Boletín 2 2023

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EL BOLETÍN #2

7 de julio 2022 | Middlebury, VT

EN ESTA EDICIÓN

Lecturas .............pp.2-6

Cartelera...............pp.6-7

Anuncios importantes | Humor.......................p.7

Calendario...............p.8

De Yo también me acuerdo (2014)

Me acuerdo de cuando yo era niña: en el valle de México había varios lagos y la ciudad era de verdad transparente.

Me acuerdo caminando por las calles de Dallas en épocas de intenso calor: admiré la elegancia de las mujeres de entonces, con sus grandes sombreros a lo Greta Garbo, sus altos tacones y sus vestidos de algodón, como si estuviéramos en La rosa del Cairo de Woody Allen, dentro de la película, y no mirándola sentados en la sala, conviviendo con personajes desconocidos aunque románticos.

Me acuerdo que mi padre usaba sombreros Tardan y una barba al estilo de la que usaba Trotski.

Las opiniones expresadas en esta publicación, son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan necesariamente el punto de vista de la Escuela de Español.

Editores

Jacobo Sefamí

Sofi Zambrano

Ilustrador

Saulo Corona

Me acuerdo que sólo tuve una muñeca en mi infancia. Me acuerdo que cuando llegué por primera vez a Estambul, la legendaria Constantinopla, tuve la sensación de no haber salido de la Ciudad de México y de recorrer incesantemente calles idénticas a las de un barrio popular, la Lagunilla; las callejuelas de repente se abrieron y se transformaron en el Cuerno de Oro, una enorme perspectiva, la vista soberbia, el sol iluminando apenas el mar y entre el fondo brumoso del cielo la silueta de los innúmeros minaretes y las cúpulas de las mezquitas de la vieja ciudad; la visión me dejó suspensa, maravillada, y sin embargo en un acto malabar y súbito de conciencia ya estaba de regreso en París, llorando desesperada porque iba a dejar de ver el Cuerno de Oro, cosa que en verdad me sucedió como sucede en cualquier viaje, a pesar de que seguía contemplándolo, absorta, extasiada, en ese preciso instante, desde un recodo milagroso de la ciudad.

Me acuerdo de la primera vez que enseñé en los Estados Unidos, en el Instituto de Lenguas extranjeras de Monterrey, California. En mis momentos libres solía tomar la carretera #1 para almorzar un sándwich de queso y aceitunas negras en Nepenthe, bello y pequeño restorán situado en lo alto de una montaña muy cercana a Big Sur donde Henry Miller se había retirado del mundanal ruido con una de sus esposas, creo que la quinta, una japonesa. Subía yo la carretera en un coche color verde kaki que había pertenecido en épocas mejores a la Pacific Bell Company, en esa época la empresa telefónica más importante del oeste, se trataba de una carcacha inmensa que ascendía con esfuerzo la angosta carretera por donde circulaban rapidísimo otros automóviles.

Me acuerdo cómo lloré cuando vi Lo que el viento se llevó.

Me acuerdo que Perec se acordaba de Cantinflas.

Me acuerdo que viajo como si fuera mi único destino.

Me acuerdo que a finales de 1954 llegué a Colonia con Paco López Cámara y nos alojamos en una pensión familiar que costaba cinco marcos, no tenía calefacción, pero sí una cama provista de uno de esos edredones rellenos de pluma de ganso –como los que transportaron en sus cofres de viaje mis padres desde Ucrania–, especiales para combatir el frío y pasar una buena noche, y a la mañana siguiente sacar tímidamente una mano para calibrar la temperatura; luego, haciendo malabarismos, tratar de vestirnos protegidos por el edredón, para después, bien abrigados, salir a caminar por la ciudad. De ese viaje me acuerdo también de la Catedral ennegrecida, con los vitrales rotos y enormes huecos entre las nubes que dejaban pasar un cielo igualmente tenebroso por el invierno y la huella de las bombas.

