Reporte Sexto Piso No. 42

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Viajes mujer adentro Margo Glantz

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oy una viajera obstinada, impenitente, quejosa. Viajo como si fuera mi único destino, un destino impuesto por los hados (adversos); por ello intento hacer una operación contradictoria aunque literaria: además de viajar hacia fuera, visitar países, ciudades, playas, inicio un viaje mujer adentro para tratar de explicarme las causas de esa agitada circularidad que cuando vivía en París, en mis ya lejanas épocas de estudiante, …además de viajar hacia dibujaba una extraña figura en el territorio de fuera, visitar países, los transcursos, pero común en el de la retórica, el oxímoron. El movimiento perpetuo ciudades, playas, inicio que entraña todo viaje se transformaba de un viaje mujer adentro de conciencia ya estaba de regreso en París, pronto y, gracias a un estado de conciencia llorando desesperada porque iba a dejar de singular, en el regreso, es decir, antes de haber para tratar de explicarver el Cuerno de Oro, cosa que en verdad viajado ya estaba de vuelta cancelando el viaje me las causas de esa me sucedió como sucede en cualquier viaje, y nulificando su sentido. Recuerdo alguna vez, cuando llegamos agitada circularidad que a pesar de que seguía contemplándolo, absorta, extasiada, en ese preciso instante, desde Poco López Cámara y yo por primera vez a cuando vivía en París, un recodo milagroso de la ciudad. No sé si Estambul en 1954, la legendaria Constantinopla, dirigirnos a nuestro hotel —por cues- en mis ya lejanas épocas me explico, pero lo que sí sé es que mis viajes se hacen pero al mismo tiempo se deshacen: tiones económicas situado en un suburbio de estudiante, dibujaba apenas empezados los anulo en el pensamienno muy elegante de la ciudad—, tener la to y de manera inexorable regreso al punto sensación de no haber salido de la Ciudad una extraña figura en el de partida. de México y recorrer incesantemente calles territorio de los transcurDecir que Estambul es bella es repetir un idénticas a las de uno de sus barrios populares, la Lagunilla; las callejuelas de repente sos, pero común en el de lugar común, pero no puedo dejar de repetirlo, Estambul es una ciudad bella, bellísima. se abrieron y se transformaron en el Cuerno La visito de nuevo en noviembre del 99, poco de Oro, una enorme perspectiva, la vista so- la retórica, el oxímoron. antes de cambiar de siglo, aunque no sé bien berbia, el sol iluminando apenas el mar y ensi el siglo empezaba en el 2000 o en el 2001; voy con Renata, mi hija tre el fondo brumoso del cielo la silueta de los innúmeros minaretes menor. Empezamos nuestro periplo en la antigua Bizancio, luego y las cúpulas de las mezquitas de la vieja ciudad; la visión me dejó Constantinopla, conquistada por los turcos en 1453, quienes dejaron suspensa, maravillada, y, sin embargo, en un acto malabar y súbito intactos —minaretes más o menos— algunos de los más bellos edificios de la ciudad antigua: Santa Sofía cuya silueta bizantina define el paisaje del Cuerno de Oro, convertida en modelo fundamental de mezquita; la cisterna con sus miles de columnas y, una, cuyo capitel invertido ostenta unas medusas cuya capacidad de producir horror se ha perdido, medusas iluminadas, serenas, sumergidas en ese castillo subterráneo, la cisterna llamada Yerebatan Sarayi. Salimos. Arriba, otra columna, carbonizada, construida por orden de Constantino I en 325 de nuestra era, ejemplo de sincretismo: el emperador hizo representar en ella imágenes paganas y cristianas, incluyendo la piedra de la que Moisés hizo brotar el agua; cerca, los clavos de la Cruz de Cristo fundidos dentro de la corona que decoraba

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