Recuentos Brujos 3 - Esenciales

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RECUENTOS BRUJOS

3. RECUENTOS ESENCIALES - Las Emanaciones -

RECUENTO DE CORRESPONDENCIAS ENTRE LA FÍSICA Y EL CONOCIMIENTO 0 Aceptar la mecánica cuántica en todas sus consecuencias implica asumir que, junto con el mundo que percibimos, coexisten al mismo tiempo y en el mismo espacio otros universos paralelos que no podemos detectar. No, desde luego, con los instrumentos de la razón, que es lo que ciertamente limita las posibilidades perceptivas de nuestros sentidos. 0 El postulado original de Everett, que implicaba bifurcaciones infinitas de universos en cada nuevo sucesodecisión-observación experimental es excesivo. El esoterismo siempre ha proclamado la existencia de universos paralelos, pero no necesariamente infinitos. 0 La única otra alternativa matemática a la implicación de los “muchos-universos” sería aceptar que el mundo real no existe en absoluto, antes o después de que lo percibamos. No hay nada. Lo único que existe es la percepción. Los físicos se inclinan cada vez más por centrarse en una “ontología” de la percepción (pues incluso una “psicología” se nos quedaría corta) que prediga la realidad. 0 Los átomos, quarks, y componentes últimos de la materia, no son en absoluto objetos o cosas con una existencia independiente y definida, con una identidad diferenciada e individual. Los videntes son capaces de atribuirle efectos, características, e incluso leyes al “espíritu”. Y lo mismo hacen los físicos con el electrón. Ambos saben que es “algo”. Pero a ambos les une la humildad y la creciente evidencia científica de saber que nunca podrán determinar “qué es”. 0 Las teorías de las “supercuerdas”, propuestas además para un universo multidimensional (Witten), son quizás la aproximación más innegable al enmarañado de “fibras luminosas”, o de “hebras de energía” que describen los videntes cuando hablan de la realidad esencial. En el espacio-tiempo (cuatro dimensiones) las partículas no son puntos sino líneas porque son inseparables de sus desplazamientos en el tiempo. Añadiendo ejes geométricos (más dimensiones) se convierten en cilindros, espirales sinuosas, briznas suspendidas o tal vez anillos sin principio ni final. Pero los videntes van un paso más allá cuando afirman que cada una de estas fibras está “consciente de sí misma”. 0 Al margen de que ninguna información pueda viajar más rápido que la luz, y por encima del carácter fijador de toda observación, lo que la paradoja de Einstein-Rosen-Podolsky demuestra es que las dos partículas que viajan en direcciones opuestas son una misma entidad. No se cae una hoja de un árbol sin que el universo entero lo sepa al instante, dice un proverbio zen. Todo está comunicado, inter-conectado, quizás en un solo ser. 0 La dicotomía es, en todo caso, entre mente y percepción, no entre mente y materia. En sus últimas obras, Fukuoka acabó centrando su filosofía de la naturaleza en la más desarrollada denuncia del perverso poder de discriminación de la mente humana, que todo lo acaba “especializando”, que todo lo acaba “fragmentando”. Pero la tierra es consciente de su individualidad como lo estamos nosotros, quizás al igual que nuestras células, nuestros átomos, y nuestras “líneas del mundo”. El “Tratado de la Unidad”, de Ibn Arabí, podría ser libro de texto en las Facultades de Matemáticas. 0 La realidad no es una propiedad del mundo exterior sino una reacción creadora de nuestra conciencia en el instante en que la percibe. Nada es real hasta que tropieza con un perceptor, una conciencia. La psicolingüística es aún más terminante: nada es real hasta que lo expresamos. 0 La aleatoriedad y el azar son propiedades inherentes de la materia. La incertidumbre, entendida como liberación, desmonta para siempre la tentativa de identificar el destino con cualquier tipo de determinismo implícito, prefijado, por muy sutil que sea. Percepción es Conciencia, y Conciencia es Libertad; y eso es lo único que existe. El Principio de Incertidumbre concede al universo incluso la libertad suprema de crear materia de la nada, y viceversa. La indeterminación del micromundo es tan absoluta que sus partículas pueden ser y no ser al mismo tiempo. 0

No ha habido más remedio que abandonar la ancestral esperanza de que exista una simplicidad última en los


componentes o la organización de la realidad que percibimos. Es más práctico partir del axioma de que lo insoluble y lo incognoscible (que no quizás la unificación de criterios) son principios eternos, barreras infranqueables, límites absolutos. Don Juan insiste en distinguir claramente las tres potencias del conocimiento: lo conocido, lo desconocido, y lo que no se puede conocer. La ciencia ha tenido que rendirse a la inexorabilidad de la tercera instancia a golpes de matemática pura y dura. Tan orgullosa era. 0 La entropía, esa suerte de pasiva indolencia cósmica, es quizás la única ley válida y común para todos los estratos de la realidad. La espiritualidad siempre la ha llamado “ahorro de energía”, y la ha considerado una de sus grandes piedras angulares. El orden y la disciplina quiebran tanto la inercia del cosmos que no duda la teología (particularmente San Ireneo y los gnósticos, pero también Teilhard de Chardin) en hablar de una “economía de la salvación”. 0 La luz pesa. Toda energía tiene su masa. Incluso la mental. Incluso la de los fantasmas. Los pensamientos pesan; la alegría, la ambición y el miedo, también. La gravedad deforma el vacío en todos los planos del ser, no porque sea una ley común, sino porque todo “es” en el espacio-tiempo. Incluso la muerte. Incluso la imaginación. 0 Sostienen los astrofísicos que la “materia oscura” y la “energía oscura” llenan hasta un 70% del universo conocido. Pero no saben de qué está constituida. Quizás son los mundos etéricos, astrales, mentales, de las tradiciones ocultas. Dimensiones que no podemos percibir. Escalas invisibles de la vibración del ser. ¿Qué tendría de extraño que estos planos gozasen de una existencia estructurada? Quizás incluso la antimateria sobrevivió también en algún lado. 0 Imaginémoslo de esta forma: El Big Bang no solo dispersó radiación y materia a los cuatro vientos; también irradió, y lo sigue haciendo, conciencia y estructura. 0 La conciencia, la vida, llena cada intersticio de la realidad, impregnándolo todo, agarrándose a cualquier condición o constante física del universo. En nuestro mundo, en la estrecha banda de vibración electromagnética que detectan nuestros sentidos, la vida se valió de las moléculas orgánicas, del metabolismo y la reproducción, como se valió de las estructuras inorgánicas y sus procesos “irracionales” para abrirse camino y organizarse en otros planos de frecuencia. 0 Es justo lo contrario, pues, al “principio antrópico”. La vida es conciencia, memoria, individualidad, intención, sentimiento y emoción, mucho antes que metabolismo o reproducción, y es tan inevitable que se adapte a las circunstancias físicas de cualquier rincón del universo, como inevitable es que, por ejemplo, la radiación de fondo se distribuya equitativamente por doquier. Olvidémonos por un momento del incuestionable dogma del carbono y las moléculas orgánicas para concebir la vida. Veremos entonces que no es tan descabellado afirmar que, como sostienen los videntes, puede haber vida hasta en el sol. 0 El vidente, por principio, es un “anti-antropista”. No solo sugiere que puede haber vida en el sol. Es que sostiene que “debe” haberla, para que todo cuadre. Si hay una condición inexorable para la existencia, ésa es la vida y la conciencia. Mucho antes que la energía o la materia. 0 Igualmente, grandes bandas de información, de estructura, como oleadas de sustancias independientes constituidas quizás por los moldes de los códigos y leyes del comportamiento de la materia, viajan por el cosmos desde la gran explosión, obligando a las partículas a relacionarse de la forma en que lo hacen. ¿Por qué no podría ser? Imaginar que las estructuras son entidades que existen de por sí resolvería el problema, hoy por hoy insoluble, de la información inherente, cual código genético, que deberían tener los átomos para funcionar con las mismas leyes en todas las partes del universo. 0 Puede parecer fantasioso plantearse las cosas así. Pero no estamos hablando solo de teorías sino de la experiencia real de grandes tradiciones de videntes. Allí donde los científicos no se atreven a ver algo más que unas nubes indeterminadas de sustancia indefinida, en caótico desorden, los videntes proponen, como genialmente intuye Bohm, un “orden implícito” que interactúa necesariamente con la materia. Parece ser inherente a la razón humana sumir en el caos, o cuando menos en una condescendiente “entropía”, a toda existencia que se escape de nuestro espectro perceptivo, pero en realidad es más lógico que esa tendencia sea una deformación más de nuestra obligación secular, no hace mucho so pena de muerte, a orientarlo todo según los presupuestos “antrópicos”. 0 En todo caso, es un poco vergonzoso que la física tenga que echar mano de esta “materia oscura”, acercándose a la trama de las más elementales sagas épicas de la ciencia-ficción, para explicar la aceleración anti-gravitatoria de las galaxias lejanas, o la excesiva velocidad de los brazos espirales de las más cercanas. No es propio de la ciencia una capitulación tan promiscua, que tanta ventaja concede a los “iluminados” (por calificar de alguna forma a las facciones del extremo peyorativo de la videncia). Frotándose las manos, les sería fácil convencernos de que las “fuerzas astrales”, los “ejércitos del Señor Oscuro”, se nutren de un intento contrario a la vida. Todo el dualismo evangélico de San Juan se nos


vendría abajo. Pues es quizás gracias a que nuestro universo está en manos de las “Tinieblas”, que su destino escape de la muerte más desoladora que se pueda imaginar. Un final, la disgregación total, donde no quedaría ni un ápice de luz, de calor, de gravedad, de interacción entre las partes del ser. 0 Por otro lado, no deja de ser un poco escalofriante, al fin y al cabo, que la única evidencia de la expansión sea algo tan aislado teóricamente, tan intocable, tan monolítico, como el “corrimiento hacia el rojo”. ¿Es posible que Hubble, y la astrofísica en general, extrapolaran el efecto Doppler demasiado precipitadamente, sin tener en cuenta otras posibilidades? Da la impresión de que todo está demasiado cogido por los hilos. De que hay una gran laguna en el centro de la explicación científica. 0 La habitación, por ejemplo, mide seis metros de largo. Imaginemos un círculo de 4 cm de diámetro en la pared de un extremo del cuarto (el pomo del armario, por ejemplo), y un puntito de ¼ de milímetro en la ventana del extremo opuesto (una mota de polvo). Así nos hacemos una idea de la inmensidad que nos separa de la estrella cuya luz nos obliga a ponernos las gafas de sol todas las mañanas. O del absurdo de tanto espacio vacío entre el núcleo y su electrón. 0 Debido a que lo incierto es intrínseco a la materia, la habitación está llena de sucesos virtuales. Si la física precisa, para ser matemáticamente coherente, de algo tan milagroso, tan improbable, tan irracional, tan imaginario, y tan libre, como la creación-aniquilación espontánea de materia, ¿qué no estará ocurriendo, pues, entre el pomo y el cristal? 0 Los pares fantasmas electrón-positron llenan el espacio. Las trazas de sus aniquilaciones son quizás los “orgones” que percibimos cuando miramos al cielo en estado de meditación. Aplíquese sobre ese mar de energía negativa una nueva sintaxis, y obtendremos el Conocimiento. 0 Las estrellas de neutrones tienen unos pocos kilómetros de diámetro, pesan como una luna comprimida en un balón de fútbol, y giran a la increíble velocidad de varias veces por segundo. Traspasado cierto límite, se convierten en agujeros negros. ¿Habrá evidencia más incontestable de vida, de furia extraterrestre, de subversión? 0 Los sueños, ese maremagnum de universos paralelos, son la prueba más cotidiana de la elasticidad y la relatividad del tiempo. No solo viajamos a diario a su través. Nuestro yo-de-los-sueños, ese otro observador, vive largas experiencias en el simple lapso de una cabezada. Los pájaros se quedan petrificados en el aire, en mitad de un batir de alas. El mar se queda detenido, a punto de romper la ola. Es la trama de “El milagro secreto”, aquel cuento de Borges. No se trata tanto de viajar en el tiempo (enseguida nos aferramos a los estereotipos de Carl Sagan o de Asimov), sino de explorar las inmensas posibilidades de su elasticidad cuando se le entiende principalmente como un objeto de percepción. 0 Somos sueños. Es la mejor forma de entenderlo. ¿Qué sustancia pueden tener los átomos de un sueño? Somos energía encapsulada, el mismo extraño poder que se reparten los soles de la galaxia. Somos un ladrillo más en la Torre de Babel. El puente de la incertidumbre nos permite cambiar o incluso prescindir de toda sintaxis. Toda realidad es intrínsecamente virtual. 0 Podemos observar la interacción entre las cosas, el flujo ininterrumpido de la energía, pero no las cosas en sí, la misma energía. Podemos describir o incluso explicar lo que hace la naturaleza, o el ser supremo; pero nunca podremos decir qué es. Eso quedaría dentro de la esfera de “lo que no se puede conocer”, y no es descabellado vaticinar que no tardaremos en descubrir los límites matemáticos de esta esfera, quizás como simple extensión del Principio de Incertidumbre. Según Bohr, las ondas de materia no son en absoluto cosas, sino más bien procedimientos de cálculo. 0 La vida es, en última instancia (Schrödinger), energía electromagnética organizada. Es cierto; pero de nuevo los brujos se nos adelantan al puntualizar que esas estructuras no son solo una cuestión de enlaces químicos o de moléculas complicadas. Ni siquiera es necesario que la energía sea precisamente electromagnética. 0 Paradójicamente, tan incierta es la sustancia material de nuestro mundo real como improbable que este mismo mundo surgiera del azar. No quisiera que este argumento reforzara al Principio Antrópico, tan tendencioso en manos de los científicos con convicciones religiosas, sino más bien a la Psicología de la Percepción y a los que piensan que su campo de aplicación e integración en la mecánica cuántica se halla aún en una fase embrionaria. La causalidad implícita de ambas concepciones parte de supuestos enfrentados. Para los primeros, el ser humano es un efecto de las leyes particulares del mundo. Para los otros, es precisamente nuestra forma de percibir la causa de esas leyes caprichosas. 0 Las matemáticas de Wheeler nos llevan a un microcosmos en ebullición, con textura de burbujas, entramados, puentes, túneles, agujeros-de-gusano, mallas, un laberinto de espuma, de fibras que se mueven incesantemente. Los filósofos de la ciencia hurgan en la resonancia de estas imágenes o en la estética de las formulaciones cuánticas. Pero los videntes nos dicen que en realidad no necesitamos microscopios. Hemos visto muchas veces, quizás incluso lo vemos continuamente, el entramado subatómico y la esencia energética de la realidad, pero lo que ocurre es que “no somos


