Por eso no me deshice de todas mis pinturas e intenté sacarles provecho. Echaba de menos mis lápices, sus efectos, las formas que conseguía con ellos. Los acrílicos fueron los que mejor me comprendieron. A pesar de que me infundian rechazo y su textura entre mis dedos lo manchase todo, intenté llevarmelo a mi terreno. Recordar lo que conseguía con los lápices e intentar imitarlo con pintura me costaba horas y horas de trabajo que, a pesar de que era algo que detestaba, me mantenian ocupada.
Descubrir cosas a base de errores ha sido siempre el pilar de mis trabajos, y el de mi vida en general. No obtenía el mejor de los resultados, pero la satisfacción de encontrar efectos, texturas y matices que mis lápices no me ofrecían era todo un reto para mí. Actualmente la pintura sigue sin atraerme especialmente, pero mientras escribo esto miro de reojo mis cuadros y se que, en el fondo, será algo que no deje nunca de lado por completo.
10 12