preguntas de un torneo o un resultado que diga “aaahh”, pero lo más “aaahh” de mi vida ha sido el nacimiento de mi sobrino, y eso que yo vivo con el deporte. Pero la vida también transcurre en otras cosas. ¿Es difícil darse cuenta de eso? Es difícil, pero me parece saludable hacerlo. ¿Cuándo empiezas a trabajar con Daniel? En el 2003. ¿Cómo se conocieron? Había una rival que lo tenía de entrenador, y clasificaron a los Juegos Olímpicos del 2000 cuando ella tenía 15 años. La entrenaba en un club de Córdoba. A mí varias veces me invitaron como refuerzo de ese club para el Nacional Argentino, pero estaba una semana y volvía a Chile. Y ahí te das cuenta de que el ritmo de Argentina en el tema deportivo es distinto, más la exigencia que tiene Daniel en la especialización de fondo. O sea, Kristel, tienes que hacer un cambio. Ya sabía que había que entrenar a las cuatro de la mañana, que después había que hacer gimnasio, que después se nadaba de nuevo, que eran diez, once o doce sesiones a la semana, con sábado doble o domingo en la mañana. Yo ya sabía que era así, y que esa era la forma de conseguir resultados. Y que ya era la forma en que trabajaban mis rivales, yo era la que estaba atrasada.

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Entonces, pensaba: acá nadie te abre la piscina a las cinco y media de la mañana, qué hago, cómo entreno el doble. Las otras sí lo hacían. Y a mí nadie me abría la piscina. En noviembre de 2003 terminé en el colegio para deportistas, con exámenes libres. Quería terminar la etapa de colegio acá para luego hacer el cambio. Y decido irme a Córdoba. ¿Y tus papás qué dicen? Habría que preguntarles a ellos, jaja. No, fue un análisis bien de oído, de escucharme, de decirles que en Chile estaba en mi techo, y no por una cosa física o mental. Y eso no era coherente con mi forma de ver las cosas. Y encuentro una familia allá que me abrió las puertas de su casa automáticamente. Todo eso suma a que lleve 16 años allá. Daniel ya vivía con su señora e hijos, ¿no? Cuando llegué estaba casado y tenían tres hijos, y a los dos años nació otro. Imagínate lo que fue haber compartido esos momentos allá, y los sigo teniendo. Para mí es fundamental, es como cuando vengo a Chile y me quedo en la casa de mi hermana. Es lo que yo he tenido en Córdoba y lo agradezco eternamente. ¿También había una apuesta de Daniel como entrenador? Sí, pero Daniel lleva muchos años en esto. Y la cultura es distinta, él como nadador había recibido a algunos compañeros. Si tú lo ves desde acá dices no, nada qué ver, qué estás haciendo. Allá fue natural, es natural y sigue siendo natural. No hay nada forzado. Si lo hubiera, tomas la decisión y dices sabes qué… ¿Cuánto tiempo viviste en la casa de él? Sigo viviendo en la casa de él, hace 16 años. Al final fue como adoptar una hija. Más grande, pero una hija. Así fue. Así lo considero y sé que también ellos lo sienten así. 4. ¿Como ha sido vivir fuera de Chile tanto tiempo, uno se acostumbra? Es que yo igual cada tres o cuatro meses vengo a Chile. Hace 20 años

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no era lo mismo el tema de las comunicaciones, hoy hay un streaming que está en todos lados, es otra la situación. ¿En algún momento te dieron ganas de decir basta, suficiente, vamos por una vida más normal? Más adelante cuando es más real te vienen esos momentos oscuros, cuando chica no. ¿Para ti es tema el retiro? No, para nada, es tema por la edad que tengo, por lo distinto que es mi tema con respecto a la edad y a la disciplina y la exigencia del alto rendimiento, pero no es un tema interno. Sabes que es algo más cercano que hace diez años, pero no te quita tiempo, no te quita energía. No, no, sigo teniendo las mismas ganas, sigo siendo igual de autocrítica que como el primer día que fui a Argentina, sigo siendo exigente. ¿Uno va pensando muchas cosas en el agua? No, hay que tratar de pensar lo menos posible. ¿Has calculado alguna vez cuánto tiempo de tu vida has pasado en una piscina? No, pero sé que es mucho. ¿Piensas mucho en lo que viene después de la natación? No. ¿Sabes quién te ama locamente? La Fran Crovetto. Es mutuo. Se acordaba que en la villa en Río el 2016, cuando ella lloraba porque le fue mal en los Juegos Olímpicos, tú eras su compañera de pieza y le decías “¿Cuánta gente más puede decir que está dedicaba a hacer lo que ama?”. ¿Te pasa eso con la natación? De decir sabes que me saco la cresta, me levanto a las 3 de la mañana, nado todo el día, vivo en otro país, tengo que viajar, etc., pero yo estoy enamorada de lo que hago, soy una afortunada. Es que esa es una elección mía y eso yo lo sé, todos los días.

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Se necesita tener esa elección clara para seguir adelante. No sé, es la mía, es la que yo creo y es por la que yo apuesto, es con la que yo vivo. No sé si todos tienen esa visión, creo que es la más simple y es la más fácil. No fácil de decir que es fácil entenderla, sino que es la más simple en ese gasto energético del que a veces nos queremos hacer cargo. Sin tener que cuestionarlo demasiado. Es como algo que tenemos que disfrutarlo de otra manera. Si ese pequeño momento le quedó marcado a la Fran, qué rico, son los que nos hacen abrir las puertas en otras cosas que por ahí no nos damos cuenta. Y así como ella me pudo haber dicho algo en otro momento que yo también lo tengo presente, o su entrenador a ella, o la mamá a ella, o ella a otro chico en otro momento, esas son las cosas que ayudan y es lo que yo te decía que a veces hay que desempolvar algunas cosas para poder entender en qué estamos. Ya sé que no hay un campeonato que recuerdes más que otro, pero te voy a preguntar por uno en particular: la medalla de oro en los Juegos Panamericanos de Guadalajara, en 2011, que fue la primera para la natación chilena. ¿Das un paso atrás y dices guau? ¿O nada? ¿No te gustó tu tiempo y quedaste amargada? No es que sea nada, pero yo sé que ahí la americana que tenía que nadar conmigo se enfermó, no se presentó. ¿Tú crees que te hubiese ganado? Hubiese sido otra carrera, seguro.

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Nombre: Tomás González Sepúlveda. Fecha de nacimiento: 22 de noviembre de 1985. Deporte: Gimnasia Artística. Principales logros deportivos: Cuarto lugar en Salto y Suelo de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 / Medalla de oro Juegos Panamericanos Lima 2019 / Medallas de plata Juegos Panamericanos Guadalajara 2011 y Río de Janeiro 2007 / Medallas de bronce en Juegos Panamericanos Guadalajara 2011 y Río de Janeiro 2007 / Diez medallas de oro en Copas del Mundo de Gimnasia. 1. Mis papás eran gimnastas. Los dos fueron medallistas de bronce en Juegos Suramericanos, en Salto. Mi mamá se había ganado una beca para ir a España pero tuvo una lesión en la rodilla, se rompió meniscos, ligamentos, todo. Y en esa época no había la tecnología que hay ahora, así que no pudo tomar esa beca y terminó su carrera en el alto rendimiento súper joven, como a los 16 o 17 años. Tengo dos hermanas mayores y un hermano menor. Todos practicaron gimnasia en mi colegio, pero a nivel recreativo. Deben haber tenido un par de competencias interescolares, pero bien chicas. Y mi hermano entró al Club Deportivo UC cuando yo estaba allá, era súper talentoso pero no le gustaba mucho. Somos muy unidos, nos vemos casi todas las semanas. Yo en mi colegio conocí la gimnasia porque mi mamá era profesora de Educación Física y hacía clases de gimnasia, ese fue mi primer encuentro. Empecé a imitar lo que yo veía, pero jugando. Por suerte había gimnasia de hombres como actividad extracurricular en mi colegio, porque no todos tienen. Tenía 7 años cuando vi en la tele los Juegos de Barcelona 92, y ahí pienso que quiero llegar a unos Juegos Olímpicos. Era súper chico. Y después supe que había llegado un ruso a Chile, contratado por la Católica, que era Evgeny Belov, que fue quien me formó como gimnasta de alto rendimiento. Le dije a mis papás que quería entrenar con él, mi mamá tenía susto de que yo me lo estuviera tomando más en serio. ¿Por qué? Porque ella lo vivió y sabía lo difícil que era dedicarse a un deporte como la gimnasia en Chile. Lo clásico, que todo cuesta diez veces más que en otro país. Pero mi papá me llevó a una prueba a escondidas de mi

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mamá, y quedé, jaja. Pero ella nunca se opuso, sino que no me incentivó la práctica más competitiva. Hasta que se dio cuenta de que era lo que yo quería, y ahí sí lo hizo. ¿Por qué crees que tu papá te llevó a escondidas? Ehh, no sé. Es difícil ponerse en el lugar de él, me imagino que si yo tuviera un hijo y le viera tantas ganas, uno también lo apoya. Pero también es comprensible el temor de mi mamá. ¿Tienes recuerdos de ser muy chico y ya estar loco por la gimnasia? Síii po’, yo siempre estaba dándome vueltas en los sillones de mi casa; en cualquier lugar que yo viera que podía darme alguna vuelta, ahí estaba. Y cuando eres chico tienes mucha energía, no eres muy miedoso, entonces siempre andaba buscando pasarlo bien y la gimnasia es muy atractiva en eso: es lúdico y entretenido. ¿En el colegio te entrenaba tu mamá? No, ella entrenaba a las mujeres. Yo tenía otro profe, que se llama René Saavedra, y con él competí un par de años antes de estar con el ruso, que fue a los 9 años. Ahí ya tenía que entrenar de lunes a sábado y tres horas al día. ¿A los 9 años, todos los días, tres horas al día? ¿Lo hacías después del colegio? Sí, y el problema que yo tenía era que en mi colegio la enseñanza básica tenía jornada en la tarde y la media tenía en la mañana, entonces no podía ir a las clases normales y tenía que ir a las de recuperación. Por suerte que mi profesor jefe y el colegio me apoyaron. Igual es un poco adelantado con respecto a otros deportes, ¿no? Muchas veces los deportistas dejan los colegios tradicionales o dan exámenes libres pero más cerca de cuarto medio, no a los 9 años. Claro, tuve hasta los doce ese tema de no poder ir a clases normales. Y después por suerte que adelantaron el cambio de la jornada en el colegio y pude hacer algo más normal. Pero después a los trece tuve que pasar a doble jornada de entrenamiento, jaja. ¿Entonces tu recuerdo como de un curso de colegio “normal” casi no existe? O sea yo estuve desde Pre Kinder en mi colegio y mi curso siempre

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fue el mismo, yo crecí con ellos y estuve hasta tercero medio. En cuarto viajé mucho entonces hice exámenes libres, pero me gradué igual con ellos. Entonces para mí es mi curso, y a pesar de mis ausencias el colegio me apoyó igual. ¿Uno se da cuenta de esas “ausencias”? ¿De que estás viviendo una vida anormal? Sí, es inevitable, porque uno empieza a hacer cosas que no hacen tus compañeros, a tener responsabilidades mucho mayores que las que tiene cualquier niño. Después viene la adolescencia, y uno sufre un poco no tener una vida social normal, conocer más gente o salir a fiestas. Lo intentaba, pero súper limitado también: no podía hacerlo siempre, no pude ir al Viaje de Estudios y a todas esas cosas porque tenía competencias, tenía que entrenar, tenía que cumplir con muchas cosas. 2. ¿Desde un principio te diste cuenta de que tenías aptitudes? Sí, me acuerdo que en mi segundo campeonato, a los seis años, yo sabía hacer un flick flack, la colchoneta era más blanda y quise hacer un mortal, y lo hice; o a los nueve años, en la playa, hacía mortales pero quería hacerlo con giro, mi papá me ayudó y logré sacarlo en la arena. Entonces uno se va dando cuenta que tiene facilidades para aprender ciertas cosas. ¿Hay alguna condición innata que no se trabaja? Son muchas cosas. Eso es un plus, ser talentoso te ayuda mucho, pero creo que el trabajo incide más en los resultados. Y la parte sicológica, cómo uno enfrenta cada evento, es súper decisivo al final. Uno puede ser súper talentoso, trabajar muchísimo, pero si la cabeza no funciona en la competencia, no sirve de nada. Varios deportistas me han dicho que creen que el talento tiene una definición más amplia que capacidad técnica, que incluye la fortaleza mental. Claro, cuando uno se posiciona a cierto nivel en el alto rendimiento tienes que vivir con lesiones, porque el cuerpo no está hecho fisiológicamente para la carrera que uno hace. Y ahí el tema de la cabeza es fundamental para alguien que quiere destacar. ¿Crees que la diferencia se marca ahí, en lo mental? Sí, yo creo que sí. Es como el caso del gimnasta Diego Hipólito, él no era muy talentoso, era pura cabeza y trabajo. Tenía, no sé, pie plano… uno

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notaba que no era un talento. Él fue como tu némesis en un momento a nivel sudamericano y panamericano, ¿no? Sí, competimos desde los 10 años. Obviamente yo tuve como mil problemas para entrenar y eso, y él en Brasil no. Él llegó a su peak mucho antes, a mí me costó más, hasta que tuve un equipo de trabajo y pude entrenar de manera más estable. ¿Hay buena onda con los gimnastas de otros países? Sí, en general sí. No es una pelea uno a uno, uno va y hace su pega. 3. ¿Cuándo empiezas a sentir que dejar tantas cosas de lado sí funciona? Rápido, yo el 95 tuve mi primer campeonato internacional en Cuba. Empecé con el ruso a finales del 94 y altiro se dio cuenta de que tenía harto talento, que estaba dispuesto a entrenar, que me portaba bien en el gimnasio, que era obediente. Así que habló con mis papás, les comentó que había una competencia que se llamaba Talentos del Futuro en Cuba y partimos toda mi familia. Mis abuelos ahí ayudaron harto para poder viajar. Fui, saqué medalla en Suelo y Salto, y fue como el puntapié inicial para dedicarme más en serio a esto. ¿Y tus papás, a esa altura, decían vamos no más? De a poco, sí. Empezaron a apoyarme, primero en categoría infantil, después el 96 en un Panamericano interclubes, después un Sudamericano… ¿Siempre te iba bien? Siempre sacaba medallas, sobre todo en Suelo y Salto, que era lo que más me gustaba y por lo mismo le ponía más energía. A medida que ibas creciendo y te iba yendo bien, ¿la pasión por la gimnasia iba aumentando? ¿Uno se va alimentando de eso? A mí por lo menos me tocó de los dos lados, porque entrenaba, salía y me iba bien, pero después volvía y no había apoyo. Entonces uno empieza a crecer, te dan ganas de tener una vida normal, ves que sacrificas muchas cosas pero que no hay una retribución. Siempre está ese dilema. Sobre todo en la adolescencia, porque uno está creciendo y conociendo el mundo, y te vas dando cuenta que hay que sacrificar mucho y que no hay retribución.

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¿Uno siente que no vale la pena? Claro, porque yo decía me saco la cresta, entreno horas y horas, dejo muchas cosas de lado, y no tengo apoyo. Porque siempre traía resultados, pero no había apoyo, no apoyaban a mi entrenador. Aparte de las condiciones de infraestructura del día a día, de poder entrenar tranquilo. Y como no había, ni todavía hay, un sistema de alto rendimiento en la gimnasia, es súper solitario también. Uno se siente solo, y es más difícil sobrellevar la carga sicológica del día a día, las repeticiones, etc. Porque cuando uno tiene a varios en la misma situación, es distinto, la percepción del esfuerzo cambia totalmente. ¿Alguna vez has calculado cuántas horas de tu vida las pasaste entrenando? No jaja, porque además tuve un período de cinco años sin entrenador, que intentaba entrenar lo mejor posible pero tampoco lo lograba siempre. Entré a la universidad el 2004, el primer semestre no entrené mucho… entonces se me haría difícil calcular las horas reales. 4. Mi entrenador ruso se fue cuando yo tenía 16 años, entonces fue raro ese período. Teníamos eventos internacionales, íbamos con otro entrenador que nos ayudaba, pero no era tan constante tampoco. Era difícil mantener el nivel así. Entonces ahí empiezan esos cinco años, del 2002 al 2007, más o menos, donde no siempre pude entrenar bien. El 2004 entré a Agronomía en la Universidad Mayor, pero el segundo semestre ya supe de una Copa del Mundo que iban a hacer en La Serena y empecé a prepararme, retomé más en serio los entrenamientos. Me fue bien, saqué bronce en Suelo, y gracias a eso logré que me financiaran una Copa en Escocia y me fue mejor aún: plata en Suelo y bronce en Salto. Ahí dije ya, esto tengo que aprovecharlo, pero seguía siendo muy difícil, no tenía entrenador. ¿Y cómo te preparaste para esas Copas? ¿Con tu mamá? Solo, solo. No tenía a nadie que me programara los entrenamientos, las cargas, etc. Era muy difícil, el 2005 conseguí irme a España pero me volví por una lesión. En esta época complicada que me estás contando, ¿pensabas en clasificar alguna vez a Juegos Olímpicos? Era mi sueño, siempre lo había sido. Pero con estos altos y bajos nunca fue

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seguro, todo era muy incierto, no sabía hasta cuándo iba a tener resultados para que me siguieran financiando las competencias. Hasta que empecé a entrenar con Joel Gutiérrez, pero también fue difícil conseguir los recursos para pagarle a él. Yo empecé a tener más apoyo el 2005, cuando llegó Neven Ilic al Comité Olímpico. Y el 2006 se creó ADO Chile, y tuvimos algo más de apoyo. En ese minuto fue lo máximo, pertenecer a un financiamiento algo más seguro y más directo marcó la diferencia. A Joel lo conocí porque él también entrenaba en la Católica, yo lo veía algunas mañanas, de lejos. Era un gimnasta súper talentoso, que venía de Cuba y se había retirado hace tiempo, pero se notaba que era bueno. Empecé de a poco con él, no tenía cómo pagarle tiempo completo, pero los recursos de ADO ayudaron a programarnos en el tiempo. Y ese año saqué medalla de plata en los Juegos Panamericanos del 2007, así que pude asegurar financiamiento para algunas otras competencias. Ese fue un salto grande, era un Megaevento. Quedé como a cinco puestos de clasificar a Beijing 2008, llevábamos poco tiempo trabajando como para armar bien el All Around. ¿Fue frustrante? Sí, pero al final todo sirve. Si miro hacia atrás, la preparación había sido súper precaria, casi lo veo como un logro, jaja. Pero en ese minuto fue difícil, era el sueño que yo tenía y había quedado cerca. ¿Viste esos Juegos por la tele? Sí po’. ¿Y qué sensación te daba? Nada, asumir que no fui. Igual ese año gané una Copa del Mundo en España, me quedé con eso. 5. En 2009 clasifiqué a mi primera final Mundial de Suelo, quedé séptimo. Y justo pasa lo de Farkas. ¿Cómo fue eso? Fui finalista mundial, y después tenía una Copa del Mundo, y me avisaron que no me habían inscrito a tiempo y esas cosas que pasaban, jaja. Salió en

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la prensa, porque las cosas malas sí que salen en la prensa. Neven intercedió y escribió directo para hacer una inscripción fuera de plazo, y lo aceptaron muy pegado al evento. Fui, me fue bien y saqué plata en Suelo. A la vuelta hicimos una conferencia de prensa y ahí entre las preguntas salió una que decía “Qué harías si no tienes apoyo del Estado, bla, bla…”. Yo no sabía qué decir y dije “Llamaría a Farkas”, pero lo dije como en broma, estaba de moda esa talla. Todos se rieron y listo. Pero se hizo realidad. Después me llama un representante de Farkas, y yo pensé que era una broma. No entendía. Me di cuenta de que era real, que quería tener una reunión comigo. Fui a su oficina, me dijo que había sabido que me estaba yendo súper bien y que qué necesitaba. Yo le dije que necesitaba la infraestructura con la que yo competía, que básicamente eran los aparatos. Yo entrenaba en un tapete chino, que ni si quiera era largo, era un pedazo, y que cuando yo saltaba se soltaban las tablas, entonces tenía que ir y volver y arreglarlas entre medio. Y claramente eso después en la competencia me influía. Me dijo veamos qué marcas hay, le dije como tres, empezó a intentar contactarse y logró hablar con un representante de una marca alemana, y le preguntó qué tenía que hacer. Mandó a hacer un depósito, de millones… ¿Contigo ahí? Sí, yo estaba en shock. No entendía este mundo, totalmente ajeno para cualquier persona, jaja. Le conté que mi proyecto futuro era poner una escuela de gimnasia, y me dijo que él me daba la donación pero con el compromiso de que pusiera la escuela y ayudara a otros gimnastas. ¿El bichito de la escuela lo tenías hace tiempo? Siempre quise tener un gimnasio, que fue creciendo en el tiempo. Un gimnasio bueno, en Chile, para que a los más chicos no les pase lo que viví yo pero también para poder practicar en un lugar como el que se merece la gimnasia. Y así se dio todo. ¿Tienes claro que hasta el día de hoy la gente te asocia con Farkas, no? Hasta el día de hoy me llama o me escribe gente que no conozco para pedirme el teléfono porque onda quieren plata para un tratamiento dental,jaja, no te estoy mintiendo. Llegó la infraestructura y lo hablamos con el Gimnasio del Club Manquehue para instalarla allá, hasta que yo abriera la escuela, pero que eso se iba a demorar. Y con eso, más poder contar con una kinesióloga en mi equipo,

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el 2010 me fue súper bien. En los Juegos Suramericanos de Medellín saqué varias medallas, aunque mi entrenador no quedó conforme. ¿Era muy exigente? Súper. Súper. Si tú ya eres exigente, y lo encuentras a él súper exigente. Sí. Y era un poco cambiante, entonces eso me dejaba un poco mal. Después de Medellín no le gustó el resultado y dijo que no entrenábamos más, pero después fue a hablar con Neven para volver… fue complejo, teníamos una Copa del Mundo en Moscú y no fui con él. Pero volvimos a trabajar juntos y competimos en varias Copas y con hartas medallas. ¿Ya sentías que las condiciones eran mejores? Sí, porque tenía un buen gimnasio, con entrendor a tiempo completo, con mucha más tranquilidad. Desde ahí no paré de tener buenos resultados, sentía mucho más cerca la clasificación a los Juegos Olímpicos, hasta que logré asegurarla varios meses antes. ¿Te pasa algo en ese minuto? Cuando ves el listado y ya estaba tu nombre. Fue como no creer un poco lo que estaba pasando. Estás tan enfocado todos los días, todo el día, con años tan intensos de preparación y competiciones; tantas cargas, tantas fechas, tantos campeonatos; y la prensa que de a poco iba a apareciendo, entonces fueron tantas cosas que en el minuto en que clasifiqué me costó creerlo un poco. Por suerte estaba mi hermana allá, grabando una especie de documental que está ahí, parado, y tuve un momento para disfrutarlo. Pero no había tiempo para descansar. ¿Pero hay algún espacio de satisfacción personal, de disfrutar un logro con el que soñabas desde chico? ¿O eso pasa después? O sea, yo tenía claro lo que quería. Es súper emocionante lograr la clasificación, pero hay que ser súper concreto y tener los pies en la tierra. A este nivel uno tiene muchas lesiones, entonces nunca puedes dar por hecho algo. Son muchos factores, por eso estaba tan enfocado. Y ahí empiezas de nuevo: preparar una rutina para una Copa del Mundo en marzo, después otra en abril, ir subiendo la dificultad, decidir qué hacer para los Juegos, muchos controles, evaluaciones, concentrados…

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¿Se transforma un poco en el “Día de la Marmota”? Onda, esto ya lo viví ayer, antes de ayer… Sí, es demasiado mecanizado, sobre todo en año olímpico, que es repetir y repetir. Puedes ir probando ciertas cosas, pero es súper monótono. La gimnasia es un deporte donde tienes que repetir millones de veces para poder disminuir el error. El salto que la gente te ve hacer en la tele, ¿cuántas veces lo haces? Lo que pasa es que ese salto es súper peligroso. El 2010 gané una Copa del Mundo en Glassgow, pero tres días antes había caído de cabeza, súper mal. Entonces tampoco lo puedes repetir tantas veces, por el impacto. Por ese mismo salto terminé con dos fierros en 2015. ¿Cuántas lesiones has tenido? Incontables. Imposible. Son millones. 6. Antes de los Juegos Olímpicos de Londres, ¿sentías que estabas llegando a tu peak? Sí. Lo que pasa es que también cuando estás muy alto, y todos quieren el resultado, es súper difícil competir con los chinos, los rusos, los estadounidenses, que tienen muchos gimnastas muy buenos e influencian mucho. Porque al final este es un deporte de apreciación, y hay jueces, y detrás de los jueces hay un país, y detrás hay una federación, que está asociada a la internacional, que tiene sponsors millonarios de bancos rusos, es una cuestión que va mucho más allá. Entonces ahí uno va viendo que tiene que ver el equilibrio entre dificultad y ejecución, y decidimos bajar un poco la dificultad y me dio buenos resultados, quedé doble cuarto lugar en Londres. No quedé muy conforme con mi rutina de Suelo… Bueno igual es una final olímpica, es una atmósfera que uno nunca vive, es único. El nerviosismo y el estrés es terrible, el estadio, las luces, el silencio, los gritos, los flashs, la cámara que te sigue en la carrera. Es súper difícil de manejar. ¿Tienes el recuerdo muy vivo de eso? Tengo algunas cosas que me acuerdo muy bien. Otras uno las va borrando igual. Me acuerdo que fue súper agobiante la prensa en esos Juegos Olímpicos. Yo quedé feliz con los dos cuartos lugares, o sea, pucha qué lata, súper cerca, pero estaba súper contento, no podía creer que había competido bien, que no me había caído, que me pegué el mejor salto de mi vida en

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una final olímpica. Pero por el otro lado la prensa que te molesta, que casi había sido un fracaso, fue mucho acoso. ¿Te molesta mucho el tema de la prensa? ¿Hasta el día de hoy? Sí, me molesta, pero ya me manejo mucho mejor. He aprendido a decidir, rara vez doy entrevistas ahora. Me preocupaba en preparar las entrevistas con tiempos, coordinar los temas, pero siempre me querían sacar de lo deportivo, buscar alguna polémica y poner un titular que venda, y yo no trabajo para eso, para eso hay gente que se dedica a la farándula. Antes no me gustaba mucho tener Instagram, pero ahora lo veo como una herramienta para difundir lo que yo quiero. Pero igual es una ventana a tu vida privada. Sí, pero por lo menos uno decide qué quiere mostrar. Hay gente que se va al chancho, que expone a sus hijos, y yo digo chuta, qué osado, pero eso es opción de cada uno. Yo opto por enfocarlo siempre a lo que me dedico, que es el deporte. A lo más mi familia, pero más allá no me gusta, porque se desvirtúa todo. Después de Londres, dejé de trabajar con Joel. Se cumplió un ciclo, la relación ya estaba desgastada. A mí me superó, me superó la forma de trabajo de él. Si bien logré resistir esa exigencia, y estoy súper conforme con el trabajo que hicimos, sentí que se cumplió el objetivo para el cual trabajamos juntos. ¿Fue muy difícil tomar la decisión? Fue súper difícil, fueron muchos años juntos, como cinco años, y nos tocó vivir muchas cosas como destacar a nivel mundial. Pero hablé con él y le expliqué todo, y en ese minuto me dijo que estaba bien, que era mi decisión y la respetaba. Yo no me sentía bien, llegaba al gimnasio y no quería estar en el gimnasio. Entonces cuando uno llega a ese punto, no puedes seguir. Él se lo tomó bien en ese momento. ¿Y después también? No, después no, no se lo tomó bien. Pero bueno. Quizás uno está acostumbrado a postergarse mucho por un fin, pero si ya no eres feliz… Y a la vuelta de Londres sí que te sentías famoso. Sí, hubo un boom: no podía salir, ir al supermercado, empecé a usar jockey y lentes porque sino no podía funcionar en la calle. Pero siempre la gente conmigo ha sido muy buena onda, creo que la gente

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valora lo difícil que fue el comienzo de mi carrera y que lo vieron con lo de Farkas, valoran mucho el esfuerzo. ¿Te pasa hasta el día de hoy, anteojos y jockey? Sí, siempre, yo no salgo sin. Yo nunca he sido tan extrovertido, me gusta estar tranquilo. 7. Santiago 2014 fue uno de los eventos más importantes que he tenido, se demostró que a la gente le gusta el deporte, fue muy bonito sacar medalla en mi país. Fue como perfecto. Podría haberme retirado ahí, pero obviamente no era mi objetivo. El 2015 no estuviste en los Juegos Panamericanos de Toronto. Sí, por lesión, me tuve que operar. Y además estuve súper justo con los plazos para el preolímpico, tenía estos pernos en el tobillo que me molestaban mucho pero logré clasificar. Incluso pasé a la final de Suelo en el Mundial de Glassgow a fines del 2015. Lograste clasificar a los Juegos Olímpicos de Río en 2016, ¿tenías mucha presión por lo conseguido en Londres 2012? Claro, me sentía motivado, a pesar de la operación. Para mí ya era un mega logro. Me sentía bien, estábamos entrenando una rutina con buena dificultad en Suelo, pero me evaluaron muy estricto los jueces. ¿Sigues pensando que fueron injustos? Sí. Lo que pasa es que los jueces pueden descontar, el tema es cuando no evalúan con el mismo criterio: a mí me aplican el máximo, y a los otros no. Entonces ahí decidimos competir en Salto, yo no competía en Salto desde el año anterior. O sea si clasificabas a la final de Suelo, ¿no competías en Salto? No po’, si yo estaba con los pernos en el tobillo, fue súper complejo convivir con ellos. Entonces no me expuse a competir en Salto por el riesgo a que empeorara la lesión, me enfoqué en Suelo. Preparé Salto, pero no competí; en las semanas previas estaba saltando cada vez mejor y en el podium de Río entrené los dos saltos, pero con una colchoneta extra. Entonces lo tenía ahí, por si acaso, pero si tenía buen resultado en Suelo lo iba a descartar, para cuidarme. Pero nada, tenía mi plan B y resultó increíble. Salté súper bien, pa’ no haber competido en un año.

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¿Te fuiste conforme? Súper, sobre todo porque la gimnasia es un deporte que no te permite errores. No es como el tenis u otros deportes donde uno falla un punto y viene otro, creo que no cualquier gimnasta tiene cabeza para reponerse de algo así. Quedé súper conforme por cómo enfrenté esa clasificación, y luego la final también. Porque, pa’ peor, jaja, entre la clasificación de Salto y la final un francés se rompió la tibia y el peroné en el mismo salto que yo hacía. Yo abría Facebook y salía el francés, en todos lados estaba el francés, y yo con el mismo salto y con los pernos. Entonces fue difícil manejarlo. ¿Qué te dejó la medalla de oro en Lima 2019? Me faltaba una medalla de oro panamericana. Fue una de mis mejores competencias, estaba mi familia, fue bacán. ¿Y una posible clasificación a Tokio? Me preguntaron la otra vez qué pasaría si no logras clasificar, y la verdad es que no cambiaría en nada como… O sea, obviamente es un objetivo ir a Tokio, pero es distinto de Río y de Londres, yo ya cumplí con todo lo que me propuse. Ir a Tokio para mí sería como un regalo por todos estos años de esfuerzo, pero no me volvería loco si no clasifico. ¿La motivación no es la misma? En términos de buscar la clasificación. No, no es la misma, yo ya estoy tratando de disfrutar estos años. ¿Y competir en Santiago 2023? No, jaja. Mucho. Son muchas las lesiones, y ya tengo 34 años. 8. En 2019 lograste titularte, después de muchos años. Sí, fueron once años, donde congelé cuatro. Empecé el 2008, en Kinesiología. Ahí ya entrenaba todos los días doble jornada, fue súper difícil. Era muy desgastante. ¿Te iba bien? Sí, nunca me eché un ramo. Sabía que si me atrasaba me quedaba la embarrada con la planificación y ya iba a demorar más todavía en sacar la carrera. Es muy lindo soñar, pero hay que ser concreto, especialmente en el deporte de alto rendimiento. A mí a veces me hablan y me dicen “No, tal gimnasta

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está entrenando estos saltos, que son del medallista de no sé dónde”. Ya, pero que los compita y que traiga un resultado de afuera, oficial. Uno entrena muchas cosas, pero es muy distinto competirlas. En general los deportistas no expresan opiniones políticas, tú alguna vez lo hiciste. ¿Lo que me dicen que yo voté por Piñera? Sí. Lo que pasa es que la gente en este país no se informa. Ese año, 2017, él me mandó un mensaje felicitándome, porque fui finalista mundial. Entonces, en el programa de televisión, él aprovechó de decirme “¿Recibiste mi mensaje?”, como para demostrar que había estado pendiente. Y le dije lo mismo que le dije a Carolina Goic, y que un poco le decía a todos los candidatos: “Su programa me parece casi perfecto” –era un poco irónica incluso la introducción- “pero…” y ahí le tiraba todas las preguntas. Pero si uno lo escuchaba “literal”… La prensa puso que esa era mi opinión del programa de Piñera, y punto. Y eso que partí igual con Carolina Goic. ¿Sentiste que quedaste identificado como alguien que votó por Piñera? Sí, obvio, pero nuevamente la prensa. Al final es terrible tratar de lidiar con eso. La estrategia que uso yo, lo más sano, cuando me llegan comentarios en instagram, es pensar que es gente desinformada, que no quiere dialogar. Pero, ¿te interesa la política? No. O sea, me interesa como ciudadano, y me he dado cuenta de lo importante de participar y de estar bien informado. O sea Tomás González diputado, ¿ni cerca? Nooo. O sea, no sé. Tendría que evaluarlo, tiene que ver con la responsabilidad, porque quizás es una instancia donde yo sí pueda generar cambios. En mi carrera he aprendido eso: demuestro que se pueden hacer las cosas de cierta manera, y que la gente se inspira en lo que yo hago, entonces tengo una herramienta acá, cómo quiero que mejore mi país. Tendría que ir viendo lo que se presente en su minuto, pero así, como objetivo, nunca me ha gustado meterme en política.

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Nombre: Macarena Valentina Pérez Grasset. Fecha de nacimiento: 19 de diciembre de 1996. Deporte: Ciclismo BMX Freestyle. Principales logros deportivos: Medalla de plata en Mundial de China 2019 / Medalla de plata en Juegos Panamericanos Lima 2019. 1. El BMX lo conocí en el Parque Araucano, íbamos a los juegos, a jugar básquetbol, fútbol, tenis… Y nos quedábamos viendo a la gente que andaba en bici. Mi hermano se interesó en aprender, y su interés hizo que yo me interesara. Él iba, yo lo acompañaba; le compraron una bici, y me subía a su bici. Como que partimos juntos, cuando yo tenía 11 años. Pero después él se cambió al Skate. Y yo me quedé. ¿Nunca tu mamá te dijo cuidado, no te vayas a sacar la cresta? No, nunca. A veces llegaba a la casa y no podía ni caminar ni respirar, jaja. De hecho, en un momento pasábamos tanto en la clínica que los doctores pensaban que nos pegaban, jaja. ¿Te caíste muy feo alguna vez? Sí, tengo dos operaciones de clavícula, he perdido la conciencia dos veces, me he quebrado la nariz, me he quebrado la mano y he tenido moretones hasta donde no se pueden tener moretones, jaja. Cuando salí de IV Medio todo pasó a ser más competitivo. Antes, entre los 15 y los 17, estuve en una etapa de querer ser aceptada y no pescaba mucho la bici: salía del colegio tarde, jugaba vóleibol, quería salir con mis amigos, iba a Scout. No le dediqué mucho tiempo. Además, cuando estaba con la bici estaba metida en un mundo de hombres y no me sentía muy cómoda, no tenía amigas mujeres de mi edad. Claro, es mundo muy masculino el del Freestyle. Sí po’, a veces llegan un par de niñas, pero no mucho. ¿Y cómo se portan los hombres? Bien. De repente se les salen algunos comentarios onda “La Maca es como un hombre” y yo no, no soy como un hombre, soy mujer. Por qué tengo que ser “como un hombre” por ser buena para la bici. Yo soy mujer y ando como mujer. Pero en general es buena onda y me apoyan mucho los cabros.

