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2 LA CONCEPCION DE ESPACIO
2. LA CONCEPCION DEL ESPACIO
La concepción del espacio proviene de una larga tradición histórica, siendo objeto de estudio primordial para muchas disciplinas que lo significan como centro neurálgico de su quehacer, tanto práctico como teórico –como la arquitectura, por nombrar un ejemplo–. Al espacio, lo damos por sentado, es cotidiano. Pero precisamente por esta cotidianidad, nuestra exactitud al emplear su término es vaga e imprecisa: puede ser un lugar, un periodo de tiempo, volumen positivo y negativo, etc. La diferencia entre espacio abstracto y espacio concreto ya data del siglo XVIII, donde Descartes hacia una separación entre su entender filosófico –y por tanto, mental– y su correspondencia física. Aproximación que polarizaba su utilización en una u otra manera, sin conciliación o cohabitación alguna. Y éste fue un pensamiento muy útil para la reflexión que se desarrolló en el siglo XIX respecto la distancia existente entre la percepción de los objetos en el espacio, y la especulación teórica elaborada a partir de los discursos matemáticos o filosóficos que surgían de él. Como vemos, una oposición que aleja lo visual –o visualmente perceptible– de lo razonable –o construido virtualmente por el pensamiento–como ideal y geométrico. Por un lado está la concepción del sujeto, y por otro, la masa del objeto. Un planteamiento que se superaría con las aportaciones de Lefebvre desde el campo existencialista, en el que se encontraba la existencia de ambos constructos en uno solo. En él, imaginar y practicar el espacio son partes inseparables de conocerlo y vivirlo, y sus acercamientos epistemológicos permitían considerarlo como un halo estructurante, en el que las cosas se organizan y conviven. Así, la irreconciliable dualidad anterior trasciende a un tejido social, donde aquello que se percibe y aquello que se concibe –lo percibido y lo concebido– forman parte de lo vivido, y por tanto de una misma experiencia del espacio. Así, esta reintroducción fenomenológica del concepto de espacio tras la llegada del existencialismo al campo, subrayó la tremenda importancia del “habitar” como refuerzo de su experiencia. Distanciándose de los extremos –
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tanto de su construcción ojocentrista como eminentemente geométrica–, ahora el espacio puede ser practicado, y lo que es más, compartido. Por lo que el espacio se torna algo común, como una experiencia social. Donde antes se excluía el vacío o el lleno, ahora son la misma cosa en complementariedad, oposiciones ahora en avenencia háptica, óptica y proyectada, sin separaciones o restricciones de sus partes.
Es lógico que esta comprensión del espacio, a partir de la cual quedan fuera discusiones inanes acerca de cómo aproximarse a él, para directamente introducirse en su experimentación y práctica para conocerlo, haya interesado e inquietado a diversos artistas –sobre todo desde la escultura– que han intentado abordarla desde múltiples perspectivas. Sin embargo, me interesa la visión de Olafur en aquella línea central en la que a partir de lo que no se puede percibir –o de lo inmaterial– se aborde su experiencia y su construcción, haciendo presente su estado como agente posibilitador de representaciones y vivencias. Una trinchera erigida sobre todo desde las experimentaciones espaciales de los años 60, que conformó el nivel de conceptualismo e investigación actual.
2.1 LA ESTRUCTURA COMO ELEMENTO CONFIGURADOR DE ESPACIOS.
La estructura es un elemento que forma parte resistente y sustentante de una construcción, jugando un papel importante en la organización de los espacios. Podemos definir el espacio como la parte que ocupa un objeto sensible, la capacidad de un lugar y la extensión que contiene la materia existente, un término que tiene su origen en el vocablo latino spatum. La noción de espacio arquitectónico hace referencia al lugar cuya producción es el objeto de la arquitectura.
Por lo general, los sistemas se clasifican de acuerdo a sus características formales, a los efectos mecánicos principales que se producen durante la transmisión de las cargas y los mecanismos empleados en los elementos estructurales que lo componen. Aún dentro de un sistema determinado pueden darse varias posibilidades de solución, con diversas formas y características. A estas variaciones dentro de cada sistema se le llaman tipos estructurales, que vienen a ser soluciones ya típicas y conocidas dentro de un sistema.
