Narrativas nº 33 (abril 2014)

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funeral de la víctima no se habría producido. Parece que la insuficiencia del deseo sentida por Sara tal vez contradiga lo esgrimido en términos teóricos por Eugene Goodheart en Desire and Its Discontents (1991), al inclinarse meramente por advertir que el deseo propiamente dicho es una manifestación de la vida y lo abarca todo. 4 No debería olvidarse, a este respecto, que en el ámbito semántico de lo connotado por el deseo se incluye aquello que se resiste a ser introducido dentro de los límites conceptuales aprisionantes, impuestos por modelos racionalistas, como consecuen cia de los cuales la coherencia presuntamente única y total se convierte en la manifestación pre cisa de una represión necesitada de ser liberada de tales condicionamientos. En Desire in Language, Julia Kristeva se refiere a los códigos éticos que se tambalean cuando se accede al libre juego de la negatividad implícita en la consumación del placer que trasciende tanto el deseo como el goce concomitante con él. Semejante experiencia emocional le acecha a la propia Sara, cuando a lo largo de la trayectoria narrativa de Secreta Penélope, se sumerge en el ámbito de lo imagina rio. Al desembocar el goce en el placer, éste se manifiesta en una energía inestable y agresiva que desintegra las estructuras de la razón, del yo personal y de las convenciones morales interesadas en poner frenos y contener la riqueza de una realidad, a la cual se pretende fijar y aprisionar, in troduciéndola en el mencionado ámbito de lo simbólico. En tal orden se incluyen al conocimiento y a la actividad posesiva, productora de las metas del deseo, que no ne cesariamente se identifica con la culminación del placer. Ha sido Roland Barthes, quien en A Lover’s Discourse (1978) alude al rasgo de la persistente insatisfacción que caracteriza, con toda propiedad, al deseo, re pleto de momentos tanto de sufrimiento y goce como también de ansiedad y alegría. P or consiguiente, el deseo potencialmente tal vez llegue a manifestarse en un inestable estado emocional no carente de connotaciones conflictivas, en las que la imaginación juega un relevante papel no des deñable en modo alguno. De aquí procede la aportación crítica adelantada por Barthes, al conside rar el deseo como una genuina fuente de narratividad, en la que se pueden apreciar intentos por conseguir, con más o menos éxito, la satisfacción de lo buscado, al mis mo tiempo que dicho obje tivo tal vez se posponga, desvíe y hasta llegue a frustrarse una y otra vez a través de estrategias represivas siempre amenazadoras, conforme lo ponen de manifiesto los comportamientos de per sonajes, tales como Berta y Ramona, que , a lo largo de la trayectoria narrativa de Secreta Pené lope, mostraban su disconformidad con la vida desordenada que llevaba Sara cuando se hallaba dentro del ámbito de lo imaginario. Es Ramona la que, de hecho, le había aconsejado, con cierto éxito represor, que se sometiese a una terapia psicoanalítica, criticada implacablemente por la narradora homodiegética de dicha novela. Del modo siguiente le reprocha dicho personaje a Ra mona las consecuencias nefastas que el psicoanálisis tuvo en la vida de Sara: «No siento un odio claro hacia ti. Colaboraste en la empresa de que Sara perdiera su per sonalidad y eres, pues, responsable parcial de que se pasara el resto de sus días vagando como un fantasma. P iensas que, de no haber sido reeducada, su fin hubiera sido igualmente trágico: el asilo para mujeres descarriadas (…) Pero quiero que estés bien segura de que ahí te equivocas. Nadie sabe cómo hubiera acabado nuestra querida amiga de haberla dejado a su aire natural. » 5 De acuerdo con lo expresado por la narradora homodiegética de Secreta Penélope , la terapia psicoanalítica a la que fue sometida Sara iba encaminada a que este personaje abandonara la libertad existencial proporcionada por el ámbito de lo imaginario, para quedar aprisionada en el de lo sim bólico, presuntamente repleto de racionalidad predecible. No sólo tal objetivo no se consiguió llevar a cabo, sino que los efectos del psicoanálisis eliminaron la espontaneidad que había poseído la vida de Sara, conduciéndola, finalmente a una muerte perpetrada por ella misma, que se sentía ya incapacitada para contribuir a que el goce del deseo se materializara en la culminación del pla cer. Dicho deseo, tratado desde muchas perspectivas focalizadoras a lo largo de la trayectoria die gética de Secreta Penélope , se presta a ejemplificar lo adelantado por Leo Bersani en A Future for 4

La tradición filosófica que remontándose a Platón culmina en el pensamiento de Immanuel Kant ha opuesto la razón al deseo, dando a aquélla una clara preeminencia valorativa sobre éste. No obstante, existen abundantes muestras en la filosofía contemporánea propensas a defender la prioridad del deseo engendrador de una vida a la cual también puede llegarse a consumir y aniquilar, conforme lo evidencia la trayectoria diegética de Secreta Penélope. 5 Alicia Giménez Bartlett: Secreta Penélope. Pág. 265.

NARRATIVAS

núm. 33 – Abril-Junio 2014

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