conscientes de ello”. Por eso, cuando por fin “rasgamos el velo”, reconocemos algo que nos era infinitamente familiar. Solo existe un inmenso, multiforme, omnipresente y eterno “aquí y ahora”. Lo demás son trampas y confusiones de nuestra sintaxis. 0 El límite para lo pequeño es solo un artificio matemático, pues algo indivisible habría de tener una densidad infinita, y esto es filosóficamente imposible. Nunca se llega al infinito. Como no hay un componente último, el mundo es técnicamente una ilusión. (Véase el recuento posterior). Si cualquier momento puede ser la eternidad, cualquier lugar puede también contenerla. 0 El espacio podría estar lleno de agujeros de incertidumbre total, singularidades, donde las leyes de la física no funcionan. Y quizás sea de ellos de donde emana el poder y la conciencia. No es que sea una fuente central, pero sí es una fuente de emanación tan capital, tan omnipresente y poderosa, que no es extraño que sea percibida como una expansión. El ser supremo imprime energía a todos los astros, los cuerpos, las galaxias. La expansión es la interpretación científica inevitable de esa apariencia. 0 El principio de exclusión de Pauli funciona con las partículas de un mundo real o virtual, pero no necesariamente con las partículas de mundos distintos entre sí. No solo porque hay frecuencias que no detectamos, sino precisamente porque una partícula puede ser cualquier cosa antes de observarla. 0 Nuestro universo está curvado sobre sí mismo. Así que el vacío exterior sería infinito. Y todo cabría ahí fuera. Pero el caso es que todo cabe también aquí dentro: si el vacío entre los quarks es matemáticamente el mismo que hay entre las estrellas, sea puro vacío o sopa de partículas virtuales, ¿qué impide la coexistencia de los mundos escalares?; ¿qué impide la simultaneidad de las mentes paralelas? 0 El misterio es la velocidad perceptiva. Si parece demostrado que los animales perciben el movimiento en una escala temporal más dilatada que la nuestra (por eso son tan rápidos), otro gran ojo podría ver las galaxias de nuestra burbuja-universo moverse al unísono como las moléculas de una célula que engorda o se divide. La cantidad de galaxias en el universo es demasiado equivalente a la cantidad de moléculas dentro de una sola célula. 0 (También hay números mágicos en la ciencia. Uno es pi. Otro es 137. Y otro es la cantidad de átomos en el universo, su edad medida en la escala temporal más ínfima posible (lo que tarda la luz en atravesar el protón), y la razón entre las intensidades de las dos fuerzas fundamentales, la gravedad y el electromagnetismo: en todos los casos es un 1 seguido de cuarenta ceros. Nadie sabe por qué.) 0 Conclusión: Si nadie niega que un insecto puede percibir el mundo de manera muy distinta a la nuestra, organizándolo incluso con frecuencias de onda muy alejadas de las de la luz visible o el sonido, y “estirando” su percepción del tiempo en escalas que, sin contradecir la relatividad, nos sean imposibles de imaginar, ¿por qué dudar que tendrán algún día su definición científica fenómenos, radiaciones, visiones, etc, que hoy no sabemos explicar? 0 El Conocimiento es energía. ¿Qué mejor paralelismo entre Física y Espiritualidad? No hay fórmula más hermosa y escalofriante, en la historia de la ciencia, que la que Einstein descubrió para explicar la Energía. E=mc . Y cuando Don Juan, misteriosamente, casi como de pasada (El Conocimiento Silencioso, pág 229), reveló a Castaneda que el método preferido por los nuevos videntes para alcanzar el silencio interno era lo que él llamaba el “intento inflexible”, estableció una fórmula más hermosa aún, y más sobrecogedora, de la fuerza que mueve el universo. La energía, el “conocimiento”, la “impecabilidad”, es el producto entre la conciencia y el poder. E=CP. La conciencia es el “intento” del silencio interno, de la conexión con el espíritu. Y el poder es la determinación, el esfuerzo sostenido, la “inflexibilidad” que solo se consigue a través del misterio de la voluntad. No se transforma la masa en energía si no es a través del inmenso aporte del cuadrado de la velocidad de la luz. La inmensidad, el milagro del Conocimiento tampoco es barato. Solo a través del poderoso empuje de la voluntad puede la conciencia realizar su transmutación. El Conocimiento es la unión entre el intento de la conciencia y el poder para mantenerla. 0 ¿Por qué esa aquiescencia, protesta Bohm, y esa tiránica dependencia de la dinámica experimental y de la inercia de un positivismo creado hace trescientos años? La Astrofísica y la Física de Partículas hubieron de unirse hace décadas para comprender sus respectivos misterios. Ha llegado el momento de superar otros prejuicios. Retrasarnos en integrar la disciplina científica de una Ontología de la Percepción es un error de juicio que dejaría en un callejón sin salida el desarrollo de la física actual.

RECUENTO DE ARGUMENTOS CONTRA EL INFINITO Y LA MATERIA


0 Demócrito fue el primero en argumentar que el mundo estaba hecho de átomos. En el nacimiento de la era de la razón, brotaba así como un sol naciente el principio ontológico básico de la física de partículas: si el todo está hecho de partes, piezas de puzzle, ladrillitos, células, elementos, o lo que sea, lo más inteligente es descansar sobre los componentes más pequeños, intercambiables, universales y uniformes posibles. 0 Pero luego (unos dos mil años después, en la era del materialismo) se descubrió que la inmensidad del átomo estaba ocupada principalmente por el vacío. Si el núcleo fuera una manzana, los electrones serían granitos de arena girando a centenares de metros de distancia. Una estructura, desde luego, muy alejada de la imagen que el sentido común tenía acerca de la “solidez”. 0 El hecho de que el electrón fuera una nube de probabilidades no llenaba de masa ese vacío, como si anillos de un saturno se tratara. Solo hay una partícula en este anillo. Y no hay más. Quizás fuerzas o radiaciones o gluones o fotones. Pero nada de masa. Ningún otra clase de objeto material. 0 Ahora sabemos que el núcleo mismo tiene su estructura, nucleones igualmente formados a su vez por tríadas de quarks, inobservables pero matemáticamente incuestionables, también probablemente separados por su irremediable dosis de vacío exagerado y abrumador. 0 Efectivamente, resulta abrumador considerar que la mesa que tocamos, y los dedos con que lo hacemos es, en un 99’99%, vacío. Vacío vibrante, vacío cruzado por radiaciones, vacío virtualmente rico, pero vacío al fin y al cabo. ¿Dónde está, pues, la masa del mundo? ¿En ese 0’001% de partículas subatómicas? ¿De qué está formado, entonces, el quark? 0 Hay varias respuestas. La más alegre y tediosa es la que más rápidamente proponen las pizarras y sus ecuaciones: si el quark es indivisible podemos asignarle, teóricamente, un valor de “densidad infinita”. ¡Qué reluciente expresión! ¡Densidad infinita! La misma que nutre las singularidades del Big Bang y los agujeros negros. “El universo nació de un punto de densidad infinita”, dicen los astrofísicos. Y se quedan tan tranquilos. Renormalizan las fórmulas para que les cuadren, y así siguen dando sus clases y escribiendo sus flamantes libros. 0 Qué fácil es, pues, dibujar un ocho tendido al final de las ecuaciones críticas y continuar adelante (construyendo de esta guisa, por cierto, magníficos ordenadores precisamente diseñados para calcular el misterio de la materia y de la infinitud). Pero si en algo puede tener la filosofía más validez, preeminencia y autoridad que las matemáticas es a la hora de hablar del infinito. Y no hay lógica formal ni semiótica ni ontología que avale la existencia del infinito. Ese punto del Big Bang habría de remontarse a un estado por definición inalcanzable para simplemente cobrar existencia, para ser. 0 No es cuestión de que las leyes de la física dejen de funcionar ahí. Ése es un problema aparte, y el primer tópico trivial. No es tampoco cuestión de que nos estemos topando con un objeto “incognoscible”, epistemológicamente hablando. Éste es otro problema aparte, y el segundo tópico superficial. Es que simplemente la eternidad nunca ha sido un atributo, ni siquiera para Dios. Nada es infinito. Por definición. 0 Decir que, por ejemplo, el espacio es infinito, es el eufemismo de decir que es tan grande que se mueve, se pierde, tiende hacia un límite progresivamente mayor, más lejano, y por tanto inalcanzable. Es una forma de hablar. El infinito es una acción, nunca un estado de cosas. No es, sino que se mueve hacia. 0 Decir que el Big Bang nace de un estado de densidad infinita es lo mismo que decir que el universo no tuvo comienzo, porque ¿dónde acabaría o desde dónde partiría ese punto crítico que da comienzo al tiempo, si por definición es infinito? Aquí es donde las paradojas de Zenón dejan de ser un juego y se convierten en un imperativo científico. Se trata de un imposible lógico elemental, y lo justo sería decir “la singularidad del Big Bang tiene una densidad tan grande que parece infinita”. 0 Eso es, desde luego, lo que quieren decir los físicos. Pero el hecho es que, ya sea por inercia, por vicio, por error o por comodidad no lo aclaran. Y el resultado es que acaba siendo una perogrullada atribuirle infinitud a la singularidad del quark. Tendría masa infinita, atracción infinita, carga infinita, etc. Un solo quark se tragaría al universo entero. 0 Pero si por el contrario la densidad del quark es limitada, entonces es que tiene estructura interna, y esto quiere decir que si lo bombardeamos con un super-ciclotrón, obtendríamos sub-quarks, super-cuerdas, dimensiones enrolladas, y así realmente hasta el infinito. 0 Caemos con frecuencia en la trampa de identificar la indivisibilidad, o la inobservabilidad, con la infinitud. Y son cosas distintas. Que el quark sea indivisible, o inobservable, significa que no hay energía a disposición del ser humano


capaz de bombardearlo para extraerle sus componentes, o de iluminarlo sin alterarlo sustancialmente. Pero solo eso. No se puede inferir de ahí que no tenga estructura interna. 0 Por más ganas que tengamos, pues, como Demócrito, de arribar al final del camino y echarnos a dormir la siesta, tendremos tarde o temprano que enfrentarnos al vacío y abrir el corazón del quark. 0 ¿Es algún tipo de “plasma” lo que llena su interior? ¿Es, como diría un niño, algún tipo de plomo irrompible? ¿Algún frenético intercambio de subpartículas de leptones de una quinta fuerza aún no descubierta en la naturaleza? 0 Se trata de una búsqueda obsesiva porque nos estamos aferrando al supuesto de que ha de haber “masa” dentro del quark, descartada ya la excusa de la infinitud. Al fin y al cabo estamos buscando los soportes de la materia. La masa pesa, atrae, existe, es real. El sentido común nos dice que ha de haber masa en algún lugar de este sólido escritorio de roble. ¿Qué demonios es entonces una “masa”? Ya hemos visto en el recuento anterior que lo más que podemos decir es que es un concepto, una “interpretación perceptiva”. 0 Pasemos entonces de pensar en términos de masa, nos dirían, exhaustos, muchos lectores. Supongamos que no hay tal dualidad “onda-partícula” en la materia, y que todo es energía. La forma es vacío, y el vacío es forma. Hasta los sutras de Buda están llegando por legión los físicos que con honradez arañan en los intersticios de la nada. 0 No existe nada en absoluto. Desde el punto de vista material, el mundo es vacío. Radiaciones electromagnéticas y fuerzas invisibles que al toparse con el sistema perceptivo de un ser consciente producen la sensación de ser objetos sólidos, materiales duros, placenteros, dolorosos. Mente y materia están inextricablemente unidos, y el mundo es básica y matemáticamente una ilusión. Algo más allá del “Maya” budista, del “Makio” zen, o de la “alucinación” psiquiátrica. La materia es un efecto perceptivo de carácter ontológico. 0 Solo un aspecto, un enfoque, un giro de orientación nos podría rescatar del bloqueo epistemológico al que pareciera abocarnos esta conclusión. No tenemos por qué renunciar a la metodología científica o rendirnos a una estéril resignación mística, para la que, por otra parte, no estamos preparados. Insistir debidamente en el poder creativo de una impecable racionalidad es lo correcto si en vez de investigar sobre las cosas lo hacemos sobre su aparente “deserción”. Si no podemos decir nada acerca de la materia, concentremos nuestra atención en el vacío. Investiguemos a fondo la “nada”. 0 Ésta es la opción por la que parecen decantarse muchos científicos. Todo es vacío, no existe nada. Pero es que el vacío está repleto de potencialidades, de posibilidades. El taoísmo lo sabe desde hace siglos. Los físicos mismos lo han descubierto hace ya cincuenta años. Los pares de partículas virtuales, por ejemplo, que en dimensiones temporales infinitesimales crean y anulan materia sin llegar a vulnerar las leyes cuánticas abren portales magníficos para interminables futuros de investigación. 0 Es posible que el universo esté lleno de estos vacíos superpoblados. Es posible que los mundos descartados, alternativos, predichos por las ecuaciones cuánticas, o quizás la “materia oscura”, o quizás la “anti-materia”, o quizás el universo multi-dimensional de las realidades simultáneas, puedan ser atrapados al desarrollar teorías que integren, como decíamos antes, una verdadera ciencia de la Cognición, abriendo insospechados campos que aún puede abordar la ciencia dentro de esta nueva era de la no-materia y del vacío. 0 ¿Por qué los científicos no “meditan”? ¿Por qué tampoco lo hacen los filósofos o los psicólogos?. Sí; reflexionan y piensan mucho. Se rascan la frente, y muerden miles de bolígrafos a lo largo de sus vidas. Pero nadie les ha enseñado que la Meditación es otra cosa. Quizás el prejuicio de que se trata de una práctica religiosa (cosa que es totalmente falsa), o la pereza de enfrentarse a una cierta disciplina corporal sean las responsables; no lo sé. El hecho es que es una abominación que la Meditación no sea un asignatura básica en las carreras que pretenden estudiar la realidad. 0 Meditar es una técnica de adiestramiento mental para manejar correctamente la concentración y las funciones intelectuales, y está claro que hoy día es más necesaria que nunca en terrenos como la física teórica (donde nos estamos quedando sin objetos materiales exteriores sobre los que concentrarnos) precisamente porque la Meditación se basa en el silencio mental, en dejar que la percepción inmediata de la realidad nos desvele sus secretos sin la intervención discriminativa del lenguaje, matemático o verbal. 0 El panorama es, pues, más crucial y prometedor de lo que parece. Y es seria la recomendación de ensayar, en este punto, técnicas de introspección mental que nos ayuden a entender el universo cuántico. Pero como hay un gran componente de opción personal en esta recomendación, quedémonos, como resumen, con la idea de que hay solo dos condiciones para que los científicos puedan seguir cosechando alegrías: una es abandonar el concepto de infinito, o por lo menos ser más estrictos, más literales, más restrictivos, a la hora de asignarlo a un tipo determinado de energía, vacío o entidad. Y la otra, desde luego, es renunciar de una vez a la quimera, la destructiva soberbia de identificar una teoría