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Pero después me pegué la cachada y dije no, quiero empezar a andar de nuevo. No por un tema competitivo, sino porque me dieron ganas de andar en bici. Dejé Scout, traté de ordenarme en el colegio. ¿Carreteaste mucho en esa época? Sí, carretié harto. Quizás por eso ahora soy tan tranquila, porque ya lo carretié todo en esa época, jaja. Pero también pienso que esos años que perdí los podría haber usado para progresar en la bici. ¿Te arrepientes un poco? Sí. Todo lo que aprendí en los últimos dos años lo podría haber aprendido hace cinco años. Pero aún así estoy bien posicionada a nivel mundial. Cuando salí de cuarto no sabía qué hacer. Estuve con algunas crisis, angustiada, yendo al psiquiatra. Y mi mamá conversó conmigo y me empujó a intentarlo, a que me dedicara a la bici. Si ella no me hubiera aconsejado, no hubiera salido del país. ¿Y haber elegido el deporte te sirvió para terminar con la angustia? Sí, estaba tranquila, porque estaba haciendo algo que me gustaba. 2. Somos cuatro hermanos, vivimos con mi mamá. Yo soy la segunda: mi hermana tiene 24, yo voy a cumplir 23, mi hermano tiene 20 y mi hermana chica 18. Somos todos súper seguidos. Mi hermana estudia Administración de Empresas. Nos llevamos bien. Mi hermano chico anda en skate, es uno de los mejores de Chile, le va súper bien. Y mi hermana chica acaba de salir de IV Medio, quiere entrar a un plan común de ingeniería para ver qué estudiar. Mi mamá trabaja en el Terminal Pesquero Metropolitano, en Lo Espejo. Trabaja allá desde hace como diez años. Tiene una mini empresa que distribuye pescado a restoranes y supermercados, como proveedora. Debe ser harta pega, ¿no? Mucha. No trabaja de día, trabaja de noche. Día por medio entra a las doce de la noche y el otro día a las tres o cuatro de la mañana. Qué sacrificado diez años así. Me imagino que duerme durante el día. Sí, tratamos siempre de no despertarla, de respetar eso. Ahí tuvimos que madurar súper rápido igual, preocuparnos harto de la casa y de nuestros

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hermanos chicos para que mi mamá pudiera trabajar. ¿Muy complicado? Al principio sí, decíamos pucha, no vemos mucho a mi mamá. Pero ya estamos todos más grandes y entendemos por qué lo hacía. Pero no fue tan complicado y nos dio harta libertad, a todos nos sirvió. Ninguno se descontroló. Igual había margen para descontrolarse. Sí po’, no había mucho control parental por decirlo de alguna manera. ¿Tu papá no está en la película? No, mis papás se separaron cuando tenía como once años, y después pasaron varias cosas y no lo volvimos a ver. Él lo intentó mucho, pero nosotros no queríamos. Hasta el día de hoy no queremos. Pero estamos súper bien sin él. Siempre estuvimos bien sin él. Tienen un súper ejemplo de mamá. De todas maneras. Todos hemos aprendido mucho de ella, es un gran ejemplo. Ahora vivimos cerca de Colina. Hace un año. Antes vivíamos en el centro, cerca del Parque de los Reyes. Y antes vivíamos en Vitacura. Mi mamá no trabajaba, pero cuando se separaron mis papás ella tuvo que empezar a trabajar, el tema monetario era más complicado y nos fuimos al centro. ¿Incluyó cambio de colegio? Al principio no, estuvimos yendo y viniendo, pero después empezamos a llegar tarde y era muy complicado. Teníamos tantos atrasos que nos invitaron a irnos, ante la amenaza de hacernos repetir a los cuatro. Pero al final fue bueno el cambio, a un colegio a cinco minutos del departamento. ¿Cómo te iba en el colegio? Bien, en Vitacura hice hasta I Medio y no me fue tan bien. Los profesores explicaban como si uno fuera universitario. Pero me cambié y entendí todo, jaja. Tenía promedio 7.0 en Física. Igual el cambio fue difícil, uno no conoce a nadie. Cuando salí del colegio no sabía bien qué quería hacer, si seguir en la bici o entrar a estudiar. Y mi mamá me dijo que me fuera, que lo intentara y

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que, si no resultaba, me ponía a estudiar. Y parece que sí resultó. Jaja sí, resultó. 3. ¿Había algún plan cuando decides viajar? Nada, no había plan, las cosas pasaron. Lo primero que hice fue buscar trabajo para juntar las lucas y poder viajar. Pero me costó encontrar, y cuando encontraba, a mi mamá no le gustaba mucho. Entonces me decía “ya, tú haces el aseo en la casa todos los días, y yo te pago”. Y yo ya po’, hagamos eso, jaja. ¿Y juntaste la plata? Noo, no junté nada, súper poco. Al final me lo pagó todo mi mamá. Hoy trato de ayudarla, mis dos primeros años afuera fueron de su bolsillo. ¿Dónde te fuiste? A Estados Unidos. A Woodward, en California. Es como el parque soñado de todo rider para aprender. Era como un campamento de verano y yo me lo conseguí gratis. Hay un chileno que se llama Coco Zurita, que es uno de los primeros riders que viajó afuera, y a él como que lo adoptaron en Woodward. Entonces le pregunté qué onda, si me podía conseguir un descuento, porque eran como mil dólares a la semana. Pero el Coco es un poco desordenado y nunca preguntó si me podían hacer el descuento, y yo tenía los pasajes comprados y faltaban como dos días para viajar. Así que mi mamá llamó a Woodward, diciendo pasó esto y esto, la Maca tiene el pasaje comprado, quiere ir, cómo lo podemos hacer. Nos dijeron que llamáramos en dos horas. Llamamos y nos dijeron ya la Maca puede venir, la recibimos y no tiene que pagar nada. Fue una experiencia increíble. Podía estar ocho días, y al quinto ya estaba agotada, mi cuerpo no me daba. Andaba todo el día, todos los días. Así que me fui una semana, pero después de eso no tenía idea qué iba a hacer. Por las fechas de los pasajes tenía que estar un mes y medio allá. Me dijeron háblale a este loco, que tiene rampas en la casa y también tiene foam pit. Así que le hablé y me dijo pucha no tengo espacio, se desocupa algo como en una semana. Pero yo no tenía dónde ir y le insistí, que me tiraba en un sillón o algo y se lo pagaba como una pieza normal. Y me dijo OK, vente.

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Me fui, era en Santa Ana, a tres horas de Woodward, tuve que tomar un tren, un bus… Estaba un poco complicada igual por el tema del idioma, tenía una base, pero no sabía cómo armar una oración y decirla. Yo creo que la primera semana estuve muda, jaja. Igual era chica, era tímida, recién conociendo gente. Y tampoco había mujeres, recién vi algunas al año siguiente. Pero llegué a esta casa, hablé con el dueño y me llevó hasta el garaje, donde ya dormían dos personas más: sucio, lleno de arañas… y me tocó un sillón cama. Lo bueno es que había dos chilenos más en esa casa, entonces buena onda, fue más agradable. Me quedé como dos meses al final, cambié los pasajes. Sentía que se había hecho muy corto. Después volví a Chile. ¿Y te gustó? Me gustó. Me gustó estar afuera, ser independiente, conocer Woodward, tener más parques para aprender y progresar. Así que llegué y dije ya, el próximo año me tengo que ir de nuevo, cómo lo voy a hacer, jaja. Intenté trabajar, juntar las lucas, pero en eso también le quería devolver la plata a mi mamá, entonces me quedaba sin plata. El segundo año también mi mamá me apañó. Hasta este punto, ¿en algún minuto te tocó alguna competencia? El primer año no. Igual loco eso, ¿no? Sentir que te quieres dedicar a algo y no tener la posibilidad de competir ni siquiera una vez al año. ¿Cómo saber si eras buena? Yo creo que, por un tema de redes sociales, de video. Por ejemplo, no se veían muchas mujeres que hicieran un barspin, y yo ya lo hacía. O veía videos de minas andando la mitad de lo que andaba yo, y decía ah ya, igual yo creo que soy buena, que soy mejor. ¿Y los riders hombres te decían algo? Sí, igual me decían. Antes acá en Chile el mundo del BMX era mucho más movido, había campeonatos, había marcas invirtiendo, se hacían tours, y todo eso como que se fue muriendo. En el Parque Araucano hacían hartos campeonatos, ahí yo competía con los hombres. En algunos me iba bien, en otros no lograba nada. Pero filo, era chica, fue antes de cumplir 15.

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Bueno, y el segundo año pudiste irte de nuevo a Woodward. Sí, con la “Fundación Mi Mamá”, jaja. Llegué directo allá y me quedé tres semanas, me invitaron de nuevo y no tuve que pagar. Después de eso no me pude ir a la casa de Ben, donde había estado, porque habían destruido la rampa. ¿Para dónde me fui? No me acuerdo, jaja. Ah ya, ese segundo año se hizo una “semana de mujeres” en Woodward, y fueron varias niñas, de las más conocidas. Y yo al principio era súper tímida, ni nos pescábamos. Ese año conocí a un grupo de hawaianos y hawaianas, y les pregunté qué onda, qué iban a hacer. Y me dijeron que se iban a San Diego en una van, y que se iban a quedar recorriendo. Eran todos skaters o surfistas. Les pregunté: ¿Si pongo una cuota, puedo ir con ustedes? Mi mamá llega en tres semanas más. Nos fuimos todos a San Diego, de repente dormíamos en casa de amigos de ellos, en el suelo con saco de dormir. Una vez quisieron dormir en un bowl dentro de un skate park, jaja, pero les dije que no. Nos levantábamos temprano, íbamos a un skate park, después a otro… íbamos rebotando. Cuando ellos se tuvieron que ir, conocí a una pareja de San Diego y les pregunté si conocían un hostal para quedarme hasta que llegara mi mamá. Pero me ofrecieron alojar con ellos, en el living. Súper aperrada igual. Sí, igual… Eran grandes, tenían como 30 años, yo tenía 19. ¿Nunca te dio susto? No, pa’ na’. O sea, de repente me sentía un poco incómoda, pero no asustada. Fueron muy buena onda, me llevaron a surfear y a sus juntas de amigos. Hasta el día de hoy tengo contacto con ellos. Cuando llegó mi mamá viajamos en auto y tuve mi primer campeonato en Denver. No me fue bien. No tenía la experiencia y quise hacer un backflip. Me pasé y me caí. Terminó todo mal. ¿Te afectó? Sí, lo pasé mal, me puse a llorar. Pero después ya me dio lo mismo. Al año siguiente, en 2017 competí en un US Open, con poca plata de premio, pero campeonato, al fin y al cabo. Me fue bien, quedé segunda y conocí muchas más chicas que andan en BMX. Ahí conocí a la Hannah Roberts, que ganó el Mundial y los Panamericanos en 2019.

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Ahora somos súper amigas. El 2019 en las dos competencias te ganó ella. ¿Te da lata? No, es seca. Cuando nos conocimos me alojó en su casa y anduvimos juntas en su parque. Es súper simpática, su familia es un amor. Después fuimos a Canadá, a otro torneo FISE, y quedé segunda. ¿Detrás de Hannah? Detrás de Hannah, jaja. A Francisca Crovetto le pasa algo parecido con una competidora de Estados Unidos, que gana prácticamente todo. ¿Tus cercanos no te dicen ¡¿hasta cuándo esta mina?! Al principio sentía un poco de envidia, porque ella tuvo toda su vida un parque muy bueno para aprender. Y mi mamá también me decía “Puta, la Hannah”, jaja. Pero después llegué a conocerla y es como mi héroe. Es seca, la cagó cómo está andando. No me importa quedar detrás de Hannah siempre, porque sé que se lo merece. Sé que no estoy andando mejor que ella. Pero la quiero mucho, somos muy amigas. 4. El 2017 también firmé contrato con Vans, y después de Estados Unidos me fui a Europa. Allá eran los campeonatos. Llegué a España, a Málaga, y había una Demo de mujeres. Y ahí como que gané… ¿Cómo “como que ganaste”? Ganaste… Sí, pero no había premio, no había podio, nada… Después me fui a Montpellier, al FISE, y quedé tercera. En ese FISE éramos ocho, no 40 como ahora. Me quedé en Barcelona un mes, pero no había muchos lugares para andar. Pero había un campeonato que era el Xtreme Barcelona, y ahí gané. ¿Pasa algo cuando empiezas a ir a torneos grandes y ganas o quedas segunda o tercera? Un año y medio atrás estabas llamando por teléfono para ir a Woodward y ahora puros podios. No sé, tampoco tenía muchos amigos en el mundo del BMX afuera. No sé si veía envidia, pero sí sentía que muchos decían “¿Y de dónde salió la Maca? Que viene entrando y empieza a ganar”. Así me sentí un poquito, como quién es ella, de dónde salió.

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¿Y te molestaba? No, para nada. ¿Ya te sentías rider profesional? Claro, estaba compitiendo en los campeonatos más importantes del mundo. Vamos a mediados de 2017, cuando les avisan que el COI metió el Freestyle como disciplina olímpica. Todos quedamos… ¿ah? Yo igual tenía una idea del deporte olímpico, y pensaba que yo no era una deportista olímpica, me veía como más gordita. O que los deportistas olímpicos no carretean, jaja. Lo veía como un mundo tan nerd. Al principio no le di mucha importancia. Pero empezó una época de sacar licencia de la Federación, de postular proyectos, de muchas cosas. No entendía mucho, hasta que llegó Ricardo López y me ayudó con eso. Estuve casi seis meses afuera en 2017. A fin de año fui a China. En FISE salí tercera. En el Mundial me caí en la semifinal, y estuve inconsciente un rato. Había clasificado a la final, pero fue tan fuerte el golpe que no me dejaron competir. Estaba triste. Pero será, nada que hacer. En 2018 ya tenía proyectos aprobados por la Federación de Ciclismo en el Plan Olímpico. Empezó en Japón, primer FISE del año, y me quebré la clavícula. Mal inicio. Mal inicio. Y tenía planes de irme a entrenar a Estados Unidos. Pero después de la operación pasaron tres semanas y me subí a la bici, de a poco, para agarrar confianza. Pensé que iba a ser un año perdido. Pero no fue así. Gané un Vans acá en el Parque de los Reyes. Me empecé a meter en la cabeza que tenía que tener una vida más saludable, cuidarme, entrenar. Despejar mi mente, ser buena deportista, de ponerme las pilas. ¿Carretear menos? Mucho menos. Pero había dejado de carretear mucho el 2017. Mis amigos me llamaban y les decía pucha es que voy a andar en bici o tengo que viajar. Ya estaba hace rato con los pies en la tierra, creo que desde que la primera vez que viajé había dejado el carrete.

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Por la lesión en la clavícula me perdí el FISE de Montpellier, donde fueron 40 competidoras. Y yo pensando nooo, fueron muchas y justo yo no voy, jaja. ¿Más tranquila a esa altura con los auspicios, el Plan Olímpico? Sí, mucho más, mi mamá casi no estaba gastando plata. Y en esa época salí segunda en un campeonato en Canadá y gané 4.000 dólares, y dije con esto tengo para vivir el resto del año. Con esa plata me compré un pasaje a México y fui a otro torneo de Vans, ahí quedé tercera. Volví a Estados Unidos, pero me pararon en la aduana porque pensaban que estaba haciendo frontera y me querían mandar de vuelta a Chile, jaja. Fui a Canadá una semana y después altiro a México, entonces pensaban que salía y volvía para tener más días en la visa. Pero les juré que me iba en dos semanas y me dejaron pasar después de como cinco horas en el aeropuerto. Y a fin de año nos fuimos a China al FISE y al Mundial. En el FISE quedé octava y en el Mundial quedé séptima, ahí me gané la Beca Proddar. Volví a Chile en el verano y de nuevo sentía que me estancaba, que no progresaba mucho, el parque no estaba bueno. ¿Echas de menos estando afuera? Hubo un año en que sólo me quería ir a la casa, estaba chata, extrañaba todo. Creo que fue el 2018. El 2019 fue más tranquilo. 5. ¿Cómo fue ir a los Juegos Panamericanos de Lima? Fue bueno, porque fue mi mamá, entonces súper bueno. ¿Y el debut en el Team Chile, estando en una villa, con deportistas de otras disciplinas, etc.? Para mí era todo extraño, pero a la vez súper especial, como mágico. Me gustó mucho cómo funcionaba, que hay que andar con el buzo, ir a comer, que aplaudan a los medallistas. Después viene el Mundial y la clasificación a Tokio. Yo la verdad no tenía muchas expectativas, porque en Japón había quedado 11ª y en Montpellier 8ª, no venía con los resultados a los que

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estaba acostumbrada en Copas del Mundo. Entonces no estaba muy convencida, pero estaba súper motivada, con las ganas de progresar. Me había pasado mucho que… yo sé que soy capaz de muchas cosas, y en esos campeonatos creía que estaba dando el cien por ciento, pero en verdad estaba dando el 40. ¿Y por qué? Era de la cabeza, de inseguridad mental. Eso lo fui trabajando y me sirvió mucho, decirme a mí misma que puedo, que soy buena. Yo me pongo súper nerviosa, onda salto y me congelo. Traté de practicar eso, respirar y botar, sacarme el nervio y tirarme a hacer mi rutina. Lo trabajé harto, incluso practicando los trucos. Por ejemplo, el backflip lo perdí mucho tiempo, no lo había vuelto a hacer. Y llegué a hacerlo incluso diez veces al día en los entrenamientos. ¿Cómo fue tu sensación después de la primera pasada en el Mundial? Quedé feliz, hice todos los trucos que quería hacer, pero me faltó sólo uno, no alcancé. Pero sentía que no me iba a alcanzar para el top 3, así que quería hacerlo en la segunda pasada. Me tiré, hice dos trucos y en el tercero hice algo nada que ver a lo que quería y me dije ya, ya fue, fue como una señal que me dijo ya brillaste, ahora para. Y terminé la ronda, jugando, pasándolo bien, pero ya fue. Incluso al final quise hacer un truco más, tirar toda la carne a la parrilla, pero no lo hice, el cuerpo ya estaba cansado. Pero quedaste segunda y clasificaste a Tokio. Estaba emocionada, me puse a llorar, jaja. No me la creí en harto rato, hasta que me subí al podio. Yo decía esto no es verdad, esto no es verdad. Pensaba que podía clasificar, pero no me esperaba el segundo lugar. Qué sientes que ha cambiado desde tu primer torneo en Denver, cuando te caíste, hasta ahora. La cabeza, la actitud. La personalidad. No es de creerme el cuento, pero sí de confianza en mí misma. He tenido hartos altos y bajos, pero he sido súper optimista. ¿Alguna vez pensaste en retirarte? No, nunca, al contrario.

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Este segundo lugar me abrió un poco los ojos. Me tenía fe, pero no estaba convencida, ahora entiendo que, si me organizo bien, entreno bien y hago bien las cosas, puedo llegar a Tokio y lograr una medalla. Hay que trabajar en eso, practicar los trucos y buscar progresar. ¿En algún momento te da miedo lo que viene? No, soy más de vivir el presente, porque sé también que esta cuestión va a parar: andar en bici, estar en mi cien por ciento… En diez años más quizás mi cabeza y mi cuerpo no va a ser el mismo, no voy a poder rendir. O la competencia va a ser el triple de lo que es ahora. Eso me preocupa, pero no quiero preocuparme de eso ahora, ¿cachai?

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Nombre: Clemente Seguel Lacámara. Fecha de nacimiento: 23 de noviembre de 1999. Deporte: Navegación a Vela – Láser Estándar. Principales logros deportivos: Medalla de plata Mundial de Láser Sub21 Croacia 2019. 1. Somos seis hermanos. Los dos mayores son Nico y Diego, que vienen de parte de papá. Ellos tienen sus respectivas casas en Santiago y nos visitan seguido. Después, somos cuatro hijos de papá y mamá, que vivimos todos juntos en Algarrobo. Todos deportistas, esa es una regla de mi papá en la casa, hay que hacer deporte: Nico es rugbista, Diego es esquiador paralímpico, yo navego, Arturo trota mucho, todos los días corre diez kilómetros, Ricardo navega en la misma disciplina que yo, está siguiendo mis pasos, y la Emi también está navegando, pero en otra disciplina con una amiga. Mi viejo es corredor de propiedades y mi vieja es abogada, ambos independientes. ¿Ellos también son deportistas? Mi viejo es full deportista y marinero. Corre y camina todas las mañanas y se baña en el mar, aunque su pasión es el windsurf, el deporte que lo ha acompañado toda su vida. Mi mamá dice que sí, pero no le creo mucho. No, no pongas eso, me mata. Es deportista, hace su bici estática, sale a caminar algunas mañanas con mi papá y cuando puede navega en windsurf y navega bien. Siempre intenta mantenerse activa. Más que suficiente, creo, no debe ser fácil llevarle el ritmo al resto. Exacto, la molesto, porque nosotros entrenamos mucho más, pero ella hace lo suyo a su tiempo y a su ritmo. ¿Por qué naciste en Temuco? Mis viejos vivían en Villarrica. Mi papá trabajaba en Coñaripe y mi mamá se fue con la idea de trabajar en Turismo y cuando quedó embarazada de mí, se puso a estudiar para la PSU. ¿La PSU? ¿Seguro? PSU, seguro.

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¿Cuántos años tiene? Cincuenta. Pero la dio como a los treinta. Ella era la más matea de su colegio, podía estudiar lo que quisiera, pero no se decidía y de rebelde entró a estudiar Filosofía. Duró un año y se cambió a Diseño, luego terminó la carrera de Hotelería y Turismo y trabajó como relacionadora pública en un Hotel 5 estrellas. Fue ahí cuando se fueron con mi papá a vivir a Villarrica, quedó embarazada y pensó estudiar algo que le diera libertad para criar a los hijos que venían. Entró a estudiar Derecho en la Católica y tuvo a sus cuatro hijos durante la carrera. Es como para hacerle una entrevista sólo a tu mamá. Mi vieja es brígida, es de otro planeta. Es superdotada. No se la cree tanto, pero es capaz de hacer lo que quiera. Así que nací en Temuco, pero nos fuimos muy luego a Santiago por el tiempo que duró la carrera de mi mamá. Y por la condición de mi hermano Arturo, que nació con Síndrome de Asperger, se dieron cuenta que la ciudad no era lo mejor para él y decidieron mudarse a Algarrobo, donde teníamos la casa de veraneo de mis abuelos. Mi vieja le dijo a mi papá probemos quedándonos acá una semana. Y terminaron probando 17 años. Fue la mejor decisión, hemos vivido muy bien, prefiero mil veces la vida en Algarrobo que estar viviendo en Santiago. Obviamente es peludo, ellos son independientes y es como la ley de la selva, pero la tranquilidad y calidad de vida en la playa es lo máximo. Tu hermano Diego está en silla de ruedas, ¿no? ¿Tuvo un accidente? Sí. A los 16 años tuvo un accidente saltando en snowboard. Tiró un doble mortal y cayó fuera de pista, de espalda, y se quebró la columna. Yo siempre lo he dicho: él es un ejemplo, porque supo sobreponerse a su accidente y el deporte que lo dejó en silla le dio la oportunidad de ser olímpico. Es un gran deportista, estuvo viviendo el año pasado en Algarrobo, incursionó en el surf y le fue increíble. ¿Cuántos años tenías tú cuando tuvo el accidente? Creo que tenía cuatro, una cosa así. No me acuerdo mucho, pero obviamente mi viejo nos cuenta. Él lo vivió todo, mi papá se quería morir y el Diego le decía, pero papá, qué onda, hay que seguir, esto continúa. Es un crack. Ahora tiene su pareja, está trabajando, es diseñador. Sacó la vida pa’ adelante, es deportista olímpico, fue abanderado… qué más querís, ja. Es lo máximo.

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¿Cómo llegas tú a navegar? Desde muy chico me gustaba el deporte. Soy muy competitivo, me gustaba medirme con mis compañeros y ser siempre el mejor, jugando a la pinta o lo que fuera. Hasta en el cachipún. En todo, hasta jugando tazos quería ser el mejor. Me acuerdo de haber visto los Juegos Olímpicos del 2008 en Beijing. Era chico, nací el 99, pero estaban dando la natación y se veía mucha energía. Y le dije a mi papá yo quiero estar ahí. Sentía que los deportes se me daban fácil. ¿Es cierto que llegaste a la Vela por salir más temprano del colegio? Fue uno de los principales motivos de por qué no fui a fútbol, jaja. Salía muy tarde, tenías que quedarte más rato todavía porque primero era el taller y después jugabas un partido. No llegabas nunca a la casa, el colegio era en Casablanca, a media hora de Algarrobo. Así que el primer semestre jugué fútbol, muy entretenido, ahora vamos a probar otro. Pero el principal motivo de por qué llegué a la vela fue la cercanía que mi papá siempre nos enseñó con el mar. De chiquitito lo veía disfrutar navegando en windsurf, nos enseñó a bucear, a hacer body, a caminar por los cerros y playas, todo en torno al mar. ¿Cuántos años tenías? Ocho años. Igual chico. Sí. Y justo un grupo de amigos sacó la misma conclusión con respecto a fútbol y dijimos bueno, salimos temprano y nos vamos a los talleres a la Cofradía Náutica, que es mi club desde siempre. Y salíamos antes que todo el resto, tú ya estabai en la casa, navegado y comido y los locos estaban recién saliendo del colegio, jaja. Así partí. ¿Te acuerdas de la primera vez? Fue épico, no tenía idea de nada. Lo que hizo el Fede, Federico Núñez, mi primer entrenador, fue que nos subió a cuatro dentro del Optimist, que es el barco de iniciación hasta los quince años. Sin vela, no tenías cómo avanzar, sólo remando con el timón, avanzando de a poquito.

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Justo cuando hay marejadas en la posa se arman unos remolinos y, adivina, obviamente nos agarró a nosotros. Chocamos con unas rocas y fue lo máximo, yo veía el terror en los ojos de mis compañeros y estaba vuelto loco, alucinado, esto es lo mejor. Nos divertíamos, terminábamos cagados de frío y muertos de hambre, queríamos puro llegar a la casa a comer. Era un panorama. Y nunca más dejaste de ir. Claro. Íbamos todos los miércoles, pero a veces nos juntábamos con chicos de otros colegios en donde estaba este Pedro Vera. Gran amigo hoy en día, seguimos navegando. ¿Era tu némesis? Jaja. Si, lo miré y al toque caché que era el cabrón. En esa época no tenía mucha personalidad, era muy alto pero tímido. Pedro era el que dirigía todo. La Cofradía nos pasaba los barcos para poder navegar y él tenía el mejor. Se acabronaba con el mejor. Y le decía ¿por qué sacai el mejor? Y me decía porque yo soy el mejor, le gano a todos. Cuando me ganís, te lo podís quedar. Una cosa así. Y lo miré y dije ah, cagaste, jaja. Era chico, no lo dije así te voy a ganar, pero soy muy orgulloso y pensé no voy a parar hasta ganarle. Es como la rutina del humorista: no lo dije, pero lo pensé. Exactamente. Y el loco también siguió, y siguió firme, entonces al final todos los campeonatos de la Cofradía eran así: nosotros dos puteándonos, porque queríamos ganar. Así partió esta rivalidad, por tener el mejor barco, porque no teníamos barcos propios. Después de entrenar los miércoles pedíamos permiso para entrenar los viernes y después los fines de semana, lo único que quería era navegar. Poco después vino el nacional de escuelas de vela, y lo ganó Pedro. Salí segundo o tercero. ¿Cómo anduvo el orgullo ahí? Hasta el piso, me quería morir. Era lo peor.

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¿Y compartías esa sensación con tus papás o pensaban que lo estabas pasando muy bien? No, con nadie. Guardado. Y frustrado. Eso es una cosa que tengo que arreglar un poquito, cuando no me conectan los cables, pobrecito el que esté ahí. Pero al que no le pase, que me pase la fórmula, jaja. Ya al siguiente nacional entrené como perro y lo gané. Además, pude tener barco propio: mi primo iba a cumplir 15 y no iba a poder seguir usándolo. Ahí sí que entrenaba harto. Pero en la Cofradía no había otro nivel, así que me invitaron a entrenar en el Club de Yates, donde había entrenador internacional. En los rivales. Sí, pero no eran mis rivales en ese entonces. No lo veía así. Y con ellos mejoré un montón. Tú te diste cuenta de que necesitabas un mejor lugar para entrenar. Sí, pero me acuerdo de que me reputeaban, era el más chico, era el de la Cofradía, era como la oveja negra. Fue duro, tenía diez años. Mi viejo vio que estaba dándole y se metió, lo único que quería era que yo navegara. ¿Y las notas? Qué notas. Había que portarse bien no más en el colegio para que nos dejaran navegar y salir temprano, jaja. En ese período literalmente no paré de navegar. Y cuando la Cofradía cachó que la mano era formar su propio grupo y traer un entrenador de afuera, volví con ellos. Pedro también siguió y seguimos siendo rivales. En una competencia, los cinco primeros clasificaban al Mundial. Él pudo ir y yo no, me lo ganó. Quedé sexto dos veces, a los doce y a los trece años, y no pude ir. Un Mundial era lo máximo. Mi viejo celebraba porque cada uno se pagaba el viaje y me decía qué bien, no me voy a tener que endeudar, jaja. Yo deprimido y él me abrazaba y me decía no sabes cómo me aliviaste la vida, porque te iba a mandar igual. 2. El Optimist es un barco igual maricón porque es hasta los 15 años pero el peso ideal es 45 kilos. Y yo a los 13 años ya media 1,80 y pesaba 63 kilos.

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Ibas casi agachado. Sí po’. Era muy grande para el Optimist, quizás con peso ideal hubiera tenido mejor rendimiento. La cosa es que mi papá cachó, se esforzaron por regalarme un Láser, que es el barco olímpico de una persona, y ahí me cambié de barco, me enamoré y no paré. ¿Qué diferencia tiene un barco con el otro? Es mucho más grande. Piensa que en la categoría olímpica necesitas pesar 85 kilos, me faltaba peso y me faltaba fuerza. Ahí dije ah, no, esto es lo máximo, ya no tengo que cagarme de hambre, jaja. Tuve muy buenos entrenadores, la Federación estuvo muy bien en la captación, tuve la suerte de que la Cote Poncell estaba terminando su etapa juvenil y pude servirle de sparring y ahí mejoré también. Cuéntame en fácil en qué consiste la competencia en Láser. El concepto es el mismo para toda la Vela, lo que cambia son las disciplinas. En los barcos olímpicos se puede navegar de uno o de dos, cada uno tiene un nombre correspondiente con sus especificaciones. Yo navego el barco más simple, el más barato: el Láser. Tú dices el más barato, pero tampoco debe costar cien lucas. No, jaja. Pero también fue un motivo para elegirlo, dije vamos a lo económico no más, ya había escuchado a mi viejo decirme que fue duro todo el período del Optimist. El Láser pesa 59 kilos y tiene siete metros cuadrados de superficie, cabe una persona no más. Tiene una sola vela. Es el barco más simple, por ende, el más navegable. ¿Cuánto cuesta un Láser? Cuando partí navegando había un solo fabricante y costaba cuatro millones y medio. Ahora se abrió y hay muchos fabricantes, pero subió a casi ocho millones. Cada vez sale más caro todo. Los otros barcos olímpicos pueden costar el doble o el triple. Quería algo que me exigiera colgarme, que me exigiera físico y que fuera el más barato. Lo más importante del Láser es que calza perfecto con mi estereotipo físico, porque soy alto y tengo palanca para colgarme. La regata es una carrera de varios días. Son dos regatas al día por

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cinco días, diez regatas en total. Todos compiten contra todos y tienen que hacer el mismo circuito para llegar a la meta. Todo se rige bajo el mismo reglamento y si hay colisiones o distintas cosas puedes protestar. ¿Pasa mucho que choquen? Más de lo que uno quisiera. ¿Le tocas la bocina y chao? No se hunden al fondo del mar. Lo reputeai, pero depende de si tienes la culpa o no. Hay un reglamento que te explica cada situación dependiendo de tu posición y el rumbo, entonces la idea es correr bajo esas reglas. Si es culpa del otro, le tiras todo el rosario. Pero la idea es que se cumplan las reglas. Tu resultado en cada regata te suma puntos. Si llegas en la posición 20, son 20 puntos. Si llegas primero, es un punto. Mientras menos puntos, mejor. Exactamente. Son muchos días de competencia, te pueden tocar distintas condiciones de olas, de viento o de lo que sea. Tienes que ser constante, conviene mucho más meter puestos parejos entre los diez primeros que ganar una y terminar treinta en la otra. Hay que estar muy concentrado toda esa semana y cometer los menos errores posibles. Cada regata dura cincuenta minutos aproximadamente. Es mucho tiempo en el agua, me imagino que la preparación también es en el barco. Tienes que salir al agua como dos horas antes que te den la largada, generalmente hay que esperar porque son varias flotas. En promedio son seis o siete horas al día en el agua. Caramba. Terminas raja. Con un caldo de cabeza, lo único que quieres es comer algo y ver Netflix, jaja. Y ni te cuento si te fue mal. Es súper duro. Si te toca viento, es muy físico. Si no te toca viento, es muy táctico, tienes que pensar harto. Es un deporte muy completo, más de lo que hubiera pensado cuando chico. Y la medal race es la última regata. Sí, cuando terminan estos cinco días, los diez primeros en la tabla general van a la regata final, la medal race. Ahí los puntos valen el doble y la

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regata dura treinta minutos, pero se suman al acumulado. No es que el que clasificó diez pueda ganar el oro. 3. A los 13 años te cambias al Láser, en una etapa que coincide con lo que la ciencia llama “la edad del pavo”. ¿Fue difícil compatibilizar la vida de deportista con la adolescencia? La verdad es que, lo creas o no, no. En la casa sí, era un rebelde. Pero pasó algo. Un año después de pasarme a Láser, eran los Juegos Olímpicos de la Juventud en Nanjing, el 2014. Me puse como meta clasificar, me preparé bien y lo logré en un campeonato en Sao Paulo. Y cuando volví de Nanjing dije yo quiero ser deportista olímpico, ahí me puse esa meta. ¿Cómo fue esa experiencia? Fue épico. Creo que ha sido una de las mejores experiencias de mi vida, por eso volví y dije eso. No pensaba parar hasta lograrlo. ¿Qué fue lo que más te gustó? Es que no sé si lo debería contar, jaja. Yo creo que sí. Es que no puedo, jaja. Pero primero, viajar con la delegación, con las hermanas Abraham y con un grupo muy bueno, vestidos de Chile, con Jaime Agliati de Jefe de Misión, era como guau. No puedo creer que estoy acá. Y no lo tenía que pagar tu papá. Jaja claro, mi viejo celebrando. Me sentí único, sentir que estabas representando a tu país me gustó mucho. El campeonato fue espectacular, la ceremonia de apertura, el estadio… nunca había ido a un estadio en mi vida. ¿En serio? ¿Ni a un Colo-Colo vs. Melipilla? ¡Aguante el albo campéon! No, ni a ver a Colo-Colo, ni a ver a Chile, nada. Entonces llegué a un estadio lleno y no lo podía creer. Los chinos pasaban volando y pensaba que lo que estaba viviendo era un sueño, estaba a punto de llorar. Fue todo muy bien organizado. ¡Los pines! No tenía idea de lo valiosos que eran dentro de la villa olímpica, ¿sabís lo que conseguí con los pines la última noche?

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Me imagino que tiene que ver con lo que no me quieres contar. Jaja, seguramente. No, tampoco, jaja. Fue único. El primer día de competencia partí en bronce, con todo. Pero me puse tan nervioso que terminé 12º en la general, entre cuarenta países. Fue bueno, pero quedé picado, dije quiero ser deportista olímpico y quiero ganar una medalla. Fue una experiencia inolvidable. Y desde ahí que me picó el bichito. Lo que no te quería contar era que conocí mi primer amor. ¿Y era de Chile o de otro país? De afuera. Entonces se puede contar. Una finlandesa. Yo era chico, tenía 14, ella era de natación y tenía 18, jaja. Me explicó cómo funcionaba el mundo. Pero con tu metro ochenta y cinco era más fácil, ¿no? Pasaba piola, le dije tengo 17 y cumplo 18 a fin de año, la típica. Y con mi speaking english no me entendía nada, jaja. ¿Ella sigue compitiendo? Sí, pero no va a Tokio, y dejamos de hablar hace mucho. Pero quedé enamorado en serio. La llamaba todos los días, yo me iba a vivir a Finlandia, teníamos todo este plan romántico, jaja. La idea era clasificar a Río 2016 los dos y vernos allá. ¿Ella clasificó? No, y yo tampoco. Era muy chico. No sabía lo que tenía que hacer para clasificar a unos Juegos Olímpicos. Si eres chico ahora, me imagino cinco años atrás. Era más difícil de lo que pensaba en ese momento. Tenía 14 o 15 años y, además de entrenar, algo jodía. En realidad, no algo: carreteaba harto, era un desastre. Pero también entrenaba mucho, entonces obviamente me lesioné. Ahí dije ah, chucha. ¿Qué te pasó? Me lesioné la rodilla derecha. No tenía suficiente músculo para soportar la

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carga que hacía sobre la rodilla. Dije no, tengo que solucionar esto y darle para adelante y trabajar el físico como perro. Mi barco es muy físico, tú compites contra el viento y la vela, tienes que hacer contrapeso. ¿Eso significó cortar el carrete? Sí, controlar mejor los tiempos. Hay períodos donde hay que entrenar y otros donde puedes salir con amigos, donde eso no signifique hacerse concha, sino que sumarle puntos a lo social, pero sabiendo que al día siguiente tienes que entrenar y rendir. ¿Se te pasó la timidez que tenías a los ocho años? Aunque no lo creas, sigo siendo muy tímido, jaja. Bueno y casi me operan, pero finalmente decidimos sólo tratarlo con kinesiólogos en el CAR y funcionó muy bien, pude solucionarlo. Me dejaron la pata como Terminator. Piensa que tenía que ir dos veces a la semana al CAR, y me iba desde el colegio en Casablanca en un bus que me dejaba en Pajaritos, y ojalá que me parara el chofer. Después tomaba el metro hasta Pedro de Valdivia, después la micro hasta el CAR, tenía la sesión de dos horas y para salir, lo mismo. Micro, metro y ojalá que hubiera pasaje para el bus. Llegaba de vuelta a las nueve y media de la noche. Pero para que veas que hice un cambio de switch, entendí que hay que cuidarse y tomárselo en serio. En estas circunstancias, teniendo quince o dieciséis años, ¿nunca te dan ganas de decir, ya, suficiente? No, no. Cuando tengo algo en mente soy cabeza dura y voy para adelante, siempre. 4. Después de no clasificar a Río el 2016, me di cuenta de que ese salto me iba a costar más de lo que pensaba. Empecé a trabajar con Marlene Espinoza, mi preparadora física, que es algarrobina. Hasta el día de hoy estamos juntos y te diría que el físico es uno de mis puntos a favor, a pesar de que siempre se puede hacer más. El desarrollo de los veleristas es más tardío, ¿no? Los mejores del mundo no tienen 23 años. Es mucho más tardío, y desarrollar el físico también cuesta, no es llegar y tener la resistencia de un flaco de 28 años cuando tienes 17.

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Lo suponía, lo presentía, pero, bueno, es la edad. Así que ahí tuve un cambio: en Nanjing me picó el bichito, la lesión me hizo trabajar mejor y ahí no paré ni un solo día, te juro que ni un solo día. Deseaba tanto clasificar a los Juegos Olímpicos. Piensa que salí del colegio y me tomé un año, supuestamente, para preparar la PSU, pero yo lo que quería era entrenar. Entré a Ingeniería Comercial en la Católica, y el 2019 me permitieron congelar el año para preparar el Preolímpico. Entrené como perro. Antes de eso fuiste a tus primeros megaeventos como adulto, ¿no? Sí. Ese año empecé a competir con adultos. Y fue duro, muy duro. Todo el 2018 y hasta los Juegos Panamericanos de Lima, a mediados de 2019, fue comer tierra. ¿Es un ladrillazo de realidad salir de juveniles a eso? En juveniles siempre la peleaba hasta el último día, incluso en Mundiales. Cuando terminé dije qué bueno, voy a pasar a la etapa de adultos, pero comí tierra todo el año. En los Juegos Suramericanos de Cochabamba quedé cuarto. En los Suramericanos de Playa en Rosario el 2019 también quedé cuarto. En Lima quedé décimo, estaban todos los pro. Fue durísimo. No te voy a decir que pensé retirarme, pero… uf. Lo pasé pésimo. Te das cuenta de tooodo lo que tienes que hacer para clasificar a Juegos Olímpicos, y que no es llegar y hacerlo. Fue súper duro. Después de Lima cambié de entrenador, y empecé a trabajar con Martín Alsogaray. Él fue entrenador del deportista olímpico argentino de mi disciplina en Río el 2016. Pero él es joven, tiene 32 años, y también navegaba en una disciplina panamericana llamada Sunfish. Fue raro, en un campeonato norteamericano el 2019 él me ayudó como entrenador a buscar el cupo para Lima. Y lo logramos. Ahí nos testeamos mutuamente, vimos que había química y que funcionábamos muy bien. Yo no le dije nada, él no me dijo nada y seguí con mi otro entrenador. Luego él quiso hacer campaña panamericana en Sunfish también para Lima. Pero en Lima no le fue bien, estaba destrozado. A mí tampoco me fue bien. Nos vimos el último día, y los dos sabíamos que yo quería que él me entrenara, así que me acerqué y le dije oye, quiero que seas mi

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entrenador para el selectivo de Tokio. Y me queda mirando y me dice algo así como “La hacemos”. Me enseñó a ver las cosas desde otro punto de vista y empezamos a ir a hacia arriba: Vice campeón mundial Sub-21, en Croacia. Poco tiempo después de Lima, además. Fue justo para el estallido social, el vuelo fue el 18 de octubre. El día que llegué a Croacia unos amigos de Uruguay me dicen oye, en Chile está quedando la cagada. Cómo, dije yo, si vengo de allá. Todo el viaje no tuve roaming, nada, y cuando llegué a Split me preguntan qué pasaba y yo qué onda, qué pasaba de qué. Así que me metí a ver y dije quéeee. Quedé plop. Desde ahí no tomé el celular, dije vamos a concentrarnos en lo nuestro. Fue un buen campeonato, nos fue bien, quedar segundo de todos los que estaban allá, que eran de mi edad, pero seguramente van a ser con quienes voy a pelear medallas en el futuro te da buenos indicios. ¿Qué crees tú que cambió en tan poco tiempo? El entrenador. Te lo confieso. ¿No es complejo que él viva en Argentina? Sí, es difícil, pero tampoco tanto. Hay bloques de entrenamiento, él viene para acá o yo voy para Argentina, entonces nos vamos turnando y vamos variando las condiciones. Dentro de todo, hemos podido llevarlo bien. Y después del Mundial Sub-21 vino el selectivo olímpico que fue en Río de Janeiro, y Martín se lo sabía de memoria, porque estuvo allá con Argentina para los Juegos Olímpicos del 2016. También lo pensé por eso, jaja. Hicimos todo bien, no dejamos nada al azar. Fue lo máximo. Les ganamos a todos y súper bien. Podría pasar horas contándote de ese campeonato. Adelante. Fue el mejor campeonato de mi vida. Estaba muy nervioso, pero súper bien apoyado. Fue la gerente de mi federación, fue mi papá, mi hermano Ricardo, un buen grupo y todos a la misma casa, como equipo. Martín estuvo impecable, me supo controlar, me supo llevar.

