Revista Siempre! 3129

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RobeRto GaRcía bonilla

“L

a palabra es reciente pero lo que nombra es antiguo”, decía el padre del ensayo inglés Francis Bacon (1561-1626); el crítico y bibliófilo José Luis Martínez (19182007) hace suya esta idea en la introducción de la clásica antología El ensayo mexicano moderno (FCE, 1958). “Ya hay vestigios del género —añade— en libros orientales y del Antiguo Testamento y en diversos textos griegos y latinos. El ensayo con la plenitud y complejidad de sus vertientes que se reconoce —aunque no siempre se confiere su estatura como un género en el cual el discernimiento y la hondura no disminuyen, menos aún, le despoja de su carácter creativo— aparece con Michel de Montaigne (1533-1592). La primera edición de los dos primeros volúmenes apareció en 1580; ocho años más tarde se publica una edición con notas, conocido como el «ejemplar de Burdeos»”. El humanista y moralista francés anuncia, contundente, la presencia del Yo y la proyección de la vida, en su época, experiencia y cavilaciones: “Quiero que se me vea en mi forma siempre, natural y ordinaria, sin contención ni artificio, pues soy el objeto de mi libro”. El escritor medita sobre las virtudes, las debilidades y las miserias de la condición humana. Y la libertad es principio, incentivo que orienta el sentido de cada individualidad. La extensión del género es muy variable y puede ir de algunas líneas (la expresión mínima del ensayo se contiene en el aforismo) a cientos de páginas, es decir, un volumen completo. Es una conversación en monólogo. La profundidad signa al ensayo; la literatura, asimismo, se comunica y se integra a otras disciplinas, cuyo eje es el discernimiento de que Alfonso Reyes (18891959) señala que el ensayo es una forma de expresión ancilar; un intercambio de ideas entre la literatura y otras disciplinas de pensamiento escrito. La Siempre!

consumación estética es muy relevante en el género (aunque el exceso lleva a un discurso vacuo y melifluo). Las posibilidades de forma y contenido le confieren una enorme flexibilidad; la convivencia de formas lleva a José Luis Martínez a clasificarlo en: ensayo como género de creación literaria; ensayo breve, poemático; ensayo de fantasía, ingenio o divagación; ensayo-discurso u oración (doctrinario); ensayo interpretativo; ensayo teórico; ensayo de crítica literaria; ensayo expositivo; ensayo-crónica o memorias, y ensayo breve periodístico. En El hacha puesta en la raíz. Ensayistas mexicanos para el siglo XXI (2006), Verónica Murguía y Geney Beltrán Félix se propusieron en esa antología una “selección valorativa y crítica; lo que se considera mejor; escritores nuevos y desconocidos”; aceptan que el ensayo tiene menor difusión y prestigio, la causa es que en “la literatura de ideas” no abundan los lectores dispuestos a seguir el desarrollo de una reflexión. Al inicio del siglo XXI la apuesta es por un ensayo con renovadoras e ideas sólidas; alejadas de las convenciones, aun aceptando los amplios horizontes que siempre han distinguido a ese género. Vivian Abenshushan (1972) dejó una muestra del género con autores nacidos entre 1971 y 1982 en Luvina (verano, 2011, núm. 63); con cuatro textos distintos, esta compilación ahora aparece en Contraensayo. Antología de ensayo mexicano actual; a modo de introducción y muestra genérico nos entrega una suerte de decálogo y cartografía de ensayo mexicano de autores entre treinta y cuarenta y un años. La ensayista insta al lector a interrogarse con ella: la confusión creada por el mercado del arte y la literatura ha degradado, también, el ensayo. Carlos Oliva cree que el “ensayo es el género más comercial […] de forma abyecta y rápida, pone al autor y al lector en un circuito de consumo, donde la escritura como ensayo se vuel-

ve una mercancía y […] crea un fetiche social”. Heriberto Yépez señala que “en esa esfera de circulación fetichista y mercantil, no hay diferencias sustanciales entre un ensayo publicado en Caras, en la revista de vuelo de Aeroméxico, en la revista de la UNAM o, incluso, en revistas de culto”. Lleva al género a una autocrítica paródica: mientras que la poesía y la novela desde hace décadas, se dice, están en crisis, el ensayo —señala Yépez— se ha salvado “convirtiéndose en juez del resto de los géneros”, al fungir como la parte acusadora. Los autores invitados de esta reunión “no escriben ensayos para rellenar las páginas de los suplementos, no han sido adocenados por la academia. Hace tiempo que bloguean, lanzados a ese nuevo proceso de pensar que implican las redes”. Son innovadores y su gravedad está cubierta por esquirlas de ironía, en ocasiones, temeraria. Desde la cronología, y no más, es una generación que perfila, entre los signos de los tiempos, la anunciación de un canon (¿contracanon?) de la ensayística mexicana: Guadalupe Nettel, Saúl Hernández, Guillermo Espinosa, Brenda Lozano, Mayra Luna, Eduardo Huchin, Nicolás Cabral, Verónica Gerber, Rafael Lemus, J. Israel Carranza, Luigi Amara. Intenciones y pretensiones del Yo —el que reflexiona y quien escribe— navegan, desde el mar abierto de las redes intangibles y reposan en los cimientos legados por Gutenberg; irrumpen con voz provocadora, ya irreverente, irritante o iluminadora; hay ejemplos en los que el estilo es decantado, sugerente e incisivo. Hay casos en que los argumentos quedan atrapados en el discurso cuyos rasgos de otros deploran. robertogarciabonilla@gmail.com Contraensayo. Antología de ensayo mexicano actual. Selección y prólogo de Vivian Abenshushan, México, Difusión Cultural, UNAM, 2012. 2 de junio de 2013

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