unificada con el “llegar a entenderlo todo”. Es un desatino absoluto ponernos como objetivo la “comprensión total de las leyes que gobiernan el universo”, tal y como muchas eminencias científicas han tenido el desparpajo de prometer, Hawkings a la cabeza. Hasta ahí podíamos llegar. La primera ley del Conocimiento es que el universo es un misterio sin fin. Y la segunda es que no hay forma humana de desvelarlo. A partir de ahí, de la tercera ley, podríamos empezar a hablar.

RECUENTO DIALOGADO SOBRE LA N-DIMENSIONALIDAD Susana se altera mucho cuando oye decir en clase que el espacio es una entidad tridimensional. Ve tan claro que no hay una verdadera equivalencia conceptual entre las tres coordenadas del espacio y la auténtica dimensión del tiempo, que no comprende cómo el error, o la imprecisión, se ha perpetuado tanto, no ya en el lenguaje coloquial, sino en los mismísimos círculos académicos. Cuando finalmente le propuse abordar seriamente el tema, en el marco relajado de un aula vacía, a última hora de la tarde, surgió espontáneamente esta conversación: --¿Qué es, entonces, una Dimensión?-- le pregunté-- Necesitamos una definición mínima que nos sirva como base de trabajo. --Yo la tengo-- me respondió rápidamente ella-- Llevo mucho tiempo dándole vueltas. Una Dimensión es “cualquier orden o campo estructural en el cual puede expandirse el cosmos, puede extenderse la existencia”. El aspecto direccional, posibilitador del desarrollo del universo, es mucho más importante que el aspecto tradicional de “herramienta de medición”. --Bien, pero tu preocupación inicial era si es posible un espacio uni o bidimensional, si algo así puede existir fuera de la imaginación, en el mundo real. Un punto, por ejemplo, si por definición es "la intersección de dos líneas", es desde luego una construcción mental, abstracta, una idea matemática, irreal. Pues cualquier plano que cobre "vida", que quiera existir realmente y tener movimiento, precisa que sus objetos puntiformes cobren algo de volumen. --Exactamente. En la naturaleza real no existen ni los objetos puntiformes ni los planos bidimensionales ni las singularidades con densidad infinita. Vamos a descartar desde el principio estos supuestos como estrategia metodológica. --De acuerdo. ¿Qué significado tienen entonces para ti esas tres dimensiones, o mejor dicho, las tres coordenadas con las que habitualmente se define el espacio? --Bueno, pues analizando cuidadosamente el significado de esa estructura de tres ejes espaciales, y sobre la base de nuestra definición provisional de Dimensión como "cualquier dirección en la que el universo puede existir o expandirse", podemos decir que el ser, el universo, existe en cualquier punto del plano infinito lanzado a partir de dos líneas perpendiculares interseccionadas en un punto de referencia, y en cualquier punto del plano infinito interseccionado perpendicularmente con el anterior, PERO TAMBIÉN, y esto es lo importante, en cualquier punto de todos los planos infinitos interseccionados perpendicularmente con los anteriores, con lo cual serían infinitas las dimensiones espaciales, y no 3. Si lo pensamos bien, queda en evidencia que esos 2 planos de referencia, o esas 3 líneas, son solo una estructura mental de medición, pero para nada dimensiones de crecimiento de la existencia. Una Dimensión es, pues, un campo; nunca un eje, o una línea. Decir que la dimensión espacial está representada por 3 ejes es incluso decir mucho, porque realmente la dimensión espacial se "representaría" mejor con una esfera. --Comprendo. Pero la pregunta sigue en pie: ¿qué es el espacio? Aunque entenderlo como una esfera es consistente con la curvatura relativista, no dice gran cosa porque la esfera es otra estructura mental, matemática, abstracta (aunque no del todo irreal, pues hay verdaderas esferas en la naturaleza, o muy aproximadas). --Bueno. Aquí es donde comienza la discusión y donde me tienes que ayudar. Lo único que puedo decirte, de momento, es que, en nuestra orientación, el concepto de "extensión" es tan importante que incluso en el caso de que nos decantemos por "orden estructural" como primer nominativo de la definición, deberíamos hacerlo de tal forma que el atributo de "extensión" y "expansión" lo califique acto seguido de manera sustancial e inmediata. --Vamos a retener ese concepto, que a mi también me parece esencial. Pero está claro que necesitamos encontrar una categoría lógica en la que encaje el concepto de Dimensión. Para poder operar luego con ella matemáticamente. En este sentido, propongo que manejemos en la discusión dos herramientas fundamentales de simetría: la "equivalencia conceptual" (EC), y la "equivalencia matemática" (EM). --Explícate, por favor. --Hemos dicho que una Dimensión es una EXTENSIÓN de la existencia. Así que la pregunta es: ¿en qué sentido puede extenderse la existencia de una esfera si introducimos una dimensión más en pie de igualdad, es decir, con estricta EM con las otras 3? En ninguno real, fuera de la simbología matemática. ¿Y con EC? Tampoco: sencillamente, no hay más direcciones en una esfera. Añadir otra dimensión es precisamente lo que se hace cuando introducimos el tiempo, pero entonces ya no estamos en pie de igualdad con las otras tres. El tiempo es un orden nuevo, un campo, una extensión nueva de la existencia. --Ya veo. La existencia no se extiende hacia la longitud, la latitud y la profundidad, sino que se extiende


esféricamente por doquier. La longitud, por escoger una de ellas, no es una extensión en pie de igualdad, en EM, o tan siquiera EC, con el tiempo: ésta es la cuestión innegable que inhabilita el concepto tradicional de Dimensión. Solo los 3 ejes juntos forman una verdadera dimensión en EC y EM, en pie de igualdad con el tiempo. --Así es. La extensión espacial es esférica, no tridimensional. EL ESPACIO NO SON TRES DIMENSIONES, SINO UNA. La dimensión del espacio se extiende esférica y exponencialmente, desde un punto de referencia, hasta el infinito. Podemos contar con esta primera conclusión, o axioma, o certeza, o como quieras llamarle, para seguir adelante. --Cierto. Y me alegra verlo claro por fin, después de tanto tiempo. Pero no debemos entusiasmarnos. Antes, para ser honestos, debemos asegurarnos de que también es cierta esa EC entre el espacio y el tiempo. Pues es fácil imaginar espacio sin tiempo, pero no al revés. ¿Lo has pensado alguna vez? Y esto nos podría llevar a categorizar el tiempo como una coordenada, una sub-dimensión, una magnitud del espacio. --No creas. La verdad es que sí lo he pensado, y ahí tienes a la música: un perfecto ejemplo de tiempo sin espacio. De hecho, es tan innegable la EC entre ambas dimensiones que, desde Einstein, la física las confunde en una sola: el espacio-tiempo. No hay una que prevalezca sobre la otra. Ambas son "esferas exponenciales, direccionales, abstractas, infinitas, de expansión de la existencia". Una, el espacio, hacia las infinitas posiciones en que se puede encontrar un cuerpo: hacia el infinito espacial. Otra, el tiempo, hacia las infinitas duraciones que puede tener un movimiento: hacia la eternidad temporal. El espacio se abre hacia el infinito. El tiempo se abre hacia la eternidad. Lo que debemos determinar, más bien, es si hay alguna equivalencia, conceptual o matemática, entre las 3 “magnitudes” del espacio, longitud, anchura y altura, y las “magnitudes” del tiempo, que son... --Son dos, está claro: el pasado y el futuro; hacia atrás en el tiempo, o hacia delante. No hace falta que nos pongamos a explorar las posibilidades conceptuales de la clásica "máquina del tiempo", o los “agujeros de gusano” del entramado del vacío cuántico, o las aparentes traslaciones temporales que experimenta la conciencia en la vida, en la muerte o en el sueño. El ser, la conciencia, las partículas solo pueden trasladarse en esas dos direcciones, o flechas, o magnitudes: hacia delante (futuro) o hacia atrás (pasado). --En definitiva, (y de momento), vivimos en un mundo de 2 Dimensiones inseparables, el espacio y el tiempo, la primera con 3 magnitudes y la segunda con 2. Y ahora comprendo tu enfado ante el aserto estándar de todos los tratados de divulgación, de que "vivimos en un mundo tridimensional, que tiene 4 dimensiones si le añadimos el tiempo". Es verdaderamente asombroso que esta convención se haya perpetuado tanto tiempo en la academia científica, y que sobre su base incuestionable se estén construyendo teoremas geométricos, teorías de cuerdas, y demás. Pues ya estamos viendo que no hay nada más cuestionable. ¿Qué podemos hacer ahora? --Pues continuar con nuestra línea de pensamiento. Descartar esas definiciones clásicas y averiguar qué pasaría si nuestra definición de Dimensión fuera la correcta. Así, para dar el siguiente paso, te propongo un salto mental. Vamos a recurrir, ahora sí, a la manida imagen del plano perfecto para ilustrar ese salto. Supongamos que vivimos en un plano perfecto. Y supongamos que nos encontramos con una pirámide. En principio, solo veríamos una raya. Después de rodearla, deduciríamos que se trata de un cuadrado. No tenemos ninguna pista que nos indique que tiene altura, y si la tuviéramos, lo lógico sería deducir que se trata de un paralelepípedo, nunca de una pirámide. Es realmente difícil, pues, concebir otras dimensiones. Pero es esa clase de "salto mental" es el que necesitamos para entender en qué consiste la dimensión de la "simultaneidad", realmente la siguiente en la escala de categorías lógicas que estamos utilizando. --¿Simultaneidad? Por favor, explícate --Es difícil. Pues ¿cómo vamos a imaginar, nosotros seres uni-versales, que estamos rodeados por infinidad de universos paralelos que no vemos, que "no caben" en nuestro mundo? Pero eso es justamente la "Simultaneidad": a nuestro lado, en todas "direcciones", en una para-geometría abstracta y teóricamente esférica, se expanden mundos paralelos que no percibimos, en un multi-verso delirantemente infinito, desde luego simultáneos en el tiempo, y relativamente también en el espacio si es posible la "interpenetración" de los estados materiales. --Ya veo la idea. Pero hemos de ser serios y comportarnos metodológicamente. Si un matemático tuviera que imaginar nuevas dimensiones obraría de esta manera: asociaría series infinitas, perpendicularmente cruzadas, a cada número entero de nuestro mundo real: 1=(1-infinito); 2=(1-infinito); 3=(1-infinito); etc. Luego asociaría otra serie (infinita o limitada, da igual) a cada número de la serie asociada a los números enteros originales. Y llamaría "dimensión" a cada plano perpendicular nuevo de series de infinitos asociados. --Es un método más formal, y en realidad una variante del que yo misma he utilizado. Pero la verdad es que esto no nos resuelve gran cosa. Nos puede ayudar, en efecto, a descubrir dimensiones muy próximas, como la Simultaneidad, pero se convierte en un obstáculo para vislumbrar dimensiones más "inconcebibles", no por abstractas (que no es lo mismo que "matemáticas") sino por diferentes a la estructura de los órdenes con los que estamos acostumbrados a percibir. Por eso, yo continuaría con la definición propuesta: "cualquier orden estructural de expansión de la existencia", y pondría la imaginación a funcionar. --Pero antes tendríamos que asegurarnos de que la Simultaneidad no es en el fondo otra forma de enfocar el mismo fenómeno que la teoría de cuerdas describe cuando habla de “dimensiones enrolladas”. Deberíamos comparar ambos conceptos, a ver qué sacamos en claro. --Vale. Y ¿cómo lo hacemos? --Tendríamos que centrar la discusión en saber si las cuerdas son objetos de dos magnitudes (membranas)enrollados, cosa ya de por sí imposible pues no hay en la naturaleza planos puros (¿infinitamente aplastados?) como no hay objetos puntiformes, o si son "cilindros infinitesimales", que sería lo más lógico, ya sea porque son planos


