Mentes poderosas_Alexandra bracken

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los que habían dado el golpe contra el camión de provisiones, iban vestidos de negro de los pies a la cabeza. —El negro es la ausencia de cualquier color —dijo Mike—. Aquí no segregamos por color. Todos nos respetamos y respetamos nuestras distintas facultades, y nos ayudamos mutuamente para comprenderlas. Pensaba que si existía alguien que pudiera comulgar con esa idea, serías precisamente tú, Lee. —Oh, claro, claro, comulgo absolutamente. Vamos, como si fuera sagrada —dijo Liam—. Solo es que… estaba confuso, eso es todo. El color absoluto es el negro. Entendido. Se abrió entonces la puerta mosquitera y Mike puso el pie para impedir que se cerrara. —¿Pasáis? Me sorprendió sentir al entrar una oleada de calor y vi que las luces del techo estaban encendidas. Electricidad. Recordé que Greg había mencionado que los Amarillos habían manipulado el sistema para que funcionase, ¿pero tendrían también agua corriente? Las habitaciones de delante estaban ocupadas por montañas de mantas y ropa de cama, algunos colchones amontonados y varios barreños de plástico gris. La habitación de la parte posterior —la tienda del conjunto Oficina del campamento/Tienda— quedaba a la derecha de una pequeña cocina con paredes cubiertas de baldosas blancas. Mike saludó con la mano a los chicos que había dentro, ocupados removiendo con largas cucharas de madera la deliciosa receta que estuvieran preparando. Las viejas estanterías de la tienda estaban pintadas de un austero tono verde, aunque surtidas con un arcoíris de comida enlatada, bolsas de patatas fritas, pasta e incluso chucherías. Liam soltó un silbido al ver las cajas de cereales que se apilaban por encima de la altura de nuestras cabezas. Pensé que Chubs acabaría rompiendo a llorar. Dejamos la fruta en el rincón más oscuro de la habitación, junto a una chica de pelo corto y rubio vestida con una camiseta negra que le dejaba el ombligo al aire. Dio palmas y saltos de alegría. No tendría más de catorce o quince años, y debía de tener también catorce o quince piercings en el cartílago de cada oreja. —Sabía que te pondrías contenta, Lizzie —dijo Mike, lanzándole un pomelo. —Hacía años que no teníamos fruta —dijo la chica, cuya entonación iba ascendiendo a cada palabra que pronunciaba—. Confío en que se conserve en buen estado unas cuantas semanas. Mike nos guio fuera de la habitación y dejamos a Lizzie babeando entre las piñas y las naranjas. —Subamos. Debería haber terminado ya la reunión con el equipo de seguridad. Hayes es el responsable de los golpes, pero Olivia —ya la conoceréis— coordina las guardias en todo el perímetro del campamento. Si queréis, puedo hablar con ella para que os asignen ahí. Miró a Zu. —Aunque por desgracia para ti, pequeña, los menores de trece años tienen que ir a clase. Eso llamó la atención de Chubs. —¿Qué tipo de clases? —Cosas normales del colegio, imagino. Matemáticas, algo de ciencias, lectura… depende de los libros que hayamos podido gorrear. El jefe considera muy importante que todo el mundo adquiera unos conocimientos básicos. —Mike se detuvo al llegar a lo alto de la escalera y miró por encima del hombro—. Sé que nunca os ha gustado utilizarlas, pero se imparten también lecciones sobre cómo emplear las distintas facultades.


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