El conocimiento de los sistemas y tipos estructurales es importante en el diseño de estructuras, puesto que a través de este conocimiento se comprende el comportamiento de cada tipo estructural y su uso correcto dentro de un problema determinado. La concepción del sistema estructural implica una solución correcta en que las cargas se transmitan con fluidez al suelo. De la siguiente forma, la estructura ha de ser considerada un espacio arquitectónico, pues gracias a ella se definen los lugares creados, adaptándose a estos. Todo espacio tiene que tener una relación armónica con la estructura, caracterizada por el orden, ritmo y conexión. Aunque también hay ejemplos arquitectónicos en los que la organización espacial es independiente de la estructura y ambos pueden existir a la vez. A lo largo de la historia han existido multitud de ejemplos en los que la estructura define y limita el espacio. Al principio de la historia de la
arquitectura, estructura y espacio estaban totalmente ligados, hasta el punto que alcanzaban una forma en función de la estructura y los materiales de que disponían. Se podría decir que primaba la estructura con respecto al espacio. En los últimos años, la arquitectura experimentó una crisis que muy posiblemente fue causada por el contraste entre el concepto de modernidad y el ritmo y la forma de vida contemporáneos. No se encontraban ideas que se adaptaran al ritmo veloz de la vida actual (Meneses, 2009). Esto llevó a que los arquitectos buscaran nuevas maneras de enfrentar los proyectos, recurriendo, principalmente, a formalismos que tratan de despertar exacerbadas emociones y toda clase de sentimientos, y los cambios han sido los mayores de toda la historia. La idea de modernidad no cabe en el estilo de vida contemporánea; la civilización y sus sociedades diferentes están ávidas de emociones y sensaciones. El ritmo de vida se aceleró y a cada minuto hay un nuevo avance tecnológico. La estructura de pensamiento actual no es la misma de hace unos cincuenta o sesenta años. “Hoy en día, la forma de pensar y vivir actual no tiene nada que ver con los principios ideológicos de la modernidad” (Meneses, 2009, p. 19). El concepto de espacio arquitectónico contemporáneo tiene su génesis en los principios del lenguaje moderno, en los cuales se proponía la disolución y el repudio de las ideas clásicas. Nace de un acto destructor de afirmación cultural, que induce a rechazar todo el bagaje de normas y cánones tradicionales, a recomenzar desde la raíz como si no hubiera existido nunca ningún sistema lingüístico, como si por primera vez en la storia lo tuviésemos que construir desde una casa o una ciudad. Pero el lenguaje moderno también generó paradigmas, órdenes y cartas que hicieron que los arquitectos se llenaran de dogmas y malas costumbres. Entonces, surge una nueva forma de pensar, estructurada de manera diferente, acorde con esta época y todos sus avances. Una ideología que se aparta del concepto de arquitectura que solo piensa en función y forma, y que acoge conceptos diferentes adaptados a la vida contemporánea.
Zevi (1999) hace hincapié en la importancia que supone el despojarse de las ideas anteriores y los tabúes culturales, de las normas de la arquitectura moderna. Al negar y anular todo modelo institucionalizado, se libera de la idolatría. Reconstruye, revive el proceso de formación y desenvolvimiento del hombre y comprueba que, en el curso de milenios, los arquitectos han afirmado varias veces la escritura figurativa y han borrado todo precepto gramatical y sintáctico. Los espíritus auténticamente creadores siempre han tenido que romper barreras. Este es un paso muy importante de la arquitectura contemporánea, de sus arquitectos líderes y, asi mismo, es fundamental para la definición de un concepto de espacio, el cual ha sido adaptado y moldeado al ritmo de la vida actual. La arquitectura diluye los límites y genera una relación recíproca y complementaria con las diferentes artes. Claramente, en la época contemporánea el concepto de modernidad dejó de ser algo novedoso; se convirtió en un concepto anticuado y, además, en objeto de análisis teórico por parte de todos los críticos de la arquitectura. El espacio arquitectónico contemporáneo está muy relacionado con las nuevas expresiones artísticas; se acerca al hecho de la comunicación como acto concreto. Comunicar, expresar, o hasta describir se ha convertido en el eje central de la espacialidad de la arquitectura. La arquitectura de la contemporaneidad está llena de repertorios relacionados estrechamente con las artes, las reflexiones filosóficas, los paradigmas científicos y la evolución continua de la sociedad. Los arquitectos contemporáneos han recurrido a teorías científicas, filosóficas y estéticas para poder legitimar la obra arquitectónica, para que esta concuerde con la concepción del tiempo en el que vivimos y con las necesidades y aspiraciones del sujeto que experimenta. No es ningún secreto que este nuevo concepto de espacio se debe mucho a los grandes avances tecnológicos y a la gran variedad de posibilidades técnicas de construcción y diseño, así como también a la utilización de nuevos materiales nunca antes utilizados, lo que ha permitido a los arquitectos soñar un poco más.