"infinitesimal, no infinitamente aplastados" (es indispensable distinguirlo), o ya sea porque son multitud de capas infinitesimalmente aplastadas y enrolladas entre sí como las hojas de un cigarro puro. Ni siquiera es aceptable la posibilidad de que fueran cilindros de tres magnitudes compuestos de algún material compacto indivisible, pues esto también es un imposible lógico del mismo orden que los objetos puntiformes o los planos puros. --Parece que tienes razón. Igual pasa con el tema de las "branas". En consecuencia con nuestro sistema, hemos de decir que toda membrana moldeable ha de tener un grosor, por muy mínimo que sea. Y tampoco es cierto que el enrollamiento de estas membranas genere nuevas dimensiones. Pongamos un microorganismo en forma de cilicio, de pelo. ¿Es que el hecho de que sea tan delgado nos autoriza a describir lo que ocurre en su interior como si perteneciera a otra dimensión? --Evidentemente no. --Por eso, la "Simultaneidad" es la verdadera 3ª dimensión. En pocas palabras, es el orden estructural que permite la existencia de universos paralelos, bien holística o parcialmente. En un multiverso realmente tridimensional (según nuestro sistema, que podemos llamar “Sistema EC”, por la herramentación que estamos haciendo de las Equivalencias Conceptuales) esto es perfectamente posible. --La verdad es que se ha especulado mucho con esto en la mecánica cuántica. Y aunque hablar de universos que se auto-replican en cada "decisión" atómica (como han propuesto algunos físicos para "cuadrar" las fórmulas) podría ser exagerado o excesivo, concebir un super-espacio-tiempo en el que cabrían otros universo-burbuja paralelos generados a partir de ciertas singularidades como los agujeros negros sí que es perfectamente posible. --Que las leyes estructurales de estos universos paralelos sean distintas al nuestro, aunque solo fuera en valores mínimos de las 4 fuerzas fundamentales, es también algo con lo que se ha especulado mucho, sobre todo porque sería perfectamente presumible en una explicación de las leyes probabilísticas que traen de cabeza a defensores y detractores del principio antrópico. --Y que sean universos físicamente separados del nuestro (por ejemplo, un agujero negro crea una nueva burbuja de espacio-tiempo en expansión en otro lugar del super-espacio-tiempo) o interpenetrados con el nuestro (por ejemplo, aprovechando el enorme vacío entre los intersticios de la materia) es algo que también podría discutirse, pues ambas cosas son posibles. --Desde luego, las tradiciones esotéricas se decantarían por la 2ª opción: hay infinidad de mundos paralelos interpenetrados con el nuestro. Y por qué normalmente no los percibimos (a pesar de que los videntes sí podrían) es uno de los problemas más fascinantes de la Psicología de la Percepción: nuestros sentidos están entrenados a registrar ciertas frecuencias de onda compatibles con las leyes racionales de nuestro universo físico, aquellas que capta nuestra razón. Pero todo se reduciría a una cuestión de funciones de onda. Al fin y al cabo, tampoco percibimos las ondas de radio, y necesitamos transistores que lo consigan . --Aunque está demostrado que hay videntes que consiguen sintonizar en su cabeza ciertas frecuencias de FM como si ellos mismos fueran un receptor de radio... --Una de las ideas más interesantes esbozada, creo, por Green y Schwarz es aquella en la que hablan de "universos-sombra" con materia exótica que solo se manifiesta a través de la gravedad, para intentar dar explicación al acuciante problema de la materia oscura, quizás uno de los indicios más claros de la dimensión de la Simultaneidad. --Pues sí. De hecho, la posibilidad de que esa gran deformación gravitatoria producida por la materia oscura sobre la velocidad de expansión del universo sea debida precisamente a esos mundos paralelos inscritos en la dimensión de la Simultaneidad, es algo que ya hace tiempo que viene siendo sugerido por los esoteristas: se trataría precisamente del "mundo astral". Pues ¿no parece ya demostrado que el ser humano pierde aproximadamente 20 gramos en el momento de expirar? ¿A dónde van, permíteme el desvarío, a parar todas las almas de los muertos, humanos o no, con todo su "peso oscuro" de materia exótica? --¡Puf! No te me pierdas en oscurantismos. Centremos el asunto. Lo cierto es que, en unos parámetros u otros, hemos de reconocer que la "Simultaneidad" es una dimensión posible, y que daría respuesta a muchas incógnitas no solo de la tradición esotérica sino de la cosmología cuántica. Por avanzar una definición, podríamos decir, pues, que la Simultaneidad es un "orden estructural que permite la expansión del universo no solo hacia el infinito espacial y hacia la eternidad temporal, sino hacia la co-existencia paralela, en todas direcciones, de otros universos”. --Correcto. Caben millones de universos en la nada. ¿Por qué no habría de haberlos? Caben también millones de universos en el vacío inmenso e increíble entre las partículas de la materia. Cuánto más si además conseguimos demostrar, como sería lo más plausible, que incluso esos ínfimos nucleones que al menos parecen llenar la parte central de la gran fantasía del vacío que llamamos "átomos" sea en último término una ilusión perceptiva o mental... --No hay límite para lo grande, pero ¿hay límite para lo pequeño? Si continuamos por este camino nos vamos a topar con otra nueva dimensión. Sí. Una dimensión que podríamos llamar (llevo ya algún tiempo buscándole el nombre) la dimensión de la Ilimitación. Y no se trata de algo tan descabellado, pues en realidad, lo que proponen los teóricos de cuerdas es precisamente la existencia de esa dimensión desde el momento en que afirman, en pocas palabras, que "dentro de la membrana uni o bidimensional de la cuerda hay otra dimensión enrollada”. --¿Ilimitación? ¿Quieres decir “sin límite para lo pequeño o para lo grande”? Me atrae la idea. Pues reconozco que no puedo imaginar cómo es posible que una cuerda sea "un objeto unidimensional confinado en la vibración de una membrana que está enrollada". --A mi me pasa igual. Así que vayamos por otro camino. Imaginemos, sí, una cuerda como lo que su propio


nombre indica, y en un tamaño aproximado a la longitud de Planck. (Podríamos iniciar también otros caminos de investigación imaginando las cuerdas con longitudes mayores, tal vez infinitas; pero de momento, para no complicar la cosa, pensemos en un hilo extra-pequeño). Bien, pues siempre será un cilindro, es decir, un objeto tridimensional (en la concepción clásica), o un objeto unidimensional (en el Sistema EC) pero con 3 magnitudes; bidimensional, si le añadimos el tiempo. ¿Qué hay dentro de ese cilindro? --Hmmm...Se me ocurren 2 posibilidades: A:Un cilindro hueco, significando una membrana extra-aplastada enrollada, cerrada o no cerrada. B: Un sistema de “branas” extraplanas enrolladas como un cigarro habano. --Pues a mi se me ocurren otras 3: C: Una estructura exótica gobernada por la Ilimitación. D: Una estructura compacta físicamente indivisible. Y E: Una estructura compacta solo técnicamente indivisible --Ya veo por donde vas. Sin duda, querrás hacerme votar por la posibilidad C, que es la más interesante, porque introduce la dimensión de la Ilimitación. --Exacto. La propuesta mental es la siguiente: ¿Sería posible que dentro de una cuerda (o un quark, da igual; una partícula elemental) pudiera existir otro universo, o una galaxia, o algún tipo de sistema químico o biológico organizado? Y hacia el otro extremo, ¿sería posible que todo nuestro universo fuera tan solo el contenido del quark de un universo colosal? Este formidable salto mental es el que propone la dimensión de la Ilimitación. --No sé si esperas de mi una crítica o un apoyo a tu osada propuesta. Y mi instinto crítico está buscando subconscientemente, y a la velocidad de la luz, factores de identidad entre ambas dimensiones que hagan innecesaria la existencia de esta última, por estar contenida dentro de la primera, o algo así. Pero lo cierto es que ambas dimensiones abren capítulos de imaginación y violación de las leyes cósmicas que pertenecen a desafíos muy diferentes: En el caso de la Simultaneidad, el desafío está relacionado con los mecanismos de exclusión entre partículas, así como con la invisibilidad y el carácter vibratorio de nuestros órganos perceptivos, sobre todo si, como parece lo más probable (que no lo más lógico), esos mundos están interpenetrados con el nuestro. Digo que es lo más probable por los indicios que nos dan los videntes y la materia oscura, pues parecería más lógico que los universos paralelos del super-espacio estuvieran separados entre sí como burbujas aisladas unas de otras flotando libremente en el super-espacio. Por qué no percibimos, pues, esos mundos supuestamente interpenetrados es aquí la cuestión principal. En cambio, en el caso de la Ilimitación está claro que si o percibimos esos mundos simultáneos es porque son demasiado pequeños o demasiado grandes. El desafío, entonces, en este ámbito, tiene más que ver con los principios de los tamaños de Planck, un desafío que haría necesaria una revisión de esos límites para ver por qué son tan inviolables. --Desde luego que lo son. Ningún físico admitiría la posibilidad de encontrar algo más pequeño. Solo se me ocurre un argumento a favor de esa posibilidad, y es la “naturaleza del vacío”. Pues ya sabemos la importancia que ha cobrado este concepto en el universo cuántico, y lo sorprendentes que han resultado ser sus características. Cuando pensamos en el fenómeno de la creación/aniquilación de los pares de partículas virtuales que permite el Principio de Incertidumbre se nos abre una puerta inmensa. Al fin y al cabo, si la Física está dispuesta a admitir, después de 20 siglos defendiéndose de los milagros, que existe algo que no pueden definir de otra forma que no sea como "generación espontánea" o "creación de materia a partir de la nada" ¿qué no será capaz de producir el vacío exótico que encierre la escala de sub-partículas y sub-gluones con el que nos encontraremos al desentrañar la estructura interna de los quarks? --Hay un segundo argumento, que tiene que ver con la simetría. Pues si bien resulta casi extenuante, casi ridículo, ponerse a pensar en las características que habría de tener un vacío en el interior de tan infinitesimales proporciones para que cupieran en él formas organizadas, no es tan ridículo ponerse a pensar en la dirección opuesta: en las características de un vacío exterior que permitiera formas organizadas para las que todo nuestro universo fuera, si no una tan pequeña porción como un átomo, sí (por qué no) una porción concebible, más cómoda de imaginar, como podría ser una gota de agua, un balón de fútbol, o incluso un astro autocontenido. Así que si un extremo es posible, ¿por qué no lo va a ser el otro? --Es la simetría, al fin y al cabo, en forma de Equivalencia Conceptual (EC), la directriz que hay debajo de nuestro sistema de clasificación de dimensiones. Y, resumiendo, hemos encontrado hasta ahora 4:espacio, tiempo, simultaneidad e ilimitación; cada una con sus magnitudes. ¿Qué vendría ahora? ¿Hacia dónde apuntaría el sistema? Sería conveniente tener una panorámica general de su alcance. --En esa dirección estoy lanzando yo también mi imaginación. Y te confieso que hace ya un rato que una loca idea me ronda en la cabeza. ¿No te has dado cuenta de que un orden estructural, una categoría de las cosas, una dirección de la existencia, una forma del ser, una clase de elementos, un plan de acción, un soporte, un continente, una expresión, una especie de manifestación; de que todas las maneras en que planteemos el concepto abstracto encerrado en el primer término de la definición propuesta de Dimensión (una "extensión u orden estructural") encajan a la perfección con la Vida? --Sí me he dado cuenta. Y me alegro de que seas tú quien lo sugiera, pues si no, no me habría atrevido a decirlo. Pero, por mucha prisa que tengamos en clavarle el diente a tan audaz posibilidad, comprende que antes hemos de asegurarnos de que no hay otras dimensiones físicas previas en nuestro Sistema EC; de que hemos agotado sus direcciones. Por ejemplo, ¿podrían ser cada una de las 4 fuerzas un orden estructural de organización, o sea, una dimensión? O ¿podrían ser dimensiones determinados grupos de leyes como las de la termodinámica, EDC, CDC, etc, si es que no son órdenes dependientes de alguna de las 4 fuerzas? --Bien. Empecemos por un supuesto aún más extremo. Imaginemos un espacio-tiempo sin estructura. Una materia sin leyes de cohesión ¿Es imposible? No podría haber átomos sin electromagnetismo ni fuerza fuerte. No habría