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Me mantuvo ocupado. Y haber clasificado a los Juegos fue guau, esto es. Tanto esfuerzo… Y tenías sólo 20 años. ¿Tienes muy nítido el recuerdo de cómo fueron esos días de competencia? Me sentía bien. Estaba con arcadas del nerviosismo, pero me sentía de puta madre, jaja. Habíamos hecho todo bien. Martín me lo dejó claro: hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance, ahora tienes que ir y hacer lo tuyo. Tenía muchas ganas, estaba desquiciado. Estaba muy nervioso en tierra, pero cuando tocaba el agua era un demonio. Estaba concentrado en ganar y ganar. Como a un boxeador que le tocan la campana y su nerviosismo se transforma en adrenalina. Exactamente. La cancha de Río es súper complicada, pero Martín se la sabía de memoria. Le hice caso en todo. Generalmente no suelo hacer caso en todo, o se me olvida, pero en esa ocasión le hice caso en todo. Llegamos al club escuchando al grupo La Vela Puerca a todo el volumen, con el parlante colgado en la mochila, bien de calle. Rompiendo toda la tensión del ambiente, jaja. Estuvimos muy bien como equipo. Era fundamental mantener mi cabeza tranquila y Martín lo logró. Pa’ que te hagai una idea. Yo iba a dormir en la pieza de arriba con mi papá y mi hermano. Martín dijo no, tú vas a dormir conmigo en la matrimonial de abajo. Lo miré y no sabía qué pensar, jaja. Me preguntó ¿confías en mí? Y yo obviamente que sí, voy de cabeza. Pero pensaba algo trama, tiene un as bajo la manga. Y efectivamente así fue. Nos despertábamos y lo primero que hacíamos era yoga. Nos tranquilizábamos, sumábamos ejercicios de movilidad y de respiración. Después, un trote de activación. Volvíamos, elongábamos y tomábamos desayuno. Después, al club. Limpiaba mi barco todos los días, todos los días. En general se hace sólo el día antes, yo lo hice todos los días. Después al agua, regata, regata, volvíamos y lavábamos de nuevo el barco. De vuelta a la casa, nos poníamos las zapatillas y hacíamos regenerativo. Llegábamos a cenar y en la noche más ejercicios de respiración. ¿Por qué te doy toda esta explicación? Porque Martín siempre me

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mantuvo activo, siempre me mantuvo haciendo algo para no pensar en el campeonato. Creo que en ningún momento del día podía tomar el celular, siempre tenía que estar haciendo cosas. Eso influyó mucho, él sabía que mi cabeza tenía que estar muy tranquila y no todo el rato pensando lo mismo. Así que siempre me tuvo haciendo cosas, siempre estuvo pendiente de mí. Hicimos todo. Vendí el barco que tenía y me compré uno mejor, con las platas del proddar. Todo lo que tenía lo gasté en llevar todo nuevo. Por eso lo lavabas tanto. Jaja, hicimos todo lo que teníamos a nuestro alcance, no dejamos nada sin hacer. Corrimos muy bien y cuando cruzas la última meta, ganando la medal race… Hay una foto muy expresiva de ese momento. Sí po’. Crucé y dije ya está, no voy a gritar y la hueá. Estaba mirando al piso, eso era todo. Pero levanté la cabeza y veo a mi entrenador abrazado con mi viejo y fue como oh, mi corazón, jaja. ¿Viste cuando estás súper tranquilo y de repente ahhh nooo? Y ahí solté el alma. Fue épico, épico. Lo celebré como nunca, habíamos trabajado muchísimo. 5. ¿Cómo fue pasar de la euforia de la clasificación y la expectativa de los Juegos Olímpicos a encerrarse por la pandemia, en sólo un par de semanas? En Algarrobo nunca me tuve que encerrar, entonces fue una pandemia muy distinta a la de ustedes en Santiago. No había cuarentena obligatoria, era como raro eso sí. Abril y mayo estuve encerrado, no salí a navegar, entrenaba físico. Pero en mayo, como esto es una obsesión, una droga, te empiezas a sentir mal, a putear… Síndrome de abstinencia al máximo. Eso es. Dije bueno, vamos a navegar. Y yo gil, efectivamente, no había preguntado y sí podía salir y sí podía navegar. Ah, soy un imbécil. Y cada vez se sabía más del virus: ah, puedo salir y si me cuido no me contagio, bien. Ahí empecé a salir y a entrenar, pero estuve dos meses encerrado. La Cofradía Náutica la abrieron sólo para ti en ese minuto. Exactamente. Entonces no viví una cuarentena como muchos otros, no

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la sufrí tanto como historias de otras personas. ¿Cuánto estuviste sin competir? De febrero a agosto. En comparación con otros deportistas, poco tiempo. Poco. Me acuerdo de que estaba en mi casa haciendo bicicleta y de repente me suena el celular. Casi nunca contesto, pero veo quién es: Cecilia Pérez. Y digo, no puede ser. Mierda, la ministra. Paré, ejem, ejem, ¿aló, ministra? Jaja. Me dice hola Clementito, cómo estás, etcétera. Estoy viendo que los deportistas clasificados a Tokio puedan salir del país para seguir preparándose, dime cuál es tu plan para lo que viene y lo hacemos. Fue lo máximo, gracias a eso y los permisos correspondientes pudimos salir a Europa y nos fue muy bien. Quedamos en la flota de oro, la mitad más competitiva. Siempre habíamos estado en flota de plata, toda la vida. Hasta quedamos segundos en un Abierto de Holanda. Fue muy bueno, dimos un paso adelante y gracias a ese bloque de competencia no nos sacaron distancia y pudimos seguirles el ritmo. Justo llegamos a Europa cuando la curva estaba súper baja. Llegué a Italia y la gente andaba sin mascarilla. No puede ser. Me miraban raro por usar yo, jaja. Y justo me volví dos días después de que empezaron a cerrar los bares porque estaban subiendo los casos. Y llegué a Chile cuando estaba bajando, fue súper bueno. ¿Te costó asimilar que los Juegos Olímpicos se aplazaban? No, absolutamente nada. Fue una lata porque quería los Juegos, pero Martín me llamó y me dijo ¿te enteraste? Sí. Y me pregunta tú qué crees. Que esto es una muy buena oportunidad para nosotros. Perfecto. Tú eres el más joven de los clasificados en Láser, ¿no? Soy el más chico, así que me das un año más para prepararme físicamente, técnicamente, mentalmente. Un año más para recortar ventaja, no me lo tomé mal, lo vi como algo positivo. ¿En ningún momento tus papás te cuestionaron algo o te pidieron privilegiar la universidad? Nada, nada, nada. Mis papás siempre me dijeron que tenía que

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estudiar, pero a su debido tiempo, porque a los 18 años tenía que posponer los estudios si quería alcanzar nivel olímpico. Ahora me recomendaron estudiar porque las clases son online. Incluso quería tomar cinco ramos y ellos me recomendaron tomar dos. Por suerte les hice caso y los pasé bien. Ya estaba loco con dos ramos en Europa y todo eso. Ellos son súper apañadores, cuando pospuse los estudios dos años nunca me lo cuestionaron; es más, me dijeron que eso era lo que tenía que hacer. La Universidad Católica también ha sido clave, me ha dado las facilidades para flexibilizar la toma de ramos y eso ha sido un gran apoyo, de lo contrario no podría estudiar quizás hasta los 30 años. Y ese ejemplo de tus papás también lo ven tus hermanos chicos. Absolutamente. Arturo, que tiene Síndrome Asperger, tenía que entrar a la universidad, pero también a su tiempo, va a trabajar primero con mi papá para que le muestre lo que es salir de la casa, manejar, socializar con gente, para que él decida mejor qué quiere estudiar. No están apurados, mi vieja siempre nos da el ejemplo de que ella estudió a los treinta, embarazada de mí. Lo que sí, es obligación recibirte de algo, pero a tu paso, a tu ritmo. Y tu hermano Ricardo está navegando. Sí, a fondo, y este año da la PSU. ¿Ves algo de ti en él? Sí, algo veo, pero él es más trabajólico. La piensa menos. Entrena más que yo, le digo lo tuyo no es normal. Es porque me quiere ganar, lo único que quiere es ganarme. Y está bien, es lo que necesitamos, ha sido un gran apoyo como sparring. Ya se verá quién va a los otros megaeventos, pero que vaya el mejor no más. La idea es que los dos seamos buenos y tiremos pa’ arriba el nivel. ¿No es difícil separar las aguas de hermano y competidor? No. Tocamos el agua y lo quiero matar, le quiero ganar y no hay ninguna chance de que lo deje pasar. Pero llegamos a tierra y somos hermanos. Generalmente eso se aprende de chiquito, las cosas del agua se quedan en el agua. Pero va a estar peludo para París 2024 y Los Ángeles 2028. El Ricar es bueno.

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Él salió segundo en el selectivo interno después de que tú ganaste el cupo olímpico. Sí po’, si a mí me da Covid va él, jaja. Es muy bueno tener alguien de nivel con quien entrenar en Chile, es bueno para ambos. Yo feliz de que venga él y otros a navegar. Él es el que más la está llevando de los nuevos. Aprovecha mi planificación, aprende y me pide todo. ¿Y no te importa? Nada, en absoluto, me gusta ayudarlo. Es más, me dan ganas de tener su entusiasmo y energía para hacerlo con tantas ganas. ¿Cómo te imaginas los Juegos? Uff, no sé. Con todo lo que ha pasado… Tengo en la cabeza los de Nanjing, pero no sé cómo van a ser éstos. Tengo que estar tranquilo y pensar que es una regata más. Todas las regatas son iguales. Es loco eso, Joaquín Niemann dijo algo parecido, que para él el atractivo de los Juegos era compartir con deportistas de otras disciplinas y apoyarlos, que la competencia iba a ser como la misma que tiene todos los fines de semana. Hay que tener cabeza para decir “es una regata más”. Porque cuando logras entender eso vas a rendir mucho mejor. Son los mismos flacos todo el rato, si te los ponen en Algarrobo, en Japón o acá en Portugal, es lo mismo. Bueno, Joaco es un deportista de mucha experiencia, lo tiene claro. Vivir y conocer otras cosas es lo que de verdad hace la diferencia. Cuando hablamos de Nanjing en ningún momento te hablé de la regata, porque lo que te queda es la experiencia vivida ahí en la villa, en el viaje. Comparto cien por ciento lo que dijo. Al final él tiene que volver a meter la pelotita en el hoyo y yo ganarle a los demás en la regata. Pero, igual son unos Juegos Olímpicos, jaja. No hay una respuesta incorrecta.

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Nombre: Antonia y Melita Abraham Schüssler. Fecha de nacimiento: 7 de julio de 1997. Deporte: Remo. Principales logros deportivos: Medalla de oro Mundial de Remo Sub23 Bulgaria 2017 / Medalla de bronce Mundial de Remo Sub-23 Polonia 2018 / Medalla de plata Mundial de Remo Juvenil Brasil 2015 / Dos medallas de oro en Juegos Panamericanos Lima 2019 / Medalla de plata en Juegos Panamericanos Toronto 2015. 1. Cerca de la época en que ustedes deciden dedicarse al remo, llega a Chile Bienvenido Front. ¿Sabían algo de él? Antonia: No, nada. No tenía idea. Sabía que había llegado un entrenador español, pero nada más. Nunca supe bien quién era. Ni el efecto que iba a tener en sus vidas. A: Sí po’. De hecho, fue él quien empezó a moverse y a traernos a Curauma porque nos había visto en unos controles. Yo nunca lo vi, no tengo recuerdos. Él las vio, pero ustedes no a él. A: Y nos empezó a traer a Curauma dos o tres semanas, y después una semana en la casa. Melita: Lo pasábamos muy bien, era como salir de vacaciones. ¿Tienen algún recuerdo de la primera vez que hablaron con él? M: A mí me daba como miedo, jaja. Todo el mundo le decía Bienve, pero yo no podía, me daba miedo, entonces le decía Don Bienvenido, jaja. O señor Bienve. Y ahora lo encuentro tan raro. El primer Sudamericano que él dirigió fue acá en Chile, la Antonia no fue porque estaba lesionada. Y me acercaba a preguntarle algo del bote, y me decía díganme Bienve, no quiero don ni señor. Cuando él llegó a Chile no había nada: los botes, su cronómetro y su megáfono. A: Yo lo conocí después, la Melita algo me había contado. Apenas lo vi supe que había que tenerle demasiado respeto. No podía hablarle como le hablaba a mi otro entrenador. Igual nos costó un poco agarrar confianza, pero después a medida que íbamos viajando nos dimos cuenta de que no era tan así. Porque cuando él llegó acá llegó a implementar su sistema y llegó con todo. A los hombres les gritaba y nosotras veíamos

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todo eso de lejos. A nosotras nos retaba, pero nunca como a ellos. Pero era porque tenía que implementar su sistema, o nadie lo iba a respetar. M: Acá cada uno hacía lo que quería, se juntaban, armaban los botes a su pinta. A: O llegaban tarde, decían a las 09:00 y llegaban a las 09:05. Y con Bienve, no hay margen para eso. M: No, acá tienes que llegar mucho antes. Llegas cinco minutos antes o a la hora, y chao. A: Para nosotras no fue difícil, porque empezamos con él desde chicas, pero para los más grandes… M: Debe haber sido cuático. Que hicieron lo que quisieron toda su vida de remero, que llegue un tipo y les ponga reglas… Nosotras nos criamos así, ese fue el sistema que conocimos desde chicas. Si no crees en tu entrenador, terminas haciendo lo que quieres como deportista. Y eso nunca te va a llevar a tu límite. ¿Es difícil mantener ese mismo respeto todo el tiempo, pasando tantas horas juntos? M: Pero es como con todas las personas. Con la Antonia estamos todo el día juntas, entrenamos juntas, vivimos juntas, estamos arriba del bote juntas, entonces claro que hay veces que estai chata. Cuando las entrevistan, las entrevistan juntas… M: Jaja, exacto. Pero al final para nosotras él es la persona que nos hizo marcar la diferencia, creer que se puede. Cómo no le vamos a dar nuestro respeto. A: Y que entrega su vida a esto, al remo chileno. Está lejos de su familia, puede pasar un año sin verlos. M: Entonces si él es capaz de estar un año sin su familia… Tiene dos nietos, habla todos los días con ellos. Entonces tu pensai qué lo mueve. Si él hace eso, cómo nosotras no vamos a poder entregar eso y más. Él siempre actúa con el ejemplo, no te dice nada sin haberlo vivido antes.

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A: Habla por experiencia, te transmite todo lo que ha vivido. No ha tenido una vida fácil. Y de repente nos pasa que lo que él dice, pasa. Le achunta a todo. No sé si se ha equivocado. Si nos dice que vamos a ganar, lo hacemos. Al pie de la letra. M: Pero es eso: hay que dejarlo todo. Nos pide entregar toda tu vida a esto. Que es lo que hace él, y nos pide lo mismo. Y creo que hemos respondido por lo mismo, hemos entregado nuestra vida a esto. 2. M: Nosotros somos de San Pedro de la Paz, de Concepción. Somos cuatrillizos: nosotras dos, Ignacio y Alfredo. Los cuatro hacemos remo y los cuatro estamos viviendo acá en el Centro de Entrenamiento Olímpico en Curauma. Mi mamá fue profe de Educación Física, y cuando joven era Seleccionada Nacional de Atletismo. Era lanzadora, lanzaba bala y disco. Incluso compitió en un Sudamericano y salió segunda. Mi papá siempre estuvo ligado al deporte, pero es más del mundo del campo, y es fanático hasta el día de hoy de los caballos. ¿Cuál es su primer acercamiento con el remo? A: Cuando teníamos 10 años, un compañero de colegio que invitó al Ignacio a un club que se estaba formando con gente que se había salido de otros clubes. Crearon uno que es el Regatas Miramar. Entonces mi mamá, práctica para todo, nos llevaba a los cuatro siempre al mismo lugar y al mismo deporte, porque era más fácil ir a buscarnos a todos al mismo lado, jaja. M: Siempre hicimos todos el mismo deporte. Primero, cuando chicos, hicimos natación, después jugamos tenis, pero nos salimos porque a la Antonia le pegaron un raquetazo en un diente, jaja. Después hicimos atletismo en el colegio, después básquetbol mucho tiempo, como hasta octavo básico. Y además, remo desde los diez años. Pero hubo un momento en que nuestro primer entrenador de remo, Gonzalo Álvarez, nos dijo que teníamos que elegir entre eso o el básquetbol, y elegimos remo y nos dedicamos al cien por ciento. Teníamos 14 años. A: Nos dijo que si queríamos hacer algo en el remo teníamos que dedicarle todo, no podíamos hacer tantas cosas. ¿Fue fácil la elección? A: Sí, totalmente. No nos costó nada.

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M: Siempre fuimos como así, primero el remo y después lo otro. Incluso en el colegio. Nuestros papás nunca nos castigaron con no ir a remo, nos dejaban sin computador o sin salir con los amigos, pero el remo nunca lo quitaron. A: Mi mamá sabía que no nos podía quitar el remo, porque al final iba a ser una pelea. Igual es poco habitual que alguien de 14 años se enamore tan rápido de un deporte, ¿o no? M: De hecho, yo veo ahora a las generaciones de hoy en día y es súper distinto a cómo éramos antes. Las relaciones sociales están basadas en redes sociales. Pero elegir un deporte con ese nivel de compromiso también implica olvidarse de muchas relaciones sociales. M: Claro, pero nosotros encontramos nuestro círculo de amigos en el remo. Desde que empezamos, encontramos gente distinta. Siempre estuvimos en el Colegio Alemán, y ahí todo era muy… muy… ¿Muy qué? M: Perfecto. Estai en una burbuja, en términos socioeconómicos. Y nosotros siempre fuimos de ir al campo, de estar jugando con cualquier persona en la calle. Cuando nos metimos a remo conocimos a gente de todas partes. A: De muchas realidades distintas. M: El club se armó desde cero, entrenábamos en el patio de nuestro entrenador. Él vivía en el club… A: Gonzalo Álvarez, él nos formó. M: Gracias a él nos enamoramos de esto. Era chistoso porque entrábamos al living, dejábamos las mochilas y pasábamos al patio a hacer pesas y guardar los botes. Tuvimos que ayudar a construir el club, a veces al que se portaba mal le daban trabajos forzados, jaja, y había que llevar adoquines para hacer el piso del club. A: O nos hacían barrer toda su casa, porque le dejábamos la embarrada.

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M: Nos hicimos amigos que hasta el día de hoy son como nuestros hermanos. Nos unió mucho tener que formar el club nosotros. Ahora vamos y vemos cosas que hemos hecho nosotros, dejas parte de uno y te ayuda a comprometerte y seguir trabajando en equipo. ¿Sienten que han postergado muchas cosas por el remo? A: Mi prioridad es el remo. Yo creo que a todos los deportistas les gustaría hacer muchas cosas, como viajar o juntarse con los amigos, pero siento que en este momento sólo tengo de prioridad el remo y que ya se dará el momento de hacer otras cosas. Ahora que puedo estar metida, lo elijo cien por ciento. No tengo dudas. M: Elegir no siempre es fácil. Un deportista siempre puede elegir hacer o no su deporte al más alto nivel. Pero eso no quiere decir que sea fácil decidir voy a dedicarle mi vida entera. Probablemente es más fácil lo contrario. M: Obvio. Entonces siempre va a haber una parte de ti que dice pucha estoy dejando ene cosas de lado, y eso nadie lo puede negar. Aunque la tengai clara, siempre vas a pensar quiero estar con mi familia o me perdí el matrimonio de mi prima. Pero al final es lo que dice la Antonia, desde chicas nos enamoramos de esto y nuestra prioridad siempre ha sido el remo. Cuando éramos chicos al final ya no nos invitaban a las fiestas, porque sabían que íbamos a decir que no. A: Mi mamá nos obligaba, jaja. Y nos decía que nos iba a buscar a las doce no más. ¿Ustedes decían que no porque preferían levantarse temprano a entrenar? M: ¡Sí! Nosotras onda en octavo le decíamos, pero mamá, déjanos tranquilas, si queremos dormir porque mañana tenemos que entrenar, jaja. Entonces desde chicos tenemos esa dinámica, que nos nace. Tampoco ha sido un sacrificio o algo demasiado difícil de elegir. 3. ¿Cómo es una carga de entrenamiento habitual para ustedes? M: Una semana de carga fuerte, que es lo normal, es remar a las siete de la mañana, tomar desayuno, entrenar a las diez y media haciendo pesas, almorzamos y a las cuatro y media hacemos el tercer turno, que puede ser remar, o correr o bici. Pero después de almuerzo, siesta.

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Obligatoria, me imagino. M: Obligatoria, sin esa siesta no llegai. Terminai a las siete, comer tipo siete y media y quedai lista. Yo me acuesto, qué más voy a hacer. A: Quedai muerta. ¿Cómo lo hacen el día que preferirían quedarse acostadas? M: Te quedai un día acostada y listo, agarra tus maletas y te vai. Así funciona esto. Cero chances. A: Todos entrenan a la misma hora. No puedes llegar después porque querías estar un rato más acostada. Chao. No se nos pasa por la mente. M: Podís estar muriendo… ¿Ustedes entienden que a todo el mundo le pasa que alguna vez preferiría quedarse acostado? M: Yo lo tengo súper normalizado. A: Yo igual. M: Es el sistema en el que crecimos. No sé cómo funcionará todo en Santiago, yo lo tengo súper normalizado. No se me pasa por la cabeza llegar cinco minutos antes de la hora en vez de llegar veinte o treinta minutos antes, para elongar. A: Para poder andar bien en el agua, tienes que llegar antes, moverte un poco, hacer movimientos articulares. Lo previo lo haces tú por tu cuenta. Es un hábito que nosotros nos hemos creado. 4. A: El 2011 fuimos a nuestro primer Sudamericano, teníamos 14 años. Quedamos segundas. Estábamos entre asustadas y nerviosas. M: Vemos las fotos ahora y los bodies nos quedaban grandes, los teníamos que amarrar con un colet, jaja. A: Lo disfrutamos mucho, no tengo recuerdo de haber sufrido. Siento que ahí nos pegamos la cachada de que podíamos llegar a hacer cosas grandes. Teníamos muchas ganas. Nuestro entrenador nos decía

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pueden ser finalistas en un Mundial, pero tienes que seguir y seguir. Me acuerdo perfecto de eso. Y por dentro sentía que sí lo iba a ser. M: Gonzalo nos inculcó eso. Siempre nos dijo. Igual es difícil en Chile pensar que podís llegar a lo más alto. Pocas personas lo han logrado, yo de recuerdos tengo de medallistas olímpicos a Fernando González y Nicolás Massú. ¿Qué otra persona podía tener de ejemplo para decir yo igual puedo hacerlo? También estaba Marlene Ahrens, pero no era cercano en el tiempo. Entonces es difícil ponerse esas metas altas. Pero hoy hay jóvenes que las ven a ustedes y dicen mira, eso lo podría hacer yo. M: Él nos metió en el corazón y la cabeza algo que todavía nadie hacía, y crecimos con esa idea. Nos sentimos súper orgullosas de haber roto esas barreras y las niñas o niños digan ya, esto se hizo, por qué nosotros no podemos hacerlo. A: El Remo chileno empezó a meterse en finales, la Isi y la Christina ganaron medalla en el Mundial Juvenil, hay otros cuatro chicos que vienen haciendo finales. O Éber y César que fueron cuartos en el Doble Ligero, esa prueba es como ir al matadero. Entiendo el análisis y lo comparto, pero cuando uno tiene quince años no tiene la capacidad de hacerlo a este nivel. Estás metido en el medio de la ola y vas para adelante. M: Es como decías tú, no sé si sabíamos. Pero entrenábamos y entrenábamos. Para nuestro primer Mundial Juvenil, el 2014 en Hamburgo, nosotras íbamos y remábamos. No teníamos idea qué era un repechaje, una serie, una final, nada. A: Nada, nosotros corríamos en un Nacional, una regata y listo. Nunca semifinales, nada. M: Y en un momento Bienve nos dice que estábamos en la Final A. No me preguntís cómo. Corrimos la final y salimos quintas. Y quedamos enojadas. No estaban muy acostumbradas a perder. A: No habíamos salido quintas, nunca.

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M: Pero Bienve nos pregunta ¿ustedes están conscientes de que son las primeras finalistas juveniles y son quintas del mundo? Y nosotras… no, jaja. A: No cachábamos nada, jaja. 5. A: Ese año faltamos mucho a clases. En el colegio teníamos beca por ser cuatro, pero había que mantener o subir el promedio todos los años, o la beca se acababa. Empezamos a entrar en la dinámica del remo, y yo con Alfredo bajamos una décima el promedio. Y como mis papás no podían pagar ese colegio sin beca, nos llevaron a un colegio demasiado estricto en términos académicos pero que estaba cerca de la casa. ¿Y cuando pierden la beca, hay alguna recriminación de sus papás? Que se hayan descuidado por el remo. A: No, nada. Ni lo tocaron. M: Nunca el remo fue un problema. Igual eso a mi papá le costó más, él siempre fue más tradicional. A: Más de la vieja escuela. M: Y decía ustedes no van a vivir de esto, dedíquense a estudiar. A: No van a llegar a ningún lado. Pero no en mala. ¿O sí? M: Sí, igual en mala. A: Él quería que estudiáramos y tuviéramos una carrera. M: Pero mi mamá siempre nos defendió. Y ella es la que manda en la casa, jaja. Como en todas las casas. M: Como en todas las casas. ¿Y cuánto duraron en el colegio más estricto? A: Un año. Yo dije no voy a seguir acá, el colegio era cero apoyo. Te

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hacían la vida imposible, la gente era muy rara. Un ambiente súper tóxico, muy desagradable. Estuve casi todo noviembre y diciembre en la biblioteca porque no me dejaban entrar a clases. ¿Y por qué no te dejaban entrar? A: Porque según ellos estaba perdida. O que no podía dar el SIMCE porque les bajaba el promedio. Así que pasé con abogado, jaja. M: Yo con el Ignacio seguíamos en el Alemán, pero ya estábamos viajando harto a entrenar. Eran más amorosos, pero no te perdonaban las pruebas. Así que en tercero también me salí y nos fuimos los tres a otro colegio, el Santísima Trinidad. A: Era más chiquitito, súper familiar. Me imagino que cuando los fueron a matricular su mamá explicó de entrada lo particular de la situación. A: Les dejó todo súper claro. Mis hijos son deportistas y necesitan apoyo, tienen que entrenar todas las mañanas. Así que, si pueden entrar a las 10, ideal. M: Y necesito que sea con becas, porque no puedo pagar, jaja. A: El colegio lo tomó y nos ayudaron demasiado. Los profesores, otra cosa. Los compañeros eran buena onda y preocupados por cómo te iba. M: Nosotros somos cero religiosos, y allá teníamos que hacer la oración todos los días, hacer el Ángelus… ¿El Ángelus? M: Todos los días. Al final te lo aprendís, el mes de María y toda la cuestión. A: En cuarto medio, el Nacho bajó el promedio y también se fue del Alemán al Santísima. Nos terminamos graduando todos juntos. Y cantando el Ángelus. A: Y cantando el Ángelus, jaja.

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6. A: En los Juegos Panamericanos del 2015 cumplimos 18 años, estando allá, en Toronto. Era nuestro primer Panamericano. M: A mí me aterraba competir contra adultas, era la primera regata que no era juvenil. A: Contra Estados Unidos y Canadá, que eran los medios king kones, jaja. M: No era una pichanga. A: Les teníamos mucho respeto. Pero ganaron la medalla de plata. ¿Hay un antes y un después de esos Juegos? M: Sí, totalmente. Me da risa acordarme porque teníamos que correr primero por calles, contra las mismas rivales, pero preliminar. Y en la última pala, nos pasó Canadá. Íbamos súper bien, pero nos pasaron y llegamos terceras. Y nos bajamos y Bienve nos dice las vi, dejaron que Canadá las pase. Nos retó, jaja. A: ¡Y nosotras pensábamos que lo habíamos hecho bien! M: Nosotras diciendo ya, salimos terceras, puesto de medalla. No sabíamos a lo que íbamos. Y Bienve nos dice vi que dejaron que Canadá se les meta, eso no lo pueden hacer en la final. Y para la final, apretamos con todo, pero no dejamos que se nos metieran. A: Igual eran grandes las tipas, nosotras éramos mucho más chicas que ellas. Bienve siempre se encargó de que no nos presionemos, nos dijo que compitiéramos y disfrutáramos. Nos quitábamos toda la presión, eso nos calmaba. M: Para un deportista, competir es lo mejor que hay. Nos gusta mucho, desde chicas nos hizo perderle el miedo a la competencia. ¿Con quién nos tocó? Ah, ok, démosle, a cagar no más. A: El 2015 después de Toronto fuimos al Mundial Juvenil en Río. Para nosotras siempre fue más importante intentar ganar una medalla mundial, y lo hicimos, terminamos segundas. Ahí vimos que nos podíamos

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enfrentar con quien fuera y le podíamos ganar o hacer la pelea. Y el 2016 viene el clasificatorio a Juegos Olímpicos, acá en Curauma. Siempre les he querido hacer esta pregunta, porque lo vi a dos metros: el abrazo que te da la Antonia cuando clasificas tú con Josefa Vila a los Juegos, aunque eso implicaba que ella, que había clasificado el día anterior, ya no podía ir. No debe haber sido una situación muy sencilla. A: … M: Fue súper duro. Un momento que, en circunstancias normales, debiese ser sólo alegría. M: Fue una mezcla de todo. Nos separamos después de haber tenido un año súper exitoso. Habíamos sido segundas del mundo como juveniles, pero todavía no estábamos para ir a un Mundial adulto a clasificar. Y ese bote no podía competir en el clasificatorio latino. Y yo como soy más chica podía bajar de peso al doble ligero, y la Antonia se quedó en el single. Igual, las reglas las sabían desde un principio, ¿no? M: Apenas terminamos el Mundial Juvenil, sabíamos que esto venía. A ese nivel. Fue cuático, yo igual sufrí caleta. Las dos yo creo. La Antonia sufrió por no ir a los Juegos, pero yo sufrí por no tenerla. A: Al principio yo creo que era por no ir a los Juegos, pero a medida que iban pasando los meses me empecé a dar cuenta de que estaba sola. Fue demasiado duro, pasar de estar acompañada siempre a hacer todo sola. Más encima que ellas eran prioridad, entonces siempre eran ellos primero y después el otro grupo. Estaba sufriendo, no andaba nada. Como será de fuerte el vínculo que lo de ir a unos Juegos Olímpicos pasaba a segundo plano. A: Obviamente estaba súper feliz por la Melita, porque iba a cumplir uno de sus sueños, pero… M: A mí me costó mucho remar con la Josefa. Nos cambiaban de lado, nos medían el bote, los remos… Para mí, remar con la Antonia es lo más fácil que hay. Es súper simple, me subo y el bote anda. Ahí es cuando puedes aspirar a lo más alto. Y con la Josefa no fluye de la misma

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forma. Entonces pasé de estar en un bote finalista, que andaba, a armar de cero algo que no sentía lo mismo. ¿Opacó eso la experiencia de ir a unos Juegos Olímpicos? M: Totalmente. Siento que si voy ahora a Tokio estos serían mis primeros Juegos Olímpicos. Así no mas. M: Yo no fui a competir a los Juegos Olímpicos. Cuando fui, sabía que iba a estar en la Final C e íbamos a competir con Brasil, como en un Sudamericano. Y eso me mataba, me mataba por dentro. Estar en los Juegos Olímpicos y saber en qué puesto íbamos a quedar y no poder competir… Horrible, te juro. Una situación que debiese ser totalmente positiva, como ir a Juegos Olímpicos, por circunstancias particulares termina siendo una mala experiencia. Eso no debe ser fácil de transmitir tampoco. M: Totalmente. Yo tuve un antes y un después de eso, no tiene sentido ir a unos Juegos Olímpicos así. Y estando allá, antes de correr la Final C, Bienve me dijo oye vas a ir con tu hermana al Mundial. No habíamos remado en todo el año, estaba en 56 kilos. No lo podía creer. De felicidad. M: Sí, no me lo esperaba. Me dijo eso y fue lo mejor. Corrimos la Final C y nos fuimos a Chile. Llegué a las tres de la mañana y a las siete estábamos entrenando las dos en el agua. A: Cuando supe, sentí que todo se rearmaba. ¿Cómo les fue en ese Mundial? A: Quedamos séptimas, pero lo disfrutamos demasiado. Dábamos la vida. Siento que ese séptimo lugar fue como si hubiésemos ganado. M: Estábamos eufóricas. Ganamos la Final B y era nuestro primer Mundial en Sub-23, así que dijimos ya… A: Si ahora somos séptimas después de entrenar tres días, el 2017 tenemos que ir a ganar.

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M: Pero yo pensaba que iba a seguir compitiendo en peso ligero. Hasta que un día Bienve nos llama a su oficina cuando estábamos en Valdivia, en el verano. Y me dice Melita, quiero que vuelvas a ser peso pesado y remes con la Antonia. Esa noche no pude dormir de la felicidad, no dormí. Pasé toda la noche pensando en lo que iba a venir. Desde ahí, todo fluyó. Pusimos el corazón y todas las ganas, por todo lo que esa separación nos hizo valorar el bote, el nivel que teníamos y lo difícil que es tener un compañero a ese nivel. Más satisfactorio incluso que ir a unos Juegos Olímpicos. M: Desde ahí, disfruté. El remo es subirte y andar. Eso nos pasa a nosotras. Y el 2017 ganaron el Mundial Sub-23. A: Yo sentía que íbamos a ganar. ¿Bienve se los había dicho? A: Sí. M: Yo me acuerdo de que en Portillo lo escuché diciéndoselo a otra persona, no a mí. ¿Tanta fe nos tiene? Jaja. Ahí me lo empecé a creer, en el momento en que él lo dijo. A: Íbamos con mucha confianza, pero no fue fácil. M: En la primera regata, Estados Unidos nos sacó diez segundos, jaja. Y nosotras dándolo todo. A: El problema fue que hicimos la regata de ellas, pero no hicimos nuestra regata. Entonces después nos fuimos a Repechaje y lo ganamos. M: Para la final había cuatro tiempos con menos de dos segundos de diferencia, podíamos ganar oro o salir cuartas. A: Estábamos esperando para correr en la final, y en el calentamiento ya se notaba que el bote iba demasiado agarrado, con buenas sensaciones. M: Las pistas de Remo tienen una ciclovía al lado, y van todos los entrenadores siguiéndote y gritándote. No se puede con megáfono ni

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nada, pero la única voz que siempre se escucha es la del Bienve, jaja. La única. Escuchai puros gritos y la voz de Bienve, clarísima. Y lo escuchamos decir “muy bien, muy bien, esa es su regata”. A: Yo nunca miré para el lado, nunca. Debe ser tentador mirar para el lado, ¿no? A: Sí, obvio, pero me acuerdo de que iba demasiado en modo crucero. M: Y estábamos pegadas con Estados Unidos, los otros botes se habían ido. Y sentí que cuando la Antonia vio las boyas rojas, que marcan los últimos 250 metros, le empezó a dar con todo. Sentí su reacción. Iba muerta, pero dije si ella reaccionó, la voy a apoyar con todo. Tomó la decisión y la seguí al toque. Fue eso y nos despegamos. ¿Qué pasa cuando logras algo así? A: Era algo que queríamos mucho. Estábamos demasiado enfocadas en la medalla, estábamos como cegadas. Miramos para el lado y estaba Bienve, Cristián Gómez y nuestros compañeros saltando y yo no me podía mover, menos celebrar jaja. Paramos y nos vino un dolor tremendo, hasta el pelo. Me acuerdo demasiado bien de ese dolor. 7. En 2018 también tuvieron buenos logros, el equipo se lució en los Juegos Suramericanos de Cochabamba. M: Fue el primer año que le ganamos a Argentina en adulto en medallas de oro. Ahí se empezó a consolidar todo, a que nos respetaran, a ser la potencia sudamericana de remo. Algo que se confirmó en 2019, ganando el medallero específico de los Juegos Panamericanos. M: Desde el principio supimos que Lima era la prioridad del año 2019. Estando o no estando de acuerdo. M: Estando o no estando de acuerdo, Lima era la prioridad. Así que así lo asumimos y listo. Independiente de lo que pasó después en el Mundial, donde podían clasificar a Tokio, pero no pudieron por una milésima de segundo, ¿la experiencia en Lima fue positiva?

