Nº 13 Sierra Viva

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TRADICIONES José Iván Suárez Redacción

Hubo un tiempo en que los mejores bancales eran los reservados para la plantaci— n del c‡ –amo. Aquellas tierras soleadas y con buenos regad’ os, eran las elegidas para un cultivo centenario que daba mucho trabajo y generaba una considerable riqueza. La planta del c‡ –amo, hoy en d’ a estigmatizada por sus usos recreativos o terapŽ uticos, fue una industria pr— spera en los pueblos de la Sierra del Segura. F‡ bricas textiles y talleres como los de LiŽ tor, Yeste, Bogarra, Molinicos o Elche de la Sierra trabajaron durante a–os la seda, el lino, la lana y la planta que hoy llaman cannavis sativa. Y es que el c‡ –amo fue desde siempre uno de los tejidos m‡ s fuertes y delicados, a un tiempo. La planta de la alegr’ a y la supervivencia para muchas familias de la comarca durante siglos. Aunque cuando aquellos agramaban c‡ –amo durante horas, poco imaginaban del significado de esta planta en nuestros d’ as. Porque el c‡ –amo siempre fue caro. La arroba de este tejido ya costaba 18 reales a finales del siglo XVII, tres veces m‡ s que una de vino. En los bancales, las faenas comenzaban con la siembra en marzo y antes de la siega, tres meses despuŽ s, los c‡ –amos hab’ an alcanzado los dos metros de altura. Entonces se segaban y se met’ an en balsas con agua, igual que se hac’ a con el esparto. Tras cuarenta d’ as sumergidas, se pon’ an a secar y despuŽ s de esto, comenzaba la faena del duro agramaor. Mayores y ni–os tronchaban las ca–as y a cepillar y cepillar hasta conseguir el maravilloso pelo rubio que es lo que parece el c‡ –amo cuando ha sido ya manufacturado. Un trabajo duro, que completaban, los

CÁÑAMO QUE CRECÍAS EN LOS BANCALES Durante siglos hubo una producción industrial en la comarca

rastrilladores en similar rutina de esfuerzo, en la que adem‡ s, ten’ an que respirar el intenso polvo que desprendía la fibra. Finalmente, se sol’ a hilar en ruecas, de d— nde se obten’ an principalmente cuerdas o lienzos. Otra suerte de monoton’ a laboral, en donde sol’ an emplearse a las mujeres, a las que se consideraba m‡ s h‡ biles en estas duras artes. Las toneladas de c‡ –amo que se fabricaron en la comarca durante varios siglos se vend’ an

principalmente en la zona de Cartagena, donde el material era muy utilizado para el calafateo de barcos y tambiŽ n en las provincias de Alicante y Murcia, para su uso agr’ cola. La fama del c‡ –amo serrano llega a los escritos. Varios textos recogen la producci— n en LiŽ tor y Yeste, hacia 1880. Pero con el siglo XX, llega el fin de este cultivo que se remonta en la sierra a tiempos medievales. En 1923, encontramos una de las œ ltimas referencias de una industria que

terminar‡ desapareciendo en los a–os 60. En las revista Semana, de Hell’ n, se publica sobre Elche de la Sierra lo que sigue: Ò se elaboran tejidos de c‡ –amo en telares muy rudimentarios, cuyos lienzos gozan de renombre y fama en el pa’ sÓ . Historia, porque finalmente, el cultivo de c‡ –amo en la comarca termin— desapareciendo. Al menos, para aquel uso tradicional. De la planta del c‡ –amo se aprovechaba todo, como del gorr’ n. Muchos hay que aœ n re-

cuerdan aquella costumbre de comprarle un pu–ado de ca–amones a La Tramusera, que los vend’ a junto a las pipas, por las calles de los pueblos. Los ca–amones eran la chucher’ a de los que entonces eran ni–os, las semillas de la planta, tostadas y Ò bien buenas que estabanÓ . Dicen que el Buda se alimentaba de una de estos ca–amones al d’ a. Y algo tendr‡ la planta del c‡ –amo que lleva siglos al calor de la humanidad. Tan presente, como que en papel de c‡ –amo se firmó la Constitución Norteamericana. Pero m‡ s all‡ de la materia, la planta del c‡ –amo o cannavis sativa guarda desde siempre el secreto THC, la substancia psicoactiva, cuyas propiedades se conocen desde hace milenios. En su forma natural, el cannabis es utilizado para el tratamiento de glaucoma, asma, c‡ ncer, migra–a, insomnio o esclerosis mœ ltiple. En su uso recreativo, simplemente la llaman Marihuana. Y con ella, lleg— la polŽ mica. Fue a principios del siglo XX, cuando Estados Unidos se lanz— a la persecuci— n de la planta, emitiendo pel’ culas donde los personajes que fumaban sus flores se convertían en locos asesinos. Hoy en d’ a, tras los avatares de la propaganda y las legislaciones, el c‡ –amo es una de las pocas plantas de cultivo prohibidas. Aunque, pa’ ses como China, Francia, Finlandia o Austria, siguen enriqueciŽ ndose con las semillas y la fibra del c‡ –amo. Espa–a perdi— su carro y hoy el cultivo es casi testimonial. En el pasado, de una hect‡ rea cultivada de c‡ –amo se pod’ an obtener 250 litros de aceite, 750 kilos de tortas de semillas y 3 toneladas de fibra. Hoy en día, el c‡ –amo podr’ a generar estos kilográmicos beneficios. Ahora que el cannabis sigue en la diana de una guerra.


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