materia. Las partículas elementales flotarían libre y caóticamente en el espacio-tiempo sin organización, sin radiación, sin formar materiales. --Pero seguiría habiendo espacio-tiempo. Volvemos al tema de la naturaleza de las partículas elementales. Un tema fascinante. Todo depende de dónde decidamos situar el límite de la elementaridad de las partículas; y ya vimos que esto estaba muy directamente relacionado con el concepto de la Simultaneidad y la Ilimitación. --Pues si suponemos que esa dimensión existe (la Ilimitación), y que por lo tanto no hay límite para la elementaridad de las partículas, entonces hay organización y estructuras en cualquier nivel de la existencia, y la Estructuralidad, vamos a llamarle así, es otra dimensión necesaria, inherente a la existencia. --Pero si, por el contrario, sí hay un límite, y las partículas elementales realmente existen, sean cuerdas unidimensionales o quarks de materia exótica o lo que sea, entonces se podría concebir un espacio-tiempo sin estructura, con por ejemplo cuerdas flotando libre y caótica y desorganizadamente en el infinito, y entonces la dimensión de la Estructuralidad no sería necesaria ni inherente a la existencia. --Sea o no inherente, lo que sí parece es que podemos concebirlo. Así que supongamos que, efectivamente, la Estructuralidad, es decir, el mismo código o conjunto de leyes que gobiernan el cosmos, es una dimensión de la naturaleza; un orden de expansión de la existencia, específico e independiente en sí. Una dimensión que en nuestro universo tendría lógicamente, según el Sistema EC, 4 magnitudes clarísimas: las 4 fuerzas conocidas. No habría entonces 4 sino 5 dimensiones físicas: espacio, tiempo, simultaneidad, ilimitación y estructuralidad, cada una con sus correspondientes magnitudes. --Las leyes serían las constantes comportamentales del sistema expresadas en un lenguaje matemático. Las fuerzas hemos dicho que serían las magnitudes de la estructura entendida como dimensión. --La Estructuralidad y la Entropía formarían una balanza dimensional aparente o presuntamente perfecta para lograr una expansión del universo autorregulada dentro de los límites delicados del juego de leyes existentes. Y por supuesto el corazón de la super-simetría late en el centro de toda esta maraña de contrafuerzas y conceptos paralelos como si fuera un Dios en sí, invisible y sabio, equilibrándolo todo desde un orden superior. --Y también es de suponer, por tanto, que al mismo tiempo se generarían las leyes estructurales, inmutables y eternas (como postula, más allá de la teoría, la misma observación), que darían lugar a las 4 fuerzas conocidas de nuestro particular universo, así como los principios termodinámicos que equilibrarían esas leyes entre sí (principios que hemos convenido en llamar, muy provisionalmente, dimensión entrópica, aunque deberían incluirse también conceptos fundamentales como el principio de incertidumbre, el de exclusión, y el teorema de Noether, entre muchos otros): hablamos, por tanto, de la dimensión (también pareja, como el Espacio-Tiempo, como la Simultaneidad-Ilimitación) de la Estructuralidad y la Entropía. --Ahora sí que podemos dar por agotadas las posibilidades conceptuales del Sistema EC a la hora de imaginar dimensiones físicas en nuestro universo. ¿Qué decías de la Vida? --Bueno, lo primero que habría que decir es que esto ya raya en la ciencia-ficción. Solo estamos aplicando una definición propuesta como punto de partida. No creo que las dimensiones que encontremos a partir de ahora puedan ser estudiadas por la Física, y mucho menos por las Matemáticas. --Sé que habías explorado este nuevo terreno antes que yo, así que lánzalo: ¿de dónde partimos? --De un postulado que me gustaría llamar la "proliferación de la vida", y que viene a decir lo siguiente: "paralelamente a la irradiación de materiales y dimensiones que se produjo en el Big Bang, el universo eyectó en todas direcciones y desde el principio, al mismo nivel de fuerza, presencia e importancia que el resto de estructuras y condiciones físicas, la dimensión de la Vida". Pues fuera de los parámetros estrictos de la física y la cosmología, insistimos, ¿qué fuerza, qué instancia, qué campo estructural más adecuado que la Vida para expandir, e incluso medir, la existencia en todos los confines del universo? --La propuesta es válida. Pero se me ocurre que habría que ampliar, entonces, la pobre definición de la Vida que hace la ciencia. Vida no es solo metabolismo y reproducción. Vida es sentimiento, intención, conciencia, memoria, deseo, dolor, placer, maldad, bondad, emoción, pensamiento, comunicación. Para no extendernos, agrupando todos estos términos en sus denominadores comunes, podríamos decir que Vida es, cuando menos, y además de metabolismo y reproducción, sentimiento e intención. --Muy interesante. Ahora sí que me cuadran las cosas. Era justo este avance el que me hacía falta hacer cuando reflexionada en la Dimensión de la Vida. Por favor, te lo ruego, continúa. --La idea puede venir del ocultismo, la mística o el animismo, es igual. Merced precisamente a la calidad de interpenetración entre mundos paralelos a que da lugar la dimensión de la Simultaneidad, hay objetos materiales inanimados, inorgánicos, que pueden estar perfectamente "vivos". Pues cuando hablamos de Simultaneidad e interpenetración no debemos suponer un universo asépticamente pegado o entretejido a otro en patrones simples y matemáticos como una red de pesca. Éste es el mismo error de simplificación y reduccionismo que el que nos induce a pensar que las mareas de rayos cósmicos y neutrinos que atraviesan la tierra lo hacen de manera aleatoria, lineal, sin ningún tipo de información estructural. --Es una cuestión de perspectiva, de observación escalar. --Efectivamente. Nuestros instrumentos solo registran que esos neutrinos "pasan por aquí", quizás en tal cantidad o a tal velocidad, pero nada más. No tienen forma de registrar la forma estructural que tienen esos neutrinos. De la misma forma que necesitamos distancia para captar la forma de una nube (que solo nos parecería un informe mundo de niebla si


la miramos de cerca), o de la misma forma que la hormiga solo percibe rugosidades informes al caminar por la delicada estructura de una mano humana, ¿qué sabemos nosotros de las formas y estructuras en que se distribuyen, ya no digo los neutrinos, sino las mil y un formas de materia y energías exóticas o invisibles que atraviesan nuestro mundo físico y forman la miríada de mundos inorgánicos, paralelos, astrales, a que da lugar la dimensión de la Simultaneidad? --No sabemos nada. Pero esto es, de momento, harina de otro costal. Así que volvamos a la discusión sobre la vida. Y con estos antecedentes, reflexionemos ahora sobre lo que significa estar vivo. Hemos de ampliar la definición clásica según la cual solo está vivo el ser que metaboliza y se reproduce. No. Según nuestros nuevos esquemas esta vivo cualquier ser que percibe, siente y actúa con intención. Cualquier ser que tiene “conciencia de ser”. --Tú lo has dicho. Ésa puede ser la clave del asunto. Pues, de hecho, la Vida y la Conciencia pueden ser las dos caras de una misma moneda. --Volvemos a las simetrías. ¿No estamos de nuevo ante una EC parecida a la del tiempo y el espacio? Ambas son dos dimensiones que se pueden concebir independientemente la una sin la otra, pero que en la práctica van unidas. --Y tanto. Cuántas veces he fantaseado, desbordado por las paradojas de la mecánica cuántica, con la posibilidad de que hasta las mismas partículas elementales, las últimas fibras de energía que constituyen las bases de la materia, estén vivas y conscientes de ser. --Y sean eternas. Pues ¿acaso no lo son las leyes que las gobiernan? Deberíamos intentar, uya de cara a redondear la discusión y dejarla bien terminada, una definición de “partícula elemental” en base al sistema de dimensiones que estamos manejando. ¿Te atreves? --Por qué no. Son cuerdas, pero no exactamente cilindros enrollados, sino fibras extradelgadas de materia exótica y longitud infinita, y en número tal vez también infinito, formando anillos cerrados infinitos, porque dan la vuelta entera al cosmos, y eternas, porque siempre han estado ahí y siempre lo harán, todas ellas además vivas y conscientes de ser. --Muy fuerte. Y coherente con el riesgo que hemos asumido. Pero volvamos a la dimensión Vida/Conciencia, porque me temo que aún se me ocurre un par más de dimensiones no-físicas. --¡Oh, no!¿Será posible? ¿Y cómo lo llamarías? Prométeme que serán las últimas. --Te lo prometo. Se trataría de dimensión Mente/Espíritu. Una dimensión dual en el mismo sentido en que es dual la dimensión de la Vida/Conciencia: en que son dos aspectos, dos lecturas de una misma realidad. Mente hace referencia a la razón, el lenguaje, la inteligencia, la representación simbólica, el pensamiento en fin; una dimensión, un orden estructural que permite a los seres vivos y conscientes evolucionar y expandirse en algo más. El espíritu está más bien parametrado por unas magnitudes que no tenemos otra forma de llamar que no sea el "conocimiento" y el "silencio". Pero ambos, humano e inhumano, cognoscible y incognoscible, razón y conocimiento silencioso, forman un tandem dual que informa toda una otra dimension de la existencia, que quizás entreteje o atraviesa como una banda estructural otros mundos y otras "humanidades". --Ya veo. Me recuerda a la división que hacía el Don Juan de Castaneda entre "lo conocido", "lo desconocido" y "lo que no se puede conocer". Una dimensión así es vital, sobre todo, para purgar a la ciencia de la aberrante vanidad de creer que la singularidad del Big Bang es el "último cartucho" para entenderlo "todo". --Exactamente. La vida no lo contiene todo. ¿Qué pasa con los sueños, la locura, las alucinaciones, las drogas, los fenómenos paranormales, la videncia, la conciencia, la vida, la muerte, el mal, la percepción, la razón misma, o el mismísimo principio de incertidumbre? --Muchos científicos no entienden que llegar a la Causa primera es una imposibilidad lógica irresoluble, y no darse cuenta de esto es una ignorancia atroz. "¿Cómo se creó el mecanismo del Big Bang?" es una pregunta de respuestas escalonadas que NO PUEDE tener final, bajo ningún concepto. --De hecho, cuanto antes abandonemos la idea, de la que el mismo Hawking y Einstein son un poco culpables, de que hallar una Teoría Unificada significa más o menos que podemos llegar a comprenderlo "todo", más nos acercaremos a la verdad. Ahí es donde aún los físicos no son todavía lo suficientemente místicos, y caen en la trampa infantil de quedarse deslumbrados por sus herramientas y descubrimientos: subestiman la grandeza de ese "todo", de ese Misterio que nos rodea, quizás porque no han llegado a experimentarlo, cosa que de momento solo logran los verdaderos místicos y videntes. --Estoy contigo. Y la prueba es que, si lo hubieran experimentado, habrían perdido toda esperanza de llegar a comprenderlo todo: no hablarían en esos términos. Y no se trata de Dios o no Dios. Eso ya ha quedado superado. Forzar las asíntotas de la singularidad puede eliminar la necesidad de un instante creador, pero no de los millones de misterios, de dioses y demonios, de posibles mundos y dimensiones, que se agolpan en una escala tanto más alta cuanto más la subimos. A ningún psicólogo se le escapa que pretensiones tan absolutistas solo enmascaran miedos infantiles, elementales y universales, tan viejos como el tiempo. En este punto nos quedamos ambos callados, con la mirada perdida, abrumados por las conclusiones que habíamos sacado. La conversación había finalizado. Pero, ya recogiendo los apuntes, aún añadió Susana una aportación más: --Lo curioso del caso, y es a donde quiero ir a parar, es que es precisamente a través de la razón como llegamos al espíritu, y viceversa. Por eso son una dualidad perfecta. Solo las personas perfectamente razonables, que normalmente no son las que se tiene por tales, ven la necesidad del silencio, comprenden que el todo es incognoscible, que no agotaremos nunca el misterio de la existencia.


RECUENTO DE LEYES ÚLTIMAS PARA UN UNIVERSO EN EXPANSIÓN 0 El anhelo es una esencia, y el deseo una irradiación. Así que todo es la misma cosa. Todo es la misma cosa precisamente en un mundo que simula su expansión. 0 Sin embargo, la onda vibratoria no es un cuerpo, no es el estanque. ¿Dónde está el pez, que salta en recreaciones imprevisibles? 0 No hay en el universo separaciones radicales. La materia no se abisma en el espacio repentinamente. Aun sin verlo, captamos ondas de un astro lejano. Luego captamos su luz y, si nos seguimos acercando, su calor. Aún tenemos que atravesar su caparazón magnético, su atmósfera, para tocar tierra. Y aún tendremos que horadar la tierra para tocar su corazón. 0 De la misma forma, la frontera terminante entre el borde de la silla y el mundo a su alrededor solo aparece clara en nuestro lenguaje. La materia es codiciosa, desmesurada. Pretende encerrar una abundancia que la desborda, reprimir una conciencia que, mirando hacia fuera, llora. ¿Cómo podrá olvidarse de sí misma? Por eso el espíritu no tiene prisa en condensarse: todas las cosas emanan incontenibles deseos de recordar. 0 Como dice Espagnet, la luz huye rumbo al espacio opuesto al que ocupa y, siempre fugitiva, se retira semejante a quien se desvanece. Verdaderamente, la materia ama las formas, y cuanto más inalcanzables, con más pasión. 0 Las sombras, absortas en su queja intemporal, no reparan en que otras conciencias, cuya energía se halla mejor distribuida, son capaces de estudiar los marcos, los hitos diferenciales de su emisión; unas diferencias consignadas por estructuras que son inocentes, imparciales, emisarias directas del Big Bang. Pero eso es tanto como pedirle al torrente que detenga su fluir, o como pedirle al sol que reordene en un instante su furioso entusiasmo nuclear. 0 De esta forma, ni el sabio que con más propiedad haya hecho uso de su don de libertad está exento de su condición de irradiador, pues el Ser mismo hace círculos con sus propias Emanaciones, gozoso de almacenar suficientes, infinitos globos de conciencia, que podría hacer explotar en el imposible caso de una necesidad. 0 Una misma energía se entretiene en el accidente de tomar formas, empujada por las órdenes y las estructuras que ella misma se dictó, cegada sin embargo por una inconsciencia contingente que a la fuerza ella misma eligió. Verdaderamente es un abismo. 0 Toda sugestión es una energía palpable, presionante, moldeadora. El sabio está obligado a creer: no es cuestión de convicciones. Ha visto cómo la fuerza de sus visualizaciones, de sus tenaces recitaciones, de sus intenciones definidas, iluminaba su habitación con el esplendor de los relámpagos. Aprende a administrar su miedo, su ira, su tristeza, en dosis medidas. El universo no debe de saber que no creo en mi poder porque, si no, no me obedecería. ¿Qué me importa, pues, si queda algún resto de incredulidad velado, sonriente, en lo oscuro de mi corazón? Ya llegará el tiempo de no creer, y podremos hacer entonces acopio de sobriedades. 0 Ninguna sección del Ser tiene derechos o privilegios especiales. Todas beben de los impulsos de su voluntad con la misma y ávida puntualidad. Por eso no existe el vacío. El espacio, siempre lleno, va siendo realizado, transformado, a medida que la cosa, empujada por una voluntad eterna, entra en él. 0 Pequeños depositarios, intérpretes variadísimos de una misma ley, todas las criaturas vivas o inertes contaminamos, pues, el espacio que nos rodea, con las magnitudes esféricas de nuestro secreto, emitiendo una energía que decrece en proporción matemáticamente paulatina.