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M: Absolutamente. Era algo que como equipo buscábamos hace mucho tiempo, estábamos muy unidos. A: Dos semanas antes de viajar a Lima estábamos calentando, y Bienve nos interrumpe y nos dice quiero que todos canten esta canción muy fuerte. Y nosotros, así como ya, qué canción. Y nos puso el himno de Chile. Me acuerdo y me emociono. Todos cantando tan fuerte, era como… M: Como que sabías lo que iba a pasar. A: Todos llorando, abrazados… M: Se consolidó un equipo que iba contra todo, íbamos a ganar todas las medallas posibles. Para nosotras fue inolvidable. Hasta ahí, perfecto. Pero eso necesariamente influyó en lo que venía después, ¿no? M: Siempre supimos a lo que nos enfrentábamos. Sabíamos que, al no darle prioridad a la clasificación olímpica, nos iba a costar más. Pero también sabíamos que nuestro deber era ganar los oros en Lima. Apenas terminó, nos fuimos a España a entrenar. A: Y en España andábamos súper bien. Nuestro peak de rendimiento fue estando en España, volábamos. Pero después empezó el Mundial y veníamos pa’ abajo, cada regata que pasaba… No lo dijimos nunca, nunca. Nos metimos en la cabeza que estábamos súper bien. ¿Haberlo dicho hubiera ayudado en algo? A: Noo, por lo mismo. M: Y Bienve tampoco nos decía, nos reforzaba que estábamos bien. A: Nos metimos a Semifinales, era el Mundial adulto con clasificación olímpica. Lo más duro que hay. Todas iban a lo mismo que ustedes. Y quedaron fuera por nada. A: Estábamos haciendo buenos tiempos, pero el bote ya no rendía más. M: Es como que se te acabe la bencina. Nos quedaban diez paladas

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y teníamos a las griegas… yo pensé que habíamos clasificado. Pero ellas se empezaron a meter… A: Teníamos que aguantar, el bote ya no reaccionaba y lo único que quedaba era que termine rápido… M: Fue el golpe más duro que… No debe haber ayudado mucho tampoco venir de mucha alegría y después pasar a esto, por mucho que todavía pudieran clasificar a los Juegos. ¿Se pudieron sacar esa mochila? A: Yo creo que la vamos a tener hasta que clasifiquemos. M: Aunque igual ha sido nuestra bencina para levantarnos, seguir con todo e ir a la repesca en Lucerna y ahí clasificar. Nosotras confiamos en el nivel que tiene el bote, hemos hecho las cosas súper bien, estamos andando mejor que nunca. ¿Les sirvió la pandemia y que se aplazaran los Juegos? M: Llegó un momento en que el bote estaba estancado, porque llevábamos mucho tiempo en una dinámica. Pero esto igual nos sacudió y dijimos algo estamos haciendo mal. Este año nos ha servido para volver a encontrarnos, entre nosotras, cada una y con el bote. Lo tomamos como algo bueno, y tenemos toda la fe de ir ahora y clasificar. ¿Clasificar con qué objetivo? A: Nosotras no queremos ir a participar, queremos ir a competir. Eso es ahora en Tokio estar dentro de las ocho primeras, ganar un diploma olímpico. Desde hace varios años, Bienve dice que ustedes van a ser finalistas olímpicas el 2024, en París. ¿Tiene sentido? A: Sí. Son diez años mínimos de trabajo así. Nosotras llevamos seis. M: Está esa regla, de los diez años o 10.000 horas. Nosotras pasamos recién la mitad del camino. A: Bienve nos dice que vamos muy rápido para lo poco que llevamos en esto. O sea, no poco, jaja, pero los resultados se han visto más rápido de lo que él esperaba. Ahora en Tokio tenemos que ir a hacer las regatas de nuestras vidas, y si eso es estar en final, bacán. Siempre vamos a

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vamos a aspirar a eso. M: Lo que más me emociona es poder ir a competir. Que después de cinco años tendré la oportunidad de nuevo y con mi hermana, de mirar quién me tocó en la serie y decir ya, le voy a ganar, me da lo mismo qué país es. Y sin mirar para el lado. A: Sin mirar para el lado.

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Nombre: Martín Vidaurre Kossmann. Fecha de nacimiento: 18 de febrero del 2000. Deporte: Ciclismo Mountain Bike. Principales logros deportivos: Medalla de bronce en Juegos Panamericanos Lima 2019 / Cuarto lugar en Mundial Sub-23 República Checa 2019 / Tres veces campeón panamericano juvenil. 1. Hacía mucho atletismo y gimnasia cuando chico, como hasta los once años. Y creo que eso me dio una muy buena base para el ciclismo, porque te dan duro. Pero siempre estaba la bici. Gané el Panamericano Juvenil del 2016 casi de sorpresa. Iba quinto y gané en la última vuelta. Ahí como que me hizo un poco click de que era bueno, pero había que darle. Antes había ido a otro Panamericano, pero de pendejo acelerado me caí varias veces y terminé sexto. Pero siempre fue piola, nunca me creí el cuento, incluso seguía haciendo atletismo. O sea, no hubo una conversación tipo “mamá, papá, me quiero dedicar al ciclismo”. No, nunca les dije eso. Ni se los he dicho todavía, jaja. Un poco tarde ya. Jaja sí, pero nunca fue un punto de quiebre. Mi viejo siempre me decía que no me apurara, que lo pensara bien, que terminara el colegio y viera. No es como ahora que veo cabros chicos de 15 años que dejan el colegio por entrenar y dan exámenes libres, eso es muy arriesgado. Pero después del Panamericano Juvenil viajé a competir a Europa y me sacaron la chucha. Llegué como bicampeón panamericano juvenil, así que me creía la raja. Me acuerdo de que me fui con un amigo que ya se retiró y con Jorge Cajigal, que todavía trabaja conmigo. Era una Copa del Mundo, pero Junior. Éramos 150 hueones en la largada. 150, y yo en la primera fila porque estaba bien ranqueado. Llegué todo bacán, pero cagado de susto por dentro. Nunca había visto tanta gente, era como una maratón. Y todos los hueones iguales: grandes, marcados, todos profesionales. Partí primero, obviamente. Con el puro vuelo.

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Con el puro vuelo. Pero llego a la primera bajada y ya iba quinto, sexto… La cosa es que terminé ¡37º! Fue como un ladrillazo de realidad, ¿no? Fue tremendo. Me pasaban como si fuesen motos. ¡Yo no entendía nada! ¡Qué hice todo este tiempo! Y me seguían pasando y me seguían pasando… Hacía un calor… y no podía creer cómo me pasaban. ¿Uno va pensando cosas? ¿O vas demasiado concentrado? Vai pensando. Es que la cabeza es todo en mi deporte. Lamentablemente, es todo. Así que esa carrera me pegó en mala. ¿Por qué crees que había tanta diferencia, siendo que tú eras el campeón de toda América? Hartas cosas: en Europa te adecúan todo en el colegio, entrenan en las mañanas, los educan súper bien con la bici, les enseñan la parte técnica. Pero hasta el día de hoy no sé cuál es el gran secreto, si es genética o si es geografía. A mí me mataba salir a las cuatro de la tarde del colegio para ir a entrenar, quedaba muy cansado. Yo llegaba todos los días a clases a quedarme dormido. No podía, ponía atención, lo intentaba y cagaba igual, jaja. Pero cuando en el colegio ya sabían que eras seleccionado nacional y campeón panamericano, ¿te ayudaban más? Sí, algunas profes me cachaban, o yo hablaba con ellos para explicarles, y me entendían. Pero como yo era bueno pa’ huevear, no ayudaba mucho. No sé cómo lo hice para salir del colegio, tuve que salir mirando pa’ atrás y pal’ lado, jaja. Pero por suerte en III y IV medio me dieron más facilidades para viajar y competir. Después de esa Copa del Mundo Junior donde los otros iban en moto, ¿sentiste la necesidad de cambiar algo? Entrenar más. Pero también hay un tema técnico, te vas adecuando a los circuitos, a cómo corren ellos. En las siguientes carreras me fue mejor. ¿Hay un tema de cabeza? ¿Mientras más carreras, menos miedo? El miedo siempre es igual, siempre. Desde que tenía cinco años hasta ahora, es lo mismo. Hay que saber cómo manejarlo bien, cómo usar eso a tu favor. A todos les pasa lo mismo, hay que estudiar a los rivales, ver qué hacen mal, qué curva toman mal para ver dónde los pasas,

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etc. Hay que ir pensando todo el rato cómo son los movimientos. Y llegas raja arriba, y al tiro viene bajar con saltos y con piedras. Es un deporte súper especial, combina muchas cosas. ¿Tu papá se mete en los temas técnicos? Sí, se mete. Cacha mucho. Probablemente es el que más cacha en Chile. No sé a quién más podría escuchar yo acá. Pero cuando estoy en Alemania es diferente, increíble cómo aprendes. 2. Mis papás están juntos, están casados todavía. Tengo dos hermanas; una de 17, la Cata, que también hace Mountain Bike; y la María, que tiene 15, y que juega Volley, le gusta, pero es más estilo carrete, más normal, jaja. ¿Y tú no eres “normal”? Ehh es que de repente uno por el deporte hace un poco lo contrario a lo que hacen los jóvenes, o mis compañeros y mis amigos. ¿Quién más se queda acostado un viernes en la noche? Tenís que salir a carretear. Pero si al día siguiente hay que levantarse temprano. O tener que viajar tanto y perderse cosas del colegio, graduaciones, fotos de curso, fiestas, paseos… canjeas un poco eso por ser deportista. Tu papá es muy deportista, ¿no? Sí, muy, desde chico, hizo lo mismo que yo, incluso fue uno de los primeros en andar en Mountain Bike acá en Chile, el primero que salió a competir en un Mundial. Hasta que le tocó decidir si estudiaba o seguía con la bici, no quería hacer una bien y la otra más o menos. En esos tiempos no te ayudaban nada. Así que dejó las bicis, estudió, estuvo andando un tiempo en moto y ahora corre en auto. Pero sigue ligado al tema de la bici, tiene una tienda, hace clases, sigue moviéndose. ¿Vive un poco a través tuyo lo que él no pudo hacer? Creo que puede ser, porque yo tuve mucha suerte y gracias a mi equipo alemán he podido vivir afuera, competir afuera, correr en Copas del Mundo y no estar estudiando. Porque mi viejo nunca tuvo apoyo de sus papás. ¿Porque no tenían plata? Porque no lo pescaban, más que no hubiesen tenido plata. Y además

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antes todo era más caro, no era tan fácil. Mi abuelo es más de campo, como que nada que ver. Así que se dedicó a estudiar y seguir con las motos. ¿Y sientes que tú lo haces también porque él no pudo? No, no consciente por lo menos. No es que yo lo haga por él. Él tomó la decisión de no seguir en la bicicleta, pero a la vez pudo conocer el mundo motor, las motos, muchos amigos, lo pasó súper bien. Entonces también tuvo un lado bueno no haber sido ciclista en ese tiempo, no vivió frustrado después de la decisión, no creo que cambie por nada todo lo que hizo después. Y por mi lado, cero, es netamente mío, de lo que yo quiero lograr, lo hago por mí. ¿Y tu mamá? Siempre está para nosotros en todo. Nos llevó siempre a todos lados, se preocupa de todo, es una mamá que nos pone a nosotros antes que ella. A veces se preocupa mucho. Así son las mamás. No, es que esta se pasó. Como desde los seis años salíamos con mi papá y me amarraba la bicicleta a la de él con un elástico y subíamos el cerro, en el Huinganal. Me acuerdo de que a veces me puteaba porque se soltaba el elástico y le pegaba en la raja, jaja. De cabro chico que me sacó siempre a andar. ¿Y era por iniciativa de él o tú también querías? De los dos. Siempre lo esperaba afuera de la casa a que llegara del trabajo, pescábamos la bici y chao, nos vemos. Era todos los días así, me gustaba mucho parece. ¿Te sentías bueno para la bici cuando chico? Es que no siempre gané, no era una máquina. A los 10 u 11 años había gente de mi edad que ya entrenaba un poco más en serio, o que tenían algo más de esquema. Yo iba al cerro a saltar, a jugar y a ponerle pa’ arriba, pero no a entrenar. No ganaba las carreras, me esforzaba al máximo, pero siempre me ganaba alguien. Y lo otro es que mi viejo, maricón, me intentaba frenar todo el rato. Cuando empecé a tomarme el tema un poco más serio, me decía “pero pa’ qué vai a ir a entrenar, relájate, sal con tus amigos, ya vas a tener tiempo”. Siempre quiso que yo tirara esto a largo plazo, que llegase a los veinte y todavía tuviera

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ganas de entrenar. Que no te saturaras tan chico. Claro. Así que le decía “no, voy a ir a no sé dónde”, pero pescaba la bicicleta y partía, jaja. No me dejaban salir solo, así que tenía que inventar puros cuentos. Que iba con amigos al cine y todas esas cosas, pero pescaba la bici y me iba pal cerro. De repente no iba al colegio, me iba en la mañana con mochila y todo, pero no entraba, y me iba a andar en bici. Después llegaba tipo 13:00 para que me anotaran que estuve, y me iba pa’ la casa. Todo siempre fue en torno a la bicicleta, siempre. ¿Y cuándo decides tomártelo más en serio? Es que de tanto andar empecé a pulir mucho más la bicicleta, y empecé a ganar. Y ahí sí que me gustó cada vez más la competencia. Mi viejo al tiro me llevó a un Sudamericano, de paseo, y me di cuenta de que no era tan fácil, que había que ponerse las pilas. 3. ¿Cuándo te vas al Lexware Team, en Alemania? El 2017, gracias a mi mamá, que estuvo preguntando afuera dónde me podrían ayudar a mejorar y apareció este equipo que dijo sí, te podemos mostrar un poco. Como que no entendieron bien a qué venía, jaja. Me tocó una carrera en Freiburg, justo antes del Campeonato Nacional de Alemania, y el dueño nos invitó a que fuéramos. Fui y le gané a todos los del equipo. Así que me tuvieron siempre ojo, y cuando volví a Chile me mandaron un mail para decirme que querían que corriera por su equipo, como invitado oficial. Así que el 2018 me fui para allá. ¿Y qué tal vivir afuera? Solo y muy joven. No era como que todos los del equipo viviéramos en una casa o un departamento, yo el 2018 viví con un compañero, en su casa, de paleteado. Pero era una realidad muy diferente, él es cuatro años más grande que yo y los papás eran bien hippies, no era como que llegaran a almorzar a la casa. No te esperaban con corbatitas con salsa. No, y como que eso te abre un poco los ojos y empiezas a cocinar

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solo, a comprar solo, a planificar tu día. Aparte que tenía mucho tiempo, porque entrenaba y nada más. Con el compañero nos llevamos bien, ahora somos súper amigos, pero cada uno andaba en la suya. ¿Fue difícil? Sí, igual sí. Especialmente por cómo me fue en el Mundial. Estuve tres meses solo, bancándome a esta familia alemana, el idioma… sobre todo las tallas. A ver, no lo pasé mal, me hice amigo de la hermana y de las amigas de la hermana, pero uno no se siente tan cómodo la primera vez. ¿Pensaste en devolverte? No, lo tenía claro, había que darle. Y la coronación de ese esfuerzo debió haber sido ese Mundial. Claro. A eso iba, por eso me quedé tres meses. Pero pinché en la primera vuelta… y también hubo algo sicológico. Quería tanto estar en la punta, que les aguanté el ritmo la primera vuelta. Pero cuando empecé a cachar que estaba raja y que iba a cagar sí o sí, que no llevaba ni un cuarto de la carrera y que se me estaban arrancando los de la punta… Ya estaba medio derrotado y le pegué a algo con la rueda trasera y explotó el neumático. Tuve que ir en llanta al abastecimiento a cambiarla, y después seguir. Ya no quería saber más. Terminé como 37, y podrido, mal. ¿Cómo lidias con los malos resultados? Me amurro, pero traté de no mandar todo a la chucha por una carrera. Además, después caché que a la rueda nunca le eché líquido tubular, se me había olvidado. Capaz que si le echaba no hubiera pinchado y hubiera podido seguir. Pero yo sabía en mi interior, y se lo conté a muy pocas personas, que estaba derrotado ya. Mi salida fue “puta, pinché, qué lata”, pero en mi interior supe que no la iba a ganar. ¿Y los alemanes dijeron algo? Puta cuando cacharon que no tenía el líquido, el Team Manager se enojó, que cómo soy tan hueón. Pero ese día estuve amurrado, después fue la fiesta del campeonato y ya. 4. ¿Cómo era la vida de adolescente con todo esto? Hasta octavo salí harto, pero después me di cuenta de que tampoco me

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gustaba tanto. ¿Sentiste que te perdiste muchas cosas? Así tan importantes, no. Me arrepiento un poco después de ese Mundial, que llegué en septiembre a Chile bajoneado por el resultado, y decía a qué voy a ir a esos Juegos Olímpicos de los niños… Los Juegos Olímpicos de la Juventud. ¿Habrá sido también por ser una la modalidad distinta? Mezclada con ruta, en pareja… Puede ser. Siento que me volví a poner las pilas, pero tarde. Manejar las curvas de entrenamiento es difícil, tenía un peak para el Mundial, llegué a Chile y me desordené… no era tan fácil volver al mejor nivel. De todas formas, ¿cómo fue la experiencia de los Juegos? Bien, es bacán ir a otro país, aunque qué lata que haya sido Argentina, tan cerca. Pero estar con el Team Chile, ir todos juntos, ver a todos los países, es entretenido. Quizás no me lo tomé tan en serio porque el formato de competencia no era tan en serio, venía con mala autoestima del Mundial. Pero me sirvió para sacar experiencia también, a correr en ruta, a sufrir de otra manera, y eso me sirvió mucho para lo que vino después. 5. Salí del colegio y me puse a entrenar muy en serio, dos veces al día, a fondo. Y ahí se dieron los resultados que tuve el 2019. Me fui a Alemania en mayo, arrendé un sótano con cocina y cama. Ahí sí que estuve solo. Echabas de menos a los papás hippies. Sí, al papá buena onda que me hacía recoger manzanas, jaja. Ahora sí que estaba solo. No hablaba con nadie, la casa estaba medio en el campo, me costaba. Más que de echar de menos a la familia son las situaciones, los amigos, el hueveo. El alemán te mata, no saber cómo tirar las tallas o entender de qué están hablando pa’ reírse. En el Panamericano específico de ese año, saliste segundo. Primera vez en Sub-23. Ganó un estadounidense que es muy bueno, que en el mundial del año pasado salió segundo. Este año no le fue tan bien. ¿A todos les pasa lo de la irregularidad?

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Este deporte no lo entiendo todavía. Cómo un hueón puede andar tan fuerte y después dar tanto la cacha. Le tengo susto a eso, hay tantos ejemplos de eso, que no sé cómo manejarlo. Ahora vamos a ver, yo creo que con la experiencia y con los años voy a ir viendo. O sea, mi primer año de Sub-23 y que me haya ido así. Se supone que el primer año de Sub-23 es pa’ salir 30, pa’ que me saquen la chucha. Y yo me estaba metiendo firme, no entendía que pasaba. Yo creo que, como salí del colegio y pude entrenar bien, ¡y sobre todo dormir bien! Ahí entendí lo importante de dormir. En la cama y no en clases, además. Sí, de dormir 8 horas diarias, recuperarse bien y poder darle al día siguiente con todo. Entonces entendías que una plata panamericana siendo tu primer año de Sub-23 era más que bueno. Sí, incluso le fui ganando. Después me pasó y no por tanto, así que fue como mira tú. Y después viene Lima, tus primeros Juegos Panamericanos. De nuevo con el Team Chile, pero un ambiente mucho más competitivo. Pff, es totalmente diferente. No se puede comparar. Cada uno por su lado, todos concentrados, hablas un poco cuando te toca ir a comer, pero después nada con los otros y preparando todo, como tiene que ser: competitivo. Primera vez corriendo contra adultos, ¿no? Sí. Y al ser el más chico, tenía menos presión. El más viejo es el obligado, y que, si yo le gano, se va a cortar no sé qué. Entonces vai a aprender. ¿Te sentías más liviano? Sí, en ese sentido sí. Sabía que podía hacer una muy buena carrera, que podía darlo todo, a quiénes les podía ganar. Pero siempre piola, y cuando llega la carrera, ¡PAM! Es muy diferente, es otra cosa. Me preocupé de conocer el circuito tranquilo, de verlo bien, cómo son las curvas, y en la carrera me salía todo súper natural. La carrera misma fue bien especial también. Yo tenía algo planeado desde el principio, eso lo hago siempre. Salí

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a fondo, di la primera vuelta primero y caché que podía hacer una diferencia, aunque estos hueones eran harto mejores que yo. Dejé que me pasaran los dos, que son extraordinarios, sabía que era casi imposible ganarles. Mi carrera era de ahí pa’ atrás. Me colgué un poco de ellos para aprovechar el vuelo y tener un gap con los de atrás. Después Arancini pinchó, pero me costó pasarlo incluso pinchado y dije yaaaa… Me volvió a pasar, y pude haberlo ido a buscar, pero con el riesgo de que me cansara, me pasara el cuarto y perder el podio, así que no. ¿Sentiste que hubo algo de madurez en esa decisión? Sí, puede ser. Igual me la jugué, pero creo que todavía estoy en la duda, jaja, creo que si apretaba igual llegaba al final bien. Iba a tope, pero es ir ese pasito más allá. Pero fue una locura, el apoyo de la gente, en redes sociales, pfff, el cariño se siente, es especial. Y ahora todo el sacrificio valía la pena. Sí o sí, todo valía la pena. En el fondo estai haciendo lo que te gusta, qué más se puede pedir. ¿Uno es consciente de eso? Sí, siempre. ¿Incluso cuando te val mal? Ahí no tanto. Me pasa más durante las carreras, que digo qué estoy haciendo acá, me quedan tres vueltas y ya no doy más, ¡por qué! Y uno dice ya, la mando a la chucha, pero lo haces una vez y te cuesta tres carreras más recuperarte, porque ya estai dedicado. Está esa presión, de los meses preparando, si te salís no sé qué mucho tienes si no estás andando en bicicleta. Fuerte, ¿no? Sí, y te pesa en la cabeza cuando uno dice no quiero más. Pero el costo es demasiado alto. Y eso cuando no estás compitiendo, ¿te pasa? Un jueves en la mañana que te tienes que despertar a entrenar. Sí, pasa, y te desordenas, y estai cansado, y querís estar cinco minutos más con tu polola y no podís, o querís comerte un asado y no se puede. Me gusta andar en moto, o ir a la nieve, pero te desgasta. Y te acostai un poco más tarde un sábado y te pesó el domingo, lunes,

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martes, miércoles y jueves… ¡y ya es viernes de nuevo! Jaja, entonces me ha costado. Mis amigos igual son apañadores, me entienden caleta. El Mundial del 2019 también era el primero Sub-23, más el cansancio de Lima… Yo tenía sólo un objetivo: clasificar a los Juegos Olímpicos. Y eso dependía mucho de cómo corría la lista. Pero nunca pensé quedar cuarto. Mi idea era ir viendo de qué países eran los que tenía adelante, para cachar si clasificaban como equipos, y si yo tenía que salir 10, 20 o 30, pero clasificar. Tenía una lista incluso, que hicimos con mi equipo, para ver de quién me tenía que preocupar. Yo creo que por eso me fue tan bien, porque partí suave, con los que tenía que ganarles siempre ahí. ¿Te sentías presionado o fue como en Lima? Fue como en Lima, sabía que se podía, tenía esa seguridad de conseguir el cupo. Es diferente que ir a ganar. Siempre me preocupé ir delante de quienes me podían quitar el cupo. El circuito estaba mojado, así que estaba muy técnico. La primera vuelta me caí y me dio hasta vergüenza: tuve que bajar caminando porque alguien se cayó, pero me fui de raja en unas piedras, ¡y estaba lleno de gente! Y todos ohhh, y gritaban. Me dio tanta vergüenza: cómo me caí caminando y no en un salto, jaja. Así que quedé picado y dije ahora cagaron todos, córranse, córranse, jaja. Fui con todo toda la carrera, y en la última vuelta empecé a mirar para atrás y vi que no venían estos hueones, y yo estaba dentro de los diez. Y al final seguí pasando gente, pillé a un par más y no sé cómo logré llegar cuarto. ¿Ahí en tu cabeza qué pasa? No sé, no entendís nada. No sabía bien qué lugar iba, pero fui pasando hueones tan buenos. Sintiéndome bien, esa sensación de que con tu entrenador lograron estar al cien por ciento para mí es impagable, tener el motor bien afinado y poder ganarles fue tremendo. Sentirme tan bien fue mejor que cualquier lugar. Haber llegado cuarto y a nada del tercero fue… puta, llegar y que estén todavía los primeros en la meta, ¡eso nunca pasa! Siempre llegai y hay un par de hueones casi duchados, jaja. ¿Y la sensación de ir a unos Juegos Olímpicos? No sé. Todavía no me calza, todavía no me la creo. Me falta mucho creerme el cuento de cómo me ha ido, de entender que voy a unos

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Juegos Olímpicos y eso no lo hace cualquiera. Para mí todo ha sido como muy normal, me carga hablar con mis amigos de la bici, trato de mirarlo un poco en menos y buena onda. En una carrera sí, hay que creerse el cuento y ser choro, porque sino te pasan por arriba. Pero afuera somos todos mas o menos parecidos, me interesa lo que hacís tú, etcétera. Siento que me queda tanto por dar, por recorrer, que eso me apasiona más. ¿Te arrepientes de algo? ¿Algo que hubieras hecho distinto? Haber estudiado en el colegio, haber puesto atención, haber aprendido más. Creo que me va a pasar la cuenta cuando entre a estudiar algo.

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Nombre: Francisca Valeria Crovetto Chadid. Fecha de nacimiento: 27 de abril de 1990. Deporte: Tiro Skeet. Principales logros deportivos: Medalla de plata en Juegos Panamericanos Lima 2019 y Guadalajara 2011 / Medalla de bronce en Juegos Panamericanos Toronto 2015 / Medalla de bronce Copa del Mundo Al Ain 2019 / Quinto lugar Copa del Mundo de Tiro Granada 2014 / Octavo lugar en Juegos Olímpicos Londres 2012. 1. Soy la menor de cuatro hermanas. Del matrimonio de mi papá con mi mamá somos tres y además él tiene una hija de su matrimonio anterior. Todas mujeres. Tengo harta diferencia de edad con mis hermanas, la mayor mayor tiene 52. Yo soy el conchito. Mi mamá no esperaba quedar embarazada de mí, me tuvo casi a los 42 años. Treinta años atrás eso era como guau. Además, mi mamá es Pediatra, entonces al principio la noticia la asustó un poco, pero después se lo tomó súper bien. Hoy mi mamá tiene 71, mi papá va a cumplir 73. Somos una familia bien unida. Todos somos de Santiago. Mis papás se casaron y el 76 se fueron a vivir a Venezuela. Pero no son exiliados políticos. Tiene que ver con política, pero por el lado de la derecha. Mi abuelo materno, Pedro Chadid, llegó a Chile de El Líbano y siempre trabajó de comerciante. En la época de la Unidad Popular, como él manejaba dólares, lo empezaron a boicotear. Nunca tuvo nada que ver con temas políticos, pero igual. El 71 o 72 le allanaron su casa en Santiago y en Arica buscando dólares. ¿El gobierno? El gobierno. Mi mamá siempre contaba que mi abuela tenía que esconder la plata en el masetero y cosas así. Ante esas circunstancias, mi abuelo decide irse a Venezuela. Y por eso mis papás se van con él a Caracas algunos años después, y se quedan hasta el 81. Este exilio voluntario pero algo forzado, ¿marcó el color político de tu familia de ahí en adelante? Sabís que no tanto. O sea mis papás son de derecha, pero tampoco algo demasiado sesgado o que nos hayan impuesto a nosotras. De hecho mi mirada y de algunas de mis hermanas es mucho más de centro izquierda, y no es tema.

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Mi mamá es pediatra de la vieja escuela, y sigue ejerciendo. Trabajó toda su vida en el Exequiel González Cortés, desde que volvió de Venezuela. El 2014 se retiró del servicio público y ahora sólo atiende pacientes particulares. Ella siempre fue el sostén económico de la familia. En mi casa es todo bien ‘al revés’: mi mamá no cocina y mi papá sí. Mi abuelo materno, siendo árabe y quizás algo machista por un tema cultural, tuvo tres hijas y a las tres siempre les inculcó que tenían que ser profesionales y no tenían que depender de ningún hombre. Mi mamá siempre creció con eso, siempre ganó más que mi papá, era la que iba a las reuniones de apoderados, la que te retaba si te sacabas una mala nota. Mi papá, no. Mi papá ha hecho de todo. Es contador auditor, y trabajó muchos años con su suegro, mi abuelo. Después de que mi abuelo murió, trató de tener negocios propios, incluso administró un club de tiro, pero lo estafaron. Y desde hace varios años trabaja administrando un taller mecánico de Mercedes-Benz, que es de un amigo de él. Los dos fueron papás súper presentes. Quizás mi papá no tanto con mis hermanas, pero yo con él siempre fuimos muy unidos. Muchas veces pienso que quizás lo de acompañarlo a disparar los fines de semana era para estar con él. ¿Qué tu mamá haya sido el sostén de la familia tendrá que ver con buscar ser una mujer empoderada? Sí, heavy. Muchas veces yo tengo esas discusiones, cuando escucho “no, es que antes las mujeres no podían…” yo decía eso es mentira, yo vi otra cosa creciendo. Y mi pololo me tiene que decir que mi caso es súper particular y tengo que entender que la generación de nuestros papás en verdad no era así. O sea eso de que “aprendí a cocinar con las recetas de mi mamá”, ¡mi mamá no sabe ni cocinar arroz! Jaja. Eso no pasa, mi papá es el que cocina, el que sabe tejer, el que hace todo lo que se considera la parte femenina. Entonces eso me marcó, a mí y a mis hermanas, ver a una mujer tan dueña de su vida. 2. Mi papá disparaba desde chico, le gustaba salir a cazar en el campo. Él nació en San Carlos, entonces tenía una cultura de caza. Salía con sus amigos de abril a agosto, cuando se puede cazar, y hay como una

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migración natural: cuando no puedes cazar, que es de agosto a abril, querís disparar igual y piensas ¿dónde voy? Y ahí con sus amigos armaron un club de tiro y una cancha de Skeet, yo tengo el recuerdo de mi papá clavando las tablas de la cancha. Desde que tengo uso de razón, él dispara. Y desde que tengo uso de razón había armas en mi casa. Fui la única de mis hermanas que se interesó. Al día de hoy, ellas no saben armar una escopeta. Yo creo que eso fue por la cercanía con mi papá. Él esperaba que yo fuera hombre, y como no le salió, dijo bueno voy a ser yunta de mi última hija. Yo dormí con él hasta como los diez años. Mis papás dormían en la misma pieza, pero con esas camas antiguas que se juntan, entonces cada uno dormía en su cama. Y yo lloraba en mi pieza, y mi papá me iba a buscar y dormía con él. Siempre me contaron que se enamoraba de su última hija, así que no tuve competencia. Ahora la tengo con mi sobrina, jaja. La primera vez que yo disparé fue a los 10 años, me acuerdo perfecto. Me cargó. Me dolió el hombro y lo pasé pésimo. Yo quería disparar, pero había una cosa física, no podía. A los 12 o 13 años me puse a disparar como una vez a la semana, más consistente. Pero disparaba otra modalidad, el Sporting Clay, que no es olímpica y que en Estados Unidos mueve mucha plata. Yo quería disparar Skeet. Y el 2004 fueron los Juegos Olímpicos de Atenas, creo que habían muchas expectativas de lo que podía hacer Jorge Atalah. Entonces ahí me di cuenta de que era un deporte olímpico. Siempre me acuerdo de que el 2003 mi papá renunció a la empresa de mi abuelo para poner su negocio y yo lloraba a mares porque no iba a poder seguir disparando, porque este es un deporte súper caro. Pero mis papás me tranquilizaron, me dijeron que ahí íbamos a ver cómo lo hacíamos y que algo iban a inventar para poder seguir entrenando. Pero yo estaba muy afectada. Entonces de chica ya existía esta pasión medía desmedida por el tiro. ¿Tu mamá nunca te puso problemas? No, pa na. A veces, como era un ambiente bien masculino y se tomaba harto copete, eso le preocupaba un poco. Pero nunca me pasó nada.

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3. Mi papá nunca me dijo “tienes que ser la mejor” o algo así, pero sí tenía muy metido el tema del entrenamiento. Si quieres pegarle a los platos, hay que entrenar. Incluso hasta el día de hoy, porque él sigue disparando. Vamos a las fechas nacionales juntos. Incluso hizo el curso de árbitro, pero a mí me carga, porque encuentro que arbitra tan mal, jaja. Pero tú ahora le preguntai ¿cómo disparaste el fin de semana? Pucha, más o menos, porque no he entrenado. Y después me llama y me dice llevo tres semanas entrenando y la cagó, estoy súper bien. Entonces eso de entrenar me lo metió siempre en la cabeza. A mí desde chica me dijeron que tenía condiciones, que disparaba súper bien. Pero yo sabía que eso no bastaba; me repetían que había que meterle trabajo, que el talento no basta. ¿Hoy piensas lo mismo? Absolutamente. El talento al final es eso, no es sólo la habilidad que uno tiene para cierta actividad, es la capacidad para superar la frustración, las horas de entrenamiento, cuán resiliente eres, etcétera. Al final el talento es todo eso. Cuando chica ya empecé a perderme cumpleaños por los entrenamientos o las competencias, me retiraban más temprano del colegio. ¿Te iba bien? Sí, excelente, siempre me fue bien. Pero faltaba porque viajaba mucho a las competencias nacionales. ¿En algún momento en la adolescencia dijiste basta, suficientes viajes y competencias, quiero una vida más normal? Nunca. Nunca me lo cuestioné. Eso no me interesaba. Además, cuando partí en el tiro, éramos como un grupo de 15 hombres y mujeres, entonces igual era entretenido. Tampoco era que estuviera siempre con puros viejos, aunque para mí eso no era un problema. ¿En qué momento piensas oye, igual le pego a esta cuestión? ¿En qué momento uno se da cuenta que es bueno en lo que hace? Todavía me lo cuestiono, jaja. Yo creo que desde el primer momento, cuando se acercaban a mi papá a decirle que tenía condiciones. Y yo siempre tuve esa convicción.

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¿Y los resultados se vieron altiro? Noo, pa’ na’. Hoy día pensaba eso. Estaba entrenando y había una niña de Valdivia que está empezando a disparar. Tiene 15 años, y es súper apasionada, quizás como era yo cuando chica. Y claro, todavía técnicamente no es la mejor, pero se mandó un 23 y yo onda, ¡puta que me costó pegar un 23! Yo siempre me comparaba con los chicos que se iniciaron conmigo. Había un chico que se llama Raúl Franco, que fue subcampeón mundial juvenil en 2010. Yo partí con él, y el “Luli” a los tres meses estaba pegando su primer 25. Yo recién el 2007, ¡2007!, una semana antes de irme a los Juegos Panamericanos de Río, pegué mi primer 25. ¡Me demoré cuatro años! Entonces para mí era mucho más complejo, de grandes esfuerzos para pequeños pasitos, y a las otras personas se les da más fácil. Pero eso también me ha ayudado en los momentos de adversidad. Yo he visto a lo largo de mi carrera a algunos compañeros que son extremadamente talentosos, que les pasai un palo de escoba y le pegan a todo, pero que no son capaces de aguantar la presión. A mí me pasa algo que no les pasa a ellos, me cuesta disparar bien en Chile, me tengo que concentrar más. Y cuando salgo, me siento más cómoda, la presión me energiza. Y a mis compañeros les pasa lo contrario, creo. 4. Siempre me fue la raja en el colegio, salí con 6,5 y en un colegio que, para el sector en San Miguel, era bien exigente. Yo siempre me quise tomar un año sabático para hacer preuniversitario. Nunca me presionaron para estudiar, pero mi mamá me recomendó estudiar Ingeniería en Biotecnología, porque me gustaba biología. ¿Tu papá te dijo algo? Algo así como “Hija, estudie algo que le dé plata’”, jaja. “Mira a tu hermana, que estudió periodismo…”, jaja. Pero ahora ella trabaja en una empresa minera y gana más plata que toda mi familia jaja, así que le decimos que se tiene que tragar sus palabras. Ahora me acuerdo que en II Medio incluso tomé una especie de cursos de introducción a la vida universitaria, que daban en la Católica. Salíamos del colegio y me iba para allá, con otros compañeros. Había clases, talleres, etcétera. Me acuerdo que fuimos a las salas de anatomía de la Escuela de Medicina, vimos cadáveres, muy entretenido. Ahí reforcé mi lado biológico, me encantó.

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¿Y qué decidiste? Yo quería estudiar en la Chile, y no en otra parte. Me decían que viera otras universidades, incluso me llevaron a matricularme, pero yo no quería ninguna otra. El puntaje para entrar era alto, pero me fue bien y además hice el proceso para la beca deportiva. Así pude entrar. Al principio me costó mucho la universidad, era una pollita, no conocía a nadie, ya no quería ir más. Ahí me vino la crisis: yo quería disparar y donde me gustaba estar era en una cancha de tiro, y no en una sala de clases. Y a fines de ese año había un cupo olímpico en el panamericano específico. Yo desde chica dije que quería ser la primera deportista de tiro en ganar la clasificación a unos Juegos Olímpicos. Todas las veces había sido con Wild Card, incluso con Alfonso de Iruarrizaga. Estaba convencida que me lo iba a ganar en la cancha, a mí no me iban a invitar a ninguna hueá. Y ese año lo gané, y fue heavy. Así se va marcando la vida, esos hitos te van marcando el camino. ¿En ese momento te sentiste famosa? Yo creo que sí, después de la clasificación a Londres. ¿Y qué tal es eso? Al principio quizás era más polilla, ahora me lo tomo con tanta tranquilidad. Aparte que tampoco considero que sea muy conocida. O sea, puedo ir a un bar a tomarme una piscola y no me reconocen, a no ser que sea alguien muy fanático del deporte. Pero no soy Tomás González. Tomás no puede hacer eso. Yo he estado con él, y tiene que estar casi que escondido. Y Tomás tampoco es Fernando González, es terrible salir con él. Por eso no creo ser tan conocida. La otra vez me pasó algo muy curioso. Cuando voy al Jumbo y voy con polerón del Team Chile hay gente que se acerca y me pide fotos. Pero el otro día iba en bicicleta, con casco y vestida de civil, y una galla me dijo “te felicito, Fran” y yo como ohh, muchas gracias. ¿Cómo fueron tus primeros Juegos Olímpicos, el 2012 en Londres? Increíble. La víspera fue súper intensa. Víspera, me encanta esa palabra. Fue súper parecido a lo que va a ser Tokio, competí casi al tiro después de la inauguración. Habían hartas expectativas antes de mi participación, y los diez días en la villa fueron intensos: lloraba, después

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estaba feliz, una mezcla de emociones. Quería salir corriendo, pero también quería estar ahí. Era chica, tenía 22 años. Yo quería entrar a la final, igual me faltó poco, quedé octava. El recuerdo es mucho más bonito, son puras cosas positivas. Londres fue maravilloso, todo espectacular: la ciudad, la Villa Olímpica, los Juegos, todo. Y en Río 2016, todo fue totalmente distinto. Yo en Río lo pasé pésimo. Horrible. Atroz. Yo ahora siento que me lo viví como me lo podía vivir no más. ¿Por qué? Porque no me lo disfruté nada. Yo lo único que quería era que se terminaran esos Juegos, todo el proceso. Mi entrenador era un idiota, yo me sentía muy sola, me sentía culpable por sentirme así. Te juro, estaba entrenando en Italia y pensaba “ojalá me lesione y no ir a los Juegos”. Estaba mal enfocada, sentía que a la gente sólo le importaban mis resultados. Me sentía como usada, pero porque yo estaba mal enfocada, estaba enfocada sólo en ganar. Tenía una mala relación con mi entrenador, entonces lo pasé súper mal, en verdad, mal. ¿Pensaste en retirarte? Sí, sí. Onda ya no quiero hacer más de esta hueá mi vida, no quiero. Quiero estar en mi casa, tener guaguas, dedicarme a la familia, eso pensaba. Todo el proceso previo a Río. Todo. Pero de eso aprendí. Después pensaba que cuando venga Tokio yo iba a querer estar en el proceso clasificatorio y Diosito me va a castigar, jaja. Pero ahora me pasa todo lo contrario, siento que tengo a la gente que quiero a mi lado. O sea, si tú me preguntai, siento que estoy exactamente donde quiero estar. ¿Pero cuál fue el punto de inflexión? Reboté en mi familia, mis amigos, mi pololo… La Claudia Vera para mí es súper importante, ella me ayudó a salir, a interesarme en otras cosas, en hacer el Diplomado del CIES-FIFA. Ella fue la que me llamó al día siguiente de los Juegos Olímpicos en Río, en que yo seguía acostada en mi cama llorando, y me decía hueona, levántate. También estaba Fernando González en la Villa, yo soy súper amiga con Fernando y también me decía “Negra, vamos a tomarnos una bebida al comedor de la Villa”. Y a todos les decía no quiero, no quiero. Pero la Claudia me convenció. Y me sirvió.

