revista Número 70

Page 11

mucho más antigua que las letras. Hay testimonios de que el hombre ya contaba las cosas hace 30.000 años. Como no tenía signos numerales, hacía muescas en los huesos y rayas en las piedras. Es natural que así sea. La intuición del número debió ser tan antigua como la aparición de la conciencia. Quizás anterior. Quizá fue una de las causas de su aparición, junto con la muerte. Con sólo ver un rebaño de fieras, un sol, dos frutas, muchas estrellas, el hombre primitivo estaba frente al número. Y debía sopesarlo. Tres fieras… Para ir, en cambio, de la pictografía a la letra, debió recorrer un largo camino. El número es natural, la palabra tal vez, las letras definitivamente no. El primer círculo de alta matemática que registra la historia fue la escuela pitagórica (siglo vi a. c.). Eran mitad brujos, mitad hombres de Ciencia. Y tan sofisticados, que sabían demostrar teoremas y construir sólidos como el icosaedro, un poliedro de veinte caras. Fueron los primeros en imaginar una Tierra esférica orbitando en un engranaje heliocéntrico y habitada en las antípodas. Al tiempo, cumplían preceptos esotéricos: en sus banquetes sólo se servían trigo, agua y cebada. Tenían prohibido mear de cara al Sol, tener golondrinas en la casa, criar aves de uñas corvas, caminar sobre pedazos de uñas ni de cabellos. Creían que el alma iba del corazón al cerebro, se nutría de sangre y se expresaba en palabras, vientos del alma. El precepto de no mear de cara al sol es de origen egipcio, país donde era sacrílego orinar de cara al dios Ra. Pitágoras debió aprender este precepto en Egipto, país que visitó y del que aprendió su lengua y su geometría. Los pitagóricos estudiaron el problema de la teselación, o el cubrimiento total de una superficie con polígonos sin dejar resquicios, y encontró cuatro soluciones: una superficie se puede embaldosar con triángulos, rectángulos, rombos y hexágonos. Los sufíes, la secta culta del islam, conocían los trabajos del

griego y sus arquitectos llenaron una ciudad española con vertiginosas y soberbias soluciones del problema: Granada. Los calados, los mosaicos, los taraceados y los arabescos todos de la Alhambra son un homenaje cifrado del islam a Pitágoras. Veinticinco siglos después, Maurits Cornelis Escher visitó la ciudad, descubrió la teselación y la aplicó en la construcción de esas perspectivas hechizadas, uno de los juguetes más apasionantes de la pintura moderna. Todos nos enamoramos de objetos bellos. Pitágoras se enamoró de la belleza. Después de varios inviernos dedicados al estudio de los mejores himnos, de los edificios, esculturas, jarrones y cuadros más perfectos y de los muchachos más inquietantes, descubrió que el secreto estribaba en que todos guardaban proporciones exactas, sencillas, y que las más poderosas eran las «áureas» (un tercio, aproximadamente). Después descubrió que el número regía también otras esferas: la amistad era una igualdad armónica; la salud, un equilibrio de elementos; la virtud, una armonía fundada sobre el número; un cuadrado simbolizaba la justicia. Allí donde nosotros vemos simplemente un buen resultado estético, un fallo justo o un cuerpo sano, Pitágoras veía una danza sincrónica de cifras. Entonces escribió (o dictó): la esencia de todas las cosas es el número. Los pitagóricos decían que había tres clases de hombres: los que vienen a pelear, los que vienen a vender, y los mejores, que vienen sólo a ver.

Cosa, número e idea Cuando Platón leyó la sentencia pitagórica en la compilación de Filolao (el número es la esencia de las cosas), sintió el estremecimiento de la revelación, la inminencia del advenimiento de la verdad última. Era un descubrimiento hermoso, profundo y ligeramente inexacto, pero la capacidad de abstracción y de síntesis que revelaba le inspiró el hallazgo de una esencia más profunda 11


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.