Ana Teresa Torres/El alma se hace de palabras
Sobre el oficio de ser (o no ser) psicoanalista ∗ Algunas veces salimos a la calle sin ninguna idea preconcebida y casi por azar nos encontramos con una pregunta que no nos habíamos formulado. Una exposición de cerámica, por ejemplo. Voy a ella porque se trata de una amiga y de una artista, doble razón para admirar sus piezas. De pronto salgo y tengo la impresión de que, a diferencia de las suyas, mis manos están vacías. ¿Qué produzco entonces, si es que produzco algo? El viejo oficio de la alfarería recrea esa sensación, quizás envidiada -por qué no decirlo- del producto acabado, de la pieza expuesta, de la obra vendida. Todos los cauces que van desde el artesano, su contacto material con la tierra, hasta los hilos del mercado donde el objeto es producto dentro de las leyes del capital. Trabajar la tierra hasta lograr hacer de ella un objeto de exposición que lleve la marca del autor, el peso de su técnica, la sensibilidad que lo inquieta, una expresión propia, una parte del artista que cede a otros para que los otros gocen también de su belleza o de la que pueden imaginar en contacto con las formas que otro ha imaginado. Un esfuerzo que debe culminar en el sentimiento de decir: ésta es mi obra, esto soy yo cuando intento crear. El analista, ¿qué podría decir de su trabajo?, ¿cuál es la materialidad que lo sustenta? De entrada, ninguna. Nada hay en el trabajo del analista que sea material salvo su tiempo. Es el tiempo, la sesión, los cincuenta minutos, lo que puede decirse, si se quiere hablar en términos económicos, aquello que vende o alquila. En un sentido estricto podría expresarse que la sustancia material que se expone en un mercado de oferta y demanda, que varía de acuerdo a las situaciones económicas del país donde vive, de su prestigio, de su clientela, de tantas cosas, esa sustancia material es un tiempo determinado que ha convenido con alguien. Trabaja, pues, en lo mínimo, en el límite de que, para existir, haya unos minutos concertados, y ese concierto se dará durante un tiempo indefinido, por cuanto es desconocido para ambos, iba a escribir, protagonistas. Y me detengo, ¿qué protagoniza el analista? Si un observador no enterado detallara la escena de una sesión podría más o menos definirla en estos términos: dos personas hablan de una forma bastante incómoda y poco usual. Una de ellas está acostada y detrás está sentada la otra. La manera de hablar es también llamativa porque la persona acostada da la impresión de hablar sola y la otra no le contesta ni responde a sus comentarios, salvo en forma esporádica e incluso extemporánea. Pareciera hablarle de temas diferentes a los que la otra introdujo, pero por momentos sí parecen hablar de lo mismo. Se observa también que la persona que está detrás ∗
En Torres, Ana Teresa. Elegir la neurosis (2ª. Ed. 2002). Caracas: Colección Fondo Editorial Sociedad Psicoanalítica de Caracas. Vol. 1.
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