Boletin_69

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recordaba a las Inmaculadas de Murillo. Los niños del barrio pululábamos por las calles y sobre todo en invierno con nuestras manos llenas de sabañones, pegábamos nuestras heladas naricillas al escaparate de la pastelería; tan pronto como éramos descubiertos por Doña María, salía de su cálido local y nos invitaba a entrar a su interior, nos acompañaba hasta la bajada al obrador y se olvidaba de nosotros. Como ya nos conocíamos el camino en cuatro saltos nos plantábamos junto al horno y calmado nuestro frío nos ofrecíamos para ayudar en lo que fuera, nuestra ayuda era sólo testimonial; todos esperábamos con avidez la salida del horno de la próxima cochura de ensaimadas y torteles, porque sabíamos que en ese momento, previo aviso acústico de su esposo, aparecía “La Virgen María” para hacer la selección del género. Con gran meticulosidad apartaba aquellas piezas que no fueran perfectas y las depositaba en un cesto de mimbre forrado de percal blanco, invitándonos a que cogiéramos lo que nos apeteciera para nuestro uso y disfrute y para nuestros familiares y amigos, esta operación la llevaba a cabo varias veces al día y por lo tanto el cesto nunca estaba vacío y al final de la jornada, el sacristán de la Parroquia de los Dolores de la calle San Bernardo, acudía a vaciar el cesto y repartir su contenido entre los indigentes de la Parroquia. Continuará… Socio nº 0260, Manuel Beltrán Moretón.

Recibe un cordial saludo,

La Junta Directiva

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