Sospecha Ficcional N1

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Manuel se levantaba todos los días antes del amanecer a cumplir con las labores que debía realizar y junto a su pequeña compañera todo comenzó a tomar un color distinto, empezó a sentir ganas de sonreír nuevamente. El tiempo pasaba, sus amos lo trataban bien pero no la niña María, quien pronto se casaría con Don Jacinto Videla. Comenzaron los preparativos de la gran boda que se realizaría y como parte de ellos, la preparación de la dote que, según las costumbres de la época, la novia entregaría al novio. Para sorpresa y dolor de todos los esclavos de la casa, Manuel sería entregado en dote a María para marcharse con ella y su marido, muy lejos de allí. Juana y Manuel lloraron desconsoladamente el día de la partida y se prometieron mutuamente que jamás se olvidarían, ambos eran muy pequeños, pero las circunstancias de sus vidas hicieron que esas promesas tuvieran un inmenso valor. Manuel finalmente partió. Pero con su partida también llegaría otra noticia. Luego del casamiento de María, su madre emprendió un viaje para visitar a su hijo Pedro Pablo. En el trayecto, sufrió un trágico accidente perdiendo la vida ella y quienes la acompañaban. La noticia pronto llegó a la casa y la tristeza y la incertidumbre se adueñaron del lugar. Nadie sabía lo que iba a pasar ahora que su ama, Doña María, había muerto. A los pocos días llegó el notario de la cuidad junto con los hijos de Doña María para dar lectura al testamento dejado por ella. Los esclavos serían repartidos. La pequeña Juana sería entregada a María para pagar el entierro, las misas y las novenas que se realizarían tras la muerte de su madre. Lejos ya de poder reunirse alguna vez con su querido amigo Manuel, los dos pequeños fueron separados para siempre. Separados como simples objetos sin sentimientos ni valor, sólo el de las monedas que se pagaban por ellos en una triste plaza pública.

Cuento basado en un testamento encontrado en el archivo histórico de Mendoza. Testamento otorgado por Doña María Gómez Pardo de Ribas 10/6/ 1705.


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