Pan Diario de la Palabra Agosto

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de Agosto - Lunes,

Asunción de la Virgen María, S Color litúrgico: Blanco

La Madre de Jesús ha sido asunta al cielo Desde antiguo existen testimonios de la existencia de una celebración de una fiesta mariana el 15 de Agosto en Jerusalén. Tenía lugar en una iglesia mandada a construir por la emperatriz Eudoxia en Getsemaní, porque se creía que la Virgen María estaba enterrada en este lugar. En el sacramentario papal del siglo VIII encontramos esta oración, que une la Asunción de María a su maternidad: “Porque te has complacido, Señor, en la humildad de tu sierva la virgen María, has querido elevarla a la dignidad de madre de tu Hijo y la has coronado en este día de gloria y esplendor”. A lo largo de los siglos, esta fiesta ha recibido nombres diversos. Uno de los más antiguos es el de “Tránsito de la Virgen María”. Otro de los títulos fue el de “Dormición”, aludiendo a la muerte de María. En el siglo VIII recibe el título de “Asunción de la Bienaventurada Virgen María”, en el sacramentario gregoriano. En él se dice: “Sufrió la muerte, pero no estuvo sujeta a sus lazos”. María participa de la Pascua gloriosa de su Hijo El problema de la resurrección se planteó ya en las primeras comunidades. El testimonio más antiguo lo tenemos en la primera carta de Pablo a la comunidad de Corinto. El apóstol recuerda a la comunidad, que la resurrección de Jesús es el tema central de la primera predicación de los apóstoles. “Ante todo les transmití lo que yo mismo había recibido: Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras” (1Co 15,3-4). Pablo escribe esto unos veinticinco años después de la muerte de Jesús. Después de esta confesión de fe solemne, Pablo prosigue: Jesús resucitó como “el primogénito de los que han muerto” (1Co 15,20). Para el apóstol, la resurrección es una novedad de tal magnitud, que es como un “nacimiento”. Jesús es el primero del turno, le seguirán los discípulos, “cada uno en su turno”. María estará en la cabecera de esa multitud de bienaventurados (Ap 7,9ss). María no estuvo asociada a la maldición del Génesis (Gén 3,19). Más bien, fue asociada a la bendición de su hijo Jesús. Así lo proclamaba Isabel: “Bendita porque has creído”


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