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¿Cómo se hace para que los días en que a uno le dan ganas de quedarse en la casa no sean la mayoría? Porque uno tiene un sueño. Yo después decía oh, no me quiero perder Tokio. Y también uno necesita suerte, y yo la tuve con la llegada de Christian, mi entrenador italiano, que llega por un acuerdo de colaboración con la Federación Italiana. Yo sabía que conmigo se podía ir de nuevo a unos Juegos Olímpicos. Yo sé lo que es aguantar la presión. Porque todos te dicen qué maravilloso, estás viviendo el sueño del pibe, recorriendo el mundo y disparando, pero a mí no me cuentan ese cuento. Yo lo he vivido. Puedo decir que me encanta, que es maravilloso y que es mi vida estar en un club de tiro, porque ahora lo disfruto mucho más. Hay veces que me da lata ir, pero lo disfruto más. Pero también he vivido cuando no es maravilloso, cuando estai chato. Y yo lo aguanté. Tú no lo hai aguantado. Y muchos de ustedes, todos los talentosos que estaban al lado mío disparando mejor que yo, no lo aguantaron, se retiraron, no fueron culo. Y yo sí. Entonces sé que tengo esa capacidad, esa es la diferencia. ¿Te da menos miedo Tokio después de lo que pasó en Río? ¿Es miedo la palabra? Sí, mucho menos. Sí, es miedo, e igual creo que me va a dar en algún momento. Estoy más consciente de eso, y si me da miedo le pediré a mi miedo que esté disponible. El miedo también es parte del proceso. ¿Cómo se maneja el miedo en tu carrera? A lesionarse, a sentir que estar desperdiciando tu juventud, a que te vaya mal. Es un tema. Yo lo hago rodeándome de gente que me ayuda a meterle cabeza. Nos compramos un departamento con mi pololo, así que toda la plata que tenía ya no era para moverme e ir al supermercado, y listo. Hubo un momento en que en mi cuenta tuve cien lucas. Tuve que empezar a trabajar, trabajé en una productora, que fue idea de la Claudia. Y fue una experiencia maravillosa. Eso también te va a ayudando a darte cuenta de que eres buena para otras cosas, te das cuenta que sí, el tiro es tu vida, pero que también uno es mucho más que sólo el tiro. Me gustó realizarme en otras cosas. Antes de Lima, también estaba un poco complicada con las lucas, pero a mí no me gusta quejarme, no me quejo de eso. ¿Por qué? Porque hay gente que vive con sueldo mínimo y yo igual tengo mi casa, salgo a comer, sé que tengo a mis papás, a Juane… tengo de donde apoyarme.

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¿Tu papá nunca te ha presionado para salirte? No, nunca. Pero me presiona si es que estoy disparando mal. Déjate de fallar tantas hueás, de fallar platos simples, eso hay que entrenarlo. Y yo sí, papá, créeme que entreno eso, jaja. 5. En octubre del 2018, antes del clasificatorio olímpico, el entrenamiento con Christian fue remoto, pero fue muy duro. Me acuerdo que estaba agotada; habían semanas que disparaba bien, pero en otras disparé horrible. Llamaba a Christian y le decía estoy agotada, ya no doy más, estoy disparando como el hoyo. Tranquila Fran, te juro que esto te va a hacer bien, confía en mí. Yo tengo un tema con la responsabilidad, si él me dice que tengo que ir, no existe posibilidad de que no vaya. Y justo ese fin de semana hubo una competencia en Viña del Mar y disparé pésimo. Mal, mal. Me acuerdo que me quedé en la casa de una tía en Jardines del Mar y caminé sola hacia abajo, debo haber caminado hasta San Expedito pero no porque crea, sino porque para mí es una manera de meditar ver cómo la gente pide, me gustan esos lugares tranquilos. Me acuerdo que caminé caleta de rato, y decía pero hueón… Porque es terrible disparar mal. Pero mal, estaba como en un duelo… y todavía me faltaba el segundo día de competencia. Disparé un poco mejor, pero volví a llamar a Christian y le dije me hace como el hoyo tu entrenamiento. Tranquila, tranquila. Va a funcionar. Y funcionó. Y después de clasificar hubo como cuatro meses en que no me la creía, me despertaba en la mañana, pensaba estoy en Tokio y no lo podía creer. Yo quiero una medalla olímpica. Pero la primera expectativa es estar en la final. Si te digo que se acaba de terminar el tiro deportivo en el mundo, nunca más vas a poder disparar, que te vaya bien, gracias por todo. ¿Te vas tranquila? No, yo quiero una medalla olímpica. Me daría mucha frustración. Y quiero tener al menos los cinco Juegos Olímpicos que tiene la Kristel. El lenguaje genera realidades: quiero estar en Los Ángeles 2028, y no sé dónde serán en 2032, pero también quiero estar. A mí la Kristel me encanta, es tan sabia y tan lúcida, tiene un discurso tan bacán. No se queja. Yo con ella tuve una conversación muy bonita

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después de Río, después de que nos hicieron pedazos por nuestras actuaciones. Éramos compañeras de departamento. Y me dice “Nosotras estamos haciendo lo que nos gusta, ¿quién tiene el privilegio de hacer eso? Y todo el mundo me dice es que tú tienes el privilegio de hacer esto, yo les digo bueno, vayan, lévantense a las cinco de la mañana, estén en la piscina a las 5:15, háganlo, los invito, yo no tomé el puesto de nadie. Yo hago lo que me gusta, y eso es una fortuna”. Y yo dije oh la mina bacán, por qué no puedo ser como ella, jaja. Te toca siempre competir con Kimberly Rhode, que ha ganado seis medallas olímpicas, probablemente la mejor de la historia. ¿No te da lata? A veces escucho que dicen ya está bueno, que se retire, pero yo la amo. Le deseo lo mejor. Tiene una capacidad de trabajo increíble. Cuando dispara poco, dispara seis días a la semana. Hay que tener la plata. Sí, pero también hay que tener ánimo. Disparar 600 tiros al día, seis veces a la semana… ¡yo nunca en mi vida he disparado 600 tiros en un día! Nunca. Tú disparas 300 tiros y al día siguiente no quieres ver la escopeta. Y ella… ¿Y la pasión de la niña de 13 años que lloraba, sigue siendo la misma? Sí, es la misma. Pero ahora también me hacen feliz otras cosas. Valoro las cosas más sencillas. Cocinar, recibir gente en mi casa. Tengo una nana, que es mi nana desde antes de que yo naciera, que trabaja con mis papás. Y la Meni es una mujer de esfuerzo, con suerte terminó octavo básico, crió a su hija que es la primera profesional de toda su familia. Tiene su casa, se separó de su marido hace muchos años, y se compró su casa. Es una mujer que vive en Lampa y trabaja en San Miguel y todos los días tiene una sonrisa en su cara, aunque haga cuatro horas de trayectos todos los días. Es feliz, le da gracias a Dios. ¿Y tú me vai a decir que eso no es ser exitoso? Cuando me hablan de éxito, de que la gente no se supera… el éxito no es sólo si te ascendieron, o si ganai más lucas, eso es.

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Nombre: Diego Carquín Saavedra. Fecha de nacimiento: 3/10/1993. Deporte: Deportes Acuáticos - Clavados. Principales logros deportivos: Medallas de plata Juegos Suramericanos Cochabamba 2018 y Medellín 2010 / Medallas de plata en Campeonato Sudamericano 2021, 2016 y 2014 / Medallas de bronce en Campeonato Sudamericano 2021, 2018 y 2016. 1. Vivo con mis papás, un matrimonio súper bonito, súper constituido. Deben llevar 30 años casados. Mi mamá es dueña de casa, mi papá ingeniero civil. Él es el hombre que le pone el pecho a las balas, el trabajador, que pone la cuota de esfuerzo. Y mi mamá nos contiene. Me tocó una familia que me apoyó mucho con el deporte. Mi papá se ponía con las lucas para mí y mis hermanos, y mi mamá nos entregaba todo. Hasta hoy: estuve trabajando temprano y después tenía nutrición y psicología, y me mandó almuerzo y me mandó un sandwich y me mandó un jugo. Tengo ese nivel de apoyo, hasta en esos detalles. Mi papá trabaja ahora en una empresa que hace consultorías de ingeniería, trabaja directamente con el Ministerio de Obras Públicas, fiscalizando a los contratistas. ¿Le toca mucho salir de Santiago? Harto, harto. Debe llevar como diez años en esta empresa. Cuando yo era chico trabajaba en la Minera La Escondida y lo veía bien poco también. Hacía turnos de veinte días de trabajo por diez días en Santiago. ¿Fue complicado eso? Era difícil porque él siempre estuvo muy ocupado y estresado, entonces no es que se olvidaba de tener hijos pero la forma en que nos entregaba todo el amor era poniéndole el pecho a las balas: trabajando, siendo un ejemplo de lo que es ser padre de familia. Más que en la parte afectiva. Justamente. Por eso en tu descripción hablaste de su trabajo y después dijiste “y mi mamá era la que nos contenía”.

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Justamente. Así se fue dando. Entonces la comunicación con mi papá siempre fue… un hombre duro, negado a las emociones. Cuando uno es chico igual va cuestionando ese proceso, pero se va convirtiendo en un superhéroe. Sacar a cuatro cabros chicos así era difícil. Hoy vivo con mis papás y mi hermano menor. Con él tengo una relación bacán, tiene 22 años. Siempre fuimos buenos hermanos, pero durante la pandemia nos hemos acercado más porque logré que se enganchara con el deporte. Yo me llevé un gimnasio a la casa, entonces me veía entrenar todos los días y me empezó a preguntar ¿puedo entrenar contigo? Yo le dije que sí pero con compromiso, planificamos todo y hacemos todo bien. Debe llevar cinco meses y ha andado bien, está flaco y súper saludable. Es mi mejor amigo en este momento. ¿Cómo empezaste tú en el deporte? Yo jugaba fútbol en las escuelas de Colo-Colo. ¿Te gusta Colo-Colo? Sí, a fondo. Pero menos ahora que antes. Iba harto al estadio, pero como deportista se me empezó a pasar la pasión por los cabros. Hace cinco o seis años empecé a cachar que eran deportistas poco ejemplares, entonces se me fueron cayendo mis ídolos. Ya no los veo con admiración. Pero en mi casa somos todos colocolinos, es nuestro punto de encuentro familiar. Así que cuando chico jugaba en la escuela del Monumental. ¿Hasta qué edad? Hasta los 13 años. Pero empecé a los siete a hacer clavados. Mi entrenador andaba buscando en los colegios niños con condiciones para practicar ese deporte, que igual es súper específico. Necesitas habilidades gimnásticas y tener un somatotipo igual especial, tú cachai que los clavadistas son tipos más bajitos, fuertes pero muy flexibles al mismo tiempo. Así que él buscaba niños con esas condiciones en los colegios. Llegó a mi colegio, no recuerdo bien si a captar niños o mi profesor de educación física derechamente le había hablado de mí, no me acuerdo bien cómo fue. Pero me tomó unas pruebas y me seleccionó como futuro talento. Primero hacía inspección visual, después veía flexibilidad, saltabilidad, coordinación, etc. Me eligió y habló con mis papás, les dijo que tenía muchas condiciones.

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¿Te acuerdas bien de ese momento? Sí, porque para mí igual fue bien traumático en algunos aspectos. ¿Por qué? Fue muy significativo, de alguna forma rompieron mi zona de confort. Porque este entrenador, que es mi entrenador actual, Marcos Balbontin, estaba lejos de ser un formador de niños que quisieran recrearse. Llegábamos a entrenar acá en el CAR del Estadio Nacional, partíamos con dos vueltas a la pista y el que caminaba, pa’ afuera. Con siete años. Era súper duro. Él se formó en Cuba como entrenador, y en Cuba tienen otras formas de enfrentar el rendimiento. No hay margen. Y esa disciplina la mantuvo siempre cuando éramos más chicos. Entonces ya el primer día no tenía tantas ganas de ser clavadista, jaja. Ni siquiera entendía, porque no había piscina. ¿No había piscina? No había piscina, no estaba construida todavía. Entrenábamos en cama elástica, hacíamos acrobacias… Pero todo era diez repeticiones, todo era gritos, todo era disciplina. Entonces de un día pa’ otro pasai de ser un niño que se está divirtiendo en todos lados a tener que llegar a un lugar que te estresa. Yo llegaba a entrenar estresado y quizás en su momento se lo comentaba a mis papás, oye esto es muy difícil, pero ellos entendían por la conversación con mi profe que yo era un talento entonces por ahí se compensaba un poquito y tenía que venir. ¿Pero en algún momento se hizo más llevadero? Sí, pero por los amigos. Porque empiezas a hablar con ellos, vas haciendo contención y te das cuenta de que están todos igual. Que no era algo contigo. Exactamente. Pero yo tampoco lo entendía mucho, no sabía por qué venía a un lugar a pasarlo mal entre comillas, pero lo hacía no más. Fue bien fuerte la experiencia, yo me acuerdo de que hubo un tiempo en que no me gustaba hacer clavados. Y ni siquiera he llegado el punto en el que me tiré a la piscina sin saber nadar.

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Algo no menor. A los seis o siete meses llegamos a la piscina por primera vez, en la Escuela Militar. Arrendábamos una pista y tenía un trampolín sobrepuesto. Había 30 niños. Así que era oye, ponte a la fila, tenís que saltar. Y yo no sabía nadar. Como era medio introvertido, tampoco dije que no sabía, jaja. Si ya me retaban por cada hueá que hacía, si decía que no sabía nadar iba a ser crítico. Hasta que le digo a mi entrenador y me dice tírate al agua, hazme caso. No va a pasar nada. Era como una prueba de valor. Tenía un palo pa’ sacarme. Entonces ya estaba en la punta del trampolín, miré pa’ atrás y estaba lleno de niños, no tenía un contexto favorable para retroceder. Era como saltar de un avión. Justamente. El trampolín tenía un metro y yo medía un metro. Me tiré y salí a duras penas. Me estaba ahogando, me tiraron el palo y me sacaron. Me costó perder el miedo. La piscina era los sábados, así que al final de lunes a viernes me encantaba venir al CAR a la cama elástica. ¿Ibas de lunes a viernes, todos los días, a los siete años? Sí. Bravo igual, ¿no? Sí, fue súper brusco ese cambio de entrenar en alto rendimiento desde tan chico. Así que llegaban los sábados y me enfermaba, inventaba cosas, decía que quería ir al fútbol. Pero en verdad no quería ir a la piscina porque me daba miedo. Hasta que mi entrenador cachó y me tuvieron que enseñar a nadar para poder ser un buen clavadista. De ahí en adelante fue súper progresivo: salta de la orilla, salta de piquero de la orilla, después del trampolín, y así. Transferir lo mismo que hacía en el CAR pero en la piscina. Hasta que llegó mi primera competencia escolar, a los ocho años. Estaba cagado de miedo, le tenía miedo a mi entrenador y a todos los competidores que estaban ahí, no sabía quién era nadie. Salté y gané. Mi primera medalla de la vida.

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Y saliste nadando. Sí po’, ya sabía. Y me suben al podio, las fotos, la gente, el papá aplaudiendo. Llegai a tu casa y te transformai en el campeón de la familia, te empoderai: soy bueno pa’ esto, lo paso bien ahora. ¿Lo paso bien ahora porque gané? Sí, de hecho, sí, me gustó competir y ganar, desde chico. Después era agarrar confianza. Pero me pasa hasta el día de hoy, llego a entrenar y hay adrenalina, digo pucha podré hacer este salto difícil. Esa misma sensación se mantiene, veinte años después. Eso es lo que más me gusta del deporte, el desafío constante. ¿Esa adrenalina es por cumplir con el objetivo o hay algo de susto? Es un mix de ambas. No se le pierde el respeto, porque cuando estás desconcentrado… El clavado dura dos segundos, basta con que se te desconecte el cable una milésima y ya no sabes dónde estás en el aire y te pegai. ¿Te has pegado? Sí, varias veces. Después del Preolímpico de Londres estuve tres o cuatro meses fuera, y volver a hacer el clavado de nuevo fue un proceso difícil. Cuando chico también, saltaba de la plataforma de siete metros y me daba mucho miedo. Y por cagón, por hacer las cosas con miedo, caí muy mal, caí de guata y quedé sin respiración. Estuve más de un minuto sin respirar, sentía que me iba a morir. ¿Cuántos años tenías? Doce o trece. Era la piscina del Estadio Nacional, ya estaba construida, pero sin techo. Así que me daba más miedo todavía la plataforma y descubrí que era algo que no estaba dispuesto a transar: no me gustaba saltar desde arriba. Y nunca más lo hice. O casi nunca. Pero me quedé en trampolín, que es la especialidad que tengo actualmente. 2. Siempre sentí que era mi deber ir a entrenar, nunca lo vi como algo voluntario o recreativo. Desde chico sentía que estaba en ese límite, de no querer hacer las cosas y terminar haciéndolas igual. ¿Hasta hoy? Sí, pero creo que eso igual es una virtud que vas desarrollando.

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Cuando no quiero estudiar, o no quiero trabajar, o no quiero entrenar, me considero muy constante. Puedo estar cansado, pero no me vas a ver llegar a la piscina a sentarme. Tengo esa capacidad de seguir trabajando, quedé con eso marcado. Hay una frase de Michael Phelps que me gusta: “Hacer las cosas cuando no tienes ganas separa a los buenos de los grandes”. ¿Nunca dijiste ya, es suficiente? Sí, varias veces. Una vez a los diez y otra a los catorce. Ahora lo descubro, pienso que estaba súper estresado cuando chico. Dije no quiero más de este deporte, debo haber estado un mes sin entrenar. ¿Tus papás apoyaban la decisión? Sí, pero preguntando por qué, por qué no quieres seguir. Siempre también… ¿presionando? Presionando quizás es la palabra. Porque mi entrenador les hablaba a ellos. Entre medio fueron también a verme mis amigos del deporte, oye por qué no volvís… Una intervención. Jaja, claro, estaba galleteadísimo. Entonces empiezas a echar de menos y fue decisión mía volver. También es bueno porque vuelves con otra mentalidad, ahora creo que me faltaba canalizar la motivación de mis ganas de competir. ¿Las otras competencias también las ganabas? Sí, siempre me fue bien. Y desde chico conocí a Donato, él era uno de mis rivales y lo es hasta el día de hoy. Era mejor que yo cuando éramos chicos, él era el prodigio, el talento. Todos hablaban de él. Y ese hueón sí que era loco, se subía a los diez metros a los ocho años. Todo lo contrario a mí. Pero cuando competíamos en 1 Metro, él me ganaba súper ajustado. Hasta que tuvo unos atados con su entrenador, no entrenó tanto, y Balbontin a mí me sacaba la cresta. A los doce años pillé al Donato y creo que toda mi etapa juvenil le gané casi todas las competencias. ¿Ganarle a él era una motivación? Competíamos. Éramos amigos, pero al mismo tiempo competíamos. ¿Es difícil separar eso? En los clavados no tanto. Es un deporte tan de tú hacer tu participación

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que siempre te aplaude tu rival, siempre hemos tenido buena relación. Además, empezamos a hacer sincronizado cuando teníamos trece o catorce, y en Sudamericanos Juveniles o Infantiles empezamos a sacar medallas ahí, era nuestra mejor prueba. Y después competíamos en individual en contra, pero entrenábamos juntos y eso nos fue potenciando a los dos. Hasta el día de hoy. 3. ¿Cuándo dejaste el fútbol? Como a los 13. Fue jodido, me gustaba mucho jugar a la pelota. Y jugaba bien, hacía hartos goles. Siempre era el mejor de mi categoría. Pero ya tenía la carrera lista en los clavados, había avanzado mucho con mi entrenador, con mis papás. Influenciaron harto mi decisión. Igual en el fútbol ya me estaban llegando patadas y llegaba a entrenar clavados lleno de moretones. Al final no lo eché mucho de menos. Y a los catorce te quisiste salir de nuevo. Sí, tuve un atado con Balbontin antes de un Sudamericano. Él igual era un entrenador rudo, un tanto agresivo y a veces las formas no eran las correctas. Un día me aburrí y exploté, me estaba dando muy duro. Fue difícil. No lo califico como violencia ni nada… Claro, sigues entrenando con él hasta el día de hoy. Sé que era por buscar rendimiento y cumplir objetivos, se da mucho en el deporte. Estuve enojado. Me fue a pedir disculpas a la casa, que no lo iba a volver a hacer. Siguió siendo estricto, pero no pasó a mayores. Empecé a ir a los Sudamericanos y salía como último. A veces ganaba en copas chicas, pero en Sudamericanos no me iba bien. ¿Era difícil ser tan competitivo y salir último? Durísimo. No fue como que me planteé ya no quiero ser último, pero empecé a ver más videos, mi entrenador se puso más ambicioso y empezamos a ver resultados. Pero tú igual entrenabas todos los días, no había poco trabajo. Pero en un momento así o te retiras o te convences. Hay dos puntos de inflexión: tu primera competencia internacional juvenil y tu primera competencia internacional adulta, donde tienes 18 años, cuerpo de

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niño y al lado tuyo hay un jamaicano de 32 que parece un toro. Y yo tengo que competir con este hueón, jaja. Esos dos puntos son muy importantes. ¿Te acuerdas bien del primer punto de inflexión, del primer Sudamericano Juvenil? Sí, fue significativo. Fue en Venezuela. Eran 15 competidores por prueba. Ahí no me fui último, pero quedaba noveno, onceavo. Empezamos a trabajar y a acortar la brecha, mi entrenador me motivaba. No había espacio para que me fuera de vacaciones en el verano, máximo una semana con mis papás. ¿Te desconectabas o estabas pendiente de cuándo volver a entrenar? Jaja, igual lo pensaba. Amaba y vivía clavados. ¿La progresión del trabajo funcionó? Sí, mi último Sudamericano Juvenil fui campeón. Fue acá en Chile. El mismo colombiano que me voló la raja a los 14 años, a los 18 años tuve el placer de ganarle. Pero eso coincidió con mi paso a adulto, y eso ya era otro desafío, otro escalón aun más grande. A construir el camino de nuevo. ¿No pensaste en dejar el deporte ahí, saliendo del colegio? No, nunca. Porque la experiencia de ganar el Sudamericano fue muy bonita. Sentí que fue un respaldo a todos los años que había hecho clavados. De cierta manera me empoderé, soy muy bueno pa’ esta hueá, tengo las condiciones. Además, esa vez hubo harta prensa, todo eso quieras o no con 18 años igual… ¿Te gustó? Sí po’, igual te gusta un poco. Oye, te vi en el diario, te vi en la tele. Fui portada del Deportes de La Tercera, la gente que te conoció de chico te llama por teléfono. Y eso te estimula un poquito el ego, así que vamos por otro desafío, por más competencias. Ese mismo año empecé a competir en adulto, incluso era el Preolímpico de Londres. El segundo punto de inflexión. Sí. Es muy fuerte. Ahí te das cuenta: o trabajo, o me voy.

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¿Te acuerdas de tu primera competencia en el circuito mundial? Sí, fue en Madrid. Fue muy fuerte. Llegamos al hotel, vamos a cenar y en la mesa del lado está el clavadista que admiras y que sólo habías visto en la tele. Y dices chucha, voy a competir con este hueón, ya no le puedo pedir una foto. Es mi rival. Era un desafío tremendo. Si me preguntai, yo no quería competir, quería devolverme. Onda, qué es esto. Son puras bestias, soy lejos el peor hueón acá. Esa era mi mentalidad, me achiqué. ¿Hoy te pasa eso? No, eso se trabaja. Ha sido clave trabajar con un psicólogo deportivo, no mirarte en menos. Pero cuando empezó la competencia llegué con tanta presión de hacer lo mejor que tuviera, aunque no me fuera a alcanzar, que salté muy bien. Salté increíble. Pensé que me ibas a decir salté afuera de la piscina. No hueón, salté la raja. Hice como 330 puntos, respetable. Deben haber sido 50 competidores, debo haber quedado 33º, con 17 años y primera vez en Madrid. Ese Grand Prix fue muy enriquecedor. Había un ruso que se llama Iliá Zajarov, que fue campeón olímpico el 2012 en Londres. Yo le gané en ese torneo, porque él falló todo. Fue con un programa de competencia brutal, unas dificultades horribles. No se levantó en su día, falló todo y debe haber quedado 40º. Y cuando fue campeón olímpico yo decía mira, le gané a este hueón, jaja. 4. Entré a estudiar Kinesiología en la Andrés Bello, pero porque había que hacerlo, socialmente no podía no estudiar. Estando allá se me complicó la cosa, la universidad no era lo mismo que el colegio. Me iba bien, no me eché ramos, pero no me daban los tiempos para entrenar. Mi salud mental estaba en el límite. Me levantaba a las seis y media para llegar a la Casona de Las Condes desde Peñalolén, volvía a la casa a las nueve de la noche a estudiar y al otro día de nuevo lo mismo. Esa etapa fue bastante compleja, y cuando decidí congelar y contárselo a mis papás fue todo un tema. ¿Qué te dijeron? No les gustó la idea. Siempre quisieron que yo compatibilizara, ahí hubo un primer choque. Quizás creían que yo era Superman, pero no tenía las condiciones para hacerlo de esa manera.

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¿Te acuerdas bien de esa conversación? No fue tan conversación. Estaba tomada la decisión. Fue más bien puta, va a hacer lo que quiera. Veamos qué pasa. El 2013 y el 2014 tuve buenos resultados deportivos, entonces eso iba respaldando un poco mi decisión. ¿Cómo fue la experiencia en los Juegos Suramericanos de Santiago, el 2014? Buena experiencia, creo que tuve mi mejor rendimiento en esa competencia. Nos preparamos muy bien, buena pega del Plan Olímpico y de mi entrenador. En ese tiempo ya teníamos un entrenador cubano, fue clave el trabajo con él. Estuvo acá como seis años. Quedé quinto, pero estuve peleando hasta el final la medalla, quedé como a diez puntos. Fue una sensación amarga, técnicamente yo era cuarto o quinto, no era medallista, pero se dieron cosas que cuando compites de local no pueden pasar. Como una jueza chilena que me perjudicó porque no me tenía mucha buena. Como que le molesta al chileno que otro destaque, es ridículo. Me dio duro a mí y al colombiano lo levantó. El estadio pifiando, mi entrenador haciendo escándalo. Pero igual tenía la sensación de que había llegado al mejor nivel de mi vida. Kristel Köbrich me decía que para ella era mejor hacer una gran marca, aunque saliera última, que ganar la carrera pero con una marca mala. ¿Te pasa algo así? Aprendí a hacerlo, a competir conmigo mismo. Es parte de la fortaleza mental. Yo antes me enfocaba en ganarle al del lado, pero cuando ese es el campeón olímpico vas a vivir frustrado toda la vida. Entonces ahí es más interesante ir mejorando tu propio rendimiento e ir proponiéndote lograr cierta puntuación. Si eso significa una medalla, bien; si no, bien también. Pero entiendo que ella lo vea así, tiene una cabeza brutal para competir. En los últimos dos años voy así, midiéndome por mis marcas. Estar preocupado de los demás te genera ansiedad, te hace pasarte de revoluciones, y eso siempre te va a cagar. Ahí te caes del trampolín, abres tarde un clavado, sales muy fuerte y eso se transforma en mal rendimiento. ¿Alcanzas a pensar algo en el aire o está todo mecanizado? Esa es la idea. Entrenando se piensa un poquito y compitiendo se fluye. Un, dos, tres y ejecutai. Automático. Te das una auto instrucción y ejecutas. Si lo haces bien o mal, ¿te das cuenta altiro?

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Altiro, altiro cuando entrai al agua. Sabes hasta la nota que te van a poner. Son muchas repeticiones las que uno tiene en el cuerpo, lo haces todos los días. ¿Se te ocurre alguna forma de calcular cuántas veces has saltado de un trampolín a una piscina? A ver. ¿Incluyendo los entrenamientos? Cada vez son cuarenta veces, por cinco son doscientos clavados semanales. Ochocientos elementos mensuales. ¿Ocho por doce? 9.600 al año. Quítale un diez por ciento, porque hay algunos días que no trabajai. Ponle 8.500. Y estoy desde los ocho, tengo 28. Veinte por ocho mil quinientos. 170.000 clavados. 170.000 clavados. Ahí se entiende la automatización. Y tienes que apoyarte en esos 170.000 para intentar fluir en la competencia. Porque siempre hay un distractor, está el colombiano gritándote, otro que dice no sé qué, y no es fácil decir ah, voy a hacer esto. 170.000… Buen cálculo nos pegamos, jaja. Te da una sensibilidad especial con el agua, sabes cuándo lo hiciste bien, cuándo pusiste la mano de otra manera. Se vuelve como caminar y comer chicle. ¿El paso de nivel sudamericano a panamericano es muy grande? Sí, es fuerte. Hemos puesto nuestros esfuerzos en ello. En Guadalajara 2011 competí mal, nada que decir. En Toronto 2015 Donato se metió en la final, yo me quedé fuera por un error, pero también estaba en ese nivel. En un panamericano específico quedé sexto, el 2014. Le gané a dos gringos, a un canadiense, a varios gallos que habían sido campeones panamericanos. Llegué a ese nivel. Pero para pelear medalla todavía es muy complejo. ¿Cómo fue el proceso de intentar clasificar a los Juegos Olímpicos de Río el 2016? Mi apuesta fue subir la dificultad, y buscar la clasificación con eso. Quizás me pasó la cuenta la inmadurez emocional para lidiar con un programa de competencia tan difícil en un contexto tan complejo. Me preparé muy bien pero no aguanté la presión para hacer esos clavados en competencia, con público y todo lo que eso significa. No aguanté. Competí muy mal. Me desmoroné un poquito ahí. Fue un año difícil, no clasifique a Juegos Olímpicos

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y tenía herramientas y tenía el nivel para hacerlo. Entre medio tuve varias discusiones con este entrenador cubano y nos distanciamos mucho, y en esa distancia yo fui el más perjudicado. Perdí un poco la motivación, incluso volví a estudiar kine, como para avanzar en algo. ¿Te sentías estancado en los clavados? Muy estancado. Después de lo que pasó en Río perdí mucha confianza. No sé, fue difícil porque ya era demasiado psicológico, una carga emocional muy fuerte tener mala relación con tu entrenador. Yo sentía que él no creía en mí. De hecho, me lo dijo. Me lesioné harto ese año, por hacerle caso en todo, pero él no creía que yo estuviese lesionado. Este ya fue, está cagado de la cabeza, decía. ¿Te lo dijo? Escuché que se decía. Fue súper difícil pararse desde ahí. Pero después este entrenador se fue de Chile y volví a trabajar de manera más metódica y con psicólogo deportivo. ¿Y volviste a trabajar con Balbontin? Sí, volví a trabajar con él. Me ayudó a entender qué había pasado con el cubano. Retomamos buen nivel, pero costó. Costó el 2016, el 2017 mejoramos algo y el 2018 ya logramos la medalla de plata con Donato en Cochabamba. Pero fue difícil, yo ya no confiaba en mí. Habían hartos fantasmas a la hora de competir. ¿Se te hizo difícil hablar con un psicólogo? Sí, yo igual ocultaba un poco que estaba en esto, que no creía en mí. Te da vergüenza decir oye, soy deportista, me va bien pero no creo en mí cuando estoy compitiendo. Todos los deportistas te dicen que sí, que son unas máquinas, que les encanta competir. Te imponen que están bien. Pero te firmo que el ochenta por ciento, cuando está ahí, no aprieta. Caga. Y a los deportistas nos cuesta mucho asumir eso. Porque cuando te toca asumirlo, te toca trabajar. Me gustan los clavados, me gusta competir, pero me está pasando esto. Y vas buscando la forma, escalando en el proceso de madurar mentalmente. 5. Santiago 2023 quizás sea una de mis últimas competencias, aunque igual los clavados son un deporte longevo, donde muchas veces mientras más

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edad tienes, mejor rendimiento tienes. ¿Ves esos Juegos Panamericanos como un hito donde quizás te retires? Es un gran desafío. Después de eso tendré las herramientas para ver si hay un buen plan de desarrollo, o si voy a trabajar como kine jornada completa y eso no lo puedo compatibilizar con viajar todos los meses. A mí me gustaría hacer clavados toda la vida porque me encanta hacerlo, pero también hay una cuota de querer hacer desafíos distintos. Y creo que pensarlo desde ya es una buena forma de estar realizado con lo que estás haciendo. Francisca Crovetto me dijo lo mismo: que en un momento trabajó en una productora y que era muy rico sentirse buena en otra cosa. ¿Eso es? Sí, eso es. Me gusta ese desafío, te empieza a gustar trabajar. El deporte igual lo llevo haciendo mucho tiempo, y es rico tener un buen entrenamiento o una buena competencia, pero es monótono. Pero no sé, estoy pensando a largo plazo porque quiero cerrar esta etapa cuando tenga que cerrarla, no tener después cuarenta años y decir chucha me hubiera gustado seguir haciendo clavados. ¿Cómo fue el año de pandemia, sin competir? Fue duro, súper duro. Teníamos muchos proyectos de competencias, todo se corrió un año. Apenas empezó la pandemia dije no, yo me vuelvo loco sin hacer deporte, así que me compré un gimnasio. Hicimos lo que había que hacer. ¿No echabas de menos el agua? Sí, harto. Pero lo compensaba porque igual me gusta levantar fierros, ponerme objetivos con las pesas. Me dediqué a eso, a volverme fuerte. Si no podía mejorar la técnica, iba a mejorar la fuerza. Y eso me ayuda mucho. Además de que te ayuda a no caer en la ansiedad, a no comer más. ¿Te costó? Caleta. Pero tuve buenas herramientas. Y también porque con la universidad tenía la cabeza ocupada. Pero fue una de las mejores experiencias la que pude tener en la pandemia, soy un agradecido de tener los medios para poder entrenar y de que todos en mi familia estuvieran bien. ¿La clasificación a Tokio es una deuda pendiente? Sí, y en la cuarentena pude canalizar ciertas debilidades. Mira, para, siéntate y ve qué quieres. ¿Quieres clasificar a los Juegos Olímpicos? ¿Quieres

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ser campeón sudamericano? Pero si lo quieres, trabaja por ello. Nos propusimos cosas y hemos hecho pequeños trabajos, a mejorar ciertos detalles. Las puntuaciones que estoy haciendo en los controles están en zona de clasificación, entonces no es algo que uno diga ah, es como un sueño. Es una meta, con 380 puntos estoy adentro. Nos propusimos hacer eso y lo he logrado en los controles. Tengo que transferirlo a las competencias, se puede hacer. Esa distancia entre el entrenamiento y la competencia es mental no más. ¿Te sientes preparado? Sí. ¿El amor por los clavados se mantiene o va subiendo y bajando? Se mantiene. Hoy me gusta ver las competencias, soy fanático. Algún día también me gustaría trabajar en eso, formar chicos. ¿Algo que habrías hecho distinto si miras ahora para atrás? Quizás hubiera ido al psicólogo antes. Sí, desde chico, a los quince años. Para que no te digan cagado de la cabeza, ja. Jaja sí, para estar empoderado, para que no me afectara tanto. ¿Cómo me iba a afectar tanto lo que pudiera pensar una persona? Pero tampoco lo sabía, uno cree que tiene que ir al psicólogo cuando está mal, pero en verdad estás buscando optimizar tu rendimiento. Las leyendas del deporte siempre lo dicen: su fortaleza mental es distinta al resto. Todos los top ten a nivel mundial tiene entrenamiento mental. Eso hubiera hecho diferente. El resto de las cosas son experiencias, que te van ayudando a vivir. ¿Clasificar a Juegos Olímpicos, ganar una medalla panamericana o llegar un puntaje específico? La medalla panamericana creo. ¿Más que clasificar a unos Juegos? Sí. Sí. O sea, clasificar a unos Juegos igual es como mi sueño… entonces, no sé, lo pongo ahí. Pero no sé por qué estoy pensando tanto en un cierre el 2023, jaja, todavía tengo que profundizar en mí el por qué estoy proyectando mi carrera hasta ese momento. Y la medalla panamericana sería una buena forma de hacerlo. Tenemos que sacarnos la chucha con Donato, para avanzar del sexto lugar de Lima 2019 a un tercer lugar ahora.

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¿La relación con él sigue perfecta? Sí, perfecta. Somos amigos, somos rivales, tenemos nuestros encontrones, pero mal que mal son veinte años en esto. Es una buena relación. Yo le debo mucho a él de lo que soy hoy día, y él también a mí.