Me acuerdo que cuando estudiaba en París hubo una de esas crisis de petróleo que de pronto amenazan al mundo civilizado: se trataba esta vez de la crisis del Canal de Suez, quizá en 1956--; tiritábamos permanentemente de frío en ese período porque se interrumpió la producción de gas mazout, necesario para hacer marchar los radiadores. Me acuerdo también de un día en que frente a un quiosco leía los periódicos donde se daba la noticia de la invasión soviética a Hungría. Una dama produjo un aterrador y único comentario: “¡Zut, plus de beurre!”.

Me acuerdo que cuando tenía quince años leí sucesivamente Palmeras salvajes de Faulkner (traducido por Borges o por su mamá), Crimen y castigo de Dostoiewski y Madame Bovary de Flaubert. No he podido volver a leer ninguno de esos libros, no soporto su final infeliz.

Me acuerdo que se está acabando el año.

Me acuerdo cuando todavía se podía pasear a altas horas de la noche en mi ciudad.

Me acuerdo del temblor de 1985 en México. Pasé por una calle llena de escombros: un letrero prohibía tirar guijarros.

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schoolofspanish.middcreate.net
@MiddEsp
*Escritora mexicana, ofreció la Conferencia Guarnaccia en 2009.

Ráfagas middleburianas en la mar del olvido I

La memoria es un espejo opaco y vuelto añicos, o, mejor dicho, está hecha de intemporales conchas de recuerdos desperdigadas sobre una playa de olvidos.

Héctor Abad Faciolince, El olvido que seremos (2006)

Me acuerdo la primera vez que escuché de Middlebury. Era mi amiga guatemalteca Cristina, compañera de estudios de doctorado en la Universidad de Texas, que me preguntaba si me interesaba ir a enseñar español porque ella no volvería; se había peleado con su esposo, que enseñaba en la Escuela Francesa, y se iban a divorciar. Contaba que era un programa muy prestigioso. Yo con tal de salirme del extenuante calor texano de Austin dije que sí pensando que nunca me escribirían. Como por milagro, recibí invitación del Director Roberto Véguez. Y desde entonces Middlebury fue un lugar de ensueño.

Me acuerdo de mi viaje desde Austin en un Volkswagen Rabbit naranja, sin aire acondicionado, escuchando el álbum Graceland, de Paul Simon, y también un casete que le había regalado Armin Schwegler a Sally, mi novia, con música de Celia Cruz, Tito Puente y tantos otros salseros. Íbamos casi bailando en el coche mientras veíamos el paisaje de Illinois.

Me acuerdo que el coche se descompuso cuando llegamos a Boston para visitar a mi amigo Jorge Luis Castillo que estaba estudiando su doctorado en Harvard. Jorge ya no estaba deprimido como antes y no necesitaba el consuelo que le habíamos dado en Austin.

Me acuerdo que no existían los teléfonos celulares ni el Internet. Vivimos en la Casa García Lorca, que estaba en los linderos del campus. Era una casa blanca, espaciosa, con cuartos con mucha luz y nos encantó, aunque había que caminar mucho, cuesta arriba. Y solo había un teléfono en la casa. De vez en cuando llamábamos a nuestros padres. Me acuerdo que cuando vino Laura García Lorca a Middlebury, en el 2017, nos dijo dónde había vivido a la edad de nueve años (1963) y no era la Casa García Lorca. Laura no había vuelto desde esa edad y lloraba recordando vivamente su infancia en Middlebury.

Me acuerdo que al año siguiente Frank Casa era el director y estaban como profesores Ion Agheana, un rumano con el que yo jugaba ráquetbol y Beras, un serbo-croata, que jugaba muy bien al tenis. Y me decían “el cuate”, por ser mexicano.