2.2 EL LENGUAJE DE PATRONES CAMBIANTES, PARAMETRIZACIÓN.
“Para que un objeto sea asequible al análisis no basta con darse cuenta de su existencia. Es necesario además que una teoría pueda aceptarlo. En la relación entre teoría y experiencia, es siempre la primera quien inicia el diálogo. Es la teoría la que determina la forma de la pregunta, es decir, los límites de la respuesta” (Samaja, 1999).
Gran parte de la obra de Olafur se sustenta en la parametrización. Elaborar mediante programas informáticos los diferentes algoritmos con todos los diferentes posibles para optimizar su obra a un mejor fin es una constante.
A partir de una idea abstracta (proveniente del mundo racional, no empírico) se proponen condiciones geométricas y matemáticas, factibles de ser traducidas al lenguaje informático. Se determinan las condiciones necesarias y se realizan pruebas con variables denominadas parámetros. Una vez seleccionados los parámetros (internos y externos - contextuales) se realiza una programación del proceso, que implica manipular los parámetros dimensionales, para lograr el producto que más se relacione con las premisas de diseño establecidas. Es un juego informático interminable, ya que cada variación va arrojando resultados muy diferentes. Y como clave de este tipo de diseño, es indispensable encontrar la forma de representación gráfica que más explicite el proceso. Los objetivos que se proponen a priori en el proceso de diseño paramétrico son: -Diseñar un proceso y no un resultado concreto: Al diseñar un proceso se desarrollan relaciones matemáticas y geométricas creando procesos y sistemas (algoritmos), los cuales permiten explorar más de un resultado, con ciertas premisas de diseño establecidas previamente. - Posibilidad de relacionar variables / parámetros: Teniendo un proceso de diseño y no una forma preestablecida se pueden manipular sus variables y propiedades, las cuales se pueden modificar en tiempo
real y así comparar resultados, con la finalidad de tener un producto final más eficiente. - Resultados paramétricos y /o responsivos a condiciones establecidas previamente: A partir del diseño paramétrico se puede generar diseños inteligentes y/o responsivos estableciendo un criterio de diseño (exploración de formas), permitiendo adaptarse a cualquier situación, contexto, tectónico, etc. Es decir se puede adaptar el diseño a cualquier pará- metro / variable que sea integrado al proceso de diseño, dando un resultado inteligente y responsivo que logra satisfacer un problema específico.
Figura 1.Esquema parametrización, elaboración propia.
La utilización de los algoritmos como herramienta de diseño, permiten generar permutaciones infinitas, inviables a partir del enfoque manual, ya que los procesos son abordados con una escala y complejidad que brindan los beneficios de profundidad y amplitud. Estos proyectos tratan de explorar los algoritmos y la computación como una herramienta de diseño generativo, combinados a los actuales procesos de diseño produciendo una nueva e inusual
forma arquitectónica, que nos atreveremos a denominar “Arquitectura Fractal”. No obstante la reciente aparición referida, se pueden observar aplicaciones fractales en obras arquitectónicas construidas hace siglos.
El término autosimilitud (que puede ser entendido también como autosemejanza) está relacionado a la propiedad de un objeto de presentar en sus partes la misma forma o estructura que el todo, aunque pueden encontrarse a diferentes escalas y ligeramente deformadas en algunos casos. Se mencionarán tres tipos diferentes de autosimilitud:
•Autosimilitud exacta: es el tipo más restrictivo y exige que el fractal parezca idéntico a diferentes escalas (sistemas de funciones iteradas). Ejemplo: conjunto de Cantor, triángulo de Sierpinski, copo de nieve de Von Koch y otros.
•Cuasiautosimilitud: exige que el fractal parezca aproximadamente idéntico a diferentes escalas (fractales definidos por relaciones de recurrencia). Ejemplo: conjunto de Julia, conjunto de Mandelbrot y otros.
•Autosimilitud estadística: es el tipo más débil y exige que el fractal tenga medidas numé- ricas o estadísticas que se preserven con el cambio de escala (fractales aleatorios). Ejemplo: el vuelo de Levy, paisajes fractales, árboles brownianos y otros.