RECUENTO DE ESENCIAS ENERGÉTICAS


0 Astronomía: Las estrellas no son solo estructuras atómicas, sino océanos de mentes, en inconcebible esplendor de sabiduría, gritando sin limitaciones físicas sus pensamientos radiantes, finales, completos, hacia todos los confines del deseo y de la percepción. Los planetas no son solo condensaciones evolucionadas, sino paraísos o infiernos de seres sin cuerpo y humanidades paralelas reflejando y elaborando incansablemente su terror, su energía, su ignorancia, o sus intentos de liberación. 0 La luz: Enfrentémonos a la realidad: la luz no es aún enemigo apreciable. Aún se circunscribe a ridículas salpicaduras en una creación inmensamente teñida, sometida, avasallada por la tiniebla. Quizás es que las sombras son aún demasiado inteligentes, demasiado indiferentes a la luz del amor. El todo es un abismo que rodea sin piedad la limitadísima esfera de conocimiento a que pueden aspirar los sabios, y ese abismo succiona en una inmediata desintegración toda mayor pretensión, toda otra temeridad. 0 Las sombras: Nuestra sombra sonríe con destellos imperceptibles, vestida de impunidad, desconocida, vibrante, cuando acaricia los ojos de la persona amada. ¿Quién sabe qué secretos desea su conciencia? Cuando se hace de noche, nuestra sombra escapa al baile de las sonrisas ocultas junto a sus crueles hermanas; hasta el momento en que, ágiles y exactas, se aprieten para huir diametralmente del alba, o hasta el momento en que otra sombra, esta vez blanca, libre e inmortal, despierte de un cuerpo vencido e informe para someterlas y para exigir su guía. No os quedéis nunca demasiado tiempo a la sombra de una chapa de metal. 0 El agua: El agua es el filtro, el depurador de la crudeza natural de la tierra; la contrapartida, lo externo, lo que convierte la basta energía masculina en algo presentable. La presencia del agua sosiega, ordena los pensamientos, purifica las emociones, armoniza y transporta los impulsos animales, equilibra los magnetismos, disuelve las impregnaciones. El agua embellece toda energía, en una palabra. Es el conductor por excelencia, Una entidad posesiva podría perseguirnos desde el lago hasta la tuberías de la casa. Multitud de influencias invisibles que resulta imposible controlar se sirven casi ilimitadamente de este unánime canal. 0 El aire: El aire está aplastado porque circula alrededor del pensamiento. El aire es hálito, vida irradiada, posibilidad pura. Los demás planetas no tienen aire; por eso sus vientos son profundamente inmateriales. El aire retañe perfecto, como un metal afinado con la percepción. El ser abre sus labios y habla sonriendo, y las almas libres vuelan en los brazos de su aliento; por eso existen las aves. El aire aguarda sigiloso, distraído, ser respirado. Si está limpio, no hay mejor medicina. Si está sucio, no hay peor veneno. 0 El fuego: El fuego se enfada; se enfada con la mediocridad del aire. Si por él fuera, todo el aire estaría incendiado. El humo, entonces, intenta corregir esta justísima soberbia, y acaba siendo inevitablemente malinterpretado. El humo es medicinal, el aire alimenticio; y el alma de los hombres los codicia, intentando imitarles, atrapada en su compromiso terreno, dignificada con todos los honores, reconocida, encumbrada. 0 El prana: En realidad, estamos llamando aire a un sobrante, un excremento frígido que solo se entiende con los instrumentos científicos y los libros de texto. El verdadero aire es una energía sutil, producto del reflejo solar y de las emanaciones de una tierra virgen: el prana. Esta purísima energía es en justicia la corona, el galardón, el distintivo real de un planeta que fabricó su propia alegría a través de los eones. Una energía que interpenetra los cuatro elementos: de ahí que podamos respirar bajo el agua en sueños. Más que una atmósfera, esta planeta posee un canto propio: los gemidos y los salmos de la tierra, mal abrazados, se transforman en agua. Absortos en el conocimiento, se convierten en nubes. Indiferentes, se vuelven aire. Y si quieren realmente bailar se transforman en tornados. 0 El viento: Entonces el viento se vale de esa gracia para construir sus sueños. Pero nada más tosco que decir “el viento”. Ningún ser está más lejos del artículo determinado. Hay miles de seres rodando furiosos en la noosfera: vientos acuáticos, vientos magnéticos, vientos mentales. Dios mismo es un viento. Un viento es la señal de la iluminación. Todas las pasiones son vientos. Todos los polvos buscan ser barridos. Todas las existencias buscan acabar sus días como dunas en el desierto. Las mujeres son vientos. La música terminó convertida en brisa. La vida aletea sobre las playas nocturnas de los recuerdos de infancia, entre débiles luces que denotan otras conciencias. De la arena arrancan, rompiendo el corazón, palmas alzadas al negro, a las estrellas, bailando heridas, demasiado lentas, demasiado mudas para proclamarse amenazantes. Los cuatro vientos labrarán, rugiendo, sus cuatro horizontes, para disputarse las espigas sobre nuestras tumbas. 0 Entre árboles y nubes: Cualquiera que haya viajado en avión, sobre mares de nubes sólidas, añiles, vivas, podrá comprender por qué las deforestaciones desencadenan irreversibles sequías. Las nubes son árboles, bosques gaseosos. Los bosques son nubes caídas, verdes, grises, amarillas. Moldes recíprocos tienden cortinas de lluvia para intentar un gentil acercamiento que les está proverbialmente prohibido. No se trata simplemente del poder magnético de las puntas vegetales; eso son tan solo manifestaciones, gestos de un amor languidecido, lejano, abortado, anacrónico, incomprendido, no sexual: el amor entre árboles y nubes. Pues ambos están amenazados, ambos se necesitan. Y las nubes que aparecerán


en el cielo cuando se extinga el último bosque no serán nubes, sino una furia sucia y roja que derramará lluvia arenosa, corrosiva, antes de estancarse en el silencio opaco y frío de una bóveda muerta. 0 Energía de las formas geométricas: Que un templo asimétrico pervierte los ritos lo sabían ya los arquitectos de Confucio. Y que un ábside cuadrangular destrozaría una catedral también era ya una advertencia en los estudios de Fulcanelli. Pero que existe un principio de incertidumbre geométrica que hace imposible toda exactitud esférica es algo que tendrán que explicar las generaciones venideras. Pues la órbita de los planetas, la tendencia de las hojas, la hidrodinámica de los peces y el achatamiento de los polos vuelven infantil toda perfección. La teoría matemática y la ley del universo son esféricas así que, incómoda e incapaz en la sencillez de la igualdad, obsesionada por el realismo y por su necesidad de elegancia, es natural que la energía humana busque lo ovoide, lo rectangular, incluso en su cuerpo astral. Lo más redondo que tenemos, los ojos, rápidamente es corregido por la elipse de los párpados, las gafas, los maquillajes sesgados. La simetría es la única mentira que no resulta antientrópica, pues incluso la extinción, la autodestrucción y la muerte son procesos implosivos, anti-expansivos, y genuinamente esféricos. 0 Pirámides: De alguna forma inexplicable la vibración de la tierra, vibración de crecimiento, de conciencia y construcción, se acentúa especialmente en las cimas de las montañas, de las colinas, de las pirámides, no digamos de los volcanes. La energía que emana de la tierra asciende parametrada por las líneas de Hartmann, como cualquier radiestesista sabe. Pero una vez liberada, una vez rebasado el nivel de la superficie, la energía tiende a condensarse en un punto, buscando quizás un propósito consciente, una amplificación práctica y unificada. Tal es la ley de las ancianas coníferas, la del gorro de los magos. La pirámide es ante todo un símbolo pues el hombre, como no vuela, cree que todo es tal y como ocurre en la superficie. Y por eso, y nuevamente deslumbrado por su antropocentrismo racional, levanta enormes paralelepípedos que no buscan para nada la oblación, la unión, el desapego, la estrategia espiritual. 0 El tiempo atmosférico: En un principio era al revés, pero desde que apareció el lenguaje, es ahora la cultura y las costumbres las que impregnan, mediante la difusión de unidades mentales, semánticamente específicas, emocionales, las tendencias energéticas de ciertas horas, de ciertas fechas o conmemoraciones; tendencias que presionan no solo en el ánimo sino también en la salud, la suerte, las relaciones, las posibilidades de ocurrencia, y las condiciones meteorológicas del momento. Una consecuencia que se sigue de todo esto es que, por ejemplo, el tan polémico calentamiento global hay que entenderlo, por encima de todo, como un fenómeno de índole mental. 0 Sitios buenos y sitios malos: Nada sabemos. ¿Qué hay realmente enterrado bajo nuestros pies? ¿Qué clase de entidades humanas o inhumanas habitan otras capas de la vertical? La ciencia radiestésica es una caricatura de su propio futuro. Sus técnicas de detección son aún demasiado llanas para un mundo tan abrupto, tan caprichoso, tan desigual. En cualquier habitación hay un rincón perfecto para ponerse a leer, y otro igualmente enfermizo que te irá consumiendo sin saber por qué. 0 El metro: Cuevas naturales, túneles abandonados, minas, agujeros en las rocas, grietas, manantiales de agua, farallones, precipicios, pozas, ríos subterráneos, madrigueras, galerías de lava apagada, especies adaptadas a la vida en los efluvios sulfúricos, y quizás alguna colosal pompa de aire en el interior del Himalaya: el mundo está horadado en todos sus estratos. Y los humanos que habitan las ciudades han ido construyendo esos larguísimos pasillos bajo tierra no tanto para asegurar sus horarios sino para recordar la piedra, las cuevas ancestrales; para tener presente el vacío, la oscuridad primigenia, y preservar así nada menos que su equilibrio espiritual. 0 Las ruinas: El ser humano deja tras de sí, cuando abandona un asentamiento, multitud de impregnaciones (formas emotivas o mentales) adheridas a las paredes, los materiales, los muebles viejos; basuras que se convierten en el alimento preferido de ciertos carroñeros invisibles de no muy elevada vibración. ¿Cómo es esto?, se preguntará el lector, ¿Es que las impregnaciones se comen? La energía no tiene color; siempre es un bocado apetecible para todos esos drogadictos de conciencia en constante síndrome de carencia. Con el paso del tiempo, no obstante, ciertas especias vegetales específicamente asociadas entre sí comienzan a depurar las vibraciones, y otras entidades invisibles de más simpática estirpe desalojan a las anteriores, haciendo que los sentimientos experimentados se tornen más reflexivos, más serenos, más románticos si se quiere, y más fructuosos. 0 Estériles exhalaciones: La muerte es eterna, al igual que la vida. Vida y muerte son dos estados engañosos, vacíos por igual, que nada significan y a ningún lado llevan. Los muertos están vivos, los vivos están muertos, y unos y otros se confunden en una espiral de ontológicos abismos de la que solo nos rescata el inefable don de la sabiduría. La muerte es un estado de vida especialmente obsesivo, duradero, empecinado, demasiado confinado o demasiado expansivo. En la mayoría de los casos, los muertos se empeñan en seguir vivos, o en seguir muertos, según las preferencias, e inundan por tanto el entorno de sus tumbas con un estéril anhelo, una fría exhalación de duda, de hambre, y de inútil expectación. 0 Una matanza bélica: Por regla general, el ser humano sigue siendo estúpido aún después de muerto, y la única diferencia es que nuestro cuerpo sensible no tiene para con los muertos las potentes defensas que ejercita contra las