Me acuerdo de Emilio Núñez, el director del coro, que era muy gracioso y se burlaba de todo el mundo. Me dijo que los que enseñaban conversación se tenían que formar al último en la fila del

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Profesores verano 1992 Niño: Carlos Sefamí / De izquierda a derecha sentados: Sally Sefamí, Beatriz Rodríguez, Mariluz Gutiérrez, Susan Véguez, Tony Saldívar, Samuel Saldívar, Frank Casa, Marian McMaster, Karen Breiner-Sanders. / Segunda fila: npi, Dulce García, Carmen Vigo, Isabel Livosky, npi, Carmen Nieto, Lilia Carreño, npi. / Tercera fila: Jorge Plata, npi, José Polo de Bernabé, Carlos Cabrera, Ion Agheana, Gustavo Firmat. / Cuarta fila: Antonio Carreño, Alfredo Ramón, Rafael Castillo, David Herren, Gustavo Mejía, npi, Roberto Véguez, Jaime Concha, Jacobo Sefamí.

profesorado (no me acuerdo por qué desfilábamos) y yo no supe si me estaba haciendo una broma o se burlaba cruelmente de mí. Emilio hacía muchas tortillas de patatas para el día de su cumpleaños, el día 25 de julio. La residencia olía a cebolla y veíamos sudar a Emilio copiosamente por el calor y por freír tanto. A él le encantaba que lo celebráramos con mucho vino. Me acuerdo de un video homenaje que le hicieron a Emilio en 1992 y me entrevistaron y dije cosas bonitas de él porque le agarré mucho aprecio y después ni él ni yo volvimos a Middlebury, y él había de morir de SIDA para gran tristeza de toda la Escuela porque era muy querido. Me acuerdo que cuando regresé a Middlebury encontré la banca que pusieron en su honor al lado de Hepburn, porque allí era la residencia de la Escuela y en la hierba él reunía a la gente para cantar después de la cena.

Me acuerdo que Emilio le llamaba Ionlanda a Ion, porque se hizo pareja de una profesora llamada Yolanda.

Me acuerdo que Samuel Saldívar hacía fotocopias de la letra de canciones rancheras mexicanas y nos las repartía para que cantáramos. Me acuerdo que aprendí a hacer enchiladas con Samuel. Me acuerdo de Marisa, mi compañera de clases de conversación. Me acuerdo que mataron a su mamá en Jalapa, Veracruz, porque creían que no tenía herederos y se podían quedar con su hacienda cafetalera que la familia tenía por siglos y que contaba con una capilla donde estaban enterrados sus tatarabuelos y todos sus antepasados. No sabían de la existencia de Marisa y su hermana. Marisa renunció a sus estudios en Yale para ocuparse de la hacienda. Me acuerdo que la visité, diez años después, durante el Mundial de Futbol de 1998 y dormimos en una cama del siglo XIX, altísima y muy dura. Y Marisa era simpatiquísima. Me acuerdo que fue el último viaje que hice con mi mamá y le guardé mucho cariño a Veracruz por esa razón. Nunca más habría de ver en persona a mi mamá porque fallecería al año siguiente, unos días antes de que yo volviera a México de visita.

Me acuerdo que Marisa se divertía viendo mis pelos en el pecho cuando fuimos a bañarnos al Lago Champlain y decía que eran barrocos porque conformaban flecos que se torcían para todas partes.

Me acuerdo de una estudiante francesa, ya mayor y jubilada. Cuando fuimos a Montreal con Marisa y subimos una colina para ver la ciudad desde arriba, la estudiante decía gritando “quiero vivir” y yo me reía. Y ahora yo soy el que grito “quiero vivir” y tal vez yo ahora tenga la misma edad que ella tuvo hace más de treinta años.

Me acuerdo que mi hijo Carlos nació en Nueva York en octubre y el verano siguiente lo llevamos a Middlebury. Y todos los estudiantes y profes venían a ver al bebé y él hacía gestos de fuerza con los ojos y los brazos y todos se reían. Lo llevábamos en una mochila en las espaldas y nos lo pasábamos entre clase y clase. Me acuerdo que mi hijo gritó “cielo” (en inglés) cuando era bebé al descubrir el cielo azul de Vermont, después de pasar sus primeros meses tras las nubes y los rascacielos de la ciudad de Nueva York.

