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WWW.METRO.PR LUNES, 27 DE NOVIEMBRE DE 2017

VOCES

09 ESTA COLUMNA EXPRESA SOLO EL PUNTO DE VISTA DE SU AUTOR.

¿QUÉ VAMOS A HACER CON LA COMIDA?

ALEX DELGADO PERIODISTA @ALEXDELGADOPR

Hace unos días, la Cámara de Mercadeo Industria y Distribución de Alimentos (MIDA) advirtió que, a dos meses del paso del huracán María por la isla, siguen confrontando problemas con el proceso de ingresar y distribuir alimentos a Puerto Rico. Según la organización, en solo 10 empresas de supermercados tienen un atraso de más de 2,000 furgones en los muelles de la capital, lo que complica el que los alimentos lleguen a la ciudadanía a tiempo. Durante la pasada administración del gobernador Alejandro García Padilla, se habló con alguna insistencia sobre el Plan de Seguridad Alimentaria: “Puerto Rico se insertó por años en un mercado global de bienes, lo que nos llevó a que cerca del 85 % de los alimentos que se consumen en la isla sean importados. Esto nos pone en una posición muy vulnerable, mucho más cuando factores climatológicos en el ámbito mundial han afectado la producción y la distribución de estos”, indicaba el plan.

Si usted siembra ajíes, recao, cilantro, plátanos o lo que sea en su finca, en el patio de su residencia o hasta en un tiesto que tenga en el balcón de su apartamento para depender menos del supermercado, pues sepa que ese es el concepto del Plan de Seguridad Alimentaria. Recuerde que hablamos de “una isla rodeada de agua, agua grande, agua del océano” y no pueden enviarnos alimentos vía terrestre de otras jurisdicciones. ¿Sabe usted lo que es depender en un 85 % de si llegan alimentos por barcos para poder comer? Acaba de pasar un huracán categoría cuatro, raspando para categoría cinco, y vemos los problemas que continuamos teniendo. Y como se ha explicado, gran parte del problema es la transportación y, luego, el burocrático proceso en los muelles. “De esas reuniones se documentó con claridad que uno de los mayores problemas era la falta de espacio en los barcos debido al incremento de mercancía que estaba

“¿Sabe usted lo que es depender en un 85 % de si llegan alimentos por barcos para poder comer?”

tratando de llegar. Ante esta situación, los navieros se vieron en la obligación de establecer prioridades de lo que se podía o no montar, lo que de por sí es una confirmación de que no existía el espacio necesario para suplir la nueva demanda”, indicaba Ricky Castro, presidente de MIDA, puntualizando el problema de espacio en las embarcaciones para traer productos a Puerto Rico. “A la industria de alimentos se nos pidió garantizar cierto número de vagones para que

accedieran a incluir en las rutas el barco adicional de la empresa Pasha…”, dijo el vicepresidente de la organización, Manuel Reyes Alfonso. Hablamos de alimentos tras el impacto de un poderoso huracán y ahí puede usted ver cómo condicionan el traernos alimentos por parte de la industria de transporte marítimo. No quiero pecar de alarmista, menos aún cuando nuestro país intenta ponerse de pie, pero con esta situación del transporte de alimentos, el momento es propicio para dramatizar la urgencia de pensar y dirigir esfuerzos a aumentar considerablemente la producción local de alimentos. La amenaza de un huracán nos brinda la oportunidad de prepararnos. ¿Y un terremoto, que no avisa? Expertos hablan que nuestra isla está pasada de sufrir un movimiento telúrico considerable. ¿Aguantaría la infraestructura de nuestros muelles un terremoto? No lo sé, pero el punto al que deseo llevarlos es, nuevamente,

destacar la necesidad de darle seguimiento a ese plan de seguridad alimentaria. Ciertamente, dudo que podamos llegar a un 100 %, pero si de un 15 % pudiéramos subir a un 50 % sería un logro extraordinario. Hay asuntos que atender. El primero es lograr que veamos nuestra tierra, más allá de producir alimentos, como un modelo de negocio para hacer dinero e incentivar la agricultura. Otro asunto es el costo de los productos locales. Si no en todos, en la inmensa mayoría de los países que he podido visitar, los productos locales son más económicos que los extranjeros, por lo que se promueve su consumo. En Puerto Rico, los productos locales son los más caros, lo que promueve el consumo de productos extranjeros, que suelen ser más económicos. Un agricultor me puede decir: “Ah, pero el local es de mayor frescura, por lo que es de mayor calidad”. Buenos, si es el caso, pues lo mismo debe