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Nombre: María Fernanda Valdés Paris. Fecha de nacimiento: 17 de marzo de 1992. Deporte: Levantamiento de Pesas. Principales logros deportivos: Medalla de oro en envión en el Mundial Anaheim 2017 / Medalla de plata en total olímpico en el Mundial Anaheim 2017 / Medalla de bronce en envión en el Mundial Asjabad 2018 / Medalla de oro en Juegos Panamericanos Lima 2019 / Medalla de plata en los Juegos Panamericanos Toronto 2015 y Guadalajara 2011. 1. En un Sudamericano Sub-17 en Guayaquil conocí a un entrenador cubano, que estaba pensando en venirse a Chile. Me vio en la competencia y me hizo algunas preguntas. Y apenas llegó a Chile, dijo que quería entrenarme a mí. Así que fue a hablar con mis papás, junto con el Presidente de Federación. Pero el entrenador que yo tenía en La Serena se negó, le dijo a mis papás “La van a convertir en un hombre, la van a lesionar, le van a poner cuestiones”. Hasta que el entrenador cubano vuelve a hablar conmigo y me dice que me quieren llevar a un Mundial Juvenil, que por favor hablara con mis papás para que me dejaran ir al concentrado. Hablé con ellos y con mi entrenador, y dijeron que sí, que fuera. Fui. Y me mandé un cagazo, jaja. Era la única pendeja, el resto todos mayores de edad. ¿Qué cagazo? Pucha, tomar… me metí con un gallo. Me dejé influenciar. Y le contaron a mi entrenador, y mi entrenador le dijo a mi mamá. Y quedó la cagá. Que no me iba a dejar ir nunca más a ningún lado. Cagué, dije. Ahí se empieza a quebrar la relación con mi entrenador, porque yo ya conocía el otro mundo, que el mundo de la selección no era tan malo como decían, que hay niñas que levantan más que yo, que no eres la más bacán del equipo. Entonces te dan ganar de ir escalando en esa posición. Así que empecé a tener roces, y justo tuve problemas con el peso. Mi categoría era 69 kilos, yo llegaba al entrenamiento pesando 69.200 y me mandaba a andar en bici. Al otro día, volvía y ya iba en 69.500, y de nuevo no me dejaba entrenar. Me tuvo fuera como siete días. Y justo esa semana estábamos entrenando en un galpón que tenía mi papá, porque el gimnasio estaba en huelga. Hasta que me chorió, tú sabís cómo soy yo, puntúa. Y les dije se me van cagando todos de aquí. Cómo no me vai a dejar entrenar a mí, que se vayan todos de aquí. Melodramática total, hasta el día de hoy me acuerdo.

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Ya no quería nada con ese entrenador. Pero a los pocos días escuché que estaba hablando con mis papás, él tenía un poder de convencimiento demasiado grande. Y lo logró. Mi mamá hasta el día de hoy me dice no sé cómo me dejé convencer. Así que seguí entrenando con él. Este gallo arrendaba una casa en Vicuña y nos íbamos todos. Yo era una de las más grandes, tenía 17 años, y cuidaba a todas las cabras chicas, era como la mamá de los pollos: me levantaba a darles desayuno, a vigilar que no se mandaran cagadas. Me acuerdo que hasta incluso compré en la farmacia un test de embarazo, para una niñita menor que yo. Cuático. Allá, un día entrenando se me cayó un arranque con 80 kilos. Y este tipo me empieza a gritar, que cómo se me cae eso. Yo me paré, puntúa, y le dije qué te importa a ti, si estai hablando todo el rato por celular, y no sé qué. Y va y me levanta la mano, como si me fuera a pegar. Y le digo “¿Qué, me vai a pegar?” Todo el gimnasio callado. Ahí como que cachó que la estaba cagando, y me mandó pa’ la casa. Yo era bien cercana con su mamá, y me preguntó qué le había pasado, y le dije “su hijo casi me pegó”. Y ahí este se volvió loco, “Cómo le puedes decir a mi mamá que yo te voy a pegar, si tú eres como mi hija… ¡así que te vas!”. A las seis de la mañana pescó mi cama –yo me la había llevado para allá- y me dejó en la puerta de mi casa en La Serena, con cama y todo. Así, en la calle. Ni siquiera habló con mis papás. Y mi mamá me dice “qué hacís tu acá”, y llama este weón y le inventa un cahuín, que yo poco menos que le había desgraciado a su mamá. Y mi mamá le creyó, y no me creyó a mí. Hasta que mi hermana chica, a quien yo le había contado todo, habló con mi mamá para que por favor me escuchara. Pero este gallo aun así logró convencerlos de seguir entrenándome, pero en La Serena, sin volver a Vicuña. Hasta que un día, gracias a Dios, me tiró la hoja con la planificación del entrenamiento. Así, me la tiró no más. “Ahí lo tenís, entrena”. Y se fue. Y yo llorando po’. Y mi mamá justo entra al gimnasio y me pregunta qué pasó. Lo subió y lo bajó, se acabó esta hueá. Qué te crees, tú hiciste un compromiso conmigo. Mi hija se va para Santiago. Ese era el mayor temor de este gallo: que me fuera a Santiago, porque no me quería soltar y que yo tuviera otro entrenador.

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2. Y me vine a Santiago. El entrenador cubano estaba feliz. No había terminado el colegio, así que iba y venía: estaba un par de semanas entrenando y estudiando, y después viajaba a La Serena a dar las pruebas. Mi mamá nunca quiso que saliera con exámenes libres, y se lo agradezco hasta el día de hoy. Me di cuenta de que si uno se ordena, hay tiempo para todo. ¿Y no echabas de menos a tus compañeras? Es que yo no era de carretear, y siempre entendían que yo vivía más en mi mundo. Y me puse a pololear. A Jorge, que es mi marido hoy, lo conocí ahí, como deportista, él es de Santiago. Lo conocí como a los 17, empezamos a pololear como a los 17 y medio, jaja. Cuando salí de cuarto medio me dijeron que tenía que dar la PSU. La di. Saqué 500 y tantos puntos sin estudiar. Mi mamá me decía que tenía que estudiar, y yo no quería. Hasta que hablé con la inspectora del colegio, que era muy buena onda conmigo. Y ella le dijo a mi mamá “Deja a la niña, déjala un par de años. Que descubra su camino. Si quiere ser deportista y tiene resultados, que postergue un par de años la universidad”. Y me dejó po’. Y después yo sola tomé la decisión de estudiar, di la PSU de nuevo cuatro años después. Sentía que tenía que avanzar, que mi cabeza se estaba atrofiando. Me pagué el preuniversitario con mi primer Proddar y me fue mucho mejor. Estudio Ingeniería Civil Industrial. De a poquito voy avanzando en la carrera, pero súper bien. ¿Cómo fue estar dedicada cien por ciento a las pesas? Esos primeros años como “profesional” me di cuenta de que es muy fácil perderse. Nadie apostaba un peso por mí en los Juegos Panamericanos del 2011, y fui la primera mujer en ganar una medalla en Levantamiento de Pesas. Y de plata más encima, no bronce. Y uno agarra un poco de fama, y se pierde. Yo doy gracias a Dios que el 2014 me fui en blanco, en los Juegos Suramericanos aquí en Santiago. Ahí yo me pegué el frentazo al piso y dije literalmente la estoy cagando, me estoy yendo por el lado que no corresponde. En retrospectiva, ¿qué explicación le das a ese mal resultado en Santiago 2014? Yo creo que es la vida no más. Fueron varios factores, pero el más importante es que yo decía que ya no tenía que entrenar lo mismo que antes. Como que había llegado a mi nivel. Pero no es así, todos los días hay que reinventarse.

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Entonces el 2014 me pego este cabezazo contra el piso, y digo la estoy cagando. Hasta me bajaron el Proddar. Y estoy de acuerdo con eso. Había venido toda mi familia a verme en Santiago, así que les dije ustedes nunca más van a ir a verme a un campeonato jaja. Mi papá se saltó todas las barreras de seguridad, no sé cómo llegó a mi lado, y me dice Fernanda, tranquila, que de esto vamos a salir en familia. Y sabís que me llegó, porque es un deporte tan individual, pero donde necesitas tanto la ayuda del de al lado. Lo viví también en Lima, cuando gané la medalla de oro en los Panamericanos, porque te das cuenta que la medalla no es tuya, es de un montón de gente: hay un proceso detrás que nadie ve, donde día a día nos estamos sacando la cresta con el kinesiólogo, el masajista, el entrenador, el segundo entrenador. Que me están hueveando y hueveando para que yo vaya. A veces estás cansado y siguen detrás de ti, siguen detrás de ti. Cuando gané esa medalla fue un “lo logramos”, no es mía la medalla, somos muchos. Entonces doy gracias a Dios por el porrazo el 2014. Bueno, pero también hay que tener algo especial para después de ese porrazo salir fortalecida y no dejar todo tirado… Pero es que ahí va tu convicción. En la carrera de un deportista siempre te va a tocar algo así, y la diferencia está entre los que salen o los que no salen. Yo me puse a prueba. Ahí yo me senté, decidí irme de Chile, volver atrás y reencontrarme. Necesitaba saber por qué me levantaba temprano, por qué sacrificaba tanto. Dije me voy a poner a prueba: si en los Panamericanos del 2015 saco medalla, es porque tengo que seguir en el deporte. Si no saco medalla, es porque ya no sirvo para el deporte y tengo que dedicarme a otra cosa. Hablé con Neven Ilic y me dio su apoyo y el del Comité Olímpico. Me fui un año y medio a Brasil. Primero para preparar los Juegos Panamericanos, donde volví a sacar una medalla y decidí seguir compitiendo. ¿Y en verdad si no ganabas la medalla, te hubieses retirado? Sí, ya lo había hablado hasta con mis papás para estudiar en La Serena, trabajar con ellos, etcétera. Lo tenía todo en mi cabeza. Pero de que me hubiera dolido, me hubiera dolido. Y con esa nueva medalla, ¿cómo encaras los Juegos Olímpicos de Río 2016? Iba con una expectativa muy grande, si lo mirábamos fríamente podía pelear la medalla en Río. Pero pasaron muchas cosas, y viéndolo ahora

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yo tampoco me merecía la medalla. Me faltaba un crecimiento, que la Fernanda madurara. Tenía miedo a creerme el cuento, a pensar que podía ser aún mejor. No era mi momento. Hubo una polémica incluso, ¿no? Con tu entrenador de ese momento, el cubano, que no era el Head Coach de la Federación, el búlgaro Giorgi Panchev. Sí, hubo. Y por eso me terminé separando de él. Yo lo conversé con él, de que podía haber problema con que me subiera él a la tarima. Me dijo “Yo aquí hago lo que se me cante los ...”. Pero al momento de los quihubo, fue un invento. “No puedo hacerlo, Feña, lo siento mucho”. A una semana de competir. Le dije profe me pone 250 kilos total, nosotros estábamos levantando como 260. Y eso fue bronce. Y el hueón va y me pone 240. ¿Por qué? Yo creo que se confió, que con 240 era suficiente. Y la brasileña, que él también entrenaba, quedó con 240, pero en el Grupo A. Y yo al Grupo B. Y decía que fue táctica, para dejarme competir más tranquila… Yo lo miro y le digo: “¿me estai webiando?” Eso fue como una semana antes, yo lloraba, pero logré tranquilizarme y enfocarme en la competencia. Pero tres días antes me dice que no puede acompañarme en la tarima, y ahí cagué; ese día perdí la competencia. Y llegó rápidamente otro porrazo, entonces. Como el de los Juegos Suramericanos. No, fue mayor. Fue doloroso, el de 2014 me lo merecía. En este yo trabajé, me saqué la cresta, pero confié en la gente que no tenía que confiar. Después estuve seis meses parada. Parada. No sabía qué hacer, me dolía el tema, no entendía por qué había pasado, por qué fui tan tonta. No quería entrenar, no quería hacer nada. Un día me subo a la balanza y pesaba 90 kilos. Y ahí digo conchasumadre qué hago aquí. Pero Dios es tan grande que cambiaron las categorías a 90 jaja, diosito me sigue acompañando. Yo ya vivía con Jorge, y le digo me voy a quedar en Chile. A pesar de que los dos teníamos algo de miedo con el sistema de Panchev, por las mentiras que nos habían dicho. Además que el profe era muy serio cuando llegó… A diferencia de ahora. No, jaja, hoy día se ríe. Antiguamente no era así. Generaba un cierto respeto. Un día dije me cansé de pelear con la gente, de ir en contra, si la Federación está con este sistema… Ya me demostré a mí misma que podía.

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Me dolió que este hueón me haya cagado de esa forma, porque le dije que eso iba a pasar. Además ese profe, el cubano, me iba a ver en Brasil con 90 kilos y me va a mandar a la chucha, me iba a molestar. Yo ya estaba muy mal sicológicamente, estaba muy dañada, no confiaba en la gente. El tema del peso era muy brígido, no me podía mirar al espejo. Me sentía gorda, un chancho. Y eso me generaba un recelo con todo el mundo. Así que pesqué mi mochila y me fui a hablar con el Gerente de la Federación, y le pedí hablar con Panchev. Y le dije profe, primero que todo, le quiero pedir disculpas, porque fui una desubicada, una ignorante, que no fue capaz de abrir la mente sino que la cerró en base a comentarios que la gente tiraba, y no fui capaz de darle una oportunidad. Independiente de lo que pase, yo quiero trabajar con usted cuatro años seguidos, y terminar un ciclo olímpico como corresponde. Y el 2017 hubo un cambio total, me fui pa arriba. 3. ¿Cómo fue ser campeona del mundo? Es que yo no le doy mucha importancia. Esa respuesta sirve cuando eres campeona sudamericana juvenil, pero campeona del mundo… Es que te sacaste la chucha, y trabajaste para eso, entonces una meta cumplida y ya vendrá otra. Me sorprendió más que el Comité Olímpico me eligiera como la Mejor del Año. Casi no fui a la Gala, no tenía vestido, estaba complicada jaja. Nunca me lo esperé, fue bonito. Después el 2018 gané los Suramericanos de Cochabamba y después fui medallista mundial, en categoría olímpica y teniendo que bajar algunos kilos, no fue fácil. Y el 2019 perdí el Panamericano específico, salí segunda en el Total. Y ahí hablé con el profe y le dije “Vamos a ganar los Juegos Panamericanos. ¿Cómo? No sé, pero vamos a ganar”. Aumentamos de cuatro a siete horas de entrenamiento al día. Empecé a llegar una hora antes para ir al kine todos los días antes de entrenar, más la hora y media de entrenamiento y después otra hora posterior con algunos ejercicios. Todos los días, en la mañana y en la tarde. ¿En ningún momento te dan ganas de quedarte en la casa? No, porque teníamos una convicción tan grande con todo el equipo. Yo

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los senté a todos y les dije: vamos a hacer esto, vamos a mejorar esto, pero tenemos que hacerlo en conjunto. Y todos vamos a hacer que yo cumpla con el plan, el que me vea flaquear, me huevea. Yo estaba cagada de susto en los Juegos Panamericanos. Cagada de susto. Conchatumadre, entrenamos tanto, tanto como pa’ venir a cagarla. Levanté el primero y levanté el segundo, dije esta weá está fácil. Y boté el tercero, por confiada. ¿Cómo manejas el miedo, en general? Es que mi cara dice otra cosa, decía la Fernanda va a ganar. Yo me tenía que ganar a mí misma. Estaba totalmente mentalizada. Tanto que no me di cuenta de que la dominicana se había lesionado, jaja. Y cuando fue mi turno, y lo levanto fácil, me sale un grito del alma. Y digo ¡gané! Pero no po’ jaja. Yo le habia dicho al profe que había que esperar a la ecuatoriana, pero ella era la última. Tranquila, no lo va a hacer, me dice Panchev… y se empieza a agarrar la cabeza. Y yo profe, ¡qué hizo! Tranquila, no lo va a hacer… y derrepente se escucha un bieeeen, y ganamos po’. Pero fue tanto el desgaste en Lima que después en el Mundial no daba más, física y mentalmente. Pero sobre todo emocional, la carga de trabajo fue tan grande que no sabía qué estaba haciendo. Y el hombro ya me estaba avisando. Y pasó lo que me pasó, pero lo tomo como algo que me sirve. Necesitaba ese descanso para pensar qué es lo que tengo que hacer y qué no para llegar a los Juegos Olímpicos. Y cuando ya esté, vamos a volver a hacer el mismo trabajo y mejor que el de los Juegos Panamericanos. 4. Yo nací en Coquimbo, pero después nos fuimos a vivir a La Serena. Mis papás viven allá todavía. Tienen un negocio familiar hace como 15 años, es un lubricentro con lavado de auto, cambio de aceite, etc., y hace poco pusieron al lado una cafetería, que la maneja mi mamá. Mi mamá es concejal de Coquimbo y también era parvularia. Fue hasta directora de una escuela municipal, pero se quiso dedicar a la ayuda social. En un momento la hicieron elegir, si quería seguir como directora de la escuela o quería ser concejal, no podía recibir dos sueldos del Estado. Y eligió ser concejal, para ayudar a la gente. Tonta, pero bueno… ¿Por qué?

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Porque ganaba bien, y pasó a ganar poco. Tenemos que solventarle todo jaja. ¿Por eso agregan la cafetería al lubricentro? Sí, por eso mismo. Pero es broma, todo el mundo la apoya en su decisión. Ella igual ya estaba cansada, no le daba el cuero. Necesitaba elegir y eligió la ayuda social. ¿Le gusta mucho la política? Sí, mucho, y a mi papá también. Son DC. Y a ninguno de mis hermanos nos gusta mucho el tema. Nos llevaban a hacer campaña cuando chicos, a acompañarlos. Y creo que todo eso nos distanció un poco de la política, al menos de la política partidista. Aunque igual tengo mi mirada sobre varios temas, y tengo inculcado que tengo que ir a votar sí o sí, porque mis papás lucharon por eso. Hay legados que sí son importantes. Pero creo que cegarte en una posición y no salir de ahí, es feo. ¿Cuántos hermanos son? Cuatro, yo soy la tercera. Mi hermana y mi hermano mayor siempre nos cuidaban cuando mis papás salían a hacer campaña o tenían sus cuestiones. O cuando mis papás tuvieron problemas económicos, también estuvieron cerca de nosotros. Siempre ha existido una buena unión, vamos todos al mismo lado. ¿Salían mucho tus papás para hacer campaña? No, tampoco es como que lo sufriéramos. Pero había cosas que cuando yo era más chica no me daba cuenta, como cuando tuvieron problemas económicos. Nunca nos enteramos, supimos cuando ya éramos mayores de edad y nos sentaron y nos contaron del tema. Antiguamente mis papás tenían una bomba de bencina, pero los estafaron. Y quedó la embarrada. Incluso nos embargaron la casa donde vivíamos. ¿Cuántos años tenías? ¿Entendías algo? Como diez. Nada, siempre nos pintaron así como… Mira, tengo muchos recuerdos muy lindos de la infancia, que como niño pasaba piola, pero que de adulto uno se da cuenta. Nos pintaron una historia para no afectarnos. De repente no había plata y nos veníamos todo el verano a Santiago, a vivir con mis abuelos. Y ellos nos pagaban todo. Pero en el momento no te lo cuestionas. A veces no había plata, ni pa’ comprar pan, y conocí un mundo donde con mis hermanos lo pasábamos bien aprendiendo a hacer churrascas. Los cuatro amasando, transformas una historia no muy bonita en algo maravilloso. Fue muy linda mi infancia a cómo podría haber sido, yo soy

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muy agradecida de eso. Hay muchas veces que a los niños les dicen que no hay y no hay no más, y a mí eso me duele en el corazón. ¿Te dan ganas de ser mamá? Sí, sí, pero también sé que hay metas que cumplir. Yo tengo un sueño, un objetivo, y después de eso sí me gustaría ser mamá. Pero primero hay que cumplir el objetivo. Igual mi mamá a veces se reprime y nos dice que nos dieron mucho, porque en verdad las cosas que pedíamos, las teníamos. No sé cómo lo hacían. Si a los 12 o 13 años me hubieran sentado y me hubieran dicho sabes, no hay para comprar, creo que hubiera sido diferente. Pero a mí nunca me contaron, y cuando supe me sentí súper egoísta. Una vez nos enojamos porque no nos sacaron a pedir dulces para Halloween y era porque no tenían plata para los disfraces. Creo que debe haber sido súper doloroso para ella escuchar eso. Eso a todos nos marcó un poco. No me gusta contarlo, porque me cargan los mártires, no quiero que digan “pobre ella”… Pero también lo veo como algo de enseñanza, te das cuenta de que para cambiar el mundo tienes que hacerlo cambiando tú misma, algo de tu entorno. ¿Tienes algún otro recuerdo de esa época? Mi papá estuvo hasta escondido por las deudas, para que no lo tomaran preso. Nosotros no sabíamos, me decían que mi papá estaba de viaje. Pero nos decían que podíamos llamar a “el Lucho” cada vez que quisiéramos que le dijeran algo a mi papá, o acusar a mi mamá jaja. ¡Pero “el Lucho” era mi papá! Y hablábamos ene po. Nos fuimos a vivir a una casa que mi papá había construido pero que no le habían pagado, así que se quedó con ella. Dios siempre provee. Ahí mis papás pusieron el lubricentro. Antiguamente ellos lavaban los autos y hacían todo, me acuerdo que algunos días cuando ganaban quince o veinte lucas era mucha alegría. Y después fue escalando, fue muy bonito ver cómo fue creciendo. Fueron contratando gente, y al día de hoy ya tienen quince personas. Todo el mundo piensa que es llegar y hacerlo, pero uno se demora, tiene que ir día a día. ¿Cuál era tu relación con el deporte cuando chica? No sé en qué minuto me volví buena para los deportes. En mi primer colegio hacía atletismo, como a los 12 años. Alguna vez hice fondo y di huevo

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jaja. Era velocista. Pero sólo como actividad extraprogramática del colegio. Trataron de meterme y llevarme al estadio, porque tenía condiciones. Pero a mí no me gustaba, me mandaban a hacer abdominales jaja. Pero después cambiaron de colegio a mi hermana, y me dijeron que no había cupo para mí. Entonces yo pesqué mi mochila y me fui donde la monja que era directora de ese colegio. Así de patuda. A la semana tenía el cupo, porque encontró divertido que fuera tan patuda jaja. Como la Fernanda de hoy en día. Entonces me cambié en octavo básico, y pasaron hartas cosas. Yo venía de un colegio mixto y pasaba a uno sólo mujeres, y colegio de monjas. Pasé de tirarme en el barro a un colegio de niñitas, que la faldita, que no sé qué. Fue complicado, me hicieron bullying. ¿Por “poco señorita”? Claro. Es complicado cambiarse en octavo, yo tampoco dimensioné lo que era. Yo entendía que mis papás me quisieran dar una mejor educación. Había mucha envidia, muchas compañeras con harta plata. Y te discriminaban por eso también. Me acuerdo de algo que hasta el día de hoy me marca, decían “vamos a hacer una cuota de diez lucas para el asado”. Imagínate que hoy diez lucas es harto para un asado, cómo habrá sido en esa época. Entonces yo decidía no salir para no tener que pedirle la plata a mi mamá. Cuando vas creciendo te das cuenta que algo pasa. Estuvo brava la adaptación, entonces. Sí, estuvo bravo. Ese año también había empezado a jugar vóleibol, pero me salí porque me costaba mucho medir la fuerza cuando le pegaba a la pelota. Mi papá me dijo no te quiero echada todo el día en la casa, así que a mí y a mi hermana chica nos metió en un gimnasio en las vacaciones de invierno. Mi hermana duró una semana, y yo, como era pava, y hacía caso, seguí. Tenía una típica rutina de gimnasio, con bicicleta, trote… pero yo me arrancaba a las máquinas, a la prensa, con los brazos. No hacía la rutina. Entonces el entrenador me dice a ver, ven. Y me enseñó a levantar pesas. Después de eso hablaron con mi papá y le dijeron que no tenía que pagar más. ¿Y tu papá qué dijo? Dijo “Ah ya po’, se va a aburrir lueguito”. Y mi mamá decía “Noo, ¡cómo va a levantar pesas!” Imagínate que si ahora no es muy conocido

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do, cómo era antes. No lo entendía, pensaba que me iba a quedar chica. En esa época me caí y me lesioné la muñeca, así que me llevaron al doctor. Y ahí le dice “Sí pos, esta cabra se va a quedar chica si sigue levantando pesas”. Y el doctor la mira y le dice: “A ver, Roseta, no sea ignorante por favor”, jaja. Y ese fue como el primer indicio de no perderme. ¿Desde el principio supiste que tenías condiciones? No, pero todo el mundo lo decía eso sí. Pero nunca puse atención. Tengo recuerdos de que vino un entrenador búlgaro a Chile, cuando yo tenía como 15 años, y nos vio y algo dijo en su idioma. Después de un tiempo me empezaron a llamar a la selección, a los 16 años. ¿Y ahí lo empezaste a ver de manera más seria? No, para nada. Nunca tomé el deporte en serio, siempre fue como un juego, hasta el día de hoy. Creo que si lo empiezas a ver como algo de vida o muerte, jodió. Tiene que ser lúdico, porque muchos días llegas muy cansado o desanimado, y necesitas encontrar una forma de salir de ese estado. Siempre hay momentos serios, obviamente. Pero tiene que ser entretenido. Pero si te digo que acaba de llegar un decreto mundial que prohíbe el levantamiento de pesas, y no puedes levantar nunca más en tu vida. ¿Qué me dices? ¿”Filo, era un juego”? ¿La verdad? La verdad. Jaja, sí, yo creo que sí. Igual loco ¿no? Es tu vida, digamos, al menos en términos de rutina. Sí, pero por ejemplo ahora que he estado con descanso después de la operación, a veces entro a la sala de pesas y me pican las manos. Pero después digo qué bueno descansar un rato.

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Nombre: Esteban Andrés Bustos Rodríguez. Fecha de nacimiento: 17 de diciembre de 1992. Deporte: Pentatlón Moderno. Principales logros deportivos: Medalla de plata Juegos Panamericanos Lima 2019 / Medalla de bronce Juegos Panamericanos Guadalajara 2011. 1. Yo soy el menor de tres hermanos. El mayor es Cristian, que tiene 10 años más que yo; después viene mi hermana que tiene 32; y después yo, con 26. Mis papás tienen como 60 años. Mi papá es suboficial retirado del Ejército y ahora está recontratado, y mi mamá fue muchos años tía de transporte escolar. Este es su primer año que no trabaja. Mi mamá es fanática del deporte, fanática. Es de estas viejas locas que hacen todos los deportes. El otro día se subió a la bicicleta e hizo 100 kilómetros, son como seis horas. Además siempre nadaba y corría. Pero a ella le gusta el deporte por el deporte, no por competir. Ama el deporte por lo que es, por lo que le hace sentir. Es su estabilizador anímico; cuando no hace deporte, anda mal genio. Y creo que todos vimos en ella ese ejemplo. Mi papá por otra parte era bien estructurado. Nunca me interesó mucho su trabajo, porque yo nunca en la vida pensé en ser militar. Pero sé que ahora está en una pega administrativa. Ah, ya me acordé, está a cargo de los centros de recreación del Ejército. Ah, sí, y antes había trabajado en la Comandancia en Jefe. ¿Durante la dictadura? Sí. Pero filo eso. Él era muy talentoso corriendo. No corría nunca, pero entraba en una corrida y ganaba. 2. Cuando éramos chicos, con mis hermanos nos metieron a un curso de natación porque no querían que nos ahogáramos si íbamos a un paseo. Así partió todo. Entonces mi mamá, loca, nadaba y yo era, o sigo siendo, en verdad, un mamón. Entonces a mi mamá no la soltaba. Y la veía nadar, nadar, nadar… y después me contaban que cuando me metieron al agua, salí nadando sólo, ya la había visto tanto. Y en los cursos de verano lo pasaba la raja, porque como era talentoso todas las semanas me iban subiendo de nivel. Y después empecé a crecer y me di cuenta que era talentoso corriendo.

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Yo nadaba en un club en Vitacura y me fui becado a la Católica. Pero no lo pasaba bien, era demasiada la exigencia, el entrenador no era agradable. Alcancé a estar dos años, tenía 12. ¿Y qué pasó? A mi papá lo transfirieron a Ecuador, un año. Fue el peor momento de mi vida, porque Cristian, que tenía 21, estaba en la Escuela Militar y se tenía que quedar acá. Y mi hermano era como mi segundo papá, lo pasé muy mal. En Ecuador no hice nada. Nada. Me dediqué a jugar a la pelota. Me dediqué a ser niño, a tener amigos. Y más encima entré un curso más arriba en el colegio, y pasé de ser mateo en Chile a porro en Ecuador. A la vuelta de Ecuador me pusieron en el Lastarria, pero justo vino la “Revolución Pingüina” y mi mamá se aburrió porque no tenía nunca clases. Así que me sacaron y entré al Instituto Presidente Errázuriz, fue dura esa etapa. Y en cuarto medio me fui al Athletic School. Primer día, matemáticas: sumar fracciones. Yo venía del electivo de matemáticas, y me iba muy bien. Entonces imagínate. ¿Nunca estuviste en un colegio para hijos de militares? Nunca. Lo que pasa es que a mi mamá también le cargan. O le fueron cargando con el tiempo. Entonces para ella mientras menos nos involucráramos, mejor. ¿Fue tema para ti crecer en una familia “militar”? Yo no lo considero una familia “militar” entre comillas, para mí sí fue una familia militar. Ahora veo que era una familia machista, como la sociedad en donde estamos, pero eso lo veo ahora, mirando hacia atrás. Todas las decisiones importantes, pasaban por mi papá. Todas. Dónde íbamos a vivir, qué se iba a comprar. Cuando chico no teníamos muy buena situación económica. Pero, por ejemplo, mi papá no le pasaba plata a mi mamá para ir al supermercado. Él iba, revisaba las cuentas, se notaba que cualquier cosa había que pedirle permiso al papá. Lo que yo agradezco mucho es que mi papá ha cambiado bastante. ¿En algún momento tuviste una mala relación con él? No, pero él sí la tuvo con mi hermano. El mayor pagaba el pato. Exacto. Pero lo que me pasó a mí es que siempre le contestaba,

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cuando algo no me parecía, se lo decía; cuando me retaba, yo tenía argumentos para defenderme. Incluso es un poco chistoso, porque cuando él estaba enojado y yo hablaba con él, como que no se atrevía a decirme nada. La que se la jugó siempre por mí fue mi mamá. Me llevaba todos los días a entrenar, tuve la suerte de ser el hijo menor y me pudo dedicar mucho tiempo. 3. El primero de la familia que puso el ojo en el alto rendimiento fue mi hermano. Quería ser destacado en algo. Y se fue al Triatlón, que terminó siendo su sueño frustrado: toda su carrera de pentatleta, siempre quiso ser triatleta. Mi hermano nunca me incentivó a que yo hiciera deporte, quería que naciera de mí. Probablemente, conociéndome tanto, sabía que yo lo iba a querer imitar. Si había que tirarse de un edificio, yo me tiraba. Pero conocí a Gerardo, su entrenador. Él me mostró el Pentatlón, y me enamoré. Aunque siempre en las entrevistas digo que fue mi hermano, porque la relación terminó muy muy mal con Gerardo. Empecé a nadar y a correr con Gerardo, y lo primero que me incentivó a hacer fue el Tiro. Él trabaja en la Escuela Militar como profesor, y se jugaba la pega llevándome a mí. Me conseguía las pistolas del Ejército. Cuando empecé a disparar era malo, pero me gustaba. Con Esgrima me fue mejor. En Chile no se hacían competencias de Pentatlón, yo desde los 14 años hasta como los 17 sólo tenía una competencia al año: el Sudamericano. La Federación era pobre, no tenía recursos. Por eso empecé a hacer Triatlón, para mantenerme compitiendo aquí en Chile. Según Gerardo era bueno, después vimos que fue un error. Pero bueno. Hasta el día de hoy, que voy a mis segundos Juegos Olímpicos, toda mi familia quiere que haga Triatlón, porque son todos triatletas. Cuando chico lo pensé, pero ahora más grande no. He participado en algunas competencias, tengo condiciones y me gusta. Pero para mí el Pentatlón es otra cosa, no lo cambiaría ni por una polola, jaja. Y la última prueba que empecé a hacer fue la Equitación, ahí mismo en la Escuela Militar, y me cargaba. Le tenía miedo a los caballos. Era lo único que no me gustaba del Pentatlón.

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Detalle no menor. No menor. Le hice el quite. Lo practicaba, pero tampoco podía entrenar mucho. Me cargaba. Tenía Equitación y me dolía la guata. ¿Ahora no? Nooo, ahora no. Es como que entro en paz en contacto con el animal, lo necesito. Pero me costó mucho superarlo. 4. En el colegio me iba muy bien, era mateo. ¿Mateo nerd? Mateo solitario. No tenía amigos. Porque yo siempre después me iba a entrenar. Más encima era ultra mamón, mi mamá me esperaba a la salida del colegio, cachai. Tenía poca vida social. Entre I y III medio fue la época en que decidí que quería dedicarme al deporte. Con 14 años salí segundo de Sudamérica en la categoría juvenil, que era de menores de 21. Mi hermano estaba en ese minuto clasificado a los Juegos Olímpicos de Beijing, y en la última prueba, los 3.000 metros planos, Cristian salió a correr 12 segundos antes que yo. Él tenía 24 años, yo 14. Y en ese momento dije “Soy bueno pa esta hueá”. Eso probablemente me ayudó a evitar los vicios. O sea, no sé si vicios, pero la vida social. ¿Nunca te dieron más ganas de salir, de carretear, de pololear? No, sí igual tuve mis andantes… Lo que pasa es que yo era acólito. ¿Qué rato te quedaba para ser acólito? Los sábados po`, jaja. ¿Tu familia es muy católica? No. Hice la Primera Comunión más grande, a los 14, y el padre un día me invitó y me gustó. Y era como mi vida social. Ahí tenía amigos. Y más encima, habían minas. ¿Probablemente lo hiciste para tener un espacio donde interactuar con gente de tu edad, ¿no? Totalmente. ¿Consciente o inconsciente?

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Yo creo que en ese momento, inconsciente. Ahora te diría que todo el rato. Así que ahí conocí niñas, tuve un par de pololas. El poder es muy seductor. ¡Y la túnica blanca! Jajaja. Bueno cuando estaba en el colegio yo nadaba a las 06:15 AM. Mi papá me llevaba, salíamos de la casa como a las 05:55, y después de eso él se iba a trabajar. Y, cáchate, mi mamá me iba a buscar, me llevaba desayuno, me llevaba después al colegio… era una sola estación de metro, pero me acompañaba igual. Después me esperaba y me llevaba a Esgrima, que era en Santa Lucía. Me acompañaba a todas partes. ¿Y te daba vergüenza? Sí po’, todo el rato. Si ya estaba grandecito. En III medio ya hacía todo sólo, pa’ que no crean… jaja. Pero en ese colegio, en el IPE, había un profesor que me perseguía porque sabía que yo era deportista y a él no le gustaba el deporte. Incluso un día me llevó a su oficina y me preguntó para qué hacía deporte. Yo le decía que quería ir a unos Juegos Olímpicos. ¿Y de qué te sirve eso? Hoy es el Director, nos llevamos la raja. Pero lo pasaba mal, todos los días. Y como es Particular Subvencionado, era un tema faltar a clases. Y yo faltaba harto por entrenar. Pero me iba muy bien en el colegio, entonces tampoco me podían decir mucho. De esa época rescato aprender que en toda la vida me iba a topar con gente que no entiende o no le gusta el deporte. Y la disciplina, porque me vi obligado a estudiar en mi poco tiempo libre para compensar cuando no iba a clases. 5. Yo le pedía a mi mamá que me cambiara de colegio y me metiera al Athletic para poder enfocarme en el deporte. Mi mamá quería, pero mi papá no. Y mi hermana, también dijo que no. Pasó a ser un tema familiar. Y mi hermano, que podría haber dicho que sí, también el hueón maricón decía que no, jaja. Como a él le costó todo, quería que me costara también. Y en IV Medio al fin pude cambiarme. Y ese año me dediqué a entrenar todo el día. En verdad no iba al colegio. Cada vez que iba, me frustraba. Yo estaba preparando la PSU y tenía una duda de matemáticas y le preguntaba a la profesora y no cachaba nada. Al final, cuando mis compañeros tenían dudas no le preguntaban a ella, me

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preguntaban a mí. En esa época me rebelé, me desordené y dejé otras responsabilidades para poder entrenar más. Pero me subieron mucho las cargas y me rompí el tendón de Aquiles. Estuve seis meses fuera. Aproveché de estudiar más y preparar la PSU, y me fue bien. Yo quería, o debía, en realidad, estudiar ingeniería. Por mi papá. Era lo que tenía que hacer. Pero yo quería la Universidad Federico Santa María, y no me alcanzó. En estos seis meses tuve que ir a kinesiólogo todos los días. Andaba con muletas, y tenía que ir desde Huechuraba al Estadio Nacional. ¿Adivina quién me llevaba? Mi mamá. A veces me tenía que esperar cuatro horas. Y nunca me puso una cara. Su pega pasó a ser apoyar tu carrera de deportista. Sí, ahora lo veo así. Antes como que uno normaliza esas cosas, o las da por sentadas. Y lo mejor es que le decía a mi mamá “Yo quiero recuperarme y clasificar a los Juegos Olímpicos”. Y mi mamá me creía po’. Y me apoyaba. Entonces hoy lo veo y entiendo que es un ejemplo para cuando yo sea padre. Cuando me lesioné, mi hermano, muy arrogante, me dice “Puta, voy a tener que volver a entrenar, ya que tú te lesionaste y alguno tiene que ir a los Juegos Olímpicos”. Yo me llevo muy bien con él, pero tiene unas salidas bien… Y ahí aprendí a separar un rival deportivo de la persona. Entrenando nos queríamos sacar los ojos, pero después nos íbamos cagados de la risa pa’ la casa. Una vez recuperado tuve cuatro meses para preparar los Juegos Panamericanos de Guadalajara. Mi hermano también estaba clasificado y era el favorito para clasificar a Londres 2012, considerando que venía de competir en unos Juegos Olímpicos. Él estaba en una época en que estaba empezando a salirse del deporte, quería hacer su vida, etcétera. Pero yo le decía que quería clasificar a los Juegos, y me decía “Tienes sólo cuatro meses para prepararte, imposible”. Y ahora lo entiendo, en todo caso. Al mes que me dieron el alta, fuimos al Sudamericano Adulto y quedé tercero. Mi hermano quedó como sexto. Fue como que le llegara un portazo en la cara. Era mi mejor resultado, y eso fue porque pasé seis meses pensando todo el día todos los días en volver a correr y a competir. En ese tiempo aprendí a ser más humilde.