Me acuerdo que luego vivimos en Perkins, la casa roja que está frente a las canchas de tenis. Compartimos con Gustavo Sainz, su esposa Alessandra Luiselli y sus hijos pequeños Claudio y Marco, y también con José (Pepe) Moreno de Alba, su esposa Cecilia Gutiérrez, y sus hijos Mauricio y Rodrigo. Me acuerdo que Rodrigo era un niño muy delgado y su madre le insistía mucho que comiera, metiéndole los bocados con una cuchara casi a la fuerza. Me acuerdo las largas pláticas con Gustavo y el humor de Pepe. Rodrigo y Claudio cobraban cincuenta centavos para llevarte a ver la momia egipcia enterrada en el cementerio de Middlebury.

Me acuerdo también de Antonio Carreño, padre, y de su esposa Lilia, que venían con su hijo Tony, que se hizo amigo de los hijos de los Moreno. Pepe falleció y Antonio padre decidió jubilarse. Invité a Tony a dar clases y el verano del 2014 también a Rodrigo, ahora historiador respetado. Así que los hijos continúan el legado de los padres.

Me acuerdo que en la casa roja también vivía Pedro y Eileen. Pedro era gran cocinero y tocaba la guitarra y cantaba. Tenía un restaurante en Madrid y guisaba muy rápido. De vez en cuando nos preparaba paella u otros platos y disfrutábamos de comilonas, del buen vino y de la música.

Me acuerdo de Carmen Nieto, que fue también compañera mía de trabajo, y actuó en la obra de teatro. Y por primera y última vez interpreté el personaje principal de la obra, un joven galán, y pretendimos besarnos poniendo un sombrero delante de nuestras bocas.

Me acuerdo que un estudiante dijo que le encantaba el grupo de rock U2 y el cantante Bono, y yo le dije que no podía escuchar esa música en el verano y el estudiante se deprimió. Le sugerí que escuchara rock en español y al final del verano me lo agradeció porque había conocido muchos grupos latinoamericanos.

Me acuerdo de Carlos Cabrera y de su esposa Beatriz, con quienes hablábamos mucho en la terraza de Proctor. Carlos y Beatriz nos visitaron en Nueva York y quisimos subir al restaurante de una de las torres gemelas y no nos dejaron entrar al elevador porque había que llevar saco y vestirse formalmente. Me acuerdo que le presté un saco a Carlos y volvimos y subimos y la ciudad se veía como si estuvieras en un avión. Pocos años después fueron los ataques a las torres y ahora solo son memoria.

Me acuerdo que en 2002, al ir manejando por Bristol con Carlos y Beatriz, un policía de tránsito nos detuvo porque yo me había parado en un espacio de discapacidad solo para que se bajaran del coche. Carlos y yo teníamos barbas negras y tupidas. Una estudiante me había prestado su coche y yo no sabía si tenía la tarjeta de registro. Al saber que enseñábamos en Middlebury, el policía

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José (Pepe) Moreno de Alba

me dijo que no me daría multa.

Me acuerdo haber ido a Mary’s, un restaurante en Bristol, donde comí langosta por primera vez en mi vida.

Me acuerdo de haber conocido a Javier, un profesor de Salamanca, a quien luego llamamos Javier Joder porque decía “joder” casi en cada oración. Javier nos hizo una fabada asturiana muy rica, pero no pude dormir esa noche por haber comido tanto.

Me acuerdo que jugábamos futbol. Una vez cada verano, Jorge Plata, el director colombiano de teatro, decidía ser el portero del equipo. Se ponía shorts, con zapatos de vestir y calcetines negros. Fumaba y gritaba para ahuyentar a los contrincantes. Le metían goles y no hacía nada para detenerlos.

