Reporte Sexto Piso No. 44

Page 7

Que viva la música Andrés Caicedo Alfaguara 2015 • 240 páginas

llo que nos permite reconocer esos fragmentos de los que nos hemos desprendido, no para recogerlos sino para dejar constancia de que todavía andan por allí, para recobrar el tiempo que hemos perdido. De ahí que sean los músicos los que llevan las riendas del universo, que antes de la existencia de cualquiera haya existido un músico, cuyas canciones habremos de silbar o tararear espontáneamente. Para muchos lectores considerada de culto, esta novela, más que un vitoreo o una ovación, es un pacto con la Música, así, con mayúsculas, en tanto divinidad primigenia: «Música que me conoces, música que me alientas, que me abanicas o me cobijas, el pacto está sellado. Yo soy tu difusión, la que abre las puertas e instala el paso, la que transmite por los valles la noticia de tu unión y tu anormal alegría, la mensajera de los pies ligeros, la que no descansa, la de la misión terrible, recógeme en tus brazos cuando me llegue la hora de las debilidades, escóndeme, encuéntrame refugio hasta que yo me recupere, tráeme ritmos nuevos para mi convalecencia». Es el residuo

de un sacrificio a Dioniso, el dios fragmentado, como la imagen de la Mona frente al espejo roto. Y es también una cita adelantada con la muerte, con la plena consciencia del autor acerca de su destino: «A los diecinueve años no tendrás sino cansancio en la mirada, agotada la capacidad de emoción y disminuida la fuerza de trabajo. Entonces bienvenida sea la dulce muerte fijada de antemano». Y, entrados en la muerte, de nuevo el impulso a la vida, a cierto tipo de vida. No una vida santurrona, comodina, privilegiada, respetable, seria, madura, arrepentida, arribista, envidiosa, que implicaría estar muerto en vida, sino una vida arriesgada, disidente, desafiante, dispendiosa, irreflexiva, contradictoria, insatisfecha, curiosa, soñadora, capaz de escapar de toda etiqueta y todo molde. En palabras de la Mona Siempreviva: «No te detengas ante ningún reto. Que nunca te puedan definir ni encasillar. Nunca permitas que te vuelvan persona mayor, hombre respetable. Nunca te vuelvas una persona seria. Haz de la irreflexión y de la contradicción tu norma de conducta. Ármate de los sueños para no perder la vista. Nunca esperes que lograrás comprensión con el sexo opuesto. Para el odio que te ha infectado el censor, no hay mejor remedio que el asesinato. Para la timidez, la autodestrucción. No accedas al arrepentimiento ni a la envidia ni al arribismo social. Es preferible bajar, desclasarse. Es prudente oír música antes del desayuno. Si te tienta la maldad, sucumbe: terminarán por rodar juntas del mismo brazo. Acostúmbrate a amanecer con los gusanos. Y encuéntrame allí donde todo es gris y no se sufre. Enrúmbate y después derrúmbate. Échale de todo a la olla que producirá la salsa de tu confusión». Así, como si con su muerte Caicedo impulsara a sus lectores a una vida dionisíaca, fuera de la norma. Como si, en virtud del pacto sellado con la deidad mediante su escritura, ésta se hubiese transformado en música, una música poderosa, bestial, ensordecedora que, cual la canción de Richie Ray y Bobby Cruz, se encarga de gritar a las buenas conciencias y a las almas abatidas: «¡Agúzate, que te están velando!». •

7


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.