Revista No.9 Fedecuestre

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CARLOS RUEDA, ENFERMO POR LOS CABALLOS

FEDECUESTRE EDICIÓN 9 DE 2010

ensillarla y sacarle los mejores aires. Las tardes enteras discurrían y Carlos no se cansaba de montar, de estar extasiado por la naturaleza y por el placer de sentirse todo un verdadero jinete. De apoco, su amor creció, se dedicó a saltar, a enseñar lo aprendido, y a compartir con otros los secretos del deporte ecuestre.

BUEN JINETE, EXCELENTE AMIGO

CARLOS RUEDA,

ENFERMO POR LOS CABALLOS. Un fabricante de caballares que siempre supo sacar lo mejor de ellos, un rótulo que lo identifica y que lo ratifican sus discípulos y otros entrenadores como Gonzalo Guevara y Rodrigo Díaz, sólo para mencionar algunos.

S

us padres Francisco Rueda y Josefina Gutiérrez cuando era apenas un chiquilín, lo montaron en los caballos y desde entonces se identificó con ellos. Sus progenitores, de casta hípica por tradición, inculcaron en sus hijos el amor por los equinos. Jorge, Tomás (Q. E.P.D) Juan y Carlos aprendieron el arte de la monta, herencia de familia que hoy se mantiene con firmeza gracias a “Carlitos”, como le dicen sus grandes amigos, entre los que se destacan Liliana Montoya, Gisela Bart, Juan Mario Calderón, Gonzalo Guevara y Roberto Terán, sólo para mencionar algunos de la larga lista. En el barrio Santa Ana de Bogotá fue perfeccionando su aprendizaje y en los grandes poteros de la época montaba, montaba y montaba hasta el cansancio. Juan, su hermano recuerda que Carlos fue siempre el más aficionado y el más entregado a los caballos. Soltaba los cuadernos y se iba derecho a buscar a su yegua para

“La Presumida” fue su primera yegua, una ejemplar de origen Pura Sangre, hija de caballos poleros con la que empezó a saltar en la Escuela de Caballería. “Guatusi”, hijo de “La Presumida” lo llevó al Centro Ecuestre La Herradura, donde se inició como deportista. Su fascinación lo transportó por los clubes de la época, El Country, el Torca, y el Bogotá. “Chimpsan” y “Cristóbal”, con el que ganó varios concursos, fueron otros de los ejemplares que pasaron por sus manos. Carlos seguía demostrando sus capacidades y empezaron a llegarle caballares para que los hiciera, pues según los entendidos del deporte, esa fue siempre su mayor virtud, recibir un ejemplar y volverlo ganador. Así sucedió con “Pecuario” con el que fue Campeón Nacional en Cali en los ochenta. Además de ganar en Colombia en competencias internacionales también se escribió su nombre. “Nagir” un padrillo francés, extraordinario reproductor de caballos de salto, también tuvo el sello del hombre de cabello largo, al igual que otros tantos que se consagraron enfrentando los obstáculos.

Los años de

LA MELENA Carlos se diferenció por ser irreverente, travieso y directo en sus apreciaciones. Su cabello largo y su espesa barba lo distinguieron, y como buen parrandero se identificó por estar a la moda, por no perderse ninguna rumba y ser un conquistador implacable y como buen galán nunca se casó, ni tuvo hijos. La fiesta no fue impedimento para que su vida creciera entorno al ecuestre y llegará a las pistas y pesebreras del Club Bacatá donde empezó a escribir su historia. La conquista fluyó, pero esta vez sus amigos se multiplicaron por montones y sus alumnos también.


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