Me acuerdo que Jorge Plata montaba tres representaciones en el verano: una zarzuela, una obra de teatro y otra obra más corta con sus estudiantes. Yo no entendía cómo podía hacer todo eso en tan poco tiempo. Le ayudaba Alfredo Ramón, un pintor que se ocupaba de las escenografías. Sus carteles se encuentran ahora en los pasillos de las oficinas de la Escuela. Me acuerdo que a Alfredo le gustaba bailar el paso doble.

Me acuerdo que un estudiante argentino de maestría y yo nos reíamos siempre en la misma escena al ensayarla. Algo en ella nos era muy gracioso. Jorge nos dijo que eso no podía pasar en el estreno de la obra. Y pasó. No pudimos aguantarnos, nos reímos a carcajadas, y todo el público se reía con nosotros sin saber por qué se reían. Jorge estaba muy enojado detrás del escenario.

Me acuerdo de Jaime Concha y Grínor Rojo, profesores chilenos. Jaime hacía crítica de poesía y le regalé la revista Dactylus, que yo dirigía en Austin, y platicamos de Vicente Huidobro, Gabriela Mistral y Gonzalo Rojas. A ambos profesores, que habían vivido en el exilio por la dictadura, les gustaba el título de mi primer

libro, El destierro apacible y otros ensayos. Me acuerdo que Grínor regresó a Santiago de Chile y lo fuimos a visitar en junio de 1992 y hacía mucho frío en el barrio de Reina Alta, donde vivía, y me indicó dónde estaba la casa de Nicanor Parra, allí cerquita, y luego fui a comer con el antipoeta y me divertí de lo lindo con su gran sentido del humor.

Me acuerdo que Grínor Rojo propuso que montáramos la obra Sempronio, con Grínor como Sempronio, Moreno de Alba como científico y yo como dictador. Decidí ponerme lentes oscuros para conseguir mejores efectos del personaje. La profesora argentina Isabel Livosky me felicitó por mi interpretación, diciéndome que era idéntico a Videla. Luego fui a buscar fotos del dictador y pensé que no me parecía en lo absoluto.

Me acuerdo haber conocido también a Darío Villanueva, que jugaba tenis y decía “burro” cada vez que se equivocaba en el juego. Me acuerdo que varios de los profesores participamos en un número en el cabaret que consistía en ponerse una bolsa negra de basura sobre la cabeza hasta la cintura e ir de shorts, para que los estudiantes escogieran las mejores piernas. Me acuerdo que apenas salí a escenario mis estudiantes me reconocieron y aplaudieron y vociferaron mi nombre y la maestra de ceremonias no tuvo más remedio que declararme ganador. Me acuerdo que Darío Villanueva fue Rector de la Universidad de Santiago de Compostela y más tarde Director de la Real Academia Española. En el 2017, lo invité a la celebración del Centenario de la Escuela en la Residencia de Estudiantes de Madrid y, sin importarle la solemnidad, graciosamente recordó el concurso de las piernas lamentándose no haber ganado.

Me acuerdo que Fernando Savater también enseñaba en Middlebury e hizo una crónica de la estatua del perro.

Me acuerdo que Octavio Paz recibió el doctorado honoris causa de Middlebury en 1992. Hizo una lectura bilingüe de su poesía con Eliot Weinberger, su traductor, en la capilla. Me acuerdo que Octavio Paz nos acompañó a ver la zarzuela que se montaba en esos días y se reía a carcajadas y decía que así era también en 1945, cuando él enseñó en la Escuela.

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Ion Agheana, Berislav (Beras) Primorac, Luciano García Lorenzo y Frank Casa.

Elegía del recuerdo imposible

La moneda de hierro, 1976

Qué no daría yo por la memoria de una calle de tierra con tapias bajas y de un alto jinete llenando el alba (largo y raído el poncho) en uno de los días de la llanura, en un día sin fecha.

