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Basilea

Estamos ante una de las capitales del arte en el mundo. Picasso premió el amor de la ciudad por la creatividad contemporánea regalándola cuatro cuadros. Una relación que se traduce en museos, edificios y esculturas urbanas fáciles de encontrar, y más con la Basel Card que permite usar gratis todo el transporte público.

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Basilea bajo el sol. Cuando el buen tiempo acompaña, esta ciudad se degusta paseando hasta dar con esculturas de Jean Tinguely y edificios firmados por Mario Botta, entre otros. Otra opción es disfrutar del Rin, ya sea nadando por sus aguas, surcándolo en barco, cruzándolo en los añejos transbordadores o alternando en sus chiringuitos fluviales: los Buvettes.

Entre granjas y esculturas. Salir de Basilea supone seguir encontrándose con lugares asombrosos como la fundación Beyeler, en Riehen, uno de los museos más apasionantes del mundo. De este prado parte el camino Rehberger, una senda repleta de intervenciones artísticas que se puede hacer a pie o en bicicleta y que desemboca en el fascinante Campus Vitra.

El lado mas urbano. Patear el casco antiguo de Basilea es hallar edificios fotogénicos como su ayuntamiento o su catedral. También, dar con cualquiera de sus 40 interesantísimos museos entre los que destaca el Kuntmuseum y los regalos de Picasso. Y en la zona ferial esperan los edificios que acogen citas tan relevantes como Art Basel o Baselworld.

En blanco… o en multicolor. Hay dos fechas en las que Basilea cambia de color. La primera, la Navidad, cuando proliferan los mercados más clásicos como el de Barfüsserplatz y Münsterplatz y también los alternativos como el de Kleinbasel. La segunda, el carnaval, cuando las calles se llenan de disfraces en una celebración que es Patrimonio de la Humanidad.

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