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Y mi hermano dijo “Sabís qué? Voy a ir a los Juegos Panamericanos, pero en verdad para apoyarte a ti”. Ni si quiera la quiso pelear. Y me ayudó, sobre todo emocionalmente. Pero nunca quiso competir conmigo, era evidente que había llegado mi momento. ¿Alguna vez lo hablaron? Más o menos. Él es bien sensible, pero me lo ha hecho entender. Y me fue súper bien, gané medalla de bronce y clasifiqué a los Juegos Olímpicos. ¿Y qué pasó? Esto no te lo iba a contar, pero amerita contarlo. Fue el momento en que hubo una ruptura familiar, aquí se rompió la familia. Gerardo se peleó con Cristian. Él nos entrenaba a los dos. Y ahora lo veo, él siempre estaba con el atleta bueno. Y junto con la Federación cortaron a Cristian. A él no le pareció, y quiso denunciar algunas irregularidades. Y a mí me entrevistaron al respecto, y el titular de la entrevista no era algo que dije yo… y decía “Bajan a Cristian Bustos para subir a Javiera Rozas”. Era un blog todo picante. Pero el presidente de la federación demandó a la periodista que escribió la nota, quien hoy es la señora de mi hermano. Tu hermano se sintió atacado y empezó a hablar mal de la Federación. Exacto. Pero se hicieron bandos, y Gerardo, que seguía siendo mi entrenador, quedó en el lado de la Federación, y mi hermano en el otro. Entonces yo lo pasé pésimo, mi hermano también, obvio. Todos en mi familia. Hasta que mi mamá un día me dijo esto es todo tu culpa, casi me desheredó. ¿Por qué? Mi hermano quería desarmar la Federación, y los principales afectados hubieran sido los deportistas. Justo yo que estaba clasificado a unos Juegos Olímpicos. Me enojé con él, que por qué no buscaba un equilibrio. Quedé en la mitad, y no tenía una buena relación con mi familia ni tampoco tenía una buena relación con mi entrenador. Llegamos a tal nivel que nadaba solo, Gerardo no iba y me mandaba la rutina en un papel. A veces los tickets de la piscina en Zamorano no estaban pagados por la Federación y los tenía que pagar yo. A veces Gerardo no llegaba a correr; otras veces llegaba simpático, y otras muy pesado. Al final todos pensaban que era mi culpa. En fin. Pero fui a los Juegos, me fue la raja, quedé 18º y dije “Ya, no quiero entrenar más con Gerardo” porque la situación era inviable. Pero como él había llevado a mi hermano a Juegos Olímpicos, conmigo le fue la raja en Guadalajara y después en Juegos Olímpicos, cuando digo que no quiero

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entrenar más con él, ¿qué crees que me dicen? Ni cagando. Casi que es el mejor entrenador del mundo. Y más encima les dije que quería entrenar con alguien que supiera de Pentatlón y fuera profesor de Educación Física… mi hermano. Me pusieron una tapa y me dijeron que era con Gerardo o con Gerardo. Si lo ves en frío, es un deportista pidiendo dejar al entrenador de la federación y ponerse a entrenar con su hermano. Sí, lo veo ahora y es lógico. Pero yo estaba mal, porque no podía entrenar. Y más encima, poco después me dicen que tengo que ir a una Copa del Mundo en Estados Unidos, pero no tenía la visa y no quedaba nada de plazo. Entonces quedé como rebelde, como que no hubiera querido ir al torneo… terrible. Y en esa época choqué. Me pasé un disco pare. Así de superado estaba. Choque contra otro auto, de lado. A nadie le pasó nada, pero los dos autos quedaron con pérdida total. Y ahí dije ya no doy más con esto, me retiro. Presenté mi carta de renuncia al Proddar y me retiré del deporte. 6. Di la PSU de nuevo y me había ido mejor, pero de nuevo no me alcanzó. Había entrado a Ingeniería en la USACH, pero congelé hasta después de los Juegos Olímpicos. Yo le había prometido a mi papá que entraba a Ingeniería para que me dejara hacer deporte. Pero le dije que en verdad no quería. Y creo que me vieron más maduro, y me preguntaron qué quería. Así que elegí Licenciatura en Matemática. Como no estaba haciendo deporte, me dediqué a la universidad cien por ciento. No dejé de correr, pero ya no nadaba y ya no estaba compitiendo. Dejé de entrenar. Nada. Eso fue por ocho meses. ¿Y cómo fueron esos ocho meses de vida normal? Mal po’. Mal. Por eso volví, no me gustó. Me dedicada a estudiar todo el día, me fue la raja y entendí súper bien la carrera. Correr me gustaba, eso no lo dejé. Y mi mamá se sentía culpable, porque no estaba haciendo deporte. Y yo por otra parte decía hueón tengo 19 años, fui el más joven en los Juegos Olímpicos, me fue la raja, cómo mierda me voy a retirar. Al principio estaba choreado, así que no lo pensaba, pero fue progresivo. Y un día decidí volver. Hice las cosas bien, conversé con el Presidente de la federación, me pidió que la entrevista se sacara de internet. Porque nos habíamos ido a juicio.

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¿A juicio? Demandaron a la periodista. Y la nota se supone que era sobre mí, pero yo nunca dije nada. Tuve que subir al estrado, asesorarme con abogados… Finalmente la demanda no ganó, y el blog quedó. Entonces lo único que me pidió fue que lo sacaran. Conversé con Cristian y su señora, y la sacaron sin ningún problema. A esa altura, ¿tu vida familiar estaba reestablecida? Sí. Y yo entendía que si volvía a entrenar con la Federación, tenía que ser con Gerardo. Al mes fuimos a un Sudamericano, y gané mi primer título sudamericano adulto. Pero estaba entrenando demasiado, más de la cuenta, y deportivamente no estaba rindiendo. Me sacaban la chucha todo el día. No me fue bien en los Odesur, entonces su solución era entrenar más. En Toronto tampoco me fue bien, a entrenar más todavía. Y terminé pa’ la cagá, me tuve que intervenir la espalda dos veces. Mi última opción para clasificar a los Juegos Olímpicos de Río era el Mundial. Tenía que quedar cerca del décimo lugar, era muy difícil. Un poco antes, en el Panamericano específico, quedé 12. Entonces le dije a Gerardo que para el Mundial no iba a entrenar con él, iba a entrenar solo… ¿Con quién? Con mi hermano. Pero eso no se lo conté, jaja. Y me fue muy bien, pasé a la final y quedé 16. De hecho, hasta hoy es mi mejor resultado en un Mundial. Ahí me di cuenta de que yo sabía cómo tenía que entrenar y que por ende tenía que hacer muchos cambios, con Gerardo no volvía ni cagando. Incluso en la federación se dieron cuenta de que él no estaba consiguiendo resultados con nadie. Pero no habían más entrenadores de Pentantlón en Chile. Por suerte, en ese tiempo Gerardo había contratado a un entrenador para los cabros chicos de la federación, a Gabriel. Al principio lo descarté, porque era más chico que yo. Pero un día conversamos y le dije “Mira, esto lo vamos a hacer así, y voy a buscar entrenadores específicos para ciertas cosas, las cargas tienen que ser así, etcétera”. Estabas pauteando a tu entrenador, al final. Dije que tenía que formar a alguien para después poder delegar. Alguien que fuera estudioso, comprometido, responsable, flexible. Reunía todos los requisitos que yo buscaba. ¿Cuál era el problema? No tenía experiencia, entonces decidimos basarnos en las ciencias, nos metimos al CAR.

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Hoy por hoy, Gabriel maneja todo y yo me dedico a entrenar. Pero en ese momento tuvimos que armar el equipo desde cero. Gabriel me recibió en la pasta. Y a medida que fuimos trabajando nos empezó a ir muy bien. ¿Se hicieron amigos? No somos amigos. Él es mi entrenador. Pero somos muy muy cercanos. A mí no me gusta, pero con toda esta historia, todo lo que tuvimos que hacer juntos para “emprender” con esto, es imposible no tener esa relación. No es un entrenador que trajimos desde el extranjero, es un entrenador que armamos todos juntos. Ahora, de que hemos peleado, hemos peleado. 7. ¿Todavía vives con tus papás? Sí. Igual arriendo una pieza cerca del Estadio Nacional. Mira: yo entreno todos los días de 07:00 a 13:00. Y después vuelvo a entrenar a las 16:00, no alcanzo a ir y volver a Huechuraba. Igual en la pieza me podría quedar a dormir, pero en la noche me encanta llegar a mi casa. Me llevo muy bien con ellos, pero me quiero ir hace rato. ¿Y por qué no te vas? Por un tema económico, no me da para vivir solo. ¿Te jode la cabeza? No. O sí, sí. Pero es parte de la realidad del deporte, así que es una lata pero bueno. Hay muchos gastos asociados, sobre todo ahora que vienen los Juegos Olímpicos. ¿Qué tan sacrificado es ser deportista en Chile? Uno lo normaliza. Pero si lo pienso como “¿Dejarías que tu hijo pase por lo mismo que tú?” Ni cagando. No me gustaría. Si me lo pide, quizás lo apoyo, pero no me gustaría. Uno deja demasiadas cosas de lado, todo por tu sueño. Y si es que fuera sólo tu sueño, ok, da lo mismo, pero uno va involucrando tanta gente en el camino que muchas veces te sientes responsable. ¿Y tu sueño cuál es? Ser medallista olímpico. Es algo que yo pienso desde chico. ¿Cómo fue quedarse con la plata y no con el oro en Lima 2019? Frustrante, porque quería el oro. Pero eso te tiene que ayudar a crecer, en el deporte muchas veces te van a ganar. Pero tienes que entender dónde

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estás parado, me ganó un hueón que se sacó la… que hizo los mismos esfuerzos que yo. Pero por eso uno entrena tanto, para ser tú ese gallo. Clasificado a Tokio la motivación la tienes a mil. El problema es cuando no estás preparando unos Juegos, cuando hay mucho cansancio, impotencia. Vas a unos Juegos Olímpicos y pasas a ser bien mirado, exitoso, pero hay muchos deportistas que se esfuerzan tanto como tú y tienen tus mismos valores, pero la sociedad los mira mal porque se dedican al deporte y no ganan. ¿El chileno es demasiado exitista? Sí. Piensa que mi papá a veces me dice “Te farreaste la medalla de oro”. Está paleteado. Yo le dije lo mismo, estai simpático. Me lo dijo en serio, me dio hasta unas razones. Entonces te dai cuenta que hasta tu familia no entiende el deporte, no entiende lo que es estar en ese escenario. Entonces si me pasa en mi familia, que me ven todo el día y que me quieren mucho, qué queda para el resto. ¿Vale la pena todo? Sí, obvio. Ahora que voy a Tokio, pero también cuando no fui a Río 2016. Por el proceso. Esas son cosas que vas a llevar toda tu vida, el camino recorrido en el deporte es difícil de obtener en otro lugar. Y eso es algo valioso.

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Nombre: María José Rojas Benavides. Fecha de nacimiento: 24 de julio de 1995. Deporte: Skateboarding. Principales logros deportivos: Campeona nacional 2019 y 2020 / 1º lugar en el Miami Open 2020 / 11º lugar en los World Roller Games China 2017 / 2º lugar mundial en Ecuador 2015. 1. Nací en Recoleta. Mi familia es mis papás, Ximena y José; mis hermanas Nelly y Ximena -las dos más grandes que yo- y mi hermano más chico, el Jaimito, que tiene 23. Mi mamá estudió publicidad, pero no ejerció. Cuando quedó embarazada de mi hermana mayor mi papá le sugirió que se dedicara cien por ciento al embarazo. Y no volvió a trabajar, nosotros somos todos muy seguidos. A mi hermano chico lo tuvieron que operar a los días de nacido, tenía una hernia en el hiato. Y después se iba en el sueño, le daban apneas. Tenía que dormir con una máquina que tocaba un pito, y había que despertarlo. Yo ayudaba con eso, tenía que avisarle a mi mamá. Mi papá estudió en la Católica de Valpo, estuvo harto tiempo trabajando en Chilectra hasta que empezaron a explotarlo, el jefe lo mandaba a hacer trabajos fuera del horario o trabajos en su casa. Mi papá se fue aburriendo y agotando con el tiempo, hasta que con mi mamá tomaron la decisión de crear una empresa de seguridad electrónica. Él quería ser su propio jefe. Debe haber sido el noventa y tanto. Tuvo dos socios más, pero no lo apañaron nunca; él hacía todo, y decidió comprarles su parte. Y puso a mi mamá de socia. Hoy sigue con la misma empresa entregando servicio y soporte técnico en el ámbito de la seguridad: tienen guardias, torniquetes, realiza el monitoreo… les ha ido súper bien. Mi papá trabajaba mucho, pero el fin de semana era sagrado, siempre intentaba estar con nosotros. Pero claro, al ser trabajo nuevo, tenía que ponerle todo el empeño, así que no lo veía mucho. Hasta el día de hoy, él siempre se ha esforzado por darnos lo mejor. Antes vivíamos en La Florida, pero mis hermanas iban a un colegio de monjas en La Cisterna, y por eso yo también entré ahí un par de años después. Era sólo de mujeres. Estuve toda mi vida escolar en el Santa Clara.

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¿Y? ¿Cómo es ir a un colegio de monjas en el siglo XXI? Je, es difícil igual. Ese colegio era un poco cuadrado. Bien estricto. Había que estar bien vestidas, el jumper tenía que tener cierto largo, había que estar peinadas, comportarse adecuadamente, hacer cosas “de niñas”. En los últimos años de la Media ya me tenía un poco saturada. ¿Por qué tanto? No me gustó, no me gustaba no sentirme con un poco más de libertad. Yo empecé a andar en skate y no les gustaba que lo hiciera, que llevara mi tabla al colegio, que hiciera “cosas de hombre”, ¿me entiendes? Yo como que rompía la regla, “me portaba mal”. No me dejaban usar la tabla en el recreo, decían que yo incentivaba a las otras chicas a hacer cosas que no había que hacer. Nos limitaban bastante con esas cosas. O sea, yo entiendo que al colegio vas a estudiar, pero sí sentía que me limitaban mucho por pensar distinto. ¿Y dejaste de llevar la tabla? No, la llevaba en una bolsa de basura negra. Ahí pasaba más piola. E intentaba usarla en la sala de clases, cuando estaban todas en recreo, porque las inspectoras en ese rato no pasan por ahí, estaban en los patios. Así estuve harto tiempo. Más grande fui presidenta del centro de alumnas y también, puros problemas con las Hermanas de la congregación. No nos dejaban poner música para el día del alumno, no nos dejaban hacer casi nada… a eso me refiero con que eran súper cuadrados. Y eso que yo tenía promedio 6,8, era la mejor del curso. Y aún así me molestaban. Pero por eso nunca me pudieron echar, porque me iba bien, jaja. ¿Le contabas a tus papás de todo esto? Sí po’, mi mamá me decía es que el colegio no es para ir a andar en skate, y no sé qué, que las monjas tenían razón. Casi que las apoyaba a ellas. Pero yo igual lo llevaba. ¿A tus compañeras les pasaba lo mismo? De pelear con las monjas… ¿O había de todo? De todo, igual. Había compañeras súper católicas, full de hacerles caso. Teníamos que rezar todas las mañanas, de 08:00 a 08:30. A veces había que rezar afuera, y como era del centro de alumnas, tenía que estar ahí haciendo la oración. Igual creo que fue parte de mi proceso de crecimiento, sobre todo por el accidente que tuve.

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2. Estaba como en II Medio. Me pegué con la tabla en la entrepierna. Fue bastante grave. Me desangré, me tuvieron que operar. ¿Cómo fue? Fue patinando cerca de mi casa, como a tres cuadras. Había una iglesia… … que tenía una escalera… Jaja sí, que tenía una escalera. Ahí se juntaban jóvenes, por temas de la confirmación y cosas así. Veía gente que andaba en skate ahí, así que empecé a ir. Tiré mal un truco, quise hacer un flip. Y la tabla cayó parada en mi entrepierna. Apoyé todo el peso del cuerpo encima de la punta de la tabla. Había más gente, me dio un poco de vergüenza. Yo no era tan grande, y era la única mujer del grupo que andaba en skate. Cuando me pegué sentí un dolor profundísimo, me llegó al corazón. Creo que fue el peor dolor que he sentido en mi vida. La tabla se me clavó, me pegó hacia el lado y luego de manera recta me dio el corte. ¿Te paraste lo más digna posible y te fuiste a la casa? Sí, jaja. Me fui patinando a mi casa. Ya iba sangrando. De esto me acuerdo perfectamente: llegué a mi casa, subí al segundo piso y me miré en el baño. Cerré la puerta, estaba muy asustada. ¿Tu mamá no estaba en la casa? Sí, sí estaba. Pero pasé rápido por el lado. Es que mira, en mi familia eran así: mi abuela por parte de papá era enfermera, pero de campo, entonces casi que pensaba que yo tenía que tener un hombre, cocinarle, plancharle y todo súper machista. Mi tata era mecánico. Y por el otro lado mi otro abuelo era de la Fuerza Aérea y mi otra abuela dueña de casa. Entonces en mi familia nunca les gustó que yo anduviera en skate. Mi abuela me decía que me vestía como hombre, que no usara gorro, que me veía fea, que cómo una niñita tan bonita podía vestirse así, que andaba sucia… Entonces sentías que si más encima te accidentabas, te iban a decir ¿viste? Sí po’, brígido. Entonces estaba en el baño, me bajé el pantalón y me agaché un poco para mirar. Tenía hasta un pedacito colgando. Fue satánicamente doloroso. Empecé a sangrar mucho, y me asusté.

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Y ahí sí le contaste a tu mamá. No. Pensaba: si le digo a mi mamá, no me van a dejar andar en skate nunca más. Pero si es grave… yo antes me había pegado en ese sector, pero una cosa es golpearse y chao. Pero otra cosa es cortarse y romperse el sector de tus partes íntimas, ¿me entiendes? Pero desangrándote y todo, igual tu cabeza lo único que hacía era pensar en una salida donde no perdieras el skate. Así es. Imagínate que ya tenía la presión de que no anduviera en skate, que era un deporte para hombres y más encima lesionarme andando. No, dije que no. ¿Qué hice? me puse una toalla higiénica. Ya… Pero se me empezó a hinchar todo. Todo. No me podía sentar, me dolía mucho hacer pipí, mucho. Esto pasó un domingo, en la tarde. Cada dos minutos me cambiaba la toalla, que ya no servía. Y seguía con esa presión, siempre me quitaban el skate cuando “hacía algo malo”, que por lo general era pelear con mis hermanos jaja, nada más grave que eso, porque en el colegio me iba súper. Imagínate ahora. No había opción de decirlo, tenía que inventar otra cosa. En mi casa había una mesa, pero que tenía las puntas muy pronunciadas. Esa mesa estaba en el patio. Entonces pensaba, puedo decir que iba corriendo y me tropecé y justo me pegué en la punta. Pésima mentira. Jaja, sí. Ese domingo en la noche le dije a mi mamá: - ¿Sabís qué? Fui a buscar una cosa al patio y me pegué en la mesa y la cuestión… - Pero ¿cómo te pegaste ahí? Qué raro. ¿Es muy grave? - No, ni tanto, como que sangré un poco no más. Minimizando todo. Yo decía igual me van a cachar, pero filo. Me dijo veamos cómo amaneces mañana, y si no vamos al doctor. ¿Y cómo amaneciste? Horrible. En la noche me desangré, mucho. Dejé la cama llena de sangre. Igual me asusté, había demasiada sangre. Le dije a mi mamá que no amanecí muy bien, pero iba a ir al colegio igual. ¿Y por qué fuiste?

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Porque sabía que era grave, pero no lo asumía. Me había pegado tantas veces ahí. Todo para que no llegarán al tema del skate. Sí po’, yo decía tengo que aguantar no más. Pero estaba pa’ la cagá, tenía morado e hinchado. Yo ya me sentaba en la punta de la silla, no podía apoyar nada. Todas las profes me preguntaban si estaba bien. Hasta que caché que volví a sangrar, manché la silla, casi desvaneciéndome. Hasta que no aguanté. Como a las diez de la mañana llamé a mi mamá: - Mamá, me siento súper mal. - Ya, pero dime la verdad, ¡¿qué pasó?! ¡Tu papá sabe que lo de la mesa no es verdad! Y solo sentía que estaba retándome, en vez de irme a buscar. Así que le dije: me caí andando en skate. Tiré mal el truco, cayó parada la tabla y me la comí. “¡Viste! ¡Yo sabía! ¡Tu papá no te va a dejar andar más en skate! ¡Qué van a decir tus abuelos!” y yo le decía mamá, por favor ven a buscarme, después me retas, pero me siento pésimo. Antes de salir subió a mi pieza y vio la sangre en la cama, así que cuando llegó a buscarme, en el auto me siguió retando, yo te dije, es un deporte para hombres y bla, bla, bla. Me llevó al Hospital del Niño. Ahí estuve una hora esperando, me sentía pésimo, me sentía flotando. Una hora esperando, mi mamá iba al mesón y alegaba. Hasta que me hicieron pasar, pero adentro estuve otra hora más sin que me atendiera ningún médico o enfermera. Hasta que de repente entra un hombre. Yo en esa época no había tenido ningún contacto de ese tipo con un hombre. Y me pregunta qué me pasó. Me caí andando en skate. ¡¿En skate?! Estaba asombrado. Y era joven, 35 años. A ver, déjame revisarte. Me revisó, y me volvió a preguntar si estaba segura de que fue en skate. Después entró otra persona, una chica. Como de la misma edad. Me dice hola, cómo estás, cuéntame qué te pasó. ¡¿En skate?! Estaban todos asombrados. ¿Asombrados de que una niña patinara o pensaban que estabas mintiendo para esconder algo sexual? Las dos, creo, aunque quizás más la parte sexual. Porque me preguntaban si vivía con mi papá, si él me había hecho algo. Se pasaron el rollo casi de que me habían violado.

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Es que, estadísticamente, … Sí po’. Después pasó un doctor, más viejo. Me empezó a revisar. Y de nuevo: ¿qué te pasó? Muy incómodo, ¿no? Estabas expuesta. Síiii, muy incómodo. Primero porque no me creían, pero también porque nunca había estado con un hombre, nunca habían visto mis partes íntimas. Yo igual era chica, me sentía muy invadida. Y me seguían preguntando, a ver si cambiaba la versión. Hasta que en un momento llamaron a mis papás, y ese doctor les pregunta qué me pasó. Ellos dijeron lo mismo, que me había caído andando en skate. ¿Pero están seguros? Miren que acá está Carabineros, y lo más seguro es que quieran hablar con ustedes. Así, la media cagá. Ahí les dice: a su hija hay que operarla de urgencia, porque ha perdido mucha sangre y le ha bajado el pulso. Hay que operarla ahora ya, tienen que firmar los papeles rápido. Casi que pasaban quince minutos más y me moría. Empezó a entrar mi familia, a despedirse antes de la operación. Vi llorar a mi abuela, me sentí culpable. Mijita, yo le dije que eso era para hombres. Retándome, y yo casi muriéndome, jaja. Estaba desvanecida, me sentía ida. 3. Salió todo bien en la operación. Antes de entrar incluso me habían dicho que podía quedar con secuelas, con daño interno, que no iba a poder tener hijos, etc. Pero resultó todo bien. Estaba hinchadísima, los puntos me pinchaban y molestaban demasiado. Hacía pipí con sangre todavía. Podrás imaginarte lo doloroso que es pegarse en las partes íntimas. ¿Y cuánto tiempo pasó hasta que volviste a patinar? Pfff… como un año. ¿Un año? Sí, pasaron como seis meses para que pudiera volver a caminar bien, sin que me doliera. ¿En algún momento dijiste no patino nunca más? No po’. Siempre quería patinar. Ahí me di cuenta de que en verdad quería seguir haciéndolo. El skate es un deporte de riesgo, pero me gusta que mi vida tenga cierta adrenalina. El riesgo puede estar en cualquier situación,

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aunque no podamos verlo. ¿En qué momento dices ya, vamos a patinar de nuevo? ¿Tuviste que pedir permiso? Lo hice a escondidas, porque mis papás estaban cerrados a la posibilidad de que volviera a andar en skate de nuevo. Me lo escondieron, pero yo me armé otro y lo tenía en la casa de una vecina. Cuando pasaron los seis meses y caminaba bien, intenté empezar a subirme y fui retomando de a poco. Pero no sabían, estaban totalmente cerrados. Yo igual todos los días intentaba convencerlos, cuando mi mamá salía a barrer yo iba con mi tabla. Y me decía no, éntrate, éntrate. Estuve muchos meses así, éntrate, éntrate. Hasta que un día le dije mamá, antes de que me digas que no, sólo quiero darme vuelo, nada más. Y me dice es que te vas a caer, mira lo que te pasó y bla, bla, bla. Es que, mamá, a mí me gusta el skate, y aunque me digan que no ande más y no me den permiso, lo voy a hacer escondida igual. Ya, pero sólo vuelo, me dijo. Así que lo logré, conseguí el permiso, y pude volver a patinar otra vez. ¿Y cómo fue la sensación de subirse a la tabla de nuevo? ¡Terrible! Pero buena. Fue intenso. Pucha, igual uno se pone en esa situación: ¿le hago caso a mis papás? Porque me caí y es peligroso. O en verdad sigo a mi corazón. ¿Cuál es mi sueño? ¿Mis aspiraciones? Porque en esa época ni se hablaba de skate olímpico, ni siquiera había categoría femenina, era una situación muy precaria para nosotras. Si yo no anduviera en skate, no sé qué haría. Sería como una persona común, universitaria, trabajando, con horario de ocho a seis, todo bien estipulado por el sistema y bueno, siempre he sentido que no encajo mucho en dicho sistema. ¿Alguna vez esta conversación la tuviste con tu papá? ¿O siempre con tu mamá? Sí, con los dos, sí tuve esta conversación muchas veces antes de que me dieran permiso. Yo les decía: me va bien en el colegio, me porto bien, no ando fumando ni tomando, no ando haciendo nada, y ¿aun así no me dan permiso para hacer deporte? Me frustraba mucho, y como era chica exageraba todo y decía casi que mis papás no me quieren, jaja. Ahora, si tuviera una hija y le pasara eso, creo que reaccionaría igual que ellos.

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Pero… Pero, jaja, como ya viví la experiencia creo que comprendería un poco más. Mis papás fueron pesados y estrictos, la sufrí. 4. Desde ahí sólo me enfoqué en andar en skate. Era un hobby, pero lo hacía todos los días. Sagrado. Cuando crecí pude ir a otros lugares sola, iba en metro al Parque O’Higgins, encontraba entretenido ir donde andaba mucha gente, sabía que así iba a aprender. ¿No te daba susto? Al principio iba a las ocho de la mañana, para que no hubiera nadie. Porque siento que a nosotras al principio nos da vergüenza que nos vean cayéndonos. Diez años atrás se daba mucho de que los hombres se reían cuando te caías o por cómo te vestías. Entonces eso me inhibía, así que decía filo, voy temprano en la mañana, practico un poco más y ya voy a estar bien dominada, y nadie me puede decir nada. Mis inicios de skate fueron muy distintos a lo que se da ahora en los skateparks. O sea, dar un esfuerzo extra sólo por ser mujer. Sí po’, pero lo hacía porque igual me gustaba, porque quería hacerlo. Y también para demostrarles que yo también puedo, eso no me daba miedo. Mi carácter es como pesado, pero es porque he pasado muchas situaciones que me han obligado a ser fuerte. ¿Qué tan complicado era estar en ese mundo de hombres? Antes era súper primitivo el skate. Ahora ha evolucionado mucho más, y también depende del sector donde se practique. Falta que se nos den los espacios, porque el potencial existe. Todavía hay fuertes diferencias entre ser un chico y patinar, y ser mujer y andar en skate. Yo igual soy pesada, reconozco que soy pesada. Cuando era chica les gritaba a los hombres en el skatepark, porque no me daban el espacio, les gritaba para que me dejaran tirarme o darme el turno que me tocaba. Oye, hermano, permiso, quiero andar, dame el espacio, yo también soy parte de la comunidad. Siempre intenté generar el espacio para las mujeres, porque yo me sentía súper poco valorada. La comunidad skater es súper machista, se sienten con el derecho de opinar de tus acciones, de tu cuerpo, de cómo patinas, no dan el espacio, no hay igualdad de condiciones con los auspiciadores, no hay igualdad de premios en los campeonatos, etc.

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Yo he visto desde hombres que dicen a chicas ¡qué estai haciendo acá, si tú no sabís andar!, hasta uno que una vez me tiró la tabla y me quiso pegar en el skatepark de Parque O´higgins. Son realidades que nosotras sí vivimos, por eso digo que no es lo mismo ser mujer u hombre y andar en skate. Se nota mucho la diferencia. Siempre intento estar presente para abrir el camino a las nuevas generaciones, y que la comunidad también entienda que nosotras tenemos y merecemos los mismos derechos que tienen los chicos y no repetir los patrones sociales que viví cuando más pequeña. ¿Cuándo fue tu primera competencia? Como estaba andando a escondidas, ya sabía echarme vuelo, pero tuve que hacer como que no sabía cuando mi mamá me dio permiso, jaja. Ahí retomé. Algunas veces hacían campeonatos. Una vez hicieron un “posero” femenino en el Parque Bustamante, esa fue mi primera competencia de skate, diez años atrás. ¿Ya no te dolía nada? No, nada. Y ese campeonato fue bien especial para mí, eran las mismas niñas que yo veía en los videos para aprender a andar. No me acuerdo cómo me fue, creo que bien. Eran varias categorías, yo estaba en la amateur. Fue un lindo recuerdo. Desde ahí no paré de ir a todos los campeonatos, cada vez me fue mejor. Iba a todas partes de Chile, algunas veces viajaba a Coquimbo y cuando llegaba la organización me decía que no iba a haber competencia de mujeres porque éramos muy pocas. Pero alegábamos, les decíamos que teníamos que competir, que no lo hacíamos para ganar si no para generar ese espacio. Eso era lo que más me importaba, generar el espacio para las mujeres, que otras vieran que sí podían andar en skate y que merecíamos el mismo espacio que los chicos. Pero igual tenías buenos resultados, ¿cuándo te tocó competir afuera? El 2015 había un mundial organizado por el Club Deportivo Ruedas en Ecuador, donde invitaban a una skater de cada país. Había gente de muchos lados. Yo me había hecho amiga de una skater ecuatoriana, así que cuando me invitaron, le pregunté si me podía alojar. Los pasajes los compré haciendo rifas y juntando plata, mis papás me ayudaron también. Me fue súper bien, salí segunda. Es un recuerdo súper lindo, me acuerdo de que lloraba. Cuando volví a Santiago mis papás estaban felices, mi papá hablaba de mi campeona aquí,

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mi campeona acá, jaja. Sentí que reconocían mi esfuerzo. Al año siguiente fui a otro torneo mundial, en Argentina. Salí cuarta, fue muy peleado, me di cuenta de que afuera había mucho nivel, tenía que seguir mejorando. Desde ese tiempo que he tenido el apoyo de mi familia. 5. Estudié recursos humanos en la USACH. También salí con honores. Hice la práctica en una empresa de metales pesados, me gustó mucho. Me ofrecieron quedarme, pero era imposible. Si me quedaba no iba a poder entrenar. ¿La carrera te gustó? Sí, mucho. ¿Y la vida universitaria? Mmm no, porque estaba tan enfocada en estudiar durante la semana que el fin de semana quería sólo andar en skate. No me quedaba a carretear, no me llamaba la atención. Si salía un viernes, el sábado no iba a poder andar porque iba a estar con caña o con sueño. Yo priorizaba siempre el skate, me iba muy temprano al skatepark para que me cundiera el día, era tan bacán no poder patinar en la semana y que llegara el finde y sólo dedicarlo al skate, sentirme libre y poder despejarme. La carrera me sirvió demasiado, porque yo en el skate convivo con mucha gente: gente de distintos estratos sociales, que sus papás son drogadictos, están presos o son ladrones. Yo he visto todas las realidades. Recursos Humanos es una pega de personas, así que siento que me ayudó mucho a desarrollar mis habilidades blandas cuando tengo que convivir o enseñar skate. Puedo compatibilizar cosas que me enseñaron con todo lo relacionado al skate. Cuando se supo que el Skate era olímpico, quedó la cagada. ¿Por qué? Hay muchos que creen que el skate es de la calle, sin reglas, y así tiene que morir. Yo respeto a los que piensan eso, pero yo creo que el skate es un deporte, y uno puede competir sin que pierda su esencia. Además, los hombres que suelen opinar no saben la realidad de nosotras, esta es la única oportunidad de poder vivir del skate, de ser deportista profesional y que se genere igualdad de condiciones, ya sea en la cantidad de cupos que existen para ambos géneros, la equidad en los premios, etc.

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Eso es lo beneficioso del skate olímpico, que el deporte sea reconocido y se pueda potenciar. Nadie obliga a nadie a competir ni a ser del team olímpico, todas las versiones de skate son válidas. Para mí, cuando empecé en el Alto Rendimiento, también fue raro: tener un entrenador, ir al gimnasio… Ir al gimnasio, ¡qué es esa hueá! Jaja. O Preocuparme de las comidas, antes tomaba desayuno y me iba a patinar, no volvía a comer como hasta las seis de la tarde. Mi almuerzo y el de mis amigos era una bebida Fruna y unos pancitos con chanchito, jaja. ¡Qué clásico! Pero una va entendiendo la importancia de comer bien, de hidratarse bien, y te acostumbras. ¿Cómo ha sido ser seleccionada nacional? Ha sido increíble poder viajar, competir con las mejores del mundo y representar al país. ¡Las que yo veo por videos, con ellas! Estar treinta o veinte del mundo, con competidoras de más de 150 países, eso me pone orgullosa. Y eso que cuando voy a competir afuera, me siento mala, jaja. Pero debe ser por la presión, ¿no? Sí, y es normal. Antes no trabaja tanto la parte mental, ahora lo veo con mi psicólogo. Pero pienso en que quizás no tengo todo lo que ellas tienen o siendo lo buenas que son, yo igual tengo resultados y estoy dando la pelea. Sé que lo estoy dando todo por el sueño de los Juegos Olímpicos, imagínate estar tan cerca de poder lograrlo, me ha costado mucho, y estando tan cerca no voy a darme por vencido. ¿Te sientes famosa? No me siento famosa, sí conocida. Pero porque llevo muchos años hueveando también, jaja. Siempre me piden consejos por redes sociales e intento responderles a todos, especialmente a las mujeres que quieren empezar en el skate, o a los papás y mamás de niñas o niños que quieren patinar. Es un deporte muy bonito, donde no existen diferencias entre personas, somos todos iguales y la persona que quiera patinar, puede hacerlo. A eso vuelvo siempre, cuando pierdo mi foco, recuerdo por qué empecé a patinar. La libertad, la perseverancia que le pones al intentar algún truco, es lo que me hace no darme por vencido independiente de las adversidades, por eso deben creer siempre en ustedes. La limitación está en tu mente.

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Nombre: Andrews Nicolás Salgado Chávez. Fecha de nacimiento: 6/10/2000. Deporte: Boxeo. Principales logros deportivos: Medalla de Plata Panamericano Juvenil Colorado Springs 2018 / 5º lugar Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018 / 5º lugar Mundial Juvenil Hungría 2018. 1. Tú llegaste al boxeo porque querías bajar de peso, ¿no? Sí, así fue. Cuando chico pesaba como 115 kilos, y como todo niño quería ser futbolista y jugar a la pelota. ¿115 kilos a qué edad? 13, 14 años. Me puse bueno para comer y con mala alimentación, eso más que nada. ¿Te acuerdas bien de esa época, estabas preocupado por tu peso? Sí, hubo un tiempo que me preocupaba: cuando quería estar en la selección de fútbol del colegio. Y con 115 kilos no iba a ser muy fácil. Claro. Igual no era bajo, pero me dijeron que tenía que bajar. Me motivé un poquito, salía a trotar en las noches con mi primo más chico. ¿Y te daban permiso? Sí, porque estaba con mi güeli y ella se sentaba un ratito en la plaza mientras nosotros trotábamos. Hasta que logré entrar al equipo. ¿El trote te sirvió? ¿Bajaste de peso? No, pero ya tenía mejor resistencia física y trataba de cuidarme con las comidas, pero con la abuelita… jaja, era chico, no me preocupaba tanto del físico. ¿De qué jugabas? De defensa o de arquero, pero me gustaba ser defensa. También jugué básquetbol, hice lanzamiento de la bala, del disco. Me gustaban, pero no me llamaban la atención. Me enganchó mucho más el fútbol, hasta que un día un amigo del block me comentó que estaba yendo a hacer boxeo. Le dije pucha, invítame, pa’ bajar un poco de peso. ¿Cuántos años tenías?

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14, los había cumplido hace poco. La cosa es que fuimos con su primo y con su hermano. Me gustó, empecé a ir todos los días. Era un galpón grande, que tenía box y escalada. ¿Te acuerdas cómo fue la primera vez? Agotador. En un momento no daba más. No podía trotar ni cien metros, me dolían los tobillos, las rodillas, me cansaba. El profe empezó de lo más básico pa’ que uno aprendiera. Los pasos, los golpes rectos, después los golpes curvos, conceptos más técnicos. Después de eso me empecé a dar cuenta de que estábamos llegando muy tarde siempre, así que empecé a irme más temprano yo solo. Me iba trotando, hasta que empecé a durar más. Pude trotar hasta como una hora, antes de que abrieran el gimnasio. Pura motivación tuya. Sí, el profe vio que tenía condiciones y empezó a meterme en los circuitos de los grandes, que llevaban más tiempo e iban más avanzados. Un día me dijo a ver, cabrito, pésate. 115 kilos. Tenís que bajar. Y empecé a bajar. En un mes, siete kilos. ¿En un mes? En un mes. Me puse a dieta. Le dije a mi mamá que me preparara cosas más livianas, y a pura agua. No tomaba bebida, jugos, nada. No comía comida chatarra, me empecé a cuidar. Estaba motivado y seguí bajando harto de peso. Hasta que supe que estaban haciendo una preselección juvenil, y me mandaron a mí. ¿Pero todavía no peleabas? Todavía no peleaba, pero había hecho sparring en entrenamiento. ¿Y cómo fue? Sentía mucho los golpes, no los asimilaba bien. Pero fui al selectivo y me concentré un mes en la Federación, alojando allá. Éramos como 30. Hasta que me dicen llegó tu momento, vas a tener una pelea. Ahí mismo peleé con un cabro de Rancagua, creo. Él pesaba 105 kilos y yo estaba pesando 88. ¡¿88 kilos?! ¿Cómo bajaste tanto?

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Seguí haciendo dieta y deporte. Incluso mi peso mínimo fue 77 kilos, en un año o un año y medio. ¿Tu mamá qué decía? Que me veía mejor, jaja. Pero al principio no le gustaba, por los golpes y todo eso. Como toda mamá que se preocupa por su hijo. Hasta que hice esa primera pelea y me dijo avísame, pero no le avisé, jaja. Y cuando publiqué que había ganado la pelea, me quería matar. Pero estaba contenta, obviamente. ¿Te acuerdas bien de esa primera pelea en la Federación? En el calentamiento estaba muy ansioso, con el pulso a mil, la adrenalina no te la imaginai. Cuando me subí al ring sentía las piernas súper pesadas, pero cuando suena la campana me sentí más liviano. Oh, estuvo buena esa pelea… ¿Estuvo peleada? No, le saqué la chucha, jaja. Y eso que él tenía más experiencia: tenía ocho combates, y yo nada. ¿Cómo es la sensación de ganar? Es fantástico. La alegría, no te la imaginai. Yo siempre me preparo para hacer lo mejor, y no sé cómo él se está preparando. Puede que sea más fuerte, o puede que no. Pero trato de no mirar en menos nunca a mi rival. En el ring puede pasar cualquier cosa. 2. Yo soy de San Bernardo, pero hubo un problema en la casa y me tuve que cambiar. Ahora estoy viviendo en El Bosque. Viví toda mi infancia en San Bernardo, todavía no me acostumbro donde estoy. ¿Hace cuánto te fuiste? Hace más de un año. Estuve viviendo en Cerrillos con mi tío, pero hubo problemas, buscamos arriendo y encontramos donde estamos ahora, en El Bosque. ¿Con quién vivías? Con mi mamá, mi güeli, mi tío y mis hermanos. Tengo dos hermanos mayores. Uno tiene 30 y el otro tiene 25. Yo tengo 20. Vivíamos juntos en la casa de San Bernardo.

