Fanzine 49 cosmos

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Por: Mariano Rocha / @marianitorocha

Explicar lo que vivimos en este viaje es muy difícil de contar; aun así fue una experiencia inolvidable, un viaje al fondo de la creatividad, donde la enseñanza fue inspirar en movimiento, y darnos cuenta de que el avanzar transforma creativamente, abriendo nuestras neuronas a una nueva búsqueda artística y cultural. La historia comenzó cuando al artista multidisciplinario Dough Aitken se le ocurrió la idea de cruzar todo Estados Unidos a lo ancho, a bordo de un tren lleno de artistas visuales, contemporáneos, músicos, fotógrafos, diseñadores textiles, videastas, chefs y cineastas, como Thurston Moore, James Turrell, Patti Smith, Ariel Pink, Olaf Eliasson, Dan Deacon, Rikrit Tiravanija, Giorgio Moroder, No Age, Alice Waters, Kenneth Anger, Liz Glynn, Savages, Sun Araw, Twin Shadow, 89plus, entre muchos otros. Este tren viajaría desde Nueva York hasta San Francisco. En el trayecto, se harían 10 paradas, donde se interactuaría artísticamente con las personas de esa localidad, en distintas ciudades del país, como Nueva York, Chicago, Pittsburgh, Twin Cities, Kansas City, Winslow, Santa Fe, Bartsow, Los Angeles y Oakland. Suena a una idea sumamente original y descabelladamente creativa, pero el hecho es que para su servidor es muy difícil explicarlo, tal vez por la magnitud de opciones que el proyecto ofrecía y por el constante cambio al que nos enfrentábamos. Después de varios años de planeación y viajar por varias semanas por todo el país, lo que realmente quiso hacer Dough Aitken con este proyecto, fue que viviésemos una experiencia de constante creación y movimiento, y que cada quien contara la historia de cómo percibió cada momento y centímetro conforme avanzaba. Tal vez el proyecto más inspirador que he vivido hasta ahora. Como bien lo dice el título, es un happening nómada. ¡Cada momento era diferente en este proyecto, cada instante sucedía algo totalmente distinto y alucinante! Te encontrabas hablando con un fotógrafo, y de repente ya estabas conversando con el chef.. En palabras del propio Aitken: “For this project, we wanted to break that and create a language that is more nomadic and less materialistic and really empowering for the creators and the audience. Every moment or ‘happening’ on this journey has been different – it's not a tour, package or system. It is something that is ever-changing. It’s organic; an exquisite corpse. As it goes, different people come on, different people are part of it and the languages and the voices change and evolve." La historia comenzó cuando llegamos a la estación de Barstow. El diminuto condado de Barstow es famoso por estar en medio del desierto rodeado de variadas opciones restauranteras; solamente a 2 horas y media del gran y hermoso desierto del Valle de la Muerte, a una hora de Las Vegas. Creo que es aún más famoso por haber sido inmortalizado por Hunter S. Thompson en su novela Fear and Loathing

