Mentes poderosas_Alexandra bracken

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Estuvimos allí sentados mucho rato, hasta que el sol desapareció, primero por detrás de los árboles y, luego, por el horizonte. El silencio y la quietud que nos rodeaban se volvieron insoportables. Levanté la mano y acaricié con suavidad las protuberancias óseas entre sus omóplatos. Liam se irguió poco a poco y me miró. —¿Crees que estará bien? —musitó. —Creo que deberíamos ir a comprobarlo —dije. No recuerdo ni cómo regresamos a la cabaña, lo único que sé es que cuando llegamos encontramos a Chubs sentado en el porche. Lágrimas silenciosas le rodaban por las mejillas. La disculpa, en forma de profundo sentimiento de culpa, estaba escrita en su rostro, y me sorprendí a mí misma al descubrir que mi corazón era todavía capaz de romperse un poco más. —Se acabó —dijo cuando Liam y yo nos sentamos junto a él, uno a cada lado—. Todo se ha acabado. Y no nos movimos de allí en muchísimo rato.


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