Qué no daría yo por la memoria de mi madre mirando la mañana en la estancia de Santa Irene, sin saber que su nombre iba a ser Borges. Qué no daría yo por la memoria de haber combatido en Cepeda y de haber visto a Estanislao del Campo saludando la primer bala con la alegría del coraje.

Qué no daría yo por la memoria de un portón de quinta secreta que mi padre empujaba cada noche antes de perderse en el sueño y que empujó por última vez el 14 de febrero del 38.

Qué no daría yo por la memoria de las barcas de Hengist, zarpando de la arena de Dinamarca para debelar una isla que aún no era Inglaterra. Qué no daría yo por la memoria (la tuve y la he perdido) de una tela de oro de Turner, vasta como la música. Qué no daría yo por la memoria de haber oído a Sócrates que, en la tarde la cicuta, examinó serenamente el problema de la inmortalidad, alternando los mitos y las razones mientras la muerte azul iba subiendo desde los pies ya fríos. Qué no daría yo por la memoria de que me hubieras dicho que me querías y de no haber dormido hasta la aurora, desgarrado y feliz.

CARMEN

Presentada por:

Mercedes Fernández-Isla

DOMINGO 9

* Ciclo de cine en homenaje a Carlos Saura

ROMA

Presentada por: Brenda Laurent

LUNES 10

LOS REYES

DEL MUNDO

Presentada por:

Andrés Peralta

MIÉRCOLES 12

Carlos Saura | Drama . Romance | España | 1983 | 102 min

Narra la historia de Antonio, el director de una compañía de baile que está trabajando en el montaje de la “Carmen” de Bizet. Cuando encuentra a la protagonista ideal, que también se llama Carmen, inicia con ella una relación enfermiza que reproduce el libreto de la ópera. “Carmen” es una historia de amor y celos en donde el deseo aniquilador conduce a los personajes inexorablemente a la destrucción.

Alfonso Cuarón | Drama | México | 2018 | 135 min

Cleo (Yalitza Aparicio) es la joven empleada de una familia que vive en la Colonia Roma, barrio de clase media-alta de Ciudad de México. En esta carta de amor a las mujeres que lo criaron, Cuarón se inspira en su propia infancia para pintar un retrato realista y emotivo de los conflictos domésticos y las jerarquías sociales durante la agitación política de la década de los 70.

Laura Mora Ortega | Drama | Colombia | 2022 | 111 min

“Un día todos los hombres se quedaron dormidos… Y los cercos de la tierra, ardieron”. Una historia sobre la desobediencia, la amistad y la dignidad que existe en la resistencia. Rá, Culebro, Sere, Winny y Nano. Cinco chicos de la calle de Medellín. Cinco reyes sin reino, sin ley, sin familia, emprenden un viaje en búsqueda de la tierra prometida. Un cuento subversivo a través de un clan salvaje y entrañable, que transita entre realidad y delirio. Un viaje hacia la nada, donde pasa todo.

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100 METROS

Presentada por: Fernando Recaj JUEVES 13

Marcel Barrena | Comedia . Drama | España | 2016 | 108 min Ramón vive para el trabajo hasta que su cuerpo empieza a fallar. Diagnosticado de esclerosis múltiple, los pronósticos parecen indicar que en un año no será capaz de caminar ni cien metros. Ramón decide entonces plantarle cara a la vida participando en la prueba deportiva más dura del planeta. Ramón luchará contra sus limitaciones, demostrándole al mundo que rendirse nunca es una opción... Inspirada en la historia de Ramón Arroyo.

*Reseñas de Filmaffinity.com

Esta semana todas las películas tienen subtítulos en inglés.

PRIMERA MESA REDONDA:

Colonialidad, interseccionalidad y memoria política

Martes 11 de julio, 8:15 pm (Auditorio Dana)

HUMOR

Aída Bueno Sarduy: Desarchivo y restitución: Joaquina de Angola.