in Las Vegas, cuando menciona: “We were somewhere around Barstow, on the edge of the desert, when the drugs began to take hold.” Después de desahogar toda la fuerza de 43 grados centígrados de rayos ultravioleta sobre nuestros hombros, el Sol decidió parar; apareció la ráfaga de aire acondicionado, muy usual en el gabacho, que ayudó a templar poco a poco nuestros cuerpos, para llegar a la primera experiencia en tierra del Station to Station. El lugar donde sucedió el happening de Barstow fue erigido en medio del desierto, en medio de la nada, literalmente: nada alrededor tiene alguna huella de la mano del hombre, y en donde podías observar de frente, un escenario enorme. En el otro extremo, como grandes ojos incrustados en la montaña, dos inmensas pantallas tamaño autocinema presentaban distintas colaboraciones de impresionantes videastas, entre ellos, Nicolas Provost con Gravity: un cortometraje conformado por una serie de escenas románticas de los años 50, mezcladas perfectamente para ser vistas y entendidas a través del inconsciente. De lado, se erigían cinco carpas donde se ubicaban diferentes instalaciones. La primera, liderada por el artista Urs Fischer, quien invitaba a quitarse los zapatos para caminar descalzo. Dentro, invadidos por humo blanco, todas las paredes se encontraban repletas de espejos donde se reflejaban los seres y fantasmas que entraban a la carpa; en medio había una deliciosa cama con grandes almohadas, con una bola disco colgando encima de ella. Contiguamente, el artista brasileiro Ernesto Neto, diseñó una carpa que aludía a la sensación de sentirse parado dentro de un confortable estómago, acolchonado y acondicionado con luz roja; como si la luz traspasara la piel. Acogía a sus visitantes, los recostaba y los tranquilizaba en un silencio profundo. Luego de salir de tales piezas, nos pudimos percatar de que este lugar no tenía un line up; todo podía suceder en cualquier instante. A lo lejos, No Age, banda oriunda de Los Angeles, hacía resonar sus estridentes y etéreas melodías. Juntas, poco a poco hipnotizaban a todos los que se acercaban, como mosquito en telaraña. Frente a nosotros, Cold Cave le daba la bienvenida a la más negra noche de mi vida. Ellos, con sus ya conocidos sintetizadores y voces tremendamente oscuras, ayudaron a recibir la noche y a que el mezcal nos hiciera pensar en nuestros amores. La noche se alegró inmediatamente con la llegada de la querida Cat Power, quien hizo un trato con Dough Aitken: participaría en el proyecto, con la única condición de tocar en medio del desierto de Barstow. Su reacción fue: “It was super realistic being in the desert, there’s nothing man-made around so it liberates your subconscious. Everyone feels lighter in the magic of the desert.”

Después de canciones tan deliciosas, nos rodeamos de grandes sonrisas y caras llenas de polvo estelar. Le dimos otro sorbo a nuestro trago, y vislumbramos a lo lejos otro escenario. Un hombre delgado con sombrero, tocando riffs increíbles y descomunales con su guitarra. No entendíamos nada; nos aproximamos de prisa, y era ni más ni menos que el inconfundible Beck, quien salió acompañado por un extenso coro de gospel a llenar nuestro espíritu con voces provenientes de otro planeta. No conformes con tal acompañamiento, un par de ovnis gigantescos volaron sobre nuestras cabezas. Sujetas por dos helicópteros, estas piezas luminosas e idénticas, fueron idea de la maquiavélica mente del artista Peter Coffin, quien agregó la cereza del pastel al happening de Barstow. Por supuesto, muchos —incrédulos o no— quedaron impresionados, que mejor idea que preparar una pieza de arte en honor al territorio ovni por excelencia. A la mañana siguiente, nos embarcamos en el viaje más especial de nuestras vidas. Imaginen un tren de 10 vagones, lleno de artistas de la talla de los antes mencionados, en todas las ramas artísticas, unos más y unos menos conocidos, pero todos en el mismo nivel. Cada vagón tenía una particularidad. El vagón del fondo era el más especial: contaba con más de 20 ventanas en la punta, diseñado especialmente para observar el camino y el paisaje; con un estilo de los años 50, todos lo nombraban El Sinatra, porque contaban que un día, el grandioso y elegante cantante decidió viajar en él, y compró todos los asientos de aquel hermoso vagón, para viajar sólo con sus acompañantes. Un detalle que hacía más especial este lugar. El siguiente carro era un comedor de dos pisos llamado Super Dome, con el techo de vidrio, desde donde se podía observar el increíble paisaje, mientras los comensales disfrutaban de algún platillo diseñado por el artista Ed Ruscha. Aitken creó un sistema de iluminación a base de leds que cubría por fuera toda la carrocería, con alrededor de 20 líneas de leds pegadas en cada vagón, y por la noche, al pasar por pueblos pequeños, los habitantes podían ver un tren de luces impresionantes formando un arcoíris a lo lejos. Estas luces se modificaban gracias al sonido que surgía de la música, voces, y ruidos del interior de cada vagón. Lo más increíble de este proyecto es que te brindaba la posibilidad de acercarte a cualquier persona, conversar directamente con una simplicidad y accesibilidad total a la creatividad, conectando a la mente con las artes. Un proyecto convertido en una aventura sin igual, que seguirá en nuestra memoria por siempre.

El proyecto fue posible gracias al apoyo de . La recaudación de las entradas para cada evento será donada en su totalidad para la creación de programas no tradicionales, en nueve de los museos más importantes de Estados Unidos.


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