Kirchner, el tipo que supo - Mario Wainfeld

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Índice

Introducción El día que murió Néstor Kirchner (y yo) 11 1. ­El tipo que supo O cuando el kirchnerismo no existía 27 2. ­De determinismos y algunas carambolas de la historia ­Kirchner y la posibilidad de imaginar una gobernabilidad inimaginable 37 3. ­Esa rara cosa llamada economía política La mirada particular del presidente 45 4. ­Del cenicero a la mesa La política según Kirchner 47 5. ­El día que los derechos humanos volvieron 65 6. ­El detrás de escena de la reapertura de los juicios a los represores 77 7. ­Descolgar el cuadro, subir el telón Cuando los derechos humanos cambiaron de pantalla 91 8. ­Primer informe para ­Suecia: el kirchnerismo es un simulacro 103 9. ­Sombras destituyentes I Blumberg, Cromañón y la muerte de la ilusión de la transversalidad 109 10. ­“No quiero disputar el peronismo, quiero disputar el poder” Kirchner y el pejotismo 127


8 Kirchner, el tipo que supo

11. ­¡A de­sendeudar, a de­sendeudar! 141 12. ­La ­Concertación, el (breve) sueño del pibe 157 13. Todas las voces, todas La Argentina y la izquierda sudamericana, ¡qué equipo! 167 14. La sombra destituyente II La mentada 125 y el segundo nacimiento del kirchnerismo 205 15. De la caída a la resurrección Cuando la voluntad y la destreza pueden reconstruir mayorías 227 16. La pelirroja como objeto de estudio De la derrota frente “al campo” al surgimiento del cristinismo

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17. La hora de Cristina Del “presidente-bombero” a la etapa superior de la institucionalidad 241 18. ¡Es más que la economía, estúpido! De cómo Kirchner militó la Ley de Matrimonio Igualitario 261 19. Qué pashó con Clarín y la Ley de Medios Detalles de una batalla épica 275 20. Nunca más, demonios y nuestro futuro después de los gobiernos kirchneristas Más allá de la pedagogía de lo obvio 295 Epílogo Crítica, balance, corrupción, globos y la templanza del verdadero militante 311 Hasta más vernos 325 Agradecimientos 327 Índice de nombres

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3. Esa rara cosa llamada economía política La mirada particular del presidente

­Usaba al interlocutor para medir lo que él mismo tenía en mente, como si pensara en voz alta, o mejor, como si estuviera poniendo a prueba sus propias ideas. ­No era tan diferente conversar con él on the record u off the record. C ­ on o sin micrófono ­ l off de ayer deveo grabador delante expresaba casi lo mismo. E nía on en cuestión de días o de semanas, frecuentemente. ­Los diálogos (en los que se reservaba la parte del león) jamás eran protocolares: hablaba “de política”, buscaba convencer. ­Aparecía de sopetón en el despacho de su jefe de G ­ abinete ­Alberto ­F ­ ernández, a sabiendas de que lo visitaba algún periodista. ­Y daba charla. Podían darse otros formatos. U ­ ­ na vez, nos cruzamos en un pasillo de la ­Casa ­Rosada, cuando yo iba o venía de ver a alguien. ­Kirchner debía salir del ­Salón B ­ lanco, de un acto. ­Saludó, reporteó al cronista. ­Le dio un cursillo de economía política aplicada en cinco minutos. ­Tenía un papelito astroso con varios números, que debía ser un ayuda memoria en tránsito al cesto. “¿­Sabés cuántos splits se vendieron en estos años?” ­El cronista calló, por una combinación de ignorancia absoluta y lógica instrumental. ­Convenía esperar: el discurso estaba en camino. “­X millones”, se ufanó, y continuó con la interview socrática: “¿­Cuántos habrán comprado los más ricos, los que ya tenían alguno, eh?”.

“­Ponele la cuarta parte, porque ya tenían. ¿­Y cuántos la clase media?”


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­El cronista, que había adquirido uno, se encogió de hombros. ­Todo aconsejaba escuchar y no tirarse lances. “­Ponele las dos cuartas partes, y exagero. A ­ sí que la cuarta parte la compraron los más pobres, los que ni soñaban con tener uno. Y ­ ahora se refrescan en verano y se abrigan en invierno.” “­Son ­X splits”, ponderó. “­Multiplicalo por cuatro o cinco personas por familia.” ­No anoté las cifras entonces, ni las recuerdo ahora. ­En todo caso, serán cientos de miles o algún millón de aparatos, multiplicados por cuatro o cinco usuarios. ­Volvió el entrevistador: “¿­Y cuánto paga de luz cada familia?”. ­Ahí se animó el reporteado silente: “­Poco, muy poco”. “­Una miseria.” ­Usó una expresión más enérgica, coloquial. “­Así que los morochos ahora tienen el split, no pasan calor en verano… están mejor, viven mejor. ­Por eso andan por ahí un montón que me quieren rajar.” ­El consumo inmediato, subsidiado, como base del consenso popular. ­El mercado interno, émbolo del modelo económico. ­La satisfacción de demandas como impulso de la autoestima. ­Un ejemplo jauretcheano de pura cepa, incluida la bronca de clase de los que también habían comprado split… ­Quedaban flotando algunos puntos suspensivos, pero de eso se trataba.


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