Marco Antonio Huerta Alardín: Sexualidades en la poesía zapoteca contemporánea del istmo de Tehuantepec

Patricia Saldarriaga: La acción afirmativa y el fallo de la Corte Suprema.

Horarios de comedores

¡Esto es Radio!

Escucha el programa de la Escuela de Español todos los martes de 4:00-5:00pm en 91.1 FM de la radio o entrando en http://wrmc.middlebury.edu/

¿Emergencia?

En caso de emergencia siempre se puede llamar al departamento de Public Safety (802) 443-5911, a todas horas, incluso en fines de semana.

Teléfono normal: 802-443-5133

Lunes a viernes

Desayuno ...................... 7:00 - 9:00 am

(opciones frías a partir de las 6:30 am)

Comida ........... (Proctor) 1:00 - 2:20 pm

Cena ................ (Proctor) 7:00 - 8:20 pm

Sábado y domingo

Brunch ligero ................ 7:00 - 10:30 am

Brunch fuerte ............... 10:30 - 1:00 pm

Cena ................ (Proctor) 7:00 - 8:20 pm Comemos y cenamos en PROCTOR Hall.

El desayuno y brunch pueden tomarse en cualquier comedor.

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©Saulo Corona (ilustración) Jorge Jiménez (texto)

Verano 2023 DE LUNES A VIERNES

Teatro: Lugar y horarios a convenir

CALENDARIO SEMANAL

LUNES Y MIÉRCOLES

Voleibol: 5:15-6:15 pm (cancha en Battell beach)

MARTES Y JUEVES

Fútbol: 5:15-6:30pm (Cancha de Futbol Americano)

Baloncesto: 1:00 pm (cancha detrás de Lang)

Taller de encuadernación: 4:00-5:00 pm (ADK Coltrane)

Dominó:

4:00-5:00 pm (Ross 3)

Lectura en voz alta 1-2: 4:00-5:00 pm (ADK Coltrane)

Juegos de mesa: 4:00-5:00 pm (Ross 3)

Tertulia: 4:00-5:00 pm (Coltrane)

Música del caribe: 4:00-5:00 pm (Ross 3)

Vamos a correr: 6:00 am (puerta de Ross Commons)

Clínica de pronunciación: 4:00-5:00 pm (Dana)

Series de televisión: 4:00-5:00 pm (AXN 232)

¡Fiesta! 9:00 pm-1:00 am (Wilson Hall, MCC)

Película: Carmen

Ciclo de cine en homenaje a Carlos Saura

8:15 pm (Dana)

Paseo nocturno de historias de fantasmas: 8:30 pm (Cementerio)

Película: Roma

8:15 pm (Dana)

Esto es Radio: 4:00-5:00 pm (91.1 FM)

Mesa redonda Colonialidad, interseccionalidad y memoria política: 8:15 pm (Dana)

Taller de collage: 4:30-5:30 pm (MBH 311)

Club de cocina: 5:00-8:00 pm (Kenyon Lounge)

Película: Los reyes del mundo 8:15 pm (Dana)

Ritmos latinos: 5:30-6:30 pm (ADK CLT)

Película: 100 metros

8:15 pm (Dana)

Escritura para la niñez: 4:00-5:00 pm (Ross 3)

¡Fiesta! 9:00 pm-2:00 am (Wilson Hall, MCC)

8 | Escuela de Español | 7 de julio 2023 RECUERDA QUE ESTA INFORMACIÓN PUEDE CAMBIAR, DEBES ESTAR ATENTO A LOS CORREOS DE ELIA Y LA PÁGINA WEB SCHOOLOFSPANISH.MIDDCREATE.NET SÁBADO 8 VIERNES 7 DOMINGO 9 LUNES 10 MARTES 11 MIÉRCOLES 12 JUEVES 13 VIERNES 14

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