interferencias en su trato con los vivos. Hay que tener, por tanto, cuidado: en cualquier sitio puede haber enterrado un estúpido. Hay campos enteros sembrados con los miles de muertes acaecidas en una matanza bélica, lo cual es un himno a la estupidez. Los cadáveres podrían estar ya absolutamente reintegrados a la tierra, pero los muertos son capaces de seguir aún en el mismo puesto, luchando y matándose hasta el final de los tiempos. 0 Los muertos: Por regla general, los muertos son insanos y errados, radicalmente estúpidos, entre otras cosas porque, si no fuera así, no estarían muertos. 0 Grafología: Las características particulares de un espíritu se expresan de manera específica en todas las huellas físicas que va dejando a su alrededor. Las formas y los movimientos irradian un tipo determinado de energía por el simple hecho de ser formas y movimientos. Con cuánta más razón, un espíritu alterado, presionado, descuidado, exagerado o desquiciado. Todo lo que expresa le delatará. Una conciencia autorreflexiva se reproducirá a sí misma con la herramienta más arcaica y segura de la razón: la magia simpática, el verdadero motor de la evolución. 0 Adornos en la habitación: Verdaderas bombas de energía telúrica cuelgan de las paredes como seres vivos, intrusos en nuestra intimidad; representaciones más que completas de las emociones y posiblemente las preocupaciones de algún otro ser. Protecciones ancestrales, perpetuamente palpitando a dos metros de nuestra piel. Cuadros, esculturas, cerámicas, artesanías. Todo deseo mantenido crea y humaniza su correspondiente forma en el plano astral; y todos tenemos malos deseos, así que la idea secular de colgar una imagen en la pared del dormitorio tiene otras funciones aparte de las ideológicas o de las meramente decorativas. 0 El cristal: Toda emisión queda virtualmente encantada por el simple hecho de atravesar un cristal. Un milagro puro, evidente, insultante, terreno, bruto; un muro de silicio atrapa las fibras de la realidad, abriendo un paréntesis de silencio que depura los fotones alineándolos molecularmente. Es una especie de limpieza espiritual imperceptible. La realidad agradece lo que ocurre dentro de ese centímetro de átomos disciplinados. Por eso son tan importantes las ventanas. 0 Los espejos: En la base de todo egoísmo está la imagen descompensada, exacerbada, preocupada de uno mismo; y nada alimenta tanto esta imagen como los espejos. Así que tened cuidado: ambas individualidades se creen reales. Vale más ser simpático y amistoso con ese otro yo, y no intentar engañarle o hacerle creer que todo va bien. Se daría cuenta. Las fuerzas de su venganza podrían estar rebotando para siempre en las paredes de la habitación, formando una red de reflejos insalvables, poliedros de silencio moviéndose sin cesar, un laberinto de egos absortos en sí mismos a los que ni la misma muerte podría despertar. 0 Cromoterapia: El azul es frío, pero sedante. Es bastante frío, pero increíblemente sedante. El verde es angosto pero real, joven. El blanco irradia orden, civilización. El rojo es energía neta, a veces violenta, y sus tonos hacia el rosa encierran la historia de la sensualidad. El naranja es especialmente curativo, esperanzador. El amarillo es insustituible en el mundo: es el color de los niños. Aunque hay en su esencia algo miserable. El marrón y los tonos oscuros invitan a la interiorización. El gris, el celeste, y los tonos claros despiertan sentimientos sociales. El morado es el puente hacia el más allá. Y por último el negro, el color del vacío, de los curas, y de la sangre de las garrapatas, es por desgracia el color de moda en la actualidad. 0 La madera: Pacífica entre todos los materiales, la madera tiene la propiedad de absorber todo tipo de energías violentas, excesivas, reflejando a cambio una cálida vibración muy adecuada para la sanación de las relaciones sociales. Pero si las superficies están excesivamente recubiertas de barniz o pintura, como es habitualmente el caso, sus efectos medicinales quedan bastante mermados. 0 Gas butano: El fuego de gas es un fuego resentido, sombrío, sucio, que irradia una energía paradójicamente fría, y al que no se acercan los chisporroteantes espíritus que dan vida a la lumbre del hogar o a las estufas de leña. El gas extraído a la tierra es un poder dormido, extraño y desinteresado de los asuntos humanos, enemigo del aire, y con funciones geofísicas propias destinadas hacia los estratos ocultos subterráneos. Vale más dejarlo tranquilo. 0 Derivados del petróleo: El plástico y las fibras sintéticas no absorben ni filtran nada, bloquean la energía corporal, impiden la entrada de emociones necesarias, y reflejan sin elaboración de ningún tipo las irradiaciones del entorno, cargando excesivamente todos los ambientes. Aparte está, desde luego, su capacidad de impregnación, que obedece a leyes biopolíticas propias. Los plásticos distorsionan toda vibración cromática, produciendo una exhalación sorprendentemente embaucadora, antinatural. Las propiedades electrostáticas de las fibras sintéticas provocan invisibles pero nefastas tormentas magnéticas, dañando la paz que con tanto desgaste han trabajado los agentes espirituales, la naturaleza, la madera, el corazón, para armonizar las energías descarriadas durante, por ejemplo, una tarde en la habitación. 0

Artefactos locomóviles: Los coches dan risa. Sus diseños son caricaturas extremadamente acertadas de las


vanaglorias de sus ocupantes. Sobre todo sus morros personalizan la ridiculez, la vulgaridad, la animal perplejidad del ser humano, hasta el punto de la carcajada. Un coche es una improcedencia, una payasada. Un camión es una verdadera grosería, un falo andante, grasiento, tronante, un susto y una impertinencia para la naturaleza. No digamos las máquinas de tren, monstruos de pesadilla, arquetipos del padre tirano, feroz, belludo, resoplante; pináculos de la arrogancia masculina, arrasadora; algo que jamás se le habría ocurrido a una mujer. Garras vivas, soñolientas, aulladoras, del “espíritu del metal”. Artefactos que creemos conducir, que simbolizan nuestra libertad, cuando en el fondo, en lo uno y en lo otro, es justamente al revés. 0 Fábricas: Aunque las conciencias más progresadas acaban por escapar de esas trampas, las fábricas atrapan cuerpos ciegos, agregados, débiles, enjutos y resignados, que traspasan con su lícita queja las paredes de sus jaulas, afectando energéticamente a un radio de muchos kilómetros a la redonda. Con cuánta más razón una fábrica de armas, de venenos, de estupideces, o una central nuclear. La contaminación física es de nuevo relativa si la comparamos con la astral. 0 Canteras: Mármol, yeso, cal, arena. Así como la visión de un pueblo devastado por el conquistador, quemadas sus viviendas, esparcidos por el suelo los cuerpos mutilados de sus vírgenes y niños, provoca en el espectador sentimientos de asco atroz, de zozobra insaciable, así el espectáculo de ecosistemas destrozados por empresarios saciados y obreros hambrientos clama al cielo gritos cuya realidad final, energética, no debe diferenciarse mucho de la que emanaba la sangre de Abel. 0 El metal: El metal es la sangre de la tierra, el disfraz eficiente y racional de su lado perverso, obsesivo. El metal es un conductor galvanizado, inseparable de los excesos de carga, pero autónomo en última instancia de las leyes químicas, de la matemática del mal. El metal tiene sus propios criterios, toma sus propias decisiones. El metal absorbe, chupa, roba, succiona, extrae, se apodera, en una palabra, de la honestidad, cuando no de la salud, de los seres a los que toca, a los que rodea o encierra. El metal es un tirano, un delatador, un regalo envenenado. Si de pronto desparecieran todas las estructuras metálicas que tenemos alrededor nuestros músculos se despegarían, nuestras mandíbulas flotarían, nuestras sienes exhalarían. El metal siega, impune e idolatrizado, desbocado y eufórico como un jinete apocalíptico sobre la omnipresente montura de la falacia industrial, las últimas cabezas de su desorbitada venganza. ¿Quién lo podría parar? Barcos, aviones, trenes, fábricas, monedas, armas; todo es suyo, todo es de metal. ¿Para qué querrá tanta energía? ¿Por qué tan sangriento tributo? Huid del metal. Desterradlo de vuestros cubiertos, de vuestras camas, de vuestras gafas, de vuestras ventanas, antes de que sea demasiado tarde. Qué inútil proclama. 0 La electricidad: La electricidad serpentea etérea, con la mandíbula desencajada y los ojos llenos de alfileres, entre los cuatro elementos, aire, tierra, fuego y agua, empeñada en demostrar que ella es el vínculo, la esencia comunicativa, el poder que los une y los supera. ¿Habrá argumento más expresivo que la interjección de un rayo?. La electricidad es quizás un lucifer de segunda línea, escapado, arrepentido, independiente, rico, y netamente femenino, vencido por la vanagloria de poseer el sonido del poder, el OM sagrado. Un gigante comedido en un mundo de enanos grandilocuentes, añorando quizás lícitamente un paraíso a su medida. La electricidad podría ser un héroe desterrado, desorientado, ansioso, injustamente vilipendiado, malinterpretado, si nos hubiera querido, si nos hubiera podido avisar de que su proximidad en cables, en instalaciones, excita a los cuerpos sutiles de los seres inferiores con un descalabro directamente proporcional a su falta de energía o de sensibilidad musical. 0 Las mallas de la interconexión: Pero tiene la electricidad una extraña vocación informativa, un verdadero interés por integrar nuestras conciencias en su red planetaria de interconexiones, quién sabe con qué aviesas, debilitadoras, uniformizantes intenciones. Así que aconsejamos encarecidamente desenchufar todo aparato una vez usado, y mucho más si dormimos cerca de ellos. Las garras posesivas, nerviosas, de la justamente llamada red eléctrica desmembrarían en finísimos, en infinitos hilos, toda la materia astral distraída que nos pudieran robar, para afirmar en insondables paraderos un espeluznante engendro que ojalá no llegue nunca a terminar. 0 Una guitarra en la cama: No es extraño que la música se alíe con la electricidad. Pues las dos son rentablemente esclavizantes. La relación del músico con su instrumento es siempre una guerra amorosa, una dependencia. ¿Quién vencerá la batalla de la música? ¿El iluminado, eternamente prendado de aquella vorágine etílica, nocturna, en la que el radiador, las cañerías, los perros ladrando y los vecinos tosiendo resultaron ser las frases de la exquisita armonía del mundo, o un progreso técnico, digital, que promete sin garantías llegar a aquel éxtasis sin merma de la libertad y del desprendimiento? ¿Cuál de los dos miente? 0 Electrodomésticos: Todos los electrodomésticos aspiran, por suerte sin éxito, a dar la campanada final de su irresistible travesura, de su kármica y maligna tentación: hacerse con el mérito de haber matado a algún ser humano. Gracias a Dios, son asesinos toscos, igualmente asediados por otras muchas clases de sutiles devoradores de energía, que acaban generando una existencia caracterizada por la interferencia y la frustración. No tiene ninguna gracia vivir en la nevera. Si pegas bien el oído, escucharás a las frutas gritar. Lavadoras, microondas, licuadoras y lavavajillas: sus zumbidos


hacen inviable toda seriedad espiritual. Son cepos ingeniados por el agua y el metal para adueñarse de la energía humana en sus propios cobijos, aprovechándose de la enervante, de la suicida demanda de mayores comodidades que enarbolan las mujeres. 0 Los televidentes: Las televisiones son nítidas pero aparatosas realizaciones, especificaciones de nuestra voluntad, nacidas del enraizadísimo deseo común, secreto, de poseer esos oráculos aliados, y sobre todo esas bolas mágicas que poseían los magos, mediante procedimientos, eso sí, que se atengan a la ciencia, quizás con la intención de tranquilizar nuestra conciencia, o quizás para saltarse a la torera leyes más profundas a las que habían de ajustarse los verdaderos magos para conseguir sus verdaderos oráculos y sus bolas de cristal. De ahí el infierno en que acaban enredándose los televidentes. El hombre racional es un mago soberbio; lo malo es que sea tan sinvergüenza, tan poco agudo para calcular las consecuencias de sus creaciones. ¿Cómo se castigará a sí mismo, pues, para pagar el precio de su desequilibrio? Muy sencillo y rebuscado a la vez: dejándose devorar por las radiaciones de las pantallas, alienando sus atenciones en estímulos que no dejan ni un resquicio a la conciencia, y entregando sus cuerpos mentales a las insaciables mallas de la interconexión. 0 La imagen personal: Salir en la televisión, ser filmado o fotografiado, no es que atrape exactamente el alma, como decían los indígenas, pero sí consuma la victoria de materializar fuera de la memoria una representación perfecta presta para ser manipulada ideológica o biológica o incluso diabólicamente. Lo cierto es que dejamos trozos más importantes de nuestra energía en un escrito, en una charla o, sin ir más lejos, en nuestra almohada, pero no son tan contundentemente nuestra imagen personal: el estandarte, el ente, la donación perceptiva más grave de las trampas destructivas de nuestra autocompasión. Es aquí donde el consenso social se convierte en prisión. Perpetuamos en la materia, ajustando todo parámetro a su imperio, una evidencia de nuestra humanidad en acción, de nuestra supuesta importancia, de nuestros méritos, de nuestro valor, haciéndolos además objeto de comercio y de apropiación. El odio gana. He aquí una prueba de lo débil, de lo vulnerable que eres: hay una fotografía tuya por las calles anunciando un mal champú. Está claro que eres tú. Nadie lo puede negar. Te tenemos. No es mi memoria la que opina; es la portada de una publicación. 0 Antenas: La leucemia, pues, que ataca a los que viven cerca de esos cables de alta tensión o de telefonía no es debida a las radiaciones que los técnicos registran, sino a los campos de neutrinos o de partículas virtuales de los vacíos cuánticos que salpican imprevisibles cuando se cruzan las ondas. Que no haya instrumentos para detectarlas nunca significa que no estén ahí. Y en el radio crítico de las antenas, es posible que sea su frecuencia tan intensa que acabe hiriendo como dardos, con más fuerza que los rayos cósmicos, las moléculas más desconocidamente sensibles de nuestros axones. No hay tan solo cuatro fuerzas en el universo. Ya quisieran ellos. La fuerte, la débil, y el electromagnetismo son las manifestaciones plausibles, arbitrarias, engañosas, de estructuras de energía adscritas, por defecto, al cajón de sastre de la “materia oscura”; parcialmente conectadas, además, con dimensiones también de momento insondables de esa inmensa contraparte de la gravedad, ese otro gran poder oculto al que llamaremos la “energía mental” (o el “basurero del infinito”, como decía Don Juan). La certeza instintiva, cognitiva, de que tanta comunicación no puede ser cuerda ni sana crea un efecto catalizador en el holograma. Nuestro ego se emboba, y son por desgracia nuestras células las que finalmente detectan la estafa. 0 Linzones: El más principal de los nutrientes no está en la química, sino en el cuerpo energético que la planta irradia, ese molde etérico que pasa a reforzar las funciones reparadoras de la energía vital del animal que la devora. Volátiles e incorruptibles, todas esas energías se van desintegrando a las pocas horas de arrancado el vegetal, y por eso la gente, aun detrás de sus chaquetas y sus maquillajes, está decaída, fea, rígida, achacosa, vulnerable. Vale más, dice Fukuoka, agacharse a recoger ese manojo de ortigas, de malvas o de linzones, que la tierra nos ofrece en su adecuada estación, y a dos metros de nuestra puerta, que atiborrarse de los embutidos que compramos a precio de sangre en los supermercados de la urbanización. En el primer caso nos alimentamos de energía silenciosa, y en el segundo del engaño de la razón. 0 Una sociedad inexplicable: No hay forma de definir la innaturalidad de la contaminación mientras no se admita también la de los depredadores y los parásitos. Las matemáticas nos llevan a la destrucción porque no juegan con la incógnita de la libertad. No. Una fruta, una brizna de hierba, una flor, una semilla, es un ser que irradia sencillez, un desnudo y pudoroso ofrecimiento hacia la boca que la mastica, hacia los dedos que la desprenden. Una entrega no solo nutritiva. Y no solo medicinal. Pues estar simplemente cerca de una planta tiene una repercusión psico-terapéutica inmediata. Cualquier vidente lo sabe. De la punta de las ramas salen unas fibras plateadas que buscan tu cabeza y disuelven los miasmas que se forman cuando tienes alguna clase de preocupación. Realmente se llevan tus malos rollos. La película de la vida es, pues, un triste drama con un solo inocente absoluto, paradigmático, expiatorio: la planta. Feliz, indefensa, inofensiva, bella, cumple a punto su misión de ser segada, triturada, digerida, contentándose a cambio con aquello que menos le sirve a sus socios: el excremento. Si Dios ha querido darnos un ejemplo más claro de bondad y de servicio, que lo entiendan los sabios. 0

