Revista de Pedagogía Escuela Normal Superior María Auxiliadora de Cúcuta Nº 7
barse de una sociedad a otra, y de un individuo a otro, modificaciones del ritmo o la edad de aparición de los juegos, la sucesión es la misma para todos”7. El espacio más corto que hay entre el mundo de la posibilidad y el mundo de la libertad es el juego, pero una libertad como la capacidad que tiene el ser humano de romper su orden simbólico y proponer nuevos modelos. En este sentido el juego sin reglas, libertario y caótico puede conducir más fácilmente a la creatividad que el mismo juego reglado o didáctico. En los momentos de conciencia lúdica el tiempo y el espacio se desvanecen por completo, para que el sujeto penetre a otros planos caracterizados por los flujos caóticos de las danzas que proporcionan 100.000 millones de neuronas en el cerebro humano. El tiempo de jugar es efímero y placentero cuando se liga a lo creativo; una tarde llena de juego y de diversión parece un suspiro al entregarnos al tiempo fractal de la lúdica. Lo contrario ocurre cuando el juego se vuelve didáctico o se somete a la rigidez de reglas impuestas desde fuera y no negociadas. Allí el tiempo para el niño o el sujeto creador se vuelve eterno, similar al paso del tiempo en las escuelas tradicionales, que no son más que espacios atravesados por el tedio y el aburrimiento, producto de una inadecuada concepción del ser humano y de la sociedad en que vivimos. Por lo tanto, hablar de lúdica no sólo es hablar de juego, pero hablar de juego sí involucra en todo la lúdica, de tal modo que, asumir el juego como una estrategia pedagógica que reviva la esencia del niño permite la activación de canales comunicativos en el infante, y de esta manera Carlos Jiménez expone que “el juego es el requisito principal del desarrollo psicoafectivo, cognitivo, moral, ético y el principio de todo descubrimiento y creación; pero no sólo hacia las demás personas, sino en un encuentro consigo mismo y su entorno”8. Cabe también reconocer como lo menciona la maestra especialista en educación inicial, que: “La lúdica se trabaja buscando ante todo el significado de escenario constructor del conocimiento al juego, donde tenga éste un sentido valor y fluya por parte de los escolares y las experiencias significativas, esa integración de cada dimensión empatando hilos conductores”9. Como actividad significativa el juego, con o sin juguetes, sugiere elaboraciones simbólicas y al facilitar representaciones simbólicas ayudan a superar niveles de representación posibilitando sensibles y útiles producciones; éste no garantiza mejores aprendizajes, pero propicia un aprendizaje significativo. En relación con lo dicho por Carlos Alberto Jiménez: “El juego, en muchas de sus manifestaciones, se encuentra ligado al goce, al placer, al deseo y a un proceso de distensión apto para la creación misma”10, por lo tanto, si el juego no se vuelve aprendizaje normativo, jugar se convierte en sinónimo de inventar o transformar, y al instrumentalizar la lúdica se puede dar una práctica exagerada del juego. 7 PIAGET, Jean. Formación del símbolo en el niño. Fondo de Cultura Económica. 1996, pág 147 8 JIMÉNEZ VÉLEZ, Carlos Alberto. La inteligencia lúdica. Bogotá: 2005, pág. 114 9 Entrevista 5 maestra especialista en educación inicial del grado 2 de la escuela Normal Superior María Auxiliadora básica primaria de Cúcuta. 10 JIMÉNEZ VÉLEZ, Carlos Alberto. Lúdica cuerpo y creatividad. Bogotá. 2001, pág 120
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