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¿Se llevaban bien? Sólo hermanos hombres, ahí tuviste que aprender a pelear. Sí, jaja. A veces jugábamos a la lucha libre y siempre salía perdiendo. Mi mamá trabajaba y mi abuela también, entonces yo me quedaba con mis hermanos. Mi mamá era maestra de cocina o hacía almuerzos independiente. Cuando se quedaba sin pega, era dueña de casa. Ahora trabaja en un banco como auxiliar de aseo. ¿Cómo te iba en el colegio? ¿La verdad? La verdad. Al principio me iba bien, pero después cuando fui creciendo me dedicaba más al desorden. Me costaba estudiar. Hablan por allá y hablan por acá y me desconcentro. Me cuesta entender las cosas. Estaba dedicado a jugar, como todo niño. Y en el momento en que entré al deporte mi mamá me amenazaba con cortarlo si no iba al colegio. Hubo un momento en que iba al entrenamiento y a la mañana siguiente no me levantaba. Ahí ya no le gustaba tanto. Claro, fue a hablar con el profe y todo. Y yo estaba cansado, derrotado, pero ponía la alarma y después era de los primeros en llegar. El boxeo cambió mi personalidad, andaba más tranquilo. Era desordenado, pero nunca anduve en malos pasos, independiente del sector donde vivía. Es un sector malo. Tenía compañeros en esa. Yo siempre fui solo con mi mamá, nunca tuve un rol de papá. Ella hacía de los dos, por eso soy como soy hoy en día. ¿Por qué crees que, si era fácil caer en esos malos pasos, tú no caíste? ¿Por tu mamá? Por mi mamá, mis hermanos, mi tío, todos en la familia estaban pendientes. Si salía de la casa, aunque fuera al lado, tenía que avisar, o me retaban. Una vez fui a la casa de un amigo en el block del frente y le avisé a mi hermano. Mi mamá me fue a buscar pa’ allá y no estaba, casi me pega, jaja. Te tenían cortito.

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Sí po’, hasta ahora. ¿Tus hermanos que hacen hoy? Mi hermano grande es tatuador. No me tatúo con nadie si no es él, jaja. Y el del medio tiene su familia, trabaja, se metió a estudiar de nuevo. Y yo en el deporte. ¿Los ves como ejemplo? Igual sí, aunque yo creo que ellos me ven como ejemplo a mí, jaja. ¿Por qué? No sé, pucha, mi hermano mayor decía que iba a viajar primero que yo, y terminé viajando yo primero. Y mi hermano del medio se ponía un poco celoso de mí, pero es como un celo bueno. Él quiere que surja y todo eso. 3. Después del selectivo, estuve dos o tres meses yendo al liceo. Estaba en I Medio. Y un día me llaman para decir que ya estaba en la selección. Y yo contento, mi mamá me fue a dejar y todo. Estuve un año preparándome, viviendo fuera de mi casa. Un tiempo en la Federación y después en el CEO. ¿Cómo fue vivir un año fuera de la casa? Tan chico, además, con quince años. Los entrenamientos eran muy fuertes, no los asimilaba bien. Era niño igual, me puse a llorar no sé cuántas veces. A mí mamá le dio un infarto en esa época, la operaron del corazón. Entonces te daban más ganas de estar en la casa. ¿Pensaste en irte? Sí, quería puro irme. ¿Qué te frenó? Que ya estaba allá. Me tomé un tiempo, como un mes, pero mi cuerpo me pedía boxeo. ¿Cómo lo hacías con el colegio? Estudiaba en el CAR del Estadio Nacional, daba exámenes libres, pero quedé repitiendo. Después de los entrenamientos quedaba demasiado cansado, y, como te explicaba, a mí me cuesta entender. Aparte los profes explicaban demasiado rápido. Ahora hice dos por uno, pasé a tercero y cuarto, estoy viendo dónde terminar. Sé que tengo que hacerlo.

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La preparación era para los Juegos Suramericanos de la Juventud, que fueron acá el 2017. Hasta que me dijeron que en mi categoría no iba a poder competir, porque era sólo hasta el 2001 y yo era del 2000. Que si quería pelear tenía que bajar a 75 kilos, pero no iba a poder hacerlo. Dije que no. Igual fuerte estar concentrado un año preparando una competencia y no poder pelear, ¿no? Pero yo seguí entrenando en mi gimnasio en San Bernardo, preparando los nacionales y otros selectivos. Hasta que hubo un selectivo donde no había categoría 91 kilos, mi categoría hasta el día de hoy, y me avisaron dos semanas antes. ¿Selectivo para qué? Para el Panamericano Juvenil en Colorado, Estados Unidos. Y ahí podía clasificar al Mundial y a los Juegos Olímpicos de la Juventud. Y dije ya, tengo que ir. ¿A cuánto peso tenías que bajar? A 81. ¡¿10 kilos?! Más, en ese tiempo estaba pesando 95… Cerré la boca no más. Entrenaba tres veces al día con sauna, no comía nada. Pero en algún momento tenías que comer algo. Me comía la mitad de la mitad de una manzana y me tomaba un vaso de agua. ¿Al día? Al día. Si alguien hubiera sabido que estabas haciendo eso, te pegaba en la cabeza. Mi profe me retaba, me decía que tenía que comer, pero yo quería participar en ese selectivo como fuera. Di el peso y pude competir. Gané la semifinal, estuvo dura la pelea porque era un indio con el que peleé. ¿Un indio?

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Un huaso po’, jaja. Era duro. Le gané, pasé a la final y ahí me pude alimentar bien. Gané la final y me nominaron. ¿Tu cuerpo no daba signos de que estabas peleando después de haber bajado 14 kilos? Me cansaba más, pero me sentía mucho más rápido, más explosivo. Viajamos a Estados Unidos y allá tuve tres combates. ¿Cómo fue viajar al extranjero, ir en avión? No sentí nervios, nada. Se movió un poco, nada en especial, es como viajar en bus, pero volando, jaja. Me gané al lado de la ventana altiro, pa’ ver qué se veía. ¿Estuvo bueno el viaje? Sí, pero estaba súper concentrado, entrenando o en nuestra habitación. Igual el hotel estaba en la carretera, así que no había mucho que conocer, jaja. Cinco estrellas el hotel, súper cómodo, todos bien amables. A la hora de subir al ring, nervioso. Nervioso. La misma adrenalina que en mi primera pelea, pero mucho más. Porque pelear afuera de tu país, internacionalmente, con público extranjero… Qué iba a pensar la gente que estaba en Chile si yo perdía. Tenía el mundo encima, una preocupación. La primera pelea fue con Canadá. Yo no sabía que estábamos en altura, no sabía. El primer round, normal. Salgo al segundo ya me cansé. El tercero, muerto. Quería puro bajarme. Termina el combate, el réferi nos llama al centro del ring y dicen the red corner, Chile. Y yo contento, me saqué un peso de encima. ¿Y sentiste que ganaste bien o estaba parejo? No estaba preocupado de si estaba ganando o no, estaba preocupado de no morirme, que pasaran luego los tres minutos, jaja. Pasé a semifinales y tenía que pelear con uno de Guatemala. Ya me sentía un poco más suelto, con ansiedad, pero no tanto como en la primera. En el segundo round le gané por knock out técnico, el réferi suspendió el combate porque él estaba recibiendo muchos golpes. Y en la final ya estaba más suelto y tranquilo. Me tocó con un americano grande, sus brazos eran como un tronco. Sonó la campana y lo mantuve a distancia, hasta que me mandó un cruzado fuerte. Traté de mantenerme,

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le metí tres o cuatro manos fuertes pero el hueón iba pa’ adelante, pa’ adelante. Ni le moví la cabeza, ni un gesto. Me calzó en la esquina y me metió una mano al hígado. Me arrodillé solo, las piernas me temblaron. Me contaron hasta ocho y me levanté, pero el réferi suspendió el combate. ¿Primera vez que perdías? Primera vez. ¿Cómo fue esa sensación? No sentí pena, representar a Chile fuera del país y traer una medalla… ya estaba pagado. Poco después volví a entrenar en San Bernardo. Un día iba trotando y me saqué la cresta: me tropecé y me caí. Me sacudí y seguí trotando para ir al gimnasio, y justo me llama Paris Inostroza. Hola, Andrews, estás clasificado para los Juegos Olímpicos de la Juventud. Y yo contento, apuré el paso y me fui corriendo a contarle al profe. Pero antes fuimos al Mundial Juvenil en Hungría. Estuvimos dos meses preparándonos. Este era tu tercer viaje ya. Y tu hermano todavía no llevaba ninguno. Ninguno, jaja. ¿Te gustó Budapest? Era como Santiago. Pero los edificios eran como castillos, esa era la diferencia. En las calles no había nada de tierra. Y bonita las mujeres, jaja. Todas rubias de ojos azules. La primera pelea fue con Puerto Rico. Apretado, pero salí adelante con el combate. Hice dos o tres cuentas. Se acaba y el réferi nos llama al centro del ring, y de nuevo escuchar the blue corner, un alivio. Es llamativo que sea alivio y no felicidad. Alivio y felicidad. Al día siguiente me tocó pelear con Argelia. Un poco cerrado el combate, y se lo dieron a él. Mi entrenador me dijo que lo habíamos ganado, yo también lo sentí. Si hubiera ganado, al menos hubiéramos tenido un bronce mundial. Quedamos quintos, me sirvió mucho como experiencia.

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¿Cómo fue ir a unos Juegos Olímpicos, aunque fueran de la Juventud? Fue espectacular, llegar a la Villa Olímpica fue de otro mundo. En mi primera pelea me tocó de nuevo con el puertorriqueño, el mismo del Mundial. Pero le tomó un respeto a mi pegada, entraba y salía. Yo me frustré y no supe qué hacer. Pensé que iba a ser el mismo combate, pero no. Encontré el ring más grande, me costó pillarlo. Perdí. Después peleé con un kazajo, también entraba y salía, se movía. Cuando le pegaba, lo mazamorreaba entero. Pero no se me acercaba. No supe acomodarme a las distancias. Me dio lata, porque sentía que podía traer una medalla. Pero se me fueron un poco encima los problemas familiares que tenía en Chile, me llamaban para decirme que había problemas con el arriendo, que los iban a echar de la casa. Es bien fácil desconcentrarse cuando tienes 17 años, estás en los Juegos Olímpicos de la Juventud… ¡Y que me llamen pa’ problemas! Pero en un momento me relajé, dije si pierdo los tres combates van a decir este hueón vino a puro pasear. Así que saqué todo en el último, donde peleé con Samoa. Saqué todo, metí manos por todas partes. Gané unánime, quedé contento. 4. El año en que estuve viviendo fuera de mi casa desaparecí del barrio. Me fui demasiado gordo y volví flaco. A mi mamá le preguntaban: señora Ximena, ¿su hijo está en las drogas? Me veían todo chupado y con ojeras. Mamá, cuando te pregunten diles que sí, no más, jaja. Viejas copuchentas, les gusta la vida privada de las otras personas. Así que un día le preguntaron y dijo “Mi hijo se metió en la pasta”. ¿Eso dijo tu mamá? Jaja. Sí, jaja. Y la señora le decía pucha, qué mala. Pero después se dieron cuenta, me veían con los guantes, con ropa deportiva, etcétera. A la gente le gusta hablar mal de las personas. ¿En qué momento te das cuenta de que eres bueno? Es que a mí no me costó aprender la técnica, nada. Pero en resultados, ser campeón de Chile, viajar, traer resultados. Todos los boxeadores tienen un sobrenombre. ¿Cuál es el tuyo? Como empecé de muy chico, mi profe me puso “El Pequeño Gigante”. Y

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con ese me quedé. ¿Ves los videos de tus combates? Sí. Cuando estoy aburrido, o cuando me entran muchas ganas de pelear. ¿Cómo es verse peleando? Es distinto. Cuando peleó siento que me sale todo mal, todo mal. No me acomodo, no me desplazo bien. Sientes que no estás peleando bien. Claro, pero a la hora de ver el video me relajo. Ah, lo hice bien. Me lesioné de las manos y no pude ir al clasificatorio para los Juegos Panamericanos de Lima el 2019. Estaba entrenando con sacos muy duros, se volvió crónico. Pero ahora me estoy vendando mucho mejor, me compro unos geles, me pongo tape. Trato de no pegarle tan duro al saco, eso me caga las manos. Pero ese año sí peleé en mi primer nacional adulto, y arrasé. Me tocó con el campeón defensor en la semifinal, me lo comí. Me dijeron que le robé hasta el apodo, jaja. Y en la final peleé con uno de Curicó, parecía un ogro. Pero no supo qué hacer con mi velocidad. En el segundo round le meto un derechazo y un cruzado. Pararon el combate, campeón de Chile. ¿Contento o aliviado? Nooo, contento. Salir campeón en Cadetes, Juvenil y Adulto es un logro. Y todo porque querías bajar de peso. Claro. Ahora estamos entrenando fuerte, vamos a viajar a Puerto Rico a prepararnos para el Preolímpico. ¿Cómo fue el año de pandemia, sin competir? ¿Muy complicado? Sí. Estaba en la casa, con mi mamá. Volví a subir de peso, pero como tengo más masa muscular no se me notaba tanto. Llegué a los 105 kilos otra vez. Quería puro entrenar, me sentía incómodo, me sentía guatón. Y además donde estamos viviendo es demasiado chico. ¿Dónde están viviendo? En El Bosque, en la Santa Laura.

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¿Y por qué se fueron de San Bernardo? Tuvimos problemas con el arriendo, mi tío ya se había ido con mi abueli a Cerrillos. Yo estaba viviendo en el CAR, pero mi mamá me pidió que hablara con mi tío a ver si nos recibían. Algo dice que te haya pedido eso y no lo haya llamado ella. Como soy el regalón de él… Me dijo que sí, estuvimos tres meses. Pero hubo problemas de convivencia y nos cambiamos al departamento de ahora. Igual me iba a la casa de un amigo en San Bernardo y entrenaba con otro amigo, que es basquetbolista callejero. Le pusimos “la habitación del tiempo”. Teníamos sus pesas, cuerdas, mancuernas, de todo ahí. Hacíamos abdominales, corríamos en la calle. Ahí recuperé algo de físico. Después de la Federación nos dicen que tenemos que empezar a entrenar por zoom, pero era re incómodo. Tenía que entrenar en la calle, con el celular enfocando. Pero me quedé sin internet, tenía sólo para whatsapp. Y cagué. Así que pregunté qué tenía que hacer y entrenaba yo sólo, hasta que nos dieron los permisos para volver al CAR. Yo dije toda la verdad: profe, sinceramente, yo no salía a correr, porque no tenía dónde. Lo que sí trabajaba era fuerza, sentadillas, flexiones de brazos. Pero empecé a agarrar la forma física, y hasta ahora seguimos entrenando para el Preolímpico. Tienes que ganar el Preolímpico para ir a Tokio, sólo hay un cupo por categoría. ¿Muy difícil? Sí, está difícil. Pero no imposible. Estoy motivado. ¿Te ves boxeando por mucho tiempo más? No sé si pa’ siempre, pero quiero ir a Megaeventos y pienso en Santiago 2023 y los Juegos Olímpicos de París, un cupo ahí. ¿En algún momento miras para atrás, pensando que fuiste al gimnasio para bajar la guata y estás ahora tratando de clasificar a unos Juegos Olímpicos? A veces retrocedo el tiempo y me digo a mi mismo: si no estuviera en el deporte, ¿qué estaría haciendo ahora? Me hubiese perdido. Me gustaba andar callejeando hasta tarde. Fue bueno meterme al deporte. ¿Qué te da miedo? No poder cumplir mis sueños.

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¿Cuáles son? Clasificar a unos Juegos Olímpicos. Y ser reconocido en Chile. Que se acuerden de mi nombre.

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Nombre: Mary Dee Vargas Ley. Fecha de nacimiento: 7 de diciembre de 1996. Deporte: Judo. Principales logros deportivos: Medalla de oro Campeonato Panamericano de Judo México 2021 / Medalla de bronce Juegos Panamericanos Lima 2019 / Medalla de bronce Juegos Suramericanos Cochabamba 2018 / Medalla de bronce Juegos Bolivarianos Santa Marta 2017. 1. En mi familia somos cuatro: mis papás, mi hermano y yo. Mis papás trabajan en el área de la salud, son tecnólogos médicos, así que han estado bien comprometidos en esta época de pandemia. Han estado a full, pero a la vez contentos de hacer una labor que colabore realmente con esta situación. Mucha gente ha tenido el lujo de trabajar desde sus casas, pero ellos tienen que ir a los centros de salud jornadas largas y subirse al transporte público, entonces es un poco complicado. Pero lo han hecho gustosos porque saben que va a ser beneficioso para la gente. En ese sentido son admirables. Mi hermano tiene 19 años, tengo una muy buena relación con él y pasó a ser parte fundamental de este proceso. Él practica judo y ahora en la pandemia pudimos practicar juntos, cuando yo no tenía con quién más hacerlo. Siempre estuvo dispuesto, si yo me levantaba a las siete de la mañana a entrenar, él se levantaba conmigo. Encontraste un sparring en tu casa, un lujo en tiempos de estar encerrados. Así es. Además, él está estudiando cocina en un instituto francés, así que me ayuda con la alimentación y todo eso. El sparring perfecto. Jaja, sí. ¿Cómo empezaste en el judo? Empecé a los cinco años. Mi papá practicaba judo, incluso entró a la universidad con beca deportiva. Le gustaba mucho, así que cuando quiso buscar un deporte que pudiéramos practicar en familia, lo eligió. Andábamos siempre todos juntos en los torneos. Pero él es bien perfeccionista, y en realidad yo también lo soy, así que nunca quisimos que fuera algo muy amateur, como “bueno, vamos a hacer deporte”, sino que se le pudiera exprimir y sacar provecho.

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¿Y tú pensabas así tan chica incluso? Lo que pasa es que no había muchas instancias para profesionalizarse, pero en el CAR del Estadio Nacional ya había un Centro de Entrenamiento Regional, entonces a los 13 años yo ya pertenecía a un CER, con un nivel de competencia detrás. Entonces cuando empiezas a los cinco años sí era para pasarlo bien y hacer deporte, no creo que hayas ido pensando en ser la mejor de Chile… ¿o sí? No sé, quizás las dos cosas. Siempre mi papá lo visualizó en alto: si estamos invirtiendo tiempo y lucas en esto, ojalá que sea productivo. Y en verdad a mí se me dio muy temprano la competición y a un niño no le gusta perder, le gusta ir creciendo. Así que al final una cosa llevó a la otra. Entrenaba al principio en el Club de Carabineros, que era uno de los mejores de la época y nos llamaba la atención. Fue una buena decisión creo, lo pasaba bien con mis compañeros, viajando. ¿Tienes recuerdos de muy chica en el judo? Sí, sí. En verdad era como un estilo de vida. No tienes recuerdos que no sean de judo, jaja. Jaja, ¡no tengo más recuerdos! Salía del colegio y me iba directo a entrenar. Tenía que estudiar en el auto, media apurada, y a la vuelta seguía estudiando, cansada. Al otro día la prueba, clases, entrenamiento y así sucesivamente. ¿Te parecía natural? Siempre me pareció muy normal. Ahora, en mi experiencia personal aprendí que es mucho para un niño pequeño. Llegó un punto en que no quise ver más el deporte, y fue algo que les pasó a muchos compañeros que entrenaban conmigo en ese momento: eran grandes exponentes del judo y hoy en día no queda ninguno. Es súper recomendable respetar las etapas del niño. Creo que quizás a mí me lanzaron muy por la borda, jaja. Entrenaba con niños y con adultos. Me acuerdo mucho de en ese entonces ver fotos de una de las chicas más reconocidas a nivel mundial y que hoy es una de las mujeres con mayores logros en el judo, una japonesa, tenía su foto pegada en mi pieza. Yo quería ser como ella.

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Nunca me tocó salir al extranjero cuando era pequeña, o porque no clasifiqué o porque no fui al torneo. Pero el nivel nacional en ese entonces era más que suficiente, siempre tuve buenos resultados. Me llevó a formar mi carácter, siempre fui la categoría más pequeña, siempre me tocaba pelear con alguien más grande o luchar con niños. ¿Crees que fue sobre exigirte hacerte entrenar con adultos? Mi padre siempre fue bastante exigente, entonces quizás él veía que era una opción de sobresalir y también para poder compartir con él. Eran varias cosas que hacían que le dedicara todavía más horas al deporte. Nunca me lo cuestioné demasiado. Mis preocupaciones eran otras en ese momento: si lo estaba haciendo bien o no, si me iba bien en el torneo o no. Nunca me pase la película de decir quizás estamos haciendo mucho. Me llevó a tener la disciplina que tengo hoy. 2. Que me fuera bien en el colegio siempre fue un requisito para poder seguir en el deporte. No significaba que podía faltar a un entrenamiento, pero si me tenía que acostar más tarde para estudiar y que me fuera bien, lo iba a hacer. Mi mamá me ayudaba y siempre me preguntaba si me gustaba el judo, si quería seguir, etc. Yo le decía que sí, que me gustaba. Hasta que no te gustó más. Pasaron varias cosas en ese minuto, me lesioné y me dolía mucho la espalda. Además, estaba pasando por una etapa de desgaste, junto con un período de adolescencia medio crítico. Dije ya no quiero hacer más, y se acabó. ¿Tu papá no lo cuestionó? No, si yo no quería hacerlo no me iba a obligar. Aunque al final sola volví, tuve que verlo diferente y hacerme cargo yo. ¿Cómo fueron esos cuatro años sin judo? Fueron cuatro años importantes, ese período adolescente tiene dos opciones en el deporte: o marca una diferencia muy tangible, haciendo una buena base como juvenil, o la otra opción es quemarse y no quieres saber más del deporte. Eso le pasó al grupo que estaba conmigo en ese entonces, la mayoría era muy bueno y tenían muchas opciones para salir, pero se quemaron y no quisieron seguir.

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Cuando dices se quemaron, ¿es aburrirse o no aguantar la presión? Un poco de todo. Es propio de la edad también, decidir si es que te quieres dedicar a eso o no es algo importante. Y a mí entre comillas no me tocó hacerlo, jaja, me salté esa parte. Después estaba arrepentida, porque eran cuatro años donde pude haber mejorado mucho, pero también viví otras cosas que me permiten estar mucho más tranquila y decir yo ya lo hice: ya sé qué hay fuera del judo, ya generé lazos, ya conocí lugares. Y ahora mi interés es casi exclusivo para el deporte, me permite verlo de esa forma. Yo quizás me retiré a tiempo, me tomé toda la enseñanza media libre, fui una adolescente normal, carretié, la pasé bien, estudié y saqué mi cuarto medio impecable. Y ahí dije ahora qué hago, jaja. Salí del colegio y me tomé un año. Di la prueba el año 2014, y podía guardar el puntaje. ¿Te fue bien en la PSU? Yo me había preparado para poder estudiar lo que quisiera, en la universidad que quisiera. Buen plan. Y con el puntaje en mano podía elegir lo que quisiera. No quería medicina, jaja, así que para todas las demás me alcanzaba perfectamente. Ese año libre aproveché de aprender idiomas, me perfeccioné en inglés y fue una muy buena decisión, especialmente ahora que me toca viajar por el mundo. ¿Y te acordaste de que eras buena para el judo? Uno de mis focos era hacer algo más como de servicio, pero no sabía bien a qué meterme, quizás entrar a alguna Escuela de las Fuerzas Armadas, a la PDI o algo así. Pero independiente de lo que eligiera tenía que dar una prueba deportiva, entonces tenía que hacer algo de acondicionamiento físico. Y no había hecho deporte en cuatro años. Se empezó a correr la voz de que en el CEO estaban entrenando dos españoles con muy buena base en preparación física. La otra opción era sacar de mi bolsillo plata y prepárame en un gimnasio. Así que dije vamos. ¿Y por qué querías entrar a las Fuerzas Armadas si tu familia no tenía alguna relación especial con ese mundo? Y tenías notas para estudiar lo que quisieras. Yo creo que era porque estaba muy perdida en términos de vocación, y

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veía que una manera de servir a la sociedad o aportar en algo podía ser de esa forma. No se me ocurría nada más. ¿Tus papás qué decían? ¿Cara de póquer? Ellos me miraban no más, jaja. Como diciendo bueno, si eso quiere. Me dijeron veamos, tómate este año, medítalo, puedes estudiar lo que quieras. Quizás en ese momento pensaron que era muy inmadura como para decidir realmente lo que quería. Y fue un buen consejo. Fue un buen consejo, una buena idea. Así que fui ver si podía hacer la preparación física con los entrenadores españoles del judo y me dijeron no existe esa posibilidad, la única opción es que tú entres al sistema del judo en el CEO, entrenar todos los días como entrenan todos los seleccionados y si algún día te ven brillar, te van a invitar a los entrenamientos de la mañana, que son los de preparación física. No te podemos preparar físicamente para algo que no tiene nada que ver con el judo. Tenía sentido. Y yo dije chuta, me están poniendo requisitos que en verdad no quería. Pero bueno, a medida que empecé a entrenar me empecé a encantar de nuevo, me entretenía, había gente que no conocía… ¿Te salió natural? Sí, pero tuve que aprender básicamente de nuevo, me enseñaron muchas cosas. La manera en que Javier Madera, uno de los profes, enseñaba el judo, me llamó mucho la atención, me hizo mucha coherencia. Y de la nada ya me habían invitado al grupo de la preparación física, ya estaba entrenando mañana y tarde full y era una deportista de alto rendimiento. 3. A fines de ese año tuve la posibilidad de viajar a un Sudamericano, en Bolivia. Me dijeron prueba y ve si te gusta. Así que fui y salí segundo lugar y con eso entré al Proddar. Se dio. ¿Y cómo fue esa primera competencia internacional? Fue súper diferente, no iba con mi familia, había hecho una preparación con un equipo y no iba con la presión de sacar un resultado, era hacer lo mejor que pudiera. Fue una muy buena experiencia. Quedé contenta, y se me abrieron las puertas. No era un gran torneo, pero ya estaba al nivel del resto. Y desde ahí me fui por un tubo, jaja, aspirar a ser siempre mejor de

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lo que había logrado antes. Me tocó además una seguidilla de eventos: Juegos Bolivarianos, Suramericanos, Panamericanos, etc. Y todos me decían genial, vas a ir a unos Juegos. Y yo decía genial, pero nunca he estado en unos Juegos, así que no sé qué significa, jaja. Para mí todo esto ha sido la primera experiencia, la primera vez que me encontraba con oponentes que todos conocían, pero yo no tenía idea con quién estaba peleando. Entonces ganarle no era algo que psicológicamente me significara demasiado. Me decían “Oh, le ganaste a no se quién”, y yo decía bacán, pero no sé quién es, jaja. Todo se dio como en esa ley de ir avanzando a ciegas, cada vez en un grupo más pequeño hasta llegar donde estamos ahora, cerca de clasificar a unos Juegos Olímpicos. Después del resultado en el Sudamericano de Bolivia, los profes me preguntaron bueno, y vas a ir a hacer las pruebas físicas o te vas a quedar con nosotros. Me voy a quedar con ustedes. Me gusta lo que hago, es primera vez que me siento llena haciendo algo. OK, entonces tienes que ver qué vas a estudiar. Siempre fui buena para las artes manuales y los dibujos, y para matemáticas también. Entonces no era tan difícil ver qué carrera tenía que elegir, aunque yo nunca quise verla, jaja. Entré a Arquitectura en la UC y me gustó mucho, hasta el día de hoy me engancha. Sigo estudiando, se me ha hecho largo. He tenido que moderar la carga académica para poder hacerme cargo de todo, pero no hay apuro. ¿Entienden que tienes otro ritmo? El deporte me ha hecho vivir de manera única la carrera universitaria, he tenido que ser muy eficiente con el poco tiempo que tengo. Pero ya me conocen y me ayudan en la facultad. Antes los profes me decían en verdad no vengas a mi clase si vas a faltar y ahora es como bienvenida, qué bueno que pudiste venir. Yo siempre estoy pendiente de avisar: no estoy en tu clase no porque me quedé dormida sino porque estoy compitiendo en algún rincón del mundo y son las cuatro de la mañana y te estoy mandando este mail. Lo mismo con los profes de taller, les digo que voy a faltar tres semanas y que me den la pega de esas semanas y la dejo lista antes de irme y estamos saldados. Entonces hago diez maquetas al día mientras mis compañeros tienen que hacer una, y me miran diciendo cómo lo hace, y yo tampoco sé cómo lo

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hago, pero tengo que hacerlo porque es la única manera, jaja. 4. En los Bolivarianos 2017 tuve mi primer viaje como parte del Team Chile. Fue entretenido ver cómo funciona todo como un equipo. Saque medalla de bronce, estaba contenta, pero entendiendo la dinámica que vendría por los siguientes años: siempre ir a buscar un poco más en el próximo desafío. Además, en ese minuto uno ya sabe que en un par de años más hay Juegos Olímpicos y que podría existir la posibilidad de llegar a prepararse para clasificar. Los profes trabajaban así. ¿Quieres pertenecer al mejor grupo? El mejor grupo va para allá. Eso detonó un poco esa intención y ha pasado todo muy rápido, un poco vertiginoso. Ha pasado demasiada agua bajo el puente, nunca lo dimensioné. ¿Te han dado ganas de parar de nuevo? No, no creo. Ese trabajo que hice desde pequeña con la intención de siempre ser mejor me ha hecho levantarme y decir si el año pasado tuve un resultado, este año tiene que ser mejor. Por lo menos en mi cabeza no hay más opciones. Ha sido contundente, he ido llenando mi bolsita con herramientas que me van a ayudar a cada vez ser un poco mejor. ¿Tu papá se mete en la parte técnica? Nooo, no. En el nivel en que estamos, apuntando a unos Juegos Olímpicos, creo que por lo menos acá en Chile el único que tiene la capacidad de controlar y aportar a lo que estamos haciendo es Jerome, nuestro entrenador. Te lo pregunto porque no pocas veces los papás opinan de temas técnicos, incluso sin ser practicantes de esa disciplina. Eso existe, pero no sólo de parte de mis padres, sino que también de otros entrenadores o gente del judo que me conoce desde hace mucho tiempo, entonces creen que es una manera de aportar. Creo que mi personalidad no es descortés, no le voy a decir a nadie no necesito tu ayuda, pero más allá de escucharlo, es un poco una falta de respeto al trabajo que hacemos nosotros. Con la experiencia que hemos ido acumulando es más que suficiente para darnos cuenta si en un torneo lo hiciste bien o mal, o qué tienes que mejorar. Es una pauta que trabajamos ni siquiera día a día: hora a hora yo estoy trabajando mi mente para ver qué puedo mejorar. Me duermo pensando en eso y me acuesto pensando en eso. Que alguien te quiera aportar no es malo, lo ve desde su vereda, pero nuestro coach ya sabe para dónde van todas las cosas.

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Yo caí en el lugar indicado en el momento indicado, todo se dio súper bien. Me ha contribuido mucho a sentir esa confianza de decir estamos aquí, las oportunidades se me han dado y creo que he trabajado mucho para aprovecharlas. Una vez que viajé a competir mis ojos brillaron y dije aquí está lo que me gusta, sentir esa adrenalina con gente que realmente te hace sentir peligro. Y después de eso ya era adictivo. Es interesante eso, adicción a sentir que la competidora al frente tuyo te quiere matar. ¡Sí! Hay muchos que tienen adicción por el viaje, que para mí es bonito y te da experiencia, pero estar en un torneo, en otro lado del mundo con mucha gente y que todos quieran lo mismo, esa medalla, es un sentimiento que no experimento en ninguna otra faceta de mi vida. Esa adrenalina de estar ahí y pelear con otra persona es lo que me mantiene viva, es por lo que hago todo el trabajo que hago hoy en día. En 2018 fuimos a Cochabamba, también gané un bronce. Habíamos hecho una súper buena preparación, nos habíamos ido a Valle Nevado para habituarnos en altura. Me tocó competir con una chica con la que había competido dos veces, ella no iba tan bien preparada y aun así me ganó. Es brasileña, se llama Larissa Farías, es con quien peleé después en los Juegos Panamericanos. Ah, tiene final feliz esta historia. ¿Y por qué dices que no estaba tan bien preparada? Porque Brasil no hizo preparación en altura, nosotros física y psicológicamente estábamos como moto, muy bien. Iba muy preparada pero tampoco nunca había estado en un evento así. ¿Qué pasa en tu cabeza cuando pierdes un combate sabiendo que estabas mejor preparada? Es súper difícil. Se esperaba un buen resultado, se entendía que ya había tenido otros buenos resultados. Pero tenía que dar el paso. Para los Juegos Panamericanos del 2019 hicimos un estudio muy concienzudo de las rivales, teníamos que saberlo todos. Ese año en el Panamericano específico no tuve buenos resultados, y había sido muy difícil para mí. Iba muy irregular. A la mitad del año decidí empezar todo de nuevo, intentar dar vuelta la página. Cada vez que me subía a la trotadora era con los Juegos Panamericanos en mente, fue un cambio de switch.

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Creo que fue la primera vez que me preparé así de bien para un torneo, me sentía bien aun cuando no sabía bien a lo que íbamos. Llegamos a Perú y era algo que nunca había visto, tanta gente, tan bien organizado. Yo pensaba qué estoy haciendo aquí, jaja. Y el profe se acerca y me dice Mary, esta es una buena oportunidad. Sabíamos con quién peleábamos primero, pero algo pasó que se desordenó el cuadro y nos cambiaron la rival. Y Brasil tenía clasificada a dos chicas, pero se lesionaron y tuvo que competir Larissa. ¿Y cuándo supiste eso? Al final, cuando íbamos a pelear por el bronce. Primero peleé con una mexicana, fue un gran triunfo, ella siempre tenía buenos resultados. Y después con República Dominicana, que perdimos. Y yo no lo veía, decía cómo perdí contra ella, no lo entendía. Y terminó siendo campeona panamericana. Todo pasó tan rápido. Así que pensaba heme aquí, con todo o nada. Era llevarme una medalla o un quinto lugar vacío. Y hace 36 años que el judo no ganaba una medalla en Juegos Panamericanos. Entré con ese pensamiento al combate, y duró 20 minutos. Yo no los sentí hasta después de que salí. Fue algo fuera de serie para todo el mundo. En general, duran cinco minutos, ¿no? Sí, fue fuera de serie. Pero para mí también, porque me puse en un límite que jamás pensé al que podía llegar. Con otra mentalidad: voy a ganar, voy a ganar y voy a ganar. No hay otra opción. Eso te alimenta. ¿Por qué crees que te pasó en esa circunstancia? ¿Por ser Juegos Panamericanos, porque perdiste el combate con la dominicana o porque una vez más llegaba esta brasileña a tratar aguarte el panorama? Yo pensaba que este era el momento para cambiar, porque me he sacado la cresta. Por mí, por mi familia, por mi país. Es el momento de hacerlo, y si no resulta no puede pasar nada malo. Y resultó. Mucha gente me lo dijo, es un premio no por ser la mejor judoca, sino que por ser la mejor guerrera. Por no abandonarlo. Eso le dio otro concepto al judo que vino después, increíblemente me empezó a ir mucho mejor, los resultados fueron fluyendo. Como que desbloqueé muchas cosas en ese torneo.

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Hay un antes y un después. Totalmente. Primero porque el país te observa, se transmitió por la tele, mucha gente me mandó mensajes. Te transmiten un orgullo. Y también por todo lo que hice desde los cinco años a ese entonces tuvo una buena recompensa. Una manera de decir lo logré, empecemos de nuevo por un nuevo objetivo. Era una instancia donde había que sobrepasarse, subir a otro nivel. Para mí eso fue lo más importante, aprendí mucho en ese torneo. Y después, la pandemia. Sí, full pandemia. Nuestros entrenadores fueron muy inteligentes al respecto, se pusieron en el peor de los escenarios y lo que pasó fue lo peor. Dijeron esto no va a durar dos meses, va a durar seis o siete meses. Así que, a comprarse pesas, pide el tatami y empieza a entrenar estando encerrada. Fue súper triste para nosotros, a principios de febrero yo estaba en mi peak, era una máquina de matar. Venía con el impulso de la medalla panamericana y con buenos resultados en otros torneos, así que dije este es el año olímpico y la voy a romper. Incluso la pandemia nos pilló viajando. Aterrizamos en Marruecos, nos bajamos del avión y nos dicen que el torneo se suspendió. Volvimos a Chile y nunca más salimos. ¿Qué tan jodidos fueron esos meses en términos psicológicos? Fue duro, yo estaba en un buen período. Entonces decidieron que íbamos a entrenar todos los días, mañana y tarde, y de nuevo: buscar superarnos a nosotros mismos. Todos competíamos, todos queríamos ser mejores, y si había que hacer diez flexiones, al día siguiente hacíamos once. Al final fue una buena dinámica para no volverse locos y para mantenerse en forma. Todo el período básico que en mi vida nunca hice porque nunca alcancé, ahora lo hice. Desarmé toda mi casa y transformamos todo en un gimnasio, jaja. No había living, no había nada, pero había gimnasio. ¿Cómo te has sentido ahora que volvieron a entrenar y a competir? Me costó retomarlo, siempre he sido alguien que requiere un poco más que el resto: más presión, más carga, más todo. Dejar de entrenar con gente me restó un poco, la falta de ritmo de competencia. Pero ya retomamos, tanto yo como Thomas Briceño estamos en una nueva etapa para clasificar a los Juegos Olímpicos. Esa presión nos ha servido además para crecer como equipo.

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¿Sientes que has tenido que dejar muchas cosas de lado por el deporte? Sí, por supuesto que sí. El deporte de Alto Rendimiento no es para todas las personas, es algo que se lo digo a mucha gente. Muchos me dicen yo quisiera ser como tú, hacer lo que tú haces. Y no es una labor fácil. Pero si me tocó a mí, hay que hacerlo de la mejor manera posible. No me arrepiento de todo lo que he sacrificado, porque es mi pega. ¿Te imaginas de alguna forma los Juegos Olímpicos? ¿O no piensas en eso? Sí, me los imagino. Sería devastador no clasificar, nunca quiero pensar en eso. Yo me veo ahí.

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ÍNDICE

Yasmani Acosta............................................................................8 Kristel Köbrich...........................................................................22 Tomás González.........................................................................34 Macarena Pérez..........................................................................48 Clemente Seguel.........................................................................60 Antonia y Melita Abraham.........................................................78 Martín Vidaurre..........................................................................98 Francisca Crovetto...................................................................108 Diego Carquín .........................................................................120 María Fernanda Valdés............................................................136 Esteban Bustos.........................................................................148 María José Rojas......................................................................160 Andrews Salgado.....................................................................172 Mary Dee Vargas......................................................................186

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