Amor: Qué feliz, qué afortunado el hombre que deje la vida contando entre sus haberes el mérito, el placer, el


milagro de haber practicado la jardinería, de haber sido agricultor. Puede decir bien alto ante sus últimos jueces que, lo recuerde o no, haya sido consciente o no, verdaderamente lo ha presenciado todo. Pues créame, querido lector, nada hay en este mundo tan soberbio como la visión sensible, sutil, clarividente, de un jardinero repartiendo generosamente los frescos hilos de su manguera sobre un césped y unos setos, unas yedras y unas rosas exultantes del agradecido, del inconfundible brillo de la vida, incansables ellas también para rociarle, en extática y humilde correspondencia, con todo el paradisíaco torbellino de sus fibras sanadoras, psíquica y corporalmente a la vez. ¿Podrá existir un cuadro más perfecto de la amistad, un pináculo más completo de los insondables designios de la creación? Esto es amor, y no lo que proclaman las religiones. 0 Microorganismos: Las células de un hongo, aisladas en una solución experimental, pueden parecer moverse al azar mientras haya enzimas de las que alimentarse, pero cuando éstas se acaban las células comienzan a vibrar en disposiciones espaciales obviamente encaminadas a formar tejidos. Con lo cual, los científicos se preguntan: ¿qué fuerzas provocan tan unánime alineamiento? La información genética, cromosómica, no puede explicar la existencia evidente de un plan superior extracelular, ni puede obligar a la célula a actuar en consecuencia. 0 Insectos: Por eso es asombrosa la cerrazón del especialista, la tiranía de los tratados, de los academicistas, para explicar lo que está sucediendo en, por ejemplo, una hilera de hormigas. Pues no se trata solo de invisibles fibras de seda o de nubes difusas nubes de moléculas y feromonas. Cuando un insecto mueve sus antenas está tejiendo, cotejando o acariciando un edificio de fibras de energía que percibe con tanta claridad como nosotros una silla. No es instinto ni maravilla. Las mariposas emperador siguen verdaderas avenidas de color táctil, sensual, en sus migraciones. Si pudiéramos verlas, comprenderíamos que en ellas lo difícil es perderse. Si pudiéramos ver... Pruebe el lector a desenfocar ligeramente su visión observando el vuelo de una mosca en el centro de la habitación. No hay azar ni mérito en su orientación. Se deja resbalar por carriles variables pero bien trazados que su intento construye en otra dimensión, y que a partir de ahora permanecerán estáticos posiblemente para siempre en la misma posición. 0 Aves: Las palomas emiten una energía particularmente elevada, elegante, sobrenatural. Sus vuelos tienen la propiedad de armonizar con increíble acierto los desórdenes vibratorios dispersos en la atmósfera que circunda a las poblaciones humanas. Los gorriones emiten una onda de proximidad, de posibilidad. Si no fuera por ellos, probablemente las ciudades habrían desaparecido ya. Todas las aves, absolutamente todas, tienen buena energía. Volar y poner huevos es atributo de dioses. 0 La voz humana: La voz humana irradia una vibración anterior y quizás más importante que su componente lingüístico, claro está. El aire irritado, excitado por la onda, golpea con una cadencia extraordinariamente especializada a los cuerpos vibratorios de los seres a los que toca. Los actuales programas de audio revelan matices tan sutiles y significativos en, por ejemplo, los ladridos de los perros que lo que empieza a resultar cínico es negar categóricamente que no “hablan” entre sí. La voz es la primera herramienta que tiene el niño, y también el animal, para fijar la realidad. Por eso los sabios hablan poco. Saben que las palabras rebotan eternamente en el universo, indestructibles, perfectamente recuperables para un juez divino, implacable. Por lo menos, procuran no poner en circulación demasiadas estupideces. Ya no buscan con ansiedad fijar la realidad, sino más bien lo contrario. Así que solo hablan cuando hacen teatro o, apremiados, cuando un enemigo se convierte en alguien a quien es preciso hechizar. 0 El mito del descontrol: El alcohol, como el metal, está extraído, a la luz de imprecisiones sin órbita, de una lluvia de recuerdos poderosamente baratos. Alcohol y aliento. Alcohol y movimientos. Los niños se divierten girando sobre sí mismos, con los brazos abiertos, hasta marearse: el ser humano encuentra un incorregible placer en el descontrol; quizás reivindicando la intensidad remota de una percepción aún no petrificada, no insoluble, no excomulgada. Pero quiso la tierra crear una alegría refinada y fuerte precisamente en la pureza, en la sorpresa, en el gozo natural de la total sobriedad. El hombre no necesita nada para ser dios; ya lo es. Pero esos graznidos, esos rebuznos morenos de la carcajada vomitada, disonante; esa ola de estertor desde el facilísimo no-ser, le tiene obstruido, confundido, ciego, ignorante de sí mismo, de su propio valor y de su propio miedo. 0 Lo que está ocurriendo en realidad: Aunque muchos de los intocables crean estar influyendo en la población introduciendo virus o manipulaciones en el tratamiento químico de las drogas o en la redacción de las noticias que bajo manga ponen en circulación, lo que ellos mismos no saben es que sus propios cuerpos mentales están siendo intervenidas por otros grupos parapolíticos no humanos, con el objetivo de producir sagas de drogadictos, o de ignorantes, que a su vez emitan una energía conveniente a sus intereses en, por ejemplo, otro plano astral. Programas de televisión, ondas de radio, infecciones alimentarias, malos olores, rumores, radicalismos sociales, experiencias parapsicológicas, sectas, vientos irradiados, desapariciones, accidentes inexplicables: cualquier canal es válido para este trapicheo. 0 El gallinero urbano: En un mundo negro y silencioso, grandes diamantes luminosos se deslizan entrecruzándose entre sí: son los seres humanos que habitan una ciudad. Pero en el plano astral no vemos los edificios o las máquinas; solo vemos esos huevos, como blanquecinas lámparas de papel, con un muy difuminado croquis de insecto moviéndose en su interior y ensayando inquietantes formas humanas, resbalando por una superficie plana que parece de porcelana. Toda la


luz de ese mundo proviene de los huevos. Ahora fijémonos bien: todos los huevos están asediados por docenas de gruesos y floridos tentáculos, de color anaranjado y apariencia invertebrada, como pólipos de mar cubiertos de encajes y volutas gelatinosas. Cada brazo o tentáculo, flexiblemente, posa su extremo sobre el huevo una o varias veces, en distintos sitios, incansablemente, saltando de un huevo a otro. La escena es invariable, cínica, indiferente, hermosa y repugnante a la vez. Cada huevo tiene todo el rato sobre sí, con suaves succiones que no duran más de un segundo, cinco o seis o siete trompas que por el otro extremo se pierden en un laberinto enredado de blandas tuberías apretadas. Este laberinto forma una nube intraspasable y opresiva, espesa, cuyo grosor es indeterminable porque está sumido en la oscuridad. Vemos las trompas porque las iluminan los huevos, pero la nube superior bien podría tener kilómetros de espesor. Es el mundo real de una civilización inorgánica que se alimenta, a través de sus apéndices, de la capa exterior de conciencia de nuestros cuerpos “esenciales”. Fijémonos mejor, más cerca: Efectivamente, cuando el extremo de cada apéndice “besa” la superficie del huevo, succiona rápidamente una piel luminosa que estaba empezando a crecer de nuevo. La apuran tanto que todos los huevos están siempre “desollados”. Es como un afeitado, un rasurado constante, implacable. Solo dejan lo que crece en los pies, donde el huevo toca el suelo, porque los tentáculos son gordos como troncos, y ahí no llegan con facilidad. El huevo luminoso, el cuerpo “esencial”, puede vivir sin esa energía, pero no puede tener conocimiento espiritual. De hecho, esa capa es un “excedente”, más que una “epidermis”. Pero un excedente exquisito, especializado, sublimación de otras energías interiores, destinado evolutivamente a darnos el impulso necesario para progresar espiritualmente. La pérdida es mucha. Dramática incluso. Se puede comparar al trato que nosotros dispensamos a las gallinas, comiéndonos sus huevos uno detrás de otro. Con una diferencia: Nuestros devoradores saben que nosotros estaríamos a su nivel de inteligencia si nos dejaran libres. Cualquier fascismo se queda pequeño en comparación con la maniobra que han ideado para mantenernos lelos y ciegos: nos han implantado una “mente” artificial con la que creemos suplir nuestro déficit de conciencia. Ésa es la raíz de la oscura angustia existencial que denuncian los filósofos. Sabemos que “nos falta algo”, y hemos hecho de esa carencia una resignada ley de vida. 0 El dinero redimido: Al igual que ocurre con los libros, finalmente desvinculados de la energía de sus autores, la tremenda carga de impregnación telúrica que tiene el dinero no depende tanto del material o de sus manipuladores, sino del incesante flujo de conciencia colectiva, arquetípica, medular, atenta, obsesiva, que lo baña. El dinero es un demonio que tal vez alcance una redención si las sociedades bancarias comprenden la matemática sinrazón y la insostenible espiral a la que acaba conduciendo la moneda anónima, irrastreable, metálica, medieval. 0 Saturno: El tic tac de los relojes no es en esencia un sonido positivo. El tiempo de esa forma consignado, machacado, emana una vibración demasiado atenazante, aburrida, social. El tiempo es algo maravilloso y natural que los mismos relojes nos impiden percibir. Nuevamente, la razón convierte en matemático algo que en el corazón es elástico, pues un ritmo no es una secuencia de exactitudes, sino una fluidez de unidades libres. Esas argollas permanentemente engarzadas a nuestras muñecas, esos supremos estandartes presidiendo nuestra cárcel laboral, nos declaran innecesariamente siervos de una entelequia demasiado infantil, demasiado ajena a lo humano como para definir nuestro peso temporal, nuestro precio como argollas de esa infinita cadena. 0 El peso de los recuerdos: La memoria es una nube caprichosa y sin dueño que yerra encendida y compartible entre los límites conocidos del melodrama humano. Por eso no es extraño encontrar videntes cansados, cínicos, melancólicos, completamente desanimados. ¿Quién podría soportar, sin hundirse, el recuerdo de tanto paraíso arrebatado? Así pues, las formas, proporciones, ángulos y tendencias de nuestro cuerpo están en gran parte decididas en tal vez angélicas pero muy literarias asambleas que generan duelos titánicos entre una compasión y una estrategia espiritual en los que suele vencer la primera, por prejuicio, por costumbre, por desidia y por desgracia. 0 Tantra: Cada célula de la piel, erizada por los recuerdos y las sangrientas reivindicaciones de sus hermanas internas, beben con avidez del dulcísimo jugo de otra real existencia, de otro yo sin diferencias, de un contacto sin vergüenzas, de otra historia idéntica en alegrías y en tristezas. Qué consuelo, qué confirmación, qué feliz aterrizaje, comprobar en esa furia, en ese reposado maremoto de caricias, alientos y tibiezas, que al fin existo, que soy un miembro auténtico del mundo, que alguna vez pisé el camino que se perdía en la liberación. Nunca están los rostros tan bellos, los ojos tan materializados, tan intentados, la semioscuridad tan generosa, la fluidez tan agradecida, las temperaturas tan perfectas y los músculos tan cómodos como cuando hacemos el amor. Contenidos silenciosos que desde luego las palabras tardarían años en traspasar. No hace falta nada más. 0 La palabra inicial: Pero más poderosa que el sexo, que la música, el metal, la vulgaridad del dinero o el capricho del amor, es la palabra humana, la intención, el deseo armado de imaginación. El ser mismo va transformándose al compás, a la novedad de todos los comandos, humanos e inhumanos, generados incansablemente desde el corazón esencial de sus más conscientes células. Ésa es la ley. ¿Conseguirá el sueño noosférico de la conciencia integral despertar en el planeta un proceso sanador? Nuestras vidas son el producto, la inercia animal, imparable, de nuestros valores verbales. El mundo que nos rodea está creado, mantenido y mimado por nuestro diálogo interno; diálogo profano, aburrido, incesante, vacío. Rescatadnos. Magos de la libertad, elfos, emisarios ágiles, ocultos, perfectos, del pájaro de la única oportunidad. Rescatadnos. O hacednos callar.


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