Siete.cero

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¿SEREMOS COMO FRANCIA SIENDO ESPAÑA? Hacerse esta pregunta al día de hoy puede parecer mera retórica o que estamos viajando al pasado, a 1808, donde pensar o desear tal cosa no era, entonces en España, muy conveniente. Creo que hoy tampoco les parece conveniente a algunos sectores de la sociedad española. Me refiero a aquellos ciudadanos y ciudadanas que sus propuestas, prácticas privadas y públicas, no casan bien con los valores “republicanos” que inspiran las relaciones sociales, económicas y políticas del país vecino al que estamos “unidos” en la, más que nunca, necesaria Unión Europea.

Liberté, égalité, fraternité «Libertad, igualdad, fraternidad». Constituyen estás divisas y de lo que de ellas se deriva, los valores básicos de una Democracia Constitucional, que aspire a ser Social y de Derecho, que aspire también a corregir las desigualdades, a ser solidaria con los más débiles y a que todos no sometamos a reglas acordadas por todos, que nuestras conductas públicas sean transparentes como el cristal y que las reglas del juego no se cambien a mitad del partido. Que nuestras instituciones sociales, políticas y económicas, Partidos, Sindicatos, Asociaciones, Entidades financieras y Empresas, también lo sean y que en sus respectivos reglamentos de funcionamiento se reflejen estos valores y, sobre todo, se practiquen. Por que si actuásemos así nos pareceríamos en la práctica y desarrollo de estos valores a Francia y a otras sociedades democráticas más antiguas y más avanzadas: Inglaterra, Suecia, Alemania, Dinamarca, EE.UU.,… En esas sociedades impera (a pesar de algunos casos excepcionales) una ética pública y democrática que no permite que ocurra lo que a nosotros nos ocurre, que a la primera de cambio retrocedemos, con motivo y excusa de la crisis económica, décadas de conquista de valores, sociales y ciudadanos. Hoy, en España, existen opciones políticas que “ahorrando” en el gasto público del Estado quieren “re centralizar”, dañando así el principio de subsidiariedad, que es aquel que en su desarrollo y aplicación facilita que las instituciones públicas mas cercanas son las que mejor y más eficientemente arreglan lo problemas. Quieren limitarse libertades ciudadanas con leyes de “renovación y eficacia” de la justicia, como el matrimonio homosexual; limitar, cuando no abolir, el derecho de la mujer a abortar; endurecer las penas por manifestaciones y expresiones que atenten a ciertas instituciones, sean políticas o religiosas, como si fueran intocables, a pesar de que a veces sus prácticas públicas y comportamientos privados, lo desdigan ostensiblemente. Imponer a la religión católica como la única digna de ser practicada, mediante la vía del favoritismo público (subvenciones) y de su ensalzamiento por las autoridades públicas, que deberían abstenerse, pues España es un Estado aconfesional tal y como proclama nuestra Constitución. Y lo que es fundamental para el sostenimiento del Estado del bienestar: la decisión de desguazarlo, mediante privatizaciones de servicios públicos esenciales, por lo que tienen de igualadores y dignificadores de las personas, como son las pensiones, educación, sanidad y la protección a la dependencia. ¿Ante tamaño ataque a las políticas y programas que han defendido estos valores y a los que en ellos no hemos inspirado que tenemos que hacer? ¿Qué tenemos que hacer los ciudadanos y ciudadanas, los colectivos, partidos, sindicatos y asociaciones cívicas de todo tipo que entienden que sin el desarrollo efectivo de estos valores no es posible una sociedad que respete la dignidad humana y la autonomía de la persona? La(s) respuesta(s) no está en el viento como se dice en la canción de Bob Dylan, si no en la práctica, en la acción cotidiana. Las manifestaciones convocadas por los Sindicatos en los días pasados van en esa dirección, tienen razón cuando llaman la atención sobre lo que suponen los recortes del Gobierno del PP como exponentes no de una “necesidad” objetiva para salir del atolladero económico en el que parece que “nos” hemos metido la ciudadanía, como si el entramado financiero, nacional e internacional, no tuviera responsabilidad alguna. Tienen razón los ciudadanos y ciudadanas que se rebelan, como pueden, contra este tipo de políticas en las que nadie parece tener, o haber tenido, responsabilidades.

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