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Ginebra

Este París en miniatura merece ser visitado con un espíritu coolhunter. ¿Por qué? Pues porque es la mejor forma de hallar sus monumentos inesperados y sus barrios multiculturales. Todo ello con la facilidad que da la Geneva Transport Card (gratis al alojarse en cualquier hotel) y el tren gratuito desde el aeropuerto.

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Ginebra a remojo. El buen tiempo hace que la ciudad disfrute de otra forma del Lago Lemán. De hecho, es muy entretenido alquilar una barca y acercarse al máximo al chorro del Jet d’Eau o bañarse en cualquiera de las piscinas lacustres de los Baños de Pâquis. Otra opción es acercarse a los viñedos que rodean la ciudad para conocer sus bodegas y catar bajo el sol.

Un macizo muy atractivo. La excursión de un día por antonomasia es el Mont-Saléve, una colina que se alcanza usando un rápido teleférico. Ya arriba se puede practicar senderismo o parapente, vislumbrar sus vistas entre las que destaca el Mont Blanc en los días más despejados o disfrutar de un restaurante donde la sabrosa comida se disfruta vislumbrando Ginebra a lo lejos.

Un mini París. Entre los encantos monumentales de esta ciudad está su casco histórico, con la catedral como icono y mirador; la sede de la ONU, con la cúpula de Barceló o el Quartier des Bains y sus galerías de arte. Pero también los museos dedicados a la relojería y a la Cruz Roja, sus símbolos más internacionales; y el barrio de Carouge, donde hoy conviven decenas de artesanos.

Ginebra con Navidad. El frío es la excusa perfecta para disfrutar de una fondue en los Bains de Pâquis, acercarse a conocer los secretos del universo en el CERN o dejarse inundar por el espíritu navideño. ¿Dónde? En el mercadillo de Nöel aux Bastions ya que, durante más de un mes, este parque se transforma en un pueblo invernal lleno de tiendecitas y de Street Food.

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