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Independencia

Transformar en Nación, un territorio habitado por una heterogeneidad de individuos suponía, entre otras cuestiones, lograr su integración moral y cultural. Para procurar dicho objetivo, era fundamental la creación de un aparato escolar que asegurará la difusión de la enseñanza elemental y que al mismo tiempo, propiciará la homogeneización de los saberes a impartirse y así inculcar un proceso de transformación. De tal modo, que fue necesario contar con una organización institucional que dé cuenta de algunas premisas fundamentales para la conformación de un sistema educativo de alcance nacional, tales como horarios, programas, reglamentos, edificios, condiciones de ingreso y el reclutamiento del personal adecuado. Analizar la posición del maestro en la estructura social es esencial para pensar la escuela post independencia (1852), siendo que la principal tarea de este era la de formar individuos predispuestos a reconocer y respetar “la” cultura.

Desde esta perspectiva, la tarea del docente en aquel entonces no tenía que ver tanto con la transmisión de conocimientos sino más bien, con la difusión de ciertas normas, valores y principios que el ciudadano ideal debía portar. Es así, que se intentó formar un maestro “moralizador”, que sea el ejemplo de conducta a imitar. Al institucionalizarse una formación sistemática y especializada para los maestros, surge la profesión docente cuyo desempeño no podía ya quedar librada a la subjetividad de las personas individuales sino presentar un carácter pautado y objetivo. Para ello, el Estado vio la necesidad de crear instituciones especializadas para la preparación de un cuerpo de maestros homogéneos e intercambiables para ocupar filas de una escuela pública en proceso de masificación. Tal es el ejemplo de la Escuela Normal de Paraná la cual se define en su origen como garantía de formación de los maestros de todo el país, como modelo normalizador de la educación primaria y modelo a imitar por las instituciones creadas posteriormente. Para lograr la uniformidad y homogeneidad del sistema educativo nacional era fundamental que todas las escuelas siguieran los mismos criterios en cuanto a los saberes, horarios y disciplina.

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El desarrollo del magisterio en nuestro país, privilegió a la mujer como educadora por excelencia al ser considerada como portadora de ciertas cualidades acordes a la tarea de enseñar y a los fines de la escuela pública.

La educación fue una de las esferas más relevantes del proceso de transferencia al Estado de funciones que anteriormente eran atribuidas a las corporaciones étnicas, religiosas y civiles. Es así, que el 15 de marzo de 1882 se llevó a cabo la Exposición Continental en Buenos Aires y en la cual tuvo lugar el Congreso Pedagógico Internacional (CPI) cuyo acontecimiento reunió a diferentes representantes de las elites nacionales, latinoamericanas y algunas europeas con el propósito de dialogar sobre el estado de la educación del país.

A partir de 1880, el avance del Estado Nacional sobre nuevas áreas de la vida política y económica se

Los debates se desarrollaron en torno al financiamiento de las escuelas primarias, la aprobación de los contenidos mínimos obligatorios, la inspección estatal en las escuelas, la posibilidad de una educación mixta, la correcta remuneración de los maestros, la exigencia de un diploma para ejercer el magisterio y sobre todo el carácter público, obligatorio y gratuito. La cuestión de laicidad forjó intensas discusiones entre los comensales que abogaban para que no se enseñara ningún tipo

Bibliografía recuperada de: Alliaud, A. (1993). Estudios sobre la educación. Los maestros y su historia: los orígenes del magisterio argentino, Buenos Aires: Centro Editor de América Latina. Rossi, I. (2021). El Congreso Pedagógico Internacional de 1882: reconstrucción y reflexión sobre su desarrollo. Revista de Educación (23), 5574.

La Reforma Vareliana

de religión en las escuelas y aquellos que exigian una participación religiosa en los planes de estudio. El evento finalizó exitosamente ya que constituyó un evento fundamental para la posterior sanción de la Ley 1420 que permitió la organización del sistema de educación común. En la República Oriental del Uruguay, en el siglo XIX, se llevó a cabo una reforma educativa importante que asentó las futuras reformas que se suscitarían en el resto de la región. Dicha reforma estuvo dirigida por Juan Pedro Varela (1845-1879) quien desde su cargo como Inspector Nacional de Instrucción Primaria puso en marcha importantes decisiones progresistas en política educativa que fueron muy resistidas por los círculos conservadores. Entre ellas se destaca la profesionalización de la carrera docente como una perspectiva laboral para las mujeres y su defensa por la coeducación.

Es importante destacar, que la reforma encabezada por Varela se inscribe en el contexto de modernización del estado uruguayo durante el gobierno de Lorenzo Latorre.

La iniciativa de brindar una mejor educación a las niñas como también la formación de escuelas mixtas fueron elementos muy resistidos por los grupos conservadores de la época ya que sostenían que esto podría despertar sensaciones o ideas “peligrosas” o porque llevaria a unas y a otros a adoptar las actitudes y maneras del otro sexo.

De esta manera, la reforma impulsada por Varela significó una reorganización del sistema escolar para la cual, era imperioso una redefinición del magisterio con severas exigencias de ingreso.

Durante su viaje a Europa y Estados Unidos, Varela pudo notar un gran contraste entre las actividades y el comportamiento de las mujeres norteamericanas y la forma de vida tradicional de las uruguayas. Esta observación, impulsó su clara posición en favor del reconocimiento de los derechos políticos de la mujer comenzando por la mejora de la educación femenina y el fomento de la carrera docente como una perspectiva laboral para las mujeres.

Varela era partidario de no reducir la formación femenina a la costura y al aprendizaje imperfecto de la lectura, escritura y las cuentas ya que para este es lo que daba origen a una serie de males tanto para la sociedad como para las propias mujeres ya que tal falta de preparación las condenaba a ser incapaces de trabajar.

Colegio Nacional José Pedro Varela, Sección Pocitos, Uruguay (1948). El plan de estudios de la Sección Pocitos comprendía: Jardín de Infantes de 3 a 5 años, Sección Primaria de 6 a 7 años, Cursos de Práctica Magisterial, Deberes vigilados, Cursillos ocasionales para señoras y señoritas y Vacacionesdirigidas.

La incorporación masiva de las mujeres uruguayas a la actividad docente transformaba a la escuela en una prolongación del hogar, por lo tanto, la mujer parecería ser la persona indicada para ejercer la docencia y cumplir con uno de los principales objetivos de la reforma educativa, el de despertar en los alumnos un amor verdadero y legítimo por la patria común.

Bibliografia recuperada de: Carreras, S. (2001). La reforma educativa de José Pedro Varela: ¿Una política de fomento a la mujer en el Uruguay de 1877? En Potthast, B. y Scarzanella, E. (Eds.), Mujeres y naciones en América Latina. Problemas de inclusión y

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