aplicarse a las otras jurisdicciones, pero en esas, más frescos y de mayor calidad, son más baratos. De hecho, contrario a otros países, en Puerto Rico los agricultores reciben ayudas del Gobierno, lo que debería promover que puedan vender más barato. Finalmente, hay que trabajar con el castigo que le impone el Gobierno a las empresas por tener inventario suficiente. Es inconcebible que el Estado cobre un impuesto por un mismo producto, constantemente, por el solo hecho de que el comerciante no ha podido venderlo. Por eso, aunque la industria alimentaria tenía inventario antes del huracán, para evitar que el Gobierno siguiera metiéndole la mano en el bolsillo, no tenían el suficiente para atender una emergencia como la que tuvimos. Estos temas deben ser mirados seriamente por el secretario de Agricultura, el secretario de Hacienda, la Legislatura y La Fortaleza en beneficio del pueblo. ESTA COLUMNA EXPRESA SOLO EL PUNTO DE VISTA DE SU AUTOR.

HIRAM GUADALUPE

SOCIÓLOGO Y PERIODISTA @HIRAMGP

El consumo se presenta como un acto amnésico. Así lo señaló el sociólogo español Luis Enrique Alonso, cuya expresión también sugiere que para muchas personas su ser se define en tanto lo que son capaces de poseer. Esa es, justamente, la ecuación sobre la que sociedades como las nuestras han articulado su orden de distinción social. De esa manera, consumir, como diría Néstor García Canclini, solo logra un nivel de gratificación psicológica que, para muchas personas, se vuelca en una línea de fuga para desentenderse de la realidad en que se vive.

Esa es la escena que presenciamos anualmente con el arribo del denominado Viernes Negro, y que este año adquirió un matiz particular dadas las condiciones en que se encuentra el país. Las imágenes que vivimos el pasado viernes en los centros comerciales y las grandes cadenas fueron de locura, como si toda la población hubiera concertado reunirse en esos mercados. Y una vez allí, decenas de miles de personas comprando televisores y juegos electrónicos como si el mundo fuera a acabarse en unas horas. Un verdadero carnaval de consumo.

EL CARNAVAL DEL CONSUMO que puedan comprar.

“Las imágenes que vivimos el pasado viernes en los centros comerciales y las grandes cadenas fueron de locura”.

Lo más curioso es que nadie sabe a ciencia cierta si habrá suficiente suministro de energía para disfrutar de esos artículos. Aunque al final poco parece importar. La consigna, en cambio, parece clamar porque, en tiempos de crisis, hay que consumir descarriadamente. Un acto que no es más que un ejercicio instado por

un juego de deseos que, a su vez, es provocado en el interior de una sociedad cuyo paradigma gira en torno a la lógica de la posesión. Entonces, tener es la definición del (ser) ciudadano. Comprar, en tanto, es el acto lúdico que ensalza la condición existencial de los sujetos que se enfrentan a una batalla atroz por significar su autonomía y distinción en relación con lo

Lo paradójico es cuando la promoción del consumo se da en medio de una sociedad sumergida en una profunda crisis económica y que aún no se recupera de la devastación provocada por el huracán más fuerte de nuestra historia. Una sociedad que vive carente de servicios esenciales, rodeada de escombros, sin luz eléctrica, arropada de toldos azules y carente de empleos. Por eso, uno escucha a los locutores radiales instando al consumo desmedido y no hay manera de permanecer quieto.

Es como si la intención que se ocultara tras cada mención o anuncio comercial fuera impulsar la gestación de una sociedad hedonista que solo busque un estado de complacencia temporal para hundirse en una amnesia que, si nos descuidamos, será capaz de desangrar más nuestra salud mental colectiva. En los tiempos en que vivimos debe haber muchas formas de invertir los escasos recursos económicos que se poseen. Y no se trata de minimizar el impacto de estos magnos eventos de consumo en nuestra economía, pero hay que actuar con algo de prudencia, porque el mundo no termina con el Cyber Monday.

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